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Cuaderno de bitácora (6)

en Transexuales

Volvimos a besarnos y subí, acomodándome en la cápsula de criosueño y ajustándome las correas que me sujetarían. Mi último recuerdo de aquel momento, antes de que se cerrasen la cápsula y la compuerta de la nave fue que rompí a llorar, ya que no sabía cuando la volvería a ver. Así me quedé sumida en el frío sueño, con las lágrimas surcando mis mejillas.

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En el año 2018, sin saber cómo ni porqué, muchas e influyentes personalidades públicas masculinas  parecieron empezar a mostrar una tendencia homosexual bastante acusada, pasando a ser las mujeres quienes empezasen a ocupar ciertos cargos de bastante responsabilidad. Poco a poco, y sin saber qué había sido de ellos, aquellos que habían mostrado ser más belicosos y recalcitrantes desaparecieron de la vida pública, pareciendo como si se los hubiese tragado la tierra, aunque su recuerdo se desvaneció rápidamente. Sin que la gente corriente se diese cuenta todo pareció empezar a mejorar: se llegó a acuerdos de paz que tiempo antes hubiesen parecido imposibles, terminaron las guerras y llegaron los acuerdos de cooperación y desarrollo conjunto entre países que habían sido enemigos hasta hacía poco, lo que facilitó que pudiese abordarse el problema del hambre en el mundo con garantías de éxito, algunos dictadores declararon públicamente su homosexualidad y empezaron a mostrarse más sensibles ante los problemas de sus respectivos pueblos, etc.… La raza humana pareció por fin emprender su caminar conjunto hacia el pleno bienestar, aunque se tardaría al menos cincuenta años en conseguirlo plenamente.

Y, aunque muchos no lo sabían, todo empezó a causa de la irrupción de la espectacular mujer morena que una mañana se disponía a recibir a uno de sus mejores clientes en su ático dúplex, ubicado en un edificio de Manhattan. Había recorrido muchas ciudades, aunque finalmente se afincó en Nueva York, ciudad que consideró la más adecuada para llevar a cabo sus planes ya que en ella se ubicaban muchas organizaciones mundiales, tanto políticas como comerciales, por lo que no le sería difícil hacer buenos contactos gracias a sus múltiples encantos. Tenía fama de ser una de las mejores escorts a nivel mundial (si no la mejor, a pesar de ser transexual), entre otras cosas por las razonables cantidades que cobraba por sus servicios, ya que no tenía problemas de dinero, no lo necesitaba realmente. El ático en el que residía había sido regalo de un empresario; era cliente de las mejores tiendas de ropa, zapaterías, joyerías, etc., de las que se llevaba las compras sin preocuparse de pasar alguna de sus múltiples tarjetas de crédito mientras las dependientas sonreían arrobadas y complacientes tras salir juntas de los probadores; solía frecuentar los mejores restaurantes y locales de copas, tanto sola como acompañada, en los que no dudaban en invitarla para poder seguir disfrutando de su presencia, etc. Incluso algunos medios la postularon como posible candidata a cargos de importancia, aunque ella misma se encargó de desmentir aquellos rumores…

Esa mañana, Sharlene abrió la puerta de su ático a su cliente, un miembro del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, quien se quedó estupefacto ante la visión que contemplaron sus ojos: una morena realmente hermosa, de profundos ojos azules, maquillada para seducir, aunque con un gusto realmente exquisito, sin estridencias. Ante sus ojos se mostraban unas tetas maravillosas, cubiertas por un sofisticado sujetador negro de encaje que apenas podía tapar unas aureolas enormes y redondas con erectos pezones, caderas anchas y nalgas perfectas y redondas, turgentes, completamente al descubierto por el mínimo tanga, a juego con el sujetador, que a duras penas podía ocultar tras la fina tela de encaje el obvio y duro diferencial que esta chica tendría con una mujer biológica. Unas largas y hermosas piernas, fuertes y estilizadas, enfundadas en unas medias sujetas con un liguero, también de color negro, completaban el aspecto de la hermosa puta, complementándose todo ello con unos zapatos de fino y altísimo tacón y una bata de seda semitransparente, abierta para mostrar sin tapujos su magnífica anatomía.

Tras invitarlo a pasar, sin apenas tiempo para cerrar la puerta, dejó caer la bata y se lanzó a besar al hombre apasionadamente, mientras su mano acariciaba el duro bulto que se había formado bajo los pantalones de su elegante y caro traje de color azul marino. Hábilmente desabrochó el cinturón y el botón de los pantalones dejándolos caer al suelo junto con los slips que ocultaban su dura polla, no muy larga pero sí gruesa, que empezó a chupar como una posesa, saboreando cada centímetro. Cuando se dio cuenta de que estaba a punto de correrse le llevó hasta el salón, hincándose a cuatro patas en el sofá para apartar la tira trasera y separar sus espectaculares nalgas con sus manos para ofrecer su culo, sintiendo casi inmediatamente como la polla masculina penetraba su culo y ella se acariciaba la suya, cubierto su glande de brillante presumen, bombeando el maravilloso culo de Sharlene hasta llenárselo con su leche. Poco después la situación se había invertido, siendo la mujer la que penetraba al hombre, a la vez que le susurraba al oído instrucciones para hacer posible que el voto del hombre fuese decisivo en una votación del Consejo sobre el desarme nuclear mundial. Horas después el hombre abandonaba el ático, con una sonrisa en los labios, convencido de que había muchas cosas que cambiar y que era mejor empezar más pronto que tarde.

Tiempo después, y muy lejos de allí, dos hombres contemplaban unas pantallas en una instalación de la NASA dedicada a recibir señales del espacio profundo para intentar captar señales inteligentes. De repente, una luz roja se encendió en una de las consolas, llamando la atención de uno de los hombres que llamó al otro para que le diese su opinión sobre aquella vaga señal de radio recibida.

- ¿De dónde proviene, Bob?

- Pues no estoy seguro, pero diría que del cuadrante Lambda-Sigma…

- Ummmm… Eso está a 500 años luz de la Tierra…

- Sí, pero fíjate, parece una señal de radio. ¿Y… si fuese de una raza inteligente…?

- Sí, sí, ya estás otra vez con los hombrecillos verdes… Fíjate, apenas ha durado una milmillonésima de segundo… Puede haber sido un asteroide, un púlsar… Vete tú a saber…

- ¿Entonces…? ¿Deberíamos informar…?

- Bah, ¿para que nos digan lo de siempre, que estamos locos? Ni caso, olvídalo…

Ese comentario, quitándole importancia a la posible señal, hizo que el papel con datos que había arrojado la impresora terminase en la papelera, impidiendo que ni ahora ni en el futuro se enviasen sondas o misiones a aquella zona del espacio que, por el empecinamiento humano en centrar su atención en la búsqueda de señales claras de una posible inteligencia alienígena, siguió siendo totalmente desconocida para la Humanidad.

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Había pasado casi un siglo y medio desde estos hechos cuando la Humanidad por fin pudo desarrollar motores iónicos eficaces para explorar el espacio, haciendo que las modernas naves equipadas con esos motores pudiesen alcanzar velocidades casi sub-lumínicas, lo que hacía que viajes que hubiesen necesitado cientos o miles de años pudiesen ser realizados en menos de cien, algo bastante aceptable para las tripulaciones enviadas gracias a las cápsulas de hibernación.

Amanecía un día de la primavera del planeta LS-4568 cuando una nave espacial se posaba suavemente sobre su superficie, aunque fue de manera totalmente casual. En su trayectoria hacia otro sistema solar había sufrido daños en uno de sus motores, por lo que su piloto se vio obligado a aterrizar para poder efectuar las reparaciones que necesitaba. De no haber sido por ello, sin duda, aquella nave hubiese seguido su camino sin reparar en aquel planeta, tan similar a la Tierra en su composición atmosférica.

Cuando la compuerta se abrió descendió por ella una hermosa mujer morena, de ojos azules, ataviada con el uniforme de vuelo de las Fuerzas Terrestres de Defensa, una organización que había pasado a desempeñar un papel prácticamente policial dado que la Tierra hacia cientos de años que no se enfrentaba a un conflicto armado. La sorpresa de la piloto, sin embargo, fue mayúscula cuando al descender vio ante ella algo parecido a un comité de recepción, compuesto totalmente por hermosas y voluptuosas mujeres, y encabezado por una espectacular mujer rubia de enormes tetas que se acercó a ella con una sonrisa.

- Bienvenida a nuestro planeta, humana – dijo la rubia levantando la mano en un amistoso gesto.

- Saludos, muchas gracias – contestó la morena.

- Soy Miss Tania, líder de nuestro pueblo.

- Un placer, Miss Tania. Yo… soy… Bueno, soy la capitán Sharlene Clayton, de las Fuerzas de Defensa de la Tierra…

- Encantada de conocerte, capitán Sharlene… – dijo la rubia con una fugaz sonrisa en sus labios – Por favor, acompáñanos…

Apenas dichas estas palabras ambas mujeres comenzaron a andar, seguidas por las demás, en dirección a una ciudadela subterránea excavada bajo unas montañas cercanas. Una vez que entraron en ella se dirigieron a una sala, aparentemente privada, en la que Miss Tania invitó a sentarse junto a ella a la Capitán Sharlene…

- Dime… Sharlene… ¿Puedo llamarte así?

- Oh, claro, no hay problema.

- ¿Qué te trae a nuestro planeta?

- Mi nave ha sufrido una avería en sus motores, así que me he visto obligada a aterrizar. En cuanto estén reparados continuaré mi viaje, no quiero ser una molestia para vosotras…

- Oh, querida, no lo eres, créeme. De hecho, hace mucho tiempo que te esperábamos…

- ¿Qué me esperabais…? ¿Cómo es posible…?

- No sé… – contestó enigmáticamente – Pensé que quizá pudieras explicármelo tú… Por cierto, bonito anillo – añadió observando la joya que adornaba uno de los dedos de la mujer morena, similar a una alianza matrimonial.

- Oh, sí, la verdad es que es muy bonito, aunque lo tengo hace tanto tiempo que no recuerdo desde cuándo…

- ¿No recuerdas nada…?

- No, la verdad…

- ¿Por qué has dudado cuando te has presentado…?

- No sé, es que es todo muy extraño…

- ¿Por qué no pruebas a contármelo…?

- Me tomarías por loca…

- No sé… Inténtalo…

- Bueno, está bien… Verás…

En ese momento la morena empezó a hablar, contando una historia que muchos hubiesen tomado por una fantasía producto de una mente enferma. Le contó que aunque luciese ese aspecto no siempre había sido así, de hecho había sido un hombre hasta no hace mucho tiempo, y que su cambio había sido posible gracias a la cápsula biomecánica de que disponía su nave, capaz de variar mediante nanotecnología la apariencia y el sexo de quien lo utilizase durante un período de tiempo. Sin saber porqué se vio impelida a usarla para adoptar la forma de una hermosa transexual y que, de acuerdo a su nueva personalidad, había decidido un nuevo nombre, decidiéndose por el de Sharlene aunque sin saber exactamente porqué. Cuando terminó de hablar miró a la rubia, esperando un posible gesto de escepticismo en su rostro, aunque su contestación la dejó con la boca abierta…

- Ya veo que no recuerdas nada…

- ¿Qué debería recordar…?

- Ven, cielo, acércate y cierra los ojos… – le dijo.

Cuando la morena se aproximó puso sus manos en su cabeza, rodeándola, y casi de inmediato aparecieron en su mente imágenes de otra nave parecida a la suya, de un viaje anterior, aunque fueron recuerdos mayormente masculinos que, casi inmediatamente se vieron reemplazados por imágenes de actos sexuales tanto entre ambas como con otras chicas, de ella misma levantándose de una camilla, de una boda… En ese momento tan sólo salió un leve gemido de sus labios.

- Ohhh… yo… – musitó abriendo los ojos.

- ¿Recuerdas ya, cariño?

- S-sí, amor, ahora lo recuerdo todo – contestó la morena devolviéndole la sonrisa.

- ¿Me echaste de menos?

- Muchísimo, amor. ¿Y tú a mí?

- Más de lo que te imaginas…

- Creo que tenemos mucho que recuperar…

Mientras susurraba esas palabras, Tania se acercó poco a su esposa, tomándola por la cintura y besando suavemente sus labios, mientras sus pechos se rozaban. Con un hábil gesto bajó la cremallera del uniforme para dejar libres las tetas de Sharlene, comenzando a acariciarlas y a besarlas mientras a su vez se desnudaba. Poco después ambas mujeres estaban totalmente desnudas, con sus pechos aplastándose y sus penes, totalmente erectos y duros, rozándose libremente. Sin dejar de besar y lamer cada centímetro de la piel de Sharlene finalmente su boca quedó a la altura del miembro de la morena, aunque no tardó demasiado en introducírselo en la boca y empezar a mamar de una manera que hizo que empezase a gemir.

Al poco rato ambas mujeres estaban trenzadas en un feroz 69, mamándose mutuamente, que poco después dio paso a penetraciones mutuas en sus rotundos culos, corriéndose ambas incontables veces que hicieron que ambas se quedaron frente a frente, con sus cuerpos brillantes de sudor, abrazadas y besándose suavemente, totalmente relajadas, con amorosas miradas en sus ojos.

- Me alegro de que hayas vuelto, cariño – susurró Tania.

- Yo también, amor. Te he echado mucho de menos, aunque muchas veces no fuese consciente.

- Lo sé, y te entiendo. Y… me alegro de que todo haya salido bien…

- Bueno… No fue difícil, la verdad… Cuestión de utilizar mis encantos – dijo Sharlene sonriendo.

- No lo dudo, amor, con esos encantos podrías lograr cualquier cosa que te propusieras, pero ya nunca más nos separaremos.

- No, cielo, nunca más.

Y dicho eso volvieron a besarse, más profundamente esta vez, hasta que ambas sintieron como el sueño las invadía, ambas abrazadas.

Había sido un largo camino seguido de una larga espera aunque, finalmente, había tenido su recompensa.