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Descubriendo a mi vecina Sofía 6

en Grandes Relatos

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Las semanas fueron pasando con relativa normalidad. Cada día íbamos y veníamos juntos del trabajo, pasábamos juntos la jornada laboral, comíamos juntos e incluso algún día al salir íbamos a tomar algo solos o acompañados por algún otro compañero. El ambiente entre nosotros dos era inmejorable, nuestra confianza mutua iba en aumento. Al principio costó, intentó mantener un poco las distancias, pero cuando vio que no hacía ningún intento y respetaba su decisión fue relajando su actitud y confiando más en mí. También ayudó el cambio de actitud de Carlos y, aunque nadie dijo nada, ella fue lo bastante lista para adivinar que algo había tenido yo que ver en ese asunto.

Y así, poco a poco, nuestra relación se fue afianzando y ganando en complicidad. Y acabó pasando lo que esperaba. Sofía había vislumbrado nuestra vida y eso había despertado recuerdos y sensaciones de su pasado. Había intentado cerrar esa puerta pero sólo había conseguido dejarla entornada. Poco a poco empezó a interesarse por el tipo de cosas que hacíamos Sara y yo para incentivar nuestra vida sexual. Al principio intenté negarme, le dije que no quería que se malinterpretaran las cosas y que eso perjudicara nuestra amistad. Me hice de rogar y al final me dejé convencer.

Poco a poco le fui hablando de los tríos, del sexo en lugares públicos, de los juguetes que utilizábamos en nuestra intimidad aunque recuerdo que lo que más le llamó la atención fue lo de nuestras salidas a locales que no solíamos frecuentar para calentar a alguien mientras el otro miraba. Mientras le explicaba esas experiencias notaba su mirada llena de excitación, el rubor de sus mejillas e incluso a veces lograba ver sus pezones endurecidos bajo las blusas que usaba para ir al trabajo.

Sus defensas se iban resquebrajando lentamente pero sin pausa y eso empezó a pasar factura a su relación con Carlos. Mis historias la encendían y Carlos no lograba apagar su calentura, lo que frustraba a ambos. Ella porque necesitaba más y no se atrevía a dar el paso de confesarse a él. Y Carlos porque no entendía qué pasaba con su chica, intentaba complacerla pero nunca estaba a su altura dejándola la mayoría de las veces insatisfecha. La tensión entre ellos iba en aumento y empezaron las discusiones de las cuales Sofía me informaba puntualmente gracias al grado de confianza que había entre nosotros.

Y evidentemente le iba informando a Sara de todo lo que iba sucediendo y ella a mí de las confidencias que le hacía Sofía, ya que ambas se habían hecho muy amigas y se lo contaban todo. Bueno, casi todo, como bien supe después. Todo parecía ir viento en popa para cumplir nuestro deseo de meter a Sofía en nuestra cama pero ya se sabe que, cuando todo parece ir bien, siempre surge algo y se acaba jodiendo todo. Y ese algo en nuestro caso fue Sara.

Todo este tiempo que había pasado desde nuestra conversación sobre lo acontecido cuando la había pillado en los baños con Carlos, Sara se había esmerado en intentar recobrar la confianza perdida. Intentaba complacerme en todo, sobretodo en el aspecto sexual. Nuestros juegos ganaron en intensidad y frecuencia y raro era el fin de semana que no probábamos algo excitante. Incluso varias veces visitó nuestra cama su compañera Alicia disfrutando de unas noches de sexo salvaje y desenfrenado. Creía que todo había vuelto a la normalidad pero estaba equivocado. Todo aquel sexo era la venda que Sara me ponía para que no viera lo que realmente estaba pasando.

Todo empezó un día de principios de noviembre. Había salido del trabajo a visitar a un cliente para llevarle unos documentos y la cosa había ido más rápido de lo esperado. Me pillaba de camino el centro comercial donde trabajaba Sara y decidí pasar a darle una sorpresa e invitarla a tomar un café. Mientras me dirigía a su lugar de trabajo me fijé en un hombre que caminaba en la misma dirección y a aquella distancia me resultó familiar. Inconscientemente ralenticé mi paso. Cuando entró en el local donde trabajaba Sara vi su cara de perfil y supe porque me era familiar. Era Carlos.

Se me ocurrían mil motivos por el que podía estar allí, así que no quise ser malpensado y me dirigí a la tienda. Había poca gente e intenté localizar a mi chica, pero ni rastro. Alicia vino en mi busca en cuanto se dio cuenta que estaba allí y me informó que era la hora del descanso de Sara y que había salido a tomar algo. Me pareció sincera y no tenía motivos para desconfiar de ella, así que le agradecí su ayuda y salí en busca de Sara. Lo raro es que tampoco había conseguido ver a Carlos en el interior del local.

Evidentemente no la encontré en las cafeterías donde solía ir cuando tenía su hora de descanso, así que volví al poco rato a la tienda y me oculté para que no se me viera desde la entrada del local. No tuve que esperar mucho para ver salir a Carlos con las manos vacías. Miró a ambos lados como si buscara algo o a alguien y se apresuró a ir hacia el aparcamiento donde seguramente tendría su coche. Me quedé un rato más esperando ver volver a Sara de tomar su café pero, evidentemente, fue en vano. Estaba claro que había estado dentro todo el rato. Alicia me había mentido descaradamente. Y solo encontraba un motivo para ello. Estaba encubriéndola.

No había visto nada ni tenía nada por seguro pero la semilla de la duda ya estaba plantada. La semana siguiente conseguí escaparme otra vez a media mañana y me fui directo al trabajo de Sara. Me volví a situar en el mismo sitio de la otra vez donde poder observar sin ser visto y, efectivamente, volvió a entrar Carlos en la tienda dónde estuvo casi media hora. Pero seguía sin tener nada concreto.

Pero eso no iba a tardar en cambiar. Cuando Sara trabajaba los sábados luego libraba un día entre semana. Ese día seguro que Carlos no se pasaba por la tienda, la cuestión es si quedarían en otro lugar. Decidí probar suerte y pasar aquella mañana por el piso por si habían quedado allí. Conseguí aparcar el coche en la esquina de la manzana donde estaba el bloque donde vivía y desde donde tenía una visión clara del portal. Si seguían su rutina no debía tardar mucho en aparecer Carlos ya que, al parecer,  aprovechaba la hora del almuerzo para visitar a Sara.

Puntual como un reloj suizo vi girar la otra esquina a mi vecino. Esperé un tiempo prudencial para darle tiempo a llegar arriba y entonces salí del coche y me dirigí a mi piso. Cuando llegué al rellano pegué la oreja a la puerta del piso de mis vecinos. Era la única manera que tenía de saber si estaban allí y pasaba algo ya que no tenía manera de entrar en el piso, pero no se oía nada. Repetí la operación en mi puerta pero tampoco escuché nada. Aquí fue más por precaución no fuera que estuvieran en el salón y a ver cómo justificaba estar allí y no en el trabajo.

Abrí la puerta con todo el cuidado del mundo evitando hacer cualquier ruido pero tampoco creo que me hubieran oído. Si tenía alguna duda de lo que pensaba encontrar se disiparon al cruzar el umbral del piso. Del dormitorio se escuchaban gemidos ahogados que fueron subiendo de tono a medida que avanzaba por el pasillo. La puerta estaba abierta de par en par, total, no esperaban a nadie.

Asomé la cabeza con toda la precaución del mundo y confirmé el engaño de Sara. Allí estaba ella, desnuda, a cuatro patas con su cabeza apoyada en la almohada mientras Carlos la embestía por detrás con sus manos aferradas a sus caderas. No necesitaba ver más pero, por si acaso, saqué mi móvil y los grabé por si tenía el valor luego de negarme los hechos. Salí sigilosamente y volví al trabajo.

Estaba claro que Sara me había mentido y lo sucedido en el baño no había sido una cosa puntual si no el inicio de una relación sexual que por lo visto llevaba teniendo lugar desde aquel día. Le había dado una oportunidad y había preferido seguir engañándome. Esta vez no pensaba confrontarla y darle la oportunidad de defenderse, ella ya había tomado su decisión. Ese fue el día en que murió mi relación con Sara. Ya no la vi más como mi novia sino más bien como una compañera de piso con derecho a roce. No rompí con ella porque aún me iba a ser útil para lo que de verdad me importaba que era Sofía. Y Carlos, bueno, el pagaría perdiendo lo que más quería en este mundo.

Los siguientes días continuaron con normalidad. No volví a interesarme por si aquellos dos continuaban con sus quedadas para follar, ya no me interesaba y no pensaba perder más tiempo con ello. Mi objetivo era Sofía y se acercaba el momento de forzar un poco las cosas. Se acercaba el puente de diciembre y ese año Sara y yo íbamos a tener fiesta toda la semana así que estaba planeando hacer una escapada a las Islas Canarias. Mi idea era que los vecinos se apuntaran al viaje e intentar algún movimiento con Sofía aprovechando el paradisiaco lugar. Pero primero tendría que convencerlos.

A Sara la idea le gustó desde el principio así que no tuvo reparos en ofrecerme su ayuda para convencerlos. Los invitamos a cenar a nuestro piso y les expusimos la idea. Hay que decir que ambos ya conocían lo que íbamos a proponerles ya que no se sorprendieron demasiado. Yo algo le había comentado a Sofía y me imagino que Sara debió contarle algo en algunas de sus sesiones sexuales a Carlos. Empezaron negándose ya que pensaban pasar esos días con su familia en su ciudad natal pero cuando empezaron a ver las fotos del lugar, la oportunidad de disfrutar de la playa a la que hacía tiempo que no iban y el buen precio por el que nos salía el viaje se acabaron de animar.

Al final se decantaron por hacer las dos cosas. La primera parte de la semana la pasarían con su familia y luego se unirían a nosotros  el miércoles por la mañana. Aquella misma noche hicimos las reservas de vuelos y delos dos bungalós donde nos alojaríamos.

Pasaron los días y llegó el viernes anterior a nuestra semana de vacaciones. Aquella misma tarde Sofía y Carlos partieron a pasar unos días con su familia, nosotros no viajaríamos hasta el lunes por la mañana. Y fue ese fin de semana cuando sucedió algo que acabó por confirmarme que mi relación con Sara estaba acabada.

La noche del viernes la pasamos en casa en plan relax o sea  pizza, peli y sofá. Y después el polvete antes de acostarnos. Al día siguiente Sara trabajaba así que aproveché para ir al gimnasio y hacer las maletas. Aquella noche habíamos quedado con que saldríamos a tomar algo así que cuando Sara volvió del trabajo se echó una siesta mientras yo aprovechaba para buscar por internet información sobre la zona donde pasaríamos la semana siguiente.

Por la noche, después de cenar, nos arreglamos y salimos al pub donde solíamos ir, el mismo de nuestra quedada con los vecinos. Estuvimos toda la noche tomando copas y bailando, calentándonos con el roce de nuestros cuerpos. Íbamos los dos bastante excitados y no nos cortábamos un pelo en besarnos y toquetearnos en medio de la pista. Sólo nos separábamos cuando uno de los dos tenía que ir al servicio.

Y fue en una de esas visitas a los urinarios que, cuando volví, no encontré a Sara donde la había dejado. La estuve buscando y al final la vi en la barra hablando con un chico que me sonaba de algo. Cuando estuve algo más cerca me di cuenta de qué me sonaba. Era David, el monitor del gimnasio.

Conversaban muy animadamente y como era habitual en él su brazo ya estaba por detrás del hombro de Sara atrayéndola hacía él y susurrándole cosas al oído con la excusa del ruido. Me acerqué lo máximo posible procurando que no me vieran. Por lo visto David la había invitado porque les sirvieron un par de copas que cogieron, brindaron y engulleron de un trago entre risas.

David hizo un gesto al camarero pidiendo otras dos y Sara protestó alegando que esperaba a alguien, pero no hizo nada para apartarlo. Él no paraba de lanzar furtivas miradas al escote más que generoso que lucía ella aquella noche. A ella no pareció importarle ya que desde donde estaba logré escuchar cómo le preguntaba si le gustaba lo que veía a lo que él respondió que le encantaba. Volvieron a llegar las bebidas que desaparecieron tan pronto como llegaron. Ella volvió a pedirle que se fuera que yo estaba al llegar y él se apartó reticentemente. Le dio un beso en la mejilla peligrosamente cerca de sus labios y se alejó diciéndole “acuérdate de lo de mañana”.

No tenía ni idea de lo que hablaban. Que yo supiera ellos dos no tenían más relación que la del gimnasio y que yo supiera nunca había quedado con David para ir juntos. Esperé un tiempo prudencial y me acerqué a ella por el lado contrario por dónde se había ido David para que no pensara que me había cruzado con él. Me recibió igual de mimosa que cuando me había ido y continuamos calentándonos en la pista de baile.

Estábamos los dos a tope y yo no aguantaba más. Le pedí de irnos para acabar la jornada con una sesión de sexo desenfrenado en nuestra casa pero sus intenciones eran otras. Me cogió de la mano y me sacó del local en dirección a donde habíamos dejado aparcado el coche. A aquellas horas de la madrugada en aquella calle no pasaba nadie y ese fue suficiente motivo para ella para no esperar más.

Me empujó contra la puerta cerrada del coche y mientras me besaba apasionadamente su mano se deslizó a mi entrepierna y empezó a desabrocharme el cinturón. Se agachó arrastrando consigo mis pantalones y bóxer hasta quedar su boca a escasos centímetros de mi polla que esperaba ansiosa lo que iba a suceder. Su lengua empezó a seguir el contorno de mi polla mientras su mano masajeaba mis testículos. Enseguida su boca se abrió para engullir mi miembro que empezó a tragar con ansia llegando a casi conseguir metérsela entera en su garganta. Yo me recosté en el coche disfrutando de la maravillosa mamada que me estaban haciendo.

Su boca siguió tragando y tragando y me quedaba poco para llenar su boca con mi semen pero, como dije, sus intenciones eran otras. Paró de chupar dejándome desconcertado ya que me quedaba poco para correrme y se fue a la parte delantera del coche. Metió las manos bajo el vestido y vi cómo se deslizaban sus braguitas hasta el suelo, se subió el vestido hasta la cintura y se agachó apoyando sus manos en el capó del coche ofreciéndome su grupa.¡¡ Fóllame!! Me dijo.

Y eso hice. Me situé tras ella y de un solo empujón se la clavé hasta el fondo. Empecé a embestirla con fuerza. El recordarla hablando con aquel tío que me caía tan mal hacía que floreciera mi rabia. Mi mano sujetaba su cabeza contra el capó del coche mientras mi polla entraba y salía de forma furiosa de su chorreante coño. Con la otra mano empecé a darle fuertes cachetadas en sus nalgas dejándoselas enrojecidas. Y ella, en vez de quejarse por el trato que le estaba dando, sólo gemía y gemía pidiendo más. Un primer orgasmo sacudió su cuerpo pero yo aún tenía cuerda para continuar y seguí arremetiendo sin tregua.

La mano que sujetaba su cabeza buscó su boca y se metió en ella ensalivando mis dedos que llevé a la entrada de su ano insertándole dos mientras seguía follándola. Mi orgasmo se acercaba, no aguantaría mucho más. Seguí horadando sus dos agujeros sin pausa y empecé a sentir como mi polla se contraía y empezaba a inundar el interior de su coño con mi semen. El sentir sus dos orificios llenos y mi polla descargando dentro de ella hizo que no pudiera más y tuviera otro orgasmo igual de intenso que el primero.

Había sido un polvo bestial. Nos vestimos rápidamente antes que alguien apareciera y marchamos a casa dónde volvimos a follar pero ya de forma más sosegada. Al poco ella ya estaba durmiendo exhausta de tanto trajín pero yo no podía, le daba vueltas a lo sucedido en el pub. ¿Para qué habrían quedado ellos dos? Antes de dormirme me decidí que lo averiguaría fuera como fuera.

Al día siguiente nos levantamos tarde, la noche había sido de lo más intensa y estábamos reventados. Preparamos juntos la comida y, después de comer y recoger un poco las cosas, me dispuse a pasar la tarde tirado en el sofá viendo cualquier cosa en la tele. Sara se fue al dormitorio y cuando salió iba ataviada con su ropa deportiva y la bolsa dispuesta para ir al gimnasio.

-¿Ahora vas a ir al gimnasio?

-Sí. He pensado que, ya que la semana que viene no voy a poder ir ningún día, pues aprovecho hoy. ¿Te vienes?

-Quita que aún me estoy recuperando de lo de anoche. No tardes mucho que hoy toca acostarse pronto que mañana salimos pronto para pillar el vuelo.

-Ok, no te preocupes que no estaré mucho.

En cuanto salió por la puerta me apresuré a cambiarme. Si había quedado con David era ahora o nunca. Le di un margen de diez minutos y salí hacía el gimnasio. El aspecto era desolador a aquellas horas de la tarde, allí no había casi nadie y me preocupaba que me pillaran antes de averiguar que pasaba. Por suerte entre los escasos clientes que había ejercitándose en las máquinas no estaban ni Sara ni David. Ahora era cosa de encontrarlos.

Deambulé por las diferentes salas pero ni rastro de ellos. Decidí ir a dar un vistazo a la piscina a ver si allí había suerte. Si no estaba allí era que habían quedado en otro lugar y había usado el gimnasio de excusa. Pero sí que estaban. Y engañándome otra vez.

David estaba sentado, desnudo, en el filo de la piscina con sus pies dentro del agua. Ella, aún con su bikini puesto, estaba dentro del agua entre las piernas de él e inclinada sobre su polla que tragaba con gula. Él tenía sus ojos cerrados y su cabeza dejada caer para atrás disfrutando de la mamada que le estaban haciendo y por eso no me vio cuando aparecí. Me dio tiempo a buscar un escondite donde mirar sin ser visto antes de que David despertara de su letargo y apartara a Sara de su polla.

Ella, aún en el agua, se deshizo de la parte superior del bikini que le lanzó a la cara de él exhibiendo sus magníficas tetas coronadas por aquellos pezones que ya lucían duros como piedras. Él intentó tocárselas y ella, entre risas, le apartó sus manos. Sus manos bajaron siguiendo su esbelta silueta hasta alcanzar su cintura donde, sensualmente, fueron deslizando la braguita del bikini hasta despojarse de ella. Se la lanzó y él la pilló al vuelo llevándola inmediatamente a su nariz donde aspiró su aroma de hembra en celo.

Sara seguía entre sus piernas y cerca de él que, cogiéndola por sorpresa, la izó sin apenas esfuerzo dejándola caer sobre sus piernas quedando su polla tiesa atrapada entre su vientre y el pubis de ella. Ella se inclinó para buscar su boca y empezar un tórrido morreo mientras sus caderas se movían frotando su sexo contra el de él. Pronto necesitó más y levantó su cintura hasta quedar la polla de David justo en la entrada de su coño. Lentamente se fue dejando caer tragándose el enorme miembro del monitor.

No me podía creer lo que estaba viendo. Ahí estaba mi chica engañándome otra vez y ahora con unos de los tíos que más odiaba. Si tenía alguna duda de que nuestra relación estaba acabada se disipó en ese momento. Y lo que más me jodía era saber que no era la primera vez, estaba seguro que ese era uno más de los encuentros que habrían tenido lugar anteriormente. A saber cuánto tiempo llevaba mintiéndome. No necesitaba ver más ni quería ver más. Busqué una manera de salir de ahí sin que me vieran pero tuve que desistir al sentir unos pasos que se acercaban a la piscina.

David estaba tumbado en el suelo de la piscina con Sara botando enérgicamente encima de él ajenos a los pasos que se acercaban. Al poco entró un chico al que alguna vez había visto por el gimnasio. Era más o menos de mi edad y con un cuerpo bien trabajado sin llegar al nivel del monitor. Se quedó parado al ver la escena y dudó que hacer, pero su mirada se cruzó con la de David que le hizo un gesto para que entrara. Sara o no se dio cuenta o no le importó. El chico se acercó a la piscina y se metió en el agua justo al lado de dónde retozaba la parejita para no perder detalle de lo que allí pasaba. Desde mi posición enseguida pude ver como su mano se colaba dentro del bañador y empezaba a pajearse disfrutando del espectáculo.

David y Sara seguían a lo suyo ignorando al inesperado visitante, follando sin parar y acercándose a su orgasmo. El monitor fue el primero en anunciar que se corría, haciéndolo en el interior de Sara que no hizo gesto alguno por evitarlo. Es más, siguió cabalgándole hasta conseguir llegar a su orgasmo escasos momentos después que él. Sara se levantó y se metió en el agua a limpiarse y refrescarse sin sorprenderse por la presencia del otro chico. Lo que sí que no se le escapó fue el movimiento de su mano dentro del bañador. Se acercó a él, le bajó el bañador y su mano agarró su polla empezándole a masturbar de forma lenta. David desde el borde no perdía detalle.

El chico no podía creerse lo que le estaba pasando pero no era tan tonto como para quejarse así que decidió aprovechar la situación que se le presentaba. Su mano buscó el sexo de Sara y empezó a acariciar sus labios y su clítoris. Si en algún momento su calentura había desaparecido ahora volvía a resurgir y no se iba a conformar con una paja. Cogió de la mano al chico y lo acercó a dónde estaba David. Éste se volvió a sentar en el borde con los pies dentro del agua y sus piernas abiertas donde se situó Sara empezándole a comer su polla mientras arqueaba su espalda ofreciéndose. El chico no se hizo de rogar y la empaló por detrás empezando a follarla sin compasión.

Yo desde dónde estaba escondido y sin posibilidad de escapar de allí sin ser descubierto tuve que ver cómo se follaban durante diez largos minutos a la que había sido mi novia. Tuve que ver como David le llenaba la boca con su semen que ella se tragó sin rechistar y como aquel desconocido vaciaba sus huevos en el  interior de su coño. Y tuve que ver como, agradecida por el placer que le habían ofrecido, se morreaba con ambos.

Por suerte, no quisieron tentar más a la suerte y se vistieron saliendo de la piscina en dirección a los vestuarios. Salí de mi escondite y me largué del gimnasio sin ni siquiera recoger la bolsa que había dejado en mi taquilla, no me apetecía encontrarme con ninguno de aquellos dos. Me cambié en el piso y salí a estirar las piernas y despejar la mente. Tenía que ganar tiempo para ser capaz de mirar a la cara a Sara sin que se notara que la había descubierto. Tenía claro que nuestra relación estaba más que muerta pero necesitaba continuar con aquella farsa al menos una semana más. Ganar tiempo para hacer caer a Sofía y que se entregara a mí.

Aquella noche volví tarde a casa, le mandé un mensaje a Sara diciéndole que había quedado con unos compañeros para ir a tomar algo. Cuando llegué, por suerte ya se había dormido y no tuve que lidiar con ella sabiendo lo que había hecho. Al día siguiente tocaba madrugar para ir al aeropuerto y empezar nuestras vacaciones así que también me acosté. Estaba deseando que llegara el miércoles para volver a ver a Sofía y empezar a aplicar el plan que había forjado en mi mente para conseguir hacer mía a mi vecina.

 12

Aquel lunes nos levantamos temprano, cogimos las maletas y nos dirigimos al aeropuerto a coger nuestro vuelo que salía a las nueve hacía Gran Canaria. En el aeropuerto Sara me preguntó por mi salida de la noche anterior y le contesté que me habían llamado unos compañeros al poco de irse ella, que la cosa se había alargado y que por eso no le había dicho nada hasta casi la noche. Ella pareció creerse mi excusa y no insistió.

Por lo demás, todo transcurría con completa normalidad, como cualquier otra pareja que inicia unas vacaciones. Embarcamos casi sin retardo y ya en el avión los dos nos dormimos al poco de despegar fruto del cansancio acumulado de la jornada anterior y del madrugón de esa mañana. Llegamos sin ningún contratiempo a nuestro destino, recogimos nuestro equipaje y fuimos a buscar el coche que habíamos alquilado para esos días. Cargamos el maletero y nos dirigimos a dónde íbamos a hospedarnos.

Encontramos el lugar fácilmente y fuimos a registrarnos. Mientras nos acompañaban al bungaló que habíamos reservado nos fueron enseñando las instalaciones y comentándonos los lugares más turísticos y las playas más cercanas. La verdad es que la situación del lugar era idónea, las instalaciones estaban muy bien y el bungaló era más grande de lo que aparentaban las fotos. Constaba de un salón/comedor con una cocina americana, un dormitorio y un baño. Al entrar había una terracita con una mesa y unas sillas de jardín para tomar algo al fresco y con vistas a la piscina comunitaria.

Deshicimos las maletas y nos pusimos los bañadores para disfrutar de nuestro primer día de playa. Ésta quedaba muy cerca de nuestro alojamiento y salía más a cuenta ir andando. Cogimos nuestras cosas y en diez minutos llegamos al lugar. Afortunadamente no estaba muy concurrida y pudimos coger sitio sin problema. Como era habitual en ella, no más llegar se quitó la parte superior del bikini. Nos pusimos crema mutuamente sin intentar provocar al otro ya que yo no tenía muchas ganas de juegos ese día y Sara enseguida se percató de ello y no quiso forzar la cosa ni averiguar la causa.

Estuvimos tomando el sol, nos bañamos y cuando ella volvía a la toalla a tomar de nuevo el sol yo decidí dar una vuelta por la playa antes de irnos a comer. Paseé por la playa hasta llegar hasta unas rocas que hacían de barrera natural entre las dos playas. Yo ya sabía lo que había al otro lado, lo había visto en internet cuando busqué lugares de interés cerca de nuestro alojamiento. Me había acercado con el fin de ver el lugar y ver qué ambiente había antes de intentar atraer algún día a mis vecinos con el fin de calentar un poco el ambiente y cumplir uno de los deseos ocultos de Sofía. Sin más preámbulos, me despojé del bañador y seguí mi paseo por la zona nudista de la playa. Me sorprendió ver que había bastante gente y que el ambiente era tranquilo.

Volví con Sara y nos fuimos a comer a un chiringuito, después volvimos al bungaló para cambiarnos para pasar el resto de la tarde haciendo turismo por la zona. Al caer la noche cenamos en el centro de la ciudad y aprovechamos para visitar los locales nocturnos de la zona. El tercero que visitamos supimos que iba a ser nuestro local para esos días. Ambiente tranquilo, con gente de nuestra edad y no estaba sobresaturado de turistas extranjeros como los que habíamos visitado antes.

Nos sentamos en un reservado y enseguida Sara empezó a calentarme por debajo de la mesa. Entre el vino de la cena y las copas que se había tomado en los otros locales ya iba bastante animada y se notaba que tenía ganas de juerga. Yo, aunque no había bebido por tener que conducir, me había animado con la visita a la playa nudista y también tenía ganas de pasar un buen rato aunque no precisamente con ella.

-Joder Sara, como no pares de tocarme me vas a hacer correrme. Si que estás cachonda tía.

-No lo sabes tú bien. ¿Por qué no volvemos al bungaló y me follas como dios manda?

-Veo que tienes ganas de jugar. Y ¿por qué hemos de volver si podemos divertirnos aquí mismo?

-Me gusta como suena. ¿Cuáles son las normas?

-Aquí no nos conoce nadie así que qué te parece si por una vez no hay normas. Los dos por libre y sin reproches. La única condición que pondría es poner una hora de toque para volver juntos al bungaló. ¿Qué te parece?

-Por mí bien, pero ¿estás seguro? Nunca hemos hecho algo parecido.

-Bueno, estamos de vacaciones y queríamos probar la cosa de los intercambios. No se me ocurre una mejor ocasión para probar algo parecido y sin complicaciones.

-Tienes razón. Qué suerte tengo de tener un novio así dijo besándome.

Me tuve que morder la lengua para no responderle. Quedamos en vernos junto al coche a las tres de la madrugada y nos separamos cada uno por su lado. A partir de ese momento y hasta las tres, los dos no nos conocíamos de nada.

Me dirigí a la barra a pedir una bebida y observar el panorama. En la pista Sara se contoneaba sensualmente al son de la música y ya se le acercaban algunos pretendientes a probar suerte. Localicé a varias chicas con las que creía que podía intentar alguna cosa y mientras las observaba y me decidía noté que alguien se sentaba a mi lado.

-¿Ya te has decidido por alguna?

-¿Perdona? Dije girándome hacia mi interlocutora. Era una chica algo más mayor que yo, bastante alta, de complexión atlética, rubia y ojos azules cristalinos. Llevaba una minifalda que allí sentada dejaba poco para la imaginación y un top de tirantes que se ajustaba a sus grandes pechos que no pude evitar quedarme mirando embelesado.

-Digo que si ya te has decidido por alguna dijo devolviéndome a la realidad. Llevas un rato observándolas. Yo de tú descartaría la que está ahora en la barra, antes la he visto besándose con otra chica.

-Pues gracias por la información. Y no, no me había decidido. Pero gracias a ti me has dejado la elección más fácil.

-De nada, siempre es un placer ayudar a un compañero de caza.

-Vaya, así que tú también estás de búsqueda. Y dime, ¿ya le has echado el ojo a alguna presa?

-Ya lo creo, ahora mismo la tengo delante dijo cruzando sus piernas de tal manera que me dejó ver el fino tanga negro que apenas le cubría su sexo. Por cierto, me llamo Erika y sí, soy alemana aunque ya hace unos cuántos años que vivo aquí, por eso no tengo casi acento.

-Pues encantado Erika, yo me llamo Andrés. Me halaga que una mujer como tú se haya fijado en alguien como yo. Al menos me permitirás que te invite a algo antes que lances tus garras sobre mí ¿no?

-Jajaja te lo permito. Por cierto, ¿esa chica con la que has entrado es tu novia?

-¿Sara? Qué va, es una amiga con derecho a roce le dije sin dudar cosa que me sorprendió hasta a mí.

-Bueno, es un alivio saberlo. Eso hace las cosas más fáciles, aunque no me creo que un chico tan guapo como tú no tenga pareja.

-Yo no he dicho eso. Me has preguntado si esa chica era mi novia y te he dicho que no. Eso no quiere decir que no tenga. Ella vendrá el miércoles con otro amigo. Por lo visto mi subconsciente actuaba por su cuenta y ya daba por hecho mi ruptura con Sara y adoptaba a Sofía como pareja.

-¿Y qué diría si te viera aquí hablando conmigo?

-Pues no creo que pasara nada, tenemos una relación un tanto especial. Lo mismo hasta me animaría a que me acostara contigo. ¿Y tú tienes pareja?

-Pues sí, estoy casada. Y tranquilo que no está aquí. Nosotros también tenemos una relación abierta y ahora mismo estará follándose a la chica que se ha ligado esta tarde en la playa. A mí no me apetecía participar y he decidido salir por mi cuenta. Y por lo visto he tenido muy buen ojo jajaja. Mira, tu amiga ya ha ligado.

Me giré y vi como Sara salía del local cogida de la mano de un mulato alto y fornido.

-Eso parece y tiene pinta que va a pasar un buen rato.

-No tiene por qué ser la única dijo alargando su mano y acariciando mi polla por encima del pantalón, que no tardó en hincharse para satisfacción suya, relamiéndose de gusto al notar lo que allí abajo se escondía. Apartó la mano y se levantó para buscar al camarero al que al parecer conocía, habló con él un rato y volvió con una llave en la mano.

-Ven conmigo me dijo mientras se abría paso entre la gente hasta unas escaleras que llevaban al piso de arriba. Al llegar vi que aquel piso era utilizado como oficina y vestuarios de los empleados. Ella se fue directa a una habitación que había al fondo y que abrió con la llave que le había dado el camarero. Dentro había una cama grande, una ducha, un armario,un sofá  e incluso una pequeña nevera. Parecía como si alguien viviera allí o lo que me temí, que se utilizara de picadero.

-Parece que no soy la primera víctima que traes aquí.

-Pues te equivocas. Eres el primero. Este local es de mi marido y aquí es dónde trae a las chicas que se liga cuando se pasa por el local. Por eso me conocen los empleados y no se ha extrañado cuando le he pedido la llave, ya conocen el rollo que nos gastamos los dos y están curados de espanto.

Saciada mi curiosidad me adelanté hasta quedar frente a ella, cogí el borde de su top y lo fui subiendo con su colaboración que levantó los brazos para ayudarme con la tarea. Debajo aparecieron sus grandes tetas encerradas en un minúsculo sujetador negro que no tardé en desabrocharle liberándolas. Eran grandes con unas areolas rosadas coronadas por unos pezones que pedían a gritos ser comidos cosa que no tardé en hacer. Chupé los dos antes de dirigir mi boca a la de Erika fundiéndonos los dos en un beso apasionado mientras mis manos se abalanzaban sobre aquellas tetazas para hacerlas suyas.

Erika, mientras me besaba y disfrutaba del placer que provocaban mis manos en sus pechos, utilizó sus manos para desabrocharme el pantalón y bajármelo junto con el bóxer haciendo que mi polla, que ya estaba en su pleno apogeo, saltara como un resorte y se pegara a su cuerpo. Ella separó su boca de la mía para poder contemplarla y comprobar que era tal como se había imaginado cuando la había palpado antes. Aproveché ese momento para empujarla encima de la cama arrodillándome entre sus muslos que empecé a devorar ascendiendo  y subiendo su minifalda hasta dejar a la vista su sexo apenas cubierto por el tanga que antes había vislumbrado.

Aparté la tela y mi lengua recorrió su raja varias veces hasta concentrarse en su inflamado clítoris que lamí y mordisqueé a placer mientras mis manos acariciaban todo lo que podían, muslos, pechos y su vientre liso. Erika gemía de placer y arqueaba su cuerpo fruto de las oleadas de placer que le acometían mientras sus manos acariciaban mi cabeza apretándola contra su sexo. Primero uno, luego dos y al final tres dedos se introdujeron en su coño con pasmosa facilidad entrando y saliendo a un buen ritmo provocando un orgasmo que gritó a los cuatro vientos. No por eso paré mis movimientos alargando al máximo su orgasmo. Sin darle tregua, me levanté y acerqué su cuerpo al filo de la cama y le clavé la polla en una sola estocada que casi le hace perder el conocimiento.

Incliné mi cuerpo para, con mi boca, comerme sus labios, cuello y tetas mientras mis caderas se movían de forma frenética entrando y saliendo de su ardiente coño. Sus piernas se aferraron a mi culo y sus manos alrededor de mi cuello fundiéndonos en un solo ser. Enseguida noté las palpitaciones de mi polla anunciándome mi corrida, que no intenté evitar, empezando a escupir mi semen en su interior. Aún estaba derramándome en su interior cuando un nuevo orgasmo le llegó a ella quedando derrengada encima de la cama.

Me salí de ella y me acabé de quitar la ropa. Me senté a su lado, le quité la poca que le quedaba a ella y me dejé caer a su lado viendo como respiraba con dificultad aun recuperándose, siguiendo el movimiento hipnótico de aquellas dos montañas que subían y bajaban al ritmo de su respiración. En la pared había un reloj que me indicó que aún me quedaba una hora hasta reencontrarme con Sara. Y pensaba aprovecharla.

Durante aquella hora volvimos a follar un par de veces más. Primero fue ella la que me cabalgó después de comerme la polla durante un rato hasta que consideró que estaba lista para que se la tragara su coño sediento. Cabalgó hasta alcanzar su orgasmo y volvió a dejarse caer en la cama. Esta vez no me corrí y mientras se recuperaba mis manos no dejaron de acariciar su cuerpo hasta que estuvo lista para el siguiente embate. Ésta vez la puse a cuatro patas y estuvimos follando en esta posición hasta alcanzar ambos nuestro último orgasmo de la noche. Me quedé con ganas de probar aquel culo pero no podía más, llevábamos más de dos horas follando sin parar y estábamos exhaustos.

Descansamos los dos abrazados desnudos en la cama unos minutos hasta que nos separamos para vestirnos. Salimos de aquella habitación dónde tanto habíamos gozado y bajamos cogidos por la cintura como una vieja pareja de amantes y no como dos personas que se acababan de conocer. Antes de entrar en la planta del pub me empujó contra la pared y nos estuvimos besando. Nos separamos sin promesas, los dos sabíamos que aquello había sido cosa de una sola noche y que no se volvería a repetir. La volví a besar y me adentré en la pista de baile en busca de la salida para ir al encuentro de Sara, que ya debía estar esperándome.

La encontré esperándome al lado del coche con una expresión entre enfado y curiosidad. Entramos en el coche y pudo más la curiosidad y el morbo. Nos estuvimos explicando lo que había hecho cada uno con su pareja ocasional calentándonos y excitándonos mutuamente durante el trayecto de vuelta al bungaló. Antes de dormirnos follamos para rebajar la tensión sexual creada en el coche, pero fue un polvo tranquilo ya que estábamos los dos cansados y no estábamos para muchos trotes. Y así acabó nuestro primer día de vacaciones. Si toda la semana transcurría igual iban a ser unas vacaciones antológicas.