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Secretos de pueblo (10/16). Andrea.

en Grandes Series

Me debo a las peticiones de mis lectores… Así que antes de empezar, ahí va un pequeño resumen de lo leído hasta ahora (relatos 1 al 9):

-          Andrés: marido de Ana y padre de Daniela. Trabaja en Roble en la funeraria Amanecer. Se ha acostado dos veces con Andrea, la mejor amiga de Daniela. La primera en el verano de 2017, encima del capó de su coche, y la segunda en enero de 2018, en la cama de matrimonio de su propia casa. Nadie lo sabe.

-          Ana: esposa de Andrés y madre de Daniela. Trabaja en Roble como directora del departamento de ventas de la constructora Hidalgo SA. Le es infiel a Andrés con Ricardo, dueño y director de la empresa. La primera vez en su entrevista de trabajo (2001), la segunda en diciembre de 2016 por la comida de Navidad de la empresa en el chalet de Ricardo y las demás en su despacho (de febrero a junio de 2017) y en hoteles de Madrid (desde septiembre de 2017 hasta la actualidad, un fin de semana al mes). El único que lo sabe es Christian, hijo de Ricardo.

-          Daniela: hija de Andrés y Ana, mejor amiga de Andrea y exnovia de Christian. Desde que empezó el instituto está “colada” por Christian y desde octubre de 2017 hasta febrero de 2018 ha sido su novia. Lo ha dejado porque el chico la ha intentado forzar a que le practicara una felación. Continúa siendo virgen.

-          Andrea: hija de Antonio Pérez (Toño) y Carmen Pereira, mejor amiga de Daniela y Migui, follamiga de Christian. Odia a sus padres, se ha acostado con el padre de Daniela dos veces, follamiga de Christian durante todo el curso pasado y, en el actual, desde noviembre se sigue acostando con él a espaldas de Daniela.

-          Ricardo: padre de Christian y dueño y director de la constructora Hidalgo SA. Tiene relaciones sexuales con muchas mujeres a destacar tres: Ana, Esther (su secretaria) y Camila (su empleada doméstica).

-          Christian: hijo de Ricardo. Estudia segundo de Bachillerato y durante la parte lectiva de la semana vive en un piso en el pueblo. Está a punto de cumplir la mayoría de edad. Es follamigo de Andrea, exnovio de Daniela y mejor amigo de Migui. Su fantasía sexual es un trío con Andrea y Daniela como candidatas. También se “beneficia” a Camila, la empleada doméstica de su padre.

-          Artemisa (apodo profesional): cuarentona que ejerce de escort en A Coruña.

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Secretos de pueblo (10/16). Andrea. Vuelta a la rutina.

Las personas, descripciones, hechos y localidades de este relato son pura ficción y cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia… o no.

[…] me acariciaba las caderas. Volvía a empezar. Era insaciable. No me resistí y continuó tocando otras zonas de mi cuerpo. Muslos. Ombligo. Nalgas.

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Miércoles, 24 de enero de 2018.

 

14: 08 pm. Centro de Salud de Roble.

Cerré la puerta de la consulta, dejando a Brais dentro y empecé a charlar con Esther fuera.

-          ¿Así que ÉL es el motivo de tu traslado a La Coruña?

-          ¿Mi traslado a...?, ¿¡cómo te has enterado de eso!?

-          Esther, por favor, ¿crees que una empleada mía puede buscar trabajo en constructoras e inmobiliarias de Coruña y Santiago sin que yo no me entere?

-          Yo-yo…

-          Lo único que no sé es cuándo pensabas decírmelo, ¿un día antes de irte?, ¿me iba a quedar sin el cuerpo de mi maravillosa y atractiva secretaria de un día para otro?

-          Ya he… ya he aguantado muchos años en este pueblo. Me merezco empezar de nuevo y Brais me ofrece esa oportunidad. Él sólo está aquí de forma temporal. En un par de meses, le otorgan una plaza en La Coruña.

-          Mmm, veo que eres más ambiciosa de lo que creía pero aún no me has contestado: ¿cuándo te vas?

-          Mi nueva empresa quiere que me incorpore después de…

Esther no terminó la frase al abrirse la puerta de la consulta y salir Brais ya vestido de calle. Se acercó a nosotros y puso una mano en mi hombro.

-          Espero que no le haya caído mucha bronca a la chica.

-          No, no, Brais. ¿Puedes ir adelantándote mientras termino de hablar con Ricardo?

-          Mmm, vale. Te espero en la entrada. Hasta otra, Ricardo.

Esther volvió a hablar cuando perdió de vista a Brais.

-          Mi nueva empresa quiere que me incorpore después de Semana Santa y te iba a comunicar que dejaba la empresa a lo largo de este mes.

-          Entiendo, ¿no hay forma de convencerte de que te quedes, no?

-          ¿La verdad? Ninguna. Ya he tenido suficiente y quiero una nueva vida.

-          Bueno… será duro… pero lo superaré. Lo que no tengo tan claro es que lo supere el pobre Manuel… han sido muchos años con él y primero, lo dejas y ahora, te vas del pueblo…

-          ¡Manuel ya lo sabe!

-          ¿Ah sí?... interesante… pero estoy convencido de que no ha reaccionado tan bien como yo…

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Domingo, 4 de febrero de 2018.

 

08:11 am. Habitación del piso de Christian.

La cabeza no la sentía. La boca la tenía pastosa. No conseguía abrir del todo los ojos. Y notaba mi cuerpo desnudo sucio de tanto sudar anoche y de recibir, varias veces, las corridas de Chris en él. A pesar de todo ello, las ganas de orinar primaban hasta el punto de tener que levantarme e ir al baño a aliviar esa necesidad fisiológica.

El sólo hecho de incorporarme y quedar sentada en la cama me mareó. A mi lado, Christian seguía durmiendo, totalmente desnudo. Había estrenado la mayoría de edad con un “botellón casero” del que, milagrosamente, ningún vecino se quejó.

Quería abrir los ojos de forma completa pero no podía, así que los entrecerré para buscar por la leonera que era, en aquel momento, la habitación de Chris, una camiseta con la que tapar mi cuerpo.

Localicé una tirada en el suelo. Me daba igual si estaba limpia o sucia. No tenía ganas de ponerme a buscar en los armarios o cajones. Me levanté para comprobar que no podía caminar sin tener que ir apoyándome en la cama, muebles o paredes de la habitación.

De esa forma, fui poco a poco avanzando hasta la camiseta. Al aproximarme a ella, me agaché, la cogí y pude volver a incorporarme sin caerme al suelo. La noche anterior no era la vez que más alcohol había bebido pero estaba siendo la peor resaca de mi vida.

Me puse la camiseta y fui hasta la puerta de la habitación. La abrí, salí, comprobé que Chris seguía durmiendo y la cerré despacio. El silencio que conseguí cerrándola despacio no compensó el ruido que hizo mi pie al chocar con una lata vacía de cerveza tirada en el suelo del pasillo.

Lo poco que veía del pasillo era horrible. Reprimí un poco más mis ganas de orinar para aproximarme despacio hasta la entrada del salón del piso. Llegué hasta él. Seguramente había campos de batalla con mejor pinta que aquella habitación.

Cuatro chicos. Dos durmiendo encima del sofá y los otros dos por el suelo. Uno de ellos, Migui. Y a su alrededor, un auténtico vertedero: botellas de alcohol vacías y semivacías encima de la mesa o tiradas en el suelo, latas vacías de cerveza desperdigadas sin ningún orden, vasos de plástico de litro con líquido aún dentro, mecheros, varios ceniceros con porros y colillas (algunas mal apagadas y todavía humeantes), móviles, mandos y cajas de videojuegos de la Play 4, cajas de pizza abiertas en el suelo y trozos de tarta manchando el suelo y algunos muebles. Como colofón, un montón de confeti por encima de todo.

“Joder, ¡qué-puto-asco!”. Aparte de toda la mierda que veía en la sala, comprobé que olía fatal. Una mezcla de sudor, tabaco, marihuana y restos de comida. Tuve que “huir” de allí ante la gran posibilidad de vomitar.

Lentamente pero por fin, llegué hasta el baño. Cerré la puerta y me miré, de pasada, en el espejo del lavabo para ver en qué estado se encontraba mi pelo. En una palabra: horrible.

Levanté la tapa del inodoro y me senté en la taza. Me estaba empezando a doler la cabeza. Aunque no era por el alcohol de la noche anterior sino por los remordimientos que empezaban a salir a flote. Las últimas 48 horas habían sido una auténtica montaña rusa…

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Durante toda la mañana del viernes, no paré de darle a Dani, en el instituto, mis últimos consejos sobre la primera vez. Ella parecía que me oía pero respondía a todo con monosílabos mientras mantenía la mirada perdida. “Los nervios” pensé. Ya después de la comida, le envié un Whats deseándole suerte y que iba a estar ahí para saber los detalles.

Esperé y esperé en la habitación de mi casa hasta que no aguanté más a Toño (mi padre) y decidí dar una vuelta por el pueblo. Pasaban de las seis de la tarde y aún no tenía ningún mensaje de Dani. Opté por seguir esperando, no fuera ser que los interrumpiera.

Cuando llegaron las nueve de la noche no me pude contener más y le envié un mensaje a Dani. Tardó casi una hora en contestar. La respuesta fue muy escueta y estaba compuesta de unas pocas palabras: “No he podido hacerlo. Christian y yo lo hemos dejado”.

Me sentí una mala persona al no poder evitar alegrarme al leer aquello. Desde que el año pasado se le metió en la cabeza a Chris la idea del trío conmigo y con Dani y empezó con su plan para tirarse primero a Dani, yo había perdido la única escapatoria al infierno que vivía en casa.

Conociendo la versión de Dani, esa misma noche del viernes quise conocer la de Christian y le envié un mensaje. Su respuesta fue igual de escueta que la de mi amiga: “Dani es una puta estrecha y me cansé de hacer el gilipollas”. No obstante un par de minutos después, añadió: “Espero que tú no lo seas y vengas mañana a la fiesta ;)”.

Durante toda la mañana del sábado, traté de ver en persona a Dani para comentar en profundidad lo sucedido o no sucedido la tarde anterior. Sin embargo, la chica prefirió declinar cada uno de mis intentos de un “cara a cara” tanto en su casa como en la calle.

Por la tarde e intuyendo la respuesta por adelantado, le pregunté si le molestaría que me pasara por la fiesta de Chris, por lo menos a llevarle la tarta (la excusa perfecta para ir) que habíamos encargado las dos unos días atrás. “No me importa” fueron sus palabras exactas. “Perfecto” pensé yo.

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Hacía varios minutos que había terminado de orinar pero no me movía. Estaba a gusto sentada allí.

De repente, oí como llamaban a la puerta y, sin esperar respuesta, la persona del otro lado accionaba el pomo y la abría para entrar. Me puse “en guardia” de inmediato pero al contemplar a un chico alto, moreno, musculado, de ojos marrón avellana, pelo rubio oscuro y totalmente desnudo; me relajé. Era Christian.

-          Buenos días, borracha.

-          Buenos días, “pureta”.

Le sonreí. Él me devolvió la sonrisa, volvió a cerrar la puerta y fue acercándose a mí.

-          ¿Me dejas mear?

Se había situado enfrente de mí. Yo asentí, cogí un poco de papel higiénico, me limpié y lo tiré dentro del inodoro. Cuando iba a levantarme, me puso las manos en los hombros para evitarlo.

-          ¿Qué quieres?, ¿hacer puntería?

-          No. Lo que quiero… es empezar… bien el día.

Mientras soltaba aquellas palabras, noté cómo su polla se iba hinchando por la entrada en ella de riego sanguíneo.

-          Chris, ¿aún no te llegó la múltiple sesión de ayer por la noche?

-          Ya sabes que nunca tengo suficiente.

-          Chris llevo una buena resaca encima…

-          Venga, Andrea, no seas una estrecha. Abre la boca…

-          Chris…

-          No seas una “Dani de la vida”, venga…

Aquella era una de esas veces en las que sabía que dijera lo que dijera, hiciera lo que hiciera, a Christian no se le pasarían, ni se le olvidarían las ganas. Abrí la boca, saqué la lengua y empecé a lamer su glande. Le faltaba poco para tener la polla totalmente empalmada.

-          Muy bien, Andrea, ves como te apetece…

Avancé en la mamada, metiéndome todo su glande en la boca. Oí como empezaba a jadear.

-          Así… así… así… vamos a profundizar más…

Sus manos abandonaron mis hombros y se colocaron en la parte posterior de mi cabeza. Noté una presión hacia delante y mitad de su polla se introdujo en mi cavidad bucal. Respondí poniendo las manos en sus muslos para impulsarme hacia atrás pero tenía más fuerza que yo. Ya no se la estaba chupando… ¡¡¡él me follaba la boca!!!

Christian me estaba cabreando. Mientras él movía mi cabeza, llevé una de mis manos a sus queridos testículos. Por ocasiones pasadas, tenía comprobado que, con un pequeñísimo apretón de las gónadas masculinas, un varón se quedaba en el suelo retorciéndose de dolor como mínimo varios minutos. Empecé a apretar poco a poco…

-          Andrea… cuidado… Andrea, joder… despacio… Andrea, ostia ¡¡¡suéltame los putos huevos!!!

No pudiendo evitar que mi mano soltara sus testículos, soltó las suyas de mi cabeza y su polla salió de mi boca. Notando el aire entrar por ella, solté mi mano. Él se alejó un par de metros hasta que su espalda tocó la pared contraria a la del inodoro.

-          ¡¡¡Me cago en la puta, Andrea!!! ¿Por qué cojones me has agarrado tan fuerte los huevos?

-          ¿Te piensas que soy una puta de 20 pavos para obligarme a chuparte la polla de esa forma?

-          Yo… yo… pensé que te gustaba.

-          Pues no, no me gusta y lo sabes de sobra. La próxima vez que hagas algo así, se acabó lo que tenemos. Y, si no te importa, vete del baño. Me gustaría ducharme y arreglarme un poco.

Su piso era el único refugio con el que podía contar, así que con ese farol me arriesgaba pero bien. Christian podía tener a casi cualquier chica del instituto. Afortunadamente, se quedó contra la pared, mimándose su bolsa escrotal, sin saber muy bien qué responder. Podría decirse que se había quedado sin argumentos.

Aproveché su indecisión para levantarme del inodoro e ir al lavabo, quedándome apoyada en él con ambos brazos, hasta que decidiera irse. Christian por fin reaccionó. Jugó la baza del chantaje emocional. Se colocó detrás de mí. Lo veía gracias al reflejo del espejo.

-          Andrea, Andrea, Andrea, perdóname “porfa”. Sabes que a veces se me va un poco la olla. La situación con Daniela todos estos meses ha sido frustrante.

“Daniela”. De nuevo, los remordimientos se apoderaron de mi mente. Me sentía una auténtica hija de puta por haber deseado que lo suyo con Christian saliera mal y por haber estado follando con él desde noviembre mientras estaban juntos. Ahora la culpa aumentaba pues no habían pasado ni 48 horas de haberlo dejado y yo ya quería retomar mi relación oficial de follamiga con él.  No tenía otra opción. Ojalá… pero no.

Chris, a lo suyo, me acariciaba las caderas. Volvía a empezar. Era insaciable. No me resistí y continuó tocando otras zonas de mi cuerpo. Muslos. Ombligo. Nalgas. Al mismo tiempo, verbalizaba sus pensamientos.

-          Tú no sabes lo cachondo que me pones, Andrea… eres la tía con el mejor cuerpo de todo el puto instituto… te follaría todos los días, a todas horas…

Por experiencias anteriores, sabía que susurrarme esas cosas mientras tocaba mi cuerpo funcionaba para ponerme “a tono”. Todavía llevaba puesta la camiseta pero todo lo que le interesaba ya estaba a su completo acceso.

-          Separa las piernas.

Obedecí. Chris deslizó su mano derecha hasta mi pubis, lo acarició suavemente un rato y, después, empezó a “revisarme” el coño con sus dedos.  

Empezó a frotar por todas partes. Clítoris, labios externos, labios internos y… dentro. El cabronazo lo estaba haciendo muy bien y no pude evitar comenzar a mojarme. Él lo notó y aumentó el ritmo de sus movimientos manuales.

Cuando pensó que mi coño estaba listo, se limpió a la parte de atrás de mi camiseta y puso sus manos en mis hombros, bajándolas por mis brazos hasta llegar a mis manos. Comprendí que quería que siguiera con los brazos apoyados en el borde del lavabo. Después, colocó sus manos en mi cintura, dio un paso hacia atrás y tiró de mis caderas hacia su entrepierna.

Veía toda la situación a través del espejo que tenía delante, pero no era consciente de que fuera yo, Andrea, la que estaba allí. Parecía una actriz porno en una escena de una película erótica cutre. Observé como escupía en su mano y como la llevaba a su glande para lubricarlo con su saliva. Al acabar, se volvió a limpiar a mi camiseta. Acto seguido, agarró su polla para dirigirla a la abertura de mi coño. Introdujo la punta de su miembro y, rápidamente, volvió a posicionar sus manos en mi cintura para empujarlo mejor hacia el interior.

A pesar de estar bastante mojada, sólo consiguió meter poco más que su glande. Esa vez a Christian, pareció darle igual. Simplemente quería “masturbarse” con mi coño pequeño y estrecho. Con sentir que mis paredes vaginales le frotaban la parte sensitiva de su polla, le llegaba y sobraba.

-          Así, Andrea, así… joder… no me canso… no me canso de tu coño… no eres como las demás… te estaría follando el resto de mi puta vida…

En medio del polvo y sin preverlo ninguno de los dos, la puerta del baño volvió a abrirse. Era Migui. El chico se quedó paralizado en el umbral mirándonos y sin poder alcanzar a decir nada. Chris giró la cabeza nervioso pero, al darse cuenta de que era su mejor amigo, volvió a girarla ya despreocupado y siguió follándome.

Yo, por otra parte, lo veía a través del reflejo del espejo y, al tener los pechos tapados por la camiseta y la parte de atrás de mi cuerpo tapado por Chris, no le hice ademán al chico para que parara de penetrarme. No obstante, no podía dejar de mirar a Migui. Algo de lo que Chris se terminó dando cuenta.

-          Migui, tío, ¿te firmamos unos autógrafos?... ¡¡¡cierra la puerta, joder!!!

Migui, aún con cara de “pasmado” y siguiendo sin decir nada, reaccionó y salió del baño cerrando la puerta tras él.

-          La madre… que lo parió… y tú… gime un poco, joder… que parece que me estoy tirando a una muerta.

Sabía que gimiendo o no, Chris, tarde o temprano, se correría, así que no me esforcé mucho:

-          Vamos, Chris… córrete… córrete dentro… quiero notarlo dentro…

“Patético, Andrea, patético” pensé. Pero, ¿qué le iba hacer? Muerta de cansancio por la noche anterior, en el inicio de una resaca espantosa y llena de remordimientos respecto a mi mejor amiga. Ya era bastante que consiguiera excitarme y mojarme.

Chris seguía masturbándose conmigo.

-          Estoy a punto… a punto… te la voy a dar… toda… toda… TO-OH-OH-OH- DAAAAA… AAAHHH… ah… ah… ah…

En el instante de correrse, sus manos agarraron la parte trasera de mi camiseta y fue tirando de ella hacia abajo provocando que la parte delantera se me arremolinase en torno al cuello, apretándolo, haciendo que casi me ahogase. Por suerte, fueron sólo unos segundos y cuando finalizó de expulsar su semen dentro de mí, paró de tirar.

-          Jo… der… Andrea… me encanta desayunar contigo.

-          ¿Desayunar?

-          Sí, desayunar, jajaja. Ya tienes la “leche” caliente. Ahora te faltan los cereales y el zumo de naranja jajajajajaja.

-          Imbécil.

-          Bueno… ahora… me vuelvo a la cama a sobar.

Sin esperar respuesta, se dirigió a la puerta, la abrió y la volvió a cerrar, dejándome sola en el baño.

Algo líquido recorría mi muslo produciéndome escalofríos. Toqué un poco con la mano. Parte de su corrida ya había salido de mi coño y se deslizaba por mi cuerpo. Fui hasta el inodoro a por papel higiénico para limpiarme. Más o menos limpia, no me apetecía volver a la habitación con Christian, así que opté por meterme en la bañera.

Christian era un capullo forrado. Un capullo forrado divertido en el 90% de las ocasiones. Lo jodido era “manejarlo” en el otro 10% de las veces, cuando necesitaba follar a toda costa. A pesar de ello, me compensaba aguantarle más a él que a Toño. No obstante, mi conciencia constantemente me recriminaba la dependencia desarrollada hacia él:

-          Eres una puta, Andrea.

-          No soy ninguna puta. Hago lo necesario para sobrevivir.

-          Le das sexo y él no te lo recompensa con dinero pero sí con otras cosas. Eres una puta.

-          Aprovecho mi cuerpo para poder tener una de las cosas que los padres normales dan a sus hijos: un techo seguro en el que sentirse protegidos.

-          ¿Por qué diferencias a tu padre y a Christian? Los dos son el mismo tipo de persona.

-          No, no lo son. Son muy diferentes.

-          Yo veo que te acaban haciendo lo mismo.

-          Vete a la mierda.

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