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Todo empezó como un juego 2

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Todo empezó como un juego

 

 

Capítulo 2

 

Por la mañana me despertó el sonido del despertador. A mi lado se removió Sara, despertando también ella del sueño inquieto de la noche. Igual que yo. Estaba claro que la discusión antes de acostarnos no había ayudado a hacernos disfrutar de un sueño reparador.

Desconecté el despertador, me desperecé y me giré buscando a mi mujer. Aunque no creía haber hecho nada malo, si tenía que tragarme mi orgullo y disculparme, iba a hacerlo. Pero ella ya me esperaba, tumbada de lado y no dándome tiempo a nada.

-Perdóname Carlos. No sé porque te dije todas esas cosas anoche pero lo siento, de verdad- su mirada suplicaba mi perdón y yo, pues no me iba a hacer de rogar.

-No pasa nada, cariño. Anda, ven aquí- le dije ofreciéndole mi pecho donde ella no tardó en dejarse caer con su mano acariciando mi vientre y la mía mesando con cariño sus cabellos oscuros.

-Es que yo no soy así, no puedo hacer lo que Daniela y me jode que ella se lleve el puesto solo por ser como es.

-A ver, Sara. No te comas la cabeza con cosas que no son. Primero, aún no sabes si es cierto lo de que Roberto será el encargado de elegir el puesto. Segundo, quiénes van a ser los que van a optar a él. Tercero, das por hecho que Daniela se va a lanzar sobre Roberto con todo para conseguir su beneplácito. ¿Alguna vez la has visto usar su cuerpo para conseguir algo de alguien?

-No, la verdad es que no. Pero conociendo a Roberto…

-Sí, ya sé que es un cerdo machista y un mujeriego pero asumes que Daniela, por ser como es, va a utilizar su cuerpo para conseguir lo que quiere. ¿Crees que estás siendo justa con ella?

-No, tienes razón. Es que deseo tanto ese puesto… y, no sé, cuando me dijeron que Roberto iba a tener la última palabra y luego lo veo desnudando con la mirada a Daniela…

-No, si te entiendo Sara. Pero te estás adelantando a los acontecimientos, cariño. Espera a que te confirmen algo y luego cómete la cabeza todo lo que quieras -dije dándole un beso en la frente.

-Ah y otra cosa. Yo nunca te he pedido ni te voy a pedir que hagas nada que no quieras hacer. Anoche, lo que quería decir y no me dejaste explicar era que, en igualdad de condiciones, no tengo claro que Daniela pueda a llegar a ser más sexy que tú y lo digo en serio.

-¿Lo dices en serio? -me preguntó curiosa Sara.

-Claro. Si tú vistieras como ella te aseguro que más de uno se iba a llevar una grata sorpresa, Roberto incluido.

-Gracias, cielo pero ahora mismo al único que pretendo gustar es a mi maridito- dijo de forma sensual.

Su boca empezó a besar mi pecho mientras la mano que reposaba en mi vientre empezaba a acariciar mi polla por encima del pijama que no tardó en responder positivamente endureciéndose casi al instante.

Sabía lo que venía a continuación y estaba deseándolo, no era habitual que mi mujer me la chupara de buena mañana, así que alcé mis caderas y la ayudé bajándome la ropa, dejando al descubierto mi verga, que saltó como un resorte.

En cuanto la vio delante de ella, dura y tiesa, no dudó en lanzarse sobre ella, lamiendo primero mi glande arrancándome el primer suspiro de placer. Enseguida su lengua empezó a recorrer el tronco, ensalivándolo y preparándolo para lo que venía a continuación, que no era otra cosa que su boca engullendo mi polla con ansia.

Tengo que decir que Sara es una experta en el arte de las mamadas y aquella mañana se estaba empleando a fondo, consiguiendo casi meterse entera en su boca mi miembro que no era precisamente pequeño, cosa que solo hacía cuando estaba verdaderamente caliente o cuando, como aquella mañana, quería disculparse de aquella peculiar forma. Tampoco iba a ser yo el que iba a protestar, todo lo contrario.

Su cabeza se movía de forma frenética, subiendo y bajando a lo largo de mi polla, mientras su lengua no dejaba de moverse por toda ella, volviéndome loco. Lo único que podía hacer era acariciar su cabeza y dejarme llevar hasta el orgasmo. No iba a tardar mucho en alcanzarlo y Sara lo sabía perfectamente, eran ya muchos años juntos y nos conocíamos a la perfección.

Cuando notó los primeros síntomas de que iba a correrme, se la sacó de la boca y empezó a masturbarme a un ritmo vertiginoso apuntando con ella a mi pecho donde no tardaron en volar los trallazos de mi semen al alcanzar mi clímax. Sara miraba embelesada todo aquello mientras seguía moviendo su mano, de forma más pausada, acabando de vaciar mis testículos.

Duró poco aquel momento, enseguida vio la hora que era y se levantó rápidamente de la cama.

-Joder, mira qué hora es. Anda, date una ducha rápida mientras preparo el desayuno que vamos a llegar tarde.

Tenía razón, así que me levanté para darme una ducha, tomé un desayuno rápido y a la hora prevista ya estaba en la puerta esperándola para ir juntos al trabajo. No trabajábamos en la misma empresa pero si en el mismo edificio, mi empresa se encargaba del mantenimiento informático de toda la edificación y eso incluía la empresa donde trabajaba Sara, por eso conocía tan bien a sus compañeros y al famoso Roberto ya que solía pasarme por allí.

No tardó en salir del dormitorio Sara, ya arreglada para otro día de trabajo. Lo hacía igual que los otros días, con su habitual traje de falda hasta la rodilla, una blusa abrochada casi hasta el último botón y la chaqueta del traje cubriendo aún más su cuerpo. Unas medias, unos zapatos con un tacón casi inexistente y su pelo recogido en una coleta completaban el conjunto.

Me ajusté mis gafas contemplando el conjunto mientras ella se afanaba en buscar su maletín y suspiré resignado. Si en algún momento había llegado a creer que, después de la charla que habíamos tenido donde había halagado su belleza y dicho que no tenía nada que envidiar de Daniela, iba a ver algún cambio en su conducta allí estaba mi respuesta. Nada de nada.

Bajamos al garaje que había en el sótano del edificio donde vivíamos, nos subimos al coche y salimos hacía el trabajo hablando de las noticias que daban por la radio. Por una vez y, para suerte nuestra que habíamos salido algo justos de tiempo, apenas pillamos atasco en nuestro trayecto y llegamos antes de hora a nuestro destino.

Después de aparcar el coche, fuimos andando juntos hasta la entrada del edificio. Una vez dentro, después de echar un vistazo al discurrir de la gente que iba y venía por el hall, decidí tener unas últimas palabras con mi mujer.

-Ven aquí, Sara -dije apartándola un poco del bullicio de la gente- dime qué ves- le pregunté.

-Pues gente yendo y viniendo como deberíamos estar haciendo nosotros -me respondió sin entender muy bien que pretendía.

-Sí, ya sé que hay gente pero fíjate más. Sobre todo en ellas. Fíjate bien.

Lo hizo y vio lo mismo que veía yo. Mujeres con tejanos ajustadísimos, faldas imposibles, blusas que mostraban más que ocultaban, vestidos ceñidos a cuerpos cuidados. Supe enseguida que había entendido mi punto al ver la expresión de su cara.

-No sé si alguna vez yo podría ir como alguna de esas -me dijo.

-Ni yo te lo pido, Sara. Solo quería hacerte ver que, con la ropa adecuada y el atrevimiento necesario, estás al mismo nivel que todas esas mujeres sino por encima. Solo quería que entendieras mi punto de vista, no pedirte algo que no quieres hacer.

-Gracias, amor -me dijo dándome un rápido pico en los labios. Sara tampoco era muy ducha en dar muestras de cariño en público y por eso aún agradecí más esa muestra de amor hacia mí.

-Venga, va que aún llegaremos tarde -dije acompañándola hasta el ascensor. Allí me despedí de ella ya que mi lugar de trabajo estaba en el sótano del edificio que era donde estaban todos los servidores que daban servicio a las empresas que allí había.

Me metí en mi despacho y empecé mi jornada laboral revisando los partes de incidencias para saber qué me tocaba ese día. Cuando vi el listado supe que tenía un largo día por delante y que difícilmente saldría a la hora para volver juntos los dos, cosa que últimamente cada vez era más habitual.

Estuve toda la mañana yendo de un piso a otro resolviendo incidencias, solo pudiendo parar un rato ya entrada la tarde para comer algo rápido. A esas horas ya tenía claro que iba a salir tarde del trabajo y decidí pasarme por el piso donde trabajaba Sara para darle la mala noticia y las llaves del coche. Yo ya volvería en metro.

No más salir del ascensor, concentrado como estaba mirando en el móvil las últimas incidencias, tropecé de frente con alguien que entraba.

-Disculpa, no te había visto venir…. - me apresuré a decir.

-Ya lo veo, Carlos. Cuánto tiempo sin verte- dijo abrazándome y sin darme tiempo a reaccionar. Otra vez aquellos mullidos pechos pegados a mi cuerpo, inconfundibles.

-Hola Daniela. Sí, ya hacía algún tiempo que no me pasaba. Cosa buena, eso quiere decir que todo funciona jejeje.

-Sí, tienes razón. Bueno, ¿no vas a felicitarme?-  me dijo risueña.

Yo no sabía de qué hablaba así que me la quedé mirando un instante con cara de no entender nada mientras buscaba algún indicio que me diera alguna pista. Durante esa búsqueda, cómo no, mi mirada se perdió una fracción de segundo en el escote generoso que mostraba la blusa que llevaba ese día. Cuando alcé la vista para decirle que no tenía ni idea de qué me hablaba estuve seguro que me había pillado infraganti.

-Ah ¿pero no lo sabes? A Roberto lo van a trasladar y van a buscar a alguien del departamento para ocupar su cargo. Y hoy Roberto nos ha comunicado quienes son las personas que optan a ese puesto. Y yo soy una de las elegidas, ¿te lo puedes creer? -dijo abrazándome de nuevo.

-Vaya, pues felicidades. No sabía nada -dije haciéndome el tonto.

-Pues qué raro -dijo mirándome extrañada- porque la otra persona que opta conmigo al cargo es Sara, pensaba que te había dicho algo…

-¿Ah si? Pues no me ha dicho nada pero seguro que es porque quería darme una sorpresa en casa -le dije quitándole importancia al asunto.

-Claro, seguro que es eso. Y luego a celebrarlo como es debido eh pillines… -dijo mirándome pícaramente y entrando en el ascensor- ya nos iremos viendo, Carlos…

Yo me quedé allí plantado sin entender muy bien qué había pasado pero me recompuse rápidamente y fui en busca de Sara. No tardé en encontrarla y, al verla, me llevé otra sorpresa. Su blusa lucía un botón más abierto que esa mañana.

-Cariño, ¿qué haces aquí? -me dijo viniendo hacia mí en cuanto me vio.

-Pues que voy a salir tarde otra vez y he venido a traerte las llaves del coche. Al final ya es oficial ¿no? Ya eres una de las candidatas por lo que me han dicho…- le dije con alegría mientras mis ojos se fijaban en el hueco que mostraba aquel botón de más abierto. Evidentemente, no se veía nada pero aquello para Sara era todo un avance.

-¿Ya te has enterado? -Me dijo. La veía feliz, sabía que quería aquel trabajo y aquel era el primer paso para conseguirlo.

-Sí, enhorabuena. Y bueno, ya veo que hoy estás que te sales -le dije guiñándole un ojo en referencia al botón desabrochado- ¿A que no es para tanto?

-No he podido evitarlo, Carlos -me dijo llevándome a un aparte- estábamos en el despacho de Roberto, comunicándonos a las dos que éramos las candidatas para sucederle y no podía evitar fijarme en que Roberto miraba descaradamente el escote de Daniela. No sé qué me ha pasado pero he salido de allí y lo primero que he hecho al entrar en mi despacho es desabrocharme el botón. Y así llevo todo el día…

Y yo que pensaba que había sido por mis palabras pero, al final, el detonante había sido el inicio de aquella competición que habían empezado las dos para hacerse con el puesto de Roberto.

-¿Te gusta? -me preguntó melosa, sacándome de mi ensimismamiento.

-Ya lo creo -le contesté sinceramente. Sabía lo que debía haberle costado dar aquel paso y me llenaba de orgullo que lo hubiera hecho, fuera cual fuera el motivo que lo hubiera causado.

-Sabes -me dijo cerciorándose que no había nadie cerca y posando entonces su mano en mi entrepierna- no sé qué me pasa pero estoy especialmente excitada hoy -me susurró en el oído.

-No tardes mucho en llegar a casa, vale cariño -me dijo separándose de mí antes de que alguien nos viera de esa guisa.

Yo sólo asentí afirmativamente, no tenía palabras en ese momento. Le di las llaves y salí disparado para el ascensor. Joder, qué ganas tenía de quitarme el trabajo de encima y volver a casa.