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Bimbo Tech - Ocultos intereses (4): George

en Grandes Series

Durante sus encuentros George había ido siendo cada vez más exigente, mostrándose por fin totalmente dominante, llegando incluso a tratar a Paula como su sumisa perra personal. No era raro el encuentro entre ambos en el que ella terminase arrodillada ante él, con un collar en su cuello con una cadena enganchada que terminaba en la mano masculina, y ya casi era obligatorio para ella que se refiriese a él como Amo y se desplazase por la habitación a cuatro patas. Incluso había llegado en varias ocasiones a ofrecérsela a algunas de sus amistades, terminado ella con su coño y su culo llenos de polla y su boca chupando otra o lamiéndole el coño a alguna de las amigas de George. En el colmo de la desfachatez había llegado a exigirle follar en la misma cama que compartía con Martha. Cuando terminaban, ya a solas, ella misma se sorprendía de cómo podía llegar a esos niveles de servilismo y sumisión, cuando otrora había sido ella la que permanecía sentada mientras alguna sumisa lamía sus zapatos o lamía su coño, aunque esos pensamientos la excitaban y tenía que terminar masturbándose furiosamente hasta que alcanzaba uno o dos orgasmos que la hacían quedarse plácidamente dormida.

 

Aquella tarde, mientras Martha se encontraba revisando la documentación fiscal de un empresario de un tienda de empeños que estaba teniendo verdaderos problemas con el fisco, Paula se encontraba en su despacho, repasando documentos que servirían para presentar su alegato en un juicio de divorcio que tenía un par de días después. Era un caso sencillo, una infidelidad por parte de un marido hacia su esposa (a la que representaba Paula), aunque según las pruebas que ésta presentaba no era un caso demasiado corriente. Las fotos que la esposa había obtenido a través de un detective privado mostraban al marido, habitualmente un tipo arrogante y presuntuoso, en pleno adulterio sadomasoquista, humillado y sometido en las más variadas posturas: atado a una equis de madera y siendo azotado, arrodillado y encadenado con un dilatador en su culo, etc., pero lo mejor del caso es que la persona dominadora era un Amo, otro hombre, acompañado en otras ocasiones de otros, que se entretenían y se lo parecían pasar en grande en esas sesiones. “Esto está ganado”, pensó Paula para si misma, aunque casi de inmediato otro pensamiento cruzó por su mente, mezclado con cierto arrepentimiento. “Y a mi... ¿quién me representaría? Estoy haciendo lo mismo”. Se quedó pensativa unos instantes hasta que sonó el teléfono.

 

- Hola puta.

- Hola Amo. – Había reconocido al instante la voz.

- ¿Qué tal está mi putita hoy...?

- Pues estoy trabajando, Amo.

- ¿Otro de tus “emocionantes” casos...?

- Sí... – había notado el sarcasmo en la voz de George – Pero este es sencillo...

- ¿Otro caso de cuernos...?

- Más o menos... – le contó brevemente la historia – Creo que ya lo tengo casi listo...

- Qué bueno, me alegro mucho... Y seguro que estás en tu despacho sentada en tu sillón con uno de tus elegantes y caros trajes...

- Sí Amo... – de inmediato supo lo que venía a continuación.

- Me pregunto qué llevarás debajo de ese trajecito... ¿Llevas blusa, puta?

- Sí. Una blusa celeste...

- ¿Y de ropa interior....?

- Pues llevo puesto el conjunto rojo que tanto le gusta, Amo, y unas medias con liguero...

- Muy bien, zorra mía... Quiero que te quites la blusa...

- Sí, Amo. Espere, voy al baño.

- No, puta, quiero que lo hagas ahí, en tu despacho...

- Pe-pero, Amo, alguien pu-puede ver...me – Estaba empezando a sentirse acalorada.

- De eso se trata, de ver si eres capaz de hacerlo discretamente... Hazlo, ya, pero no cuelgues el teléfono. Mejor, descuelga el fijo de tu oficina y hazme una video llamada para que pueda verte...

 

Lentamente, inquieta, empezó a obedecer las órdenes que recibía. Dejó el teléfono apoyado en un soporte desde el que se la veía perfectamente enfocada y se desabrochó discretamente los botones de su chaqueta para a continuación hacer lo mismo con los botones de la blusa, mirando nerviosa hacia la puerta del despacho y pensando qué ocurriría si en aquel momento entrase alguno de sus jefes. Ahora venía lo más difícil, quitarse la chaqueta, sin apartar la mirada de la puerta. En un rápido gesto se quitó la chaqueta a la que siguió la blusa, dejando ver sus pechos tras el caro sujetador de encaje. Se iba a volver a poner la chaqueta cuando sonó de nuevo la voz de George.

 

- No, putita, no te pongas la chaqueta...

- Pe-pero Amo...

- Quédate así, zorra. Haz una cosa...

- ¿Qué...?

- Súbete la falda, déjame ver qué llevas debajo...

 

De nuevo los nervios, aunque empezaba a sentirse excitada, y poco a poco se puso de pie y empezó a subirse lentamente la falda, arrebujándola en sus caderas y mostrando sus largas piernas enfundadas en las medias negras, sujetas efectivamente por un liguero, y el tanga que ocultaba su sexo depilado. Pudo ver la cara de satisfacción de su Amo en la pantalla del teléfono.

 

- Mmm..... Preciosa vista...

- Gra-gracias, Amo. ¿Le gu-gusta lo que ve?

- La verdad es que sí, me encanta. ¿Estás mojada, puta?

- Un po-poco, Amo... – la voz de Paula apenas era un susurro.

- Eso me gusta más... Vamos a hacer una cosita, putita mía, vamos a subir el nivel...

- ¿Qué qui-quiere que ha-haga, Amo...?

- Desnúdate del todo, zorra. Quítate la ropa menos el liguero y las medias...

- ¿To-todo, A-Amo...?

- Sí, todo, y no me preguntes más como si fueses tonta... Cuando lo hayas hecho ponte el collar que te regalé y arrodíllate delante de tu mesa mirando hacia la puerta...

 

Sin dejar de mirar hacia la puerta obedeció las órdenes recibidas, desabrochándose la falda y quitándose el sujetador y el tanga. A continuación sacó de su cajón un delicado collar de cuero con una palabra escrita en un colgante de plata y pequeños brillantes, PUTA, y se lo puso al cuello. Avanzó lentamente hacia la alfombra en el centro de la habitación y se arrodilló con las manos a la espalda y la cabeza agachada mirando al suelo.

 

George hacía unos instantes que no hablaba, pero en ese momento pudo escuchar como la voz de uno de sus jefes en el despacho contiguo contestaba una llamada que estaba haciendo George a la misma vez, ya que le escuchaba a través de su propio teléfono.

 

- Con la señorita Preston, por favor... Ah, ¿qué está ocupada? Es que la llamo a su línea pero no me contesta, por eso le he llamado a usted... ¿Si quiero que la avise? – Esto último sonó a la vez que escuchaba los pasos hacia la puerta que comunicaba ambas oficinas – No, por favor, no es importante... No, en serio, tranquilo. Quizá usted mismo pueda atenderme, pero preferiría que fuese ella... Muchas gracias, es usted muy amable. Dígale simplemente que la ha llamado George Talbott – hábilmente ocultó su apellido real – Igualmente, y muchas gracias por su atención.

 

Cuando terminó la llamada pudo escuchar de nuevo los pasos, más decididos esta vez, y unos leves golpes a continuación en la puerta.

 

- ¿Paula...? ¿Estás ahí....?

 

Paula no contestó y pudo ver como el picaporte empezaba a girar, lo que también podía ver George a través de la cámara. Cuando la puerta empezaba a entreabrirse pudo escuchar de nuevo el teléfono.

 

- Si, disculpe que llame de nuevo... Verá, he pensado que quizá no debería molestar a la señorita Preston por una tontería... Ya, le entiendo, creo que usted mismo podría ayudarme...

 

La conversación duró lo que a Paula le pareció una eternidad, durante la que permaneció en la misma postura en un estado de nervios y excitación por encontrarse tan ofrecida que hacía que su coño se humedeciese cada vez más. Cuando por fin terminó la conversación volvió a escuchar a George dirigirse a ella.

 

- Muy bien, Puta, has sido una perra muy obediente. Ahora quiero que te vistas, pero sólo el traje. Después le dirás a tu jefe que te sientes indispuesta y te marcharás a casa. Quiero que me esperes en tu habitación...

- Como usted ordene, Amo...

 

Tardó menos de un minuto en volver a vestirse, aunque no se quitó el collar, y a continuación se disculpó con su jefe y pidió permiso para marcharse a casa alegando que se encontraba un poco mal lo que, por otra parte, era creíble dado su semblante. Al volante de su coche sentía el deseo de parar y masturbarse, pero su Amo no la había autorizado, por lo que estaba deseosa de llegar a casa y desnudarse como era habitual en sus citas. Cuando al fin llegó no hizo falta que nadie le dijese lo que tenía que hacer.

 

Nada más traspasar el umbral se desabrochó la chaqueta dejándola caer sobre el sofá, subiendo la escalera que llevaba al dormitorio. Por el camino desapareció también la falda, que quedó en el suelo en medio del pasillo, y ya en el dormitorio se quitó los zapatos y la escasa ropa interior que todavía conservaba para empezar a ponerse lo que sabía le gustaba a su Amo: una mordaza con una bola en la boca, unas pinzas en sus pezones unidas por una cadena, un dilatador que simulaba una cola de caballo en su culo, una cadena unida a una argolla del collar y un antifaz que cubrió sus ojos sin dejarla ver nada. Se arrodilló sobre la cama en la misma postura que en la oficina y se dispuso a esperar.

 

Aunque sólo estuvo así unos veinte minutos le pareció que habían trascurrido horas, hasta que pudo escuchar la puerta de entrada y unos pasos que subían por la escalera hasta entrar en el dormitorio. Pudo sentir unas manos recorriendo su piel acariciándola, como esas manos acariciaban sus pechos y tiraban suavemente de la cadena que unía las pinzas de sus pezones y como, esas mismas manos, le quitaban la mordaza de la boca, permitiéndole respirar un poco mejor aunque permaneció en silencio. Era tal el silencio que podía escuchar una respiración tranquila, pausada, a la vez que escuchaba como alguien se despojaba de la ropa que llevase y ésta caía al suelo, a la vez que la persona se acercaba a ella.

 

De improviso notó algo que rozaba su cara, algo duro y ligeramente mojado que de inmediato supo que era una polla totalmente dura y erecta. Sabía que era para ella, así que sacó la lengua e intentó alcanzarla para lamerla, lo que no podía conseguir pues tras cada roce se alejaba de ella. Cuando por fin se le permitió hacerlo lamió con verdaderas ganas, recorriendo el duro trozo de carne llenándolo de saliva hasta que notó que empezaba a introducirse en su boca. En ese momento empezó a mamarla como una posesa para complacer a su Amo y mostrarle su agradecimiento porque le dejase chupar su polla.

 

En silencio George disfrutaba de la magnífica mamada que le estaba dando su puta, con los ojos cerrados mientras de vez en cuando dejaba escapar un gemido de placer, lo que a la vez hacía que Paula volviese a chupar con más ganas. Sintió que si duraba un poco más no tardaría en correrse, por lo que la sacó de la boca de Paula y la hizo ponerse a cuatro patas sobre la cama. Con el magnífico culo totalmente ofrecido no dudó en metérsela de un solo empujón en el coño chorreante y empezar a embestir como un poseso, dándole de vez en cuando cachetes que sonaban ruidosamente en la habitación. Sin dejar de bombear sacó el dilatador del culo de la mujer y se la introdujo de un solo envite, lo que la hizo lanzar un grito de dolor y placer mientras la polla empezaba un movimiento de vaivén, entrando y saliendo.

 

En el momento que notó que empezaba a eyacular su leche en el culo de Paula ambos escucharon como la puerta se abría y una voz que sólo dejó escapar una exclamación.

 

- ¡¡¡Dios mío, no!!!

 

Ambos giraron sus cabezas hacia el umbral, en el que se recortaba la silueta de Martha con una mano en la boca, contemplando inmóvil y horrorizada la escena que se ofrecía ante sus ojos...