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Bimbo War Z: Apocalipsis (4)

en Grandes Series

Asustada, pero sin duda intrigada por lo que había visto, la mente de Brianna luchaba por asimilar las imágenes que le había mostrado el Doctor. Las cámaras no se inventaban nada, como pudo comprobar al dirigirse a la habitación en la que se encontraban encerrados los tres hombres, pudiendo ver a través de un cristal de seguridad que permanecían en la misma postura, con un leve oscilar de sus cuerpos y las cabezas caídas hacia un lado. Pudo ver que las heridas infligidas por el primero de ellos ya no mostraban el aspecto que sería habitual, sino un repulsivo color oscuro, como de putrefacción, y de ellas tan sólo salían de vez en cuando gotas de un viscoso líquido negro que manchaba el impoluto suelo de la habitación. La única sangre que mostraba su color normal era la que había surgido de las espantosas laceraciones en el momento de ser mordidos.

 

  • ¿Cómo se ha llegado a esto, Doctor?

  • Es lo que estamos investigando, Brianna. Tú misma has podido ver las imágenes, no te hemos escondido nada.

  • ¿Entonces...?

  • Verás... Lo único que sabemos es que no sabemos nada, aunque creemos que todo puede haber sido producto de la nueva droga que te mencioné antes...

  • ¿Se basa en algo concreto para creer eso?

  • Pues tenemos algunos indicios, aunque estamos investigando. Las únicas que muestran un estado normal son, como ya te dije, las chicas del programa “PS”, siglas como imaginarás de “PattySlut”, la primera de la serie, y las modificadas de la manera habitual, es decir, con nanomáquinas. Las chicas inyectadas con la nueva droga son las que muestran los síntomas que has visto, pero por suerte hemos logrado mantenerlas en cuarentena. Lo realmente extraño son los efectos en los hombres...

  • Creo que le entiendo... ¿Piensa que las chicas actúan como portadoras de algo aparentemente inocuo para ellas pero que hace que los hombres se conviertan en zombies...?

  • Más o menos es eso, es lo que intentamos averiguar. Nuestros bioingenieros están trabajando en ello, pero hemos logrado averiguar que las chicas se muestran agresivas en dos condiciones: una es durante lo que debería ser su período menstrual, aunque como sabes hemos logrado anular el período y todo se deba a algo que ha quedado en su subconsciente; la otra es cuando se muestran excitadas...

  • ¿Cómo han llegado a esa conclusión...?

  • Como bien sabes, todas ellas tienen injertados por microcirugía diminutos chips que nos transmiten todos los datos posibles: temperatura, ritmo cardíaco, actividad cerebral... – Brianna asintió con la cabeza mientras el Doctor seguía hablando – Gracias a ellos hemos llegado a esas conclusiones.

  • Habrá que investigar, Doctor, pero necesitamos muestras físicas, no digitales...

  • Eso es lo que quiero que hagas, Bri, que intentes sintetizar un antídoto, un remedio, algo que anule estos efectos antes de que el problema sea más grave.

  • Me pondré a ello de inmediato, Doctor. En cuanto tenga algo le informaré.

  • Brianna...

  • ¿Sí, Doctor...?

  • No dudo de ti, pero ponte a trabajar cuanto antes...

  • Gracias. Le tendré informado.

 

Brianna salió del despacho, ignorante de que lo que intentaban evitar ya se había desatado.

 

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Mike se levantó a la mañana siguiente aparentemente como siempre, aunque con un ligero embotamiento de cabeza que pareció atenuarse cuando se tomó un analgésico y se dio una ducha con agua fría como era su costumbre. Cuando salió del cuarto de baño envuelto en su albornoz para dirigirse a la cocina no pudo evitar dirigir su mirada hacia el cuerpo de su mujer, tumbada desnuda bocabajo en la cama, y por un instante le pareció que su culo parecía haber aumentado, aunque se dijo a sí mismo que sería una ilusión óptica y siguió caminando por el pasillo para tomarse el primer café de la mañana.

Mientras hervía el agua cruzó por su mente el pensamiento de lo ocurrido en el centro, pero quiso convencerse de que había sido un mal sueño y que nada de sucedido habría pasado al despertarse. Pensó que era realmente de locos, algo surgido de una mala película de serie B. “¿Zombies en el mundo real? Imposible”, se dijo a la vez que prensaba el café y se servía una generosa taza para despejarse. De improviso, le invadió una leve sensación de irrealidad cuando escuchó la voz de Jenni a su espalda.

 

  • Hola cariño.

 

Giró levemente la cabeza para contestar al saludo, pero entonces volvió a su mente la visión que había tenido al salir del baño. No sólo las caderas de Jenni parecían más desarrolladas, sino también sus tetas que parecían haber crecido la mitad de su tamaño habitual, dando a su imagen normal un aspecto realmente voluptuoso. Sin embargo había algo raro, algo en su cara que le daba un aire como ausente, y eso era lo que tenía desconcertado a Mike.

 

  • Hola cielo – respondió sin dejar de mirarla con la taza todavía en la mano.

  • Estás muy guapo esta mañana... – La voz parecía lánguida, monótona, como sin emoción...

  • Lo mismo digo de ti, nena.

 

Jenni permanecía en el marco de la puerta, desnuda, mostrando claramente sus atributos y su sexo rasurado. Sin dejar de mirar a Mike sus manos acariciaron sensualmente su cuerpo, acariciándose y levantando sus ya por entonces enormes tetas que parecían haber crecido más todavía en apenas unos segundos.

 

  • ¿De verdad, cariño?

  • Sí, pero...

  • ¿Pero qué...?

  • Pues que te veo diferente...

  • ¿Diferente...? No, cielo, Jenni no está diferente. Jenni tiene dos enormes pechos... Huy, ¿he dicho pechos? Tetas, dos enormes tetas para que Mike se las chupe y un bonito culo para que Mike se lo folle...

  • ¿Estás bien, Jenni...? – dijo Mike extrañado por el comportamiento de su mujer.

  • Huy, sí, Jenni está fenomenal. Jenni está muy buena y quiere que Mike se la folle...

 

La polla de Mike pareció cobrar vida al escuchar aquellas palabras a la vez que podía ver el brillo de la humedad en el coñito de Jenni. La voz volvió a sonar, tan monocorde como antes.

 

  • ¿Te gustan mis tetas, Mike?

  • Me encanta, pero...

  • ¿Quieres lamérmelas...?

  • Me encantaría...

  • Pues chúpale las tetas a Jenni, lame sus grandes pezones, y luego méteme tu polla en mi culo...

  • Se me hace tar...

 

No pudo completar la frase. Sin mediar palabra, Jenni se arrodilló delante de Mike y desató el nudo de su albornoz, cogiendo con su mano el durísimo pene. La mente de Mike zumbaba desconcertada, pero su cuerpo parecía ir por su cuenta, sobre todo cuando sintió la lengua de Jenni lamiendo su glande. Un escalofrío de placer recorrió su espalda, y no pudo evitar gemir levemente cuando la mujer se la introdujo de una sola vez entera en la boca, sintiéndola rozar la garganta.

Jenni por su parte se sentía terriblemente excitada, como demostraba lo mojado que estaba su coñito al acariciarlo mientras seguía chupando la polla de Mike. Se sentía feliz de darle placer a su marido, tanto como no se había sentido antes, y esa excitación la hizo aumentar el ritmo de la felación mientras las manos de su marido la cogían por la nuca para que no parase. Se la sacó de la boca y se sentó encima de la encimera de mármol con las piernas abiertas mostrando su sexo.

 

  • ¿Quieres comerte el coñito de Jenni...?

  • Claro que quiero...

  • Hazlo, lame el coño de tu puta...

  • Te lo voy a comer como no te lo he comido nunca...

 

Se agachó entre sus piernas y pasó suavemente la lengua por la encharcada vulva, saboreando los jugos que brotaban de la vagina. Se notaba a si mismo muy excitado mientras lamía, cachondo sería la palabra exacta, sobre todo cuando su lengua rozó el clítoris en suaves lamidas hasta que penetró con su lengua en la vagina. A esas alturas Jenni ya no gemía, sino que gritaba de placer apretando la cabeza del hombre contra su sexo. De golpe sintió el miembro penetrar en su culo de un solo golpe. Tal era la excitación de su marido que cuando se levantó para penetrarla se equivocó de agujero y penetró el hasta la noche anterior virgen ano de Jenni. Lejos de sentir dolor, la mujer se abrazó a él sin dejar de besarle y moviendo sus caderas para sentir el ritmo que las caderas de Mike marcaban mientras su pene entraba y salía del culo como un pistón, aumentando el ritmo cuando sintió cerca el orgasmo dispuesto a derramar su semen en el cálido orificio. Sin embargo, Jenni fue más rápida, incapaz de contar los orgasmos que había tenido ya. Al sentir como el pene se hinchaba se la sacó y se agachó para volver a chupársela hasta que sintió los chorros de leche golpeando en el interior de su garganta mientras un nuevo y poderoso orgasmo la dejaba desmayada en el suelo.

Eso era empezar bien una mañana, se dijo mientras cogía con cariño a su mujer del suelo para depositarla en la cama. Había sido extraño, sí, pero había sido un polvo fantástico. Procurando no hacer ruido se vistió y subió a su coche para dirigirse al Centro...