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La Decoradora (2) - Un mundo nuevo

en Grandes Series

"...Un suave adormecimiento me empezó a invadir cuando empezamos a sobrevolar el Atlántico, así que me dejé arrastrar por los brazos de Morfeo sin sospechar el giro que iba a experimentar mi vida al aceptar aquel trabajo…"

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Parecía que acababa de dormirme cuando me desperté a causa del suave zarandeo que me daba Electra mientras me decía que estábamos a punto de llegar y que faltaba poco para el aterrizaje. Abrí los ojos un poco desorientada hasta que me di cuenta de donde me encontraba. En ese momento me llegó un suave aroma a café recién hecho que me ofreció la auxiliar. Le di las gracias con un movimiento de cabeza. Estaba realmente delicioso, y mientras lo degustaba volví a hablar con mi anfitriona. Le pregunté si el avión era suyo, a lo que con una sonrisa me contestó que no, que ella tenía bastante dinero, pero no tanto como para permitirse algo así y que era de un amigo que lo ponía a su disposición cuando le era necesario. Nueva York era una ciudad que siempre me había atraído bastante, por lo que le pregunté cosas sobre ella. Me respondió a algunas de mis preguntas, pero añadió que tendría tiempo de irla descubriendo por mí misma. Nos interrumpió la voz del piloto avisando de que íbamos a tomar tierra en el aeropuerto “J.F.K.”.

Bajamos del avión y nos dirigimos hacia la aduana donde realizamos los trámites pertinentes, tras los cuales nos dirigimos hacia la salida donde nos esperaba un coche que nos llevaría hasta su apartamento. Mientras nos dirigíamos hacia la ciudad resonaba en mis oídos una canción de Alicia Keys que la verdad me gusta bastante, y contemplando el “Skyline” no pude evitar cierta nostalgia. Aquella silueta no era lo mismo sin las “Torres Gemelas” del W.T.C. Recorrimos varias zonas de la ciudad hasta que llegamos a su apartamento en una zona bastante lujosa de Maniatan, diciéndome podía quedarme allí mientras trabajaba en el loft. La verdad es que me convenía su ofrecimiento, entre otras cosas porque así no me encontraría tan sola en una ciudad tan desconocida para mí. Encargamos algo de comer y acto seguido me dijo que descansase mientras ella salía a resolver algunos asuntos particulares, añadiendo que esa tarde iríamos de compras.

Cuando se marchó recorrí el apartamento a mis anchas para conocer el que iba a ser mi hogar provisional. Estaba decorado con un lujo no reñido con el buen gusto. Cuando vi el baño y el enorme jacuzzi que lo presidía decidí darme un baño relajante para aliviar la tensión del viaje y los efectos de la bebida de la noche anterior. Allí, sumergida en el agua caliente y con el suave aroma de las sales de baño, empecé a sentirme ligeramente excitada. Podía ver las aureolas de mis pezones cubiertas de espuma salir del agua y no pude evitar la tentación de tocármelas. Un leve gemido salió de mis labios, poniéndose duros como piedras casi al instante. Inconscientemente mi mano inició el camino hacia mi sexo rozándolo suavemente. Mis dedos recorrían mis labios, rozaban mi clítoris, y uno de mis dedos entró en mi cuevita mientras con la otra mano seguía rozando mi botoncito del placer. Al poco rato ya eran tres los dedos que tenía dentro de mí, frotándome furiosamente hasta que alcancé un demoledor orgasmo que me hizo morderme los labios para no gritar de placer, quedándome tan relajada que me adormecí en la bañera. No recuerdo el rato que estuve sumergida en ella, tan sólo que salí del baño y me fui directa a la habitación que me había reservado durmiéndome plácidamente hasta que me despertaron los rayos del Sol entrando por la ventana.

Miré el reloj de la mesita de noche y comprobé que eran las 6 de la tarde. Había dormido bastante, aunque me levanté con la cabeza embotada, así que me dirigí a la cocina y me preparé un café que me tomé sentada en un sofá del salón mientras veía la tele. En ese momento me percaté de que sobre la mesita de servicio había una nota junto con un teléfono móvil de última generación. Abrí la nota, escrita de puño y letra por Electra.

“Hola Erica. No te he querido molestar al verte plácidamente tranquilamente. Llámame cuando te despiertes, por favor. Mi teléfono es el XXXXXXX. Electra”.

Recordé lo que me había dicho antes de marcharse, así que cogí el móvil y marqué su número.

Buenas tardes, dormilona…

- Buenas tardes, Electra. ¿Por qué me has dejado dormir tanto…?

- No te preocupes. Ayer y hoy están siendo días bastante intensos, así que preferí dejarte descansar.

- Pues la verdad es que me ha venido bien el descanso…

- Me alegra oír eso. Mira, he decidido que las compras las dejaremos para mañana, así que esta noche vamos a salir a cenar y a que veas un poco de mundo…

- Estaría bien, no cabe duda, pero es que apenas me he traído ropa…

- Por eso te repito que no te preocupes. Haz una cosa: mira en mi armario y pruébate lo que quieras. Creo que somos más o menos de la misma talla, así que puede haber prendas que te vengan bien. ¿Sobre qué hora calculas que estarás lista?

- Pues no sé… Son las 6 y media, así que diría que sobre las 7 y cuarto o y media…

- Perfecto. A esa hora coge un taxi y que te lleve a esta dirección – me dijo una dirección que apunté en un papel – Te estaré esperando.

- Bien, allí estaré. Hasta esa hora entonces…

- Hasta luego, Tania.

Cuando colgué el teléfono me dispuse a deshacer la maleta, colocando la ropa en los cajones de la cómoda y en el armario, no sin antes apartar el conjunto que me pondría. A continuación me dirigí a su vestidor y miré a ver qué me podía poner. Tenía ropa bastante bonita, casi toda de marcas que yo al menos no me podía permitir. Elegí diversos vestidos que me probé, decidiéndome finalmente por un vestido plateado que dejaba toda mi espalda al aire, por lo que no necesitaría sujetador. Lo combiné con unas sandalias de tacón alto, y tras maquillarme y recogerme el pelo bajé hasta la calle, haciéndole señas a un taxi que me llevó hasta la dirección que ella me había dado.

Cuando me bajé del taxi y entré en el restaurante pude notar una mirada de aprobación en los ojos de Electra que se encontraba en un pequeño reservado, saludándome con dos besos y me invitó a sentarme. Una vez acomodada me preguntó qué tomaría, ordenando ante mis dudas un par de aperitivos que tomamos conversando un poco acerca de nuestras respectivas vidas. Así me enteré de que su padre había sido un importante contratista naviero, realizando múltiples trabajos sobre todo para la Armada americana, lo que le había reportado buenos beneficios que había sabido invertir en otros campos, aunque me comentó de pasada que había tenido con él algunos problemas que se resolvieron cuando pudo comprobar la aptitud de Electra para gestionar sus negocios. Desde pequeña se había criado en un ambiente de muy alto nivel, por lo que se sabía mover como pez en el agua entre la clase alta neoyorquina aunque realmente prefiriese ambientes más naturales.

También me comentó lo que ya me había dicho acerca de que había visto mis trabajos para algunos de sus amigos que residían en España, lo que hizo que una de las primeras opciones que barajó fue la mía. No pude por menos que sentirme halagada y le di las gracias. Simplemente me respondió que ahora tenía la oportunidad de mi vida, ya que el loft estaba bastante abandonado e iba a requerir bastante trabajo, a lo que le dije que me gustaban los retos y que no la iba a defraudar. Tan sólo me miró a los ojos y por una vez la vi un poco seria mientras me decía que posteriores trabajos dependían únicamente de mí. Esa seriedad le duró el tiempo justo de decirlo y, con una sonrisa, ordenó una botella de champaña que bebimos para celebrar nuestro acuerdo. Cuando nos levantamos comprobé que su comportamiento en Marbella no había sido fruto de la casualidad, ya que simplemente se despidió, lo que me hizo suponer que debía disponer de un crédito a toda prueba.

Sería bastante insulso relatar todo lo ocurrido durante la noche, tan sólo que cuando salimos del restaurante nos dirigimos a un local de moda para tomar una copa y en la que me presentó a algunas de sus amistades. Allí estuvimos hasta que nos dimos cuenta de que eran las 4 de la madrugada y volvimos a casa. Tras darme una ducha y desmaquillarme me acosté. Estuve a punto de llamar a Carmen a ver qué tal iba todo, pero por el desfase horario preferí dejarlo para el día siguiente cuando me acostumbrase al nuevo horario. Me desperté cuando entró a mi habitación corriendo las cortinas para que entrase la luz del Sol…

- ¡¡¡Buenos días!!! ¡¡¡Vamos, dormilona, arriba!!!

- Buenos días – dije empezando a desperezarme en la cama, ya que todavía no me había acostumbrado al “jet-lag” - ¿Qué hora es?

- Pues son las 10 de la mañana de una hermosa mañana de sábado, así que venga, arriba, que tenemos que ir de compras.

- Dame unos minutos para que vuelva al mundo, por favor.

- Venga, te espero en la cocina…

Mientras hablábamos me percaté de que no apartaba los ojos de mi cuerpo que la sábana dejaba ver, únicamente cubierto con un tanga. Cuando me di cuenta hice el ademán de taparme mientras ella me sonreía, diciéndome que si me creía que nunca había visto a otra chica desnuda, así que me levanté tal y como estaba y me dirigí a la cocina para desayunar. Me dijo brevemente el plan para esa mañana: iríamos a comprar algo de ropa para mí y después iríamos al loft para echarle un primer vistazo y acostumbrarme al nuevo escenario, así que me duché, me vestí y salimos de casa para irnos de tiendas. Me llevó a tiendas que ni me imaginaba existían donde la verdad es que nos trataron estupendamente y con bastante deferencia. En una de ellas decidí quitarme la ropa que llevaba y ponerme un pantalón y una blusa, adornado con un cinturón, ordenando que el resto de las cosas las llevasen a casa de Electra. Con ese look me sentía mucho mejor, ya que suele ser mi forma de vestir habitual, y nuestro aspecto no debía ser nada malo, ya que andando por la calle nos dimos cuenta de las miradas que se dirigían a nosotras.

Llegamos a nuestro destino, ubicado en la última planta de un edificio, y cuando abrió el panorama me resultó francamente desolador. Era un amplio espacio de dos alturas, aunque las ventanas estaban rotas y se había convertido en un auténtico palomar, como demostraba la cantidad de suciedad que había en el suelo, mientras que las paredes estaban llenas de pintadas, algunas de ellas bastante obscenas, y desconchones, hallándose la cubierta del techo agujereada algunos agujeros, así que imaginé que por eso le habría costado tan económico. Fijada a la pared se encontraba una escalera vertical que comunicaba con una amplia terraza en la que no quise pisar demasiado dado el mal estado que ya he dicho.

¿Qué, cómo lo ves…?

Pues para serte sincera te diré que está hecho una auténtica ruina. Esto va a tener más trabajo del que yo pensaba. Mis honorarios te van a salir por un ojo de la cara…

Eso no me preocupa. Únicamente dime qué necesitas para que esto luzca bonito…

Bueno, a primera vista reforzar y reparar el techo para estabilizar la terraza y que no entre agua. Después arreglar las ventanas, para las que tengo varias ideas que ya te comentaré, y después revisar las paredes de carga por si hubiese grietas o algo parecido…

Ya me lo imaginaba cuando lo compré, así que ya he contactado con una empresa que tenía previsto ponerse a trabajar el lunes. Continua, por favor…

Esto no sé el tiempo que llevará cerrado, pero hay que limpiarlo a fondo y desinfectarlo adecuadamente, no te olvides de la cantidad de enfermedades que trasmiten las palomas…

Eso también estaba previsto. De esos temas no te preocupes, ya te digo que estaba previsto antes de tu llegada, así que empezaran a trabajar cuando tú digas. De hecho lo dejé preparado antes de ir a buscarte…

¿Cómo que antes de ir a buscarme….?

Sencillo, nena…. ¿Tú crees que esto es casualidad? Ya te dije que he visto trabajos tuyos, así que pensé que podías ser una interesante opción, así que decidí ir a visitarte…

O sea que…

Sí, sabía que aceptarías mi proposición. Así que dime qué necesitas y será puesto a tu disposición al instante…

Pues…. ¡¡¡Ostras!!! – exclamé al recordar que no me había traído mi ordenador.

- ¿Qué ocurre…?

- Pues verás… Es que necesito un ordenador con el programa adecuado de diseño, aunque tiene que ser muy potente para poder trabajar bien. Si llamo a Carmen puedo hacer que me lo envíe por mensajería, aunque llegaría el lunes…

- Olvídalo, no hay necesidad de eso. Disculpa un momento. – Dijo mientras hacía una breve llamada telefónica – Listo. Cuando salgamos de aquí vamos a ir a una tienda de informática y tú eliges. Ah, por cierto, esto es para ti… – dijo mientras me tendía un sobre qué abrí viendo que era una tarjeta de crédito a mi nombre.

- ¿Qué es esto…?

- Pues “eso” es una tarjeta de crédito – dijo riendo su propia broma – No es nada, es simplemente para que no tengas que depender de mí cuando necesites algo o tengas que hacer alguna compra…

- Pe-pero yo… no puedo aceptarla, es demasiado…

- Sé que harás buen uso de ella, no te preocupes, pero así podrás disponer de fondos para lo que necesites. Pero continua, por favor…

- Pues en principio nada más, tan sólo tomar unas fotos para poder ir trabajando, así que si me disculpas voy a empezar…

- Pero, ¿no necesitas cámara…?

- No, tranquila, este móvil es bastante bueno y tiene muy buena cámara, así que será suficiente.

Esto se lo dije pidiéndole que hiciera el favor de apartarse para poder tomar las fotos que luego utilizaría para trabajar. Cuando salimos finalmente nos dirigimos a la tienda que me había dicho donde compré el ordenador y los programas necesarios, usando para ello mi nueva tarjeta por primera vez. Cuando terminé abandonamos el loft y paramos a comer en un restaurante antes de volver a casa. Quería configurar el ordenador e instalar el software para ponerme a trabajar lo antes posible, lo que hice esa misma tarde.  Aproveché para llamar a Carmen. La verdad es que la echaba de menos por la ayuda que me brindaba. No es que yo fuese incapaz de hacer sola el trabajo, pero una ayuda nunca viene mal. Me despedí de ella y le dije que permaneceríamos en contacto y que me comunicase cualquier problema que pudiera surgir.

Mientras lo preparaba todo y volcaba las fotos para empezar a trabajar escuché el sonido de la ducha. Andaba tan ensimismada editando las fotos que ni me di cuenta cuando se puso a mi espalda y soltó una exclamación de asombro, preguntándome si quedaría más o menos como mostraban las imágenes. La verdad es que lo que estaba haciendo era relativamente sencillo, ya que únicamente era aplicar unas texturas para ver cómo quedarían el techo, las paredes y las ventanas. Evidentemente le estaba gustando lo que veía, ya que me hacía frecuentes comentarios, pero tenía una sensación extraña, y no era otra que sentir sus pechos rozando mi espalda. Otra cosa que me estaba poniendo un poco nerviosa era sentir su respiración cerca de mi cuello y su voz cerca de mi oído. No sabía si se me estaba insinuando o qué, pero la verdad es que ver su escultural cuerpazo cubierto únicamente con unas braguitas y una bata casi transparente, con su pelo mojado, era de lo más sugerente. Debió notar que me estaba poniendo un poco nerviosa, ya que se retiró y se dirigió al salón donde se sentó a ver la tele. Seguí trabajando hasta que noté el cansancio en mi vista y decidí parar para tomarme algo, cosa que hice sentada con ella en el salón.

Mientras conversábamos podía ver perfectamente su cuerpo, especialmente sus largas y torneadas piernas, marcándose sus pezones bajo la bata. En un descuido hizo un leve movimiento que hizo que pudiese ver uno de sus pechos con total libertad. La verdad es que aquella visión me turbaba, pero era incapaz de decirle nada. No sé si decir a mi pesar, pero el caso es que creo que se dio cuenta, ya que se levantó y me propuso salir a disfrutar de la noche del sábado, así que me vestí y salimos a cenar y después a tomar una copa en algunos locales.

Cuando salimos de la discoteca donde tomamos la última copa y bailamos un poco me dijo que ya le habían hecho algunos comentarios sobre mí, que su amiga “la española” estaba siendo la novedad de su círculo de amistades, sobre todo por mi carácter aunque también le habían hecho algunas observaciones sobre mi físico. Ya había podido notar algunas miradas fijas en mí mientras bailaba, aunque no les di demasiada importancia, pero su comentario hizo que volviese a sentirme halagada y que podía encajar en aquel ambiente sin esforzarme demasiado. Cuando llegamos nos fuimos a dormir cada una a su habitación hasta la mañana siguiente…

(Continuará)