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Tirando los dados...

en Control Mental

TIRANDO LOS DADOS...

 
- Vuelve a tirar por "Cordura", Charlie, por favor...
 
El aludido miró extrañado al DJ (Director de Juego) de la partida de rol que estaban jugando, combinación de los universos de Lovecraft, Howard, "Dungeons & Dragons", etc., y en la que Liriel, su personaje, era una guerrera con ciertas dotes para realización de diversos encantamientos o conjuros para el combate mental y la adivinación. 
 
Su extrañeza venía motivada en cierta medida porque la acción a realizar no entrañaba especial dificultad para sus habilidades, sobre todo porque apenas un minuto antes había logrado derrotar a una especie de ser primigenio que le obstaculizaba el paso para obtener un colgante que potenciaría sus poderes para afrontar con ciertas garantías la última fase de la partida en la que él y sus compañeros tendrían que hacer frente a un jefe final que únicamente palidecería ante el mismísimo dios ancestral Cthulhu.
 
- Pero Billy, si únicamente se trata de abrir una puerta...
 
- ¿Quién es el DJ, Charlie? ¿Tú o yo...?
 
- Tú, claro, pero...
 
- ¿Pero qué...? ¿Te tengo que recordar tus palabras en la partida que dirigiste tú la semana pasada...?
 
- Billy, por favor, era una broma...
 
- Ya, pero recuerda lo que me dijiste: "Si tu master te dice que "salta" tú sólo pregunta hasta qué altura..."
 
- Pero sabes que al final no pasó nada, no te lo dije en serio...
 
- Ya lo sé, no te preocupes, no te lo he tenido en cuenta. Sólo se trata de saber si tu mente está preparada para lo que pude haber al otro lado de la puerta...
 
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Charlie recordó la situación de la que hablaba Billy, cuando en una partida similar los papeles estaban invertidos y su amigo estaba en el lado de la mesa que ahora ocupaba él, interpretando a un mercader estigio de objetos antiguos. Cuando Billy tiró los dados falló, algo que Charlie podría haber pasado por alto, aunque en un tono a medio camino entre la broma y la seriedad le dijo que había quedado a merced de un grupo de amazonas que le habían atado a una cruz en forma de "X". Aguantándose la risa a duras penas le dijo que aquellas mujeres le habían castrado, aunque no sin antes sodomizarle con unos falos de marfil. Al ver la cara de su amigo soltó una carcajada y le dijo que olvidase la última parte, que sólo le habían atado y que, si sacaba una tirada media podría soltarse sin problemas y escapar de sus captoras. 
 
Esas acciones habían arrancado carcajadas del resto de amigos que jugaban la partida, aunque le pasó desapercibida la mirada seria que le dirigió Samantha, la novia de Billy. Tras esto, y también en parte por las risas y bromas de los otros jugadores, habían decidido dejar la campaña en ese punto para retomarla días más tarde.
 
Cuando iban a salir de casa le dijo a Billy que no se enfadase y que le acompañasen él y Sammy a tomar una cerveza, donde de nuevo le pidió disculpas y que no se lo había dicho con mala intención, que sólo se trataba de reírse un poco, respondiéndole su amigo que no se preocupase, que todo estaba olvidado a la vez que le propinaba un leve puñetazo en el hombro. 
 
Continuaron la conversación, durante la que comentaron algunos detalles de la partida, hasta que decidieron marcharse cada cual a su casa, quedando para verse unos días más tarde para continuar jugando, aunque en esa ocasión sería Billy el máster. Sin embargo, no pudo evitar cierta sensación de culpabilidad mientras les veía alejarse, diciéndose a si mismo que en la próxima partida compensaría a su amigo de alguna manera.
 
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- ¿Vas a tirar los dados o no...?
 
- Sí, disculpa, ya voy...
 
Sin dejar de sentir la mirada de su interlocutor fija en él agitó la mano antes de lanzar los dados, notando uno de ellos especialmente pesado, aunque no le dio más importancia y pensó que sería uno de esos dados raros que a su amigo le gustaba coleccionar. Cuando éstos rodaron sobre la mesa hasta detenerse los miró para comprobar si la tirada era satisfactoria o no. Pudo percibir una sonrisa en la cara de Billy, un gesto que no supo interpretar hasta que no volvió a hablar.
 
- Tranquila, Liriel, no pasa nada. Logras abrir la puerta sin esforzarte apenas, y cuando tus ojos se acostumbran a la oscuridad de la habitación puedes comprobar que está totalmente vacía...
 
Respiró aliviado ante el comentario, aunque le extrañó que Billy le llamase por el nombre de su personaje. Pudo notar algunas sonrisas en el resto del grupo aunque, sin embargo, al poderle más la emoción por encontrarse tan cerca del final obvió ese comentario y volvió a preguntar.
 
- ¿Hay algún objeto en la habitación...?
 
- No, no hay nada, pero te parece ver una especie de arco grabado en la pared contraria. Parece una especie de puerta, aunque está totalmente sellada...
 
- Me acerco a comprobar qué es, aunque voy despacio, fijándome bien por si hubiese algún resorte o algo así...
 
- Vale... Te acercas a la pared y examinas ese grabado pero, de repente, una neblina de un tono levemente azulado parece envolverte y sientes tu cuerpo cansado, te cuesta moverte...
 
- ¿Puedo intentar salir de la habitación...?
 
- Intentas moverte, pero tu cuerpo cada vez está más lacio, más flojo, y sientes un sopor que te embarga poco a poco hasta que finalmente te duermes...
 
- ¿Puedo tirar para intentar hacer un conjuro para no dormirme?
 
- Lo intentas, pero fallas y te duermes. De repente abres los ojos y miras a tu alrededor, sorprendida, aunque tus ojos no reconocen el lugar en el que te encuentras...
 
- ¿Qué puedo ver...?
 
- Eso, querida amiga, lo veremos la semana que viene cuando retomemos la partida. Es muy tarde para continuar ahora, ya llevamos cuatro horas jugando, ¿no os parece...?
 
- Sí, ya continuaremos otro día - contestó Martin, otro de los jugadores -. Yo tengo que estudiar para el examen de mañana...
 
- Yo también tengo que irme - añadió Sammy -. El pesado de mi padre viene a buscarme porque este fin de semana me toca con él...
 
- Qué putada... - protestó Charlie - ¿Y me vais a dejar así...?
 
- No te preocupes, ya verás como te gusta cuando continuemos - respondió Billy -. ¿Me aceptas que te invite a una cerveza yo a ti hoy...?
 
- ¡Qué remedio! Venga, vamos...
 
Ambos salieron de la casa de Billy para dirigirse al bar de la noche anterior, aunque esta vez se pasaron un poco bebiendo y cayeron algunas cervezas más de las habituales y un par de combinados. Sentía su mente un poco abotargada y decidió marcharse a casa y acostarse. "Será lo mejor", dijo Billy, y le acompañó hasta el portal despidiéndose ambos hasta el día siguiente.
 
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Esa noche fue bastante extraña para Charlie, que no pudo descansar bien a causa de las pesadillas que tuvo. En ellas parecía estar dentro de Liriel, avanzando por los pasillos levemente alumbrados por antorchas de una cripta o a través de un bosque, lugares en los que podía sentir una sensación extraña. No era realmente de malignidad, como era habitual en los escenarios de sus partidas, sino como si alguien estuviese observando sus movimientos y le pusiese diversas pruebas que lograba pasar con más o menos esfuerzo.
 
En una de las pesadillas, al doblar la esquina de un corredor, le salió al paso una especie de orco, aunque de un tamaño mayor al habitual, que blandía un grueso garrote de madera. Pudo esquivar un par de ataques, detuvo otros con su espada a la vez que respondía, hasta que a causa de un resbalón sintió como el garrote impactaba con su costado. El dolor que sintió hizo que se doblase en el suelo, momento en el que la criatura alzaba su arma para golpear su cabeza aunque, en una hábil finta a pesar del dolor que sentía, lograba girarse y provocar que el monstruo se ensartase él mismo en su espada. En otra, mientras avanzaba a través de la espesura de un bosque, podía sentir las ramas de las zarzas y espinos arañando su piel en las zonas que quedaban al descubierto, hasta que lograba salir a un claro, alumbrado por braseros de un extraño fuego azul, en el que podía ver un rostro colosal esculpido en la piedra que le resultaba levemente familiar, aunque no lograse identificarlo, mientras una voz cavernosa resonaba en sus oídos diciéndole que había logrado llegar hasta él. Eran diversas situaciones, de las que lograba salir de una manera u otra, hasta que en una de ellas, caminando por un estrecho sendero labrado en la roca viva de una inmensa montaña, caía por el precipicio que se abría ante ella, despertándose sobresaltado.
 
Miró el reloj y vio que eran las 5 de la mañana, con la boca seca, así que decidió levantarse y bajar a la cocina a beber algo que le refrescase. De repente sintió un dolor en su lado izquierdo, achacándolo a una mala postura mientras dormía, aunque logró rehacerse y recorrer el pasillo hasta la cocina, en la que bebió un par de vasos de zumo de naranja, volviendo después a la cama, durmiéndose esta vez sin pesadillas hasta la mañana siguiente.
 
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En otro punto de la ciudad, mientras Charlie dormía intranquilo, unos ojos leían un libro de aspecto bastante antiguo, como si lo repasasen buscando algo concreto. Parecía un códice o algo parecido, y Billy lo leía con ansiedad. Sus amigos no lo sabían, pero de ese libro sacaba las ideas para el juego que estaban llevando a cabo. La única que lo sabía era Samantha, aunque no hasta qué punto, y que en esos momentos yacía desnuda a su lado, bocabajo, mostrando la perfecta curva de su culo redondo y duro. Una leve capa de sudor cubría su piel y, a través de las piernas entreabiertas, podían verse restos del semen de su novio saliendo de su sexo brillante.
 
No mucho antes había estado cabalgando como una posesa sobre el miembro de su novio, moviendo sus caderas con las manos de Billy aferrando sus nalgas mientras sus labios chupaban sus pezones y sus dientes los mordían y tiraban de ellos haciéndola gemir presa del placer hasta que ambos alcanzaron un orgasmo que los dejó desfallecidos sobre la cama. Después de permanecer acariciándose y besándose unos instantes Billy pudo sentir como su chica respiraba cada vez más profundamente hasta que pudo comprobar que se había dormido, lo que aprovechó para coger el enorme libro de encima del armario y ponerse a leerlo, mientras tomaba algunas notas y sus labios musitaban frases, como intentando memorizarlas.
 
Charlie le había dejado en ridículo delante de todos, aunque se iba a vengar de él, podía estar totalmente seguro. Lo iba a lamentar y de nada le iban a servir sus estúpidas disculpas. Había interpretado el papel de "buen amigo" sin dificultad, observándole beber y reírse. Si Charlie hubiese estado un poco más despejado se habría dado cuenta de que la enorme maceta que había a un lado de la mesa era regada por su amigo cuando él se despistaba.
 
Había otro detalle que le había pasado desapercibido, y era que de vez en cuando Billy pronunciaba una extraña frase que parecía más bien una letanía y, a sus preguntas de qué decía, le respondía con lo primero que se le ocurría, haciéndole creer que no se había enterado de lo que le decía. Cuando ambos se despidieron en el portal Charlie tropezó y estuvo a punto de caer, aunque Billy lo impidió, momento en el que volvió a repetir la frase, aunque esta vez con más claridad.
 
- En-anak-to, fanah-Rileh-so...
 
- ¿Cómo dices…?
 
- En-anak-to, fanah-Rileh-so...
 
- Tío, no te entiendo palabra, vaya borrachera llevo…
 
- No te preocupes, Charlie... En-anak-to, fanah-Rileh-so...
 
- Ni puta idea de lo que dices, tío... Va, venga, me marcho a la cama...
 
- Vale... amigo... que descanses. Nos vemos mañana...
 
- Hasta mañana, Billy.
 
Billy vio como subía las escaleras con dificultad y siguió su camino hasta una esquina cercana en la que había quedado con Sammy para marcharse a continuación a su casa. Apenas habían traspasado el umbral cuando ambos se enzarzaron en ardientes besos a la vez que se desnudaban. 
 
Pudo sentir como los labios de la chica, una preciosidad morena de ojos verdes, recorrían su pecho y su abdomen hasta que llegaron a su miembro, a esas alturas ya duro como una barra de metal. Cerró los ojos con un leve gemido de placer cuando sintió como sus labios se cerraban alrededor y la calidez de su boca, cogiéndola suavemente por la nuca para guiarla en la mamada que le estaba haciendo hasta que, sin poder contenerse, la hizo levantarse y quedar apoyada en el respaldo del sofá con su culo y su sexo totalmente ofrecidos penetrándola de una sola vez y embistiéndola hasta que sintió como ella alcanzaba su primer orgasmo, aunque eso no hizo que se detuviese. Al contrario, pareció enardecerle y hacer que el ritmo de sus embestidas aumentase mientras sus manos asían sus enormes tetas y pellizcaban sus pezones, lo que hizo que el siguiente orgasmo de ella pareciese más bien como si se estuviese meando, tal fue la cantidad de líquido que soltó. 
 
Dejándola que se recuperase unos instantes la llevó a continuación al dormitorio, donde volvió a follársela en diversas posturas que la hacían correrse una y otra vez, hasta que sin poder aguantarse se derramó dentro de ella.
 
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Ajeno a todo lo que tramaba la mente de Billy, y sin recordar exactamente lo ocurrido la noche anterior ni lo que había soñado, cuando Charlie se despertó sobre las 10 de la mañana siguiente sintió como el dolor de su costado no había disminuido, así que pensó que si no se le quitaba iría al médico. Se levantó con cierta dificultad y se dirigió al baño para darse una ducha, lo que sin duda tal vez lograría despejarle un poco. Cuando se encontraba bajo el chorro de agua sintió una leve corriente de aire, como si alguien moviese la cortina, aunque pensó que quizá se hubiese dejado la puerta del baño abierta.
 
Cuando salió de la ducha y pasó frente al espejo se quedó extrañado y tuvo que volver a mirarse bien para comprobar que lo que veía no era producto de su imaginación: un enorme moratón había aparecido en su lado dolorido, mientras que algunos arañazos cruzaban sus antebrazos y pantorrillas. Los rozó con las yemas de sus dedos mientras pensaba que luego le preguntaría a Charlie si la noche anterior se había caído sobre un rosal o qué había ocurrido.
 
Le llamó la atención comprobar que parecía tener menos vello corporal que el día anterior, aunque pensó que sería debido a la resaca que sentía resonando en su cabeza. No es que tuviese demasiado, pero incluso en su pubis parecía haberse reducido. Sin embargo, lo que le extrañó de verdad fue que parecía verse más delgado, como si su cuerpo se estuviese afinando, así que pensó que quizá un par de analgésicos le hiciesen recuperarse un poco y sentirse mejor.
 
Estaba en la cocina sirviéndose el teléfono cuando una llamada de un número desconocido hizo sonar su teléfono móvil. Al principio no contestó, pero cuando la llamada se repitió por tercera vez decidió descolgar para ver quién podía ser, escuchando una extraña voz al otro lado de la línea.
 
- ¿Dígame...?
 
- En-anak-to, fanah-Rileh-so...
 
- ¿Perdone…?
 
- En-anak-to, fanah-Rileh-so...
 
- Oiga, amigo, si se trata de una broma se está equivocando...
 
- En-anak-to, fanah-Rileh-so..., En-anak-to, fanah-Rileh-so...
 
- Mire, estúpido, váyase a la mierda y no moleste…
 
- En-anak-to, fanah-Rileh-so... duk-Liriel-tah…
 
Esas últimas palabras le hicieron sentir un escalofrío que recorrió toda su espalda desde su nuca. ¿Quién podía saber el nombre de su personaje? Salvo sus amigos nadie, pero aún así optó por pensar que era una especie de broma que querían gastarle. A pesar de algo en esa frase había algo siniestro, algo maligno que no había sentido nunca en su vida, así que cuando las llamadas se repitieron decidió apagar el teléfono. Cuando lo volvió a encender unas horas más tarde comprobó que tenía llamadas perdidas de un número desconocido, aunque no se volvieron a repetir.
 
El resto del día lo pasó repasando algunos de sus apuntes del curso a distancia que estaba realizando, hasta que cuando se cansó decidió llamar a alguno de sus amigos para salir a tomar algo y relajarse un poco. Los únicos que estuvieron disponibles fueron Billy y Christian, así que quedaron en el bar de siempre en el que se tomaron unas cervezas hasta que llegó la hora de volver a casa.
 
Esa noche, y las siguientes, cuando se dormía volvían a repetirse las pesadillas, aunque cada vez las situaciones parecían ser más complejas y detalladas que las noches anteriores. Volvía a verse avanzando a solas, enfrentándose a enemigos que cada vez parecían tener más poder aunque lograba derrotarlos de una manera u otra. Parecía que se estuviese adentrando en un mundo totalmente desconocido para ella (¿Por qué se había referido a si mismo en femenino si nada de su cuerpo tenía nada de mujer?), aunque cada vez parecía resolver lo que se le presentaba con más facilidad, como si sus sentidos y habilidades mejorasen, aunque las pruebas eran también cada vez más duras. 
 
Sin embargo había algo más, algo que hacía que el vello se le erizase, y era que de vez en cuando al atravesar diversas localizaciones (especialmente templos que parecían haber sido levantados milenios atrás, bibliotecas, etc.) la misteriosa frase aparecía de una manera u otra. En grabados en la pared, en viejos pergaminos, en algún libro, podía leer la frase que tan desconcertada (¿Otra vez pensando en femenino?) la tenía. "En-anak-to, fanah-Rileh-so, En-anak-to, fanah-Rileh-so", aunque lo que más provocaba su extrañeza era que cuando oía la frase completa ("En-anak-to, fanah-Rileh-so... duk-Liriel-tah…") parecía sentir una extraña excitación, un calor interno que hacía que desease tener sexo, fuese quien fuese su pareja de turno, en las más variadas situaciones. 
 
En uno de sus sueños había sido con un guerrero argosiano tras lograr derrotar a una especie de hidra de múltiples cabezas que aterrorizaba una pequeña aldea. Tras la cena con la que los aldeanos les habían agasajado por librarles de la amenaza no había dudado en quitarse su armadura de cuero y arrodillarse para chupar con verdadero deleite la enorme polla que se erguía majestuosa entre las piernas del guerrero, tras lo que se había ofrecido a cuatro patas para que esta vez fuese su ano el que disfrutase de aquella hermosa herramienta mientras su propio pene, casi reducido a la mínima expresión, no daba excesivas señales de vida, salvo una pequeña cantidad de líquido al alcanzar el orgasmo mientras sentía como el semen de su partenaire llenaba su recto. No dudó en volver a metérsela en la boca para limpiarla hasta que sintió como esta vez era su garganta la que recibía la corrida que se tragó sin dudarlo ni un momento.
 
En otro se encontraba con una caravana de puritanos que parecían huir en busca de un lugar en el que establecerse cuando en realidad era un grupo de piratas que intentaban pasar desapercibidos para los guerreros leales que les perseguían a causa de sus saqueos. La habían recibido bien, pero tras la bienvenida inicial mostraron su verdadera cara cuando la agarraron entre varios de ellos y rasgaron sus ropas, obligándola a arrodillarse y chupar sus pollas alternativamente hasta que se cansaron y violaron su culo uno tras otro mientras otros se la metían en su boca, cada vez más hambrienta. Terminó amarrada a un poste con su cuerpo cubierto de semen masculino y el culo destrozado. A pesar de ello logró soltarse mediante un conjuro tras lo que, aprovechándose de su sigilo y la oscuridad de la noche, los degolló uno a uno con una daga obteniendo una suculenta cantidad de monedas de oro.
 
Eran tantos y variopintos los sueños que tenía que pensó que quizá tendría que dejar de jugar a rol durante un tiempo o de leer los libros de fantasía heroica que tenía en su cuarto y que le servían de inspiración para las partidas que dirigía para sus amigos.
 
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Sería tedioso relatar todas las veces que recibió llamadas telefónicas, correos electrónicos, mensajes, etc., con la misteriosa frase o enumerar todas las experiencias que tuvo, aunque lo que si tenía claro (al menos en sueños) era que cada vez se sentía más femenina. Cuando despertaba apenas recordaba lo que había soñado, aunque no era raro que sus sábanas estuviesen manchadas, lo que hacía que tuviese que lavarlas con mayor frecuencia que apenas tres semanas atrás. 
 
Un detalle que no le pasaba desapercibido era que cada vez estaba más delgado, por no hablar de que su vello corporal había desaparecido casi totalmente. Recordó que desde la primera noche en la que tuvo su primer sueño sólo se había afeitado una vez, y había sido aquella misma mañana en la que se levantó dolorido. En el resto de su cuerpo apenas tenía un poco más, tan sólo un poco en las axilas y en su pubis, en el que no era más que un pequeño mechón en el centro del mismo. Otra cosa que le llamó la atención fue que su cabello parecía ser cada vez más largo, llegándole por debajo de los hombros. Además mostraba un tono más claro, casi rubio ceniza, aunque no recordaba si se había aplicado algún tinte o cuándo había comprado los botes de acondicionador que ocupaban las estanterías de su cuarto de baño. 
 
En ese tiempo había seguido viendo a sus amigos, bien fuese en algún bar o en alguna nueva partida, aunque ninguna de ellas tuviese relación con habían provocado el pequeño (aparentemente) malentendido entre Billy y él. Lo que si parecía claro (al menos así lo pensaba en algunos momentos de lucidez en los que esos pensamientos cruzaban su mente) era que las situaciones de sus sueños parecían estar relacionadas con ellas, aunque casi al instante descartaba esos pensamientos por parecerle demasiado absurdos para ser verdad.
 
En ninguna de esas reuniones se percató de las miradas maquiavélicas que le dirigía su amigo que, complacido para si mismo, parecía ser el único que se percataba de los cambios en el cuerpo de Charlie. Éste, ajeno a todo, ignoraba que su amigo seguía leyendo aquel extraño libro por las noches, a solas en su cuarto o tras follar con su novia y dormirse ella a su lado, y no paraba de tomar notas y escribir lo que para cualquier otra persona podrían parecer cuentos de espadas y brujería aunque, eso sí, con una fuerte carga erótica. Todas esas situaciones que los folios recogían eran las que Charlie vivía en sus sueños.
 
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Habían pasado meses desde la primera partida de esta historia, durante los que los sueños no dejaron de repetirse. En ese tiempo había menguado el anterior físico de Charlie, no de gimnasio precisamente aunque tampoco descuidado, dando paso en su lugar a unos rasgos totalmente andróginos que hicieron que tuviese que renovar totalmente su vestuario y que las prendas que ahora llenaban sus armarios y cajones fuesen de tallas totalmente inapropiadas para un hombre adulto de su edad. Había llegado a visitar a médicos y expertos en nutrición, gimnasios, etc., en busca de una respuesta para lo que le sucedía, aunque ninguno de ellos había podido darle la solución y lo único que le decían era que su estado de salud era realmente bueno.
 
Otro cambio que había estado experimentando era el relacionado con su tendencia sexual. Siempre le habían gustado las mujeres y se consideraba (o mejor dicho, se había considerado) totalmente heterosexual, aunque de un tiempo a esta parte el historial de su buscador de Internet mostraba cada vez más páginas relacionadas con sexo gay o transexual, lo que le provocaba una tremenda excitación que intentaba calmar masturbándose compulsivamente, fantaseando con aquellas tremendas pollas que veía en la pantalla y que era ella (¿Otra vez pensando en femenino?, se decía, aunque ese debate interno parecía ser cada vez menos relevante) la que las recibía gustosa para procurar darles todo el placer posible.
 
Cierta mañana en la que se encontraba en un centro comercial (al que solía ir cuando necesitaba comprar algo relacionado con sus aficiones) no pudo evitar contemplar los escaparates de diversas tiendas de ropa femenina, contemplando las prendas que lucían los maniquíes, y no pudo resistir la tentación de entrar en varias de ellas para salir poco después con varias bolsas que contenían conjuntos de ropa interior, bodys, medias, zapatos, minifaldas y blusas, etc., aunque cuando llegó a su casa las miró pensativo pensando cuándo podría haberlas comprado y que luego las devolvería.
 
Esa misma noche volvió a soñar, aunque en esta ocasión el sueño fue muy distinto a los anteriores. En él se veía a si misma sentada en el sofá, viendo la tele, aunque maquillada y vestida con unos zapatos de tacón y medias, una falda negra a medio muslo y una blusa blanca, prendas bajo las que podía sentir el roce del tanga negro de encaje que podía sentir presionando su pequeño pene y el sujetador a juego que cubría sus pechos (Sí, eso le resultó llamativo: tenía unas bonitas tetas, aunque no muy grandes, sino más bien los de una adolescente más o menos desarrollada). 
 
Se sentía terriblemente guapa y sexi mirándose en el espejo y caminando de un lado a otro de la habitación, balanceando sus caderas sobre aquellos tacones de aguja hasta que, de repente, sonaba el timbre y acudía a abrir la puerta. Al hacerlo franqueaba el paso a un hombre que le resultaba conocido, aunque no podía identificarle, que la contemplaba complacido y, a continuación, le invitaba a sentarse en el salón para servirle una copa y sentarse a su lado con un femenino y elegante cruce de piernas. La mano del hombre acariciaba su muslo mientras la miraba, susurrándole "Estás preciosa, Liriel", hasta que la besaba lentamente, apenas un roce en los labios, correspondiéndole ella entreabriendo su boca para que sus lenguas se entrelazasen en besos cada vez más apasionados, mientras sentía como las manos masculinas la despojaban de sus prendas para dejarla tan sólo en ropa interior.
 
La mano de la chica tampoco se estaba quieta, acariciando el bulto que se había formado bajo los pantalones masculinos hasta que, sin decir palabra, mientras no dejaban de besarse había desabrochado el cinturón y el primer botón para introducirse por dentro de sus calzoncillos hasta que lograba sacar su dura polla al exterior, continuando con sus caricias en una suave paja que hacía que la respiración del hombre se alterase en algunos momentos. Cesando un instante el beso le miraba como esperando su aprobación, respondiendo él con un leve gesto afirmativo, tras lo que agachó su cabeza despacio para besar su glande, ya brillante de líquido preseminal, hasta que pasó a lamerla despacio en toda su longitud, saboreándola, hasta que se la empezó a introducir poco a poco en la boca en una deliciosa mamada que hacía gruñir al hombre de placer. Su cabeza subía y bajaba acompasadamente, disfrutando de lo que estaba haciendo mientras sus uñas rozaban sus huevos hasta que el hombre la hacía parar para que se girase sobre el sofá para quedar recostada sobre el respaldo con el culo totalmente ofrecido.
 
En esa posición pudo sentir sus manos acariciando sus nalgas, apretándolas de vez en cuando, hasta que le propinó un primer azote que la hizo lanzar un femenino gemido y al que siguieron varios más, provocando que la piel se enrojeciese con la marca de su mano. Pudo sentir como su mano apartaba a un lado la tira trasera de su tanguita y como algo muy duro presionaba su hoyito trasero, por lo que echó sus manos hacia atrás para separar sus nalgas y facilitar la entrada de la durísima barra de carne. Poco a poco pudo sentir como entraba, provocándole un leve dolor, hasta que la tuvo toda dentro, momento en el que empezó a sentir como se movía, entrando y saliendo, haciéndola gemir de placer y mover sus caderas para que la penetración no cesase. En esa posición permanecieron unos instantes hasta que se la sacó y quedó sentado en el sofá, invitándola a sentarse sobre su polla. Sin decir palabra la cogió con su mano y la fue guiando nuevamente hacia su culo, dejándose caer sobre ella para metérsela de un solo empujón y cabalgarle apasionadamente, disfrutando como una loca, mientras a la vez sentía como aquellas manos desabrochaban su sujetador y los labios besaban y chupaban sus pezones, mordiéndolos en ocasiones, lo que la hacía moverse más deprisa. 
 
Cuando sintió como la polla se ponía aún más dura en su culo aceleró el movimiento de sus caderas hasta que los gemidos del hombre indicaron que se corría y pudo sentir el caliente semen llenándola, lo que provocó que a su vez también se corriese ella sin haber llegado siquiera a tocarse. Así permaneció sobre él, sintiendo como su polla quedaba flácida y salía de su interior, quedando a continuación recostada en el sofá mientras el hombre se vestía y se marchaba, no sin antes volver a besarla suavemente.
 
Cuando despertó del extraño sueño se dio cuenta de que estaba sobre la cama de su dormitorio, desnuda, aunque no había nada que indicase que pudiera haber ocurrido realmente, tan sólo una leve marca parecida a unos dientes en su pecho ahora completamente plano. Mientras se duchaba pudo ver como sus nalgas lucían un pequeño moratón, aunque no le dio importancia, y contemplando su reflejo en el espejo decidió que su pelo quizá se viese todavía mejor aún más rubio, por lo que cogió el bote de crema suavizante para el cabello anotando mentalmente que luego iría a la peluquería. "Quizá también me lo corte, un nuevo peinado quizá me quede bien", pensó... 
 
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Mientras tanto, no muy lejos de allí, Billy contemplaba en la pantalla de su ordenador las fotos y los videos que había tomado de aquel delicioso polvo mientras se masturbaba lentamente. No era la primera vez que había follado con Charlie ("¿O debería llamarla Charlize?", pensó. "No, Liriel está bien"), su antiguo amigo y ahora su nueva "amiguita". Le había costado al principio, pero poco a poco estaba logrando moldearla a su antojo, aunque pensó que lo mejor todavía estaba por llegar. Lo tenía todo perfectamente planeado, quedándole tan sólo decidir cuándo tendría lugar el acto final. Tenía ya muchas páginas escritas, así que pensó que para qué demorarlo más. Lo haría ese mismo fin de semana, lo que comunicó a su novia quien sonrió complacida, aunque con un gesto que fue imperceptible para él. Samantha también se había sentido dolida con la situación en la que Charlie había metido a su novio, aunque sólo fuese durante un instante, pero lo que más le molestó fueron las risas del resto del grupo, por lo que había decidido apoyarle aunque, a la vez, dentro de ella había otro sentimiento que estaba procurando ocultar para que nadie se diese cuenta.
 
Así que, tras consultar con Samantha cuál sería el mejor día para reunirse, Billy cogió su teléfono para enviar un mensaje a su grupo de amigos citándoles para el fin de semana en su casa, decidiendo que el día ideal sería ese mismo sábado. A la hora convenida Charlie estaba tocando a la puerta de su amigo, que le abrió invitándole a pasar hasta la habitación en la que solía reunirse el grupo, encontrándose ya reunidos los demás alrededor de la mesa en la había platos con comida y, sin más preámbulos, se pusieron manos a la obra, sintiendo como las miradas de sus amigos permanecían fijas en él, sobre todo en su delgado y andrógino cuerpo y en su cabello rubio, cuya longitud ya alcanzaba la mitad de su espalda. Todos ignoraban, sin embargo, que los pantalones de su amigo ocultaban el precioso tanga negro de encaje que, sin él saberlo, era el que había vestido cuando unas noches atrás había follado con aquel desconocido en su cuarto, y como se introducía entre sus nalgas y le hacía estremecerse de placer cuando se movía y sentía la delicada tira de tela rozar entre ellas.
 
Todo transcurría con aparente normalidad, como si estuviesen avanzando por las dependencias y corredores de un castillo de aspecto abandonado y siniestro en el que tenían que hacer frente a trampas y criaturas que intentaban hacerles frente. Todos parecían haber olvidado la habitación en la que Liriel (Charlie) se había quedado dormida entre aquella extraña bruma, por lo que nadie la había mencionado tampoco, así como un detalle que en un principio pasó desapercibido para el grupo de jugadores, y era que en esta partida estaban sufriendo más "heridas" que en las anteriores, aunque lo achacaron a la dureza inherente a una fase final. Apenas encontraban recursos para reponer las pérdidas de sus inventarios, por lo que tenían que ser muy cuidadosos con los medios que utilizaban para sortear los diferentes desafíos a los que se enfrentaban.
 
Billy con voz pausada y tranquila, algo que no era habitual en él, seguía relatando los diferentes avatares en los que se veían inmersos sus amigos con las miradas de éstos fijas en él mientras, de fondo, en el estéreo se podía escuchar como música ambiente una melodía que ninguno pudo identificar, aunque ésta tenía un ritmo cadencioso, se diría que hipnótico, que les hacía sentirse fatigados y somnolientos hasta que, sin ser conscientes de ello, poco a poco se fueron quedando dormidos.
 
Aunque no se diesen cuenta de ese sopor que les invadió todos notaron de repente como la habitación cambiaba ante sus ojos, pasando a ser un inmenso salón alumbrado con la única luz de antorchas en las paredes de piedra y una inmensa lámpara con velas en el centro del techo, lo que provocaba unos juegos de sombras que daban a la atmósfera un cariz siniestro, malévolo, como si a su alrededor flotase una presencia poderosa y desconocida.
 
No sólo había cambiado la habitación, también sus atuendos, mirándose unos a otros sorprendidos por el aspecto que presentaban: Martin podría ser algo parecido a sacerdote, ataviado con una túnica blanca y una estola roja, con un bastón de madera en sus manos, similar a un báculo, con su extremo abriéndose en dos como un tridente al que faltase el diente central; Robert portaba una brillante armadura plateada que le daba un aspecto poderoso, contribuyendo a ello la inmensa espada que portaba al cinto, que necesitaba ser esgrimida con las dos manos, y un casco que únicamente dejaba ver sus ojos y su boca; Jennifer parecía una cortesana, con una fina toga y una capa con capucha cubriendo su cuerpo y su cabello pelirrojo, sin armas salvo la daga que portaba en un costado y un saquito de cuero en el otro; Samantha, por su parte, lucía una diadema de oro en su cabello rubio y una especie de conjunto metálico de complicados arabescos sobre su sexo y pechos, realzando éstos aunque dejando los pezones al descubierto, una capa de color rojo sangre sujeta a su cuello por un broche de oro y piedras preciosas, y una vara dorada metálica, quizá de oro, con runas grabadas en ella y una gema azul engarzada en su extremo.
 
Todos eran reconocibles de una manera u otra a pesar de sus atuendos, aunque Liriel (así se había despertado, plenamente consciente de su verdadera identidad) pudo notar como todos tenían sus miradas fijas en ella. Y no era para menos, ya que lucía realmente espectacular, como una auténtica guerrera elfa: su cabello negro había crecido hasta la cintura y ondeaba libre, mecido por la leve brisa que entraba por las ventanas abiertas del salón, mientras su cuerpo resultaba realmente esbelto y voluptuoso, de curvas rotundas que serían la envidia de cualquier actriz porno, y no tenía nada que ver con el aspecto que presentaba en sus sueños, con unas enormes tetas y culo redondeado y duro, cubierto por una armadura de cuero que más bien parecía una especie de body, y piernas torneadas con unas botas de piel de ante un poco por encima de sus rodillas. Una capa verde completaba su atuendo, mientras que en una de sus manos portaba un arco y una espada colgada del lado izquierdo del cinturón.
 
Todavía embargados por la sorpresa se fueron acercando poco a poco al centro de la habitación intrigados por el giro que habían dado los acontecimientos, preguntándose a la vez dónde estaban y cómo habían llegado hasta allí y sin poder decir si todo era real o imaginario, aunque todos supiesen en su interior que estaban viviendo algo realmente increíble, producto de una mente muy por encima de la suya, y que la única forma de intentar salir de todo aquello era permanecer unidos. 
 
Estaban hablando entre ellos intentando ponerse de acuerdo en cómo actuar cuando una súbita corriente de aire hizo que las enormes puertas del salón se abriesen dejando pasar una niebla negra, una sombra, y cerrándose a continuación con un estruendoso portazo. Pudieron ver como aquella niebla recorría la habitación, envolviéndoles durante unos instantes, hasta que se asentó poco a poco en el centro del semicírculo que formaban adoptando poco a poco un aspecto sólido y antropomorfo, aunque lo único que no podían ver era el rostro de aquella figura humanoide.
 
- Por fin habéis llegado... Os estaba esperando...
 
Aquella voz cavernosa, desconocida para los demás, resultó sorprendentemente familiar para Liriel que se preguntó dónde la había escuchado antes, hasta que de repente se dio cuenta de que era la voz que oía en sus sueños.
 
- ¿Quién eres? ¿Qué quieres de nosotros...? - fue capaz de articular por fin.
 
- Oh, estás aquí... Me alegro mucho de verte, mi pequeña zorra...
 
- No soy tu zorra, ni la de nadie. - mientras decía esto sacó una flecha de su carcaj y apuntó a la figura - Te lo voy a preguntar otra vez: ¿qué demonios quieres de nosotros?
 
- ¿Me vas a disparar? ¿A mí, tu creador? 
 
- Será mejor que le contestes, maldito, o... - añadió Robert mientras se ponía en guardia con la espada sobre su cabeza.
 
- ¿O qué, infeliz? ¿Piensas que podéis hacerme daño? Llevo años entre vosotros, vigilando vuestros movimientos, y no sois los primeros a los que me enfrento. - hizo una pausa y continuó con un tono burlón a la par que siniestro en su voz - Adelante, atacadme... o al menos intentadlo... 
 
Esa pareció ser la señal que estaba esperando el grupo para abalanzarse sobre la figura, atacando cada uno a su estilo. Martin extendió los brazos y empezó a recitar frases aparentemente sin sentido que parecieron revitalizar al resto del grupo mientras que Robert avanzó moviendo su espada a la vez que Liriel disparaba su arco. Jennifer, por su parte, se arrodilló y sacó una especie de polvo del saquito de cuero haciéndolo girar sobre su mano como un pequeño remolino que salió disparado hacia la figura, lo mismo que la onda que surgió de la vara de Samantha, extendida ante ella como una prolongación de su brazo. Ninguno de aquellos ataques hizo daño alguno a la figura, que los detuvo de una manera u otra, empezando a devolverlos hacia el grupo que intentaba sin éxito detenerlos y contraatacar. 
 
Poco a poco la batalla se fue decantando del lado de la figura que, sin dificultad, se acercó en dirección a Martin. Su báculo pareció temblar un instante hasta que, de repente, se convirtió en una serpiente que se enrolló alrededor de su torso. A la vez que intentaba soltarse del mortal abrazo pudo sentir como sus costillas se rompían y sus pulmones se aplastaban en el interior de aquellos anillos, hasta que cayó asfixiado al suelo. Robert, por su parte, intentó atravesar a la figura al ver el ataque a su amigo, aunque su espada pareció romperse en mil pedazos cuando se clavó en el oscuro cuerpo. Girando la cabeza, y a la vez que su rostro adoptaba una mueca que parecía una sonrisa diabólica, extendió su brazo y Robert salió despedido en dirección a una columna, impactando violentamente contra ella y rompiéndose el cuello.
 
A pesar de sus esfuerzos, que resultaban inútiles, ya habían muerto dos de ellos, y sólo quedaban Liriel, Jennifer y Samantha. Liriel seguía disparando su arco, rebotando sus flechas sin causar daño alguno, mientras Jennifer seguía lanzando sus remolinos de polvo. La única que parecía provocar algún efecto era Samantha, que con sus ondas parecía detener los avances de aquel ser. Extendiendo sus brazos hacia ella lanzó una onda negra que alcanzó a Samantha en el brazo, desviando la vara y provocando que el rayo que salía en ese momento alcanzase de pleno a Jennifer que murió devorada por una columna de fuego que no dejó de ella más que un montón de cenizas que la corriente de aire esparció por todo el salón.
 
Ya sólo quedaba en pie Liriel, puesto que Samantha yacía inmóvil en el suelo también muerta aparentemente, y hacia ella dirigió sus pasos desviando las flechas que salían disparadas del arco o haciendo que otras se quebrasen en el aire. Cuando la distancia era mínima Liriel sacó su espada, apuntando con ella, momento en el que la figura se detuvo, como contemplándola.
 
- Sólo quedas tú, mi zorra.
 
- Te lo repito: Yo no soy tu zorra - gruñó Liriel con rabia mientras alternaba su figura entre aquel hombre (porque parecía un hombre al fin y al cabo) y los cuerpos de sus amigos - Has matado a mis amigos... ¿Por qué...? ¿Por qué lo has hecho...?
 
- Ay, pobre infeliz... ¿Todavía no te has dado cuenta? Te quiero sólo para mí...
 
- Pero... ¿por qué? ¿Quién diablos eres? No te conozco de nada.
 
- Te equivocas, zorrita... Me conoces muy bien, mejor de lo que crees.
 
En ese momento la figura empezó a aclararse y a tomar un aspecto familiar para Liriel, que contempló horrorizada como la forma que adoptaba era la de su amigo Billy a la vez que su espada caía de su mano, quebrándose al golpear contra el suelo.
 
- ¿Qué demonios...? Billy, ¿eres tú?
 
- Sí, Liriel, soy yo.
 
- Pero, no puede ser... ¿Qué has hecho? ¿Qué es este sitio?
 
- Bueno, es largo y difícil de contar...
 
- Empieza por el principio...
 
- Hace mucho que me conoces, ¿verdad?
 
- Sí, hace años.
 
- Exacto, hace ya años de eso. 
 
- Bueno... El caso es que siempre me caíste genial, de ahí mi confianza contigo, aunque llegó un momento en que mi afecto por ti creo que empezó a cambiar...
 
- ¿A cambiar? ¿A qué te refieres?
 
- La verdad es que se puede decir que empecé a sentirme atraído por ti, me gustaste, pero te veía inalcanzable...
 
- Pe-pero... Si a ti siempre te has gustado las chicas, Billy...
 
- Te equivocas. Bueno, al menos en parte... En realidad siempre me he considerado bisexual, aunque contigo fue diferente...
 
- ¿Por qué conmigo? Yo no soy gay, Billy...
 
- Te veía buena persona, me caías bien, y a la vez ya te digo que me gustabas, pero me di cuenta de que nunca podría tener nada contigo, siempre te veía con chicas de aquí para allá, cambiando de novia como quien se cambia de camisa.
 
- ¿Pero por qué no me dijiste nada? Teníamos confianza...
 
- Y te puedo asegurar que la seguimos teniendo y que lo iba a hacer, pero en ese momento apareció Samantha en mi vida - esto lo dijo mirando con tristeza hacia el cuerpo inmóvil -, y fue entonces cuando decidí centrarme en las chicas, aunque eso supusiese contradecirme a mí mismo... 
 
- Pero explícame porqué has hecho esto, Billy...
 
- Siempre me ha gustado la magia, leer libros de ocultismo, de hipnosis, de hecho he llegado a alcanzar cierto poder que no podía mostrar al mundo, por eso me centraba en nuestras partidas, eran mi vía de escape y, de alguna manera, podía ser yo mismo, aunque fuese de manera imaginaria...
 
- No divagues, por favor...
 
- No, tranquila, no lo estoy haciendo, sólo te lo quiero explicar antes de que tu mente sea mía totalmente. Podría decirse que el detonante fue lo que pasó en tu partida. Aquello de castrarme no estuvo bien, Liriel, nada bien...
 
- ¡Oh, por Dios, Billy! ¡Pero si sólo era una broma! Sabes que sólo fue un comentario sin mala intención...
 
- Lo sé, Liriel, pero provocaste que los demás se riesen de mí, y eso no me gustó nada. Si me lo hubieses dicho a solas no hubiese pasado nada, pero ver a esta panda de infelices riéndose a costa mía fue demasiado. A partir de entonces quise daros un escarmiento, especialmente a ti. Ya te he dicho que me gustabas y me gustas, y por fin vas a ser mía de una manera u otra...
 
- Entonces... ¿mis sueños?
 
- Sí, eran obra mía, pero no eran simples sueños. Mediante ciertas técnicas lograba trasladarte a una especie de dimensión paralela, donde podía hacer lo que quisiera contigo y moldearte a mi manera. Y mírate, la verdad es que luces estupenda.
 
Estas últimas palabras las dijo mientras sonreía, esta vez de manera franca, y Liriel se dio cuenta de que estaba totalmente desnuda ante él, exhibiéndose ante él, mientras podía ver una expresión libidinosa en su rostro a la vez que Billy, desnudo también, se acercaba a ella, rozando su vientre con su ya durísima polla lo que hizo que un escalofrío la hiciese estremecer. Suavemente, sin forzarla, pasó su mano por su nuca y la atrajo hacia él hasta que sus labios se rozaron y Liriel pudo sentir, con los ojos cerrados, como sus tetas se aplastaban contra su pecho. No pudo evitar responder a aquel beso, hasta que cruzó sus brazos alrededor de su cuello y se dejó llevar por la pasión que ya provocaba chispas entre ellos.
 
Poco a poco, impelida por un deseo salvaje, empezó a bajar con sus besos por su cuerpo, hasta que sus labios rozaron la polla de su amigo y besándola unos instantes hasta que empezó a introducírsela poco a poco en su boca, iniciando una lenta mamada que provocaba espasmos de placer en Billy. Esta vez nadie la obligaba, lo estaba haciendo por propia voluntad, con su coño empapado de deseo, y por fin se sintió feliz en su nueva identidad complaciendo al que desde entonces sabía que sería su amo y su amante. Sin decir nada se la sacó de la boca y le hizo recostarse sobre una mesa para volver a metérsela en la boca hasta que, notando como la polla se hinchaba sintió los chorros de semen en su boca y en su garganta, tragándose toda leche masculina sin protestar en absoluto, mientras sentía como a la vez tenía su primer orgasmo sin tocarse, tan sólo apretando sus piernas sintiendo el calor del calor que ardía en su interior.
 
A pesar de ello siguió chupando aquella polla cuyo sabor la volvía loca de deseo para que no perdiese su dureza. Mirando a Billy a los ojos se subió sobre él y, cogiéndola con su mano, guió la polla hasta la entrada de su coño para metérsela de un solo golpe e iniciar una lenta cabalgada que provocaba los gemidos de placer de ambos. Con sus manos asiéndola por sus caderas Billy levantó la cabeza y empezó a lamer los durísimos pechos que oscilaban ante sus ojos, atrapándolos y lamiendo sus pezones. Pasaba su lengua por ellos, los succionaba, los mordía tirando de ellos con sus dientes, mientras sus manos marcaban el ritmo de la follada cogiéndola por las caderas. Todas esas caricias hicieron que ella se corriese por segunda vez, aunque eso no hizo que disminuyese el ritmo y lo cabalgase aún con más deseo. Estaban ensimismados en su placer cuando de repente oyeron una voz conocida que les hizo a ambos estremecerse y no de placer precisamente.
 
- ¡Oh, qué bonito! Mira cómo disfrutan los tortolitos.
 
Las palabras habían sido dichas por Samantha, que estaba totalmente desnuda a escasos metros de distancia de ellos, mirándolos con una sonrisa sarcástica en sus labios mientras su mano acariciaba los labios de su sexo.
 
- Samantha, ¿eres tú? - fue lo único que acertó a decir Billy.
 
- Sí, querido, soy yo, pero no os detengáis, por favor...
 
Aunque intentó sacarse la polla de Billy de su coño y bajar de encima de su cuerpo, Liriel se dio cuenta de que una fuerza invisible la obligaba a seguir oscilando sus caderas sobre aquella polla, subiendo y bajando, lo que la hizo alcanzar nuevos orgasmos.
 
- Po-por favor, Sam-Sammy... Para, por favor...
 
- No, querida, quiero que disfrutes mucho. Quizá dentro de poco ya no podáis hacerlo...
 
- ¿Nos vas a matar, Samantha? - preguntó Billy.
 
- No, querido, eso sería demasiado fácil. Tengo otros planes para vosotros.
 
- ¿Planes...? Explícate, por favor...
 
- Jajaja... - una carcajada nació de su garganta - ¿Qué me explique yo? ¿No deberías mejor explicarte tú?
 
- ¿Yo...?
 
- Sí, tú... ¿Qué soy yo para ti, Billy?
 
- No te entiendo, Sammy...
 
- Claro que me entiendes. Quiero que me digas que soy, mejor dicho, era yo para ti... ¿Una simple tapadera para lo maricón que eres?
 
- Pe-pero yo...
 
- Sí, te acabo de escuchar. Acabas de confesar que si no hubiese sido por el rechazo de Charlie, perdón, de Liriel, no te hubieses decidido a liarte conmigo.
 
- Pero... yo no he querido decir eso...
 
- Pero lo has dicho, y lo has dicho porque lo sentías, pero tranquilo, pronto lo habremos olvidado todo... Estabas castrado, Billy, ¿lo recuerdas? Y tú, puta, ¿no te gustaría ser más o menos como eras antes...?
 
Una vez que Samantha dijo estas palabras Liriel pudo sentir como la polla de Billy salía de su interior mientras éste, horrorizado, sentía como ésta y sus huevos desaparecían, quedando en su lugar una especie de muñoncito inútil que no le serviría ni para orinar de pie, obligándole de ahora en adelante a hacerlo sentado. En cambio, entre las piernas de Liriel empezó a nacer una polla que poco a poco alcanzó una longitud de unos 20 centímetros y que se erguía poderosa ante ella, convirtiéndola en una auténtica diosa transexual, aunque sin testículos bajo ella.
 
Samantha extendió sus brazos y Billy cayó al suelo, a cuatro patas, mientras que Liriel, impelida por una fuerza invisible, se acercaba a él y rozaba su culo con su glande brillante de líquido preseminal. Casi sin esfuerzo empezó a introducirse en el recto masculino hasta que toda estuvo en su interior, mientras que Samantha tan sólo susurraba cadenciosamente "En-anak-to, fanah-Rileh-so... duk-Liriel-tah… En-anak-to, fanah-Rileh-so... duk-Liriel-tah… Follad, queridos, follad", hasta que el primer orgasmo hizo que Liriel se derramase en el interior de Billy aunque no pudo dejar de seguir entrando y saliendo del culo de éste, alcanzando un nuevo orgasmo poco después. Así siguió follándole y haciéndole gritar de placer ante las embestidas de la poderosa polla hasta que Samantha volvió a hablar.
 
- En-anak-to, fanah-Rileh-so... duk-Liriel-tah… Seguid follando por toda la Eternidad, queridos... En-anak-to, fanah-Rileh-so... duk-Liriel-tah…
 
En ese momento pudieron sentir como sus cuerpos parecían ralentizarse, inmovilizándose poco a poco hasta que, finalmente, quedaron convertidos en piedra en un eterno acto sexual que Samantha contempló con una sonrisa de satisfacción en su rostro... 
 
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- Samantha, cariño, ¿bajas ya?
 
- ¡Sí, mamá, ya voy! - A continuación añadió - ¡Un momento, ya bajo!
 
La voz de la madre de la chica mientras ella colocaba unas pequeñas figuras en una estantería de su cuarto. Representaban un variado grupo de personajes que bien podrían pertenecer a un juego de mesa aunque terriblemente reales: un clérigo, un guerrero, una sacerdotisa y, la joya de su colección particular, una escena explícitamente sexual en la que una bella y poderosa transexual morena (que parecía inspirada por la sensual compañera de Conan, Belit) sodomizaba a un hombre moreno que mostraba una total ausencia de órganos sexuales masculinos (que a su vez mostraba unos rasgos que recordaban a los del eterno enemigo del guerrero cimmerio, Toth-Amón). Parecían petrificados en un gemido de placer eterno, en un orgasmo perpetuo que duraría para siempre.
 
Samantha se volvió y las eróticas prendas que vestía se trasformaron poco a poco en unos pantalones vaqueros y una camiseta mientras salía de su cuarto y bajaba por las escaleras de su casa para saludar a su madre con un beso. Era una nigromante, un ser eterno que había visto evolucionar a la Humanidad durante eones desde que apenas eran unos simios chillones hasta su estado actual. Desde que conoció a Billy se había enamorado de él, aunque Charlie le había caído estupendamente, estando a punto de renunciar a su eternidad para estar con él. Sin embargo, conocer los sentimientos reales de su ¿novio? la había obligado a actuar de esa manera, decidiéndose a castigar a ambos, aunque Charlie realmente no tuviese culpa de nada. Quizá, si no se hubiese entregado a Billy como una perra ardiente, la hubiese dejado marchar. Billy había actuado por propia iniciativa, leyendo los libros que ella había puesto hábilmente a su alcance, de una manera que parecía totalmente casual como si hubiese sido él mismo quien los había encontrado, aunque ella fuese quien, en realidad, guiase sus pasos hasta llegar al desenlace definitivo. 
 
Nadie podía burlarse de Lilith, absolutamente nadie, y los que lo intentaban lo pagaban caro... 
 
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