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Todo empezó como un juego 25

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Todo empezó como un juego

 

 

Capítulo 25

 

Estuve inconsciente hasta que el sonido del móvil me despertó, machando mi maltratado celebro con aquel sonido ensordecedor. Me caí del sofá tratando de levantarme, buscando aquel aparato para apagarlo o lanzarlo contra lo que fuera para que dejara de sonar.

La botella rodó al caerme del sofá, golpeándose contra la pata de la mesa y rompiéndose al hacerlo. A gatas, avancé hasta  de donde procedía el sonido, cortándome de paso en la mano con unos de los cristales pero me dio igual. Al fin, llegué hasta donde estaba el móvil y descolgué sin ver quien era.

-Carlos, tío ¿Dónde estás? –preguntó una voz que me sonaba de algo pero mi celebro abotargado era incapaz de identificar.

-¿Quién eres? –pregunté con una voz que ni yo reconocí.

-Tío ¿estás bien? –preguntó de nuevo.

-No, no estoy bien pero ¿Quién coño eres? –pregunté ya cansado de aquella conversación.

-Soy Ángel, del curro –dijo aquella voz- es que como no habías venido a trabajar y no dabas señales de vida… me han pedido que te llame para ver qué pasaba…

-Diles que estoy enfermo –contesté y colgué el teléfono.

Entonces fue que me di cuenta que eran las diez de la mañana de aquel lunes donde empezaba mi nueva vida, una vida sin Sara. Me miré y la imagen no podía ser más patética. La ropa arrugada, descolocada y con manchas de vómito, una mancha sospechosa en mi entrepierna que delataba que me había meado encima durante la noche, la cabeza que me estaba matando y una mano que no dejaba de sangrar, empapando el teléfono que aún sostenía en la mano.

Me di asco y eso que aún no  había visto mi rostro en el espejo. No pensaba hacerlo. Allí mismo me quité la ropa, quedándome desnudo y partiendo hacía el baño. Abrí el botiquín, me saqué el cristal aun clavado en mi mano y me limpié la herida para que no se infectara. Me metí en la ducha y no sé el tiempo que estuve bajo el agua, aguantando el dolor inicial hasta que, poco a poco fue remitiendo, aliviando el intenso dolor de cabeza y limpiando el resto de mi cuerpo de los excesos del alcohol.

Cuando salí, me curé de nuevo la mano cubriendo la herida con un vendaje. Por suerte, la herida no era profunda y no creí que necesitara puntos. En la cocina, comí lo que encontré en la nevera ya que tenía un hambre atroz. Después limpié el desastre que era el salón de aquel piso: la botella rota, las manchas de sangre, vómito y orín, la ropa desperdigada que apestaba…

Cuando acabé fue cuando la realidad me golpeó, contemplando el portátil cerrado y la pantalla del televisor donde había contemplado la infidelidad de mi mujer, siendo consciente que lo nuestro estaba acabado y que tenía decisiones que tomar.

Y en eso estaba cuando escuché la llave en la cerradura y cómo se abría la puerta del piso. Me giré hacia ella asombrado por aquel hecho inesperado y me encontré con la persona que menos ganas tenía de ver en ese momento. Allí estaba Sara.

-Hola Carlos –me dijo de forma tímida.

-¿Qué haces aquí? –le pregunté con evidente enfado- ¿no decías que no querías saber nada más de mí?

-Lo siento –dijo avergonzada- me equivoqué… nunca debí decirte aquello ni hacer lo que hice… Me arrepiento enormemente de cómo he actuado, del daño que te he hecho…

-Tú no tienes ni idea del daño que me has hecho –le espeté con rabia- ¿Qué quieres? ¿Disculparte? ¿Hablar?

-Hablar, Carlos –me dijo apenada- sé que nunca me vas a perdonar lo que he hecho pero, aun así, no quiero rendirme con lo nuestro. Quiero contarte lo que ha pasado en Sevilla y porque lo he hecho…

-Pues llegas tarde ¿no crees? –Le repliqué- se supone que debías llegar el domingo al mediodía y, sin embargo, llegas un lunes a media mañana. ¿Dónde estabas? ¿Recordando los buenos momentos pasados en Sevilla con tu jefe? Dios… es que no sé ni cómo aceptaste compartir la habitación con él desde el principio…

-Te equivocas –me dijo triste- volví ayer al mediodía, cuando se suponía que debía hacerlo. Pero sentía tanto miedo por tu reacción y vergüenza por lo que había hecho que no tuve valor para presentarme aquí. He pasado la noche en un hotel… y nunca tuve la intención de pasar la noche con él… no al menos hasta que escuché la grabación…

Eso me cogió por sorpresa, la verdad. Había supuesto que, o bien estaba con Roberto o bien había ido a casa de Judith, pero nunca que estuviera en un hotel hospedada. Ella pareció leer mi mente y se explicó enseguida.

-Por la mañana cuando me desperté y me di cuenta de lo que había hecho, me entraron los remordimientos. Me agobié y necesitaba hablar con alguien pero claro, mi móvil lo había perdido así que se me ocurrió buscar el de Roberto para llamar a Judith y pedirle consejo –empezó a explicar Sara- no lo encontraba y se me ocurrió buscar en su maleta…

-Donde encontraste el tuyo… -acabé la frase por ella.

-Sí ¿Cómo lo sabes? –preguntó extrañada.

-¿Quieres hablar? Bien, hablemos –le dije con firmeza- pero antes creo que debes ver esto…

Miró con extrañeza el portátil y los tres DVD que le señalaba no entendiendo nada pero no iba a tardar en hacerlo.

-Míralos en orden, así fue como los vi yo anoche… -le dije dándome la vuelta- yo no tengo fuerzas para volver a verlo así que me voy a dar una vuelta, estaré de regreso dentro de dos horas…

Salí del piso y caminé por las calles de la ciudad, dándole tiempo a Sara para que viera los tres discos que tanto dolor me habían causado a mí, que fuera consciente del daño que me había hecho. Después de eso, si quería seguir hablando pues hablaríamos. Era hora de dejar las cosas claras y explicar lo que ambos habíamos callado hasta ese momento.

Regresé a las dos horas exactas, tiempo más que suficiente para que pudiera ver lo que Roberto había grabado. Cuando entré me encontré a una Sara llorosa, dejada caer sobre el sofá y más hundida que cuando había entrado.

-¿Ya los has visto? –pregunté desde la entrada del salón aunque ya sabía la respuesta.

Ella afirmó mientras se enjuagaba  las lágrimas. Me acerqué al mueble bar y le preparé un buen lingotazo para ayudarle a superar el mal trance. Ella cogió el vaso cuando se lo ofrecí y lo apuró en una sola vez.

-¿Mejor?

-Sí, gracias –dijo con un hilo de voz- quiero que sepas que en ningún momento supe que estaba grabando todo aquello… nunca lo hubiera permitido…

-Lo sé –dije sabiendo que era cierto. En ningún momento dudé que mi mujer fuera ajena a que estaba siendo grabada. Es más, dudaba que hasta Borja supiera que lo estaba siendo.

-¿Aun quieres seguir hablando? –Volví a preguntarle y, al afirmar ella, proseguí- me estabas contando lo de la maleta y el teléfono…

-Sí –recordó ella y retomó el hilo- pues eso, que buscando en su maleta queriendo dar con su móvil encontré el mío… imagínate mi sorpresa… y yo creyendo que me lo había dejado en el club la otra noche… fue ahí cuando empecé a ser consciente que, quizás, todo fuera un montaje por su parte para conseguir lo que hizo esa noche y que me había equivocado enormemente al confiar en su palabra y no hacer lo que debía haber hecho, que era volver y pedirte explicaciones a ti…

-Nunca me he acostado con Daniela –le dije queriendo aclarar aquel punto- he estado a punto varias veces, ya hablaremos de eso ahora, pero nunca te he sido infiel…

-Te creo –dijo entristecida- pero el mal ya está hecho y, viendo lo visto, me temo que eso no me suponga ningún consuelo. He herido de muerte nuestra relación y todo ha sido por mi culpa…

-De los dos –la corté- yo también tengo mi parte de culpa, te he ocultado cosas que podían haber parado todo esto antes que fuera demasiado tarde pero no lo hice… pero dime ¿Por qué no acudiste a Judith?

-No sabía de quién me podía fiar –me confesó- de Roberto estaba claro que no y, si tú y Daniela de verdad habíais tenido algo, ¿acaso Judith no lo sabría? No, tampoco me podía fiar de ella y por eso decidí volver y quedarme en un hotel antes de coger valor y enfrentarme a ti… te he buscado en el trabajo esta mañana pero me han dicho que no habías ido y he sabido que te encontraría aquí…

-No he pasado la mejor noche como comprenderás…

-Me lo imagino y siento que hayas tenido que ver todo esto –dijo bajando su rostro- he sentido vergüenza al ver lo que había hecho…

-Sí pero ¿te arrepientes? –Le dije cogiéndola por sorpresa- recuerda que me has dicho que querías hablar e intentar salvar lo nuestro así que espero que seas completamente sincera…

-De acuerdo –dijo cogiendo valor para lo que iba a decirme- Quiero que sepas que me arrepiento de haberme acostado con Roberto, de haberle dejado que me follara por el culo que debía haber sido únicamente para ti y que mi primer trio haya sido sin ti pero en cuanto al polvo en sí… no, no me arrepiento. Lo disfruté, es evidente que lo hice… me arrepiento de haberme drogado, sabes que siempre he odiado las drogas pero confieso que, sin ellas, quizás no me hubiera atrevido a tanto. Me hicieron perder el control, más que otras veces, hacer y decir cosas que no sentía… gocé con el trato que me daba Roberto aunque no me gustó como hablaba de ti, pero no hice nada para pararle los pies. No sé si por las drogas, la excitación o por el hecho de querer castigarte por tu traición…

-Bueno, al menos has sido sincera –le contesté consciente que debía haber sido duro para ella decirme aquello- sabía que te ponía esa forma de tratarte de Roberto pero no me imaginaba que de esa manera…

-¿Y cómo lo sabías? –preguntó ella sorprendida.

-Te he dicho que había muchas cosas que no sabías –le dije yo- una de ellas es que estaba en casa el día en que discutiste con Judith al saber lo de Daniela, el día que luego te acostaste con ella… ese día supe que te atraía tu jefe y, bueno, como te habías dejado aconsejar por Judith para meternos en ese mundo en el que, quizás, nunca debimos entrar…

-¿Por qué nunca me dijiste nada? –me preguntó confusa.

-¿Y tú? ¿Por qué preferiste decirle a tu amiga que te interesaba todo esto en vez de venir y decírmelo a mí, tu marido y parte interesada si querías probar esas experiencias? –le contesté con vehemencia- miedo al rechazo, a lo que pudieras pensar, el morbo de todo aquello, la curiosidad por saber hasta dónde podíamos llegar… muchas cosas Sara…

-¿Y se puede saber qué más me has ocultado? –preguntó casi con temor a mi respuesta.

-Ufff… -suspiré- la lista es larga… aunque quizás es mejor que lo haga por el principio…

Sara tragó saliva nerviosa por lo que iba a oír y se recostó en el sofá, a mi lado.

-Lo primero, fue ocultarte lo de los correos de Roberto –Sara hizo ademán de interrumpirme pero no la dejé- no me siento orgulloso de ello pero lo hice por querer ayudarte. Me colé en su correo buscando algo que te ayudara a conseguir el ascenso que tanto deseabas pero lo que me encontré fue algo totalmente distinto… aunque creo que será mejor que lo veas tú misma…

Me levanté, me colé por enésima vez en el correo de su jefe y empecé a abrir los correos que había leído yo durante toda aquella historia. Sara leyó con estupefacción las lindezas que soltaba su jefe por la boca, enfadándose a medida que avanzaba en la lectura.

-¿Por qué nunca me dijiste nada? –Dijo con agresividad- me habría enfadado por la intromisión pero habríamos parado esto desde el principio, nada de todo esto habría ocurrido…

-Pues por eso mismo Sara –le dije tratando de hacerle ver mi punto de vista- me gustaba demasiado lo que estábamos haciendo, al menos al principio, siempre había tiempo por delante para parar las cosas… pero las cosas fueron demasiado lejos, demasiado rápido y no supe cómo decirte lo que había hecho…

-Es que hasta lo del Heaven podías haber evitado… -dije lamentándose- con solo decir que no te apetecía, que te encontrabas mal…

-Lo sé, soy consciente de ello y por eso te he dicho que yo también tenía parte de culpa –me sinceré- aunque, si no recuerdo mal, a ti también te habían hablado de ese local…

-Sí, es cierto… supongo que en ese punto nos la pegaron a los dos… -dijo con rabia.

-Sí, Daniela… -dije sacando a relucir el nombre de su compañera que había manejado los hilos desde el inicio.

-Fue ese día, el del Heaven, cuando salí aquella tarde al gimnasio que me encontré allí con Judith- seguí explicándole- esa tarde fue cuando me contó lo de su relación a tres con Rubén y Daniela…

-¿También sabías eso? –preguntó asombrada.

-Bueno, que era Daniela no… eso lo descubrí un poco más tarde –dije nervioso- Judith me dijo que la acercara a casa de Rubén y cuando llegamos allí, me encontré que estaba Rubén follándose a una tía a la que no podía ver la cara… me quedé congelado allí y Judith aprovechó el momento para tocarme y empezar a masturbarme… al final la pareja se dio cuenta de nuestra presencia y fue ahí cuando descubrí que su mujer era Daniela… estaba desnuda y se me ofreció, Judith hizo lo mismo… aún no sé cómo pude salir de aquel piso sin caer en la tentación…

Sara respiraba con dificultad, no dando crédito a todo lo que le estaba contando.

-Joder Carlos –dijo furiosa- ¿Y eso tampoco creíste que debía saberlo? ¿Qué mi amiga y Daniela habían querido seducirte sin tapujos? ¿Y más aquel día, antes de nuestra salida donde sabias que nos los íbamos a encontrar?

-Me equivoqué –dije yo- pero tenía miedo a tu reacción, que te enfadaras conmigo y, en esos momentos, aun pensaba que podía controlar la situación… además, te recuerdo que para esa época ya habíamos vuelto de Sevilla donde habías masturbado a Borja en el baño de aquel pub… no recuerdo que me dijeras nada de ello…

Sara calló consciente que ella también había cometido errores, omisiones, dicho medias verdades.  Y todo con el fin de seguir jugando, seguir probando nuevas experiencias.

-Tienes razón –dijo seria- los dos la hemos cagado a base de bien…

-Y que lo digas –dije dándole la razón- esa fue la primera vez que se me insinuó de forma descarada. La segunda, ya la sabes, fue en el Heaven y ya te conté lo que pasó. Y la tercera, fue el día aquel en su despacho, cuando luego follamos los dos en el tuyo…

-Me dijiste que no había pasado nada… -me reprochó.

-Te mentí –dije avergonzado- me llamó para presionarme sobre lo del intercambio. Me dijo más o menos que, o aceptaba entregarte a Rubén para que te saciaras sexualmente hablando, o acabarías en las garras de Roberto en el dichoso viaje a Sevilla…

-Así que fue ella la que te convenció…

-No –le dije con seguridad- aunque sí tuvo influencia en mi decisión. Lo hice porque me apetecía, te apetecía a ti y porque lo que vivimos en la cocina con Judith fue supremo… que, por cierto, eso lo habíais preparado las dos ¿me equivoco?

-No, tienes razón –confesó ella- esa misma tarde en los vestuarios ya me expuso su idea para incentivarte y, bueno, luego a medida que la cosa iba avanzando, pues fuimos improvisando sobre la marcha… pero has dicho que ese día también intentó algo…

-Sí, me confesó que quería acostarse conmigo –le dije- se sentó en mi regazo cómo te conté pero, en lugar de irme cómo te dije, la dejé cogerme la mano y llevarla a su coño que acaricié hasta que ella decidió pararlo… por eso salí empalmado de su despacho…

-Siempre has querido tirártela ¿no? –me preguntó ella con tristeza.

-Al principio no –le dije sinceramente- pero a medida que los juegos iban avanzando y subiendo de nivel, sí… ya te lo dije. Cada vez estábamos mas desinhibidos, follando con terceros… ¿cómo no iba a desear follar con una mujer así? Pero nunca lo hice, aunque me costó… no sabes lo que me costó…

-No como yo, que me entregué de esa manera al hombre que más odias –dijo reprochándose de nuevo lo hecho.

-No te confundas Sara –le dije yo- no pasó porque ella no quiso, oportunidades tuvo… no fue hasta que hablé con Raquel la noche en que estabas en Sevilla, cuando fui al club a buscar tu móvil, que entendí muchas cosas…

-¿Qué cosas? –Preguntó con curiosidad- Tú y ella…

-No pasó nada, te lo aseguro –le dije tranquilizándola- me emborraché  y me acompañó a casa donde pasó la noche conmigo, sabiendo por lo que estaba pasando, pero solo durmiendo. La cosa es que me estuvo contando que Judith se iba a trabajar a Barcelona, que la pareja se deshacía y que eso ya había pasado antes. Por eso era que Daniela estaba buscando una sustituta para Judith y me preguntó si estaba seguro que yo era el que le interesaba a Daniela, porque ella creía que de quien iba detrás era de ti…

Sara lanzó un gruñido como de no estar de acuerdo con aquello y yo esperé a que dijera algo.

-Si escuchaste nuestra conversación aquella tarde en que me enrollé con Judith, entonces sabrás lo que pienso de Daniela –me dijo.

-¿Te refieres a que está enamorada de mí? –le contesté recordando sus palabras de aquel día.

-Pues sigo pensando lo mismo –me dijo seriamente- no niego que quizás tenga interés en que me convierta en amante fija de Rubén pero eso no quita que crea que ella te quiere… estoy completamente segura de ello, por eso mi negativa a seguir con su juego…

-¿Y entonces como explicas lo sucedido en Sevilla? –le repliqué- porque está claro que Daniela tuvo algo que ver en la grabación amañada con la que te engañó Roberto…

-¿Amañada? –preguntó desconcertada Sara.

-Sí… ¿de verdad no te suena de nada la conversación? –le pregunté.

-Pues no, de nada –dijo confusa.

-El polvo en tu despacho…

-Joder… me cago en la puta… -dijo levantándose del sofá- como he podido ser tan imbécil…

-No te creas que a mí no me costó recordar aquello, estuve toda la noche dándole vueltas a cómo era posible que existiera una grabación de nosotros dos cuando nunca habíamos estado juntos –le reconocí mientras observaba como andaba furiosa por el salón, fustigándose por su error.

-Es que no sé cómo no me he dado cuenta… si lo hubiera hecho… -se reprochó antes de ponerse a llorar de nuevo.

No lo pude evitar, me levanté y la abracé dejando que dejara salir toda la rabia y frustración que llevaba dentro. Abrazada a ella me di cuenta que, a pesar de lo que me había hecho, aún seguía queriéndola aunque tenía claro que las cosas ya nunca volverían a ser como antes. La confianza estaba rota.

-No podrías haber hecho nada, Sara –le dije- ¿no te das cuenta que hemos jugado a un juego donde las reglas las escribían otros? Nunca hemos tenido ninguna oportunidad… y a saber qué desconocemos todavía…

-Lo sé y, encima, nosotros hemos colaborado no confiando el uno con el otro –dijo sollozando- ocultándonos cosas por temor a decepcionar al otro… y así nos ha ido…

Sara se separó de mí y se limpió las lágrimas con el dorso de su mano. Se recompuso y se puso seria, una firme decisión brillaba en su mirada.

-Carlos, dime la verdad –dije seria- ¿quieres seguir con lo nuestro?

-Sara, yo te quiero y mucho –empecé a decir- pero lo que me has hecho…

-Lo sé, sé perfectamente lo que he hecho –dijo con vehemencia- sé que, si continuamos juntos, las cosas no serán como antes. Te he fallado y costará que vuelva a recuperar tu confianza pero, lo que yo te pregunto es ¿me vas a dar la oportunidad de hacerlo? ¿De intentar arreglar lo que he hecho?

-No sé cómo puedes arreglar algo que ya está hecho, no se puede deshacer lo acontecido… -dije no entendiendo a qué se refería.

-Soy consciente de ello pero puedo intentar compensar mi error –dijo con seguridad- y de paso, confirmar que tengo razón…

-Sigo sin entender por dónde vas… -dije totalmente confuso.

-Pues es muy fácil. Quiero que te folles a Daniela…

-¿Qué? –fue lo único que se me ocurrió decir. Estaba claro que Sara había perdido completamente la razón. ¿Es que no había escuchado nada de lo que acababa de decirle?

-Creo que es lo justo –dijo mirándome fijamente- yo me he acostado con la persona que más odias… tu deberías hacerlo con la que más odio yo…

-¿Pero te das cuenta de lo que me estás diciendo? –Dije estallando- ¿No ves que ha sido ella la causante de todos nuestros problemas?

-Claro que lo sé y por eso quiero que lo hagas –dijo siguiendo con su razonamiento- si yo estoy en lo cierto, en cuanto sepa que hemos roto, no tardará en venir y tratar de sacar provecho de la situación… intentar hacerte suyo…

-Pero a ver, Sara… -dije con impaciencia- si de verdad Daniela está enamorada de mí ¿quieres jugártela haciendo que me acueste con ella?

-Mira Carlos –dijo cogiéndome las manos- la he cagado de mala manera y sé que, en cierta medida, ya te he perdido. Lo estoy haciendo a cada minuto que pasa… por mucho que me digas que me perdonas, cada vez que no esté a tu lado te preguntarás qué estoy haciendo, con quién estaré, siempre tendremos esa espina clavada entre los dos y creo que la única manera de empezar a reconstruir lo nuestro es que me pagues con la misma moneda, empezar los dos en igualdad de condiciones… por eso quiero que me seas infiel con Daniela, que lo grabes y luego tenga que pasar por lo que tú pasaste ayer por la noche… sentir lo que tú sentiste…

No supe qué decir, la verdad. Todo aquello me había cogido totalmente fuera de lugar, dejándome sin respuesta. ¿De verdad Sara estaba dispuesta a perderlo todo con tal de arreglar lo nuestro? ¿Entregarme a la mujer que más odiaba y que ella aseguraba que estaba enamorada de mí, arriesgándose a perderme definitivamente?

-Sé lo que me juego, que puedes caer en sus redes y perderte definitivamente –siguió hablando Sara- pero si no lo haces, te acabaré perdiendo igualmente. Más tarde pero lo haré. Quiero salvar lo nuestro y, si para eso tengo que verte follando con Daniela, pues lo haré.

-Sigo pensando que te equivocas con todo esto… -le dije pensando seriamente que era así- Daniela solo me ha utilizado para llegar a ti y ya no tiene interés en mí… ¿no crees que, si de verdad estuviera enamorada de mí, ya habría acudido?

-No tiene porque –dijo pensativa Sara- piénsalo… si hubiera aparecido el domingo, la única manera que hubiera sabido lo ocurrido era por boca de Roberto o de mí y, evidentemente, yo no iba a decirle nada… levantaría sospechas… estará esperando a que empiece a circular la historia para actuar…

Sara sacó su teléfono y empezó a marcar un número, no sabiendo qué estaba intentando hacer.

-Hola Judith, ¿puedes hablar? –dijo poniendo voz llorosa- sí, es que necesitaba hablar con alguien. La he cagado tía, la he jodido pero bien…

-….

-¿Que qué ha pasado? Pues que he engañado a Carlos, el finde me acosté con mi jefe… hemos tenido una bronca del copón y me ha dejado, Judith… me ha dejado… no sé qué voy a hacer ahora…

-…

-Gracias, de verdad. Eres toda una amiga –dijo guiñándome un ojo- no sé qué haría sin ti…

-….

-No, si no hace falta… de verdad… si ya he cogido una habitación en un hotel para pasar la noche…

-…

-Vale, vale… te paso la dirección y me recoges cuando salgas del curro. Gracias tía, es que estoy hecha polvo con todo esto… pero nada de líos, Judith, solo quiero hablar y un hombro sobre el que llorar… lo digo por Rubén…

-…

-Vale, me alegro que lo entiendas… solo chicas… -dijo mirándome sabiendo que, quitando a Rubén de en medio, me tranquilizaba- recojo mis cosas y te espero abajo. Y Gracias de nuevo, Judith…

Colgó el teléfono y se me quedó mirando satisfecha con su actuación.

-Bueno, pues ya está la información en marcha –dijo Sara- si no me equivoco, esta misma tarde aparecerá Daniela por aquí… el resto ya es cosa tuya…

-¿Estás segura? –le pregunté sin aceptar ni rechazar su propuesta.

-No pero no tengo alternativa –dijo resignada- será mejor que me vaya al hotel antes que aparezca Judith por allí…

Nos miramos los dos, no sabiendo muy bien como despedirnos después de todo lo que había sucedido y fue al final Sara la que tomó la iniciativa, acercándose y dándome un beso en la mejilla.

-Pase lo que pase, recuerda que te quiero –dijo dándose la vuelta y marchándose del piso.

En cuanto se cerró la puerta, el silencio del piso me envolvió. Me senté en el sofá repasando todo lo que habíamos hablado Sara y yo. Estaba claro que Sara estaba arrepentida de cómo habían ido las cosas aunque no se arrepentía de la experiencia vivida. Al menos había sido sincera en ello, las imágenes grabadas daban buena fe de ello y, si me lo hubiera negado, las cosas hubieran discurrido de una forma totalmente distinta, rompiendo definitivamente nuestra relación.

Pero ella no quería eso, quería luchar para salvar lo nuestro pese a que ello supusiera pasar por lo mismo que yo, verme con su peor enemiga. Y eso, estando segura que Daniela tenía sentimientos hacía mí, cosa que yo dudaba. Pero, ¿realmente estaba dispuesto a hacerlo? En caso que Daniela apareciera ¿me iba a acostar con ella para cumplir el estrafalario plan de Sara? ¿Era esa una buena forma de rehacer nuestra relación, con un engaño?

No sabía qué hacer, las dudas me asaltaban. Ni siquiera estaba seguro que fuera a aparecer Daniela por allí… pero ¿y si lo hacía? Tampoco era necesario tener sexo con ella para poder sacarle información… quizás podría sonsacarle algo, intentar averiguar sus verdaderas intenciones con todo aquello…

Y con esa idea en mente, me puse las pilas y salí a comprar varias webcams. Quería que todo quedara grabado, que luego Sara pudiera escuchar las confesiones de Daniela para que no pudiera dudar de mis palabras. Cuando llegué a casa, me di prisa en instalarlas de tal manera que quedaran parcialmente ocultas, Daniela no tenía que ser consciente que estaba siendo grabada o se iba a cerrar en banda.

Una vez acabado y configurado todo para que se grabara en el disco duro de mi portátil, me senté de nuevo en el sofá y me puse a ver la televisión. Acababan de dar las siete de la tarde y ni rastro de Daniela. Sonó el móvil, era un mensaje de Sara.

-Ya estoy en casa de Judith. Ni rastro de Rubén.

De esa manera Sara quería tranquilizarme en ese aspecto. No quería que me fuera comiendo la cabeza por si estaba allí el monitor y volviera a sucumbir a sus encantos.

-Aquí sigo esperando… –le contesté yo en referencia a la ausencia de Daniela.

No tuve respuesta. Al menos no a través del móvil. Lo que sonó fue la puerta del piso. Me acerqué y miré por la mirilla. Allí estaba Daniela.

-¿Qué haces aquí? –pregunté sorprendido por su presencia. Nunca creí que fuera a venir realmente.

-Me he enterado de lo que ha pasado –me dijo entrando en el piso- me lo ha dicho Judith… ¿Cómo estás?

Lo dijo mientras dejaba sus cosas sobre la mesa, debía venir directamente del trabajo ya que llevaba un maletín con su portátil, y se acercó a abrazarme. Un abrazo que me cogió por sorpresa y me puso en una situación incómoda. Mi idea inicial era evitar cualquier acercamiento a ella que pudiera provocar que la cosa fuera a más. Pero de buenas a primeras, la tenía pegada a mí y notando aquellos pechos clavados en mi torso, excitándome a cada segundo que pasaba.

-Estoy bien… -dije intentando apartarla, poner distancia- no hacía falta que vinieras…

-Claro que sí, en cierta parte me siento responsable –dijo Daniela- después de lo que hablamos en mi despacho, donde te animé al intercambio pensando que de esa manera se pudiera evitar esto…

-Ya… creo que es una cosa que ninguno pudimos prever –respondí yo- ni la propia Sara por lo que me ha contado…

-¿No hay ninguna posibilidad que arregléis lo vuestro? –preguntó ella.

-No lo sé en estos momentos –dije sinceramente- ha sido muy fuerte lo que me ha hecho y no sé si seré capaz de olvidar algo así, hacer como que nunca ha pasado…

-Te entiendo –dijo mientras su mano acariciaba mi mejilla. Yo reculé, alejándome de nuevo de ella, poniendo tierra de por medio.

-Lo siento si te he incomodado, no pretendía hacerlo –se excusó Daniela- siempre me has caído bien, Carlos y nunca he querido que sufrieras con todo esto… por eso me duele verte así…

-Pues podríais haber dejado en paz a Sara, no incentivarla con vuestras ideas –dije yo intentando sacarle información- sé que Judith y tú  por detrás le habéis animado a ir un paso más allá así que esto es también culpa vuestra…

-Lo sé, no voy a negarlo…

-¿Y porque? ¿Qué más os daba a vosotras lo que hiciéramos en nuestra vida privada Sara y yo? –Le pregunté- ¿tiene algo que ver con la marcha de Judith a Barcelona?

-¿Cómo sabes tú eso? –preguntó sorprendida.

-Me lo dijo Raquel en el club de intercambio donde nos enviasteis vosotras –le contesté- allí os conocen bien y me dijeron que estabais buscando una sustituta para Judith… para eso queríais a Sara ¿no? Siempre has jugado conmigo…

-¡No! –Gritó ella- eso no es cierto… al menos, no toda la verdad…

-Pues explícamelo, porque no lo entiendo Daniela –la cuestioné.

-Es complicado, Carlos… -dijo tirando balones fuera.

-Tenemos tiempo –dije sentándome en el sofá.

-No puedo, Carlos… si te lo digo te vas a enfadar conmigo y no quiero eso… -dijo casi sollozando. Me extrañó su actitud, nunca la había visto así, tan vulnerable.

-No creo que más que ahora, ¿no crees? –Le dije intentando tranquilizarla- por lo que a mí respecta, las tres me habéis jodido a base de bien…

Daniela parecía mantener una lucha interna, decidiendo qué hacer, si hablar o no. Y yo, mientras, aproveché para contemplar de nuevo a aquella mujer que tantos quebraderos de cabeza me había provocado. Se había sentado a mi lado en el sofá, su blusa de tela fina dejaba entrever un sujetador negro que apenas contenía aquel par de pechos que ella gastaba y su falda, bastante corta como ella solía llevar, se había subido dejando al descubierto la mayor parte de sus muslos generosos.

-Mira Carlos –empezó a hablar ella cogiéndome por sorpresa- lo que te voy a decir no lo sabe nadie, ni tan siquiera Judith y menos Rubén y preferiría que siguiera siendo así…

-Vale… -dije yo poniéndome algo nervioso por sus palabras y su rostro serio.

-Hace tiempo que llevo pensando en dejar todo esto atrás, este tipo de vida y empezar desde cero –me confesó dejándome confuso.

-Bueno, me parece bien pero no entiendo que tiene eso que ver con nosotros… -le dije no entendiendo qué tenía aquello que ver con Sara y conmigo.

-Tiene que ver y mucho –me dijo seria- al fin y al cabo, todo esto es por ti… tú eres el motivo por el que quiero dejar esta vida atrás y empezar de cero… he hecho todo esto porque me he enamorado de ti Carlos…

Joder. Me quedé sin habla, mirándola como un tonto mientras ella me miraba a mí esperando una respuesta a su confesión, una reacción a sus palabras. Al final, Sara había tenido razón aunque seguía sin entender muchas de las cosas que habían sucedido.

-Daniela… yo no… -empecé a decir.

-Lo sé, no me quieres… -acabó ella- por eso he hecho lo que hecho. Tú quieres a Sara con locura y mi única posibilidad era hacer que eso cambiara… por eso cuando Judith me contó lo de vuestro juego vi una opción, remota, de conseguir lo que quería, a ti…

-¿Querías que rompiéramos desde el principio? –le dije interpretando sus palabras.

-Sí, era la única posibilidad de tenerte –dijo apenada- no quería solo sexo, eso podría haberlo conseguido en cualquier momento…

Ahora entendía porque había renunciado tantas veces a aquello a lo que había estado dispuesto y sabiéndome a su merced en más de una ocasión. Quería hacerme suyo en todas sus formas, en cuerpo y alma.

-El juego vuestro me abrió la posibilidad de conseguir todos mis objetivos –siguió hablando- Judith se iba y no iba a ser un problema, tampoco iba a serlo aunque se quedara… pero Rubén ya era otra cosa… ahora sé que nunca lo he querido pero no podía dejarlo así, sin más… y ahí es donde entraba Sara y mataba dos pájaros de un tiro, se la entregaba a Rubén y de paso la apartaba de ti… pero no conté con que a ti te gustaría todo esto y, en vez de enfadarte o sentir rechazo por ella, quisieras repetir…

-Por eso utilizaste a Roberto –dije sabiendo lo que venía a continuación.

-Sí, era mi única opción a estas alturas… el tiempo se acababa… -dijo ella.

-¿Qué quieres decir con que el tiempo se acababa? –Dije no entendiendo a qué se refería- ¿lo dices por la marcha de Roberto?

-Roberto no va a ir a ningún lado -dijo con desdén- te dije un día que el juego estaba amañado desde el principio y que Sara no iba a conseguir nunca ese ascenso, se acostara o no con Roberto. Y eso es porque, desde hace tiempo, soy la amante del director general de la empresa. Roberto no se va a ir a Argentina, la que se va a ir soy yo… y querría que tú me acompañaras…

-Daniela… yo no puedo acompañarte… -dije aturullado.

-Lo entiendo –dijo bajando la voz- ahora mismo debes pensar lo peor de mí… he querido romper tu matrimonio, te he manipulado y, encima, debes pensar que soy una puta…

-Mira, Daniela –dije cogiéndole la mano- con quien te acuestes es cosa tuya y no por ello voy a pensar que eres una puta. Eso que te quede claro. Pero debes comprender que yo quiero a Sara y mi prioridad es intentar arreglar lo que vosotros habéis jodido… no voy a irme a la otra punta del mundo contigo, Daniela, dejando atrás mi trabajo, la mujer que quiero…

-La mujer qué quieres… jajaja… -rió ella- ¿sabes qué estará haciendo ahora la mujer qué quieres? Pues se estará follando de nuevo a Rubén… ¿es esa la mujer con la quieres pasar el resto de tu vida? ¿Una mujer que va engañándote para satisfacer sus deseos? Yo te estoy prometiendo ser tuya, en exclusiva… estoy dispuesta a cambiar, ser una nueva mujer, solo tuya… porque te quiero…

Sin previo aviso, se abalanzó sobre mí y me besó, haciéndome caer quedando medio recostado sobre el sofá mientras ella me acompañaba en la caída, quedando tumbada sobre mí.

-Para Daniela –dije apartándola- ¿es que no has aprendido nada? ¿De nuevo intentando manipularme?

-¿Manipularte? –Dijo Daniela- no cielo… Rubén está ahora mismo tirándose a tu mujercita y ella seguro que lo estará gozando… Sara ya no tiene salvación, la he convertido en una zorra de cuidado y ya no va a ser capaz de parar y abandonar ese mundo que acaba de descubrir… si quieres seguir junto a ella, asúmelo, llevarás unos buenos cuernos por muchas palabras bonitas que ella te diga…

-Eso no es cierto –le dije defendiendo a Sara- me ha dicho que Rubén no estaba en el piso, que solo estaban ellas dos solas…

-¿Y qué creías que iba a decirte? ¿Qué iba a estar Rubén allí dentro, el tío que ya se la follado una vez y que está deseando hacerlo otra vez? ¿El tío que más la  ha hecho disfrutar en la cama? –Dijo con rabia- no me seas iluso, Carlos… Rubén está allí, lo ha llamado Judith como me ha llamado a mí y ahora mismo estará ensartando a Sara con esa polla que gasta…

Dudé. Sí, lo hice. Eran tantas las veces que mi mujer había sucumbido a sus deseos, tantas las veces que la otra Sara había irrumpido y tomado el mando de la situación, que empecé a creer que aquello podía ser posible. Que Sara me hubiera pedido que me follara a Daniela para tener vía libre para hacer ella lo mismo con Rubén sin que yo sospechara nada.

Daniela, en ese instante de duda, había sacado su móvil y estaba llamando a alguien. Cuando alguien descolgó el teléfono al otro lado, me pasó el móvil.

-Mira, compruébalo tú mismo… -dijo con una sonrisa de suficiencia.

Cogí con temor el teléfono y vi que había llamado a Rubén. Acerqué el aparato a mi oído y lo que escuché me dejó paralizado.

-Daniela ¿estás ahí? ¿Quieres algo? –Sonó la voz de Rubén entrecortada- mira, ahora no puedo hablar que me está comiendo la polla Sara… luego te llamo…

Pero no cortó la llamada, solo arrojó el teléfono que debió caer sobre la cama cerca de donde estaba Rubén porque se escuchó perfectamente su voz.

-Ven aquí, Sarita –dijo él oyéndose el ruido de cuerpos moverse sobre la cama- te la voy a clavar hasta el fondo… seguro que lo estás deseando…

Lo siguiente que escuché fue un largo gemido y como la cama empezó a crujir bajo las embestidas que Rubén debía estar propinándole a mi mujer, follándosela de nuevo y, ahora, a mis espaldas. Su segunda infidelidad en apenas tres días.

Daniela me arrancó el teléfono de mis manos y lo apagó.

-Lo siento pero debías saber en qué clase de mujer se ha convertido Sara –me dijo, volviendo a acariciarme la mejilla, ahora sin oposición.

Sus labios se acercaron y de nuevo me dejé hacer. ¿Para qué seguir luchando? La mujer que quería me había vuelto a traicionar y allí delante tenía a una preciosidad que me quería y estaba dispuesta a cambiar por mí, a ser solo mía.

Y la besé. Tomé la iniciativa, besándola con pasión y buscando con mi lengua la suya, enzarzándonos los dos en una batalla feroz. Con mis manos, agarré su culo, apretándolo y atrayéndola hacía mí, pegando nuestros cuerpos y haciéndole notar la erección que crecía a pasos agigantados bajo mi pantalón.

-Sí, Carlos… hazme tuya… para siempre… -suspiró Daniela.

Nuestras bocas se devoraban mientras las manos de Daniela recorrían ociosas mi nuca, mi espalda y se recreaban tocando mi culo. Las mías, subían su escueta falda, palpando la carne que ocultaba, subiendo desde sus muslos hasta alcanzar sus glúteos descubiertos ya que únicamente llevaba un escueto tanga.

Daniela gemía fruto de mis caricias y su pubis se frotaba ansioso contra mi verga dura que palpitaba bajo la ropa.

-No puedo más… necesito que me folles… -dijo mientras me empujaba, quedando de nuevo medio tumbado en el sofá.

Delante de mí, vi como una Daniela cachonda se quitaba la falda e intentaba bajar el tanga negro que llevaba puesto, pegado a su sexo fruto de su excitación. Sabía lo que iba a ocurrir, esta vez nadie iba a detenerlo y menos yo. Alcé mi culo del sofá para quitarme a la vez pantalón y bóxer que quedaron arremolinados en mis tobillos, saltando mi erección como un resorte.

-No sabes cuánto he deseado esto… -dijo relamiéndose Daniela.

Se subió encima de mí, frotando mi polla contra sus labios, lubricándola, preparándola para la penetración. No tardó en alzar sus caderas y, mientras con una mano aguantaba mi miembro, su cuerpo descendía hasta que nuestros sexos contactaron.

Los dos gemimos ante el simple roce pero aquello era solo el principio. Mi glande traspasó su entrada, horadando su vagina que me acogió con calidez, adentrándome en ella sin pausa hasta que nuestros cuerpos quedaron completamente unidos.

Su cuerpo se arqueó disfrutando de las sensaciones tanto tiempo esperadas mientras mis manos acariciaban sus muslos y nalgas esperando que empezara el vaivén sobre mi verga. Pero antes, necesitaba algo más. Abandoné su culo y con avidez empecé a desabrochar los botones de su blusa, buscando sacar a relucir aquellos pechos tanto tiempo deseados.

-Sssshhhh…. Tranquilo, hombretón… -me dijo con picardía ante mi desatino al intentar desnudarla- ¿quieres ver mis tetas?

Yo solo asentí y ella empezó a desabrochar los pocos botones que le quedaban sin quitar, abriendo su blusa y saliendo a relucir aquellos dos portentos apenas sujetos por aquel sujetador. Ella me miró divertida, viendo mi cara de ansiedad, deseando que aquella prenda desapareciera para abalanzarme sobre ellas.

-¿Te gustan? –dijo acariciándolas por encima de la tela.

-Quítatelo –le rogué, supliqué.

Ella llevó sus manos a su espalda, quitando el cierre a la prenda pero impidiendo que cayera sujetando las copas con su mano. Alargué mi mano para arrancarle el sujetador pero de un manotazo me apartó la mano.

Aun aguantando el sujetador, inclinó su cuerpo hasta quedar sus pechos a escasa distancia de mi rostro.

-¿Las quieres? –Me preguntó encontrándose con mi respuesta afirmativa- pues toma, son tuyas…

El sujetador cayó mostrándome aquellas dos bellezas, lanzándome sobre ellas. Una mano en una, intentando infructuosamente abarcarla, acariciando la suave piel de su pecho, la rugosidad de su areola grande, la dureza de su pezón. En la otra, mi boca, devorando aquel manjar, dejando un rastro de saliva en su generosa carne, lamiendo con fruición su pezón, mamando cual bebé hambriento de ella.

En aquella posición, dejándome disfrutar de sus generosos pechos, empezó a moverse de forma lenta pero inexorable, recorriendo mi duro falo que gozaba de aquella lenta follada, saboreando cada milímetro del interior de Daniela.

Aquel ritmo lento no duró demasiado, nos teníamos demasiadas ganas y estábamos ansiosos por culminar semanas de juegos, de tiras y aflojas. Las manos de Daniela, apoyadas en mi pecho, la ayudaban a darse impulso y botar de forma frenética sobre mi polla. Yo, no queriendo dejar abandonadas sus ubres, me medio incorporé para poder seguir lamiendo y chupando sus mamas mientras mis manos volvían a sus nalgas, ayudándola a montarme como estaba haciendo.

-Me corro, Carlos… -me anunció.

Con un movimiento ágil, la empujé hasta que fue ella la que quedó bajo mío y yo encima de ella, percutiendo de forma salvaje buscando alcanzar el orgasmo a la vez. Medio minuto después, entre gemidos y gritos, nos corrimos los dos. Ella con sus piernas enlazadas tras de mí, no dejándome escapar de su interior y yo, hundiendo mi verga hasta el fondo de su ser, regando su interior con mi leche y no dejando escapar ni una gota de su interior.

Y allí estábamos, a medio vestir, sobre el sofá de mi salón, con mi polla clavada en su coño y notando la mezcla de nuestros fluidos en su interior, respirando agitadamente, sudando copiosamente y mirándonos fijamente.

-Te quiero -me dijo mientras volvía a besarme, un beso de amor al menos por su parte. Yo no respondí, no podía porque no la quería y ambos lo sabíamos pero a ella no pareció importarle.

-Sé que algún día lo harás –dijo acariciándome la mejilla ante mi silencio- anda, déjame salir que tengo que ir al baño…

Me quité de encima de ella y la vi partir al baño, únicamente con su blusa abierta que le daba una imagen erótica a más no poder. ¿Alguna vez podría querer a aquella mujer, como ella aseguraba? Podría ser pero, lo que sí sabía seguro, era que nunca como a Sara, el amor de mi vida.

El móvil de Daniela sonó y eso me recordó que tenía el mío en silencio. Lo miré y vi que tenía un mensaje de Sara. Lo leí. Decía que había vuelto al hotel. Negué con la cabeza y decidí echar un vistazo al móvil de Daniela. Había recibido una foto y un escueto mensaje de Judith.

-Puta mentirosa –murmuré al ver el contenido de lo recibido.

Me levanté del sofá y me dirigí al dormitorio, encontrándome con Daniela que salía del baño y que me sonrió feliz de verme entrar. La besé con tal intensidad que la cogí por sorpresa pero enseguida se recompuso, devolviéndome el morreo con igual devoción.

Con mis manos en su culo, la apreté contra mi cuerpo hasta sentir sus tetas y sus pezones clavados contra mi cuerpo, frotando mi miembro contra ella buscando que creciera para un nuevo encuentro sexual. No tardó en estar lista y ella lo notó, colando su mano para agarrar mi verga y acariciarla como había hecho aquella noche en el Heaven.

La volteé quedando yo a su espalda, clavando mi hombría en sus glúteos y mis manos buscando aquellos pechos que no me cansaba de tocar y besar, de hacer míos. Daniela suspiraba de puro goce,  girando su cuello buscando besarme, su culo apretándose contra mi erección.

De nuevo estábamos sobreexcitados y a punto de estallar. La empujé sobre la cama, quedando ella tumbada boca abajo y mirándome con una cara de hembra en celo que me calentó aún más. Posicioné su cuerpo al filo de la cama, abrí sus piernas todo lo que pude y, sin más preliminares, le clavé mi polla hasta el fondo, arrancándole un sonoro gemido que llenó la estancia.

Volqué mi cuerpo sobre el suyo, quedando ella aprisionada entre el mío y  las sábanas de mi cama de matrimonio que hasta hacía pocos días había compartido con Sara. Con estocadas rápidas y profundas fui penetrando a Daniela, gritando ella a cada embate que le daba.

Nuestros cuerpos sudados chocaban con violencia el uno contra el otro mientras Daniela, con su cabeza ladeada, buscaba continuamente mi mirada incentivándome a seguir follándola de aquella manera, buscando alcanzar un nuevo orgasmo junto a mí.

No tardó en ocurrir. Volcado totalmente sobre ella, con mi boca buscando la suya, alcancé mi orgasmo derramándome de nuevo en su interior, llenándola con mi simiente y provocando su anhelado orgasmo que quedó acallado por mis labios.

Una vez vacío me aparté de ella, dejándola descansar del peso de mi cuerpo sobre el suyo, tumbándome en la cama agotado por el esfuerzo que acababa de hacer. Daniela rápidamente ascendió hasta quedar a mi lado, con su cabeza apoyada en mi torso, acariciándome el vientre y su cuerpo desnudo pegado al mío.

-Lo haré, Daniela –le dije- iré contigo a Argentina.

Ella me miró como no creyendo lo que acababa de oír, pensando que sus oídos la estaban engañando.

-¿Qué has dicho? –dijo levantando su cabeza de mi pecho.

-Que me iré contigo –dije de nuevo- si consigues ese ascenso te acompañaré en tu viaje. Ya nada me retiene aquí…

Segura de esta vez sí haber oído bien, se tiró encima de mí a besarme de forma apasionada mientras no dejaba de decirme lo mucho que me quería y que no me iba a arrepentir de la decisión que había tomado.

-Bueno ¿y eso al final cuando va a ser? –le pregunté en referencia al ascenso.

-El último día de Roberto en la oficina es el viernes así que esta misma semana se hará oficial el relevo, que entrará en vigor el lunes –me comunicó- supongo que harán oficial el anuncio el mismo viernes y, sin falta, la semana que viene partiremos a nuestro nuevo hogar, a nuestra nueva vida…

-Lo estoy deseando… -le dije dándole un beso- anda, durmamos un rato y así recuperamos fuerzas, que quiero volver a follarte esta noche…

Ella rio divertida mientras notaba mi mano recorrer su raja, girando y dándose la vuelta, ofreciéndome su espalda. La abracé en aquella postura, pegando mi cuerpo al suyo, sintiéndola ronronear de felicidad. Al poco, su respiración acompasada me indicó que se había dormido. Me levanté de la cama, fui al baño y después al salón. El viernes era el día indicado, solo me quedaban dos días para preparar mi marcha, dejarlo todo listo. Tenía muchas cosas que hacer y, tal como había prometido, no pensaba dejar pasar la oportunidad de volver a tirarme a Daniela.

Dos veces más me follé aquella noche a Daniela, dos veces más me corrí en su interior, dos veces más gocé de aquellas tetas que me volvían loco. A altas horas de la madrugada, agotados, nos dormimos abrazados.