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Bimbo War Z: Apocalipsis (5)

en Grandes Series

Brianna se encontraba ya en su despacho cuanto Mike cruzó las puertas de entrada al vestíbulo de “Bimbo Tech”. Repasaba informes, tablas de datos del departamento de bioingeniería intentando encontrar la causa de todo aquel tremendo desaguisado, aunque todo parecía correcto. A la vez practicaba simulaciones en su ordenador, aunque esto también parecía estar bien. Se le ocurrió que la única forma de intentar averiguar dónde estaba el fallo sería tomando muestras de sangre de las chicas, que seguían mostrando su habitual aspecto bobalicón, así como de los celadores, aunque esto último sería más difícil. Saliendo de su despacho se encaminó hacia el despacho del Doctor para planteárselo, asintiendo éste con la cabeza mientras le reiteraba que hiciese todo lo que considerase oportuno.

Pulsando el interfono del departamento de seguridad solicitó la presencia no únicamente de celadores, sino de personal armado para prevenir cualquier contingencia. Después intentaron abrir la puerta de la habitación en la que se encontraban encerrados, pero casi inmediatamente habían tenido que desistir y cerrarla a causa de la gran agresividad que habían mostrado al percibir el movimiento de la hoja. Mientras discutían cómo conseguir las muestras masculinas otro personal se encargó de las chicas, para lo que se usó un medio tan sencillo como dispersar un gas que las dejó plácidamente dormidas mientras les tomaban las muestras. Esto no era posible en la otra habitación, ya que era una sala de descanso para el personal conectada al circuito general de ventilación, lo que hacía imposible el uso de gas u otros medios que afectasen al resto del personal.

Mientras ordenaba que las muestras fuesen enviadas al laboratorio un repentino pensamiento cruzó su mente. Los hombres mostraban un aspecto tan desastroso que quizá acabar con ellos fuese más un acto de misericordia que un posible homicidio. Era una decisión difícil, imposible de tomar por si misma, por lo que lo consultó con el Doctor que asintió después de unos instantes considerando la moralidad de la cuestión. “Bimbo Tech” había transgredido muchas normas tanto legales como morales, de eso no cabía duda, dedicándose en cambio a procurar placer tanto a los hombres como mujeres que pagaban gustosos los servicios de las creaciones del laboratorio pero sin haber matado nunca a nadie, lo que precisamente fue lo que le permitió dar el visto bueno a la opción planteada por Brianna.

Fue realmente sencillo para el equipo de asalto privado de la corporación, y apenas unos segundos después de que uno de los asaltantes le pegase una patada a la puerta para abrirla los tres hombres yacían en el suelo con sendos certeros disparos en la cabeza que habían salpicado las paredes. Sería laborioso limpiar y desinfectar la estancia después de sacar los cadáveres y llevarlos a la morgue, lo que el personal hizo equipado con trajes anticontaminación biológica, y unos minutos después las muestras estaban en tubos de ensayo en el laboratorio.

El análisis mostró lo que había ocurrido: una reacción enzimática que no tendría que haber sucedido en condiciones normales, y Brianna pensó si la bajada de tensión ocurrida unos días atrás no habría tenido algo que ver. Los datos no engañaban, se dijo, y esperanzada con los resultados obtenidos se dirigió a comunicárselo al Doctor. Ambos concluyeron que con los tres hombres muertos e incinerados el remedio podría ser algo tan relativamente sencillo como encerrar a las chicas hasta que encontrasen el remedio.

 

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Lejos del Centro, en la casa de Mike, Jenni se despertó desnuda en la cama, tal y como su marido la había dejado. La que hasta entonces había sido una esposa ejemplar no parecía la misma, ya que durante el sueño su cuerpo había seguido cambiando. Cuando se levantó cruzó por delante de un espejo ante el que se paró para mirarse, incapaz de reconocer la imagen que le devolvía. Su piel parecía más lisa y brillante, más tersa, y su pelo largo hasta media espalda, aunque siempre lo había llevado como una melenita por el cuello, presentaba un tono rubio que no recordaba haberse puesto nunca. En el resto del cuerpo era donde los cambios eran más palpables. Sus tetas habían aumentado hasta alcanzar el tamaño de balones de baloncesto reglamentarios, y su culo había crecido de manera descomunal.

Sin embargo, lejos de sentirse incómoda o extrañada, se sintió feliz y contenta. “Jenni está contenta de estar tan buena”, pensó mientras daba saltitos delante del espejo que hicieron bambolearse sus tetas. “Jenni quiere pollas que se la follen”, continuó pensando excitada por su propia imagen. Estaba deseosa de sexo, de tener un orgasmo tras otro ensartada en gruesos y largos penes que la volviesen loca de placer.

Brincando por toda la casa llegó hasta la cocina, donde vio en el frutero un plátano que cogió para empezar a masturbarse de manera frenética, metiéndolo y sacándolo de su coño mientras frotaba su clítoris, que también había crecido hasta alcanzar el tamaño del dedo pulgar, hasta que llegó el primer orgasmo. Lejos de sentirse satisfecha quiso más, y siguió metiéndolo y sacándolo dándose placer. Estaba a punto de llegar al tercer orgasmo cuando sonó el timbre de la puerta y se levantó a abrir con cierto enfado porque la hubiesen interrumpido, todavía con el plátano incrustado en su coño.

Cuando abrió la puerta con su piel perlada de sudor, el pelo revuelto y el coño chorreando, el hombre encargado de revisar la instalación telefónica se sintió azorado. Si ya de por sí la imagen de la mujer desnuda era excitante, el hecho de que un extremo del plátano sobresaliese de sus labios vaginales, algo cómico y erótico a la vez, no le ayudaba a mantener la compostura, incapaz de apartar la mirada de la entrepierna de la mujer. Por su parte, en su estado Jenni era incapaz de recordar que ella misma había llamado el día anterior por una avería en su conexión a Internet, y al ver al hombre sólo sintió deseos de que se la follase.

 

  • Hola... – dijo con una seductora sonrisa.

  • Ho-hola... Yo ve-venía por... una llamada pa-para revi-visar Internet... – balbuceó el hombre.

  • ¿Internet...? Jenni no sabe qué es eso...

  • Pe-pero usted lla...mó ayer, ¿no..?

  • ¿Yo...? Jenni no sabe llamar por teléfono, o no recuerda cómo se hace...

  • Mire, señora... quizá no se encuentre usted bien. Tal vez debería volver en otro momento, cuando haya otra persona en la casa...

  • ¿Jenni no te gusta...? – dijo haciendo un infantil puchero.

  • Sí, claro, me gusta... Quiero decir que es usted muy guapa, pero esto no es correcto...

  • ¿No quieres follar con Jenni...? Jenni quiere tu polla en su boca y después en su culito y en su coño...

 

El hombre no pudo evitar que Jenni se acercase a él y le besase rodeando su cuello con sus brazos a pesar del tamaño de sus tetas obstaculizando la caricia. Desconcertado se dejó hacer y que la mujer tirase de él hacia el interior de la casa. Ya en el salón Jenni le empujó delicadamente hacia un sofá, en el que se sentó a horcajadas sobre sus piernas para volver a besarle mientras sentía el bulto del hombre rozando su empapada vulva. El roce en su enorme clítoris hacía que de su boca saliesen gemidos ahogados por la boca del hombre que le correspondía tras vencer sus iniciales reparos. Mientras le besaba bajó su mano para acariciarle, lo que hacía que el dorso de su mano rozase su sexo dándole todavía más placer, hasta que logró desabrochar sus pantalones y liberar el pene de su encierro para a continuación iniciar una leve masturbación.

La caricia cogió desprevenido al hombre, que gimió dejándola hacer. “Nadie me ha pajeado nunca así”, pensó, y continuó besándola mientras la mano subía y bajaba. Su glande rozaba el clítoris de Jenni haciéndola gemir más todavía, hasta que con su mano la guió hasta su vagina para introducírsela con un leve movimiento de caderas.

La visión de las tetas de Jenni bamboleándose ante sus ojos hizo que el pene se endureciese todavía más mientras sus labios besaban los enhiestos pezones hasta que Jenni tuvo su primer orgasmo que la hizo moverse más deprisa todavía, con sus caderas oscilando en círculos cabalgando sobre él. De improviso, sacudida por un nuevo orgasmo, su cabeza se abalanzó sobre el cuello masculino, aunque erró por un par de centímetros y sus dientes se clavaron en el hombro, lo que hizo que unas gotitas de sangre surgiesen de las marcas de los dientes. El hombre, lejos de alarmarse, pensó que sería por la excitación y continuó con sus embestidas hasta que se corrió en el coño de Jenni y ella alcanzaba el enésimo orgasmo para quedar desmadejada inconsciente en el sofá, momento que el hombre aprovechó para recomponer su uniforme y marcharse.

El resto del día continuó igual para Jennifer, que siguió follando con quién llegase a su casa. Al empleado de la compañía telefónica le siguió un vendedor de seguros a domicilio y a éste un repartidor de paquetería. Después vinieron unos empleados de mudanzas que se habían equivocado de dirección y que tuvieron el placer de hacerle una doble penetración a la hembra ansiosa de sexo. Entre sus piernas pasó hasta un predicador que quiso mantener con ella una conversación acerca de la bondad de Dios y la obligación moral de hacer buenas obras por el camino de la rectitud, aunque salió de la casa dejando sobre la mesa del salón su alzacuello y su Biblia para encaminarse al prostíbulo más cercano tras descubrir las virtudes del pecado y la carne.

Todos ellos presentaban alguna marca de los dientes de Jenni en cualquier parte de su cuerpo.