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María y Marina Cap. 3

en Grandes Series

Noté una ráfaga de aire frío en la espalda. Abrí los ojos. A través del reflejo del espejo vi a mi padre en el umbral de la puerta con el pelo mojado y vestido con un albornoz blanco. La visión del cuarto de baño desde su posición debía de ser, por lo menos, curiosa…

Mi padre me dio un último vistazo con sus ojos y confirmó sus sospechas de lo que estaba haciendo.

-          Per-perdón – acertó a decir y cerró la puerta.

Mi corazón iba a mil por hora. Saqué mi dedo del clítoris y abrí el grifo rápidamente para lavarme la mano. Lo cerré y me sequé. Cogí el pantalón del pijama, me lo puse y la parte de arriba también. Tenía prisa por salir del baño, llegar a mi habitación y encerrarme allí para no salir nunca más. Recogí el sujetador y las bragas. Abrí la puerta y, sentado encima de la cama, me esperaba mi padre.

-          María, cariño, de-deberíamos hablar de lo que ha pa-pasado – dijo visiblemente con vergüenza ajena.

-          Ahora no, papá – dije de forma tajante encarando el umbral de la puerta de su habitación.

Mi padre no dijo más. Yo sabía, por experiencias anteriores, que esa conversación quedaba pendiente y que, como siempre que no quería hablar de un tema, mi padre dejaría pasar un tiempo prudencial antes de volver a la carga. Llegué a mi habitación y me encerré en ella.

“Menuda forma de acabar abril y vaya forma de empezar mayo” pensé. El último día del mes acabó con mi padre y Ma restregándose en el salón de casa y el mes empezaba conmigo masturbándome por primera vez y mi padre pillándome en pleno acto. Lo del día anterior comparado con la “pillada” de ese momento me parecía ridículo.

Me confesé a mí misma que me había gustado masturbarme. Se sentía bien… muy bien. Y eso que no había terminado. Tantas veces oyéndoselo decir a Ma y tantas veces diciéndome que lo hiciera, que al final, pasó.

En ese momento, lo decidí. Confiaría en la palabra de mi padre. Las palabras que le dijo a Ma después de su momento con ella servirían como garantía: “Lo de hoy no volverá a pasar nunca más”. En cuanto a Ma, confiaría en que no lo volviera intentar.

Por otra parte, también decidí que había llegado el momento de romper la última barrera que me separaba de Ma: “la barrera sexual”. Para empezar, charlaría con ella del tema de la masturbación y luego del tema de la depilación “íntima”. “Ya era hora de que María se pusiera un poco práctica en ese tema” pensé sobre mí misma.

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El resto de aquel fin de semana no trajo ningún detalle más fuera de lo común. Ma vino a recoger sus cosas al día siguiente del cine, pero no sola. Su madre la trajo hasta mi casa en coche y yo ya le había recogido toda la ropa y demás cosas. Mi intención salió a la perfección: Ma y mi padre ni se vieron. Acompañé a Ma hasta el coche soportando el peso de su bandolera y ella el de la mochila.

La madre de Marina, Victoria, la esperaba de pié y fuera del todoterreno. Era idéntica a ella: un poco más alta, pelo liso de un color dorado, ojos azules, piel bronceada, una parecida complexión física a la de Ma y de cara también muy parecida sólo diferenciándose por algunas de las arrugas típicas de la edad. Su edad, unos cuarenta y pico, más que hacerla perder atractivo le confería un aura provocativa, sumándole la elegancia con la que vestía siempre. Más de una vez Marina se refería a su propia madre como una auténtica “milf”.

Le dije a Ma que le tenía noticias importantes pero que ya se las diría. Ma me insistió un rato pero resistí. Un poco después, despedía a Ma y a Victoria con la mano cuando se alejaban en el coche y volví a casa.

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Lunes por la mañana. Me quedé un rato despierta en la cama. Tenía dos grandes frentes de conversaciones con las dos personas más importantes de mi vida. Una fácil, incluso apetecible, con Ma. La otra difícil y muy, muy, muy vergonzosa con mi padre.

De la primera, pasó el fin de semana caracterizado por los “whats” constantes de Ma intentando sonsacarme el tema pero fue en vano. No quería decir nada por escrito, mejor cara a cara y ver su cara cuando se lo dijera.

De la segunda, pasó el fin de semana caracterizado por frases con las mismas palabras y expresiones de siempre pero caracterizadas por un tono serio y formal tanto por parte de mi padre como por la mía y sin decir nada más de lo estrictamente necesario. Mi padre cumplía con su habitual tregua y yo sospechaba cuando volvería  a la carga con el tema.

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-          Esta tarde, después de recogerte del instituto, tenemos que hablar – me dijo mi padre, un poco más tarde, a modo de despedida en el coche delante de la puerta del centro.

Mis sospechas se confirmaron. Sabía que mi padre me había dejado el fin de semana para templar la situación vivida por los dos y establecer el lunes, principio de una nueva semana, para hablar y zanjar el tema.

-          Mejor de noche… esta tarde voy a casa de Ma – respondí yo, avisando a mi padre de ese plan -, ¿te importa si luego te aviso de cuando me puedes recoger?

-          Bueno, está bien… pero ya sabes que me tienes que avisar con más antelación de tus planes – dijo mi padre aceptando la situación -. Pero el tema quiero hablarlo esta noche sin excusas.

-          Vale, papá – respondí, dándole el tradicional beso en la mejilla.

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-          Esta tarde al llegar  a mi casa ya me lo estas soltando… esto no se hace Ma – me dijo Marina, después de sus típicos segundos en el umbral de la puerta de clase -.

Algunas chicas de clase, al verla aparecer, empezaron a susurrar, mirándola. Yo intuía que el nombre “Álex” estaba mencionándose. Marina, más que acostumbrada, las ignoró.

-          Vale, vale - le respondí yo sonriendo.

Sinceramente estaba feliz. El único tema o ámbito de la vida donde Ma me llevaba ventaja era el sexual y por fin iba a romper ese muro que yo misma había creado respecto a eso.

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Pasaban las clases y yo estaba en otro mundo. Nada de apuntes. Nada de retener lo que decían los profesores. Sólo pensaba en liberarme con Marina y afrontar la conversación de por la noche con mi padre de forma más segura.

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-          Va estar mi madre y Óscar – me decía Ma, mientras subíamos en el ascensor de su edificio dirección a su piso -, así que ya sabes: entramos por abajo, subes las escaleras y vas directa a mi habitación. Yo les digo que estamos en ella toda la tarde, que no nos molesten y que a ti te recoge tu padre antes de la hora de la cena. ¿Vale?

-          Perfecto – le respondí yo.

Tenía muchas ganas de contárselo ya, a ver cómo reaccionaba y cómo me contaba las explicaciones de lo que quería saber.

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Para situaros, a los que leáis esto, os tengo que explicar y describir, de la forma más breve que pueda, los pensamientos de Ma sobre los sitios donde vivíamos las dos.

Ya de niñas, después de conocernos, Marina y yo jugábamos a ser princesas y el chalet donde vivía con mi padre lo convertíamos en nuestro castillo. Ya al iniciar la adolescencia, a Marina le resultaba fascinante mi casa: un chalet en las afueras de la ciudad, con dos plantas, garaje, jardín, mi habitación con cuarto de baño propio, una piscina y, posteriormente, una piscina de hidromasaje.

Cada dos por tres me comentaba que ojala su madre se cansara del piso donde vivían y decidiese comprar un chalet como el mío y, ya por soñar despierta, que si fuera uno de los de la lado de mi casa ya sería perfecto.

Esto antes. En los últimos dos años lo único que le faltaba al piso donde vivía Ma era la piscina y el hidromasaje. Aunque los compensaba bastante bien yendo al gimnasio.

Tanto ella como yo siempre habíamos vivido en las mismas casas desde que nos habíamos conocido: yo en un chalet en las afueras de la ciudad y ella en un piso del centro de la ciudad.

Cuando su madre, Victoria, y ella llegaron a la ciudad, adquirieron el penúltimo piso de un edifico señorial del centro de la ciudad. Tenía muy buena extensión de metros cuadrados pero a Ma le resultaba insuficiente. Salón, cocina, dos dormitorios (uno con baño incluido, el de su madre) y otro baño para Ma y para las visitas o quienes estuvieran en casa. Todos los espacios de mayor tamaño que lo común. Pero a Ma no le convencía…

Cuando cumplió los 14 años, empezaron las obras de lo que yo consideraba el mayor regalo de cumpleaños que le podían hacer unos padres a un/una hijo/a, más incluso que un coche o un viaje. El último piso del edificio ya llevaba en venta un par de años desde que su anciano dueño hubiera fallecido. La madre y padrastro de Ma lo adquirieron y remodelaron por completo: un pequeño salón con televisión, una habitación para dormir Ma y un baño exclusivo para ella y una terraza (con la que ya contaba el piso originalmente). Mantuvieron la puerta de acceso por las escaleras comunes del edificio con la condición de que ella entrara por la propia de su casa, un piso más abajo y unieron por dentro ambos pisos con una escalera interior de caracol, así Ma podría acceder a “su espacio” desde el piso original. Sus padres no debían subir por casi ninguna circunstancia…

Lo único que le faltaba, a diferencia del chalet donde vivía yo, era la piscina y el hidromasaje. Por esa razón, iba tanto al gimnasio durante los dos últimos años…

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-          Ya – dijo Ma quitándose los zapatos reglamentarios del centro y tirándose encima de la cama -. Ven y cuéntame.

-          Pues verás… el viernes… después de que te fueras con Álex… mi padre me llevo a casa y… y acabé… bueno… pues que me mas… bueno que me medio mas-tur-bé – dije implorando que Ma se alegrara.

-          ¡¿EN SERIO?! – dijo Ma preguntando de forma exclamativa – por fin Ma por fin – dijo acercándose a mí y abrazándome -, ya era hora – me dijo, fingiendo enfado-, ¿y cómo fue? ¿qué sentiste?

-          Pues… fue raro… pero me gustó… aunque no llegué al fondo… sólo fueron unos roces ahí abajo – respondí yo de forma vergonzosa.

-          En el coño, Ma, en el coño – me dijo Ma, siempre repitiéndolo para que me soltara y lo expresara con ese término -. ¿Te metiste el dedo completo? ¿varios dedos? ¿un objeto? ¿tienes consolador? ¿quieres probar con el mío?

-          Vale, vale – la paré yo, viendo que su experiencia ya me superaba -, sólo un dedo y toque por la zona del clítoris…

-          Tienes que probar a metértelo dentro del coño Ma y después a buscar un chico para estrenarte – me insistió Ma.

-          De eso también quería hablarte… - dije yo.

-          ¿YA TE METIERON UNA POLLA? – preguntó Ma de forma brusca. No se cortaba para nada.

-          No tonta – dije yo -, para eso aún falta pero quiero que me ayudes en un asunto que hará que eso me cueste menos hacerlo el día de mañana… - esperé unos segundos- ¿me enseñas a depilarme el… el… el co-coño? – acabé la pregunta viendo el gesto que me hacía Ma de que dijera la palabra.

-          También era hora de que lo pidieras o que me dijeras que lo habías hecho – me dijo con naturalidad Ma -, es lo mejor del mundo, queda el coño suavecito y una se puede masturbar y follar mucho mejor… además a los chicos les vuelve lo… cos…

De repente, se llevó un dedo a lo labios pidiéndome silencio. Se oían unas pisadas por las escaleras de caracol. Segundos después, los pasos recorrían el salón del piso de Ma y, de forma posterior, llegaron al umbral de la puerta de la habitación donde estábamos.

-          Me dijo mamá si queréis algo de merienda – nos dijo Óscar.

-          Nada – respondió de la forma más borde que sabía hacer Ma.

Él no respondió y se fue.

Óscar era el padrastro de Marina desde hace varios años. Ella y Victoria habían perdido a su padre (y marido) cuando Marina era pequeña. Más o menos a los 4-5 años. La misma edad que tenía yo cuando mi madre, Isabel, había sufrido el accidente de coche. Pasaron unos años y Victoria, la madre de Ma, conoció a Óscar en un congreso de medicina y empezaron a salir juntos. La conexión era directa: ella médica en un hospital privado de la ciudad y él, farmacéutico que trabajaba en una farmacia de la misma ciudad. A Marina no le entusiasmaba esa relación pero fue a raíz de la boda civil coincidiendo con su inicio en la adolescencia a los 12-13 años cuando empezó a no soportar a Óscar llegando al nivel de detestarlo en la actualidad. Su madre sabía de esa relación entre ambos y siempre estaba intentado que se llevaran lo mejor posible pero con desastroso resultado.

Marina me siguió haciendo el gesto de silencio con el dedo hasta que los pasos empezaron a bajar la escalera de caracol hasta que dejaron de oírse.

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Mi padre estaba en doble fila. Me despedí de Ma, Óscar y Victoria y bajé en el ascensor. Me encantó poder desahogarme con Ma, aunque ella me metía, no con malicia, mucha información y obligación de hacer muchas cosas, pero bueno lo primero la depilación luego sería lo demás. Habíamos quedado en que me ayudaría a depilarme el coño en su casa ese fin de semana y así poder tenerlo bien rasurado para mi fiesta de cumpleaños.

Ahora tocaba enfrentarme a la otra conversación pendiente que me quedaba. Aunque lo hacía más segura de mí misma y con más entusiasmo…

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Mi padre se puso el delantal y se dispuso a hacer la cena, yo siempre era su pinche y le ayudaba. En aquel momento empezamos la famosa conversación.

-          El otro día… - empezó así - … el viernes, cuando estabas en mi baño, te estabas masturbando ¿verdad? – dijo mi padre de forma tranquila y sin avergonzarse.

-          Sí papá – me sinceré yo pero poniéndome muy roja -.

-          Bien, no voy a enfadarme, ni a regañarte, ni a soltarte ninguna charla – me dijo mi padre en plan para tranquilizarme –, recuerda lo que te había comentado sobre la masturbación hace unos años: debes hacerlo en la intimidad y siempre procurando que nadie te moleste, es decir, debes hacerlo en los sitios adecuados como tu baño o tu habitación. De esa forma no se volverá a repetir el momento tan incómodo  para ambos del viernes ¿de acuerdo, María?

-          Está bien, papá, tienes razón – respondí yo, empezándome a bajar la sangre de las mejillas a las partes que ocupaba anteriormente.

“Segunda conversación pendiente superada” pensé. Y seguimos preparando la cena.

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Pasaron los días de la semana muy rápido y cuando me quise dar cuenta era sábado por la tarde y estaba en el ascensor del edificio de Marina subiendo hacia su piso. Estaba muy nerviosa. Yo ya me había depilado con crema depilatoria muchas veces en las piernas y las axilas pero nunca el coño y, a pesar de los intentos tranquilizadores de Ma, no estaba nada segura de que aquello quedaría como me estaba imaginando.

De forma añadida, estaba todavía más nerviosa por el hecho de que Ma me tuviera que estar viendo el coño durante todo o casi todo el proceso. “Aunque fuese mi mejor amiga, ¡Que vergüenza!, por favor” no paraba de pensar.

Aunque… pensándolo bien… si tuviera que escoger una persona para que me ayudara a realizar aquella práctica quien mejor que Marina.

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Toqué al timbre de la puerta y me abrió Ma sonriente. Su madre y padrastro no estaban como rápidamente me hizo saber.

-          Así que tus gritos no los oirá nadie - me dijo, queriéndome vacilar.

Dejamos las cosas en su habitación y pusimos en su baño las cosas necesarias para el tratamiento depilatorio.

-          Necesito que te desnudes de forma completa Ma – me pidió Ma.

-          ¿Por qué? – respondí de un modo bastante molesto yo. No enfadada de verdad pero Ma ya sabía que no me gustaba que nadie me viera desnuda, ni ella, ni mi padre, ni nadie de nadie.

-          Te voy a ayudar pero tu estarás dentro de la bañera y entre la crema y luego el agua pues es mejor que no lleves nada de ropa para que no la mojes – argumentó la chica.

No se me ocurrió ningún contraargumento convincente para rebatirle su explicación. Así que mientras ella ponía una silla de plástico dentro de la bañera, yo me iba quitando la ropa delante de ella. Cuando lo estaba haciendo, sentía que Ma me miraba de reojo.

Acabé de despojarme de toda la ropa que llevaba puesta y me quedé totalmente desnuda delante de Ma, eso sí, con una mano cubriéndome las tetas y la otra el coño.

-          A ver Ma, quítate la mano de ahí que así no puedo ver – dijo Marina.

Me quité la mano del coño poco a poco y enseguida la coloqué en mi pecho reforzando su ocultación hacia Ma junto a la otra mano que ya tenía puesta ahí.

-          Ala… que cantidad de matojo tienes ahí Ma – me dijo burlonamente Marina -, no te preocupes – me dijo volviendo a la seriedad – cuando acabemos de hacerlo te quedará más o menos como el mío… ¡mira!

Ma estaba vestida como siempre para estar en casa y dormir: sin ropa interior y sólo con un pantalón corto diminuto y un top enseñando el ombligo. Se bajó de forma tranquila y natural el pantalón, dejándome ver su coño depilado. Se quitó del todo el pantalón y lo dejó junto a mi ropa. Yo nunca antes había estado así con ella, por lo menos, en los últimos años de nuestra amistad.

-          Mira… - me repitió cogiéndome la mano derecha -, toca… – me llevó mi mano hasta su monte de Venus haciéndome tocar de arriba abajo y de abajo a arriba-, está suave ¿verdad?

-          Sí… - dije pasivamente. No sabía muy bien que más decir. Apenas hacía una semana me había empezado a tocar yo y ahora se lo hacía a mi mejor amiga.

-          Fíjate… – siguió diciendo Ma bajándome de repente la mano hacia la raja de su coño -, lo suave  que tengo el coño…

Con su mano hizo que mi dedo corazón de la mano derecha empezara a deslizarse de arriba abajo y al revés por el contorno de la rajita de su coño. En ese momento, me miraba directamente a los ojos y yo, avergonzada, bajaba la mirada. Ambas sabíamos lo que estaba sucediendo…

Me movió la posición de mi cuerpo sin dejar de mover mi dedo en su rajita hacia la pila del baño y ahí hizo que apoyara mi culo.

-          Ma – dijo Marina fingiendo enfado -, ¿cómo vas a pretender no tener vergüenza poniéndote desnuda delante de un chico cuando ni con tu mejor amiga puedes mostrarte por completo?

Sin esperar respuesta, con su mano derecha me quitó mi mano izquierda de mis pechos, dejándoselos a la vista. Yo no opuse ningún tipo de resistencia, me dejaba llevar, de forma pasiva. Acto seguido, llevó esa mano hasta su culo…

-          Acaríciame Ma – me susurró Marina.

Yo apenas moví un poco la mano de arriba a abajo como una autómata. Ella dejó mis manos solas tanto en su coño como en su culo y se quitó el top dejándome ver sus pechos, los dos con sus pezones totalmente erectos… Marina estaba excitada. Hecho que confirmé cuando mi dedo corazón se empezó a mojar… ¡MARINA SE ESTABA MOJANDO!

-          Méteme un poco el dedo Ma – me dijo Marina volviendo a acompañar mi mano derecha con la suya izquierda en su coño.

Estaba empezado a meter la punta de mi dedo corazón en el coño de Marina (ayudado por su mano) cuando, de pronto, se oyó la cerradura de la puerta principal del piso de abajo. ¡ALGUIEN LLEGABA! ¿Óscar o Victoria?

Mi reacción a oír aquel ruido fue inmediata y volví a convertirme en un ser activo. Levanté mi mano izquierda del culo de Marina y quité bruscamente mi dedo corazón de su coño. Ella también se puso en “modo alerta”. Cogió su ropa, se la puso rápidamente y salió del baño. La oí bajando lentamente la escalera de caracol y preguntar (“¿Hola?”). Una voz femenina le respondió. Yo suspiré, paré de vestirme y esperé a que Ma volviera.

-          Llegó mi madre… entonces ¿qué? ¿empezamos a depilarte o seguimos? – dijo Ma con doble sentido sexual.

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Durante la cena de aquel día, pizza casera realizada por mi padre, no podía parar de rozarme una pierna con la otra. Acostumbrada a una gran cantidad de vello en la zona de la entrepierna, me sentía rara no notando nada.

La depilación con Marina había resultado ser mucho mejor de lo que esperaba pero después de acabar apenas había comprobado como había quedado ni había tocado nada. En cuanto Ma me informó de que había finalizado el proceso, no esperé, me lavé bien la zona y empecé a vestirme. No sabía como comportarme con Marina después de lo que había sucedido ante de empezar la depilación…

Acabada la cena, me despedí de mi padre y subí a mi habitación. Momentos después fui a mi baño y cerré la puerta echando el pestillo. Me desnudé completamente y empecé a observarme el coño. En apariencia, había quedado perfecto. Me quise asegurar y empecé a tocarlo… puse toda mi concentración en el sentido del tacto de mi mano… ningún pelo y piel… suave… muy suave…

En ese momento, me acordé de mi dedo corazón entrando en el coño de Ma. Sabía que iba a ser raro pensar en eso para hacer lo que quería hacer… pero… que ganas tenía de volver a tocarme ahí abajo…

Bajé la tapa del inodoro y me senté encima de ella, abrí las piernas y puse mi mano en mi coño empezando a acariciarlo. Mientras cerré los ojos y recliné la cabeza hacia atrás como había visto hacerlo a mi padre cuando se estaba corriendo en el sofá del salón con Marina…

Empecé a acariciar mi clítoris pensando en como Ma me cogió la mano y la llevó hacia su coño…

Ma tenía unas tetas muy bonitas y muy bien puestas… Sus pezones estaban duros… Estaba excitada haciendo que yo le tocase su coñito… bufff…

Noté como me mojaba… Volví a hacer lo mismo que Ma me había “obligado” (“¿me había obligado?” pensé) a hacerle y empecé a acariciar la rajita de mi coño de arriba a abajo y de abajo a arriba con los dedos índice y corazón…

Ma quiso avanzar y quería que la tocase más… Mi mano en su culo… Que suave tenía la piel… mmm…

Sabía que estaba perfectamente mojada para hacerlo… pero… ¿me atrevería?...

Marina estaba muy caliente y recordé su frase “Méteme un poco el dedo Ma”…

Posicioné mi dedo corazón a la mitad de mi coño y, poco a poco, fui introduciéndolo… que sensación… parecía que me acababa de hacer pis… el coño estaba todo mojado… introduje más el dedo…

Si no fuera por la llegada de su madre a saber que hubiera pasado…

Saqué el dedo de mi coño y me volví a poner a tocarme el clítoris… Sabía que en aquella zona de la anatomía femenina, confluían unas 8.000 terminaciones nerviosas… En aquel momento, podía afirmar que las estaba sintiendo todas o casi todas… que sensación tan… tan… buena… que gusto… bufff…

En ese momento, la “María ética y moral” volvió a coger las riendas del cerebro y, por extensión, de todo el cuerpo y sus acciones. La mano se quedó parada en contacto con el clítoris pero sin moverse…

Marina quería verme denuda y ella se puso desnuda delante de mí…

Levanté la mano, rompiendo el contacto físico de ella con el clítoris…

La chica había querido que masturbase su coño con mis dedos…

Cerré las piernas y abrí los ojos. Me negué a darme más “gusto” mediante la masturbación hasta que confirmase una cosa…

Miraba al techo pensando… No había besado nunca a ningún chico, tampoco a ninguna chica. Aún era virgen, no se había costado con nadie, ni siquiera liado. No había tocado nunca un pene, ni desnudo, ni por encima de la ropa, pero sí un coño, y hasta hace unas pocas semanas tampoco masturbado ni a ella misma ni a otra persona.

Me confesé a mí misma que la experiencia con Marina me había gustado… lo cual… me hacía replantearme mi propia heterosexualidad…

Desde siempre había pensado que me gustaban (me tenían que gustar) los chicos, pero… ¿si tocar el coño de Marina, me gustaba?... ¿qué significaba?... ¿sería lesbiana?... ¿bisexual?... ¿heterosexual y aquello sólo había sido una experiencia?... ¡¿QUÉ?!

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Aquella noche, en mi cama, recuerdo que no paré de repetirme la misma serie de preguntas una y otra vez, sin poder obtener una respuesta en claro. Poco a poco, acabé dormida.

Continuará.

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NOTA DEL AUTOR: Tanto este capítulo 3 como el anterior (capítulo 2) sirven para introducir más detalles y personajes que tendrán su importancia y protagonismo en futuras entregas. Confirmar que el capítulo 4 será mucho más "entretenido".