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Años 50 (3) - Entrenamiento de mascotas...

en Lésbicos

Años 50: Entrenamiento de mascotas de amas de casa

En la primera parte, “Primera vez con una chica”, Kimmy, nuestra protagonista de 2015, recibe un álbum de recortes de su bisabuela Rebecca, recientemente fallecida. Cuando Kimmy abre el libro, se sorprende al descubrir que el libro de recuerdos es un diario de las aventuras sexuales de su querida bisabuela… ilustrado con dibujos. Kimmy lee con asombro la primera vez de Rebecca con una mujer. Una vez que termina de leer, Kimmy se complace mientras revive cómo sedujo a Zelda, su compañera nerd.

En la segunda parte 2, “La sociedad de amas de casa lesbianas”, nuestra protagonista lee el siguiente capítulo en el álbum de recortes de su bisabuela, siendo sorprendida masturbándose mientras cuida niños y termina teniendo un encuentro sexual con una MILF. Rebecca también se entera de una antigua sociedad secreta lesbiana y se le ofrece la oportunidad de ser la nueva mascota sumisa. Para obtener el privilegio de ser la mascota del ama de casa en su último año, debe conocer a la jefa y servirla. Por último, Kimmy, tan cachonda por la idea de un club de sexo para amas de casa, imaginó dominar a una de sus vecinas.

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No volví a mirar el álbum de recortes de la bisabuela hasta que llegué a casa esa noche, un poco mareada. Había ido a una fiesta universitaria y coqueteado con un chico de una fraternidad, pero terminé sola en casa. Estaba cachonda y caliente, así que retomé la lectura del libro de mi bisabuela, preguntándome qué más haría la bisabuela a mi edad….

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Llegué al restaurante sobre las 10, la hora a la que cerraba, aunque de hecho todo en el pueblo cerraba a esa hora, incluso los viernes. Le pedí a la Sra. Madison que llamase a mi madre para pedirle que me permitiera ayudarle durante la noche en una iglesia de una comunidad cercana para poder evitar el toque de queda de medianoche.

Las cortinas estaban cerradas, aunque las luces estaban encendidas, así que llamé a la puerta cerrada con llave y fue la misma Sra. Madison quien me abrió.

- Llegas temprano, me saludó.

- Creo en la puntualidad, le dije. 

- Es una buena creencia, asintió mientras me permitía entrar.

No estoy segura de lo que esperaba encontrar, pero me sorprendió ver que ya había algunas mujeres en el restaurante, entre ellas la Sra. Crampton y la Sra. Sherman, de las cuales ya sabía que formaban parte de la sociedad secreta, además de otras que no conocía y que me fueron presentadas.

- La Sra. White, jefe de la PTA y una perra total. 

- La Sra. Pennington, esposa del alcalde.

- La Sra. Smith, cuyo marido era el director de la escuela.

- La Sra. Adler, dueño del periódico local.

- Mrs. Burns, dueña del restaurante y soltera.

La Sra. Madison me presentó. "Señoras, permítanme presentarles a la recluta de Pleasantville de este año para ser la mascota de las amas de casa, Rebecca". 

Hubo un ligero aplauso y un montón de comentarios “Encantadas de conocerte”, momento en que mi cara se puso roja ante aquellas conocidas y desconocidas, sintiéndome un poco avergonzada y como una celebridad. “Se ve deliciosa”, pude escuchar decir a alguien, “Esta vez has superado a Carol, tu amante principal”, gritó otra, a lo que la Sra. Madison se echó a reír. “Estoy de acuerdo en que es adorable y muy obediente, pero todavía está tierna y necesita mucho entrenamiento", contestó.

- Al igual que mi pequeña bimbo, dijo alguien. 

- Mi doncella también necesita algo, dijo otra mujer.

Toda la escena era surrealista, como si entrara en otra dimensión, una dimensión en la que las mujeres estaban excitadas y ansiasen sexo.

- Date la vuelta, Rebecca, me dijo alguien. 

Sintiéndome obligado a obedecer, lo hice. 

- Muy bonita, aprobó la misma voz. 

- Muy obediente, dijo otra. 

Cuando me di la vuelta, sintiéndome cohibida con sus miradas, miré a mi alrededor y pude ver que había otra adolescente de mi edad, aunque parecía estar amamantándose del pecho de una mujer mayor. “Algunas madres e hijas se sienten muy cercanas”, dijo la Sra. Madison.

Me quedé mirando la escena con incredulidad, mientras tartamudeaba. “"¿E-esa es su hija?". La Sra. Madison asintió con la cabeza. “Sí, hay que entender que no hay vínculo más estrecho que entre una madre y su hija”, añadió. No podía entender a mi madre en esa situación ya que, a pesar de ser guapa y yo me parecía mucho a ella, era un poco grosera y molesta. Asumí que sólo había tenido sexo una vez… cuando me engendró.

- ¡Guau!, dije. 

- Te sorprenderías de cuántas madres tienen sus propias mascotas, continuó mientras tomaba mi mano y la apretaba. 

- He vivido una vida muy ingenua, le dije, mirando a la madre y la hija sin salir de mi asombro voyerista. 

La madre me miró y me preguntó: "¿También eres una niña de mamá?".

- Dios, no, le contesté.

- No usamos el nombre del Señor en vano, Rebecca, me regañó la Sra. Madison, antes de cambiar su tono y agregar, “Aunque puedes usarlo cuando te corras por el placer que te regalen.

- Lo siento, señora Madison, me disculpé. 

- ¿Perdón?, preguntó, pudiendo notar cierto reproche en su voz.

Rápidamente me di cuenta de mi error y me disculpé por segunda vez.

- Lo siento, Miss Madison.

- Eso es un pecado, se rió.

- No, un pecado es esto, bromeó la madre.

- Oh, Julia, eres tan mala…

- Nací para ser mala, contestó encogiéndose de hombros y echando un chorrito de leche sobre su obediente hija.

- Por supuesto, subrayó la Sra. Madison, mirándome.

- Por supuesto, asentí yo, pensando en quién podría creerme.

- Nos reunimos una vez al mes como una comunidad mayor de las cuatro ciudades cercanas (Había cuatro ciudades, todas a 15 millas una de la otra, lo que hacía que pareciesen una plaza) que parecía una plaza completa en el mapa) de madres y amantes para entrenar nuevas mascotas, castigar la desobediencia y Diviértete con una chica ", explicó. 

- Oh, dije, todavía un poco cohibida no sólo por el acto incestuoso que estaba presenciando, sino por toda la situación.

- Lo sé, es un poco complicado de asimilar, asintió.

- Eso es un eufemismo, dije. 

- Ven conmigo, quiero que veas el primer castigo, dijo.

- Um, está bien, dije, mientras la seguía hacia una habitación en la parte trasera.

Cuando entré en la habitación me quedé sin aliento. Había ocho chicos, todos ellos desnudos y con los ojos vendados, mientras que en el suelo había una mujer cubierta de semen.

La señora Madison me explicó: "Es Rose Winters, una puta soltera que tuvo una aventura amorosa con el marido de la Sra. Ellington". 

- ¿Disfrutaste tu baño de leche, puta?, preguntó una mujer, supuestamente la amante de la Sra. Ellington.

- Sí, señora Crown, respondió la mujer, claramente humillada.

Estaba escuchando la conversación mientras miraba a los chicos, de todas las edades y con las pollas muy diferentes. Algunas eran largas y otras pequeñas, unas gruesas y otras delgadas, duras y flácidas… A pesar de que me cuestionaba mi sexualidad desde que probé mi primera vagina, ver a todos estos chicos con sus pollas a la vista me dijo que yo también estaba interesada en los chicos.

- ¿Es suficiente con ocho, puta? Estoy segura de que todos estos chicos de secundaria pueden recuperarse rápidamente.

- No, no, es suficiente con ocho, respondió la mujer.

- ¿Estás segura? Odiaría que tuvieras más ganas de semen, añadió la Sra. Crown.

- No lo haré, señora Crown, lo prometo.

- ¿Volverás a joder con un hombre casado otra vez?

- No, Sra. Crown, respondió la mujer a cuatro patas, cubierta de esperma.

Miss Crown, algo gordita aunque muy guapa, pelirroja con enormes pechos, se dirigió en ese momento hacia mí.

- Y tú debes ser la nueva mascota de Pleasantville... 

- Sí, señora. Hoy es mi primer día de entrenamiento, asentí. 

- Tengo ganas de ver, sonrió, mientras caminaba hacia mí y acariciaba mis pechos a través de la blusa. “¿Por qué sigue vestida y de pie?", preguntó mirando a la Sra. Madison.

- Buenas pregunta, asintió la señora Madison, que se volvió hacia mí y ordenó. "De rodillas". 

Rápidamente obedecí.

- Buena niña, ronroneó la señora Madison, dándome una palmadita en la cabeza, antes de agregar: "Vamos a ver cómo va el otro castigo". 

La seguí, sobre mis manos y rodillas, y me llevaron al baño. Jadeé cuando de nuevo me pregunté en qué me estaba metiendo. Una chica de mi edad tenía las muñecas y los tobillos atados, en una posición evidentemente incómoda. Se podía ver que también estaba mojada.

- Esta es Bethany. Se corrió tres veces sin permiso. 

“¿Eso es todo?”, me pregunté a mí misma, aunque inmediatamente me guardé ese pensamiento.

- Verás, Rebecca. La obediencia es muy importante. Sólo podrás alcanzar el nirvana que tan desesperadamente ansían las mascotas si eres cien por cien leal y dedicada.

- Sí, señora, asintió la chica atada.

- Aunque es una de las dos mascotas de la Sra. Winchester, cuando una mascota está aquí todos somos sus amas, xplicó la Sra. Madison. 

Me pregunté si eso significaba que eso sería aplicable para mí. 

- ¿Estás disfrutando tu castigo?, le preguntó Miss Madison, mientras caminaba hacia ella y se sentaba a horcajadas sobre su cara. 

- Sí, señora", asintió Bethany, aunque su gesto se frunció ligeramente.

La señora Madison se levantó el vestido, revelando que no llevaba bragas y le ordenó: "Pídemelo, Bethany". 

- Por favor, señora, utilíceme como su inodoro, suplicó la chica, sorprendiéndome y dándome cuenta repentinamente de por qué el suelo estaba tan mojado. 

Me disgusté un pocos aunque, casi al instante, también sentí curiosidad.

- Abierto, dijo la señora Madison, justo cuando su riachuelo dorado comenzó a rociarse y salpicar por toda la cara de la hermosa chica.

Observé con asombro, incluso preguntándome cómo sabría la orina. ¿Estaría caliente o fría? ¿Dulce como el jugo de coño o amarga? ¿Deliciosa o asquerosa?

- Ahhhhhhh, lo necesitaba, dijo la señora Madison, mientras terminaba de orinar en la boca abierta de la chica.

No podía creer lo humillada que debe estar la hermosa rubia. En ese momento la Sra. Madison terminó y, quitándose dejando caer su vestido se giró hacia mí mientras me miraba.

- Tu turno.

- ¿Para qué?, le pregunté, dudando de si me querría para reemplazar a la otra chica.

- Para orinar en nuestra mascota.

- Oh…

- Ve y orínala, me ordenó

- Ummm, está bien, asentí, aunque me resultase un poco extraño.

Me acerqué a ella y la miré, sin poder decir si estaba disfrutando de la situación o no ya que estaba sonriendo, mientras me levantaba mi falda, dándose cuenta la Sra. Madison de que todavía llevaba puestas las bragas.

- ¿Llevas puestas las bragas aquí?

- No sabía que no debía llevarlas, contesté, preocupada ante un posible castigo por un error que no sabía había cometido.

- Tú vagina siempre debe ser fácilmente accesible para tus amas, dijo.

- No volverá a suceder.

- Bien, asintió.

Me bajé las bragas y me las quité, ordenándome la Sra. Madison que se las diese. “Braguitas muy mojadas, mi mascota”, dijo cuando se las entregué, antes de guardarlas en su bolso. No dije nada, volviendo a levantarme la falda para orinar sobre aquella extraña, aunque realmente no tuviese ganas. Me sentía tan rara, tan mal, aunque extrañamente también me sentí poderosa cuando empecé a orinar sobre su cara. Sin embargo, cuando mi primer chorro golpeó su frente me escuché a mí misma decirle "Trágatelo todo, mala mascota", moviendo ella su cabeza para atrapar en su boca el chorro, aunque terminó salpicando su pecho.

- ¿Intentas salpicarla en todas partes menos en su boca?, dijo Miss Madison.

Me reí ante aquel comentario, lo que hizo que me tambalease un poco y el chorro volviese a caer sobre su frente. Eso hizo que Bethany también se riera, como si estuviera viendo un episodio de “Los Tres Chiflados”. Una vez que terminé de orinar, la Sra. Madison volvió a hablar.

- Bethany, ¿qué consejo puedes darle a la nueva mascota cuando empieza su entrenamiento?

- Nunca preguntes, nunca dudes y nunca desobedezcas, contestó mirándome la hermosa rubia, con su cara empapada de orina.

- Un buen consejo, asintió la señora Madison. “Esas palabras deben vivirlas ambas”.

- Sí, señora, dijimos ambas, justo cuando comencé a alejarme de ella.

- Mmmm, reflexionó la Sra. Madison mientras miraba a Bethany. “Tengo curiosidad…”

- ¿Sobre qué, señora?, pregunté yo.

- Bethany, haz pis, ordenó. 

- Sí, señora, respondió la hermosa maniatada.

Ama Carol y yo la observamos mientras trataba de orinar. Se tomó su tiempo, pero finalmente comenzó a hacerlo, orinando en su propia cara por el ángulo en que estaba atada. Era extraño y excitante, y al instante supe que siempre sería una obediente mascota.

- ¿Lista para comenzar tu viaje?, preguntó la Sra. Madison.

- Sí, asentí, súper cachonda por alguna razón, aunque no quería ser ninguna de las mujeres que habían sido disciplinadas.

- ¿Has chupado alguna vez una polla?, me preguntó.

- No, contesté, sorprendida por la pregunta.

- Bueno, eso cambiará hoy…

- ¿De verdad?, pregunté sorpendida.

De hecho, esperaba que mi tarea tal vez fuera que me tomasen fotografías atractivas o atender a todas aquellas mujeres. Un buffet de coños era en realidad atractivo… Ver diferentes coños, probar diferentes sabores y escuchar los gemidos de esas mujeres… Todo ello me excitó.

- Sí, contestó. “Además de ser una gran complaciente de vaginas también necesitas ser una gran mamadora y folladora con los hombres”, agregó.

- ¿De verdad?, repetí como un loro.

- Sí, asintió. “La realidad es que la sociedad aún no está lista para ser dirigida por mujeres, por lo que necesitamos casarnos con hombres importantes, que hagan un trabajo importante que les haga pensar que están al cargo.

- Oh…

La Sra. Madison se echó a reír.

-  Todo es parte de una partida de ajedrez muy larga, mi mascota, una que ganaremos. Pero sí, es irónico. Para finalmente ocupar nuestro lugar en la cima de la sociedad tenemos que burlarnos de los despistados hombres.

- Bueno, dije. “Después de ver esas ocho pollas no estoy segura de ser estrictamente lesbiana”, contesté finalmente, sonriendo ella.

- Ninguna de nosotras lo es... Bueno, un par de nosotras sí lo somos, pero sobre todo somos mujeres insatisfechas que buscamos la libertad sexual y el placer y que estamos iniciando el camino hacia la verdadera igualdad femenina.

- De acuerdo, asentí.

Quería casarme, tener hijos, y ahora entendí que convertirme en una mascota, unirme a una sociedad lesbiana secreta, no iba a terminar con ninguna de las típicas aspiraciones adolescentes.

- Sí, Rebecca, muy pronto las mujeres lo tendrán todo. La liberación sexual, la libertad de elección y el poder llevar a cabo un cambio real.

- Eso espero, asentí, aún cuando pensaba en lo extraño de que en su teoría hubiese una jerarquía sexual en la que había un Ama en la cima y una mascota como yo en el fondo.

- Entonces debes recordar que necesitamos alguna evidencia incriminatorias tuya para el caso de que alguna vez vaciles en tu papel de mascota o en el camino hacia la liberación…

- Sí, aunque nunca haría eso…

- Te creo, pero puede que una nunca sea totalmente cuidadosa… Ahora sígueme…

Me llevó de vuelta al sótano por una escalera (arrastrarse por una escalera es un desafío), encontrándome con un espectáculo sorprendente.

Pude ver a los ocho chicos allí parados en círculo, con la chica que anteriormente se amamantaba de su propia madre en el centro, chupando lentamente una polla y acariciando otras dos. La Sra. Madison volvió a hablar.

- Además de las fotos es importante que te conviertas en una buena mamona, ya que aunque el sexo se venda, las mamadas son lo que gobierna el mundo…

- ¿De verdad?, pregunté, mirando a la chica masturbar lentamente la polla de uno de los chicos.

- Oh, sí, asintió ella. "El camino real al corazón de un hombre no es a través de su estómago, como nos enseñaron, sino a través de su polla”.

Me reí.

- Bueno, Steve siempre está deseando salir conmigo…

- Confía en mí, no es eso lo que quiere… Y si no sale pronto con tu boca o con tu coño encontrará a alguien con quien hacerlo…

- Supongo…, contesté, ya que no estaba muy segura de querer salir con él de todos modos.

- Y él es un buen partido. Es inteligente, guapo, y viene de una buena familia con dinero. Es el chico perfecto para convertirse en un hombre al que puedas usar para salir adelante… Por supuesto, tienes que estar dispuesta a mover la cabeza… - agregó con una risita.

- Entiendo, asentí con curiosidad por chupar una polla. Ver a la chica hacerlo me hacía sentir curiosidad, y la variedad de tamaños me tenía intrigada.

- Ahora, Kimberly está preparando todas esas jugosas pollas para ti…

- Oh, dije, pensando que ocho pollas era demasiado.

- Además, dijo, va a tener algo de trabajo, ya que anteriormente Rose ya agotó sus pelotas una vez…

Estaba emocionada y nerviosa y miré a los chicos de cerca. ¿Conocía a alguno de ellos? Ninguno me pareció familiar, pero era difícil decirlo con seguridad. Como si leyera mi mente, la Sra. Madison alivió mi preocupación.

-  No te preocupes, mi mascota. Cada uno de estos chicos es de fuera de la ciudad y ni siquiera sabe en qué ciudad se encuentra…

- Oh, está bien, asentí.

- Bueno, mi mascota… Ve a chupar tu primera polla jugosa. Vamos a hacerte una muy buena mamona para Steve…

 

- Sí, señora, asentí.

La tomé en mi mano y la acaricié lentamente. Me sorprendió lo increíblemente difícil que era por cómo parecía retorcerse en mi mano, mientras la Sra. Madison me instruía.

- Adelante, mi mascota, tómala en tu boca…

Así lo hice, sintiéndome un poco culpable de que la primera polla en mi boca no fuera la de Steve. De alguna manera no sentí que estaba engañándole, ya que estaba con otra mujer y él no tenía vagina. Sin embargo, ahora tenía la polla de un extraño en mi boca. Dicho esto no iba a parar, no podía evitarlo, pero también sentí prisa por no ser la buena chica que todos en mi escuela creían que era. Me sorprendió lo gruesa que era su polla y cómo estiraba mi boca, ya que era mucho más grande que una pajita o una paleta, las únicas dos cosas que normalmente tendría en mi boca. Comencé a balancearme lentamente, sin saber qué estaba haciendo, pero intentando repetir lo que veía hacer a Kimberly.

- Acostúmbrate a tener una polla en tu boca, mi mascota, dijo la Sra. Madison. 

Quería decir que eso era exactamente lo que estaba haciendo, pero tenía tan sólo un poco de polla en mi boca. 

- Agradable y lento, continuó.

Eso era lo que estaba haciendo. Debo decir que soy una perfeccionista y, una vez que empecé a chupar, quería meterme más y más de su polla en mi boca.

- Te está gustando, ¿verdad?, preguntó Miss Madison cuando comencé a moverme un poco más rápido. 

Gemí en respuesta y eso hizo gemir al chico.

- Te ves muy sexy con una gran polla en la boca, Rebecca, ronroneó ella.

Me pregunté cómo me vería con la boca estirada y la cabeza inclinada hacia adelante y hacia atrás como un yo-yo. 

- Oh Dios, estoy a punto, gimió el chico.

- Tienes la oportunidad de ser el primero en darle a nuestra mascota el sabor del semen. Dispárale en la boca…

- Sí, señora, se quejó el chico.

No estaba segura de qué esperar, pero seguí moviéndome, curiosa por saber cómo sabía el semen. Pronto supe que era definitivamente cálido cuando él gruñó y comenzó a escupirlo en mi boca. Casi me atraganté, ya que no estaba preparada para ello, pero controlé mi reflejo y me lo tragué todo. Sucedió tan rápido que apenas tuve tiempo de saborearlo, mientras se deslizaba por mi garganta hasta mi vientre. 

- ¿Cómo fue, mi mascota?, preguntó la Sra. Madison.

- Diferente, respondí.

Mientras permitía que la primera polla saliera de mi boca no podía decidir si en realidad me gustaba o no. Definitivamente no fue tan emocionante y satisfactorio como saborear o complacer a una mujer. El sabor de una mujer estaba allí con cada lamida, mientras que el de un hombre aparentemente era apenas un segundo. Complacer un coño era una aventura, mientras que complacer a un hombre era una tarea.

- ¿No es tan bueno como el coño?, preguntó.

- Nada es tan bueno como el coño, respondí, evitando ser grosera con el extraño que acababa de depositar su semen en mi boca.

- Nunca se han dicho palabras más verdaderas, se rió la Sra. Madison, antes de decir: "Uno menos, quedan siete, mi mascota.

- Sí, señora, dije.

Me moví hacia el segundo tipo, cuya polla estaba más bien fláccida, y la tomé en mi boca. No fue difícil, tan sólo un sentimiento totalmente diferente. Me sentí asombrada mientras crecía en mi boca. Era extraño y, sin embargo, mágico, como si Jack's Beanstalk creciera en mi boca. Me sentí poderoso, sabiendo que estaba creciendo por mi culpa. Fue entonces cuando entendí las palabras de la Sra. Madison sobre el poder de la mamada. Una vez dura agité mi lengua alrededor de su glande. Entonces empecé a meneársela. Ahora dura, su polla era más delgada, pero más larga que la primera. 

- Eres un placer natural, Rebecca, dijo la Sra. Madison. 

Entendí lo que ella quería decir: Me encantaba complacer, y mientras chupaba la polla de aquel extraño quería hacer que se corriese, darle la mejor mamada de la historia.

- Cuando te vayas a correr quiero que la saques y eches tu carga en su boca. Y, Rebecca, quiero que lo atrapes todo en tu boca, pero no te lo tragues.

- Sí, señora, gimió el chico, con acento fuerte aunque educado, lo que consideré gracioso por alguna razón.

Me balanceé por lo que pareció una eternidad, antes de que finalmente me la sacara. Abrí de par en par mi boca y observé su polla. Bombeó furiosamente y yo solo mantuve mi boca abierta y esperando. Luego se corrió. El semen salió disparado como un cañón y golpeó directamente en mi boca. Me quedé sentada allí, como un blanco humano, centrándome en atraparlo todo y no tragar. Una vez que terminó, cuatro chorros aterrizaron en mi boca, mientras la Sra. Madison ordenaba: "Ahora disfrútala, Rebecca. Muévela en tu boca como si estuvieras usando un enjuague bucal". Yo obedecí, pudiendo esta vez pude probar su salinidad, la textura extraña y viscosa.

- No tragues todavía, me ordenó. 

Seguí agitándolo en mi boca hasta que casi no tuve sabor, como cuando tenía tres años y me negué a tragar mis chuletas de cerdo (Dios, odiaba las chuletas de cerdo) durante una hora después de la cena.

- Ahora trágalo, ordenó.

- Sí.

- ¿Disfrutaste el sabor?

- No es como el de un coño.

- Sí, la corrida masculina adquiere otro sabor, dijo encogiéndose de hombros.

- No está mal, agregué, mientras me movía a la tercera polla.

- No, no está mal, ella estuvo de acuerdo.

Me tragué la tercera y cuarta carga. Levanté la quinta carga y lo atrapé todo en mis manos y luego tuve que lamerlo todo. Las dos siguientes me ordenaron recibirlas a la vez. Me restregué una, mientras chupaba la otra. "A veces, tenemos que ser capaces de realizar múltiples tareas", dijo la Sra. Madison, no pudiendo evitar reírme con aquel comentario.

- Tenemos tres agujeros y, a veces, necesitamos usarlos los tres para conseguir lo que buscamos, continuó.

Eso no lo pude entender. 

Quizá una polla en mi coño y otra en mi boca, pero el pensamiento de una polla en mi culo no me parecía correcto. La idea de tener de alguna manera uno en mi coño y culo al mismo tiempo parecía físicamente imposible. Ni siquiera podía empezar a comprender cómo se podría hacer.

- Y una que sea verdaderamente multitarea puede incluso usar una o ambas manos para complacer a cinco hombres a la vez, agregó.

Seguí yendo y viniendo entre las dos pollas, considerando incluso alcanzar la última polla. Sin embargo, no lo hice, ya que no era lo que me ordenaron hacer.

- ¿Te imaginas lo que dirían tus compañeros de clase si te vieran ahora, Rebecca?, preguntó ella, mientras me metía más profundamente una polla de seis pulgadas. 

- Probablemente se arrodillarían en shock, me reí, mientras me movía hacia la otra polla.

- O darte su polla, bromeó riéndose. "Soy poeta y ni siquiera lo sabía". 

Me balanceé de un lado a otro durante unos minutos más antes de que la señora Madison ordenase.

- Es hora de tu facial, mi mascota. Chicos, acariciad vuestras pollas y correos sobre mi linda mascota.

Ahora estaba mirando dos pollas dirigidas directamente hacia mí. 

- Cierra los ojos, mi mascota. Confía en mí, no querrás que se te corran en los ojos… Escuece, pone los ojos enrojecidos y es evidencia de tu pecado...

- Sí, señora, obedecí, cerrando los ojos a pesar de que estaba disfrutando ver a los dos muchachos acariciando con furia sus pollas duras.

Fueron otros treinta segundos, más o menos, hasta que sentí que el semen sorprendentemente cálido me salpicaba la cara. También sentí, al final, como si una manguera de incendios me había rociado la cara. Sin pensar, alcancé y encontré ambas pollas y las acaricié lentamente, mientras mantenía los ojos cerrados.

- Te ves terriblemente sexy con tu cara llena de semen…

- Me siento como una puta, dije, mientras lo sentía gotear por mi barbilla.

- Todas somos zorras. Ya sea al complacer a los demás o sumisos en seguir las expectativas de la sociedad, todas somos perras.

- Supongo, dije, pensando que era un poquito exagerado.

- No, no supongas, entiende… Somos seres sexuales, y ceder a ese deseo es natural, y por eso Dios nos dio la capacidad de poder sentir esa euforia…

- Eso tiene sentido, asentí, mientras sentía sus manos en mi cara y, de repente, una tela cálida limpiando mis ojos. “Gracias”, contesté.

- Sólo protejo a mi mascota, me dijo cuando finalmente abrí los ojos.

- Bueno… Tu mascota está agradecida, dije mientras miraba hacia abajo y veía el semen que manchaba mi blusa.

- Quítate la blusa y el sostén…

- Sí, señora.

Una vez en topless me moví a la última polla. En ese momento me dolían las rodillas, la boca y el cuello. Mamé furiosamente aquella polla deseando que acabase de una vez. Cuando estuvo a punto la Sra. Madison le ordenó que se corriese sobre mis tetas, lo que obedeció arrojando su semilla por todos mis senos un par de minutos más tarde.

- ¿Estás cachonda…?

- Honestamente, estoy más dolorida que cachonda…

- Comprensible, pero todavía no hemos terminado…

- ¿Todavía no…?

- Ahora es el momento adecuado para que te conviertas oficialmente en la mascota de las amas de casa, dijo mirándome con una sonrisa en su rostro.

- ¿Tengo que complacer a todas las amas de casa?

- Por supuesto, pero no hoy, se rió, antes de agregar aparentemente admirándome, "De verdad que eres la mascota más ansiosa".

La seguí por las escaleras y volví al comedor a Miss Madison, donde me dijo: "Es el momento de la iniciación final". Cuando llegamos a la habitación un montón de mujeres formaban un círculo masivo, cada una con el rostro enterrado entre las piernas de otra mujer. En una cabina, la señora Pennington estaba leyendo el periódico mientras alguien estaba debajo de la mesa entre sus piernas. En otra cabina, la mamá que amamantaba no tenía una, sino dos mujeres que mamaban sus enormes tetas... lo cual era inquietante y ardiente. Inclinada sobre una mesa su hija, Kimberly creo que era su nombre, tenía una larga cuchara de madera que bombeaba dentro y fuera de ella. Cuando lo miré más de cerca, me di cuenta de que la cuchara no estaba en su coño, sino que estaba siendo bombeada dentro y fuera de su culo. La Sra. Adler se frotaba a sí misma mientras observaba a la Sra. Smith siendo follada por su coño por el puño de otra mujer que no reconocí. La Sra. Smith gritó, mientras su orgasmo obviamente golpeaba, "Sí, tu puño en mi coño", mientras agarraba la cabeza de la mujer y la sostenía profundamente en su interior.

- Te encaja toda mi mano, puta, dijo la mujer mientras golpeaba su culo y empezaba a mover su mano dentro y fuera.

Al instante me pregunté cómo podría caber una mano entera dentro de un coño. No podía entender que fuera placentero, pero la Sra. Smith lo estaba disfrutando. 

- Oh, Dios, ya voy, joder, gritó la señora Smith, confirmando mi suposición. 

Me volví hacia otra mesa y vi a Amber en ella, con sus piernas abiertas de par en par y otra mujer que no conocía enterrada entre sus piernas. Sus gemidos sonaban fuertes, y era obvio que estaba a punto de correrse. Observé como la mujer se sentaba, con el jugo de Amber en la cara y una cuerda desde su barbilla hasta el coño de Amber. Era extrañamente erótico, y me pregunté cómo sabría Amber. Me pregunté si pasando por mascotas, estas podrían convertirse en Amas.

- Tu coño es tan dulce, ronroneó la mujer.

- Gracias, Señora, gimió Amber, respondiendo a mi pregunta de si se graduó como amante a la misma vez que se graduaba en la escuela secundaria.

De repente quise probarla. De repente quise probar a cada mujer de la cena.

Mientras miraba alrededor pude contemplar escenas lésbicas por toda la sala. Incluso dos camareras se estaban besando. Parecía que sólo la Sra. Carol y yo no estábamos comprometidas en algún acto lésbico. Me reí entre dientes cuando me di cuenta de que durante esa noche loca aún no había participado en nada lésbico, salvo que así se considerase hacer pis en otra chica.

- ¿Todavía no estás cachonda?, preguntó Miss Madison.

- Oh, creo que me gustaría cambiar mi anterior respuesta, contesté sonriendo mientras sentía mi coño en llamas.

- Bien, asintió, agregando: Todas, es hora de la iniciación de nuestra nueva mascota. 

Me sorprendí cuando las mujeres dejaron de hacer lo que estuviesen haciendo y me miraron. Mi cara ardía de emoción y nerviosismo… No me gustaba ser el centro de atención.

- ¿Quién ganó el sorteo?, preguntó la señora Madison.

- Yo…, dijo una de las mujeres.

- Por suerte, para ti, Marge, sonrió la señora Madison. "Venga, siéntate en la mesa, mi mascota", me ordenó. 

Súper agradecida de levantarme con las rodillas algo doloridas, me puse de pie y caminé hacia la mesa, sintiendo cada par de ojos mirándome.

- Quítate el resto de tu ropa, mi mascota, me instruyó la Sra. Madison. "Dejemos que todos vean tu hermoso y joven cuerpo".

- Sí, señora, asentí, con las manos temblando.

Me quité la falda y luego mis bragas y, finalmente, mis calcetines y zapatos. Entonces me paré frente a más de veinte mujeres completamente desnudas. Tan desnuda como Eva. 

- Muy bien, comentó alguna mujer.

- ¿No es ella…?

La Sra. Madison estuvo de acuerdo, antes de contestar.

- Sí, mi mascota, y la de todas.

Escuché la palabra “todas” y supuse instantáneamente que había una jerarquía en esta sociedad y que estaba en el fondo de la misma.

- ¿Disfrutaste viendo a la señora Smith con el puño dentro de su coño?, preguntó la señora Madison. 

- Sí, asentí, incluso mientras me preocupaba estar a punto de que me introdujesen un puño. 

- Ven y obtén tu premio, Marge, ofreció la Sra. Moran.

- Gracias, señora, asintió Marge mientras se acercaba a mí. Sin decir una palabra enterró su cara en mi vagina. 

Gemí con fuerza, mientras cerraba los ojos, sorprendida por la repentina y agresiva lamida. Después de un par de minutos deslizó un dedo y gemí aún más fuerte. Luego fueron dos dedos. Luego tres, ensanchando mi vagina y creando nuevos estímulos. Luego Marge dijo “Lista para ser fisteada”, lo que me hizo gemir “Soy tu puta”, deseando que todos las presentes supieran que era una sumisa obediente para todas ellas. Su mano se deslizó dentro de mí y mis ojos se abrieron de par en par. Me dolía ligeramente, pero un dolor acompañado de placer.

El sentimiento era diferente a cualquier otro. Fue intenso y sentí la presión por todas partes dentro de mí. Abrió su mano y todo mi ser pareció ensancharse. Gemí fuerte, mientras mi cuerpo entero temblaba. Era muy diferente a cuando un consolador llenaba mi coño, extrañamente suave. Cuando tuvo todo su puño dentro de mí empezó a lamer mi coño. Al instante, todo mi cuerpo estaba ardiendo, sintiendo esas llamas dentro de mi cabeza, que se iluminó y me hizo suplicar. De repente me di cuenta de que necesitaba permiso para correrme.

- ¿Puedo correrme, Señora?

- Sí,  puedes, dijeron alrededor de una docena de mujeres.

Dejándome ir completamente mi orgasmo estalló en mi interior, haciéndome gritar “¡¡¡Gracias a ustedes!!!”, hasta que finalmente sacó su mano y mi corrida salió del interior de mi coño como si se hubiese roto un grifo. Cuando finalmente pude abrir los ojos la habitación esta sumida en una orgía lésbica, una orgía de la que quería formar parte aunque, desafortunadamente, no fue así.

- Necesitas volver a casa para no quebrantar el toque de queda, dijo la Sra. Madison mirándome.

- Oh, dije, devastada en mi interior.

- Te conozco, mascota mía, dijo sonriendo. “¿Quieres comer coño toda la noche?”.

- Me gustaría, asentí.

- Desafortunadamente, tu mamá no está en la lista, dijo. "No te preocupes, cariño, ella está en la lista", agregó.

- De ninguna manera, dije asombrada.

- Oh, nunca juzgues un libro por su cubierta, sonrió.

- Creo que estoy aprendiendo eso, asentí, contemplando la orgía lésbica que estaba teniendo lugar.

- Oh, tu aprendizaje apenas está comenzando, prometió.

- Sí, Señora, asentí.

- Ahora vete, dijo. "Cada una de las mujeres de la sociedad te llamará por teléfono durante las próximas semanas”.

- No puedo esperar, respondí, preguntándome quién más que no conocía pertenecería a la Sociedad.

- Lo sé, mascota. Sal por la cocina para que nadie te vea.

- Sí, Señora.

Asentí y me vestí, recogiendo mi ropa de diferentes habitaciones, y le eché un último vistazo a la orgía, con mi coño aún ardiendo mientras me marchaba a regañadientes, dirigiéndome a la cocina y hacia otro pervertido acto.

Pude contemplar a la Sra. Burns inclinada desnuda en su propia cocina, ya que no sabía de otra mujer que tuviese una cuchara de madera. Sin saber que estaba allí rogó.

- Sí, señora. ¿Puedo tener otra?

- ¿Debo darle otra, Rebecca?, preguntó la Ama.

- Sí, señora, asentí, aunque no estaba totalmente segura de mi aprobación.

- ¡¡¡Sí!!!

Observé en shock cuando la cuchara de madera hizo contacto con el culo desnudo de la Sra. Burns, que aulló y gimió emitiendo un sonido que no sabía que fuese posible. No sabía qué quería la Sra. Burns, pero sentí que quería más, así que sólo pude responder:

- Sí, señora.

Vi como la cuchara de madera la golpeaba de nuevo, viendo como la Sra. Burns hacía un gesto de dolor y, a la vez, de placer. Me pregunté cómo un acto tan violento podía ser a la vez placentero. De repente escuché a la Sra. Madison detrás de mí.

- ¿Todavía estás aquí?

- Me estaba yendo, dije.

- Que tengas una buena noche, mascota mía, dijo. "Y no te toques ese coñito”, agregó.

- Sí señora.

Asentí mientras me marchaba de mala gana, por la puerta trasera, justo cuando oía a la Sra. Burns gritar de nuevo.

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Mi coño estaba en llamas mientras leía sobre las aventuras lésbicas de mi bisabuela. Agarré mi vibrador y lo encendí a baja velocidad mientras continuaba leyendo.

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Durante las siguientes atendí a todos los miembros de la comunidad secreta. 

Primero, fui a la señora Pennington, a la que le saqué docenas de orgasmos durante más de dos horas y media, mientras ella se sumía en su lectura.

La Sra. Burns me hizo follarla con una cuchara de madera después de darle un par de docenas de azotes. Sorprendentemente, de alguna manera, toda la cuchara se introdujo en su interior.

Luego fue la Sra. White la primera en probar mis límites. Me hizo señas para conocernos justo antes de almorzar en la sala de juntas de la escuela. Cuando nos conocimos me hizo arrastrarme debajo de la mesa, cubierta con un mantel que me ocultaba por completo mientras la atendía y ella tenía una reunión.

No tenía idea de si los demás formaban parte de la sociedad, o si sabían que yo estaba allí, pero tuve que acariciarle las piernas sobre las pantimedias, los pies y los tobillos. Luego movió su pie hasta mi boca y chupé cada uno de sus dedos a través de la prenda.

Cuando ella hizo un descanso para tomar un café apoyó sus pies sobre sus talones y se alejó, invadiéndome la ansiedad al quedarme debajo de la mesa. Cuando regresó unos minutos más tarde abrió las piernas y señaló su coño, arrastrándome entre ellas ansiosa por darle placer, pensando que ella no se arriesgaría más que yo a ser sorprendida en tal actitud, así que me relajé y me dediqué a darle un lento placer. Lamí durante una eternidad hasta que por fin se levantó.

- Eso es todo por hoy, señoras.

Volví a esperar, inquieta, hasta que escuché como se cerraba la puerta.

- Arrástrate, mascota, ordenó.

- Sí, señora, obedecí.

- Me estabas volviendo loca con tu lengua.

- Tengo la intención de complacerla, Señora, contesté mirándola a los ojos.

- Entonces ven y termina lo que empezaste, ordenó chasqueando los dedos mientras se sentaba y separaba sus piernas.

Volví a dedicarme a su vagina, cambiando esta vez de lamidas tanteadoras y lentas a agradablemente rápidas y agresivas.

- Está bien, gimió ella. “Mete esa lengua muy adentro”.

Obedecí, tratando de usar mi lengua como una pequeña polla, hasta que agarró mi cabeza y me empujó profundamente contra su coño, moviéndolo arriba y abajo sobre mi cara, pudiendo únicamente extender mi lengua y lamer. En menos de un minuto sentí mi cara llena de su flujo, y me lamí lo mejor que pude, adorando el sabor de su coño. “Joder, creo que voy a usarte mucho”, dijo cuando me dejó ir. Curiosamente, no fue lo que dijo lo que me excitó, sino que su entonación pareció como un juramento.

- Levántate, me ordenó.

- Sí.

- Inclínate...

- Sí.

- Tienes un gran trasero, Rebecca, dijo mientras me lo acariciaba suavemente.

- Gracias, Señora, dije, asombrada de que me hubiera hecho inclinarme en la sala de juntas… justo cuando sonaba el timbre de la señal para la comida. 

- Está bien si te corres tarde, dijo. "Sé que la Sra. Parks estará a tu lado". 

- Está bien.

Asentí sabiendo que la Sra. Parks definitivamente tenía conocimiento de la sociedad secreta, aunque sin estar segura de si era una miembro activa o no.

- ¿Lista para tu próximo entrenamiento…?

- ¿Estar debajo de la mesa con otros en la sala no era entrenamiento?, pregunté.

- Ese fue el aperitivo.

Grité, cuando me pilló con la guardia baja. Me azotó una docena de veces, creándome con cada uno una mezcla de placer y dolor.

- ¿Te gusta que te azoten?

- Sí, señora, respondía, sin saber si realmente lo hice o no.

- Quiero que te corras siendo azotada, me ordenó. “Acaríciate con cada azote, mi pequeña puta”, añadió.

- Está bien, respondí totalmente de acuerdo, mientras movía mi mano hacia mi coño y empezaba a frotarme frenéticamente en el momento que me dieron permiso para correrme.

Y tras media docena de azotes después me corrí… intensamente. No podía creer lo rápido que podía llegar al orgasmo una vez que me daban permiso, como si mis orgasmos controlaran mi cuerpo. Me envió de vuelta a clase, después de permitirme lavarme la cara, con mi culo dolorido.

Unos días más tarde conocí el arte del “fisting” con la Sra. Smith y la Sra. Echols, otra ama de casa recién casada e incorporada a la Sociedad. La Sra. Smith me hizo hacerle un puño a la Sra. Echols, enseñándome a ir despacio, usando mis dedos y mi muñeca. Después, la Sra. Smith hizo que la Sra. Echols le devolviera el favor. Tener un puño dentro de ella estando acostada sobre mi espalda era una sensación completamente diferente.

Me corrí tan fuerte que me desmayé. Una vez que me recuperé llevé a la Sra. Smith al orgasmo, mientras que la Sra. Echols lamía su clítoris. Luego la Sra. Hamilton me llevó a múltiples orgasmos atada con un cinturón, cosa que le encantaba utilizar.

Todos los lunes, fui a la casa de la Sra. Hurdle por la mañana, antes de la escuela, y desayuné en su cocina, de rodillas.

La siguiente fue la señora Parks. Me pidió que me quedara después de la escuela para ayudarla a preparar las entrevistas de padres y maestros de la tarde. Para mi sorpresa eso significaría estar debajo de su escritorio. Toda la tarde. Me senté debajo de su escritorio durante tres horas, lamiendo su coño durante las entrevistas entre padres y maestra, incluyendo una con mis padres. Apenas podía contener la risa, ya que la Sra. Parks dijo muchas cosas con doble significado.

-Tu hija es una castora ansiosa. 

-Tu hija es una estudiante dedicada siempre dispuesta a aprender cosas nuevas. 

-Tu hija está dispuesta a hacer cualquier cosa que le pida. 

- Tu hija es muy obediente y respetuosa.

Una vez que mis padres se fueron, la Sra. Parks bromeó

- Tu madre tiene un buen cuerpo. Apuesto a que sería una gran adición a nuestra sociedad..

- Ella nunca lo haría, contesté, todavía entre sus piernas.

- Nunca digas nunca, dijo sonriendo, mientras yo volvía a complacerla.

Una vez que hizo la última entrevista me sacó de debajo del escritorio, lo cual agradecí por el entumecimiento que sentía en mi cuerpo, y me besó. Rompiendo el beso me ordenó.

- Desnúdate completamente y súbete a mi escritorio.

- ¿En serio?

- ¡Ahora!, ordenó.

- Lo siento, Señora.

Me disculpé, sabiendo que nunca debía cuestionar a una persona con su autoridad, y me desnudé, subiéndome a continuación al escritorio mientras ella cogía una botella de refresco vacía.

- ¿Quieres que te folle con esta botella, Rebecca?

- Dios, sí, gemí mientras sentía la botella separar mis labios vaginales.

- Estoy tan feliz de que seas la nueva mascota, dijo ella.

- Yo también, gemí.

- He fantaseado con tenerte debajo de mi escritorio desde la primera vez, me reveló mientras me besaba.

- Yo también he fantaseado algo similar, Sra. Parks, admití diciendo la verdad. Era bonita, tenía buen cuerpo y era una persona sensible… La amante perfecta.

- Bueno, creo que te tendré debajo más a menudo ahora, dijo sonriendo mientras deslizaba la botella dentro de mi coñito.

- Sería un buen lugar para almorzar, bromeé.

- Sí… Un pequeño “gatito” mantiene alejado al médico, bromeó ella, mientras empezaba a bombear la botella dentro y fuera de mi coño.

- ¡¡¡Oh, Dios, Sra. Parks, fólleme…!!! ¡¡¡Hágame la mascota de su maestra!!!, declaré, algo que me habían llamado otras en mi vida

- Serás la mascota de una gran maestra, ronroneó ella mientras seguía follándome.

Me corrí un instante más tarde y chupé la botella para saborear mi propio flujo, algo que hacía a menudo desde que empecé a ser iniciada como mascota. Aprendí que amaba mi propio sabor, así que siempre traté de chupar mi sabor de los consoladores, botellas o cualquier otro objeto que hubiese estado dentro de mí. Desde ese día a menudo comía en el despacho de la Sra. Parks, debajo de su escritorio. También, otras veces, me entretenía después de clase mientras ella calificaba los exámenes y clasificaba sus papeles. Fue un par de semanas más tarde cuando de nuevo me habló la Sra. Madison.

-  Es hora de que uses todo tu entrenamiento y lo uses para seducir a alguien... 

- ¿A quién?, pregunté. 

- Eso depende de ti, me dijo con las manos en mis caderas mientras frotaba el consolador arriba y abajo entre mis labios vaginales. "Pero tu buena amiga Eleanor puede ser una buena primera opción". 

- ¿De Verdad?", pregunté.

- Su madre es miembro", reveló. 

- ¿La señora Stroman está en el club?, jadeé. 

- Ella es una de las miembros fundadoras, reveló la Sra. Madison. 

- Wow, dije. “No puedo creerlo". 

- ¿Te he mentido alguna vez?, sonrió ella, mientras deslizaba aquella polla dentro de mí y me llenaba profundamente. 

 

- Noooooo, gemí, mientras ella agarraba mis caderas y me follaba.

Y cuando llegué a la iglesia, una hora después del servicio dominical, me pregunté: “¿Cómo voy a seducir a mi mejor amiga…?” 

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Bombeaba furiosamente mi vagina, preguntándome a qué deliciosa MILF seduciría a continuación. Había seducido a la Sra. Lamb, una mujer para la que cuidaba sus hijos, a la que había estado considerando agregar a mi pequeña pero creciente lista de mascotas. También podría seducir a nuestra nueva vecina, la Sra. Jameson, que acababa de dar a luz un bebé, por lo que sus grandes pechos estarían llenos de leche. La idea nunca se me había ocurrido antes, pero después de leer la historia de incesto narrada por mi bisabuela en su diario acerca de la lactancia materna, la idea me resultó bastante atractiva.

O tal vez la mujer de bienes raíces que había ayudado pocos días antes a vender la casa de la bisabuela. Siempre vestía de manera bastante provocativa y sexy, como si hacerlo de aquella manera la ayudase a vender casas lo que, probablemente, era posible que hiciera.

O tal vez la madre de Tamara, que siempre estaba en su jardín…

Mi orgasmo llegó repentinamente, imaginándome dominando a la madre de mi buena amiga. Mientras yacía entre mi propio flujo cerré el libro de la historia de libertinaje de mi bisabuela, demasiado cansada como para leer más. No obstante, tenía curiosidad por averiguar si lograría seducir a su mejor amiga…

Pero mientras me quedaba dormida, la idea de seducir a mi mejor amiga empezó a rondar mi cabeza…

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NOTA DE LA TRADUCTORA: Quiero agradecer a todos los lectores de esta página sus comentarios, valoraciones, etc., especialmente por el apoyo y ánimo que recibo en mi correo electrónico y que me animan a seguir adelante. Muchas gracias a tod@s y un fuerte beso desde España. Vuestra amiga,

Tania