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Secretos de pueblo (14/16). Miguel.

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Secretos de pueblo (14/16). Miguel. Beneficio mutuo.

Las personas, descripciones, hechos y localidades de este relato son pura ficción y cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia… o no.

Pienso que mi trato podría beneficiarnos de manera mutua, ¿no crees?

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Domingo, 11 de febrero de 2018.

-          ¡Eh!... ¡eh!... ¡¡¡EH!!!... ¡¡¡DANIELA!!!…

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Martes, 13 de febrero de 2018.

-          Oh, Migui, eres tú.

-          ¡Claro que soy yo, tonta!

-          Perdona. No te había reconocido.

-          No pasa nada. No contaba contigo en esta fiesta. Al final, has decidido venir

-          Pues sí pero viendo elambiente”, prefiero marcharme ya

-          Por ambiente te refieres a ver cómo Andrea y Christian se lían, ¿no?…

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Sábado, 17 de febrero de 2018.

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-          Supongo que tú estás en la misma situación que yo

-          ¿Qué quieres decir?

-          Ya sabestú quieres a Chrisyo quiero a Andreay los dos andamos jodidos al verlos juntos

-          Puesla verdad

-          Oye, ¿te gustaría fastidiarlos como ellos hacen con nosotros?

-          ¿Qué propones?

-          Tú sólo sígueme

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Viernes, 23 de febrero de 2018.

-          Entra, ¡vamos!

-          Migui, ¿qué hacemos en el baño?

-          Quítate el cascovamos a liarnos para darles celos a Andrea y Christian

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Jueves, 1 de marzo de 2018.

-          Vale, vale, vale. No besas nada mal. Ahora, siéntate

-          ¿Dónde?, ¿encima del váter?

-          , . Encima. Me la vas a chupar

-          No sé Miguinunca se la he chupado a nadie

-          Tranquilatú sólo tienes que abrir la boca, del resto me encargo yo

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Miércoles, 7 de marzo de 2018.

-          Mueve la lengua, Daniasí, asílo haces bastante bien para ser la primera vez

-          …

-          No quiero correrme aún… Ponte de pie frente el lavabo y bájate los pantalones. Vamos a follar

-          ¿Follar? Yoverás Migui, yosoy virgen

-          Yo también, Dani. La perderemos juntos. ¿Te parece…?

-          Mmm, ¿tienes preservativo?

-          Siempre llevo alguno encima. Esperaa vermira: aquí está.

-          De acuerdo. Tú póntelo y yo me quito el pantalón y las bragas

-          No te arrepentirás, Dani

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Lunes, 12 de marzo de 2018.

-          No quiero correrme en tu boca… Ponte de pie frente el lavabo y bájate los pantalones. Quiero follarte

-          ¿Follarme? Yoverás Migui, yosoy virgen

-          No te preocupes, yo ya lo hice unas cuantas veces. Es fácil.

-          Mmm, ¿tienes condón?

-          No, pero cuando me vaya a correr, la saco.

-          No sé, Migui, es muy arriesgado…

-          Venga Dani. Tarde o temprano alguien te la va a meter, ¿o quieres ser virgen el resto de tu vida?

-          No, no. Está bienpero ten cuidado… no me hagas daño…

-          Tranquila, iré despacio…

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Sábado, 17 de marzo de 2018.

 

11:39 am. Algún lugar entre Roble y A Coruña.

Un giro brusco de la conductora del autobús hizo que mi cabeza, apoyada en el cristal de una de las ventanas del vehículo, rebotara sobre él y me sacase de mi estado de duermevela. Consulté el reloj del móvil y me fijé en los elementos paisajísticos que atravesaba el autobús. Todavía quedaba un buen tramo para llegar a La Coruña.

Ya despierto volví a pensar en mi musa erótica actual: Daniela. Su impulsiva mamada (con terminación bucal), en la fiesta de Carnaval de Christian, había conseguido desbancar de mi top de fantasías porno el “trabajito” oral de la mismísima Andrea y, como consecuencia, que me hubiera estado pajeando desde el día después con múltiples versiones de aquel acto sexual.

Disfrutaba mucho masturbándome pero necesitaba más. Quería más. El objetivo estaba claro: follar con una chica. Pero Andrea volvía a estar “ocupada” con Christian y a Daniela no me atrevía a proponerle nada sexual, sobre todo después del “descuido” en su boca. Con el resto de chicas del instituto era casi imposible teniendo en cuenta que si en cinco cursos y medio no lo había logrado, no creía poder hacerlo durante los últimos dos-tres meses. A pesar de todo, todavía me quedaba un as bajo la manga: Artemisa, es decir, Diana, la madre de Christian.

Desde el pasado julio, pensaba mucho en ella pero el descubrimiento de su verdadera identidad y sus tarifas (70 euros, la media hora y 120 euros, la hora) habían hecho que me conformara con “pelármela” de vez en cuando mirando las imágenes de su anuncio virtual.

No obstante, sentir el continuo dolor de mi brazo derecho y recordar la sorprendente reacción de Daniela por Carnavales (“¿ella sí y yo no?”) me espolearon para perder la vergüenza y aprovechar una de mis pocas “armas” para conseguir follar.

Por ello y acabados los exámenes del segundo trimestre, volví a contactar con Artemisa (Diana) para tener otra sesión de sexo de pago aquel sábado. Aunque, esta vez, llevaba encima poco más de la mitad de los 70 euros…

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11:46 am. Afueras de A Coruña.

El autobús enfilaba uno de los accesos a la ciudad herculina cuando noté vibrar el móvil dentro de uno de los bolsillos delanteros de mi pantalón vaquero. Mensaje de Whatsapp de… ¡Artemisa!: “Miguel, lo siento pero me ha surgido un asunto urgente de última hora. Podemos cambiar nuestra cita de la una para las cuatro o dejarla para mañana u otro día que puedas. Ya me dices. Besos”.

“Menuda putada… nunca mejor dicho”. Estaba a pocos minutos de llegar a la estación de autobuses. No tenía ni idea de qué hacer. Pensé en la personalidad sinvergüenza de Christian, en el carácter decidido de Andrea y en el corto pero intenso atrevimiento de Daniela… “A tomar por culo”. Ya era hora de que Miguel Castro Rodríguez empezara a dominar las situaciones y no al revés…

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14:27 pm. Roble. Centro Comercial Monte Neme.

-          Venga Andrea haz la foto de una vez, que las vamos a comer frías.

-          Un momento, Dani. Ya… casi… la tengo…

Andrea y yo estábamos sentadas, frente a frente, en una de las mesas de la pizzería del centro comercial. Era una comida de celebración por haber acabado los exámenes del segundo trimestre aunque, para mí, también se festejaba la mejorada relación de amistad entre las dos.

Mientras Andrea no paraba de hacerles fotos a las dos pizzas, cada vez más frías, que nos habían traído para comer, yo recordaba la conversación profunda y sincera con ella la tarde siguiente a la fiesta de disfraces de Christian.

Desoyendo sus quejas, quedamos en un parque a las afueras del pueblo. No quería que nadie muy conocido nos viera u oyera. Cuando ella llegó, solamente pude levantar la mano que sujetaba el pendrive negro y decir: “Lo he visto… ¿cómo no me dijiste nada?”. Andrea reconoció al instante el pendrive y cambió su cara de resaca por una expresión de completa seriedad. Sin poder remediarlo, se me cayeron varias lágrimas de cada uno de mis ojos. Andrea me las secó con sus manos y empezó a explicármelo todo.

Toño, su padre, había comenzado a abusar de ella en el verano entre el colegio y el instituto. Las constantes caricias y continuos abrazos se convirtieron en juegos de desnudarse. Los desnudos derivaron en tocamientos de las partes sexuales del uno al otro: pene y testículos para Toño y pechos, vagina y culo para Andrea. Eso evolucionó en masturbaciones y felaciones de ella a él y chupeteos y lametones de él a ella.

Andrea describió todas aquellas asquerosidades como “light” porque, debido a la insistencia de su padre, su madre, Carmen, la acompañó al médico de cabecera para que empezara a tomar la píldora y, de ese modo, poder ser penetrada sin protección por él.

Así estuvo la mayor parte de los meses del primer curso de la ESO… hasta inicios de marzo. Según sus propias palabras, mi regalo por su cumpleaños (la cámara digital) le había salvado la vida. Después de varias tomas fallidas, había logrado grabar una escena que demostraba los abusos y violaciones de su padre hacia ella. Con dicha escena, pudo amenazarlo con una posible denuncia y conseguir hacer que parara. La guardó en dos pendrives. Uno se lo quedó ella mientras que el otro, a modo de seguro, me lo dio a mí oculto en la figura de escayola de Olaf.

De ese modo, entendí por completo la situación vivida en mi habitación hacía casi cuatro años: el regalo de Olaf, la confesión de su no virginidad, la petición de cariño y la vuelta, a partir de ese momento, de su personalidad de siempre. Además, comprendí el motivo obvio por el cual me había dejado de invitar a dormir los fines de semana a su casa.

Respecto a Christian, me confesó que, a pesar de saber que me gustaba, se lió con él a propósito para poder refugiarse en su piso cuando las cosas en su casa se pusieran feas. Incluso reconoció que habían seguido con sus encuentros durante mi relación con el chico, que se habían acostado en su fiesta de cumpleaños y que iba a seguir “a su lado” hasta cumplir ella la mayoría de edad y poder largarse de casa.

Acto seguido, empezó a pedirme perdón llorando como una niña pequeña. Yo no podía, ni quería estar enfadada con ella. Me había mentido, engañado y traicionado pero el motivo por el cual había hecho todo eso era más que comprensible. Le dije que no había nada que perdonar llorando tanto o más que ella.

Ese día nuestra amistad se renovó aunque no de forma completa. Por mi parte, por callarme el episodio violento con Christian y la mamada a Migui. Por su parte, por no desvelarme más cosas relacionadas con el sexo que, en un futuro, sí conocería.

-          Y… listo. Foto subida a Instagram. Podemos empezar a comer…

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15:06 pm. A Coruña. Cafetería Capricho.

A pesar de tener cuatro horas libres por Coruña (de 12 a 4), conocía muy poco la ciudad y no me apetecía cansarme andando por sus calles. Por esas razones, opté por deambular cerca del edificio donde vivía Artemisa. Después de un par de cafés con leche, un par de periódicos, unas cuantas vueltas al parque de enfrente de su edificio y una pizza cuatro quesos para comer; acabé en la cafetería Capricho leyendo “El Diario de Galicia” y tomando mi tercer café con leche del día. Todavía faltaba casi una hora…

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15:14 pm. Roble. Centro Comercial Monte Neme.

-          Chris… ¡CHRIS!… estamos aquí.

Estaba siendo una buena comida entre dos amigas cuando Andrea, antes de pedir el postre, me confesó que había quedado con Christian después de comer para ir al cine. Y aún por encima, me preguntó si quería ir con ellos. En el fondo, parte de mi enfado era culpa mía por no haberle contado nada del episodio sucedido en mi casa.

-          Hola, chicas. ¿Qué tal estáis?

-          Bien.

-          Bien, Chris. ¿Y tú?

-          No me puedo quejar. ¿Vamos ya a coger las entradas?

-          Nos falta pedir la cuenta, ¿por qué no te sientas mientras?

-          Encantado…

Pasaron varios minutos en los que Andrea sacaba un tema de conversación hacia Chris, él se lo devolvía, ella contestaba, me lo pasaba a mí, yo lo finiquitaba con una frase simple y directa, y ella volvía a sacar un nuevo tema… Se me estaba haciendo insoportable aquella situación y ninguno de los camareros de la pizzería pasaba cerca de nuestra mesa para pedirles la cuenta. Me harté.

-          Voy a pedir la cuenta…

-          No, no te molestes Dani. Ya voy yo y así de paso voy al baño.

-          No, no hace falta Andrea…

Pero la chica ya se había ido. Sin poder ir a pedir la cuenta ni irme para casa sin despedirme de ella, no tuve más remedio que volver a sentarme en mi sitio y aguantar. Por desgracia, Christian no perdió el tiempo, ocupó la silla de Andrea y comenzó a hablar.

-          Voy a ser directo: sigo interesado en acostarme contigo.

-          ¿¡Perdona!?

-          A pesar de nuestro “accidente” y de la intervención de tu padre, quiero que nos acostemos.

-          ¿¡Accidente!? Querrás decir violación…

-          Llámalo como prefieras. Mira… tú debes pensar que soy el peor chico con el que te vas a encontrar en la vida y… siento desilusionarte pero no es así. En la Universidad, vayas a la que vayas, no vas a conocer a “príncipes azules” sino a tíos iguales que yo o, incluso, peores. Tíos que lo único que querrán será salir, beber y follar. Follar tanto y con tantas tías como puedan. Tíos que pasarán de una chica virgen o, al contrario, tíos que no se detendrán hasta haberte desvirgado.

-          Eso es lo que dices tú…

-          Sí, lo digo yo pero estoy adelantando lo que va a pasar cuando dentro de poco más de un año acabes el instituto y te plantes en la Universidad. ¿O piensas perder tu virginidad con alguno de los de tu curso? Una parte son como yo, la otra parte no creo que sean tu tipo y los demás… en fin… aspiras a más…

-          Cualquiera mejor que tú.

En ese momento, vi como una melena rubia salía del baño de mujeres y se dirigía a la zona de la barra donde estaba la caja registradora. Christian giró su cabeza para ver lo que yo. Al contemplar a Andrea, se volvió hacia mí y, bajando su tono de voz, dijo sus últimas frases de forma rápida y casi atropelladamente.

-          Sólo quiero que sepas que estoy disponible (5…), dispongo de tres sitios, como mínimo, para poder hacerlo sin que nos moleste nadie (4…), puedo conseguir condones fácilmente (3…) y mi padre tiene dinero suficiente para ocuparse de cualquier “error” que se produzca (2…). ¡Piénsalo!

1…

-          ¿Pensar qué?, ¿de qué hablabais chicos?

-          De la peli que vamos ver…

-          ¿Ah, sí?, ¿y cuál va ser…?

-          Pues… no lo sé. Al final, siempre la decides tú.

-           Pues venga, vamos a que la decida. Daniela, ¿seguro que no quieres venir…?

-          Seguro.

-          ¿Y... la comida?

-          No te preocupes, esta vez invito yo. La próxima te toca a ti.

-          Gracias. En cuanto acabe la peli hablamos por Whatsapp, ¿eh?

-          Sí.

Observé como Andrea y Christian enfilaban la salida de la pizzería mientras yo me quedaba sentada en la mesa esperando a que me trajeran la cuenta. Antes de que los perdiera de vista, el chico se giró hacia mí y, sin que Andrea se diera cuenta, extendió uno de sus dedos índice y, con él, se tocó varias veces la sien. Traducción: “piénsalo”. Yo reaccioné alzando mi puño derecho, levantando solamente mi dedo corazón. Traducción: “que te den”.

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16:04 pm. A Coruña. Cuarto rosa del piso de Artemisa.

-          De verdad que lo siento, encanto. Nunca cambio la cita con un cliente salvo que pase algo verdaderamente urgente.

-          No te preocupes. Supongo que ahora… compensarás mi espera…

-          Estás en lo cierto. Dame el dinero y ve quitándote la ropa.

Saqué los billetes del bolsillo (uno de 20 euros y dos de 10) y se los entregué enrollados. Ella los cogió y se dio la vuelta para guardarlos en el armario empotrado. En cambio yo, me quedé sentado en el borde de la cama en vez de desnudarme.

-          ¿Esta vez vas a querer que te acompañe a la ducha o prefieres…?

Artemisa, de espaldas a mí, dejó a medias la pregunta cuando terminó de contar el dinero que le había dado. Acto seguido, se giró para hablar:

-          Miguel, cariño, no sé si lo recuerdas pero la media hora son 70 euros. Tú sólo me has dado 40…

-          Lo sé. Esta vez no dispongo de más.

-          Pues… lo siento pero mis tarifas no son negociables. 40 euros no es suficiente…

Artemisa no dijo nada más. Solamente se acercó hasta mí y extendió su brazo con mi dinero en la mano, devolviéndomelo. Yo no lo cogí. Seguí sentado y, con el mayor coraje que pude, aguanté su mirada en silencio.

Fue una batalla muda en el que el primero que hablara, perdía. Para mi sorpresa, esa vez, yo fui el ganador.

-          Mira Miguel… me sabe mal que, después de esperar tanto tiempo, te vayas sin que hagamos nada. Te propongo una cosa: acepto tus 40 euros a cambio de una mamada rápida con terminación en mis pechos, ¿te parece?

Habiendo disfrutado gratis de una mamada con terminación bucal, pagar 40 euros por aquello me parecía una estafa. Además, yo quería meterla “en caliente”.

-          Lo siento, pero quiero follar…

-          Por 40 no puedo. Lo siento, Miguel. Ahorra un poco más y vuelve cuando tengas los 70 euros.

Finalizó la frase y fue hasta la puerta de la habitación. La abrió y, sin decir nada, me invito a salir volviendo a extender su brazo con mi dinero en la mano. Sin embargo, era a mí a quien le tocaba negociar:

-          Te propongo algo, Artemisa…

-          Lo siento, Miguel. No negocio. Por los 40 hago lo que dije pero no más…

-          Tú… tú sólo escúchame un momento.

-          A ver, di…

-          Los 40 euros a cambio de follar durante diez minutos a cuatro patas.

-          Ni hablar, encanto. Follar son 70. Ahora, si haces el favor, te pediría que te mar…

-          ¿Y si adivino tu verdadero nombre?

-          ¿¡Qué!? Miguel, no estoy para tonterías. Haz el favor de irte, por favor.

Había llegado la hora de dejar las medias tintas, mostrar las cartas, sacar la artillería pesada, ir a por todas…

-          Tu verdadero nombre es Diana Iglesias, has vivido un tiempo en Roble, tu marido, o exmarido, se llama Ricardo Hidalgo y tu hijo Christian, quien ha cumplido 18 años el mes pasado.

Terminé de hablar y contuve el aliento. Estaba convencido al 99% de que aquella mujer era la madre de mi mejor amigo pero también existía la posibilidad de que me equivocase…

-          ¿Quién… quién… quién eres tú?

Llevé la mano a uno de los bolsillos traseros de mi pantalón vaquero y saqué la fotografía doblada del 7º cumpleaños de Christian en la que aparecíamos los dos junto a sus padres. La dejé, desplegada, encima de la mesilla y esperé a que Artemisa la cogiera. Poco a poco, fue hacia ella y cuando la tuvo entre sus manos, comencé a explicarme:

-          Me llamo Miguel Castro, vivo en Roble y soy el mejor amigo de Christian. Christian… tu hijo… si realmente te llamas Diana… y eres su madre…

Artemisa estaba absorta viendo la fotografía y no me confirmaba si había acertado o fallado. Después de unos segundos que parecieron minutos, me contestó:

-          ¿Alguien más sabe quién soy, dónde vivo, qué estoy haciendo…?

-          No, no, no. Solamente yo. Encontré la web en la que te anuncias de casualidad y supe quien eras realmente después de nuestro primer encuentro.

Ella no dijo nada. Suponía que estaba intentando asimilar que, ejerciendo de escort, se había topado con el mejor amigo de su hijo. Un hijo al que no veía en once años.

-          Te voy hacer una pregunta directa sin interesarme por lo que sucedió en el pasado: ¿quieres volver a entrar en la vida de Christian? Si la respuesta es sí, podemos llegar a un trato. Si la repuesta es no, cojo mi dinero y me olvido de que te he encontrado…

Estaba sacando mi lado más manipulador y Artemisa, es decir, Diana, no tenía alternativa. El “sí” era el camino bonito. El “no” significaba tener que chantajearla con hacer público su “oficio” a los demás compañeros de clase de Christian y míos, a Ricardo, al propio Christian…

-          ¿En qué… consistiría ese… trato… exactamente?

-          Es fácil: yo te “allano”, por así decir, el camino con Christian y tú me haces una rebaja en tus tarifas… pongamos… ¿20 euros la media hora?

Diana se quedó mirándome como si la hubiera insultado.

-          Soy un estudiante, aún no trabajo y, como cualquier chico de mi edad, tengo ganas de follar a todas horas. Pienso que mi trato podría beneficiarnos de manera mutua, ¿no crees?

Agotada toda mi verborrea, sólo podía esperar: sí o no… no o sí… “¡vamos, Diana! no me obligues a hacerte chantaje”… “lo único que quiero es follar de forma más barata”… “si tuviera la mitad del éxito de tu hijo con las chicas, no estaría aquí”…

-          ¿Los 40 euros eran por diez minutos a cuatro patas, no?

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-          Joder como necesitaba esto… qué bien… qué bien…

Diana había cerrado la puerta de la habitación, guardado mi dinero en el armario empotrado y quitado su sujetador y su braga. Después a mí, desnudo y sin pasar por la ducha, me colocó un condón y lo embadurnó con lubricante. Acto seguido, untó un poco su coño con el mismo lubricante y se puso a cuatro patas encima de la cama.

-          Sigue, Migui… sigue… sigue…

-          ¿Te gusta que te den así, Daniela?, ¿eh?, ¿te gusta así?...

-          Sí, Migui, sí…

Si en la anterior ocasión que estuve con Diana, la chica que me follaba en mi imaginación era Andrea, esta vez era Daniela. Y para darle un toque más realista al asunto, le había dicho que me llamara “Migui” en vez de Miguel.

-          Vamos… vamos… así… vamos…

Mis dos manos agarraban con fuerza sus caderas mientras no paraba de introducir y sacar mi miembro plastificado de su coño. Diana se esforzaba por mantener bien levantado su trasero al mismo tiempo que se sujetaba al cabecero de la cama.

-          Muy bien, Migui, muy bien… lo haces muy bien…

Era el segundo polvo de mi vida pero ya le estaba empezando a pillar el truco a eso de follar, por lo menos en aquella postura. Además no sentía remordimientos, ni culpabilidad por estar haciéndolo con la madre de Christian. Aunque tampoco sentía morbo por estar cumpliendo esa fantasía sexual consistente en hacerlo con la madre de uno de tus amigos. Después de tanto tiempo (once años), Diana, para mí, era como cualquiera otra mujer de su edad con la que me cruzara por la calle.

-          Venga, Migui, córrete… córrete…. quiero que te corras dentro…

Cambié de posición mis doloridas rodillas juntando mis piernas, agarré con más fuerza sus caderas, realicé una gran inspiración e inicié el último esfuerzo.

-          ¿Quieres que te dé mi leche, Dani?, ¿la quieres?

-          Sí, Migui, sí… dámela… dámela toda…

-          Eres una pedazo de guarra, Dani… una… pedazo… de… gua-aahh-aahh-aahh-AAAAHHHH… rraaahhh… joder… joder… jo… der…

Cuando paré de eyacular y antes de sacar mi polla de dentro de su coño, dibujé en mi rostro una gran sonrisa. Aquella había sido mi primera corrida dentro de una chica/mujer. Bueno, concretamente, mi primera corrida vaginal.

La parte negativa era que, al mismo tiempo, el otro hermano Castro Rodríguez estaba experimentando los sentimientos contrarios a los míos…

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16:34 pm. Roble. Calle Río Miño.

Tiiiii, tiiiii, tiiiiiiiiii...

Desde que a mediados de enero y a través de sus propias palabras, Esther me confesó que iba abandonar el pueblo para irse a vivir y trabajar a La Coruña, no había parado de “acosarla” para intentar convencerla no sólo de que volviera conmigo, sino también de que se quedase en Roble.

Tiiiii, tiiiii, tiiiii, tiiiiiiiiii...

Novios desde el instituto. Pasando por muchas cosas buenas y otras no tan buenas pero siempre habiendo salido adelante hasta… hasta el pasado verano. La mitad de mi vida con ella y ahora… no quedaba nada… absolutamente nada…

Tiiiii, tiiiii, tiiiii, tiiiii, tiiiiiiiiiiiiiii...

-          ¿Sí?, ¿Quién es?

-          ¡Esther! Abre la puerta, tenemos que hablar.

-          ¿Quién es?

-          Esther, por favor, abre la puerta.

-          ¿Manuel?, ¿Manuel, eres tú?

-          Sí, soy yo. Ábreme la puerta, Esther, por favor.

-          Te he dicho mil veces que me dejes en paz.

-          Esther, sólo quiero hablar contigo un momento.

-          Si no te vas, llamo a la policía, Manuel. Hablo muy en serio.

-          Esther, sólo serán unos minu…

Un chisporroteo me indicó que Esther había colgado el telefonillo de su piso. No iba a consentir que se fuera del pueblo, ni que me abandonara. Nadie me lo iba impedir, ni su nueva pareja, ni siquiera ella misma…

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* Querido/a lector/a, solamente quedan dos relatos para el final de la serie…