miprimita.com

Buscando la chispa...

en Lésbicos

Mis ojos miraban fijamente a los de aquella escultural preciosidad que estaba frente a mí, las dos desnudas de pie en la habitación, observándonos, antes de que nuestros labios se fundiesen en un beso leve al principio, apenas un roce, volviéndose más apasionado a cada instante, mientras nos acariciábamos mutuamente, sintiendo la calidez de nuestras pieles, de nuestros pechos rozándose con nuestras lenguas entrelazándose ya sin ningún tipo de recato…

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Desnuda en mi cama me acaricio mientras recuerdo mi primer encuentro con aquella chica, la dependienta de la corsetería a la que fui buscando un conjunto que me ayudase a seducir a mi marido, a recuperar la chispa que estábamos empezando a perder a pesar de llevar tan poco tiempo casados, apenas 3 años desde que le di el sí en aquella pequeña iglesia de un pueblecito de provincias.

Mis dedos recorren mi cuerpo, mis manos amasan mis pechos y recorren mi vientre mientras recuerdo sus besos en mi piel. Puedo sentir la humedad que empieza a aparecer en mi sexo, y necesito el contacto de mis dedos para aplacar el calor que siento dentro de mí y que me mantiene excitada en la soledad de la habitación. Me siento a mí misma en mi interior, entrando y saliendo de mi sexo mientras los gemidos brotan de mi garganta, hasta que un largo y placentero orgasmo recorre todo mi cuerpo dejándome desmadejada sobre las sábanas… Pero me estoy yendo del tema, así que lo mejor será que cuente cómo la conocí y surgió aquel primer encuentro…

Aquella mañana me desperté al notar la ausencia de mi marido de nuestra cama. Giré mi cabeza un poco y vi en el reloj despertador que eran las 7 y media, casi la hora a la que él se iba a trabajar. Le escuchaba moverse por el baño, por la cocina, duchándose y afeitándose, preparándose el café, hasta que volvió al cuarto para darme un beso de despedida antes de irse. Me quedé allí sola, mirando al techo, recordando nuestra sesión de sexo de la noche anterior. Pero no la evoqué por su calidad, sino por su corta duración: apenas unos vaivenes hasta que él se vació en mi interior y que me dejaron más excitada de lo que pudiera estar antes de acostarnos, lo que me hizo tener que acabar sola en el baño con la excusa de hacer mis necesidades.

Dicen que la monotonía termina apareciendo tarde o temprano en una pareja, pero es que en nuestro caso había tardado realmente poquísimo. Nuestro sexo había evolucionado (mejor dicho, involucionado) de unos apasionados y casi depravados encuentros, con largas sesiones de sexo oral y múltiples posturas, a lo que ya he dicho antes, casi limitándonos a que me abriese de piernas y él me penetrase de una manera casi mecánica, teniéndome realmente insatisfecha. Llegué a pensar si no tendría alguna amante con la que se descargaría antes de estar conmigo.

Cuando abrí los ojos un rato después me di cuenta de que me había quedado dormida nuevamente con aquellos pensamientos rondando por mi cabeza. Tenía que recuperar esa chispa perdida y se me estaban ocurriendo algunas formas, así que me levanté y me duché para salir de compras dirigiéndome en dirección al centro de la ciudad.

La mañana transcurrió sin que ocurriese nada digno de mención. Fui a la peluquería y a un centro de estética para hacerme un tratamiento completo. Ya sabéis: depilación, manicura, unas mechas, etc. Di vueltas por las calles de tiendas sin ver nada que me llamase la atención hasta que, al doblar una esquina, descubrí una tienda de ropa interior y de baño con unos conjuntos realmente provocativos que me ayudarían en mi propósito, así que no lo dudé y entré para mirar las prendas expuestas imaginando cómo me sentarían.

Recorría la tienda cuando escuché una voz a mi espalda preguntándome si me podía ayudar en algo. Al darme la vuelta me percaté de que era la dependienta, una verdadera preciosidad de chica, morena de melena negro azabache que caía por debajo de sus hombros y ojos verdes, con unas curvas de vértigo que me llamaron poderosamente la atención notando que ella también recorría mi cuerpo con su mirada, aunque en un principio no pensé que pudiera ocurrir nada especial (aquí debo decir que soy completamente bisexual y que he tenido encuentros con otras mujeres, aunque éstos terminaron cuando comencé a salir con mi marido y nuestro posterior matrimonio). Le dije lo que buscaba y ella me mostró varios conjuntos ofreciéndome la posibilidad de entrar al probador con ellos, cosa que no dudé en hacer. No podía sospechar que mientras me probaba aquellas prendas la chica había cerrado la puerta de la tienda para que no entrase nadie. Entre las prendas había un conjunto negro con el sostén de media copa, lo que dejaba expuesta casi la mitad de mis pechos, pudiendo verse mis pezones casi en su totalidad, con un tanga a juego que, mirando hacia el espejo, pude ver que me hacía un culo realmente sexi y provocativo.

En ese momento escuché la voz de la chica preguntándome si necesitaba algo más. No pude contestarle ya que casi inmediatamente descorrió la cortina de la pequeña cabina y ver mi cuerpo con aquellas prendas. Pude notar su mirada de deseo, lujuriosa, mordiéndose el labio inferior al verme. Me dijo que me quedaba de maravilla y que me hacía un cuerpo muy bonito mientras yo modelaba tímidamente ante ella, girándome para que pudiera verme bien, añadiendo que ella llevaba puesto uno muy parecido que casi inmediatamente se ofreció a mostrarme mientras comenzaba a desabrochar su blusa que dejó caer al suelo seguida de su falda, quedando ante mis ojos con un conjunto muy similar aunque de otro color. Hizo lo mismo que yo, mostrándome su cuerpo para que pudiera verla bien. Tenía un cuerpo precioso, con una piel bronceada que hacía resaltar más todavía el color de su conjunto, y no pude evitar cierto hormigueo en mi sexo mientras la observaba, recordando otros tiempos en mi vida. Ambas nos mirábamos fijamente y no hicieron falta más palabras entre nosotras. Me cogió de la mano y me llevó a una pequeña habitación en la trastienda del local, donde ambas nos desnudamos sin dejar de mirarnos, quedando una frente a otra.

Mis ojos miraban fijamente a los de aquella escultural preciosidad que estaba frente a mí, las dos desnudas de pie en la habitación, observándonos, antes de que nuestros labios se fundiesen en un beso leve al principio, apenas un roce, volviéndose más apasionado a cada instante, mientras nos acariciábamos mutuamente, sintiendo la calidez de nuestras pieles, de nuestros pechos rozándose con nuestras lenguas entrelazándose ya sin ningún tipo de recato. Sus manos recorrían mi espalda, con sus uñas rozando mi columna, lo que me hacía sentir escalofríos mientras su lengua jugaba con la mía en mi boca, bajando después por mi cuello hasta que llegó a mis pechos y atrapando uno de mis pezones con sus labios, lamiéndolo y mordiéndolo suavemente, lo que me hacía exhalar pequeños gemidos de placer, sobre todo al sentir sus dedos que empezaron a acariciar mi sexo, mis labios al principio y después mi clítoris con sus dedos expertos. Su cabeza bajaba por mi cuerpo besando toda mi piel, me daba pequeños mordisquitos en mis caderas, hasta que su boca llegó a mi sexo que empezó a lamer y besar mientras sus dedos entraban y salían de mi vagina. No tardé en llegar a un delicioso orgasmo allí de pie con aquella preciosidad arrodillada entre mis piernas.

Se incorporó y volvió a besarme, pudiendo notar en sus labios el sabor de mis fluidos. Sin decir una palabra la hice recostarse en la cama y le devolví la caricia. Besé sus labios, el contorno de su sexo depilado, pasé mi lengua por toda su vulva mientras mi dedo índice penetraba en su vagina y mi lengua lamía su clítoris, atrapándolo con mis labios. Poco a poco me fui girando sobre ella para que mi sexo quedase a la altura de su boca y hacer un delicioso 69, con nuestras lenguas en nuestros sexos y jugando con nuestros dedos hasta que ambas terminamos en un poderoso orgasmo que nos hizo quedarnos desmadejadas en la cama del mutuo placer recibido y besándonos cariñosamente.

La deliciosa sesión de sexo terminó cuando me di cuenta de la hora que era y tenía que volver a mi casa. Me despedí de ella intercambiando nuestros teléfonos para volver a vernos y abandoné la tienda volviendo a besarla, con bolsas en mis manos que contenían varias prendas que ella me regaló mientras me deseaba suerte con mi marido, aunque pícaramente añadió que si la necesitaba ahí estaría para volver a darnos placer mutuamente.

Desde entonces nos hemos vuelto a ver en muchas ocasiones, teniendo cada vez mejores sesiones de sexo. Los ratos de cama con mi marido no han mejorado, más bien al contrario, pero ahora ya me da absolutamente lo mismo…