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Años 50 (5): Madres e hijas (1)

en Lésbicos

 Años 1950 (5): Madres e Hijas (1)

 

Durante tres días pude aguantar sin leer las historias de mi bisabuela, incluso intenté llegar a una semana, pero la tentación era demasiado fuerte. Era como si el álbum fuera el Anillo Único de “El Señor de los Anillos” y me atrajera, incapaz de resistir su poder intoxicante. El libro escrito a mano se había convertido en mi propio “Precioso”.

Hice que Zelda me sacara varios orgasmos durante los días siguientes, pero esa noche, cuando me entregué a la tentación de lo que estaba empezando a considerar real, incluso muchísimo mejor que la propia realidad, mi vagina hormigueaba. Tenía que ver lo que iba a suceder con la madre de la mejor amiga de mi bisabuela Rebecca (Lo sé. Hace 60 años de lo que se narraba en el libro y estoy hablando en futuro).

Me desnudé, cogí un vibrador y me metí en la cama. Era hora de un cuento para dormir como los que, irónicamente, la bisabuela me había leído cuando era niña. Estoy segura de que los relatos de su testamento no eran los mismos que me hubiese leído entonces.

Negué con la cabeza.

Todavía no podía creer que mi bisabuela, la mujer más cariñosa y compasiva que había conocido, fuera una lesbiana sumisa.

Sin embargo, cuando abrí esa noche el álbum de recortes para continuar leyendo su viaje hacia la liberación sexual en 1954, no podía imaginar que las revelaciones impactantes no habían hecho sino comenzar.

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Cuando llegué a la casa de la Sra. Stroman, me detuve. ¿Qué iba a decir?

"Oiga, soy la mascota de amas de casa de este año y estoy aquí para servirla. Por cierto, a la Sra. Madison le gustaría que tu hija también fuera una mascota".

Me di cuenta de que decirle que yo era la mascota sería fácil. Supuse que esto sucedía todos los años y no estaba fuera de lo común. Pero hablarle de su hija, mi mejor amiga, parecía una conversación algo más incómoda e incómoda. Antes de que pudiera volverme atrás, sabiendo que iba a obedecer cualquier cosa que me ordenasen la Sra. Madison o cualquier otra miembro de la Sociedad, incluida la Sra. Stroman, toqué el timbre.

Esperé. Llamé de nuevo. No hubo respuesta.

Comprobé la puerta. Estaba abierta.

Entré libremente, lo cual no era nada fuera de lo normal. Entrar y salir de la casa de mi amiga Eleanor era algo habitual, pero raro a esa hora de la mañana. Oí la campana de la escuela a lo lejos. No me preocupé, estaba cubierta.

Grité.

- ¿Sra. Stroman…?

No hubo respuesta, pero pude oír la licuadora en la cocina.

Caminé hasta allí, pensando en lo que diría.

Sin embargo, incluso después de todas las cosas que había visto y vivido en los últimos días, todo lo que había hecho, lo que vi cuando entré me sorprendió por completo.

La Sra. Stroman estaba sentada en el suelo, apoyada en la puerta del horno y totalmente desnuda, dándose placer a sí misma de una manera muy poco ortodoxa…

Con la licuadora.

Obviamente, estaba cerca de alcanzar el orgasmo…

Observé con asombro voyeurista mientras sostenía la batidora, a toda velocidad, contra su coño y, instantáneamente, pensé que iba a intentar hacer lo mismo en cuanto tuviera oportunidad.

Sabía que tenía que irme. Sería completamente humillante para ella verse en esa posición tan comprometida por la mejor amiga de su hija.

Sin embargo, mis piernas parecían haberse hundido en arenas movedizas, con mis ojos fijos en lo que veía.

En ese momento, ella gimió…

- Ohhhh, sí….

Sin embargo, antes de que ella pudiera llegar al orgasmo, finalmente pude volver a controlar mis piernas para intentar escabullirme pero, al retroceder, tropecé con una silla que se quejó emitiendo un chirrido penetrante contra el suelo.

La señora Stroman abrió los ojos, sorprendida, palideciendo sus hasta el momento rojas mejillas, como si fuesen las de un fantasma.

- ¿Qué estás haciendo aquí, Rebecca?

- Me envió la Sra. Madison – respondí, decidiendo tomar la iniciativa y me acerqué a ella, poniéndome de rodillas. Puse una tranquilizadora mano sobre su rodilla y le pregunté sumisamente – ¿Puedo terminar lo que está haciendo, señora?

- De ninguna manera – contestó, empezando a comprender la situación.

Alejé la licuadora y me acosté boca abajo en el suelo mientras volvía a hablar, ahora con mi cara junto a su vagina.

- He querido hacer esto desde hace tiempo, señora.

Antes de que tuviera tiempo de responder comencé a lamer su coño.

- Oh, Dios- gimió – No puedo creer que tú seas la elegida…

- ¿Decepcionada…?

- Nooooo – dijo – Es una sorpresa muy agradable, Rebecca…

- Y un desayuno delicioso…

- Esto es surrealista – dijo riéndose.

Lamí durante un par de minutos antes de que ella maldijese.

- Mierda, necesito ponerme de pie.

Se levantó rápidamente y la miré, mientras me ponía de rodillas.

- Lo siento, un calambre en la pierna - explicó mientras movía la pierna.

Me acerqué a ella y pregunté.

- ¿Puedo?

Me miró y asintió.

- Sí, creo que será mejor que termines lo que empezaste…

- Lo siento, señora – dije, volviendo a su coño, echándose a reír ella.

- Al principio me sentí mortificada al verme atrapada en una posición así por la mejor amiga de Eleanor, pero ahora que sé que eres la mascota de amas de casa… Bueno, Rebecca, las posibilidades son infinitas…

Asentí, sabiendo que podían existir posibilidades que aún no había considerado. Me incliné y continué lamiendo su coño.

- Oh, Dios… Tienes una lengua perversa…

- Gracias, señora – contesté mientras seguía lamiendo, deseando probar su jugo. Sin embargo, todavía estaba preocupada por cómo le contaría mi nueva y deliciosa idea sobre su Eleanor y la Sra. Madison.

- Ohhhh… Tus salidas al recreo van a alcanzar una dimensión totalmente nueva.

Seguí lamiendo, concentrándome en su clítoris hinchado cuando sus gemidos aumentaron y se acercaba al orgasmo.

- Oh, sí, puta secreta, lame mi clítoris. Chúpalo, muérdelo – exigió mientras agarraba con fuerza la parte posterior de mi cabeza.

Traté de hacer lo que me dijo, pero se volvió difícil cuando su coño comenzó a rebotar en mi cara. Sólo pude extender la lengua e intentar no perder el contacto con su coño lo mejor que pude.

Finalmente se corrió y sostuvo profundamente mi cabeza entre sus piernas durante todo su orgasmo. Lamí con avidez su dulce néctar, similar aunque sutilmente diferente al de su hija. Cuando se corrió me soltó y me miró.

- Esta ha sido una de las mejores sorpresas de mi vida.

Decidí en ese momento que ya estaba preparada para enterarse de la idea de la Sra. Madison, así que sonreí.

- Es gracioso que diga eso…

- ¿Qué quieres decir…? – dijo, dejándome salir de entre sus piernas.

- Tengo otra sorpresa para usted… Dos en realidad…

- ¿Eres tú la mascota, verdad?

- Sí – asentí.

- Bueno… comparte esa sorpresa…

- Bueno… Eleanor y yo… Nosotras…

- Oh… Eso explica que ella estuviese todo el fin de semana en tu casa, su cansancio cuando regresó anoche y su comportamiento extraño esta mañana…

- ¿Cómo…?

- ¿Qué hicisteis las dos…? – preguntó mientras servía café para las dos.

Me agaché para agarrar mi diadema, que se había caído durante nuestro encuentro, y le conté toda mi historia, así como lo sucedido con su hija, la seducción, el placer de saborear su coño y la pérdida de su virginidad.

- Guau – asintió.

Pensé durante un instante cómo contarle la segunda parte.

- Estoy feliz de que mi hija finalmente esté explorando su sexualidad…

- Me alegra que piense eso, porque hay algo que la señora Madison quiere que le pregunte.

- ¿Qué…? – preguntó.

- La Sra. Madison quiere tener dos mascotas de amas de casa este año… – revelé. Después de una breve pausa volví a hablar – Ella quiere obtener su aprobación.

Hablé esperando su aprobación, rogando que estuviese de acuerdo. La idea de hacer una locura semejante con Eleanor era súper emocionante.

- Está bien – dijo – Tengo una idea.

- ¿Puede ser una mascota de amas de casa?

- Probablemente sí – dijo con una mirada de maldad en su rostro – Pero necesito prepararlo…

- Está bien – asentí, desconociendo lo que su mente discurría.

- Ven a casa esta tarde después de la escuela. Una vez aquí quiero que ambas os desnudéis y hagáis un sesenta y nueve…

- Ummm… Está bien.

- Sólo hazlo – ordenó.

- Sí, señora – asentí, confundida y curiosa – ¿No está enojada?

- Oh, no, en absoluto. Sólo necesito aclarar algunas cosas…

- Oh, está bien – asentí, antes de volver a la escuela.

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Después de las clases sugerí a Eleanor que regresáramos a su casa para preparar el examen de química del día siguiente, algo con lo que estuvo de acuerdo. Cuando llegamos, la señora Stroman nos saludó con galletas y leche, y sonreí por la merienda, cuando ambas sabíamos de sobra que lo que realmente quería comerme estaba debajo de su vestido. Su madre nos preguntó por nuestro día y dijo que había estado toda la tarde de visita a la Sra. Madison, conversando con ella acerca de algunas grandes oportunidades para Eleanor y para mí.

- ¿Qué tipo de oportunidades? – preguntó Eleanor.

- Por ahora es una sorpresa – dijo sonriendo mientras se preparaba para irse.

Cuando nos dirigimos al salón para poner algo de música y disponernos a estudiar, su madre volvió a hablar.ç

- Voy al mercado, chicas. ¿Queréis venir?

- No, gracias – contestamos ambas, mientras yo apretaba astutamente el culo de Eleanor.

En el momento en que se cerró la puerta cogí la mano de Eleanor sonriendo.

- Necesito el sabroso jugo de tu coño para enjuagarme la boca de la merienda de tu madre… ¿Qué opinas?

- Oh, Dios mío – se rió ella mientras nos dirigíamos a la sala de estar.

Puse un disco en el tocadiscos el nuevo álbum de Frank Sinatra “Songs for Young Lovers” que, en ese momento, me pareció terriblemente apropiado. Regresé junto a Eleanor y la besé, sabiendo que sólo tenía diez minutos para colocarnos en una situación comprometida, así que empecé a desabotonarle la blusa.

- No podemos hacerlo aquí… – dijo ella.

- Tu madre acaba de irse, tenemos al menos media hora – le respondí mientras me quitaba mi blusa – Eso es demasiado tiempo para un cóctel delicioso…

- Está bien – dijo temblando mientras me quitaba el sujetador.

Un par de minutos después ambas estábamos echadas en la alfombra en un delicioso sesenta y nueve, lamiéndonos con avidez. Mi cara estaba enterrada en su coño cuando escuché la voz de su madre…

- Olvidé mis llaves y… ¿Qué es esto?

- ¡Mamá! – jadeó Eleanor.

- Exactamente… ¿Qué está pasando aquí, señorita – preguntó la señora Stroman, representando perfectamente su papel.

- Yo…. Ummm… – tartamudeó Eleanor mientras yo seguía lamiendo.

- ¿Eres lesbiana? – preguntó acusadora su madre.

- No lo sé – gimió.

Trató de moverse, pero yo me aferré a su trasero para que no pudiese ir a ninguna parte y seguí lamiendo.

- Ven aquí, Rebecca – me ordenó su madre.

- Sí, señora.

Obedecí soltando el trasero de Eleanor y me arrastré obediente hasta su madre, sentándome a sus pies, mientras Eleanor nos miraba confundida. Actuando con más amabilidad la señora Stroman volvió a hablar.

- Creo que es hora de contarte un secreto, Eleanor...

- ¿Que secreto? – preguntó Eleanor, mientras yo acariciaba sumisamente el muslo de su madre.

La señora Stroman chasqueó los dedos y me señaló su coño. Sin decir nada, me moví debajo de su falda y directamente acerqué mi rostro a su vagina, como un perro rastreando un olor.

- ¡Rebecca! ¡Mamá!

Eleanor se quedó sin aliento, observando como empezaba a lamer el coño de su madre. Mientras yo seguía lamiendo, la Sra. Stroman le explicó todo lo referente a la Sociedad Secreta de Amas de Casa, mi reciente papel en ella y mi aprendizaje como mascota.

- La señora Madison me ha pedido que te permita convertirte también en una mascota de amas de casa…

Deseé haber visto su cara. ¿Se estaba volviendo loca? ¿Cómo se estaba tomando todo esto? No había dicho una sola palabra durante la explicación, algo totalmente nuevo para ella. La señora Stroman ordenó.

- Ven y bájame la cremallera del vestido, Eleanor…

- ¿En serio…? – preguntó Eleanor, con un tono que evidenciaba su confusión y que estaba abrumada.

- Ahora, Eleanor – volvió a ordenar.

- Sí, mamá.

Seguí lamiendo mientras escuchaba como bajaba la cremallera y el vestido se alzaba sobre mí, revelando mi placentera actividad y mi cara brillante por el jugo del coño de su madre.

- Ahora siéntate allí y observa a tu mejor amiga complacer a tu madre…

Con esas palabras la señora Stroman agarró mi cabeza por detrás y la guió, suavemente esta vez, más profundamente hacia ella. Lamí impaciente sus labios internos, realmente excitada porque Eleanor estuviese observando cada uno de mis movimientos. En un par de minutos mi cara se llenó de su flujo y mi lengua se aceleró al oírla gemir.

- Lámelo todo, mi mascota.

Cuando terminó de correrse y se calmó soltó mi cabeza y me preguntó.

- Rebecca, ¿quieres que Eleanor sea una mascota como tú…?

- Sí, señora, me encantaría – contesté, mirando suplicante a Eleanor que, todavía, parecía completamente desconcertada.

- Bueno, chicas, realmente no tengo que ir a hacer la compra así que, por favor, cuéntale a Eleanor toda la historia y luego, a las 8 en punto, debéis ir a ver a la Sra. Madison a casa de la Sra. Winston.

- Sí, señora – asentí, pensando si la Sra. Winston también era lesbiana y si formaba parte de la Sociedad.

La señora Stroman llamó la atención de su hija y agregó.

- Cuando estemos solas en casa o con la mascota Rebecca aquí o en una reunión de la Sociedad me llamarás Mamá Señora, ¿está claro?

Eleanor asintió, totalmente abrumada.

- Dilo – ordenó su madre.

- Sí, señora Mami.

- Buena niña. Ahora, tráeme el vestido y vísteme.

- Sí, señora Mami – dijo otra vez Eleanor, aunque esta vez sonó mucho más natural.

Observé desde mi sumisa posición de rodillas como Eleanor vestía cuidadosamente a su Madre y como esta, una vez vestida, volvía a hablar.

- Probablemente deberíais continuar con esto en tu cuarto, Eleanor. Tu padre volverá a casa en menos de una hora.

- Sí, señora Mamá.

La señora Stroman me hizo levantarme de mi posición y me besó, hasta que rompió el beso bromeando.

- Maldición… Me sabe tan bien… Os veo para cenar en una hora.

- Sí, señora

- Sí, señora Mamá – contestó Eleanor.

Una vez que su madre se fue Eleanor volvió a hablar, cerrando la puerta de su cuarto.

- No puedo creerlo…

- ¿Qué no crees? ¿Que hay una sociedad lesbiana secreta de amas de casa? ¿Que tu madre es parte de ella? ¿Que la señora Madison es la dueña? ¿Qué soy una mascota sexual con, al menos, veinte amas de casa? ¿Que tu mamá habla y yo obedezco sin dudarlo? ¿O que quieren que te unas como mascota para que puedas hacer lo que yo hago…?

- Todo lo anterior…

Me acerqué y la besé, sin que ella respondiese al principio, aunque luego me lo devolvió. Cuando separamos nuestros labios le expliqué.

- Eleanor, cariño, al igual que para mí esta es una transición natural para ti, a ambas nos gusta complacer…

- Es que simplemente no puedo entender que mi madre sea lesbiana…

- Yo no creo que mi madre lo sea, pero no lo sé con seguridad – dije.

Realmente pensaba que no era lesbiana y que no formaba parte del club, aunque no lo sabía con seguridad. De repente me di cuenta de que si la madre de Eleanor lo era, la mía también lo sería. Ambas eran muy amigas. Todavía era muy nueva en este entorno y no sabía quién estaba y quién no.

- ¿Y cómo funciona? – me preguntó.

Le contesté describiéndole todas mis experiencias, así como quién había sido la mascota anterior. Luego añadí.

- Me gustaría que compartieras esto conmigo…

- ¿De verdad…?

- Sí – respondí, besándola de nuevo – Quiero hacerlo todo contigo…

Volvimos a enredarnos en un dulce sesenta y nueve que terminamos justo cuando su padre llegó a casa. En ese momento le pregunté.

- ¿Quieres ir esta noche a ver a la Sra. Madison?

- Sí…

- Genial – contesté, súper feliz.

Mientras caminábamos de la mano hacia la casa de la Sra. Winston, Eleanor volvió a hablar.

- No estoy segura de poder hacer esto…

- No te preocupes. Vayamos y averigüemos qué tiene que decir la Sra. Madison.

- Está bien – asintió, claramente nerviosa.

- Eleanor, no te obligarán a hacer nada que no quieras hacer, al menos no al principio, y cuando lo hagan descubrirán que no te importa hacerlo, confía en mí.

Dicho esto seguimos andando, aunque no estaba ni remotamente preparada para lo que iba a descubrir. Cuando llegamos llamé a la puerta y nos abrió la Sra. Madison, sonriendo.

- Llegáis temprano… Muy bien, entrad.

- Sí, señora – asentí siguiéndola, tomando de la mano a Eleanor por si de nuevo tenía dudas.

Una vez en el interior de la casa pude oír la voz entrecortada de la Sra. Winston.

- Oh, sí… Así, ahí… Buena esclava…

Al instante sentí curiosidad por saber quién más era esclavo, ya que ese era mi trabajo. Experimenté un breve ataque de celos, mientras la Sra. Madison me advertía.

- Lo que estás a punto de ver puede sorprenderte, Rebecca…

- Está bien…

- Pero todo es parte del plan – continuó la Sra. Madison.

- Está bien – repetí, aunque nerviosa y confundida por lo que pudiera estar insinuando, sin comprender lo que infería…

- Adelante, mi mascota, bienvenida a tu nueva realidad. Y Eleanor, por favor, ven conmigo…

Vi a Eleanor seguir a la señora Madison escaleras abajo, mirándome con una expresión de inquietud. Le hice un guiño y luego me dirigí a la sala de estar.

Y me quedé congelada.

Mi madre estaba de rodillas, desnuda, con su rostro hundido entre las piernas de la Sra. Winston.

- Hola, Rebecca – me saludó ésta, sosteniendo con su mano la cabeza de mi madre.

Pude ver como mi madre se quedaba congelada cuando escuchó mi nombre. Sin embargo la Sra. Winston, una dulce y admirada profesora de matemáticas, usó palabras que nunca hubiese imaginado oír decir a un profesor.

- Vuelve a lamer, maldita puta.

Cuando mi madre volvió a lamer, con su rostro ardiendo por la humillación, la Sra. Winston continuó.

- Lo siento, Rebecca, pero tu madre necesita ser disciplinada.

- Oh – fue todo lo que pude decir, mientras observaba asombrada. Detrás de mí pude oír la voz de la Sra. Madison.

- Verás, Rebecca… Cuando aceptaste ser nuestra mascota de amas de casa, involuntariamente agregaste a tu madre a la sociedad secreta. La necesitamos de nuestro lado para que cuando te llamen o faltes a la escuela tu madre puede cubrirte…

- Oh – repetí, consciente de que era culpable de su humillación.

La Sra. Madison, claramente capaz de leer mi mente, me explicó.

- Está bien, mi mascota. Tu madre ya era la siguiente en nuestra lista. La Sra. Stroman estaba muy ansiosa por agregarla al club, así que todo lo que hiciste fue acelerar el proceso.

- Si ella es miembro de la sociedad, ¿por qué la tratan como a una mascota?

- Para entrenamiento y por jerarquía. La miembro más nueva siempre debe servir a todos los miembros actuales. Es como una iniciación y sirve para comprender la mentalidad de las mascotas.

Eso, curiosamente, tuvo sentido para mí. No podía negar que ver a mi madre desnuda y lamiendo un coño era tabú para mí… pero también era algo terriblemente caliente, y mi coño estaba ardiendo.

- Así que es igual que tú, mi mascota – continuó la señora Madison, mientras mi mirada permanecía clavada en mi madre.

- Oh – ese era, aparentemente, el único sonido capaz de escapar de mis labios.

- Entonces, esta tarde fui a tu casa mientras estabas en la escuela y le conté todo sobre tu nuevo servicio comunitario voluntario – continuó.

La Sra. Winston comenzó a moverse sobre la cara de mi madre.

- Tu madre ya es muy buena complaciendo gatitos – dijo.

- Tal madre, tal hija – bromeó la señora Madison – Desnúdate, Rebecca.

- Sí, Señora – obedecí, mientras la señora Winston alcanzaba el orgasmo.

- Sí, puta, lame mi jugo – gruñó maliciosamente, mientras apretaba más fuerte el rostro de mi madre contra su coño, sin poder imaginarme cómo podría respirar.

Una vez que me desnudé, la Sra. Madison ordenó.

- A cuatro patas, mi mascota.

- Por supuesto, señora – obedecí, cayendo sobre mis rodillas y luego sobre estas y mis manos.

- Puta Cathy – dijo la Sra. Madison cuando la Sra. Madison soltó la cabeza de mi madre.

Su rostro brillaba por la humedad, con sus mejillas tan rojas como un rubí y lágrimas en los ojos, pero no levantó la vista ni respondió. La Sra. Madison repitió, con el tono denotando enojo.

- Puta Cathy, mírame.

Mamá lo hizo, viéndome brevemente a cuatro patas, desnuda, frente a la señora Madison.

- Da las gracias a tu hija por permitirte el privilegio de unirte a este club exclusivo – ordenó.

- Gra-gracias, Re-becca – susurró mi madre.

- ¿Cómo dices…? – preguntó de nuevo, claramente molesta.

- Gracias, Rebecca.

- Cuéntale a tu hija lo de esta tarde – ordenó – Cómo te has convertido en el miembro más nuevo del club de amas de casa…

Mamá suspiró.

- No vuelvas a suspirar conmigo otra vez – rugió la Sra. Madison, asustándonos a mamá y a mí – ¿Está claro?

- Sí, señora – respondió mamá.

- Ahora cuenta la historia – ordenó de nuevo, antes de agregar – Sra. Winston, estás al cargo de las dos, necesito ir a ver a nuestra otra nueva mascota.

- Por supuesto, señora – dijo la Sra. Winston, mientras se sentaba en el sofá. Vimos irse a la Sra. Madison.

- Arrástrate a tu madre – ordenó la Sra. Winston, mi madre ahora sentada en un taburete.

Me arrastré, preguntándonos si nos iban a obligar a hacer algo aún más tabú. ¿Nos harían realizar incesto?

- Os veis tan linda juntas – la oí decir cuando llegué junto a mi madre, sin saber si estaba siendo sarcástica o no.

Miré a mi madre y ella me miró a mí.

- Cuéntale la historia, Cathy, cuéntale a tu hija cómo terminaste como la puta más baja del club.

Mamá ignoró la orden y en cambio movió su mano a mi mejilla. Brevemente pensé que iba a agarrar mi cola de caballo y guiarme hacia su vagina, algo que ya me había pasado un par de veces. En su lugar, se disculpó, mirándome con una expresión de completa culpa.

- Cariño... siento mucho haberte arrastrado a esto.

- Está bien, mamá – dije mientras me preguntaba por qué se disculpaba, era yo quien debía disculparme con ella.

- Cuenta la historia, puta – dijo la Sra. Winston.

Yo también quería disculparme, pero traté de tranquilizarla.

- Vamos a hacer lo que quieran.

- Está bien - asintió mamá.

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<Kimmy, esta próxima parte se contará en las palabras de tu tatarabuela. Aunque nunca la conociste, era una mujer increíble, una mujer muy sumisa.>

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Después de respirar profundamente, comenzó a hablar.

- Bueno, Carol me llamó esta mañana y me preguntó si podía venir esta tarde porque tenía algo bastante urgente que discutir conmigo. Acepté, por supuesto, y preparé café y galletas para su visita. Cuando llegó, charlamos durante quince minutos y tomamos un café antes de que ella me sobresaltara preguntando. De hecho escupí un poco de café por su pregunta, debido en parte debido a su franqueza y en parte porque usó palabras sucias, así que le pregunté. ”¿Perdón?"

- ¿Con qué frecuencia golpea Donald tu coño? – repitió.

- Eso es privado…

- A mí me follan todos los días, y tengo mi coño comido diariamente también.

Me reí.

- No, en serio – continuó - No puedo recordar el último día que no me he corrido al menos una vez.

- Yo no puedo recordar la última vez que tuve un orgasmo – suspiré, antes de añadir también con una franqueza que jamás había tenido al hablar de sexo - Donald ya no está remotamente interesado en el sexo, y nunca nadie me ha lamido el coño…

- ¿Y cuándo fue la última vez que te fuiste? – continuó Carol.

- Nunca - admití.

Carol jadeó de nuevo.

- Sabes que Dios creó tu coño para que pudieras disfrutar de un placer intenso. ¿No es así?

Todavía estaba aturdida por la conversación, pero luego me quedé asombrada cuando ella se levantó.

- Mi querida amiga Cathy, es hora de que aprendas la verdad.

- ¿De que?

- De un secreto muy grande - dijo Carol, inclinándose y besándome.

Me quedé de piedra, paralizada por el shock. Pronto mi cuerpo pasó por encima de mi cerebro fuera de servicio y le devolví el beso. Después de haber sentido que mi esposo me había descuidado sexualmente durante años, la intimidad era un recuerdo lejano y cariñoso, y el tierno beso de Carol me hizo girar la cabeza rápidamente. Un cerebro fuera de servicio no parecía ser algo malo. Confié en Carol. Dejé que fuese mi cerebro por un tiempo.

Ella ahuecó mis pechos. En silencio permití eso y ella me besó.

Ella sacó mi suéter sobre mi cabeza. En silencio permití eso y ella me besó.

Ella soltó mi sujetador. En silencio permití eso y ella me besó… ¡OH!, qué tiernamente…

Me puso de pie y me quitó la falda, bajándome las medias y luego las bragas. Le permití que me desnudara completamente mientras observaba como si mi mente estuviera fuera de mi cuerpo. La observé mientras se arrodillaba para besar mis labios vaginales y gemí... Sólo le había tomado un instante, pero nadie en mi vida me había dado tanto placer y sabía... sólo sabía... que esto lo haría mucho mejor…

- Oh Dios…

- Mmmm… Ya estás tan mojada… - ronroneó ella.

Se levantó de nuevo y me ordenó.

- Ven, desnúdame.

Lo hice, mientras mi cerebro se apagaba alternativamente mientras hacía lo que me ordenaban, con mis manos temblando y mis ojos firmes en ella, tan ansiosa estaba por ver a la esposa del ministro desnuda. Debo señalar que nunca en mi vida había considerado a otra mujer de una manera sexual, pero… ¡un beso de Carol y esa falta fue eliminada! Solo tenía una vaga noción de lo que vendría después, pero todo mi cuerpo temblaba de entusiasmo. Se desnudó y me invitó.

- Adelante, Cathy, prueba mi coño.

No lo dudé y me puse de rodillas, inclinándome hacia delante para empezar a lamer.

- Buena niña - gimió ella, lo que me pareció extraño. Sin embargo, su sabor exótico me intoxicó instantáneamente, haciéndome adicta a él.

Antes de darme cuenta estábamos en el suelo de mi sala de estar, yo encima de ella lamiendo su coño mientras ella lamía el mío. No podía creer lo increíble que se sentía tener una lengua en mi coño, ni tampoco lo rápido que mi orgasmo llegaría.

A medida que mi orgasmo crecía traté de seguir lamiendo, luchando por concentrarme. De repente, ella se detuvo.

- Por favor, Carol, no te detengas.

- Dóblate sobre la mesa de café – me ordenó, mientras me separaba de ella.

- ¿Qué? ¿Por qué?

- Muévete. Ahora, Cathy, estoy a punto de darte tu maldición de por vida.

- No entiendo - dije, acostada de lado.

- No es necesario, solo hazlo - ordenó, mientras se acercaba a una bolsa de lona que había traído y que no había notado hasta ahora.

Por alguna razón me sentí obligada a obedecer. Me arrastré hasta la mesa y traté de averiguar cómo inclinarme sobre ella.

- Apúrate, puta pequeña ama de casa, es hora de darte lo que has anhelado durante tanto tiempo.

Me sorprendió que me llamara puta, pero aún más me sorprendió el enorme pene que sobresalía entre sus piernas. Jadeé.

- Una polla – dijo encogiéndose de hombros - Obviamente hace demasiado tiempo que no sientes una…

Me reí.

- ¿Cómo? ¿Tienes una?

- Todas las amas de casa deberían tener una. Son geniales para entretener a las invitadas por la tarde mientras los hombres están trabajando.

- No puedo creerlo - dije, mirando esta enorme polla falsa.

- Oh, puedes creerlo… Está todo bien, esto ya se ha usado en muchas de tus amigas… Ahora ponte sobre esa mesa, es hora de darte lo que te has perdido.

- Esa cosa me destrozará - protesté, incluso mientras me preguntaba cómo sentiría algo tan largo y grueso enterrado profundamente en mí.

- No lo creo…

Pensé “Qué demonios”, así que me arrastré hasta la mesa y me tendí encima de ella. Grité por el frío que sentí en mis pezones.

- Esta mesa está fría.

- No te preocupes - dijo moviéndose detrás de mí - Te calentaré muy rápido y muy bien...

- De acuerdoooo - gemí en voz alta, sorprendida cuando sentí como la enorme polla se deslizaba dentro de mí con un fuerte y profundo empujón.

- Ruega, puta - exigió, con su polla enterrada profundamente dentro de mí.

Sintiéndome sexualmente viva por primera vez en años, ni siquiera dudé.

- Por favor, Carol, por favor, jódeme.

- Llámame Ama - respondió ella, sorprendiéndome una vez más.

¡¿Amante?! El deseo de ser follada anuló cualquier vacilación que pudiera tener para hacer cualquier otra cosa. Mis pensamientos, que giraban en torno a la lógica, cuestionar lo que estaba haciendo o incluso mis pensamientos, parecían muy lejanos. Lo que Carol quisiera lo iba a obtener, y un grito salió del fondo de mi alma.

- Por favor, Sra. Carol, por favor, por favor… ¡FÓLLEMEEEEE!

- ¿Estás segura? Puedo ser una amante muy exigente…

Sin considerar las consecuencias de su advertencia acepté.

- Cualquier cosa, señora Carol. Haré cualquier cosa.

- Recuerda esas palabras, mi mascota - dijo mientras empezaba a follarme.

Su tono al llamarme “mascota” me resultó ominoso, como una advertencia, mientras que los únicos sonidos que salían de mi boca eran balbuceo incoherente por el placer que había sentido cuando me había lamido y que me inundó completamente.

- Dijiste que necesitabas que te follasen como a una buena puta, así que aquí tienes, con mis felicitaciones…

- Oh, Dios, oh… Muy bien, así… Ohhhh, joder joder joder…

Ni siquiera era capaz de responder, de articular una frase entera…

- Dime lo que eres – ordenó mientras me follaba.

- Una mascota – contesté, sin saber lo que quería que dijera.

- Mi obediente, coño, puta de mierda…

- Sí, sí – dije totalmente de acuerdo, excitándome aún más al oír aquellas palabras.

- Dilo, puta, dilo – me ordenó, mientras seguía golpeando mi interior con su gran polla. No lo dudé.

- Sí, soy tu juguete de amas de casa para que me uses como quieras…

Cuando dije aquello me convertí definitivamente en lo que estaba diciendo, y la tensión que ni siquiera había notado crecer en mí, de repente desapareció. Sabía que aún no había terminado, que los requerimientos de mis servicios seguirían llegando, pero ahora los atendería todos…

- Dirígete a mí como Ama, juguete de mierda - ordenó, dándome una palmada en el culo.

- Sí, señora, usa a tu juguete de mierda – balbuceaba sin mucho sentido, con entusiasmo abrumador, tan cerca de mi orgasmo

- ¡Vamos, sé una esposa traviesa y córrete para mí! – me ordenó.

Por alguna razón el permiso fue la última gota que me rompió en el orgasmo más enorme que jamás hubiese sentido, y que golpeó mi interior como una ametralladora.

- ¡Eso es! ¡Hazlo! ¡Córrete mientras te follo tu sucio coño de puta! ¡Córrete para mí, perra! – ordenó, incluso cuando ya el orgasmo recorría mis entrañas y todo mi ser.

- ¡¡¡Me corro, Ama!!! – grité invadida por el placer.

Ella siguió follándome mientras me corría, sintiendo como estaba a punto de correrme otra vez cuando aún no se había disipado el primero, como las olas del mar rompiendo contra un rompeolas. En ese momento se salió de mi interior y empujo su polla dentro de mi boca mientras que seguía sintiendo espasmos, aunque más débiles.

- Limpia tu corrida de mi polla, puta.

Realmente no tenía elección. Su polla estaba en mi boca y me la follaba lentamente, mientras me mantenía agarrada por el pelo, dilatándomela hasta límites desconocidos para mí. Mi saliva fluía y su polla cada vez estaba más limpia mientras recordaba que debía tragar.

Cuando la retiro de mi boca volvió a hablar.

- Bueno, yo diría que el pobre Donald no sabe lo que se pierde… Eres una puta natural, ¿verdad, Catherine?

- Sí – contesté con voz débil, jadeando.

- ¿Sí, qué? – preguntó tirándome del pelo.

- Sí, señora – corregí rápidamente.

- Quieres más, ¿verdad? – preguntó a sabiendas, mirándome, para después advertirme - Si te vuelvo a follar, te unirás a la Sociedad Secreta de Amas de Casa Lesbianas...

- Sí, señora. ¡Cualquier cosa!

- Y se espera que sirvas a todos los miembros de la sociedad - continuó.

- Sí, señora.

- Realmente eres una puta ansiosa, ¿verdad? – me acusó mientras se movía detrás de mí.

- Ni sabía que lo era hasta hoy – respondí, sintiendo sus manos en mis caderas.

- El autodescubrimiento es muy importante - dijo, mientras golpeaba su polla contra mí, volviendo a entrar en mi coño..

- Gracias, señora - jadeé cuando mi segundo orgasmo comenzó a crecer casi al instante.

Me folló durante minutos, hablando sucio durante todo el rato, revelándome nombres de otras miembros del club.

¿Darás un buen placer a los coños?

- Sí señora, siempre.

- ¿Y serás una mascota obediente?

- Sí, señora… y ansiosa - gemí, con mi orgasmo muy cerca.

- ¿Y una buena esclava de amas de casa?

Mi orgasmo estaba muy cerca, y sus desagradables palabras me acercaban cada vez más a la erupción, balbuceando totalmente fuera de control.

- Ahh… Ohhh… ¡Fóllame, por favor, fóllame y haz que me corra! Ohhhh ¡Sí, te prometo que seré una buena esclava!

- ¿Me lamerás el culo si te hago correr, Catherine?

Aunque la pregunta era repulsiva, no dudé, dispuesta a hacer cualquier cosa por correrme, cualquier cosa para hacer feliz a mi nueva Ama.

- ¡Oh, sí!

- Eres una puta sucia, que te corres dos veces en la mesa donde come tu marido… - bromeó la Sra. Carol, mientras veía como me emputecía cada vez más.

- Señora Carol, soy tu puta - declaré.

- Puta Cathy, eres la puta de toda la comunidad – me corrigió.

- Sí, señora, soy la zorra de toda la comunidad.

Ella se retiró, poniéndose de nuevo frente a mí y de nuevo empujó su polla en mi boca.

- Eres una sumisa natural, Catherine.

A continuación se quitó el arnés y se dio la vuelta, inclinándose mientras se inclinaba y retrocedía un poco para que mi cara quedase entre sus nalgas.

- Lame el culo, Catherine.

Puse mis manos en sus caderas y comencé la desagradable tarea. Me sorprendió no solo lo sudoroso y salado que estaba su culo, sino también la naturalidad que sentí al hacerlo.

- Mete esa hasta el fondo de mi culo, puta de mierda. Quiero que limpies mi interior.

Lo hice lo mejor que pude, hasta que se separó y se alejó de mí, ordenándome de nuevo.

- Ve a sentarte en el sofá.

- Sí, señora - obedecí, agradecida por cambiar de posición.

 

- Ahora hazme correr otra vez – me ordenó, acercándose a mí una vez que me senté.

- Sí, señora – repetí, mientras me inclinaba hacia delante y volvía a lamer su coño. Parecía que hubiesen pasado horas desde la primera vez que lo había probado por primera vez.

La seguí lamiendo hasta que se dio la vuelta.

- Ahora entierra tu cara en mi coño y mi culo, puta hambrienta.

Y lo hice, deseando más que nada volver a hacerla correrse.

- Y usa tus dedos…

Obedecí, lamiéndola y tocándola con mis dedos hasta que me cubrió la cara con su flujo, lamiéndola con desesperación y sabiendo que lo volvería a hacer una y otra vez. Cuando terminó de correrse volvió a hablarme.

- Espero que estés en la casa de la Sra. Winston a las 6:15…

- ¿Qué hay de Donald? - pregunté, con mi cara empapada y mi coño chorreando.

- Descúbrelo – dijo encogiéndose de hombros - Tengo una sorpresa más para ti.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - -

 

- - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Mi madre me preguntó…

- Y, aparentemente, tú eres la otra sorpresa, ¿verdad?

- Eso es, Catherine – dijo la Sra. Madison - ¿Te gusta tu sorpresa?

- Me siento un poco culpable – admitió mamá.

- No deberías – dijo la Sra. Madison – Ella ya era una buena mascota semanas antes de que tú te sometieras…

- ¿Lo eres? – preguntó mamá, mirándome.

- Lo soy – asentí.

- Oh… - dijo ella.

- Y ahora es el momento para que las dos estéis mucho más cerca…

- ¡Que no! - se opuso mamá.

- Nunca me jodas, puta – exclamó la Sra. Madison – Soy la peor entre todas las de esta Sociedad porque, cuando tengo que serlo, soy la perra más grande de todo el estado. Yo tomo las decisiones aquí y vais a hacer lo que yo os diga…

- Pero… estamos hablando de incesto – repuso mamá.

- Y el incesto es más habitual de lo que puedas imaginar, ha estado ocurriendo durante siglos… - explicó Miss Madison evitando cualquier posible refutación, sabiendo que cualquier oposición podría ser fácilmente derrotada.

Al instante me pregunté si la señora Stroman estaría también en el mismo lugar que nosotras. ¿Estarían Eleanor y madre teniendo sexo mientras hablábamos? Miré el coño de mamá y me decidí a hacerlo de una vez, empujándola hacia atrás y sumergiéndome entre sus piernas.

- ¡Rebecca! - jadeó con un gemido.

- Qué buena acosadora - ronroneó la señora Madison.

Comencé a lamer el coño de mamá, ansiosa por complacerla, por impresionar a las demás.¡Siempre había querido a mi mamá, y ahora deseaba demostrarle cuánto la amaba!

- Esto es tan caliente - dijo la Sra. Winston.

- Oh Rebecca - gimió mamá, sentándose - No tienes que hacer esto...

- Quiero hacerlo, mami. No creo que puedas comprender cuánto quiero ser tu hija y tu mascota. Por favor, mamá, ¡Permíteme que te llame Señora! Por favor, permíteme hacer que te corras...

- Oh, mierda - dijo la Sra. Winston.

Eso parecía ser todo lo que mi mamá necesitaba escuchar

- Oh, cariño – gimió - ¡Oh mi querida niña, te quiero mucho!

Se levantó y acercó su cuerpo desnudo al mío, besándonos profundamente. No como madre e hija, sino como amantes que se habían anhelado durante años y ahora podían expresar la pasión que siempre había latido bajo la superficie, lista para emerger, y que sólo ahora se podía liberar y expresar. Sin reservas besé a mamá y ella me besó, con el Cielo como observador, anhelante de participar en lo que compartíamos entre nosotras.

Cerré los ojos y me rendí totalmente al beso tabú, con su lengua lamiendo mis labios y la mía los de ella. Después de unos minutos, la Sra. Madison por fin ordenó.

- Me encantaría ver como os besáis toda la noche como dos enamoradas, pero quiero veros hacer otras cosas, par de zorras, por ejemplo liaros en un buen sesenta y nueve…

- Sí, señora.

Mamá y yo contestamos a la vez, riendo, ya no como madre e hija, sino como ansiosas amantes que desean agradar a los demás, saboreándonos una a otra y divirtiéndonos entre nosotras como el Ama había elegido y ordenado. Pasara lo que pasara, quienquiera que gobernara nuestras vidas, éramos madre e hija, hermanas, amantes inseparables, amándonos con pasión hasta que la muerte nos separase. Obedeciendo a la Sra. Madison, mamá quedó tumbada sobre su espalda en el suelo, eliminada toda su renuencia anterior. Sin decir palabras me puse a horcajadas sobre su cara, con mi coño en su boca antes de inclinarme y enterrar mi cara entre sus piernas.

Mientras lamía su dulce coño no podía creer que estuviese lamiendo a mi propia madre. Incluso después de todo lo que había hecho en las últimas semanas, nunca hubiera podido imaginar que terminaría en un encuentro sexual con mi madre. Surrealista pero cierto, y por enésima vez en poco tiempo me sentí locamente enamorada. Pero esta vez de mi propia madre, de la mujer que me había ofrecido sus pechos para amamantarme cuando era un bebé y que hoy me ofrecía como amante su coño.

- Oh, mierda, no puedo creer que esté viendo a una madre y su hija tener relaciones sexuales – dijo la Sra. Winston.

- Mira más de cerca. No hay nada más hermoso que una madre y su hija se demuestren cuánto se aman - respondió la señora Madison con total seguridad.

Y no podría estar más de acuerdo. Los jugos de mi amada mamá que se filtraban en mi boca eran muy naturales, y descubrí cuál era mi nueva palabra favorita: ¡Mi mamá sabía tan “picante”!

Explorando todos los rincones de su vagina, de la misma que había salido dieciocho años antes y en la que me estaba volviendo a sumergir ahora, lo dije en voz alta.

- Mamá, sabes tan picante…

- Tú también, cariño - respondió mamá, mientras envolvía mi espalda con sus manos y levantaba su cabeza para, de alguna manera, profundizar aún más en mi pequeña y húmeda raja. Su lengua estaba haciendo maravillas y podía sentir mi flujo saliendo de mí.

- Ohhh, cariño... mira lo pegajosa que estás - dijo mamá entre lamidas.

- Tú también, mamá.

Las dos lamimos y lamimos hasta que nuestros orgasmos fueron inminentes e imposibles de evitar.

- ¿Puedo correrme, Sra. Madison?

Pregunté levantando la vista y buscándola cuando de repente recordé que necesitaba permiso.

- Mi mascota… Esta noche es muy especial, y tienes permiso para correrte tantas veces como quieras. Quiero que te vincules con tu madre. Hasta el amanecer… - sonrió con benevolencia. Luego, haciendo que mi corazón latiese más fuerte, añadió - Después de eso, depende de Catherine. Puede que sea una puta inferior para el resto de nosotras, pero para ti ella es la Señora. Puede ordenarte que hagas cualquier cosa que ella desee…

- Oh, Dios… ¡Muchas gracias, Señora! – grité con toda la pasión de mi alma, volviendo a enterrar de nuevo mi cara en el coño de mi madre, ahora mamá amante. Me centré en su clítoris, sintiendo que ella estaba tan cerca de correrse como yo…

Ella copió mis movimientos, fijando sus labios en mi clítoris, y pronto estábamos las dos respirando agitadamente mientras nos lamíamos más deprisa para arrancarnos el orgasmo la una a la otra.

- ¡Oh, sí! ¡Ya me corro, babydoll! – gritó mamá.

Cuando el flujo empezó a desbordarse de su coño lamí ansiosamente aquel río de pecado, mientras ella seguía lamiéndome hasta que, menos de treinta segundos después, logró arrancarme mi orgasmo.

- ¡Sí, Sra. Mamiiiii! ¡Me estás haciendo correrme! ¡¡¡Te quiero mucho!!! – E inundé su cara con ríos de mi flujo.

- Muy bien - gimió mamá, mientras se tragaba mi semen.

No estaba segura de si ella estaba hablando sobre su orgasmo, de mi flujo o de ambos, no me importaba Yo estaba en el cielo y sabía que ella también estaba. No podía creer lo maravillosa que la vida se había vuelto de repente. Nos seguimos lamiendo hasta que nuestros orgasmos se desvanecieron.

- Chicas… ¿pasamos a otra cosa…?

No respondimos, cada una de nosotras totalmente empapada con el flujo de la otra.

- ¿Estáis escuchando….? – dijo la Señora Madison alzando la voz.

Como no respondíamos, no queriendo ninguna de las dos que terminase el íntimo momento, finalmente gritó, haciéndonos parar.

- ¡¡¡Esclavas!!!

- ¿Sí, señora? - pregunté a regañadientes.

- Es hora de calentar esta fiesta…

- Ama, nunca te negaré nada, pero ya estoy muy sobrecalentada - bromeé.

- Yo también – dijo mamá totalmente de acuerdo.

- Levántate, Rebecca - ordenó la señora Madison.

Lo hice, con mis piernas temblorosas, y noté dos cosas: que la Sra. Winston tenía una cámara y que la Sra. Madison tenía un arnés enorme en su mano.

- Tú también, Catherine - agregó.

Mamá lo hizo, lenta y rígidamente. Aparentemente, había hecho un número tan grande con ella como conmigo.

- ¿Lista para ser follada por tu mamá, Rebecca…? - preguntó la Sra. Madison mientras se movía detrás de mamá.

- Oh, sí – asentí, un poco asustada por el grosor del añadido que llevaba el cinturón.

- Dirígete a mí correctamente, puta – me regañó la Sra. Madison.

- Sí, señora.

- Ahora responde a la pregunta correctamente… ¿Quieres ser follada por tu madre?

Me acerqué a un aparador y me incliné, moviendo el culo de manera insinuante mientras respondía con fuerza.

- Sí, señora, quiero que mi querida señora Mommy me folle tan fuerte como pueda con esa maldita y gran polla.

- Esa respuesta está mucho mejor, mi mascota… - ronroneó la Sra. Madison, mientras se inclinaba para abrochar el arnés a mi todavía desaliñada mamá.

Giré la cabeza, mientras estaba de pie, con las manos juntas detrás de mi espalda en una postura formal de esclavo, para ver cómo la señora Madison sujetaba el cinturón a la cintura y los muslos de mi madre.

- Quédate quieta, esclava - ordenó la señora Madison – mientras ajusto esto. No queremos que se suelte a la mitad, ¿verdad?

- No, señora – dijo mamá con las manos en el aire. Sus tetas se veían tan maduras, sus pezones sobresaliendo tanto, tan excitantes, que me demostró que, obviamente, ella era tan sumisa como yo, si no más.

- ¿Estás ansiosa por follar a tu hija? – preguntó la Sra. Madison mientras apretaba el arnés.

Mamá respondió, con su gran polla apuntando directamente hacia mí: "Sí, soy una amante, muy ansiosa", haciendo que la forma en que hizo hincapié en la palabra “muy” me entusiasmase aún más.

Una vez que se puso el arnés, la Sra. Madison dijo mientras golpeaba el culo de mamá

- Bueno, puta, vete a la mierda con tu puta de juguete vivo y caliente.

- Sí, señora – obedeció mamá, caminando ansiosamente hacia mí.

Escuchar la descriptiva expresión “live-in slut toy” hizo que mi coño palpitase aún más. Saber que mamá y yo podríamos jugar cuando quisiéramos era súper emocionante. En realidad, eso sería cuando ella quisiera, pero por la lujuriosa mirada en sus ojos cuando se acercó a mí supe que no habría problema.

Cuando mamá me alcanzó, se detuvo, como si de repente se diera cuenta de que estaba a punto de follarse a su propia hija lo cual, teniendo en cuenta que ya nos habíamos provocado orgasmos una a otra con nuestras lenguas, ya era demasiado tarde. La alenté.

- Está bien, mamá. Quiero que lo hagas. Realmente te necesito dentro de mi agujero de puta.

Mientras seguía mirándome, todavía inmóvil, agregué con ganas de hablar sucio para hacerle saber que ya entendía mi lugar

- Vete a la mierda, señorita mami querida. Muéstrame para qué soy realmente buena. "

- A la mierda nuestra puta, perra tonta – exigió la Sra. Winston mientras tomaba una foto.

Mamá movió la polla a mi coño.

- ¿Estás segura…?

- Sí, mami, cariño – asentí – Quiero ser tu esclava, tu juguete de mierda. Déjame darte todo el placer que papá no te da. Úsame cuándo y cómo quieras y seré la puta hija más feliz del mundo.

Mamá negó con la cabeza ligeramente.

- Este día es tan surrealista...

- Y el comienzo de una nueva era… - agregó la señora Madison, mientras se movía detrás de mamá y empujaba su trasero para que la polla entrara más profundamente dentro de mí. La Sra. Winston tomó otra foto.

La polla estiró mi coño, dándome un placer increíble pero también un dolor agudo. Los sonidos que salieron de mí eran incoherentes, excepto palabras como 'grande' y 'Mamá'.

- Solo relájate, cariño, y haz lo que mamá dice" – susurró mamá. Santa mierda. Mamá se hacía cargo de lo que sentía y no podía estar más feliz.

- Ohhh - fue todo lo que pude decir al principio, antes de volver a balbucear, y mi cabeza se iluminé – Haz que el dolor se vaya, mamá – dije, pensando que si me follaba más fuerte el dolor se disiparía y el placer se apoderaría de mí. Le rogué, aunque no era capaz de articular una frase completa que no fuese "follar" y "duro".

- Mi querida niña… - ronroneó ella, mientras obedecía mi balbuceo, comenzando a follarme más fuerte mientras me envolvía con sus brazos.

Todo lo que pude decir mientras me penetraba una y otra vez era "Joder", repitiéndolo como una letanía, mientras la Sra. Madison comentaba.

- Ustedes dos se ven perfectas juntas, casi me hace desear tener hijas.

- Quiero a mi propia hija de juguete sexual algún día - agregó la Sra. Winston.

 

Mamá nos sorprendió a todos diciendo:

- Ustedes dos pueden tener el mío cuando lo deseen.

- ¡Mamá! – dije, soltando luego una risita y preguntando burlonamente - ¿Estás realmente dispuesta a compartir a tu inocente hija con toda la comunidad?

- Cuando no te esté usando - contestó ella, follándome ahora tan fuerte que el aparador seguía golpeando la pared.

La Sra. Winston agregó.

- Creo que mi pared necesitará un nuevo trabajo de pintura después de que ustedes dos hayan terminado con su sesión...

Y no podía estar en desacuerdo, ya que fui follada y arrebatada por mi querida y dulce puta Mistress Fuck-Mother.

Seguí hablando, disfrutando de escuchar las palabras desagradables que fluían de mi boca.

- Sí, mami, folla a tu hija… Libera mi coño, mami, hazme tu juguete personal, mamá, tu puta, señora mamá…

Mis palabras le dieron a la mamá la confianza que necesitaba después de su humillante sumisión, y ella también volvió a hablar.

- ¿Te gusta la polla de mamá, pequeña zorra?

- Sí, mami – gemí – amo la polla de mi mamá.

- ¿Quieres ser la chupadora del coño de mamá?

- Sí, mami. Voy a comerme tu coño para el desayuno todas las mañanas.

- ¿Te gusta la comida casera de mamá?

- No puedo vivir sin ella – gemí – Me comeré cualquier cosa que salga de tu horno caliente – agregué mientras mi orgasmo se acercaba.

- Planeo usarte todos los días, Rebecca - prometió mamá.

- ¿Sólo una vez? - me quejé.

- Eres una puta, Rebecca - se rió mamá ante mi respuesta.

- Soy tu puta, mami, en cualquier momento, lugar y manera - prometí.

- ¿Disculpa, mascota?

- Lo siento, señora, soy la puta de todos - corregí.

- Buena niña - dijo la señora Madison mientras mamá me seguía follando.

- Me voy a correr, mami - anuncié, ya muy cerca.

- ¿Qué acabas de decir? – dijo la señora Madison bruscamente.

- Lo siento, señora, estaba tan cerca…

- Es hora de que te follen el tercer agujero…

- Mmmm… ¿Mi tercer agujero? - tartamudeé, aunque sabía exactamente lo que quería decir.

- Es hora de que tu madre tome tu última virginidad - dijo la Sra. Madison - Como tu madre, es su derecho y su deber ahora que es una de nosotros - añadió cubriendo la polla de mamá con lubricante.

"Oh," dije, con inquietud.

- Debes entender, mi mascota – dijo la Sra. Madison mientras vertía algo entre mis nalgas y metía su dedo en mi rosado orificio – que todas las mascotas deben ser Tres-Agujeros de mierda.

- Sí, señora - gemí, mientras su dedo se deslizaba en mi virgen puerta trasera.

Me tocó brevemente, algo que fue incómodo pero no demasiado doloroso, y experimentar algo tan prohibido de alguna manera me encendió.

- ¿Tengo que…? – preguntó mamá cuando el dedo de la señora Madison abandonó mi culo.

- Sí, puta – asintió la señora Madison - Pero no te preocupes, una vez que superes el dolor y la incomodidad iniciales descubrirás un placer único.

Me di la vuelta, deseando aparentar ser desagradable, queriendo impresionar a la señora Madison y queriendo que mamá se sintiera cómoda en su papel y con lo que le habían encargado que hiciese: sodomizar a su hija adolescente.

- Mierda, mamá, mi culo… Míralo, mamá… Realmente quiero que lo hagas, que me folles… Por favor, mamá… ¡HAZME TU PUTA ANAL!!!

- Será más fácil si te echas al suelo, mi mascota.

- Gracias, señora – sentí cayendo al suelo.

Mamá se movió detrás de mí, me hizo quedar de costado y frotó la polla entre mis nalgas.

- ¿Estás lista, bebé?

- Sí, mami, por favor – dije temblando, con sus manos en mis caderas.

- Ahí voy, cariño – dijo mientras avanzaba lentamente.

Sentí un dolor intenso que me golpeó cuando la gruesa polla estiró mi culo hasta proporciones para las que no estaba hecho. Grité, como si me hubieran apuñalado.

- ¡OH DIOS, MAMÁ, OH DIOS!

Un montón de sonidos inarticulados escaparon de mi boca cuando traté de decir lo que sentía.

- Duele... duele tanto… – aunque creo que sonaba más como "¡murph... umpth... oooomfer... ohhh!”

(Continuará…)