miprimita.com

La escritora de relatos - xi

en Fantasías Eróticas

                   LA ESCRITORA DE CUENTOS

                      ONCEAVA PARTE

Sobre las nueve de la mañana desperté desnudo por encima de las sabanas, la calefacción estaba demasiado alta. Me giré hacia la derecha y abrí los ojos del todo al contemplar aquel bronceado y cuidado cuerpo a mi lado, desnuda también por encima de las sabanas.

Me estuve recreando un buen rato con aquella maravillosa visón ¿Hay algo más bello que el cuerpo femenino desnudo y bien formado?, yo creo que no, es la obra maestra de la Naturaleza o de Dios, o quizás las dos cosas son lo mismo.

Me apetecía despertarla con suaves besos y hacerle el amor Sin embargo, yo era consciente de mis limitaciones. La tarde noche anterior había tenido dos orgasmos, debía dosificarme si quería mantener una posición, digamos, honorable.

Seguí contemplando como respiraba pausadamente, estaba profundamente dormida pero era hora de despertarse, si queríamos aprovechar el día. Finalmente me decide a despertarla, me acerque despacio y lleve mis labios alternativamente a sus pezones, me deleite succionándolos con suavidad, prendiéndolos entre mis labios y estirándolos.  Ella cambió el ritmo de su respiración, me imagine que se había despertado pero decidió seguir haciéndose la dormida. Cuando ya consideré que sus pechos estaban suficientemente agasajados, baje beso a beso, centímetro a centímetro por su vientre, donde me recree de arriba abajo y de derecha a izquierda hasta que ella levantó el pubis buscando contacto. Seguí haciéndose la dormía, pero yo sabía que fingía. Me estaba pidiendo que bajara a su sexo, lo que hice, no sin antes hacer una parada en su monte de Venus, totalmente depilado como el sexo, con el ánimo de excitarla más con la ansiedad de la espera.

Cuando por fin me acerque con los labios a su sexo, y con la lengua empecé a separar sus labios, ella arqueó el cuerpo, levantando el culo de las sabanas, buscando contacto. No escatimé ni besos, ni lamidas, ni succiones.Mis dedos se movieron dentro de ella con tacto y rítmico movimiento hasta que ella con sus dos manos sujeto mi cabeza mientras la presionada levantando más sus caderas, en un contacto total y profundo entre su concha y las herramientas de mi boca. Después de unos largos diez o quince minutos, entre jadeos y gemidos, y estirando mi pelo con sus dedos, llego a un orgasmo que inundo mis labios y mis papilas con su jugoso placer.

- Buenos días - me dijo de la forma más tierna del mundo, mientras con sus manos tiraba de mi cabeza haciéndome deslizare sobre su suave cuerpo hasta que nuestras bocas se encontraron en un apasionado beso.

- Buenos días - la besé

- Umm, voy a tener que trabajar. La noto en baja forma - me sonrío mientras su mano palpaba mi verga en estado de semi erección.

- No. No te preocupes. Yo necesito tiempo para reponerme. Creo que lo mejor será que preparé el desayuno ¿Tendrás algún plan para hoy, además de coger? - sonreí.

- Viendo que estáis tan flojo, sí, creo que será mejor que repongas fuerzas - Se río- aunque no me importa porque tienes muchos recursos y yo he tenido un precioso despertar. Y sí haremos una excursión, si te apetece.

- Sí me apetece. Prepararé el desayuno mientras tú te das una ducha. Te espero en la cocina.

- Bonita forma de decirme que huelo a sexo. Vos también, ¡Eh!

- Claro, pero alguien tiene que preparar el desayuno. Luego me ducho yo

- Vale, me voy a la ducha - y lanzándome un cojín, que yo esquive, ella se fue a la ducha, y yo a la cocina.

Durante el desayuno planeamos una visita a La Granja de San Idelfonso y a Segovia, ella lo conocí bien y yo solo había estado una vez hacía años.  Al final del desayuno recibió una llamada, y sin decir nada salió apresuradamente al jardín a hablar, no le di más importancia supuse que sería su marido y, sinceramente, prefería no tener que estar presente en sus "cálidas" conversaciones. Cuando regresó con una sonrisa, que me pareció forzada, yo ya había fregado los cacharros del desayuno y me dirigí al inmenso baño a afeitarme y darme una ducha. Luego dispuse el completo armario con el que Isabel me había obsequiado, unos jeans un sweater tipo camiseta pero con cuello alto y encima la parka.

Visitamos el palacio y los jardines de la Granja, la fábrica de vidrio artesanal donde admiramos aquellos artesanos que moldean la masa vítrea como si fuese plastilina, convirtiéndola en precios objetos de ese noble y ecológico material que es el vidrio. Si los envases utilizados en todo el mundo fuesen de virio el problema ecológico y de residuos se reduciría de forma dramática. Luego tomamos un aperitivo en el incomparable marco del Parador de La Granja.

En Segovia disfrutamos tocando las piedras y admirando la inmensidad del acueducto, siempre me impresiona la técnica de los romanos para los trabajos de ingeniería. También hicimos una visita rápida al Alcázar.

Habíamos reservado mesa en el Restaurante El Bernardino, donde además de admirar sus vidrieras y sus techos de madera tallada, degustamos como planto principal un cochinillo de los mejores que nunca había probado, acompañado por un excelente  Tinto Pesquera  y, para que no sea dicho, un poco de agua.

Después de comer y para ayudar a bajar el cochinillo, paseamos por el casco histórico, la plaza de San Martin y, cómo no, la calle Juan Bravo desde la catedral a la plaza Azoguejo, donde Isabel no se resistió a entrar en varias boutiques y comprarse un bolso a juego con los zapatos de Carolina Herrera.

Sobre las seis de la tarde decidimos volver hacia el chalet. Los dos teníamos los píes reventados.

Había sido un día fantástico, lleno de gestos de ternura y complicidad. También un día en que nos conocimos mucho más, hablamos de todo, menos de la familia, y de los más diversos temas. Me di cuenta que la burguesa Gata Multicolor no escribía bien por casualidad, tenía un nivel cultural envidiable y era una gran lectora, y sí, hablaba del sexo y de sus gustos y necesidades con total libertad y naturalidad, algo que siempre me ha cautivado de una mujer, porque la hace libre e independiente. 

Al entrar en el chalet nos fuimos directamente al sofá y nos dejamos caer, cada uno en una esquina.

- Entre las caminatas y el cochinillo estoy que no me tengo en pié

- A mi me pasa lo mismo, pero creo que me voy a dar una ducha. Aponerme en remojo un rato.

- No es mala idea. Y se me ocurre algo más que nos aliviará el cansancio - dijo con una ancha sonrisa y picardía.

- Isabel, ten piedad de mí. Soy un hombre mayor.

- ¡Oye! como vuelvas a decir eso te vas a dormir en el jardín. Yo no noto nada que no les suceda a los más jóvenes y, sin embargo, tú tienes la ventaja del vino gran reserva - Se acercó y me dio un suave beso en los labios.

- Está bien, pues si te apetece una copa de gran reserva, estas invitada en la ducha de lluvia - le respondí con la misma picardía, mientras me dirigía al dormitorio.

Ella me siguió, nos desnudamos entre bromas, risas, abrazos y toqueteos, nos dirigimos a la espaciosa ducha, que tenía el gran dispensador de agua lluvia y también la llamada ducha teléfono. Por supuesto pusimos la lluvia, y uno junto al otro empezamos a enjabonarnos, sin dejar los besos y arrumacos. Ella se dio la vuelta y pego su espalda a mi pecho, disfrute del placer de enjabonarle los pechos, algo que causo un placer especial. Sus pechos se pusieron duros y los pezones erectos y el moldearlos con mis manos era una sensación muy excitante, tanto que mi verga sufrió una súbita erección sobre sus nalgas.

- Umm, parece que alguien se está alegrando por ahí detrás - dijo pasando una mano detrás de su espalda y buscando tocar mi objeto de deseo.

Una de mis manos había bajado entre sus piernas donde estaba aplicando una buena capa de espuma, deslizándose por encima de su concha, y la otra seguía moldeando sus pechos. La forma en que ella se apoyaba en mi pecho, y como flexionaba y separaba las piernas, me indicaba que ella estaba disfrutando de aquella ducha de lluvia tanto como yo, aunque la continua caída de agua me empezaba a irritar un poco.

Cuando creí que iba a regalarme el primer orgasmo sobre mi mano enjabonada, se puso en posición yegua para que la cogiera por detrás. La cantidad de agua y jabón hacían que nuestros cuerpos estuvieran resbaladizos, y la continua caída de agua empezaba a ser molesto. Aquello no era cómodo y yo empezaba a sentirme con cierta ansiedad, y mi erección empezaba a aflojar. Al ver que la situación se volvía complicada, ella se incorporó riendo a carcajadas.

- Esto queda muy romántico y efectivo en nuestros relatos pero...

- Pero aquí es muy incomodo - corroboré yo también riendo

- Que te parece si nos acabamos de duchar, nos secamos y nos vamos a un sitio cómodo.

- Me parece una gran idea - dije sin dejar de tocar entre sus piernas abiertas.

Así lo hicimos, seguimos enjabonándonos mutuamente, y elevando nuestra temperatura con los oportunos tocamientos.

Salimos nos secamos el uno al otro, nos pusimos un albornoz cada uno

- ¿Cama, alfombra, sillón o mesa de la cocina? - Preguntó ella con la mayor naturalizad.

- Las damas elijen - dije haciendo una imitación de reverencia

- La cama es para hacer el amor, y nosotros queremos coger bien fuerte. La cocina es la parte más fría de la casa y tenemos el pelo mojado, así que alfombra y sillón delante de la chimenea.

- Soy vuestro humilde servidor,hermosa Gata Multicolor.

- Umm, eso de "humilde servidor" me pone... siempre he querido tener un sumiso...

- Pues deberás seguir deseándolo, al menos esta tarde no estoy yo para hacer de sumiso - yo decía esto mientras ya le estaba quitando el albornoz delante de la chimenea.

La senté en el sofá, le separé las piernas y poniendo de rodillas sobre la mullida alfombra me dedique a saborear el interior de los labios de la concha, a chupar el clítoris, a penetrarla primero con un dedo, después hasta con tres. Usando las yemas de los dedos sobre los puntitos de esa zona rugosa que muchas mujeres nunca han descubierto, no era el caso de Isabel, y mi boca y lengua sobre el clítoris, conseguí el esplendido regalo de una cadena de orgasmos cortos y seguidos que le hicieron recostarse en el sofá. Subió los pies a los bordes del asiento, arqueaba la espalda entre suaves espasmos de sus caderas acompañados por rítmicos y roncos jadeos.

- Ya, ya me he venido varias veces. Necesito parar

Coloque la palma de mi mano encima de su sexo que continuaba palpitando y la mantuvo allí presionando hasta que las palpitaciones remitieron. Ella bajo los pies a la alfombra, y entonces yo con la polla totalmente erecta me puse de rodillas en el asiento del sofá poniendo mi polla al alcance de su boca. Ella deslizó un poco su cuerpo por entre mis piernas hasta que mi polla quedó al alcance de su boca. La agarró con una mano, mientras con la palma de la otra apretaba mi escroto. Primero utilizo la punta de la lengua recorriendo el tronco de abajo arriba y recreándose en el prepucio, sabía que me estaba haciendo temblar con la ansiedad de que se la introdujera toda en a boca, hasta el fondo. Se hizo derogar, pero finalmente se la introdujo toda de golpe y yo creí venirme, pero ella se quedó quita con todo el tronco dentro de su boca, eso me permitió controlar el momento y luego cuando siguió saboreando, deleitándose en cada centímetro y mirándome para ver mi cara de placer, yo me entregue al placer, sinceramente pensando solo en disfrutar yo de aquel gustazo. Pensé en dejarme ir y terminar sobre su lengua, pero un rayo de claridad atravesó me cabeza y decidí retirarla cuando note que el momento cumbre estaba muy cerca.

- Quiero que sea mi yegua

- Sí, me encantará que vos me montes y me lleves a un largo galope. Espera un momento.

Salió corriendo dirección al baño. Yo me quede sin saber que decir o hacer, no me esperaba quedar allí de pié con la verga tiesa, cachondo y esperándola. La verdad es que no pasaron ni diez segundos que volvió con algo en la mano, que en un principio no supe lo que era.

- Perdona - me dijo abrazándome con el brazo cuya mano estaba ocupada con algo cilíndrico y la otra agarraba y pajeaba mi polla que no había perdido la erección.

-¿Que llevas en la mano?

- Un lubricante, quiero que disfrutes abriendo mi puerta secreta.

Me puso a mil, eso era algo que nunca había probado pero solo el proponérmelo me excitaba.

Se colocó en posición yegua sobre la alfombra, y como la noche anterior, con y la cabeza apoyada en el sillón, se abrió al máximo y tanto su hermosa y rosada concha hinchada como su puerta secreta quedaran expuestas y entreabiertas. Yo lleve el capullo hasta la entrada de su coño, empuje y entró sin complicaciones porque estaba realmente encharcado debido al multi orgasmo que había disfrutado momentos antes. Empecé a bombear suavemente pero hasta bien al fondo. Al mismo tiempo deposite una buena porción de lubricante sobre su esfínter y sincronizado con los movimientos de entrada y salida de mi verga en su vagina, con el dedo pulgar de la mano derecha iba introduciendo el lubricante en ensanchando la otra entrada. Me di cuenta que eso le estaba gustando por la forma en que movía el culo. De pronto empezó a acelerar los movimientos de rotación y empujando hacia atrás para empotrar hasta el fondo mi polla en su coño.

- Dame fuerte, me voy a venir... no saques el dedo...

Oírla decir eso me hizo perder el control de la pasión, la bombee deprisa y fuerte, el pulgar se movía ya con toda facilidad y rápidamente dentro de su esfínter. Esta vez de su boca no salían gemidos ni jadeos, eran auténticos gritos entre palabras subidas de tono. Noté como se formaba un nudo en su interior atrapando en el mi polla que también amenazaba de nuevo con explotar, afortunadamente ella se corrió y mi polla salió casi expulsada.

Ella se había relajado sobre el sofá, pero yo estaba en tal nivel de calentura que tome la verga con la mano derecha, con la izquierda separé sus nalgas, busque la entrada, apunte el capullo, vertí un poco más de lubricante y empuje despacio, el prepucio entró con relativa facilidad, en aquel culo no era la primera vez        que entraba una polla. Tengo que reconocer que empecé a sentir mucho gusto al en aquella cavidad estrecha. Isabel recupero su posición yegua

- Disfrútalo, no te preocupes si te vienes. Yo ya no puedo más. Disfrutar vos.

Agradecí aquellas palabras porque la verdad es que yo necesitaba descargar.  Me puse en posición de jockey al galope, aumente el ritmo del bombeo metiéndola toda hasta que mi escroto rebotaba sobre su concha hinchada. Noté que me iba a venir.

- Me voy a venir... no podré aguantar

- Sigue, cógeme fuerte y lléname de leche

No pude aguantar, no sabía lo que le costaría a ella llegar, ni siquiera si había posibilidad de que llegara de aquella forma.

Lance un gemido gutural, al tiempo que mis piernas temblaban y mi pelvis se movía espasmódicamente sin control

- ¡Joder!, que bueno está... me vengo, me corro.

Tuve que sacarla y tumbarme en la alfombra, aquella posición de pie con las piernas flexionadas me había agotado.

Isabel se tumbo a mí lado, nos abrazamos y nos relajamos besándonos.

- He notado como descargabas y me llenabas. Creo que ahora empieza a salir. Tendré que ducharme otra vez

- Yo también, vamos.

Ambos estábamos plenamente satisfechos, aunque yo suponía que antes de dormir ella estaría dispuesta de nuevo para más placer. "Debería haber comprado la pastilla azul" - pensé.

Nos dimos una ducha rápida y nos vestimos el chándal y nos fuimos a la cocina a preparar la cena con nuestros delantales puesto, y entre arrumacos y tiernas miradas. Si alguien nos viera diría que éramos una pareja de recién casados.

Después de cenar nos fuimos a la zona del salón para ver la televisión. En un mueble que hacía de soporte para la misma, había una buena colección de películas en DVD.

- Que tipo de cine te gusta - me preguntó

- Mientras no sea de terror...

- ¿Te gustaría ver Casablanca? Es una película que me encanta

- Sí, la vi un par de veces pero casi no me acuerdo. Venga ponla.

Apago las luces y dejo solo una lámpara de pié que daba una luz intimista muy apropiada. Nos sentamos cada uno en un butacón, allí no había sofá, casi uno enfrente del otro, aunque cercanos.

Me sorprendí yo mismo siguiendo la película como si nunca la hubiese visto, y es que las obras de arte siempre son actuales. Los dos la vimos embobados, en silencio, sin comentarios. No fu hasta que terminó la película que me di cuenta que Isabel estaba llorando.

- No te imaginaba llorando con una película

- Vos sos bobo. No me mires. Siempre que la veo me doy una llorera.

Me levante, me senté en el brazo de su sillón y la abrace dándole besitos en la cara y los parpados.

Nos fuimos poniendo románicos y empezamos a fundirnos el uno en el otros, no era sexo lo que estábamos deseando, sino que sentamos esa sensación cuando uno siente la necesidad fundirse con el otro con el calor del roce de los cuerpos y con los besos, ese momento donde puede nacer el amor.

Nos fuimos así abrazados hacía el dormitorio, entre besos y caricias. Nos desnudamos, nos metimos en la cama, abrazados, piel contra piel. Yo la deseaba, pero sabía que no me era posible. Intenté bajar a darle placer, pero no me dejo.

- Tranquilo - me susurro al oído - Te gustaría que me lo hiciera yo para ti.

- Sí, ¿Pero a ti te apetece? puedo satisfacerte yo.

- No, me apetece mucho regalarme de esa forma para ti.

- Umm, no sé si podré aguantarme.

- Sí lo harás, levante y siéntate en la silla - me señaló una silla tapizada que estaba al lado del tocador al pié de la cama, pero que, con la amplitud de la habitación, quedaba a dos otres metros de los pies de la cama

La obedecí. Ella encendió la luz de la lámpara de la mesilla de noche, se colocó los dos almohadones entre su espalda y el cabezal, apoyo los pies sobre la cama, recogiendo las piernas flexionadas por las rodillas y llevándose una mano a los pechos y la otra al sexo, empezó una serie de movimientos que la fueron llevando a un nivel de excitación que yo creo que se olvidó de que yo la estaba contemplando, alternaba los movimientos circulares sobre el clítoris, con la penetración de uno y dos dedos. Mantenía los ojos cerrados, y los jadeos acompasaban los movimientos pélvicos.

Aquel espectáculo resucitó mi polla. EL calor fue subiendo y decidí no quedarme allí sentado, pero tampoco quería sustituir su mano porque estaba seguro que ella se estaba dando mucho placer. Me subí a la cama, una pierna a cada lado de su cuerpo, flexioné las piernas hasta que mi polla quedó a la altura de su boca, no esperé que ella la buscara, yo se la ofrecí rozando sus labios con el capullo. Ella la recibió entera, sin dejar de darse placer. Yo creí morir, sentir el placer que me daba  y además esa sensación de morbo canalla de saberla a ella masturbándose  mientras me comía, hizo que mis pensamientos canallas aumentaran,  me pedían darle la leche en la boca en el momento en que ella se viniera. Así ocurrió, cuando ella estaba a punto de explotar, aumento la succión sobre mi verga y cuando se vino le dio una chupada profunda y en ese momento yo me corrí. Había poco semen, pero se lo bebió todo.

Nos abrazamos y nos besamos en la boca, saboreándonos.

Nos dormimos abrazados y desnudos como nos habíamos acostado