miprimita.com

Todo empezó como un juego 20

en Grandes Series

Todo empezó como un juego

 

 

Capítulo 20

 

Cuando me desperté por la mañana, me encontré con una mimosa Sara ya vestida para salir a trabajar. Cuando se agachó para besarme me ofreció una vista privilegiada del generoso escote que había elegido para ese día. Esa visión, que otros días me hubiera hecho pensar en Roberto pegándose el lote mirando ese escote, esa mañana no. Esa mañana solo podía pensar que, en pocos días, iba a ser la cara de Rubén la que estaría enterrada entre aquellas tetas chupándolas y lamiéndolas.

-En qué estarás pensando, guarro… -dijo Sara cogiéndome por sorpresa- anda, levanta que ya he preparado el desayuno…

Mientras Sara salía del dormitorio miré mi entrepierna y contemplé mi miembro, duro y enhiesto, empalmado imaginando lo que estaba por venir. Estaba confundido, se me había puesto dura solo de imaginar al monitor comiéndole las tetas a mi mujer cuando lo normal es que hubiera sentido celos. ¿Qué me estaba pasando?

Salí a la cocina y, en efecto, Sara habría preparado el desayuno pero vaya desayuno. La miré estupefacto ante toda la parafernalia que había montado mi mujer que me miraba sonriente.

-Anda campeón, ponte a la faena que si no vamos a llegar tarde –dijo mientras se sentaba a verme comer, orgullosa de su trabajo y de la reacción que me había provocado.

Entendí que aquello era su forma de agradecerme lo de anoche, el polvo y el aceptar el intercambio, demostrarme lo mucho que me agradecía mi gesto y lo mucho que había significado para ella. No quise hacerle un feo y desayuné lo que normalmente desayunaba en una semana ante el rostro risueño de mi mujer, satisfecha con que todo fuera de mi agrado.

-Esta mañana llamaré a Judith –dijo mientras me observaba comer- tenemos que hablar sobre cómo lo hacemos para… ya sabes…

-Follar, cielo… se dice follar… -le dije aguatando la risa- ni que fueras una monja…

-Tonto… -dijo ella aceptando la broma- tienes razón. Tenemos que organizar como quedamos para follar los cuatro… vaya, no suena tan mal jajaja.

-¿Tienes alguna idea en mente? –le dije buscando indagar si ya había pensado en algo.

-Lo ideal hubiera sido montarlo el sábado pero claro, tú trabajando todo el fin de semana y yo de viaje… -dijo recordándome la dura realidad. Por nada del mundo me interesaba que aquello se alargará más allá de esa semana.

-¿Y el viernes? –Le propuse- Judith vive relativamente cerca del trabajo. Podemos quedarnos allí esa noche. Cuando vayamos al trabajo por la mañana, nos llevamos tus maletas para el viaje y una muda para mí para el sábado. Solo tienes que decirle a Roberto que pase a buscarte por allí o quedar directamente en el trabajo…

-Y así tenemos toda la tarde para follar ¿no? –parecía que mi mujer le había pillado el gusto a esa expresión- pues no me parece mala idea…cuando hable luego con Judith le contaré tu propuesta pero casi seguro que le parecerá bien… con las ganas que te tiene…

-No menos que las que tú le tienes a Rubén… -le dije sin rencor.

-¿Te molesta? –me preguntó ella malinterpretando mi comentario.

-Sinceramente, no lo sabré hasta que os vea juntos en plena acción –le confesé- supongo que como tú cuando me veas con tu amiga. Hasta que no me veas, no sabrás si sientes celos o algo más.

-Tienes razón. Es que todo esto es tan extraño pero a la vez tan morboso… -dijo Sara- por un lado estoy deseando que pase pero, por el otro, me da un miedo atroz. Miedo a lo que pueda sentir al verte con ella, miedo a que te guste demasiado y no quieras volver conmigo…

Me levanté y la abracé con cariño, dándole el calor y el amor que necesitaba en aquel momento, contento al saber que ella estaba igual que yo, lleno de dudas y temores, dejándome más tranquilo al saber que ella también pensaba en lo que aquello podía afectar a nuestra relación. Eso significaba que aún le importaba lo nuestro, que aún creía en nuestra relación cosa que a veces había llegado a dudar a causa de su comportamiento.

Pero no, estábamos juntos en aquello. Juntos como siempre habíamos estado, como cuando iniciamos el juego, aquel juego que a veces nos había distanciado y provocado algunas disputas pero que, a la misma vez, nos había dado más fuerza como pareja y nos había hecho evolucionar a algo nuevo, diferente, algo mejor. O eso esperaba.

-Venga, vístete que se nos hecha el tiempo encima –me dijo apartándose de mi abrazo.

Tenía razón y me fui al dormitorio a vestirme. Cuando salí, Sara ya me esperaba para irnos juntos al trabajo. El trayecto pasó sin pena ni gloria y llegamos pronto al trabajo. Nos despedimos en la entrada más calurosamente que otros días, sin importarle a mi mujer que nos vieran, cosa que meses atrás hubiera sido impensable. Otro ejemplo más de los cambios que se habían producido en mi mujer.

Cuando llegué a mi mesa, sabiendo que aún tenía tiempo antes del inicio de mi jornada laboral, quise revisar el correo de Roberto para comprobar si se habían vuelto a poner en contacto su jefe y su amigo, acabando la conversación que habían empezado días atrás.

Me picaba la curiosidad por saber si habían vuelto a hablar de lo sucedido el sábado por la noche o si había sucedido algo nuevo, algún acercamiento más entre ellos dos y que Sara no me hubiera explicado. Porque, la verdad, en esos días Sara apenas me había contado nada de sus encuentros con Roberto con todo el trajín de lo que había sucedido con Daniela, Rubén y Judith.

Al final, me decidí por entrar de nuevo y echar un vistazo a su correo. Metí las contraseñas y, como siempre, el único donde encontré algo de interés fue en el correo del trabajo. De nuevo, el destinatario de sus mensajes el tal Oscar.

-Oye bribón, ¿al final me vas a contar lo que pasó la otra noche o qué? –le preguntaba Oscar- que el otro día me dejaste a medias…

-Perdona tío pero he tenido un lío… con eso del traslado voy de reunión en reunión y me están volviendo loco. ¿Dónde me quedé el otro día?

-Pues me dijiste que saliste por ahí con la Daniela y entonces te encontraste con Sara y su marido, nada más. ¿Te puso mala cara o qué?

-¿Quién? ¿Sara? Qué va, jajaja. Al principio un poco sorprendida de vernos allí pero luego nos invitó a unirnos a su mesa y yo me lo monté para sentarme a su lado porque no veas como iba la tía… menudo vestido, ni te imaginas… enseñaba carne que no veas y eso tenía que verlo de cerca jajaja.

-¿En serio? ¿Nuestra Sara? Vale que últimamente se ha soltado algo pero ¿Tanto?

-Ya te digo yo que sí. Ni sujetador llevaba, que cuando la saqué a bailar aquello se movía que daba gusto jajaja.

-No me lo puedo creer tío. Hasta me la has puesto dura de solo pensarlo…

-Pues eso no es lo mejor…

-Coño ¿aún hay más?

-Vaya si lo hubo. Cuando me senté a su lado, mientras distraía a los demás, marido incluido, con mi cháchara, aprovechaba para tocar con sutileza sus piernas bajo la mesa y ella ni se inmutó…

-¿Le metiste mano? ¿A Sara?

-Como lo oyes. Y mientras tanto, vistazo a su escote que daba gusto verlo. Menudas peras que gasta la tía… lo escondido que lo tenía…

-Joder tío, es que no doy crédito a lo que me cuentas…

-Pues es del todo cierto. Y cada vez se pone mejor. Las chicas se fueron al lavabo y yo, pues empecé a hacer comentarios sobre lo buenas que estaban las tías y cosas así. El otro chaval, un tío cachas, enseguida se unió y empezamos a lanzarnos comentarios sobre lo bien que lo íbamos a pasar luego y tal, ya sabes cómo van esas cosas…

-Me hago una idea jajaja…

-La cosa es que el marido no decía ni mu y decidí picarlo haciendo un comentario así como que Sara tenía pinta de ser una estrecha en la cama, algo de ese tipo… y va el tío y nos dice que de eso nada, que es una fiera en el catre…

-¿De verdad? Pues mira que no tiene pinta, va de un modosito…

-Pues ya sabes lo que dicen, que esas son las peores y ahora te puedo asegurar que es cierto…

-¿Qué quieres decir? ¿No me digas que te la tiraste? Eso sí que no me lo creo…

-No lo hice aunque no dudo que pronto lo haré jajaja. Pero paso a paso. Aproveché que el marido se fue al baño para sacar a bailar a Sara y, por si acaso, me la llevé lejos de allí para que no nos encontraran rápidamente, ganar algo de tiempo…

-¿Tiempo para qué? Me tienes en ascuas, cabrón…

En este punto había una nueva interrupción, supuse que por alguna nueva reunión o había alguien con Roberto que no le permitía seguir con aquella conversación pero, al cabo de un par de horas, volvían a la carga.

-Perdona, otra vez alguien tocándome los cojones… estoy deseando largarme al otro lado del charco y perderlos de vista… a ver, nos quedamos en el baile. Pues me la saqué a bailar y desde el principio aproveché para pegarme a ella, rozarme siempre que podía… quería calentarla un poco antes de entrar en materia… tú ya me entiendes…

-Por fin, tío. Sigue, por favor, que me tienes intrigado con todo esto…

-Tú ya me conoces. Roce por aquí, roce por allá y la tenía a puntito de caramelo. Me arrimé a base de bien, notando esas tetazas pegadas a mí y con mi boca junto a su oreja diciéndole de todo: que si estaba buenísima, que me tenía a mil, que si era una zorra al igual que todas, que me encantaría follarla y demostrarle lo que es bueno…

-¡Qué cabrón! ¿Y no te arreó un tortazo al decirle todas esas cosas?

-Qué va, eso es lo mejor. Le ponían todas esas cosas que le decía así que yo a lo mío, a meterla caña jajaja y de paso, aprovechar para catar ese culo… ni te imaginas, tío… qué pasada de culo…

-Venga ya, cómo iba a dejarte tocarle el culo y más con el marido por allí cerca…

-Como lo oyes. Al principio se hizo un poco la dura pero, entre las guarrerías que tanto la ponían y que no dejaba de frotar mi polla contra ella, acabó cediendo y me hice con ese culo tan rico que tiene…

-De verdad que no sé cómo te lo montas, eres mi puto ídolo…

-Uno que sabe lo que se hace jajaja. Ya la tenía a puntito y solo me faltaba darle la estocada para follármela como dios manda así que empecé con besitos para ablandarla un poco más antes de pegarle un morreo en todo regla y acabar con todas sus defensas…

-¿Y lo hiciste? ¿Conseguiste morrearla?

-Qué va, fue entonces cuando apareció el marido y me jodió el plan…

-Pues vaya mierda, con lo que te lo habías currado…

-Ya te digo. Y lo que más me jode es que seguro que esa noche el cantamañanas ese iba a disfrutar de un polvo memorable gracias a mí… pero en fin, yo tampoco me puedo quejar ya que me lleve a casa a Daniela y también le di lo suyo, que bien caliente que iba yo también gracias a la zorra de Sara…

-Coño, ¿te has tirado a la Daniela y no me dices nada? ¿Y qué tal?

-Una leona tío, vaya manera de follar… tenerla en la cama a cuatro patas y con esos melones colgando mientras le daba duro por detrás la verdad es que no tiene precio jajaja.

-Menudo crack estás hecho, cabrón… ¿Y al final como ha quedado todo? ¿Ha pasado algo más después de lo del sábado con esas dos?

-Bueno, con la Daniela como siempre. Hay algo de tonteo pero nada más. Ninguno de los dos hemos dicho nada de volver a quedar aunque estoy seguro que querrá volver a repetir, la dejé para el arrastre a base de pollazos jajaja… aunque a mí, ahora, la que me interesa es Sara… me la tiro sí o sí antes de irme o no me llamo Roberto.

-¿Pero te ha dicho algo o tú a ella?

-A ver, el lunes fui con pies de plomo y no quise asustarla por si le habían entrado los remordimientos. Eso sí, la invité a comer para anunciarle lo del cliente nuevo y me lo he montado para que tenga que venir ella conmigo a Sevilla a firmar el contrato, será este fin de semana.

-¿Y era necesario? Aunque creo que ya intuyo la respuesta jajaja…

-Cómo me conoces jajaja… qué va, si la reunión es pura formalidad y solo es necesario que vaya yo para una breve presentación, firmar y luego a celebrarlo… pero así aprovecho, lejos de casa y de su marido para que no me vuelva a tocar los huevos y me la calzo como dios manda jajaja.

-Pues ya me irás contando como te va aunque veo difícil que consigas follártela… menuda es la Sara…

-Ya te digo que sí, ya la estoy preparando para eso jajaja. Siempre que puedo aprovecho y toco lo que puedo, calentándola y deseando más… alguna caricia en el culo, arrimarme por detrás para marcarle paquete y que pruebe la mercancía, algún roce fortuito con sus tetas… todo muy sutil pero que note que la deseo…

-Joder ¿Y no te ha dicho nada?

-Ni una palabra, tío. Por eso creo que ella lo desea tanto como yo y está deseando ponerle una cornamenta de cuidado al gilipollas de su marido jajaja.

-Jajaja

-Bueno te dejo que tengo otra reunión en diez minutos y tengo que aliviar la tensión… tanto hablar de Sara y se me ha puesto dura solo de pensar que este sábado estaré bajándole los humos a base de follarla duro… a ésta le rompo el culo y le enseño lo que es bueno jajaja…

-Cómo eres… ya me irás contando…

Y ahí se cortaba la conversación. De nuevo, esa mezcla de sensaciones que sentía cada vez que Roberto aparecía en escena. Asco de ver como hablaba de mi mujer, de su prepotencia y chulería. Y por otro lado, sorpresa y estupor al descubrir que Roberto había aprovechado para meter mano a Sara, aunque hubiera sido de manera sutil cosa que siendo él dudaba, y que no me hubiera dicho nada. ¿Por qué me lo había ocultado? ¿Acaso le gustaba o no me había dicho nada para no preocuparme?

Aunque a decir verdad, podía entender la situación en la que se encontraba. Estaba en una situación similar a la mía con Daniela. Roberto le había metido mano a base de bien y ahora no iba a dejar pasar la oportunidad de volver a hacerlo en el día a día del trabajo y ella se encontraba en el dilema de pararle los pies, provocando que perdiera todas sus oportunidades ante aquel ascenso que tanto deseaba. Y si me contaba algo, aun iba a ser peor sabiendo el hastío que le tenía yo a ese tío… como el que ella sentía por Daniela…

Otra cosa bien distinta era que ella estuviera disfrutando de esos roces, toqueteos… que le gustara saberse deseada por ese mujeriego que siempre la había ninguneado, que estuviera gozando de esa posición de poder sobre él… aunque claro, era un juego que tenía sus riesgos.

No quise darle más importancia ni calentarme más la cabeza. Él estaba claro que iba a aquel viaje con la intención de follarse a mi mujer. Y yo tenía la esperanza que, entre el trabajo y estar con el cliente al que iban a visitar, y el ir al viaje bien follada gracias al intercambio que íbamos a hacer la noche anterior, que no tuviera ninguna oportunidad de hacerlo. Tenía cierta gracia que, para evitar que un hombre se follara a mi esposa, la entregara a otro para que la saciara.

Dejé de lado el tema y me volqué en mi jornada laboral, liberando mi mente de todos aquellos pensamientos. El día pasó sin más sobresaltos y cuando quise darme cuenta, ya era la hora de salir del trabajo, ir al encuentro de Sara e ir juntos al gimnasio.

Nos encontramos en el hall del edificio y salimos de allí como una pareja de recién enamorados, caminando juntos al gimnasio donde íbamos a encontrarnos con la otra pareja. No sabía cómo iba a ser el encuentro. Una cosa era fantasear y otra muy distinta estar delante del hombre que se iba a follar a mi mujer y la mujer con que iba a hacerlo yo.

Nos cambiamos y nos adentramos en la sala, encontrándonos casi al instante a  Judith que vino a nuestro encuentro a saludarnos. Nos saludó como siempre, aunque el brillo en sus ojos y la forma en que me miraba, me dejó claro en qué estaba pensando cuando fijaba su mirada en mí.

Y cuando apareció Rubén, tres cuartos de lo mismo, nos saludó como hacia habitualmente aunque no me pasó desapercibido el cruce de miradas entre ellos dos, cargadas de deseo que se palpaban en el aire. Y como si fuera lo más natural del mundo, cambiamos de pareja para aquella sesión. Judith se pegó a mí y el monitor a Sara, no tardando en aparecer los primeros roces no tan fortuitos entre las dos parejas.

Sabía que no iba a pasar nada pero no podía evitar mirar de vez en cuando a aquellos para ver cómo discurría la cosa, como también hacía Sara para comprobar qué tal me iba a mí. El tiempo pasó rápidamente y nos dirigimos a las duchas para cambiarnos e irnos para casa.

-Carlos –me giré al sentir a Rubén llamarme en el vestuario. Como siempre, desnudo, el agua cayendo por su cuerpo fibrado y su miembro oscilando ante mi vista- me alegro que hayas aceptado la propuesta. Ya verás que bien lo vamos a pasar los cuatro…

-Ya, espero que sí… aunque estoy algo nervioso… -le dije.

-Normal pero ya verás como va todo bien y recordarás toda tu vida esta experiencia –me dijo alegre- es como volver a perder la virginidad.

-Eso espero…

-Sí, tú tranquilo y déjate llevar –me dijo intentando darme ánimos- que te parece si vamos a casa de Judith los cuatro y hablamos sobre los detalles…

Lo último lo dijo bajando la voz ya que había entrado gente en el vestuario y no queríamos que nos escucharan hablar allí de aquello. Yo solo afirmé aceptando su propuesta, pareciéndome bien su plan aunque estaba seguro que las chicas ya habrían hablado largo y tendido sobre aquello y que nosotros poco tendríamos que decir.

Como sospechaba, cuando salieron las chicas nos comentaron de quedar para hablar del tema y nosotros no pudimos evitar reírnos, uniéndose ellas al saber que nosotros también habíamos quedado. Salimos los cuatro juntos y nos dirigimos a casa de Judith. Tuve una sensación extraña cuando entré en aquel piso. Aun recordaba la única vez que había estado allí, la vez que los había pillado en la cama follando… parecía que hacía una eternidad de aquello.

-¿Recordando viejos tiempos? –me preguntó Sara que me conocía muy bien.

-Como lo sabes… me parece tan lejano todo… -le dije.

-Lo sé, han cambiado tantas cosas en tan poco tiempo que parece todo tan irreal…-dijo con melancolía.

-¿Te gustaría volver atrás? –le pregunté.

-Para nada –dijo con rotundidad- siempre que estés a mi lado nada más me importa…

Qué decir a eso. Nos besamos y no paramos hasta que fuimos conscientes que los otros dos nos miraban con detenimiento y Judith nos soltó jocosa un “iros a un hotel, salidos”. Nos reímos también y nos sentamos en uno de los sofás de su casa, Sara y yo en uno de ellos y Rubén y Judith en el otro casi enfrente nuestro.

-Sara me ha comentado lo de su viaje y que tú trabajas todo el fin de semana –empezó Judith- me ha propuesto quedar el viernes, venir a casa cuando salgáis del trabajo ya con las maletas y todo y, bueno… ya sabéis…

-Follar –dije yo provocando la risa de Sara, recordando lo sucedido en nuestra casa esa misma mañana.

-Eso es –dijo divertida Judith- no me atrevía a decirlo por no molestaros pero sí, a follar como animales jajaja.

-Hala, mira que eres mal hablada –le soltó picándola Sara.

-Pues espera que Rubén te ensarté en su pollón y verás lo que sale por tu boca, guapa –le respondió su amiga.

Ambas estallaron a reír y nosotros las miramos divertidos por sus bromas. Si en algún momento pensé que aquel encuentro iba a ser tenso estaba claro que me había equivocado. Todos nos comportábamos como si aquello fuera lo más normal del mundo.

-Bueno –dijo interviniendo Rubén- por mí no hay ningún problema.

-Por mí tampoco –dijo Judith tomando las riendas de nuevo- y, sabiendo que la propuesta a partido de Sara, entiendo que por la vuestra tampoco…

Los dos negamos cualquier inconveniente y sellamos definitivamente el encuentro para el viernes por la tarde-noche.

-Quiero que os quede claro chicos que, si por alguna razón os arrepentís u os queréis echar atrás, no pasa nada… es normal tener dudas las primeras veces y no os queremos forzar a hacer algo para lo que no estéis preparados –dijo Judith- incluso, si estando en faena, no lo veis claro lo decís y ya está…

Sara y yo nos miramos y nos pareció bien lo que había expuesto. Era un alivio saber que nos podíamos echar atrás en cualquier momento y no crear malos rollos entre nosotros.

-Perfecto –dijo ella entendiendo que estábamos de acuerdo- por cierto, ¿queráis algo de picar? Es que tanto hablar de sexo me ha dado hambre…

-Serás guarra…  a saber qué es lo que te comerías… -le soltó mi mujer estallando a reír.

-Cómo me conoces… -dijo levantándose y viniendo a mi encuentro- anda, ven y échame una mano en la cocina…

-O las dos –sentí a mi espalda a mi esposa riendo de nuevo mientras yo iba a la cocina cogido de la mano de Judith.

En cuanto entramos, Judith se giró quedando frente a mí y con una cara de vicio que daba miedo, haciéndome retroceder hasta que quedé acorralado contra la encimera.

-Por fin solos –dijo ella mientras se acercaba con aviesas intenciones y yo no sabía a qué venía todo aquello- no te preocupes, esto es solo para romper el hielo…

Y me besó. Lo hizo con una intensidad que delataba las ganas que tenía de hacerlo, lo mucho que lo deseaba y provocando encenderme a mí que le devolví el beso, enzarzándonos en una batalla donde labios, lengua y dientes chocaban los unos con los otros.

Pegó su cuerpo al mío, notando sus pechos firmes apretados contra mi torso, descubriendo como sus pezones se endurecían con nuestro contacto, su pubis rozando mi entrepierna que crecía bajo su influjo. No entendía nada pero me gustaba, lo disfrutaba e hice lo que tanto tiempo llevaba esperando. Bajar mis manos y tocar aquella maravilla de culo que, aprisionado bajo las mallas que llevaba, palpé con gusto.

Aun así, cegado como estaba por la lujuria, tuve un destello de lucidez y me acordé que en la otra habitación nos esperaban mi mujer y Rubén y, haciendo acopio de toda mi fuerza de voluntad, conseguí separar de mis labios a una ardiente Judith.

-¿A qué viene esto? ¿No íbamos a preparar algo para picar? Nos deben estar esperando… -dije como pude.

-Relájate y disfruta, Carlos –me dijo ella sin separarse de mí y con sus manos bajando hasta posarse en mis nalgas- era solo una excusa para quedarnos a solas y ellos dos lo saben, ya estaban avisados… lo solemos hacer para romper el hielo, preparar el terreno y que la primera vez sea menos difícil para todos…

-Espera, espera… quieres decir que Rubén y Sara… -balbuceé.

-No te preocupes por ellos, se están conociendo como nosotros –dijo acercando su rostro de nuevo y besándome de nuevo- Rubén la tratará bien, confía en mí…

Volvió a besarme con igual énfasis y nuestras manos se enzarzaron de nuevo en recorrer el cuerpo del otro, descubriendo nuestros cuerpos, saber qué le gustaba al otro, qué le hacía estremecerse.

-Pero hoy solo íbamos a hablar –la interrumpí de nuevo, no entendiendo aquel cambio de planes que me había cogido a contrapié- habíamos acordado hacerlo el viernes…

-Y así será, hoy no va a pasar nada –contestó Judith mientras su mano se colaba entre los dos y por primera vez tocaba mi erección por encima del pantalón- es una primera toma de contacto… besarnos, tocarnos, familiarizarnos los unos con los otros… así el viernes será menos duro ver como tu pareja folla con otro…

Tragué saliva, nervioso por lo que me contaba Judith. Eso quería decir que en la otra habitación mi mujer y Rubén debían estar como nosotros, besándose, tocándose el uno al otro. Por mi mente pasaron imágenes del monitor tocando los pechos de mi mujer por encima de la blusa, colando su mano bajo la falda de Sara, quizás tocando ya su coñito seguramente encharcado. Y ella, sin duda, palpando aquello que tanto deseaba, aquel monstruo que Rubén ocultaba bajo el pantalón.

-Quiero volver –le dije queriendo acabar con aquella incertidumbre. Necesitaba saber qué estaba pasando en el salón.

-No creo que sea una buena idea –dijo Judith- déjalos a su aire y pasemos un buen rato aquí los dos…

Ella intentó besarme de nuevo pero la rechacé, consiguiendo separarla de mi cuerpo.

-Por favor, lo necesito –le supliqué- prefiero ver lo que hacen a tener que imaginármelo…

Judith suspiró resignada, dándose por vencida y, cogiéndome de nuevo de la mano, me llevó de vuelta al salón donde me esperaba mi mujer.

-Serás zorra –la oí exclamar nada más abrir la puerta de la cocina. No había acritud en su voz sino sorpresa por lo que estaba viendo, algo que yo todavía no podía hacer- ¿No podías esperar o qué?

-Lo siento pero necesitaba hacerlo –sentí la voz de Sara y luego silencio, solo un ruido que era incapaz de reconocer desde aquella distancia.

-¿No querías ver qué hacían? –Me dijo Judith cediéndome el paso- menuda guarra está hecha tu mujer…

Esas palabras me hicieron temer lo peor y, cuando me adentré en el salón, confirmé mis temores al ver la escena que ocurría en el sofá. Rubén seguía sentado en el mismo sitio donde lo habíamos dejado pero ahora, su cuerpo estaba recostado sobre el respaldo y con los ojos entornados. Su ropa estaba arremolinada en sus tobillos y entre sus piernas, mi querida esposa arrodillada intentando engullir la enorme polla de Rubén. Ahora reconocí aquel sonido que antes no había identificar, era el de su boca succionando el miembro del monitor.

Me quedé paralizado viendo aquella escena, viendo como la boca de mi mujer subía y bajaba tragando apenas la mitad de su verga mientras el resto de su carne recibía las atenciones de las menudas manos de Sara, masturbándolo.

-¿Estás bien? –Sentí que me preguntaba Judith a mi espalda- te juro que esto no estaba previsto…

Sara paró momentáneamente de mamar la polla de Rubén y se medio giró para mirarnos allí plantados observando la escena.

-Lo siento, cariño –me dijo- no he podido evitarlo. Sabes el tiempo que llevo deseando esto y, cuando se la he tocado por encima… tenía que verla…y luego, una cosa ha llevado a la otra…

Yo la miraba desconcertado. Me pedía perdón pero sus ojos eran puro fuego y mientras se disculpaba sus dos manos seguían masturbándolo, no dejando que su erección decayera.

-Joder Sara… esto no es lo que habíamos hablado –le reprochó su amiga- esto es cosa de los cuatro…

-Pues chúpasela –le contestó mi mujer ofreciéndome en bandeja y dejando claro que no tenía intención de parar aquello- te mueres de ganas de hacerlo y estoy segura que a Carlos no le importará que lo hagas…

-Puedes estar segura que lo voy a hacer  -oí que decía Judith a mi espalda.

Enseguida noté sus manos empujándome al sofá donde estaban ellos y como Judith me empujaba hasta quedar sentado cerca de Rubén que me miró escrutando mi reacción. Pero yo solo tenía ojos para Sara, mirando cómo sus manos seguían moviéndose a lo largo del falo de él que, así de cerca y erecto, aún me parecía más grande.

Sara, consciente de mi escrutinio, quiso probarme e inclinó su cabeza, posando sus labios sobre el glande de su miembro y lamiéndolo con fruición. A mis pies, Judith pugnaba por deshacerse de mis pantalones y bóxer, consiguiéndolo al fin y liberando mi miembro que saltó como un resorte.

-¿Te gusta? –preguntó Sara. Pensé que me lo había preguntado a mí. ¿Qué si me gustaba el qué? ¿Verla chupando otra polla? ¿Ver cómo de nuevo parecía haber perdido los papeles? ¿Cómo la Sara desinhibida había tomado las riendas de nuevo, saliéndose de todo lo establecido y rompiendo lo pactado?

-Es magnífica –respondió su amiga cogiéndome por sorpresa. Me giré y la vi contemplando mi polla que, aunque no era pequeña, nada tenía que ver con la del monitor. Aun así, por su mirada, supe que era sincera y que le gustaba lo que veía.

-Disfrútala guapa –le contestó mi esposa mientras volvía a hundir su rostro en la entrepierna de su amante aquella tarde.

Volví a fijar mi rostro en el vaivén de su cabeza, subiendo y bajando por el largo tronco de su miembro, chupando y lamiendo, esmerándose en darle placer, buscando impresionarle con sus dotes de felatriz. Estaba claro que quería causarle una buena impresión y, por el rictus de placer de Rubén, lo estaba consiguiendo.

Entre mis piernas, noté las manos de Judith tocando mi miembro por primera vez, haciendo que volviera a fijar mi mirada en ella que me contemplaba reclamando mi atención, que me centrara en ella. Pero no podía, sentimientos contradictorios me asaltaban y mi atención regresaba a mi mujer, pendiente de ella, buscando si aquello le estaba gustando demasiado como para olvidarse de mí.

Ni cuando sentí los labios de Judith rodear mi miembro conseguí prestarle la atención que se merecía ella, solo buscaba conectar con mi esposa que estaba demasiado volcada en darle placer a Rubén. Y fue él, Rubén, quien con sus palabras consiguió que me olvidara de todo, me dejara llevar y me entregara de lleno a aquella experiencia que estábamos viviendo sin haberla planeado.

-Joder tío, qué envidia me das –dijo entre suspiros- menuda chupapollas tienes en casa…

Sara alzó levemente sus ojos mirándolo con atención, para nada molesta con sus palabras sino más bien lo contrario, orgullosa de haberle provocado aquella apreciación. Y luego me miró a mí, brevemente antes de volver a su tarea, una mirada en que decía que yo también debía mostrarme orgulloso por ello, orgulloso de tener una mujer como aquella capaz de doblegar la voluntad de un macho como Rubén. Sí, Rubén me envidiaba por tener una mujer como Sara, una mujer que él solo podría disfrutar esporádicamente mientras yo lo haría siempre que quisiera. Fue ahí, casi sin darme cuenta, que asimilé que aquello iba a repetirse más veces, asumiéndolo como algo natural.

Judith notó enseguida cómo me relajé entregándome al placer que me proporcionaba su boca, sonriéndome cómplice viendo que por fin le prestaba algo de atención. Me recosté en el sofá, entrecerrando los ojos, disfrutando de las sensaciones de la boca y lengua de Judith recorriendo mi polla en toda su extensión, mientras con mi mano acariciaba su testa agradeciéndole su esmero. Se notaba que ella, al igual que Sara, buscaban impresionarnos con sus habilidades orales.

-Joder, no puedo más… -sentí quejarse a Sara a mi lado.

Abrí brevemente los ojos al oírla y al notar como Judith paraba de comerme la verga. Sara seguía arrodillado entre las piernas de Rubén, había abandonado su miembro que palpitaba reclamando las atenciones de mi mujer que no estaba por la labor. No, ella quería otra cosa. Lo vi en su mirada suplicante, cómo sus ojos me rogaban que le diera mi permiso. Quería follarse a Rubén.

No dudé. Su actitud sumisa, arrodillada pidiendo mi permiso para satisfacer su deseo, haciéndome ver que, aunque las cosas no estaban saliendo como las habíamos planeado, aun seguíamos juntos en aquello. Ya tenía asumido que iba a ver a mi mujer entregada a Rubén aunque no tan pronto pero qué más daba que fuera esa noche o dos más tarde…

Asentí y Sara, feliz, se alzó para venir a besarme con lujuria, besarme con aquellos labios que segundos antes estaban mamando otra polla que no era la mía pero no me importó. Nos fundimos en un intenso morreo que solo interrumpimos cuando Judith se levantó y nos dijo que la esperáramos un momento.

-¿Pero adónde vas ahora? –le preguntó mi mujer no entendiendo su marcha.

-Al dormitorio –le contestó ella que por lo visto había captado a la perfección nuestras intenciones- ¿no pensarás tirártelo a pelo?

Sara rió viendo a su amiga desaparecer en busca de los condones y se giró buscando a su amante, al hombre que dentro de poco la iba a follar delante de su marido.

-¿Estás segura? –le preguntó. Quería asegurarse que no estuviera yendo demasiado deprisa y luego se arrepintiera.

-Segurísima –le dijo colocándose delante de él de nuevo.

Sara echó mano al cierre de su falda, buscando desprenderse de ella y Rubén, tirándose hacia delante, alargó sus manos y empezó a desabrochar los botones de su blusa, buscando ayudarla a la hora de desnudarla. La falda cayó al suelo, mostrando las braguitas de encaje que lucía mi esposa, que echó sus brazos atrás para colaborar en quitarse también la blusa.

Rubén asió de la cintura a Sara, contemplando su cuerpo medio desnudo, subiendo sus manos y palpando sus pechos por encima del sujetador a juego con la prenda inferior. Sara gimió ante sus caricias y el monitor, en un hábil movimiento que demostraba su arte a la hora de desnudar mujeres, desprendió el cierre del sujetador que cayó a los pies de mi mujer.

Yo, a apenas un metro de distancia y sentado en el mismo sofá que Rubén, observaba como él, después de volver a tocar sus tetas ahora sin ropa de por medio, acercaba su boca hasta engullir primero una teta y luego la otra. Un nuevo gemido de Sara y sus manos se aferraron a su cabeza buscando que el monitor continuara torturándola con su lengua.

Las manos de Rubén, libres de recorrer su cuerpo, se posaron en sus nalgas que acariciaron por encima de la braguita hasta que, viendo la total entrega de mi mujer, asió los laterales y las fue bajando descubriendo su sexo apenas poblado por una fina capa de vello recortado. En cuanto lo vio, se deshizo del abrazo de Sara y su lengua bajó lamiendo su piel hasta alcanzar sus labios que lamió con fruición.

Sara gimió largamente y tuvo que agarrarse a los hombros de Rubén para no caerse al suelo del gusto que le estaba dando la lengua de él. Rubén, con una mano estrujando su culo y la otra subiendo hasta alcanzar de nuevo su pecho, martirizando su coño con su hábil lengua, la estaba haciendo enloquecer. Y a mí de verlo, para que negarlo.

-Anda que me habéis esperado –se quejó Judith al regresar.

Cuando me giré entendí el porqué de su tardanza. En su viaje al dormitorio a buscar los preservativos, había aprovechado para desnudarse y se presentó completamente desnuda, haciéndome comprender que yo también iba a follar y con otra mujer que no era mi esposa. ¿Acaso necesitaba más estímulos para estar duro como nunca?

-Ves con cuidado –le dijo Judith a su amiga mientras le daba el preservativo correspondiente- nunca te has metido algo como esto, así que despacio y hasta donde puedas, guapa… y disfrútalo…

Mientras Sara rompía el envoltorio, Rubén aprovechó para quitarse la escasa ropa que le quedaba mostrando su torso musculado, encendiendo todavía más a una sobreexcitada Sara que, nerviosa, no atinaba a colocarle el preservativo al enorme pollón que iba a penetrarla en escasos segundos.

-Podemos irnos –me dijo Judith, temiendo que lo que iba a suceder fuera demasiado para mí, que no pudiera aguantar la visión de mi mujer empalada por otro hombre.

-No –le repliqué- necesito verlo…

Y era cierto. Lo necesitaba. Tenía que ver si era capaz de aguantar aquello, si ganaba la excitación o los celos al ver a mi mujer disfrutando con el monitor. Hasta ahora me había movido entre una dualidad de sentimientos encontrados y necesitaba saber qué es lo que me podía más. Y esa era la prueba definitiva.

-Como quieras, pervertido… -me dijo bromeando y colocándome el preservativo viendo que yo estaba más pendiente de ellos que de cumplir con mi papel de pareja de ella.

Rubén acabó por colocarse él mismo el condón y Sara, nerviosa, no sabía muy bien qué hacer.

-Súbete encima, cielo –le dijo Rubén- será mejor que la primera vez te la metas tú hasta donde puedas. Poco a poco, no hay prisas…

Sara se dejó guiar y se subió a horcajadas encima de Rubén que, cogiendo con una mano su miembro, lo encaró para que Sara hiciera el resto. Sus manos se cerraron tras la nuca de Rubén, mirando alternativamente su cara y el enorme miembro que apuntaba a su coño. Vaciló, por un momento pensé que se iba a echar atrás pero entonces Rubén volvió a demostrar las tablas que tenía en aquellos lares y la besó.

Era la primera vez que veía a Sara besándose con otro hombre y me subyugó ver la pasión con que se fundían los dos con aquel beso. Ahora el que dudaba era yo. Ver a mi mujer tocando y dejándose tocar, incluso viéndola mamar la verga de Rubén no me había producido la desazón que me produjo la visión de aquel beso entre ellos dos.

Pero no tuve tiempo de reaccionar. El beso hizo que Sara se relajara y su cuerpo descendió lo suficiente para que entraran en contacto sus dos sexos, el glande de él rozando la entrada de su gruta, suficiente como para que la excitación pudiera al miedo y descendiera un poco más, traspasando ahora sí el glande su entrada y perforando por primera vez su vagina.

Sara gritó de placer al notar la gorda cabeza traspasarla e inconscientemente su cuerpo descendió algo más, penetrando el falo del monitor varios centímetros más en su interior. Su cara se congestionó por el goce que estaba sintiendo y mis dudas volvieron a ser vencidas al ver aquel rostro donde el placer exudaba por los cuatro costados.

El miedo había sido vencido y Sara, centímetro a centímetro, fue engullendo aquel trozo de carne que tanto había deseado, gozando de las sensaciones de cada roce nuevo que aquella polla le estaba haciendo descubrir, explorando terreno virgen hasta entonces.

-Joder, casi se la ha metido toda… no está mal para ser la primera vez…-exclamó con admiración Judith- menuda zorra tienes en casa…

Yo no podía contestar. Ver cómo mi mujer se había clavado casi por completo aquel pollón me había dejado sin palabras, como el grito que salió por su boca al hacerlo y correrse al mismo tiempo. Sin duda, mi mujer era una caja de sorpresas.

Judith aprovechó el momento y se subió a horcajadas mías, aprisionando mi miembro entre nuestros cuerpos, quitándome la camiseta que aún llevaba puesta y dejándome desnudo como el resto. Alzó su cuerpo y con menos dificultad que Sara se empaló en mi verga, exhalando un sollozo de placer.

A mi lado, Sara aun recuperándose del orgasmo y adaptándose al nuevo miembro que cobijaba en su interior, sintió como la boca de Rubén se apoderaba de sus pechos lamiéndolos y besándolos, succionando sus pezones con devoción, provocando que ella se encendiera de nuevo y empezara a moverse, de forma lenta pero inexorable, follándose ahora sí al monitor, disfrutando los dos al ver cumplido su anhelo.

Judith hizo lo propio y de nuevo fui consciente de la hembra que tenía cabalgando mi miembro y lo injusto que estaba siendo con ella. Me incliné e hice míos aquellos pechos que devoré con ansia, buscando resarcirla de mi abandono, buscando con mis manos sus nalgas, aquellas nalgas que siempre había deseado y que ahora tenía a mi disposición.

-Sí… por fin, Carlos… hazme tuya… -suspiró junto a mi oído.

Y eso hice. Amoldé mi ritmo al de ella, alzando mi pelvis cuando ella bajaba, profundizando la follada entre los dos, arrancándole hondos suspiros de gusto que se acoplaban a los que mi mujer soltaba a mi lado, que ya cabalgaba con frenesí a Rubén que, al igual que yo, colaboraba en el vaivén con nuestras manos en sus nalgas.

El salón se llenó con el sonido de los gemidos de los cuatro, del intenso chocar de nuestros cuerpos, el aire se impregnó del aroma de nuestros sexos, nuestros cuerpos bañados en sudor se acoplaban en perfecta armonía buscando alcanzar el clímax, acercándonos peligrosamente a él.

Yo ya no podía más, demasiados estímulos y estaba a punto de explotar y así se lo hice saber a Judith.

-No puedo más… me voy a correr…

-Yo también estoy a punto… un poquito más… -me suplicó.

Al final, no sé cómo, conseguí aguantar hasta sentir como se corría Judith y me dejé ir, vaciando mis testículos y llenando el preservativo con mi leche, mientras abrazaba a una exhausta Judith que se dejó caer sobre mí.

-Gracias cielo –me dijo buscándome para besarme de nuevo- sabía que me ibas a hacer disfrutar pero no me imaginaba hasta qué punto…

Sus palabras consiguieron subirme el ego. Que una mujer como ella me considerara un buen amante me llenó de satisfacción y, totalmente relajado, volví a observar a mi mujer que seguía a lo suyo con Rubén. Parecía cansada y ahora era él el que, abrazándola por la cintura, sujetaba su cuerpo mientras alzaba su pelvis penetrándola de forma seca y contundente mientras ella se dejaba hacer, abrumada por los orgasmos y el placer que estaba experimentando.

-Menudo polvo le están pegando… -me susurró Judith- ¿te gusta lo que ves?

Yo afirmé. Todos los nervios y los miedos habían desaparecido al culminar mi polvo con Judith, solo quedaba la excitación y el morbo de la situación.

-¿Te puedo pedir una cosa? –Le pregunté a Judith que afirmó sin dudar- bésala…

Ella me miró extrañada por mi petición, dudando supuse que pensando si no sería forzar demasiado la cosa pero, ante mi convicción, se separó de mí y se acercó a Sara que no la vio venir.

Cuando sus labios se juntaron, ella abrió los ojos sorprendida al notar el contacto pero no hizo nada para rechazar a su amiga que, envalentonada, intensificó el beso y su mano acarició el torso femenino de mi esposa hasta alcanzar sus dos pechos que acarició con maestría.

Si Rubén necesitaba algún estímulo extra para correrse, el estar follándose a mi mujer conmigo delante mientras Judith se daba el lote con ella fue el detonante que le hizo estallar, descargando su semen entre bufidos y relajándose sobre el sofá mientras contemplaba también sorprendido el espectáculo de Judith sobando sin objeción el cuerpo de Sara, que se agitaba aun fruto del postrimer orgasmo que Rubén le había regalado.

Viendo aquello mi miembro empezó a cobrar vida pero Judith consideró que, por aquella noche, ya era suficiente viendo el estado en que se encontraba Sara. La ayudó a bajarse del sofá y la acompañó a la ducha viendo que a mi mujer le costaba hasta andar. Rubén la había reventado a pollazos, literalmente.

A mi lado, el monitor se desprendía del preservativo que, viendo la carga, no entendía como había podido aguantar. Su miembro había empezado a perder algo de consistencia pero aún superaba al mío en tamaño.

-¿Qué tal la experiencia? –Me preguntó él- ¿era cómo te la habías imaginado?

-Mucho mejor –tuve que reconocer- pensé que iba a costarme más ver…

-Como me follaba a tu mujer… jajaja –dijo divertido- tranquilo, creo que ya tenemos confianza suficiente como para decir las cosas por su nombre ¿no?

-Sí claro –respondí devolviéndole la sonrisa- ¿y ahora qué?

-Bueno, esto no ha salido como estaba previsto… -consideró Rubén- se suponía que habría tocamientos y poco más, que el intercambio en sí sería el viernes. Pero las cosas han ido así y no creo que ninguno podamos quejarnos de cómo ha salido la cosa…

-Supongo que no –dije dándole la razón- ¿y entonces el viernes qué?

Me daba miedo que me dijera que se anulaba el encuentro una vez culminado el intercambio, dejar pasar un tiempo para que asimiláramos lo sucedido o algo así.

-Sinceramente –me dijo mientras me miraba fijamente- yo no veo la hora de volver a follarme a tu mujer y, por tu estado, tú también tienes ganas de más –dijo señalando mi erección- así que sí… por mí estoy de acuerdo en mantener lo del viernes…

Respiré algo aliviado. Por un lado, volvería a follarme a Judith y esta vez plenamente volcado en ella desde el principio y, por otro lado, si Sara iba a quedar en igual o peor estado que esa noche, pocas ganas le iban a quedar para dejarse seducir por su jefe.

-¿Y Daniela? –pregunté yo acordándome de su mujer.

-Aún es pronto –me contestó él- cuando esté preparada Sara, no te preocupes que serás el primero en saberlo…

Me dio una palmada amistosa en el hombro y se adentró por el pasillo para asearse. Yo lo seguí con la misma intención, entrando en el baño detrás suyo y contemplando al igual que él la escena de las dos mujeres duchándose juntas. Nada raro sucedía, solo se duchaban pero era suficiente estímulo para que la erección no bajara y, por lo visto, a Rubén le sucedía lo mismo.

Me limpié como pude al igual que el monitor y volví al salón a vestirme, la velada había llegado a su término y era hora de volver a casa, teníamos que trabajar al día siguiente. No tardaron en aparecer de nuevo Sara y Judith, ambas liadas en una toalla, riendo y ya recuperadas de lo sucedido.

En cuanto entró, vino a mí para besarme con ganas, haciéndome estremecer de los pies a la cabeza, mientras me musitaba un gracias que solo yo pude escuchar. Sin vergüenza alguna, se quitó la toalla quedando desnuda de nuevo, empezando a vestirse con la ropa que Rubén le había quitado.

Fue un momento sumamente erótico ver como mi mujer se vestía sin complejos delante de nosotros tres, de su marido, su mejor amiga y su amante que acababa de follarla, con sus labios hinchados por la tremenda follada recibida y sus pezones todavía duros por lo que estaba sintiendo. No me pasó por alto que, cuando lo hizo, no se puso las braguitas. Pensé que por comodidad. Iluso de mí.

-Toma –le dijo una vez vestida, alargándole la prenda a Rubén- te las has ganado campeón…

Y le pegó un morreo que volvió a incomodarme. Era curioso el hecho que no me había molestado verla follando con él pero sí lo hacía el verlos besándose. Como si besarse fuera un acto demasiado cariñoso, demasiado íntimo, algo que se escapaba a la definición de solo sexo.

Yo me despedí de Judith con un rápido pico, aun incómodo por lo que acababa de presenciar, no sabiendo si quizás Sara no estaba llevando aquello demasiado lejos, si aquel polvo no había significado para ella algo más que eso, un simple polvo.

Con esas dudas en mente, salimos de aquel piso donde por primera vez habíamos cambiado de pareja conscientes, al menos yo, que nada volvería a ser igual y quedando en volver a vernos el viernes para repetir la experiencia.