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Bimbo Tech - Ocultos intereses (2): Paula

en Grandes Series

A sus 30 años Paula era lo que se dice una belleza espectacular, como ya ha quedado dicho anteriormente. Su pelo negro como ala de cuervo caía lacio hasta la mitad de su espalda. Sus ojos, ligeramente rasgados, y el tono levemente moreno de su piel dejaban claros sus ancestros. Era un poco más alta que Martha y más escultural, sin un gramo de grasa de más en su cuerpo, contrastando con el tamaño de sus pechos enormes que desafiaban a la gravedad, con areolas grandes y oscuras que merecían no dejar de ser lamidas y acariciadas.

 

Aunque se sentía más lesbiana, interiormente no dejaba de ser plenamente bisexual, no importándole montárselo con hombres o mujeres indistintamente, hasta que conoció a Martha aquella noche a través de Jennifer, una buena amiga con la que ya había tenido algún escarceo. Vio aparecer a aquella rubita y casi de inmediato sintió deseos de tenerla en su cama, iniciando un leve juego de miradas hasta que por fin se dio cuenta de que su atención estaba fija en ella. En ese momento le pidió a Jenni que disimulase para presentársela. Sin embargo, para su sorpresa, resultó que Martha era más parecida a ella de lo que ella misma creía, empezando a conversar y resultando ser almas gemelas. Llegó un momento en el que no pudo reprimir sus deseos de besar a aquella preciosidad, haciéndolo en el cuarto de baño cuando le pidió que la acompañase.

 

Después de aquel primer beso que dejó desarmada a Martha vinieron más, ardientes de deseo, enlazando sus lenguas. Sus manos recorrían el cuerpo de la rubia sobre el vestido que llevaba puesto mientras ésta se dejaba hacer suspirando de placer al sentir los labios en su cuello. Una mano bajó el tirante del vestido y acarició el pecho por encima del sujetador hasta que por fin lo liberó y sus uñas empezaron a pellizcarlo suavemente, con leves tirones. Su cabeza bajó por su cuello, recorriendo el canal entre sus tetas, hasta que sus labios atraparon el pezón, ya duro, y su lengua empezó a lamerlo despacio, recreándose mientras su mano levantaba la falda del vestido y acariciaba su coñito empapado de excitación. Las apartó levemente a un lado y acaricio su clítoris, lo que hacía que los gemidos de Martha aumentasen de nivel. Cuando sintió como el dedo se introducía despacio en su vagina su orgasmo fue demoledor, estando a punto de caerse, hasta que recuperando el resuello, con la cara roja de placer, sólo acertó a decir “Vámonos a casa, por favor”.

 

Recomponiéndose como pudieron salieron de la casa camino del apartamento de Paula. En el ascensor continuaron los besos, ya sin cortarse, hasta que por fin entraron en el apartamento. Allí, tras la puerta, la morena empujó a la rubia contra la pared y volvió a besarla, metiéndole la lengua casi hasta la garganta, mientras que ella acariciaba su culo por encima del vestido. Separándose la cogió de la mano y la guió hacia el salón, donde ambas permanecieron unos segundos observándose mutuamente. El carácter un poco dominante de Paula se dejó ver cuando sin palabras desabrochó el cierre de su vestido, sin ropa interior debajo de él, y lo dejó caer quedando totalmente desnuda ante Martha, que miraba embelesada el espectacular cuerpo que tenía ante ella. Parecía una diosa con unos pechos anhelantes de ser lamidos y besados y un coñito depilado, con apenas una fina línea en el pubis, dejándose ver entre sus labios externos un clítoris un poco mayor de lo normal.

 

Sin palabras se sentó en el sofá, abriendo sus piernas y dejando ver completamente aquel coñito brillante de fluidos con su mirada fija en Martha, acariciándose suavemente en una pose digna de la mejor estrella porno hasta que la voz surgió de su boca...

 

- Desnúdate, cariño...

 

Aquella voz hizo que Martha saliese de su embelesamiento y empezó a bajar los tirantes de su vestido. Lo deslizó por su cintura y caderas hasta que cayó al suelo y quedó en ropa interior ante Paula. Sin dejar de mirarla llevó las manos a su espalda y soltó el cierre del sujetador para dejarlo caer, camino que siguieron sus braguitas. Cuando por fin quedó desnuda sintió los ojos fijos en su cuerpo, mirándola como una depredadora miraría a su presa, hasta que la morena volvió a hablar mientras su mano acariciaba el mechón de su pubis en una muda invitación.

 

- Ven, gatita... – susurró, acercándose Martha a ella – Así no, cielo, como una gatita...

 

Martha obedeció poniéndose a cuatro patas, acercándose gateando a la deliciosa entrepierna que se ofrecía a sus ojos, subyugada por el aroma que emanaba de aquel coñito depilado. Se sentía embriagada por el olor y, tímidamente, acercó su rostro hasta que Paula pudo sentir su respiración en sus labios. Mirándola a los ojos Martha la besó suavemente. Recorrió con su boca el pubis, el interior de la parte superior de sus muslos, el exterior de su vulva, mientras Paula suspiraba de placer y le pedía que lo hiciese ya, a lo que Martha dejó salir su lengua entre sus labios y lamió los pliegues de los labios mayores para, a continuación, rozar con su lengua el clítoris que ya asomaba. Poco a poco aumentó el ritmo de sus lamidas mientras veía como la morena cogía sus tetas con sus manos, pellizcando sus pezones y tirando de ellos, con los ojos cerrados sin reprimir los gemidos. Poco a poco se fue volviendo más osada y acercó un dedo a la entrada de la vagina para empezar a introducirlo lentamente. Sin dejar de lamer, ahora ya con un profundo deseo, el dedo se movía en el interior del encharcado coñito, siendo acompañado por otro y, casi al instante, por otro más, hasta que eran tres los dedos que se movían en el interior de Paula. De improviso, sin avisar, las caderas de la morena comenzaron a moverse más deprisa y los muslos aprisionaron la cabeza de la rubia, derramándose en su boca en un increíble orgasmo que la dejó desmadejada, aunque le pidió que por favor no parase.

 

Martha continuó besando suavemente el coñito de Paula, dando de vez en cuando suaves lamidas, hasta que poco a poco se fue girando sobre ella hasta que su coñito quedó a la altura de la boca de la morena que, casi al instante, empezó a devolver las caricias que recibía. Ambas mujeres se enfrascaron en un delicioso “69”, con las lenguas lamiendo sus clítoris y sus dedos se movían en el interior de sus coñitos. Mientras sus dedos entraban y salían de la vagina de Paula, Martha comenzó a dar suaves palmadas sobre el clítoris que se le ofrecía, lo que hacía a la morena convulsionarse de placer, pero casi al instante era el dedo de Paula el que intentaba entrar en el apretado culito de Martha. Poco a poco fue entrando, mientras dos dedos lo hacían en la vagina, hasta que ambas mujeres se corrieron casi a la vez en un delicioso e increíble orgasmo que las dejó rendidas, volviendo a besarse suavemente los respectivos coñitos.

 

Cuando por fin se recuperaron, en una muda invitación ambas pasaron al dormitorio, donde continuaron las lamidas hasta que se quedaron dormidas abrazadas y besándose, desfallecidas por la sucesión de orgasmos que ambas tuvieron.