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La escritora de relatos - vi

en Fantasías Eróticas

                               LA ESCRITORA DE RELATOS

                               SEXTA PARTE

Aquella semana, de Madrid viaje a Bruselas y a Ginebra, para volver a final de semana a Barcelona. Me acorde de la Gata Multicolor varias veces. Tentado estuve de llamarla, pero en el último momento me arrepentía. Aquella historia había estado bien, pero yo seguía pensando que era muy joven y que sería un error pensar que podía haber una relación entre los dos. Además imaginaba que a pesar de lo cariñosa y comprensiva que se había mostrado cuando me había sentido sofocado la noche que estuvimos juntos, ella no estaría por la labor de repetir con un hombre mayor. Así que decidí que no la llamaría, aunque no borre su número de mi agenda.

Unos veinte días después, yo ya casi me había olvidado de lo ocurrido, al salir de una reunión me sorprendió una llamada perdida de ella. Debo reconocer que mi ego masculino, en un primer momento, sintió un momento de gloría y satisfacción. Pero enseguida mi sentido común me bajó los humos "No te hagas ilusiones, seguramente te llama para preguntar cómo va tu corazón". Guardé el teléfono en el bolsillo y me dirigí al aeropuerto porque me iba a dormir a Sevilla, pues al día siguiente tenía que visitar unos clientes en la zona de Morón de la Frontera.

Ya en el hotel decidí no llamarla, porque quizás fuese inoportuno, pero sí le envié un whatsApp: "Disculpa, cuando llamaste estaba ocupado. No sé si ahora es buena hora para llamarte. Estoy en un hotel. Besos"

Enseguida sonó mi teléfono. Era ella.

-  Diga... - respondí

- ¡Ey, Ciao! ¿Cómo estás? - "Tranquila no me he muerto", pensé- No me digas que estas en Madrid.

-Hola Isabel, estoy bien. No, estoy en Sevilla.

- Menos mal, porque ya te iba a regañar.

- ¿Qué he hecho para que me regañes? - respondí riendo

- Nada, Nada. Lo decía por si estuvieras en Madrid y no hubieses dicho nada.

- No he tenido oportunidad de volver ahí, sino claro que te hubiese llamado - mentí

- No sé si creerte. No he tenido ninguna noticia tuya. He tenido que llamarte yo.

- Discúlpame, pero he estado muy liado, y además no quería ser inoportuno.

- Vos no eres inoportuno, tranquilo. Si llamas y no puedo responder te llamo yo luego.

- Estupendo pues siendo así te llamaré alguna vez.

- A ver si es verdad. Esta semana puedes llamar a cualquier hora, no tengo problema.

- Perfecto, así lo haré

- Muy bien pues no os disturbo más, que tengas un buen día

- Tú también, y... gracias por llamar.

- No me las des. Devuélveme la llamada. Ciao, un beso

- Lo haré. Ciao, un beso

Cuando cortó la comunicación me quedé mirando el teléfono y sintiéndome un poco estúpido porque, esperando que la conversación fuera de otra forma, le debí parecer frio y distante. Ni siquiera le había preguntado como estaba. La volví a llamar para disculparme, y la conversación fue ya más larga y amena.

Se fueron repitiendo las llamadas, del uno o del otro, con una frecuencia semanal, al principio y hasta que llegaron a ser prácticamente diarias, además de los mensajes de watsApp que cada vez eran un poco más atrevidos.

La semana antes de Navidad tenía que ir a Madrid a una reunión en el Ministerio de Medio Ambiente. Le dije que iba y volvía en el mismo día, pero que si le apetecía podíamos almorzar juntos. Acepto inmediatamente, me dijo que para almorzar no tenía nunca problema, por lo que deduje que su esposo no iba a casa a almorzar. Así que para evitar sorpresas le pedí que reservará ella mesa en el restaurante que le apeteciera. Ella sabría donde no corría el riesgo de encontrarse con su marido.

Cuando llegó el día, estuvimos en contacto por watsApp y cuando termine la reunión, alrededor de la una del mediodía, ella me estaba esperando enfrente al Ministerio con un precioso todoterreno Lexus color arena y tapicería de cuero blanco. Ella me esperaba de pié al lado del coche, fumando un cigarrillo. Estaba realmente hermosa, llevaba puesto un abrigo de paño que se notaba de calidad solo en la elegante caída que tenía, y debajo, como pude aprecias cuando se quitó el abrigo, un vestido rojo ajustado hasta tres o cuatro dedos por encima de las rodilla, como pude apreciar; y como complementos un cinturón metálico dorado con incrustaciones de pedrería, a juego con los pendientes y una pulsera. Estaba realmente hermosa.

 Al llegar a su altura, alargue el brazo y nos dándonos la mano y dos besos en las mejillas. Nos acomodamos en el coche y arrancó.

- Huy que saludo más frío, ¿No? - me reprochó.  Mientras conducía atenta a la circulación

- No sé, supongo que ha sido por discreción. Nunca sabes quién te puede estar viendo.

- ¿Tienes problema de que alguien te vea conmigo?

- No, tampoco conozco tanta gente en Madrid. Eres tú la que vive aquí.

- Sí, tienes razón. Disculpa. Es que tenía tantas ganas de verte que me esperaba... no sé... un abrazo.

- Para el coche donde puedas y te doy un abrazo. A mí también me apetece mucho.

- Tampoco es tan urgente - se echó a reír, reímos los dos.

- ¿A dónde me llevas?

- Aquí cerca, porque pensé que tendrás prisa luego.

- No, tengo el AVE a las siete treinta. Pero está bien.

Me llevó a un restaurante, cuyo nombre no me acuerdo, en el barrio de Salamanca. Aparcó el coche en zona azul, y cuando bajamos me acerque a ella y atrayéndola hacía mi la abracé y busque sus labios en un largo y profundo beso, allí, en medio de la calle. No tuvo tiempo de reaccionar, pero respondió al beso con pasión.

- Menos mal que querías ser discreto - me susurro al oído.

- He supuesto que si me has traído aquí es porque es una zona de exclusión - dije sonriendo, mientras pasaba mi brazo por su cintura.

- No creas, en el restaurante me conocen, y una amiga vive aquí cerca. Aunque tampoco tengo problema, mi marido no es celoso. Ya te lo contaré otro día.

- Vamos - hice como que no había oído. No me apetecía que me hablara de su marido, yo tampoco le hablaba de mi vida privada.

El maître del restaurante la saludo efusivamente, o sea que era una buena clienta.

- Buenos días señora Orozco - la saludó tomando su mano y haciendo una ridícula inclinación que parecía que a ella le satisfacía.

- Le hemos reservado su mesa - le dijo, al tiempo que me alargaba la mano cortésmente para saludarme.

Mi sorpresa fue cuando nos condujo a un comedor privado, donde solo estábamos los dos. Le aparto la silla para que sentará ella, e iba a hacer lo mismo con la mía pero no le di tiempo, me senté directamente.

- ¡Que lujo! No solo eres una burguesa, sino que eres toda una personalidad en Madrid.

- Nos la reservan cuando venimos con el grupo de amigas. Mi marido también lo utiliza a veces cuando tiene algún compromiso de negocios, o eso dice él. Tampoco le pregunto demasiado. Mejor no saber ¿No te parece? - sonrío- No, en serio, aquí en Madrid muchos restaurantes de esta zona tienen estos reservados. Se cierran muchos negocios en los restaurantes. Este comedor tiene además lavabo privado, es esa puerta - señaló una puerta en la esquina, que yo visité casi de inmediato.

- No, está perfecto. Podremos hablar con tranquilidad. Quién sabe, igual cerramos algún negocio - bromee ahora yo.

Hicimos la comanda, yo me dejé aconsejar por ella, que también escogió el vino, un tinto Pesquera , y el maître marchó, cerrando la puerta detrás suyo, y dejándonos un mando encima de la mesa con la indicación de que si necesitábamos algo, no teníamos más que pulsarlo. Desde luego en aquel restaurante la discreción era absoluta, cada vez que venía el camarero llamaba con los nudillos en la puerta, y la volvía a cerrar al salir.

La conversación, que inició Isabel, fue fluyendo durante la comida, tratando diferentes temas, banales unos, más interesantes que otros. Y también se mostro interesada por mi faceta de escritor, tiempo más tarde entendería porqué.

- Sabes que me encantan tus novelas.

- No puedo creer que hables en serio. Mis "novelas" son puro divertimento, no dispongo de tiempo para escribir algo serio y con suficiente valor literario.

- No te engañes, la lectura para distraer y emocionar sin complicaciones intelectuales también es importante.  Es lo que le gusta y lee la mayoría de la gente.

- Por cierto la última, La Reina de Panamá, ¿Está basada en alguien que conozcas?  Parece muy realista.

- No, en absoluto ¿Por qué lo preguntas?

- No es que me ha sorprendido la historia, en cierto modo me recuerda a mí.

- ¿Y serias la joven que quiere perder su virginidad o la jefa mafiosa?

- No, a la virgen no - rió a carcajadas- a la de Blanca, la jefa mafiosa.

- Eso tienes que explicármelo

- No nací burguesa - se puso muy seria-

- Mi adolescencia y juventud no fueron fáciles. Pero de eso no quiero hablar. Dime una cosa, si Blanca quería dejar los negocios turbios ¿No le era mejor desaparecer y disfrutar de su dinero? 

- No pensé en esa posibilidad. De todos modos no creo que sea fácil dejar ese tipo d negocios y desaparecer. El poder les atrae. Por eso no pensé en esa posibilidad.

- ¿Y si alguien así quisiera desaparecer y no dejar rastro, como lo haría?

- No lo sé, no me he movido nunca en ese tipo de ambiente. Solo me informo y desarrollo una historia.

-  Venga, piensa ¿Cómo desarrollarías una trama así? ¿Como la harías desaparecer?

- Lo pienso, lo escribo y te lo mando.

- ¡Ey! No. No. Venga ahora improvisa - la verdad, me estaba agobiando su insistencia en el tema- Imagina que Blanca decide desaparecer, porque la descubren y la busca el FBI.

- Este bien. Vamos a ver, ella tiene un jet buscaría la trama de hacerlo desaparecer en medio del Atlántico, por ejemplo.

- ¿Cómo?

- Yo que sé, pues... saltando en paracaídas, y que alguien la estuviese esperando con un barco en la zona.

- Pero buscarían los restos del avión, los cadáveres. Venga piensa, que estoy segura que eres capaz de darle más intriga y emoción a esa novela.

- Isabel, te estás poniendo pesada ¿Tú crees que una novela se improvisa así, en medio de una comida?

- ¡Ay! es muy emocionante. Venga la idea de saltar en paracaídas es buena, ahora como solucionas lo de los restos del avión y los cadáveres.

Al final me estaba incitando a montar la trama.

- Pues, como en ese mundo el matar no es un problema, se supone que la tripulación del avión le es fiel.

- Ella sabe pilotar, te lo pongo más fácil. Imagina que normalmente ella pilota su jet - me interrumpió.

- Entonces más fácil. Coloca estratégicamente una serie de bombas en el avión, cuando está en medio del Atlántico, en unas coordenadas determinadas donde le espera un barco, suyo también. Ya no vamos a reparar en gastos- sonreí.

- Pone el piloto automático, salta en paracaídas y cuando el avión se aleja lo hace explotar con un mando a distancia.

- Si, pero en el avión deberá ir un cadáver de mujer con su fisionomía por si quedan restos.  Y no olvides las cajas negras. Registraran que puso el piloto automático ¿Por qué?

- Lo del cadáver sería un problema para ella, supongo. Y para que los restos y las cajas no sean identificados, sería cuestión de poner mucha carga explosiva. Los restos caídos en medio del Atlántico, caerían a mucha profundidad y ni los buscarían, ¿No crees?

-Vamos a pensar que no ¿Para qué iban a utilizar muchos recursos en buscar a una mafiosa?

- Además algún riesgo debe correr - rió de nuevo con una sonora carcajada.

El camarero llamó a la puerta con los nudillos para entrarnos el postre. Yo aproveche para cambiar de conversación - No entendía aquel interés en buscar otra trama a mi novela. No pensaba cambiarla.

- Te he dicho que estas guapísima hoy - Le dije cuando el camarero desapareció cerrando la puerta detrás de él.

- No, es verdad, has estado muy poco galante.  Pero nunca es tarde - me dijo acercándose a mí y buscando mis labios en un suave, lento y tierno beso que termino siendo apasionado.

- Sabes dulce, a tarta de manzana. Me gusta. Si sabes igual...

- Tendrás que probar si quieres saberlo - me sonrió con picardía mientras volvía a su postre.

- Veremos cuando puedo venir y quedarme a dormir, porque hoy...

- Ah!  ¿Hoy no piensas follar conmigo?

-Si dentro de dos horas tomo el AVE

- Huy, dos horas dan para mucho - me miró divertida y provocativa

Entró de nuevo el camarero con los cafés y dos chupitos de whisky de malta sin hielo, como se debe tomar el whisky escocés.

- Gracias. Por favor que nadie nos moleste. Tenemos temas de asuntos que tratar - Isabel se dirigió al camarero con amabilidad pero con autoridad,

- No se preocupe señora, me encargaré de que nadie les moleste