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Todo empezó como un juego 23

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Todo empezó como un juego

 

 

Capítulo 23

 

El pitido del móvil me despertó antes de lo que me hubiera gustado. Estaba realmente cansado, apenas había dormido un par de horas pero no me quedaba otra. Paré rápidamente el sonido del móvil para evitar que despertara a Sara, para que pudiera dormir algo más ya que ella no partía hasta las ocho de la mañana.

Me giré y me quedé mirando a mi mujer que dormía plácidamente ajena a todo. Su rostro relajado, su cuerpo desnudo, sus pechos agitándose al son de su respiración sosegada, su sexo casi rozando el mío en esa postura. Mi polla, viendo aquella estampa y recordando lo sucedido la pasada noche, cobró vida pidiendo guerra.

Pero no podía ser. Tenía que levantarme, ducharme y desayunar para partir al trabajo y cumplir la primera de las dos jornadas maratonianas que tenía por delante. Salí de la cama procurando no despertar a Sara, recogí mi ropa y me metí en la ducha donde el agua consiguió aligerar algo el cansancio que llevaba acumulado.

Cuando salí, ya vestido, contemplé por última vez a mi mujer dormida en la cama. Ya no volvería a verla hasta el domingo por la tarde, cuando saliera del trabajo. Una eternidad para mí. Me acerqué para darle un beso de despedida en su mejilla arrancándole un leve gemido con el contacto de mis labios pero, afortunadamente, no la desperté.

No quise tentar más a la suerte. Ver su cuerpo desnudo me incitaba a hacer una locura y, como ella se despertara, seguro que querría despedirse como dios manda ante la larga separación que teníamos por delante. Salí de la habitación, piqué algo en la cocina y salí de casa en busca de coche.

No tardé mucho en llegar al trabajo y me volqué de lleno en la primera de las dos jornadas intensas que tenía por delante. Por suerte, el trabajo me llenaba por completo y no me dio tiempo a pensar en nada más que no fuera eso, al menos, hasta la hora de comer. Mientras lo hacía, cogí mi móvil para llamar a mi mujer y, antes que pudiera hacerlo, vi un mensaje de un número desconocido.

-Buenos días cielo, soy Sara y te escribo desde el teléfono de Roberto. Creo que esta mañana, con las prisas, me he debido dejar el teléfono en casa o quizás anoche en el club aunque juraría que lo había metido en el bolso…es igual, solo decirte que ya estoy en camino y a punto de llegar a Sevilla, que espero que todo vaya bien y que ya hablaremos con más calma esta noche cuando esté en el hotel… besos y te quiero mucho.

Ese mensaje descartaba que la pudiera llamar. Tendría que conformarme y esperar a que me llamara ella desde su habitación del hotel por la noche. Aunque me extrañaba lo del móvil, Sara era cuidadosa con esas cosas y me extrañaba que se lo hubiera dejado… aunque, claro, con todo lo que había sucedido anoche...

Acabé de comer y volví al trabajo, olvidándome de todo de nuevo hasta que llegara la hora de volver a casa. Por fin llegaron las seis de la tarde y salí de allí con ganas de ver un poco el sol y que me tocara el aire. No en vano llevaba doce horas allí dentro encerrado.

Mientras caminaba en busca del coche miré el teléfono y vi que no había recibido ningún mensaje ni ninguna llamada de Sara, descartando así que hubiera encontrado el teléfono o que me hubiera dicho algo con el de Roberto.

Regresé a casa y, una vez allí, me golpeó el silencio y la sensación de soledad. Estaba completamente solo y, después del trajín de los últimos días, se me hizo más cuesta arriba aunque me consolé diciéndome que solo iba a ser un día, que al día siguiente para esa hora Sara estaría esperándome al llegar del trabajo.

Encendí la televisión y fui a ducharme para quitarme el sudor y aliviar el intenso calor que esos días hacía en la ciudad. Cuando salí del agua, decidí quedarme así, desnudo. Una de las ventajas de estar solo. Estaba agotado y solo quería descansar pero antes tenía que buscar el teléfono de Sara. Rebusqué por todo el piso, llamé varias veces por si sonaba en algún lado y nada. El teléfono no estaba allí. Así que la única opción plausible era que se lo hubiera dejado en el club la pasada noche.

La única forma de saberlo era pasarme por allí a preguntar. Aún era pronto, un poco más de las siete, así que decidí dormir un rato para compensar la falta de sueño de la pasada noche y luego, a eso de las diez, pasarme un momento antes de volver y dormir de nuevo hasta el día siguiente.

Me tiré en el sofá y no tardé en quedarme dormido. Me desperté casi a las diez, ni la alarma del teléfono había escuchado del sueño que tenía. Me apresuré a vestirme y cenar algo antes de partir de nuevo al club en busca del móvil perdido de Sara de la que, por cierto, no había recibido noticia alguna.

Aquello ya empezaba a preocuparme. Eran casi las diez de la noche y Sara sabía que madrugaba al día siguiente ¿Por qué no había llamado todavía? Me planteé mandarle un mensaje al teléfono de Roberto pero al final lo descarté. Quizás estaban con el cliente nuevo en alguna cena celebrando el reciente acuerdo. O quizás estaba igual que yo, reventada, y se había quedado dormida nada más llegar a su habitación pasándosele por alto el llamarme.

Ya iba a salir del piso cuando el teléfono empezó a sonar en mis manos y me apresuré a cogerlo, otra vez aquel número desconocido que debía pertenecer a Roberto.

-Hola cielo, qué tal… -empecé a decir hasta que su voz al otro lado me cortó enseguida.

-Eres un cabrón, Carlos –me dijo entre sollozos- no sé cómo me has podido hacer esto… solo te pedí una cosa, una puta cosa pero no, tú no tenías bastante con tirarte a Judith, a Paula y te has tenido que tirar a la zorra esa… esto no voy a perdonártelo en la vida…

-Pero de qué coño me hablas –le dije no entendiendo nada de lo que me estaba diciendo.

-¿Acaso pretendes negarlo? –me dijo con rabia- pues que sepas que os he escuchado, a los dos, a ti y a Daniela follando en su despacho y, por lo visto, es algo que ya hace tiempo que viene sucediendo…

-Pero si yo no… -dije sin comprender nada de nada. ¿Daniela y yo en su despacho? ¿Una grabación?

-No te molestes, cabrón embustero –me gritó cogiéndome por sorpresa, no recordaba a mi mujer gritándome ni en nuestros peores momentos- no quiero saber nada más de ti ¿entiendes? Si tanto la prefieres a ella, pues para ti…ah y para que lo sepas… cuando cuelgue me voy a follar a Roberto…

Y me colgó. Estaba en shock, sin entender nada de lo que acababa de ocurrir, sin comprender qué había sucedido desde la pasada noche, cuando habíamos acudido a aquel club y practicado un nuevo intercambio que nos había unido aún más y lo de ahora, cuando prácticamente había dado por terminado lo nuestro, después de acusarme de haberle sido infiel repetidas veces con Daniela, basándose en una grabación que no sabía de donde había salido porque no podía existir y, lo peor, jurándome que iba a vengarse follándose a su jefe.

Lo primero que hice fue volver a llamar a aquel número desde el que me había llamado pero no me cogieron el teléfono. Volví a llamar. Una, dos, tres, infinito de veces hasta que me salió el mensaje que el teléfono al que llamaba estaba apagado o fuera de cobertura.

¿Qué más podía hacer? Mi cabeza me daba vueltas, mareado, mis manos temblaban y unos sudores fríos me recorrían el cuerpo entero. Me planteé ir a Sevilla, a buscarlos, a intentar evitar que nada sucediera entre ellos, a aclarar aquel entuerto con mi mujer pero enseguida me di cuenta de la estupidez de mi idea. Ni siquiera sabía en qué hotel estaban hospedados y, aunque lo supiera, con el largo viaje que había entre las dos ciudades, cuando llegara todo habría concluido.

Estaba desesperado, sin saber qué hacer, totalmente desamparado. ¿Qué podía hacer? Tenía la opción de llamar a Judith o a Daniela, quizás ellas sí sabían dónde se hospedaba mi mujer pero enseguida lo descarté. Para empezar, ellas no estaban en la ciudad. Sara me había comentado algo de una fiesta de las suyas, una orgía vamos, a la que iban a acudir en Valencia.

Y por otro lado pero no menos importante, no me fiaba de ellas. Las dos habían estado manejando a Sara a su antojo, guiándola en su camino de liberación y, aunque no me quejaba del resultado, sí de las formas. Aún tenía frescas las palabras de Judith recomendándole a Sara que se follara a Roberto a mis espaldas… y de Daniela… no, no me fiaba. Quién sabe si no era capaz de intentar algo aprovechando mi estado alterado.

Me puse a dar vueltas por la habitación, taquicárdico perdido y nervioso como no había estado en mi vida. Maldije el momento en que empezamos a jugar a aquello, al momento en que nuestras vidas cambiaron llevándonos al momento en el que me encontraba en ese instante, donde sentía que cada minuto que pasaba perdía un poco más a mi mujer, rezando a todos los dioses para que no cometiera aquella estupidez que me había prometido que podía romper definitivamente nuestra relación.

Fue en ese momento de alteración, cuando mi cabeza iba a mil por hora, cuando un destello acudió a mi mente. ¿Y si no era Daniela? ¿Y si la grabación que había escuchado mi mujer no era yo follando con Daniela sino con ella?

Recordé el día en que follamos en su despacho, cuando me pidió que lo hiciera tratándola como si fuera ella, llamándola por su nombre e imaginando que en cualquier momento nos podía pillar mi mujer in fraganti. Y recordé aquel ruido cuando acabábamos de corrernos, como si alguien acabara de cerrar la puerta.

Y tuve claro que todo aquello era cosa de Roberto. Él nos había grabado, él había montado aquel viaje totalmente innecesario para quedarse a solas con ella, intuía que él estaba detrás de la desaparición del móvil de mi mujer. Había jugado sus cartas para poseer a mi mujer y lo iba a conseguir, tal como me había prometido. Aunque para ello tuviera que romper nuestro matrimonio.

Me dejé caer en la cama derrotado, sabiéndome perdedor de aquella batalla y, quizás, de la guerra. Ya no podía hacer nada, todo estaba en manos de otros. De Roberto, que no se iba a apiadar de mí. De Sara, que viendo el estado en que estaba, se iba a entregar por completo para hacérmelas pagar.

Me levanté y fui al salón, directo al mueble bar, buscando reducir mi congoja con el alcohol. Ya con la botella en la mano, desistí de hacerlo. Nunca se me había dado bien el beber alcohol y esa noche necesitaba estar fresco y lúcido por si, por alguna extraña razón, conseguía hablar de nuevo con Sara y hacerla entrar en razón.

El tiempo pasaba y seguía sin recibir noticias de Sara. No dejaba de mirar el móvil, mirando pasar los minutos, sin novedad alguna. Entonces tuve otro destello de lucidez. Su móvil. Quizás en la agenda de su móvil, donde Sara organizaba sus reuniones y sus proyectos, figuraba el hotel donde se alojaba en Sevilla. Solo era cuestión de encontrarlo y la opción más lógica, si Roberto no había tenido nada que ver con aquello, era que estuviera en el club de intercambio.

Salí de casa, cogí el coche y conduje hasta el club en busca de la última esperanza que me quedaba para dar con Sara, poder hablar con ella y hacerle ver que era fruto de un engaño, que nunca le había sido infiel y que lo único que pretendía Roberto era lo que ella iba a darle, su cuerpo para su disfrute.

Dejé el coche en el parking como la otra noche, subí hasta recepción donde me encontré con una chica desconocida, recordando en ese momento que Raquel nos había dicho que esa noche libraba.

-Buenos días, señor –me dijo la chica- ¿puedo ayudarle en algo?

-Sí, verás… -empecé yo- anoche vine aquí con mi mujer y creo que ella se dejó el móvil aquí. Quería saber si había alguna posibilidad de revisar la taquilla que ella usó ayer y ver si está el teléfono allí…

-Lo siento, señor –se disculpó ella- primero, las taquillas se vacían cada noche al cerrar el local. Así que es imposible que esté allí dentro. Y segundo, como bien comprenderá, nosotros somos muy concienzudos con la privacidad de nuestros clientes y yo a usted no lo conozco de nada, estoy segura que no es cliente y, aunque tuviera el teléfono, no se lo podría dar…

-Pero es muy importante que dé con el teléfono, señorita –dije desesperado- es una cuestión de vital importancia…

La chica lanzó una mirada a mi espalda, supuse que alertando a alguien de seguridad para que me echaran de allí pero no, una voz que me sonaba familiar sonó detrás de mí.

-No te preocupes, ya me encargo yo –dijo la chica que habló- ayer vino por primera vez, por eso no te suena…

Me giré y me encontré con el rostro risueño de Raquel que me observaba detenidamente.

-Hola Carlos –me saludó- ¿te acuerdas de mí?

-Claro Raquel –le repliqué- no me había acordado que hoy librabas… solo he venido para ver si habíais encontrado el móvil de Sara que, al parecer, lo perdió aquí anoche…

-No, lo siento –me dijo- aquí no está. Como te ha dicho mi compañera, vaciamos las taquillas cada noche y te puedo asegurar que no apareció ningún móvil ayer.

Mi mundo se hundió bajo mis pies. Era mi última esperanza y se había escapado entre mis dedos, ahora era ya imposible contactar con Sara e intentar parar lo que ya parecía inevitable. Raquel se dio cuenta que algo me pasaba y se acercó a mí.

-¿Estás bien Carlos? –me preguntó.

-No, no estoy bien –le dije casi a punto de llorar- creo que lo nuestro se ha acabado…

-No entiendo –dijo confusa Raquel- pero si ayer salisteis tan contentos de aquí, sumamente enamorados… parecíais la pareja perfecta…

-Pues ya ves… -dije apenado- ahora ella está en Sevilla, con su jefe y seguramente poniéndome los cuernos…

-A ver, Carlos –dijo cogiéndome de la mano y arrastrándome con ella hacia el interior del local- carga su entrada a mi cuenta –le dijo a su compañera que no perdía detalle de lo que estaba pasando- esto me lo tienes que contar con calma…

La seguí por las diferentes salas hasta llegar la zona de los reservados, buscando uno libre y apartado para conseguir algo de intimidad. Me dejó sentado allí solo el tiempo justo para ir y volver con un par de copas y una botella de alcohol que luego supe que era whiskey.

Sirvió dos copas y me animó a que tomara una. El calor del alcohol me quemó la garganta pero consiguió calmarme algo.

-¿Mejor? –preguntó ella.

-Sí, gracias…

-Bueno, pues ahora explícame tu historia y que es eso que tu matrimonio se ha acabado, que Sara se está follando a su jefe y poniéndote los cuernos…

No sé si fue porque necesitaba hablar con alguien, si fue por la bebida o porque vi predisposición en su mirada a escucharme pero empecé a hablar, contarle nuestra historia desde aquel día que parecía tan lejano cuando le habían ofrecido la oportunidad de ascender en su empleo a Sara, el juego que habíamos empezado los dos, como habíamos ido evolucionando los dos, los cambios que se producían en nosotros, la intromisión en nuestros juegos de Daniela, Roberto, Judith, Rubén y, justo la pasada noche, de Paula y Adrián.

Raquel me escuchaba embobada, absorta en mi historia, a veces interrumpiendo para que le aclarara algo, rellenando nuestras copas cada vez que los vasos quedaban vacíos. No sé el rato que estuve allí hablando, explicándole mis penas pero sí sé que cuando acabé me encontré vacío, como si me hubiera quitado un peso de encima y hubiera alcanzado una especie de distanciamiento que me permitía ver las cosas con algo de perspectiva.

-Menuda historia –dijo Raquel apurando su vaso- supongo que eres consciente que Daniela y Judith os han estado manipulando desde el principio ¿no?

-Bueno, tanto como manipular…

-Mira Carlos –dijo ella seria- no os conozco pero a ellos sí, suelen venir bastante por aquí y, casi siempre, con la misma intención… introducir a alguna nueva pareja en este mundillo o, en casos excepcionales, a alguna soltera que quieren corromper…

-Como Judith… -dije yo.

-Exacto –confirmó ella- escúchame con atención que ahora voy a explicarte algo que hará que veas las cosas desde otra perspectiva…

Volqué toda mi atención en Raquel que, por la seriedad de su rostro y sus palabras, intuía que iba a decirme algo importante.

-Mira, cuando yo empecé aquí hace unos cuantos años ellos ya eran tres en su pareja –comenzó a explicarme- no recuerdo su nombre ahora mismo pero no importa para lo que quiero contarte. Lo importante es que, un año o así atrás, la chica quiso romper con esta vida. Había conocido a alguien, alguien ajeno a este mundo y quería tener una relación normal con él… ya sabes, hijos y todo eso…

Yo asentí pendiente completamente de sus palabras, animándola a seguir con su narración.

-Ellos no pusieron ningún problema en dejarla ir, tampoco es que pudieran hacer nada para impedirlo –siguió contando Raquel- pero la cosa es que ellos ya se habían acostumbrado a ese tipo de relación a tres, sobretodo Daniela…

-¿Daniela? –pregunté no comprendiendo porque precisamente ella.

-Sí, Daniela –me confirmó ella- de los dos es la más libertina, tiene varias relaciones abiertas incluida gente de su trabajo a las cuales ha utilizado para ascender rápidamente… y claro, con tanto frente abierto, tiene poco tiempo para satisfacer a su marido y por eso la tercera en discordia…

-Entiendo –dije atónito por sus palabras- más que una amante, esa persona era su segunda mujer… la esposa sustituta…

-Exacto, algo así –aseveró Raquel- poco duró la soledad de la pareja ya que al poco tiempo aparecieron por aquí con otra pareja, Judith y un hombre con el que estaba saliendo por aquella época… la cosa es que, no sé exactamente qué pasó, pero Judith continuó viniendo por aquí pero su pareja desapareció al poco y no tardaron mucho en incluirla en su “familia”…

-¿Qué insinúas? –le pregunté de forma directa viendo por donde iban los tiros.

-Yo no insinúo nada, solo te explico lo que sé de ellos –me contestó- y ahora deja que te pregunte ¿estás completamente seguro que Daniela está interesada en ti?

-Creo que sí, al menos eso es lo que he pensado siempre y, por lo que he percibido de Sara, ella también lo cree –repliqué yo- es más, ella está convencida que ella quiere algo más de mí que solo sexo… ¿por qué lo dices?

-Pues que es mucha casualidad que aparezcáis vosotros aquí enviados por ellos cuando Judith ha aceptado un trabajo lejos de aquí, en Barcelona, viéndose obligada a romper ese trío –dijo Raquel con seguridad- y las cosas que me has explicado, que te han sucedido… ¿No te das cuenta? Daniela está buscando una nueva pareja para Rubén, un nuevo miembro para su trío, alguien que sustituya a Judith ahora que se va… y creo que han elegido a Sara…

Sus palabras me golpearon como un mazo aunque, desde que había empezado a hablar Raquel, había empezado a intuir lo que me acababa de decir. Aun así, escucharlo de su voz, me provocó un shock tremendo, dejándome sin poder de reacción.

Sí, realmente aquello podía ser así. Daniela y Judith habían trabajado juntas en la labor de ir desinhibiendo a mi mujer, con mi inestimable ayuda claro, cegado en complacer los deseos de mi esposa sin ver lo que estaban haciendo con ella. Daniela no tenía ningún interés en mí, ahora lo veía claro. Si hubiera querido acostarse conmigo había tenido muchas oportunidades de hacerlo. Sin embargo, no lo había hecho.

Yo no tenía ningún valor para ella, era un simple peón en su juego por emputecer a mi mujer, convertirla en algo de su agrado y de Rubén y, cuando ya lo había conseguido, me sacaba del tablero con aquel ardid que me acababa de explotar en la cara.

Con esa grabación, con mi infidelidad nunca ocurrida, Sara había roto conmigo sacándome del juego y quedando a merced de Daniela y Rubén que, estaba seguro, buscarían alguna manera de aprovecharse de su situación de desamparo.

-Carlos, ¿estás bien? –me preguntó preocupada Raquel.

-Cómo voy a estarlo… -le dije completamente hundido- he estado participando en un juego que estaba amañado desde el principio, donde las reglas ya estaban escritas y yo sin saberlo… he perdido, Raquel… me han arrebatado a Sara…

-No pierdas la esperanza, Carlos –intentó animarme ella- no sabes lo que está sucediendo en Sevilla, quizás Sara sea más fuerte de lo que piensas y haya recapacitado sobre lo que te ha dicho antes…

-¿Lo crees de verdad? –le pregunté buscando algún rayo de esperanza, algún clavo ardiendo al que agarrarme.

Pero no, no lo creía. Lo vi en su rostro claramente. Ella tampoco confiaba en que Sara no cumpliera su palabra, que diera rienda suelta a su lujuria y se entregara a Roberto. Y si ella no confiaba en que la infidelidad no se consumara, con lo poco que conocía a Sara, ¿cómo iba a hacerlo yo?

-Lo siento –dijo ella dándose cuenta que no había sido nada creíble- pero no puedes rendirte, Carlos. Debes seguir luchando por ella, si es que aún la quieres…

-Claro que la quiero –le afirmé- pero qué quieres que haga. Está a miles de kilómetros, poniéndome los cuernos con el tío que más odio del mundo y ella lo sabe, con su mejor amiga confabulando contra mí… no tengo nada con lo que luchar y, además, tampoco sé si querría hacerlo…

-¿Por qué dices eso, Carlos? –me preguntó ella.

-Pues por lo que te acabo de decir –dije seriamente- ella sabe perfectamente que puedo perdonarle cualquier cosa excepto una, acostarse con Roberto y eso es lo que ha elegido hacer en ver de darme la oportunidad de defenderme, de escuchar mi versión… ha escogido el camino fácil, el que deseaba escoger…

Sí, lo tenía claro. Judith ya había dicho que ella se sentía atraída por las formas rudas de él y ella no lo había negado, solo que no se veía capaz de engañarme. Pero claro, se había presentado una oportunidad única, una supuesta falta mía y ella había optado por la solución que más le convenía: entregarse a su jefe.

-Entonces ¿no piensas hacer nada? –preguntó asombrada Raquel.

-No, ella ha elegido su camino donde, por lo que veo, no pinto nada en él –dije poniéndome en pie y casi cayéndome al suelo. Fui consciente en ese instante de lo bebido que estaba. En la mesa, la botella estaba vacía y buena parte de ella había ido a parar a mi gaznate.

-Estás algo bebido –dijo ella constatando lo obvio- no te puedes ir a casa en estas condiciones.

Me volví a derrumbar en el asiento, algo mareado ante tanto movimiento brusco. Raquel se sentó a mi lado y buscó en mi bolsillo, cogiendo la llave de mi taquilla y levantándose para ir vete a saber dónde.

-Espérame aquí –me dijo con firmeza- ni se te ocurra moverte…

Raquel se dio la vuelta y, por primera vez, me fijé en ella como mujer. No es que la noche anterior no lo hubiera hecho, lo hice y ya me di cuenta que era una mujer hermosa. Era solo que al venir con la idea de no hacer nada y ser una empleada del local, solo la había valorado como lo que era: una recepcionista que nos enseñaba el local.

Pero ahora, después de lo que habíamos compartido, la bebida y supuse que las ganas de vengarme de alguna manera de la infiel de Sara me fijé en detalle de la figura de Raquel.

De estatura media, cuerpo delgado y esbelto, lucía una piel muy morena. Su rostro era armonioso y destacaban en él aquellos ojazos oscuros y su larga melena negra como la noche. Su figura era de formas poco estridentes: un pecho mediano, una cintura estrecha y un culo bien puesto pero lejos de la maravilla que poseía Judith. Sin ser una mujer de bandera, sin tener nada que llamara la atención de forma escandalosa, sin duda el conjunto era de una mujer hermosa, una belleza natural y sin estridencias.

Y si encima, aquella mujer iba vestida con un vestido de noche que se ajustaba a sus formas, se movía con sensualidad alejándose de mí y contoneando de forma sugerente sus caderas… o al menos eso le pareció a mi mente obnubilada por el alcohol. La cosa es que fijarme en Raquel me provocó una erección y me planteara la posibilidad de tener algo con ella, desquitarme de esa manera de lo que debía estar haciendo Sara en Sevilla.

Cuando volvió Raquel, lo hizo con mis cosas y las suyas, descolocándome por completo. Yo, que pensaba en llevarla a un reservado, follarla y olvidarme de todo, ahora me encontraba con que Raquel pensaba sacarme de aquel local.

-Vamos, Carlos –dijo dándome la mano- será mejor que te lleve a tu casa. No estás en condiciones de conducir.

Me quise negar, volviéndome a levantar y de nuevo aquel mareo y mis pies fallando. Joder, estaba peor de lo que me pensaba. Me empecé a encontrar mal y todas mis ideas de venganza, de tirarme a aquella morena, se desvanecieron y solo pensaba en llegar a mi casa y echarme en mi cama.

Abrazado a ella, abandoné aquel local y bajamos al parking donde nos montamos en mi coche, conduciendo ella por supuesto. Le di la dirección de mi casa y me desentendí de todo, solo bajé la ventanilla del coche, cerré los ojos y dejé que la brisa refrescara mi rostro aliviando los males que el alcohol provocaba en mi cuerpo.

Recuerdo entre neblinas llegar hasta el parking de mi edificio, bajar del coche y subir en el ascensor hasta mi piso, siempre apoyado en el cuerpo de Raquel, mi verdadero sostén aquella noche fatídica para mí. Entramos al piso y me llevó directamente al baño, donde me dejé desnudar por ella y que me metiera en la ducha.

Cayó el agua fría sobre mi cuerpo desnudo y volví a ser yo de nuevo, despertándome del letargo en el que me había sumido el alcohol. Salí de la ducha como pude, tratando de escapar de las gotas congeladas que se me clavaban en la piel como cuchillas.

Fue entonces cuando escuché la risa divertida de Raquel. La miré y la contemplé observándome, divertida con la situación y aprovechando el momento para repasar mi cuerpo desnudo.

-¿Te gusta lo que ves? –le pregunté mostrándome sin tapujos, volviendo a recuperar mi idea de acostarme con ella.

-Mucho –dijo ella- pero no voy a acostarme contigo… no al menos esta noche…

Mis intenciones habían sido demasiado obvias desde el principio y, aun así, había decidido traerme a casa preocupada por mi estado.

-Debes pensar que soy patético… -le dije dejándome caer sobre la taza del wáter.

-No, solo un hombre herido –me dijo apoyando su mano en mi hombro, confortándome- sé lo que es descubrir que tu pareja te ponga los cuernos y también sé que acostarte por despecho con otro no soluciona nada, todo lo contrario… por eso no voy a acostarme contigo aunque me quedaré a pasar la noche contigo, no vaya a ser que intentes alguna tontería…

Suspiré resignado y salí del baño camino del dormitorio, a aquella cama que hasta la pasada noche había compartido con el amor de mi vida. O eso creía yo. Me metí en la cama como salí de la ducha, desnudo, ante la mirada de Raquel que no dijo nada. Ella fue a la cómoda y empezó a rebuscar entre la ropa de dormir de Sara hasta encontrar algo de su agrado. Se metió en el baño de donde salió al poco con uno de los camisones de Sara, uno de los más recatados que tenía pero que, aun así, dejaba entrever que debajo no llevaba sujetador y quién sabe si tampoco bragas.

Se metió en la cama, a mi lado aunque algo separada, intentando evitar tentarme con su presencia. Mientras lo hacía, miré por última vez el móvil esa noche, viendo que seguía sin haber noticias de Sara, que de nuevo era tardísimo y que volvía a tener que madrugar al día siguiente.

-Mañana tengo que empezar a trabajar a las seis –le comuniqué- puedes quedarte el tiempo que quieras, como si estuvieras en tu propia casa… y gracias Raquel, por escucharme, por quedarte conmigo… no sé qué hubiera hecho de estar solo…

-No hay nada que agradecer, Carlos –dijo mirándome fijamente- ¿Puedo hacer algo más por ti?

-Si no te importa, ¿puedo dormir abrazado a ti? –le pregunté con timidez- te prometo que no voy a intentar nada…

-Bueno, si prometes portarte bien eh… -dijo risueña- pero mejor me abrazo yo a ti que no quiero estar toda la noche con eso clavado en mi culo –dijo señalando mi pene en estado morcillón.

-Me parece justo –dije riendo.

Me di la vuelta y enseguida noté su cuerpo pegarse al mío, no totalmente pero sí lo suficiente como para notar sus pechos rozando mi espalda y sus piernas contra las mías, notar la calidez de su sexo en mi trasero y la de su mano pasar por mi costado y caer sobre mi pecho desnudo.

-Buenas noches, Carlos –me deseó Raquel.

-Buenas noches, Raquel…

Y me dormí. No fue un sueño tranquilo ni sosegado, tuve varias pesadillas durante la noche pero siempre el abrazo tranquilizador de Raquel me devolvió a la calma y algo pude descansar antes que sonara el móvil, alertándome que debía levantarme para ir a trabajar.

Repetí el proceso del otro día, no más que esta vez en lugar de Sara en mi cama se encontraba Raquel durmiendo apaciblemente. Me duché, me vestí y desayuné procurando no hacer ruido para no despertar a aquella mujer que tanto me había ayudado la noche pasada con su sola presencia. No pude ni quise evitar darle un beso en la mejilla al marcharme, al igual que había hecho el día anterior con mi mujer.

En el garaje, antes de salir, revisé el móvil y seguía sin saber nada de Sara aunque, para ser sincero, a esas alturas ya no esperaba nada. Lo que hubiera pasado en Sevilla, ya estaba hecho, no podía deshacerse y, por mucho que me doliera admitirlo, ya debía ser oficialmente un cornudo. Arranqué el coche y partí al trabajo donde llegué sin complicaciones, empezando otra larga jornada que, esta vez, no quería que terminara. Nada me esperaba en casa.

A las seis la jornada llegó a su fin y salí de camino a casa, casi rezando para que Sara estuviera allí, que hubiera vuelto de Sevilla y me esperara allí para hablar de lo sucedido, afrontar nuestro futuro o lo que fuera pero que estuviera allí.

Evidentemente no estaba allí. Cuando abrí la puerta del piso el silencio me golpeó como un martillo, ratificando así la decisión de Sara de no querer saber nada más de mí. Un rápido vistazo me permitió ver que no había pasado por allí, que no había vuelto a buscar algo de ropa o algunas de sus cosas. ¿Dónde debía estar Sara?

No pude pensar mucho en eso, el timbre de la puerta sonó y fui a abrir con una vaga esperanza que fuera Sara, esperanza vana porque al otro lado había un recadero que traía un sobre urgente que tenía orden de entregar a las siete de la tarde, más o menos mi hora de llegada.

En cuanto se marchó, miré el sobre donde figuraba mi nombre, mi dirección y poco más. No sabía qué había en aquel sobre acolchado hasta que vi quién lo enviaba. El remitente era Roberto.

Recordé las palabras de su jefe varios días atrás, cuando me dijo que iba a mostrarme cómo se follaba a mi mujer para que viera de primera mano lo mucho que la iba a hacer disfrutar.

Así que no me sorprendí cuando saqué del sobre acolchado tres DVD que miré sabiendo lo que contenían. Los discos venían numerados, supuse que Roberto quería que viera aquello en un orden determinado. Podía ignorarlos, no ver su contenido que sabía cuál era pero algo me decía que debía hacerlo. Por un lado, para ver cuál había sido la entrega de mi esposa, si se había dejado hacer o se había entregado por completo tomando la iniciativa. Y por otro lado, como una penitencia, un auto castigo por mi parte de culpa en que aquello hubiera ocurrido.

Con el portátil conectado a la televisión del salón, introduje el primer DVD. Cuando empezó la reproducción, vi lo que parecía una habitación de un hotel grabada desde algo que estaba sobre un escritorio, intuí que un portátil grabando a través de la webcam, que tenía una buena visión de la mayor parte de la habitación, cama incluida.

-Eres un cabrón –oí que decía la voz de Sara apareciendo dentro del encuadre de la imagen- sabía que no podía fiarme de ti pero esto… te has pasado tío…

-No te pongas así, Sarita –dijo Roberto de forma tranquila- te aseguro que esto no es culpa mía. Yo hice la reserva pero, quien me iba a decir que se iban a equivocar con ella y, en lugar de dos solo reservar una habitación… y ya has visto cómo está el hotel de lleno, normal que no tengan nada libre…

-No sé porque pero no te creo –dijo con rabia Sara- esto lo has planeado tú para acabar lo que empezaste en el Heaven la otra noche…

-Y si fuera así ¿qué problema habría? –Dijo él totalmente calmado- creí que te había gustado y que querías más antes que apareciera tu marido…

-¿Y es por eso que me has metido mano en el coche? –le espetó con furia mi mujer.

-¿Acaso no te ha gustado? Pues yo diría que te has corrido con mis dedos… -dijo con suficiencia- sabes que no he podido evitarlo, Sarita… estabas preciosa, ahí dormida, con tu falda subida y moviéndote nerviosa vete tú a saber en qué soñando aunque me hago una idea… cuando te he acariciado el muslo y he ido subiendo, no te has quejado precisamente sino que has abierto tus muslos buscando que subiera más y eso he hecho… lo que sí me ha sorprendido ha sido, cuando he alcanzado tu sexo y te he penetrado con mis dedos, que gimieras y le suplicaras a Rubén que siguiera así…

Sara estaba roja como la grana y apartó la mirada directa de su jefe que sonreía divertido con todo aquello.

-No sabía que tú y Rubén estabais liados. ¿Lo sabe tu marido? –Preguntó a mi mujer que volvió a mirarlo con rabia desafiándolo- ¿O es que sois de esos que van follando por ahí con cualquiera? No te voy a juzgar aunque no puedo negar que me coja por sorpresa, no me lo esperaba de vosotros…

-¿Y tú qué sabes de nosotros? –Le espetó Sara- lo que hagamos en nuestra vida privada es cosa nuestra…

-Tienes razón –le confirmó él- pero eso me aclararía muchas cosas… lo que pasó entre nosotros en el Heaven, lo que hay entre Carlos y Daniela…

-Qué coño dices, tío –le dijo con enfado Sara- entre ellos no hay nada…

-Vaya –dijo divertido Roberto- menuda sorpresa… mira, ahora no tenemos tiempo pero luego, cuando acabemos con la reunión, te enseñaré una cosa que creo no te esperas…

-¿Se puede saber de qué estás hablando? –intentó sonsacarle Sara pero Roberto se mostró inflexible.

-Ahora no, Sarita –le dijo con parsimonia- te necesito entera para esta reunión, luego ya tendremos tiempo para hablar largo y tendido tú y yo…

Lo siguiente que se veía era a Sara cogiendo la ropa y metiéndose en el baño a cambiarse y a un sonriente Roberto hacerlo delante de la cámara.

-Menuda noche me espera –dijo agarrándose el miembro mientras miraba fijamente a la cámara, a mí- disfruta cornudo que esto es solo el principio…

Y se acabó el primer DVD. Apenas había durado unos diez minutos, pero suficientes para saber que Roberto había masturbado a Sara en el coche mientras viajaban a Sevilla, aprovechando que ella tenía un sueño erótico con Rubén. Y para ver como Roberto había plantado la semilla de la duda en la mente de mi mujer, una duda que la iba a reconcomer durante todo el día hasta que él decidiera darle la puntilla. Y no dudaba que lo había hecho. Por eso me había mandado aquellos DVD, para que lo comprobara de primera mano.

Saqué el primer disco y metí el segundo sabiendo que, si había sido duro ver el primero, aquel lo iba a ser mucho más. Resignado, le di al inicio para que se activara la reproducción. No tardó en aparecer la habitación de nuevo en la pantalla.

-Joder, Sara… has estado magnífica en la presentación –la elogiaba Roberto- los has dejado con la boca abierta, los has impresionado…

-Gracias –dijo una alegre Sara- la verdad es que ha ido todo perfecto… espero que lo tengas en cuenta para cuando tomes tu decisión…

-Lo haré, ten seguro que lo haré… -le contestó un Roberto que se acercó a mi mujer y la cogió por los hombros, quedando bien cerca de ella- hacemos un buen equipo… es que mírate, entre tu inteligencia y tu belleza… más de uno de los que había allí dentro se la va a cascar esta noche pensando en ti…

-Roberto… serás cerdo… -le dijo Sara pero no parecía muy contrariada con esa idea- bueno, ¿y ahora qué hacemos? ¿Vamos a algún sitio a cenar o lo hacemos aquí en el hotel?

-Por supuesto vamos fuera. Comeremos mejor que aquí y, además, quiero presumir de mujer… -dijo acercándose aún más a mi mujer que no hacía nada para apartarlo- joder, es que estás muy buena… si fueras mi mujer no buscaría a otra para follármela, solo te querría para mí…

-Otra vez con eso –dijo Sara apartando ahora sí a Roberto con vehemencia- ya te he dicho que, aunque nos hayamos acostado con otros, nunca con Daniela…

-Pues no es lo que yo sé… -dijo Roberto- te puedo asegurar que Carlos y Daniela están liados y no de ahora, sino que llevan tiempo haciéndolo…

-Eres un mentiroso –le dijo a Roberto.

-¿Ah sí? –le replicó él- pues escucha.

Roberto se acercó a coger su móvil y estuvo trasteando con él hasta dar con lo que buscaba.

-Mira cómo estás, Daniela –se escuchó mi voz, algo distorsionada, proveniente del móvil de Roberto. Y luego un ruido que identifiqué con el de mis dedos, metiéndolos en la raja de mi mujer para comprobar su humedad, que luego le di a probar a Sara.

Y es que, como me temía, la grabación que Roberto tenía era la de nosotros follando en su despacho aunque no entendía como Sara se había dejado engañar de aquella manera.

-Estoy así desde el sábado, cabrón –dijo una voz ronca por la excitación, una voz que reconocí sin ninguna duda como la de Daniela, aunque sabía que no era posible. Ahora entendía porque Sara había caído en su trampa- me dejaste con un calentón…

-Eso tiene fácil solución –dije yo mientras se escuchaba el ruido de ropa cayendo al suelo- ¿la notas? –volví a decir escuchando un leve gemido de ella.

-Joder, sí… métemela Carlos… hazme tuya… -me suplicó.

-¿De verdad quieres que te la meta? –insistió mi voz mientras Sara/Daniela gemía entrecortadamente ante el sufrimiento que estaba proporcionándole.

-Lo estoy deseando… pero hazlo ya… que en cualquier momento puede aparecer tu mujer y pillarnos… -dijo ella.

Se escuchó como un golpe seco y un gemido apenas ahogado por ella.

-Ves Daniela, ya la tienes dentro –dije yo- ahora te voy a follar como nunca han hecho…

Lo siguiente que se oía eran los sonidos típicos de una pareja follando: gemidos, cuerpos chocando el uno contra el otro, el chapoteo de sus sexos, la mesa crujiendo bajo sus intensos movimientos.

-Me voy a correr, me voy a correr… -se la escuchó decir de forma ahogada.

-Córrete Daniela, yo también te voy a llenar con mi leche…

Y luego, un bufido por mi parte y otro gemido apenas contenido por ella, dejando claro que ambos se habían corrido.

Y ahí se acabó la grabación. En la pantalla, la cara de Sara era un poema y lágrimas caían por sus mejillas mientras escuchaba mi infidelidad que nunca se había producido. Roberto, masajeaba sus hombros desde atrás, consolándola aunque sus intenciones eran bien distintas.

-Maldito hijo de puta –dijo estallando mi mujer- cómo se ha atrevido a hacerme algo así… sabía que con ella no, se lo había dicho muchas veces… qué ingenua he sido, creyendo que hacía todo esto por mí cuando lo que quería era que aceptara a su amante…

-Lo siento –dijo Roberto- pensaba que lo sabías y lo consentías…

-Una mierda iba a consentir… -dijo entre lágrimas- pero esta me las va a pagar… dame tu teléfono…

Lo siguiente ya sabía de qué iba. Vi desde la pantalla de la televisión como Sara me llamaba y se desarrollaba la conversación que tuvimos casi 24 horas antes, nomás que ahora podía verla llorar y andando por la habitación mientras Roberto lo miraba todo expectante, preparando un par de bebidas supuse con la intención de calmar a mi esposa. Y pude ver cómo, procurando que Sara no lo viera, vertía un polvo blanco dentro de su bebida que, seguidamente, diluía con su dedo.

Yo no daba crédito a lo que veía. Si ya Roberto lo tenía todo a su favor para hacer suya a Sara, no contento con ello, había aprovechado para meterle algo en la bebida que derrumbara la escasa oposición que mi mujer pudiera plantearle.

Sara acabó la conversación con la promesa que me había hecho, que iba a follarse a su jefe y la había hecho estando él presente, cosa que entonces yo no sabía. Él solo sonrió y le acercó la bebida que ella cogió pero no bebió, la dejó sobre el escritorio y se acercó a él.

-Ya has oído lo que le he dicho a Carlos –le dijo pegando su cuerpo a él- quiero vengarme de él, hacerle pagar todo el daño que me ha hecho… quiero que me folles…

Llevó su mano a su entrepierna y tocó su paquete pero, para mi sorpresa, Roberto la separó de él.

-Sarita, estaré encantado de follarte pero no así y no ahora –le dijo volviendo a alargarle la bebida- estás enfadada, despechada y entiendo que lo estás pasando mal…

Sara lo miraba sin comprender y bebió de la copa que le había dado Roberto que sonrió satisfecho.

-Mira, lo que vamos a hacer es lo siguiente: ahora te vas a dar una ducha y ponerte la ropa más sexy que tengas que, como te he dicho, quiero presumir de chica… luego iremos a cenar para celebrar nuestro éxito de hoy y tu casi seguro ascenso y, después, para rematar la fiesta, nos vamos a algún local y nos pegamos un buen bailoteo y, te aviso, soy muy bueno moviendo el esqueleto…

Sara sonrió ante su propuesta aunque aún se le notaba el desconcierto porque su jefe, el que ya le había metido mano a base de bien y confesado sus ganas de acostarse con ella, dejara pasar aquella ocasión.

-Y luego, si aún sigues pensando lo mismo, te follaré como nunca te han follado –le dijo mirándola fijamente.

Ahora sí que parecía completamente satisfecha mi mujer y, sin nada más que decir, fue a su maleta a escoger la ropa que se pondría esa velada, mostrándosela a su jefe que asintió ante el vestido que Sara le mostraba. Enseguida salió del encuadre, supuse que camino de la ducha, ya que al poco se oyó el ruido del agua caer.

Roberto también empezó a elegir la ropa que iba a ponerse, dejándola sobre la cama, empezando a desnudarse hasta quedarse solo con un bóxer donde ya se apreciaba un creciente bulto bajo él. Estaba claro que toda aquella situación le estaba excitando.

Se acercó al escritorio, donde volvió a salir a relucir aquella bolsa, viendo como preparaba varias rayas de lo que supuse debía ser cocaína. Yo miraba sorprendido todo aquello, sabiendo de la poca disposición de Sara respecto a las drogas, no habiéndolas probado nunca y que le disgustaba la gente que lo hacía. Pero si Roberto me había enviado aquel video… o bien a Sara le había dado igual que Roberto se drogara o… bueno, no quería pensar en la alternativa…

Él sonrió ante la cámara sabiendo que en algún momento yo vería todo aquello, dirigiéndose a su maleta donde estuvo rebuscando hasta sacar algo que acercó hasta el portátil, para asegurarse que veía bien lo que iba a mostrarme. Cuando lo mostró, reconocí el móvil de Sara. Así que había sido él el que había hecho desaparecer su teléfono, seguramente cuando estaba durmiendo en el coche durante el viaje. De esa manera cortaba toda posibilidad de contacto entre los dos, dejándola sin amparo ante sus engaños, totalmente a su merced.

Miré con odio a aquel imbécil que había conseguido engañar a mi mujer para conseguir su objetivo, que la había drogado y vete tú a saber qué más iba a descubrir esa tarde. Y lo peor era saber que no había actuado solo. Porque escuchar la voz de Daniela en aquella grabación, con aquella nitidez, sustituyendo a la de Sara… aquello no podía haberlo hecho solo Roberto, un negado en tecnología. Ningún programa de audio podía reemplazar con tal perfección aquella voz, a no ser que la propia Daniela hubiera grabado aquellas frases y las hubieran superpuesto a las de mi mujer, dando la impresión que era ella la que estaba en aquel despacho.

Como me había advertido Raquel y ahora era plenamente consciente de ello, Daniela me había estado utilizando para convertir a Sara en lo que ella quería, hasta llegar al punto donde nos encontrábamos, donde era plenamente prescindible. Con aquella argucia, conseguía quitarme de en medio y emputecer aún más a una Sara despechada que me daba miedo ver qué había sido capaz de hacer para vengarse de mí sin darse cuenta que hacía lo que precisamente quería Daniela que hiciera.

Volví a fijarme en la pantalla donde Roberto seguía sentado esperando que saliera Sara de la ducha, cosa que no tardó en hacer. Cuando lo hizo, fue envuelta en una toalla y con un rostro donde no quedaba ni rastro de su congoja anterior, sonriendo ampliamente. Y lo peor era su mirada, la de la otra Sara y supe que no iba a tardar en descubrir hasta donde había sido capaz de llegar mi esposa.

-Vaya, veo que la ducha te ha sentado bien –dijo alegremente Roberto, sabiendo a ciencia cierta que el cambio de humor de mi mujer se debía más a lo que él le había echado en la bebida que al efecto benefactor de la ducha.

-Sí, la verdad es que sí… -dijo mirando sin cortarse el cuerpo medio desnudo de su jefe- veo que aún no te has vestido…

-No, esperaba que salieras para ducharme yo también… por cierto, ¿puedo preguntarte qué te ha provocado esa sonrisa? –le preguntó curioso Roberto.

-Nada, una tontería mía…

-Vamos Sara… que creo que ya tenemos confianza ¿no?... –insistió él.

-No es eso, es que es algo que me pasó la última vez que vine a Sevilla con Carlos y que nunca le he contado a nadie… -dijo Sara provocando la curiosidad de Roberto y mía.

-Pues ahora sí que vas a tener que contármelo… -dijo sentándose de nuevo.

-Bueno… vinimos no hace mucho, unas semanas atrás… y esos días fuimos a un local que hay en el centro, ya sabes, a tomar algo… -dijo empezando ella a confesarse.

-Ajá –dijo él animándola a continuar.

-La primera vez que fuimos nos topamos con un individuo que aprovechó el gentío que había para tocarme el culo, más bien sobármelo… era la primera vez que alguien me hacía algo así y me calenté un montón, cuando llegamos al hotel y se lo conté a Carlos nos pegamos un polvo magnífico… -dijo ella haciéndome recordar aquellos días felices de Sevilla. Ahora ese recuerdo iba a quedar mancillado con lo que ella había hecho allí con su jefe.

-La cosa es que, al día siguiente, volvimos para provocar la misma situación pero el chico no estaba y parecía que nos íbamos a quedar con las ganas…

-¿Y no fue así?

-Qué va. Antes de irnos quise ir al baño y ¡sorpresa! Me encontré con aquel chico que me reconoció al instante. Vino hacía mí, se presentó y se interesó por mí, que si era de allí o estaba de paso… vamos, lo típico –dijo con una sonrisa en la cara, como si se alegrara de recordar aquello- estábamos en un pasillo, junto a una pared y muy cerca por la música… y él aprovechó la cercanía para llevar sin reparos su mano a mi culo, tocándolo como el día de antes y diciéndome lo mucho que le había gustado hacerlo…

-Vaya, esto se pone interesante…

-Pues espera y verás… yo me dejé hacer, me gustaba que me tocara y solo de pensar en volver con Carlos, explicarle lo sucedido y el polvo que íbamos a echar… y con estos pensamientos en mente, no me di cuenta que él se acercó más y empezó a besarme…

-¿Lo rechazaste? –pregunto Roberto curioso.

-No pude –confesó ella- me besaba mientras una mano estrujaba mi culo y la otra hacía lo propio con mis tetas… el chico era como un pulpo y me estaba calentando de mala manera… cuando quise darme cuenta, estábamos entrando en el baño de hombres, encerrándonos dentro…

-Joder Sarita… -dijo perplejo su jefe.

-Ya… -siguió ella- allí dentro volvió a la carga y yo entregada por completo, no queriendo que aquello acabara… entonces el chico se apartó de mí para bajarse el pantalón y el bóxer, mostrándome una polla bastante larga y algo gruesa… yo no podía dejar de mirarla y él, cogiéndome la mano, la llevó a su polla, que yo cogí, tocando otra que no fuera la de Carlos desde no recuerdo cuando…

Roberto la miraba asombrado pero también excitado, el bulto del bóxer era más que evidente.

-¿Se la comiste Sarita? –preguntó con ansiedad.

-No pude… -dijo con un tono que parecía de reproche- ¿te lo puedes creer? Se la estuve tocando durante un rato, disfrutando de las sensaciones de tener otra polla en la mano que no fuera la de Carlos y, entonces, me acordé de él, que me estaba esperando y probablemente buscándome… y huí de allí, dejándolo medio desnudo y empalmado… solo de pensar en lo que hice, por él y sabiendo que él ya debía estar liado con Daniela… se puede ser más tonta…

-Bueno… -dijo Roberto poniéndose en pie- eso tiene fácil arreglo ¿no crees?

Sara miró el evidente bulto que marcaba su ropa interior y se movió nerviosa, como excitada ante lo que veía.

-Qué quieres decir…

-Pues, que si te parece bien, podemos ir después de cenar a ese local a ver si encontramos a tu amigo, a acabar lo que dejaste a medias esa noche… -le dijo con lascivia Roberto- no te portaste bien con él y le debes una disculpa, Sarita…

-¿Tú crees? –Preguntó Sara que para nada parecía contrariada con aquella propuesta, más bien al contrario- ¿quieres que vaya a ese local a chupársela a otro tío? ¿Pero no ibas a follarme tú?

-Y si tú quieres lo haré pero es lo justo ¿no crees? Le debes una buena mamada a ese chico… bueno, eso o lo que quieras… yo no soy quien para decirte lo que puedes o no hacer…

-¿Incluso tirármelo? –preguntó de forma sensual Sara entrando en el juego.

-Si eso es lo que quieres… -le contestó Roberto que, empalmado, se dirigió al escritorio y esnifando una de las rayas de cocaína. Sara lo miró confusa, advirtiendo por primera vez la droga preparada y como él se la metía.

-¿Quieres? –le ofreció él. Ella negó, algo sorprendida por su ofrecimiento.

-Vamos, por una no pasa nada… ya te he puesto antes un poco en la bebida para que se te pasara el mal cuerpo que Carlos te ha dejado… -le confesó él.

Ella lo miró entre sorprendida y enfadada por que hubiera hecho algo así pero no dijo nada y seguía sin reaccionar.

-Lo pasarás bien –le siguió animándola su jefe- mira cómo te encuentras con solo un poco que te he  puesto en la bebida. ¿No quieres pasar una noche inolvidable? ¿Disfrutar del mejor sexo de tu vida? imagínate lo que sientes ahora multiplicado por mil, Sarita…

Y para mi sorpresa Sara se acercó a él, indecisa pero dejándose guiar por Roberto, que le explicó cómo debía hacerlo, intuyendo que era la primera vez que lo hacía. Atónito, observé a mi mujer inclinarse y, siguiendo las instrucciones de su jefe, aspirar aquel polvo blanco por la nariz.

-Muy bien, Sarita –aplaudió Roberto que volvió a la cama, se quitó el bóxer y se quedó desnudo ante una Sara que aún no se había dado cuenta de nada, concentrada en las sensaciones que la droga debía estar produciendo en ella.

-Sarita –le dijo Roberto ahora con voz firme, haciendo que mi mujer se girara y viera por primera vez a su jefe desnudo- ahora vas a empezar a vengarte de tu marido comiéndome la polla…

Sara recorrió la escasa distancia entre ellos sin apartar la mirada de su polla, algo más corta que la mía pero bastante más gruesa, cogiéndola con la mano y tocándola por primera vez, sopesando su dureza y firmeza.

-Arrodíllate zorra y empieza a chupar, que no tenemos toda la noche –le ordenó él dejando de lado su faceta más cercana, la que había utilizado para bajar las defensas de Sara, sacando a relucir al auténtico Roberto, el hombre que le gustaba utilizar a las mujeres para su uso y disfrute.

Sara obedeció, sumisa, lamiendo el glande mientras su mano se movía a lo largo del tronco de su polla, pasando su lengua a ensalivar la gruesa verga de su jefe antes de intentar metérsela en la boca, cumpliendo sus deseos.

Sara, con empeño, empezó a engullir su polla todo lo que pudo, no mucho la verdad pero suficiente para Roberto que suspiraba satisfecho al tener a mi mujer allí arrodillada y comiéndole la polla.

-Así, muy bien zorra –le dijo satisfecho con el placer que le estaba dando- pero estarás más cómoda sin esto…

Y mientras lo decía, de un tirón le arrancó la toalla que Sara llevaba cubriendo su cuerpo y dejándola completamente desnuda. Ella ni se inmutó y siguió chupando su polla como si le fuera la vida en ello.

-Mírate, Sarita… ni bragas te has puesto al salir de la ducha… ¿ya estabas calentita pensando en que iba a follarte? ¿O esto es por la droga? Si te has puesto así con lo poco que te había puesto, cómo debes estar ahora…

Y ante mi atenta mirada y de una Sara que no reaccionaba, bajó su mano hasta alcanzar su sexo, palpándolo e impregnándose de sus fluidos.

-Estás chorreando puta… -dijo llevando su mano a su cara y oler su esencia- qué bien hueles… a zorra sedienta de polla…

Apartó a Sara de su polla y le metió los dedos en su boca, haciéndola lamerlos para que probara su propio sabor, chupando ella con iguales ganas que cuando lo hacía con su polla.

-¿Te gusta? Claro que sí… ya sabía yo que eras una zorra de cuidado… anda, sigue chupándomela que se nos hace tarde… y nada de sacártela, que las zorras se beben la leche de sus machos…

Sara se abalanzó sobre ella y se la tragó aun con más ganas que antes, si eso fuera posible, teniendo que ver casi de primera mano como Sara mamaba de aquella verga mientras Roberto sujetaba su cabeza, empujando de vez en cuando dentro de la boca de Sara, provocándole arcadas pero sin quejarse, como si no le disgustara que él la tratara de aquella manera.

Al final se corrió y, como él le había ordenado, se tragó toda su corrida que parecía abundante y que en algún momento creí que desbordaría por su boca pero no, al final no dejó escapar ni una mísera gota del semen de su jefe.

-Estás hecha una buena mamona –la alabó Roberto- anda, túmbate que te voy a recompensar…

Sara se apresuró a hacerlo, quedando bien abierta de piernas y exponiendo su coñito chorreante ante su jefe que no dudó en lanzarse sobre él, devorándolo cual auténtico manjar mientras sus manos no dejaban de recorrer sus muslos y su ano, incluso me pareció que le metió algún dedo por aquel orificio que mi mujer me había prometido que siempre sería mío y únicamente mío. Ahora empezaba a dudarlo.

Por la posición, no podía discernir lo que sucedía entre sus piernas pero era evidente que Sara estaba disfrutándolo. Su cuerpo se arqueaba, ella gritaba, sus manos amasaban sus tetas y pellizcaban sus pezones, sus piernas se abrían de una forma casi antinatural buscando que su lengua le diera más placer.

Y se corrió, de forma escandalosa, casi saltando sobre la cama y cerrando sus piernas tras la cabeza de un Roberto que no dejaba de disfrutar de las mieles del sexo de mi mujer. Ella quedó desfallecida sobre la cama mientras él se levantaba, con su cara húmeda por la corrida de mi mujer, inclinándose sobre ella y besándola sin su oposición, haciéndola degustar de nuevo el sabor de su coño.

-Deliciosa –dijo él después de besarla, estrujando sus pechos y estirando sus duros pezones-  qué bien nos lo vamos a pasar esta noche…

Y ahí se cortó el segundo DVD.