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Bimbo Tech - Ocultos intereses (3): Infiel

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Desde aquella primera noche continuaron los encuentros entre ambas mujeres. No hacía falta decirse nada para que ambas deseasen volver a verse a solas, bien fuese en el apartamento de Martha o en el de Paula. Si una de ellas le decía a la otra “¿Te apetece un café?”, ya sabían que esa tarde acaecería una sucesión de orgasmos. Finalmente, unos meses más tarde, ambas decidieron iniciar una relación formal, abandonando Paula su apartamento y trasladándose al de Martha. Estaban completamente enamoradas una de la otra, lo que hacía que el sexo entre ellas fuese algo realmente delicioso. No tenían límites y, poco a poco, se fueron haciendo con un amplio surtido de vibradores, consoladores dobles, arneses, lencería erótica, etc., que ayudaban a que la pasión no decayese entre ellas. Ello se debía, en parte, al carácter más dominante de Paula, que ayudaba a la estabilidad de la relación, aunque en ocasiones no dudase en adoptar un rol digamos que pasivo, dejándose hacer de todo por parte de Martha quien, a esas alturas, ya había descubierto completamente su tendencia “switch”.

 

Sin embargo, después de unos años, algo parecía empezar a no ir bien entre ambas. A pesar de que quería a Martha con locura, Paula parecía estar desganándose de la relación, mostrándose a veces un poco distante, como si le molestase la compañía de su novia. Siempre había tenido una tendencia muy liberal, casi promiscua, hasta que conoció a su chica. La relación le había aportado una tranquilidad que había apaciguado a la loba que llevaba dentro hasta que, pasados los años y valga la comparación, ésta volvía a “asomar las orejas”.

 

Durante el último año, debido a su trabajo como abogada de uno de los mejores bufetes de la ciudad, Paula había tenido que viajar en varias ocasiones a diversas partes del país, tanto por motivos de trabajo como para asistir a congresos y otros eventos. En uno de esos eventos, un congreso que en realidad era una especie de curso sobre Derecho Internacional, durante el cóctel de bienvenida había conocido a George, otro abogado de la ciudad que resultó ser miembro de uno de los bufetes “rivales” del de Paula. A pesar de sus lógicas diferencias, éstas parecieron olvidarse, y más parecían colegas que otra cosa. Mientras el ponente recitaba un discurso que parecía haberse aprendido de memoria, impecablemente vestida con un traje de ejecutiva de falda y chaqueta y unas gafas que resaltaban su mirada, mientras tomaba notas Paula podía sentir las miradas fijas en sus piernas cruzadas, estilizadas por los zapatos de tacón que había decidido ponerse ese día. De vez en cuando, cuando levantaba la vista sentía los ojos de George fijos en ella, respondiéndole con una sonrisa coqueta. Esa misma noche, cuando terminó el evento, aceptó su invitación a una cena informal en el restaurante del hotel durante la que, a pesar de decirle que tenía pareja y que él también estaba casado, se sintió seducida por su mirada, terminando ambos posteriormente en un club próximo en el que tomaron unas copas y bailaron hasta altas horas de la madrugada. Sin saber realmente porqué, no dudó en aceptar cuando George la invitó a que pasase la noche con él en su habitación y, nada más traspasar el umbral de la puerta de la habitación, ambos se besaban desaforadamente y la chaqueta de Paula ya estaba desabrochada, luciendo el sujetador que cubría sus gloriosos pechos.

 

A pesar de que hacía años que no mantenía relaciones con hombres seguía manteniendo su instinto innato y, arrastrándole de la corbata, le hizo sentarse sobre la cama mientras se despojaba de su falda y quedaba ante él tan sólo con su conjunto de tanga y sujetador de encaje negro (del que pareció olvidar que había sido un regalo de Martha en su último cumpleaños junto con un romántico fin de semana en Puerto Rico) y, sin quitárselo, se sentó sobre él sintiendo el roce en su coño, ya húmedo a esas alturas, del duro bulto bajo sus pantalones mientras volvía a besarle.

 

Las manos masculinas recorrían el cuerpo de Paula, acariciaban su espalda, sus caderas, mientras sus labios besaban su cuello y bajaban por su pecho hasta sus tetas ya libres de las copas del sujetador hasta que, con un hábil gesto, desabrochó el cierre y lo lanzó hacia la otra punta de la habitación, dedicándose a continuación a besar sus pezones, lamiéndolos, atrapándolos con sus labios y mordisqueándolos suavemente, mientras la morena se movía sobre él totalmente abandonada a la excitación que sentía y se rozaba descaradamente contra la polla que había liberado de su encierro segundos antes y que intentaba rodear con su mano, aunque le costaba trabajo debido al grosor de la misma.

 

Después de unos instantes se levantó para despojarse del tanga quedando totalmente desnuda y, tras hacer que se tumbase en la cama, se sentó de espaldas sobre la cara del hombre, ofreciéndole una maravillosa vista de su coño depilado y de su culo, sintiendo casi al instante como la lengua empezaba a lamerla. Ante sus ojos se erguía desafiante una polla como había visto pocas en su vida, enorme, larga y dura, con las venas marcadas, y no reprimió el deseo de lamer el capullo húmedo de líquido preseminal. Lo rodeaba con su lengua, saboreando el néctar que no dejaba de salir, lamía el tallo, notando como de vez en cuando aceleraba el ritmo de la lengua en su coño, intentando entrar en su vagina para lamer su interior.

 

Poco a poco se la fue metiendo en la boca hasta donde pudo, iniciando un lento mete y saca mientras sus uñas rozaban su escroto. De tanto en tanto aceleraba el ritmo de su cabeza, oscilando sus caderas sobre la cara de George para sentir más su lengua y sus dedos, mientras que otras veces se la sacaba de la boca y le pajeaba con su mano, hasta que el orgasmo la hizo derramarse en la boca y la cara de George, aunque en ningún momento dejó de lamer y mamar mientras se recuperaba.

 

Poco a poco se fue levantando sin dejar de acariciar el duro miembro recuperándose poco a poco, hasta que se levantó y sin dejar de mirarle se sentó de nuevo a horcajadas sobre él, guiando la polla hasta la entrada de su coño, dejándose caer a continuación y clavándosela entera. Gimió cuando se sintió totalmente llena, con los ojos cerrados, empezando a mover cadenciosamente sus caderas cabalgándole lentamente, mientras las manos masculinas atrapaban sus tetas brillantes de sudor y las amasaban, mientras Paula aceleraba el ritmo de sus caderas llegando a un ritmo desenfrenado . Tal era el placer que estaba sintiendo que involuntariamente contraía los músculos de su vagina atrapando la polla de George en su interior, lo que hizo que al poco rato gritase de placer anunciando su inminente corrida. Paula, sin dudarlo, aceleró el ritmo de sus caderas para llegar juntos al orgasmo hasta que sintió como su coño se llenaba del caliente semen.

 

Se dejó caer encima de él, acariciándose y besándose, los dos respirando con dificultad. Paula se dejó caer de espaldas en la cama, girándose despacio y quedando abrazada a él volviendo a besarse, dulces piquitos esta vez. Sin embargo, a pesar de la reciente corrida, la polla de George seguía dura y firme como un mástil mientras la manita de Paula la seguía acariciando. Esta vez fue él quien llevó la iniciativa y la hizo girarse poco a poco en la cama, quedando su espectacular culito totalmente ofrecido. Casi de inmediato pudo sentir las manos que separaban sus nalgas, abriendo el valle que se abría entre ellas, notando casi al instante la lengua que lamía su hoyito trasero. A la vez, dos dedos entraban y salían de su vagina, chapoteando por la reciente leche que todavía seguía en su interior y, de vez en cuando, se introducían ligeramente en su ano, notando como éste se contraía.

 

Al cabo de un instante 3 dedos se movían simultáneamente entrando y saliendo a la vez de la vagina y del culo, por lo que consideró que ya estaba suficientemente lubricada y, en la postura que estaba, Paula pudo sentir el capullo que entraba en su recto y levantó sus caderas para favorecer la penetración. Poco a poco pudo sentir como entraba entera, notando finalmente como los huevos de George golpeaban contra su clítoris y la entrada de su coño. Casi sin moverse fue bajando su mano hasta su entrepierna empezando a acariciarse ella misma mientras sentía la polla entrar y salir de su culo como un pistón, empujándola sin piedad, hasta que de nuevo pudo sentir como era llenada de leche, momento en el que volvió a correrse lanzando lo que ya no eran gemidos, sino verdaderos gritos de placer. Se quedaron así, él encima de ella, hasta que la polla se aflojó y salió de su encierro por si misma con un suave “plop”, deslizándose algunas gotas de semen por la abertura de su coño, mientras sentía en su cuello los besos de George y girando la cabeza para sentir esos mismos besos en sus labios. Ambos se quedaron dormidos así, abrazados, hasta que Paula se despertó y volvió a su habitación.

 

Ya en su habitación, totalmente desnuda, por fin fue consciente de lo que había sucedido. La leche seguía resbalando por sus piernas, dejando un surco transparente en sus muslos, y sintió deseos de darse una ducha para limpiarse a la vez que se maldecía a si misma por haber sido tan estúpida y haberse dejado seducir por aquel hombre cuando en casa había una persona, Martha, que la amaba de verdad y esperaba ansiosa su regreso. Al día siguiente volvió a coincidir con George en la cafetería del hotel, aunque se mostró mucho más fría que la noche anterior, hasta que por fin le dijo que había sido una locura, que no sabía qué había ocurrido, que se sentía mal por haberle sido infiel a Martha, etc., diciéndole él en un machista intento de consuelo que él también le había sido infiel a su mujer. Ese comentario, lejos de consolar a Paula, la hizo enfurecerse y casi llegar a gritarle que si él era un cabrón mujeriego no era su problema, que ella no era así y que, por favor, la olvidase. Se marchó a continuación, dejándole con la palabra en la boca.

 

En el avión de regreso pudo pensar tranquilamente en lo que había sucedido aunque, cobardemente, pensó que si Martha no se enteraba no sucedería nada y podría olvidarlo. Sin embargo, muchas veces las cosas no salen como una desea y, de nuevo, se vio obligada a coincidir con George varias veces, aunque profesionalmente en esas ocasiones. Intentó mantenerse altiva, incluso incisiva y agresiva, en los juicios en los que coincidían lo que, sorprendentemente, la hizo obtener mejores resultados que los que ella misma esperaba, por lo que sus jefes no dudaron en premiarla aumentando sus ingresos y encomendándole casos más difíciles. Todo parecía ir bien hasta que, de nuevo, volvieron a coincidir en una reunión tras la que, en la posterior cena fría, volvieron a verse cara a cara a pesar de sus intentos por mantenerse lejos de él. Había algo en aquel hombre, algo magnético, que la hizo sucumbir de nuevo a sus encantos y, de nuevo, volvieron a terminar follando como posesos.

 

Sin que Martha lo supiese, esos encuentros se volvieron repetir cada vez con más frecuencia, aunque Paula lograba disimularlos. Pero había algo que no podía disimular, y era su permanente estado de nervios, excitada pensando en nuevos encuentros con George a la vez que arrepentida por sus infidelidades, y eso era lo que provocaba que la relación con Martha se fuese enfriando cada vez más hasta llegar al momento en el que ocurre este relato.

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