miprimita.com

Todo empezó como un juego 22

en Grandes Series

Todo empezó como un juego

 

 

Capítulo 22

 

Evidentemente me dejé convencer por mi mujer para acudir a aquel club de intercambio y, como había intuido, no íbamos a postergar mucho la visita a ese lugar. Sara quería que fuéramos al día siguiente, viernes. Como había anulado el encuentro con Rubén y Judith teníamos la tarde libre y como, según ella, su intención era solo ver cómo era el lugar pues teníamos tiempo de sobra aquella noche.

A mí no es que me hiciera mucha gracia ir a aquel club aunque era evidente que tenía sus ventajas. De aquella manera disfrutaríamos de la vida que acabábamos de descubrir y sin la influencia perniciosa de aquel trío formado por Rubén, Judith y Daniela de los que cada vez me fiaba menos.

Y ese era otro de los motivos para ir a aquel club.  Por un lado, sentía curiosidad por conocer un sitio así, al que nunca ni en mis más remotas fantasías me hubiera imaginado pisar. Y por otro, descubrir qué tramaba Judith. Porque cada vez estaba más convencido que aquel sitio se lo había recomendado ella aunque desconocía con qué fin.

No sabía si pensaba hacer algo allí dentro, prepararnos alguna encerrona o simplemente era su forma de hacer que Sara continuara ligada a aquel mundo que ella le había hecho descubrir, que no se alejara y continuara acumulando nuevas experiencias, ganando tiempo mientras la convencía para aceptar a Daniela en nuestros juegos.

Sara ya dormía a mi lado mientras yo no dejaba de darle vueltas a todo aquello. La miré asombrado por el cambio profundo que se había producido en ella. Parecía mentira que en tan poco tiempo hubiéramos avanzado tanto, dejando atrás a las personas que éramos antes y que estaba seguro no seríamos capaces de volver a ser.

Habíamos empezado a jugar los dos, a un juego sumamente excitante que nos había llevado a disfrutar de sensaciones fantásticas que, poco a poco, habían ido subiendo de nivel hasta hacer cosas totalmente impensables meses antes: había permitido que le metieran mano a mi mujer con mi consentimiento, habíamos follado en un lugar público y en un hotel con las ventanas abiertas pudiéndonos ver cualquiera, habíamos fantaseado con terceros hasta que decidimos convertir esa fantasía en realidad aceptando aquel intercambio que tan buen sabor de boca nos había dejado.

Sí, aquello había supuesto un antes y un después en nuestro juego. Después de eso ya no había vuelta atrás y los dos éramos plenamente conscientes de ello. De ahí las ansias de Sara por buscar una alternativa al intercambio frustrado con Rubén y Judith. La experiencia le había gustado demasiado como para dejarla ir y no volver a repetirla.

Y yo, sinceramente, tampoco quería volver atrás. También me había gustado aquello, quizás no tanto como a Sara por los temores que me acompañaban siempre, mis indecisiones a verla con otro hombre y más, uno como Rubén, claramente mejor amante que yo.

Me dejé caer sobre la cama, intentando conciliar el sueño y buscando el contacto con el cuerpo de mi mujer, abrazándome a ella y sintiendo su calor, ese calor que recordé esa misma tarde había sentido su amiga con la que había pasado buena parte de la tarde. Otra cosa impensable, mi mujer teniendo sexo con otra mujer. Me dormí pensando en qué otras cosas iba a sorprenderme viendo hacer a mi mujer.

Nos levantamos los dos con el sonido del despertador y empezamos a prepararnos para una nueva jornada laboral aunque aquella iba a ser especial, una jornada de despedida y de nervios. De despedida porque los dos sabíamos que era el último día que íbamos a pasar juntos antes de nuestra separación forzosa del fin de semana en que ella iba a irse a Sevilla con su jefe por trabajo. O al menos eso esperaba yo.

Y de nervios porque esa noche íbamos a probar una nueva experiencia aunque yo aún albergaba la esperanza que Sara mantuviera su palabra y la cosa no pasara de tomar una copa y tomar contacto con el lugar, mirar si nos gustaba el ambiente para volver otro día con más tiempo para disfrutar con calma de la experiencia.

Pero claro, conociendo a Sara no podía descartar nada. Era un cúmulo de sorpresas y cuando salía a relucir la Sara viciosa y desinhibida que llevaba en su interior, aquella que se dejaba llevar y se entregaba por completo a las situaciones sexuales con las que se iba encontrando, cualquier cosa podía pasar.

No tardamos en estar listos y partimos hacia el trabajo, como no conversando sobre lo sucedido el día anterior y lo que nos esperaba esa noche.

-¿Estás nervioso cielo? –me preguntó Sara nada más nos metimos en medio del tráfico de primera hora.

-¿Por qué? ¿Por lo de esta noche? –Pregunté aunque intuía a qué se refería- ¿por qué debería estarlo? Vamos solo a tomar una copa ¿no?

-Sí, claro. Esa es la idea pero el otro día fuimos a casa de Judith a hablar y mira como acabamos… -me recordó ella.

-Eso es verdad aunque tienes que reconocer que eso fue culpa tuya… -le dije sin rencor alguna.

-Cierto, mea culpa aunque tú bien lo disfrutaste… -me dijo reconociendo lo innegable- bueno, no creo que ninguno de los dos tengamos nada que reprocharle a esa velada sino no estaríamos planeando lo de esta noche…

-De nuevo tienes razón –le dije mientras seguía conduciendo- mira Sara, no voy a ponerme nervioso por algo que no sé si va a suceder…

-¿Y si sucede? –me preguntó planteando la posibilidad que algo pasara.

-Pues ya veremos ¿no? –le dije con sinceridad- no sabemos con qué nos vamos a encontrar pero, si por alguna casualidad, surge la oportunidad de hacer alguna cosa ya decidiremos entonces, entre los dos… porque en esto estamos los dos juntos…

-Por supuesto, eso siempre –me dijo cogiéndome la mano libre- nunca podría haber hecho todo esto si tú no estuvieras a mi lado…

-No estoy muy seguro de ello… -le dije con una sonrisa- ayer no estaba y bien que pasaste un buen rato con tu amiga…

-¿Estás enfadado por ello? –Me preguntó algo nerviosa- ayer pensé que te había gustado que hubiera hecho algo así…

-No estoy enfadado pero reconozco que me hubiera gustado verlo –contesté yo- menudo espectáculo debió ser…

-Seguro que lo hubieras disfrutado –dijo divertida- y te prometo que la próxima vez que me enrollé con otra mujer procuraré que estés delante para verlo.

-Te tomo la palabra –repliqué yo- la verdad es que me sorprendiste con tu recibimiento…

-¿Te das cuenta de lo mucho que hemos cambiado? –preguntó ella recordándome los pensamientos que tuve la pasada noche- no me puedo creer que estemos a punto de visitar un club de intercambio…

-Lo sé aunque debes reconocer que tú más que yo –le dije mirándola fijamente- yo tengo la sensación como que voy a remolque tuyo, intentando seguir tu ritmo…

-¿Te arrepientes de algo? –Me dijo devolviéndome la mirada- ¿Has hecho algo que no querías hacer con tal de poder adaptarme a mí, seguir mi ritmo como dices tú?

-No, creo que no aunque quizás lo hubiera hecho de otra forma –le dije sincerándome- estoy encantado con lo que estamos haciendo, no quiero que pienses que esto no me gusta y que lo hago solo por seguir contigo, por complacerte. He disfrutado de todas las cosas que hemos hecho juntos pero, quizás, me hubiera gustado hacerlo de forma algo más lenta y sosegada y, puede, con otra gente…

-Entiendo –dijo quedándose en silencio- si crees que vamos demasiado deprisa podemos anular lo de esta noche…

-De ninguna manera, ya te he dicho que sí y es que sí –le dije con firmeza- pero solo una copa y no nos iremos muy tarde… recuerda que mañana empiezo a trabajar a las seis de la mañana y en un turno de doce horas…

-De acuerdo… -dijo con una sonrisa y apoyando su cabeza en mi brazo- te prometo que intentaré portarme bien…

-Como si pudieras –le dije dándole un beso en su cabeza haciendo que ella riera.

No dio tiempo a más, llegamos al trabajo y nos fuimos cada uno a su lugar de empleo dispuesto a empezar una nueva jornada laboral. Como había pensado, el día se hizo largo pensando en lo que nos esperaba al salir de allí y no había manera que el tiempo pasara. Al menos ese día no se produjeron encuentros indeseados ni con Roberto ni con Daniela, evitando nuevos quebraderos de cabeza.

Al fin llegó la hora de salir y nos reencontramos en la salida, emprendiendo la vuelta a casa. Nuestra idea era llegar a casa y echarnos una siesta, dormir algo para poder estar algo más de tiempo en aquel lugar que hasta las diez de la noche no abría y no perder horas de sueño que tanto íbamos a necesitar al día siguiente.

Pusimos el despertador para que nos avisara a las ocho, dejándonos un par de horas para acicalarnos para acudir a aquel club e investigar el ambiente que allí había. Por suerte, conseguimos conciliar el sueño y dormir algo más de dos horas antes que el despertador sonara haciendo que nos pusiéramos las pilas, duchándonos y vistiéndonos para nuestra salida nocturna.

Aunque fuéramos con la idea de tomar solo una copa, los dos nos vestimos con nuestras mejores galas. Yo con unos tejanos ajustados y una camisa negra de manga corta que me quedaba como un guante y Sara, bueno ella estaba espectacular, como siempre. Para esa noche escogió un vestido negro de tirantes, de tela ligera y con poco escote aunque con su espalda al descubierto, haciendo que hubiera optado por no llevar sujetador y sus pechos se insinuaban de forma sugerente a pesar de la falta de escote. Y para completar la estampa, unos tacones altos que realzaban sus piernas y trasero. El pelo recogido y una fina capa de maquillaje completaban la imagen espectacular de mi mujer.

-Joder Sara –dije admirando su belleza- así va a ser imposible solo tomar una copa… todos los tíos van a querer follarte…

Ella sonrió halagada por mis palabras y me dio un rápido beso por miedo a estropear su maquillaje.

-Tú tampoco estás nada mal… -me dijo observándome fijamente- mejor ábrete un poco la camisa y que se note el esfuerzo del gimnasio, cariño… quiero que todas esas mujeres sepan el pedazo de marido que tengo…

Hice lo que me había pedido y ella sonrió satisfecha con el resultado. Ya casi era la hora y nos dimos prisa en ir a buscar el coche con la intención de acudir al club a investigar un poco, satisfacer nuestra curiosidad.

El lugar estaba en la parte pudiente de la ciudad, una zona que nosotros no solíamos frecuentar pero que ahora me alegraba de visitar. Que el club estuviera en una zona así, significaba que su clientela debía ser más bien gente de posibles, evitando así la posibilidad de encontrarnos con gente conflictiva o quizás conocida.

No tardamos en llegar descubriendo que el lugar hasta contaba con un parking particular, evitando así que desde la calle alguien pudiera verte entrar en aquel sitio. Supuse que era una medida para mantener la privacidad de sus clientes, cosa que a mí me parecía perfecta, haciendo que cada vez me gustara más aquel lugar y aún no había entrado en él.

Subimos hasta llegar a un mostrador donde nos recibió una chica sonriente que se presentó enseguida como Raquel.

-Vosotros sois nuevos ¿verdad? Estoy segura de no haberos visto nunca por aquí… -nos dijo amablemente.

-Sí, es la primera vez que venimos a un sitio así… queríamos echar un vistazo y ver cómo funcionaba esto… -dijo algo nerviosa Sara.

-Claro, es lo normal –dijo ella supuse que acostumbrada a esas cosas- pero, como veréis, este club es un poco selecto por el tipo de clientela que tenemos y solo aceptamos gente bajo recomendación…

Vaya, con eso no habíamos contado y parecía que nuestra salida iba a acabar antes de empezar. Tanta preparación y tantos nervios para nada…

-Judith Gómez –dijo Sara para mi sorpresa y haciendo que me la quedara mirando fijamente, viendo cómo le alargaba una tarjeta del club con algo escrito en ella.

-Ah Judith… una vieja conocida por estos lares –dijo Raquel cogiendo la tarjeta e introduciendo unos datos en un ordenador que tenía delante de ella- entonces no habrá ningún problema…

Sara me miró algo ruborizada y yo aparté la mía, molesto con ella por haberme ocultado ese detalle. Ahora ya estaba seguro que había sido Judith quien le había recomendado el local y no ella navegando por internet como había pretendido hacerme creer.

-Bien, aquí tenéis unas tarjetas provisionales que os permitirán acceder a nuestras instalaciones y, si decidís a uniros nos, entonces ya os haremos una tarjeta definitiva –nos explicó la chica- ahora, si me seguís, os enseñaré las instalaciones…

Nosotros la seguimos hasta una zona que parecía un bar como otro cualquiera, solo que amueblado acorde al nivel de la gente que por allí pululaba. Estaba casi vacío, solo un chico estaba sentado en la barra que se nos quedó mirando mientras pasábamos y una pareja sentada en uno de los reservados que también se fijaron en nosotros.

-Como veis, esta es la zona común para romper un poco el hielo entre la gente –nos dijo Raquel mientras nos guiaba a través de aquella sala- aquí la gente toma algo y establece contacto antes de pasar a otras zonas más íntimas o no… eso depende del gusto de cada uno.

-Quiero que os quede claro que aquí nadie está obligado a nada –nos recalcó justo antes de salir de aquella sala- hay gente que viene, se toma una copa y se va y no pasa nada. Si no queréis hacer algo o no estáis preparados para ello, lo decís y punto, todos os van a respetar…

Sara y yo afirmamos aceptando de buen grado lo que nos contaba Raquel. Era un consuelo saber que, si solo queríamos tomar una copa, no pasaríamos de aquella sala parecida a cualquier otro pub al que hubiéramos podido ir, sin nadie que nos atosigara o molestara con proposiciones indeseadas.

-Bien, ahora antes de pasar al resto del club pasaremos por las taquillas para que dejéis vuestras cosas… y no me refiero a vuestras ropas jajaja –Raquel rió con ganas- teníais que haberos visto vuestras caras… aunque tengo que reconocer que no me importaría mucho veros desnudos, estáis muy bien los dos…

Sara se ruborizó ante el escrutinio de nuestra guía y yo solo pude sonreír como un tonto ante su halago. A decir verdad, a mí tampoco me importaría verla desnuda a ella pero, por desgracia, era una cosa que no iba a pasar.

-Ahora en serio –dijo recobrando su aire profesional- antes de entrar en las siguientes salas es obligatorio que todo el mundo deje sus cosas en su taquilla correspondiente. Sobretodo móviles, es por seguridad. La cuestión de la ropa, ya es decisión de cada uno depende de lo que venga a hacer. Si solo entráis a mirar, evidentemente no hace falta desnudarse. Y si vais a uno de los reservados, tampoco porque podéis hacerlo allí… ah se me olvidaba, dentro de la taquilla hay un albornoz así que no iréis completamente desnudos paseándoos por ahí… ¿alguna duda?

-Creo que no –dije yo hablando por primera vez.

-Pues tomad vuestras llaves y dejad dentro los móviles, cartera, llaves y demás para poder pasar a enseñaros el resto del local –nos apremió Raquel.

Le hicimos caso y, una vez guardadas nuestras cosas, proseguimos nuestra ruta.

-A este lado, como veis, disponéis de unos reservados donde compartir una copa y, si queréis algo más. Aquí es donde vienen directamente la gente con más experiencia o que ya han quedado previamente con alguien, saltándose la primera sala. Por este pasillo –dijo adentrándose por él- llegamos a la piscina donde está terminantemente prohibido tener sexo por razones obvias… si os apetece algo de sexo acuático tenemos reservados con jacuzzis donde probar esa experiencia… -dijo guiñándonos el ojo con complicidad.

-Esta es la sala común –dijo entrando en otra sala enorme con varias camas redondas, también enormes- supongo que no hace falta que os diga qué es lo que se hace aquí…

-No pero ¿para qué sirven esos sofás que hay alrededor? –preguntó con curiosidad Sara preguntando lo que yo también me estaba cuestionando.

-Verás, aquí viene gente con toda clase de gustos. Hay gente que le gusta mirar como otras tienen sexo y luego están los maridos consentidores, que disfrutan viendo cómo hacen gozar a sus mujeres…

-Y los sofás son para que no pierdan detalle… -acabó la frase Sara.

-Exacto. Miran y se masturban viendo disfrutar a sus mujeres –acabó de explicar Raquel-bueno, pues si me seguís ya solo nos queda por visitar las salas privadas.

La seguimos y nos llevó a un largo pasillo con puertas a ambos lados, abriendo la primera y haciéndonos entrar dentro.

-Y estas son las habitaciones privadas, donde disfrutar del sexo con intimidad. Una vez dentro, le dais a este botón y se enciende una luz fuera que indica que está ocupado y nadie entrará sin vuestro permiso –nos explicó- como veis, dentro tenéis una buena cama, un armario donde dejar vuestra ropa e incluso un baño para asearos antes de salir. Aclararos que esta es una de las habitaciones simples. Hay otras que disponen de jacuzzi como ya os he contado antes y armarios con utensilios para hacer la experiencia más intensa…

Sara y yo nos miramos pero no nos atrevimos a preguntar qué clase de utensilios era de los que hablaba aunque creo que una idea nos podíamos hacer.

-Bien, si no tenéis ninguna pregunta podemos volver a la recepción y decidir si os quedáis un rato, teniendo que pagar la cuota de entrada o bien iros, pensar en si esto es lo que buscabais o queríais… -dijo Raquel.

Yo miré a Sara y no hizo falta hablar nada, estaba claro que a ella le había gustado lo que había ido viendo y tenía ganas de quedarse un rato más, ver el ambiente cuando fuera llegando la gente ya que aún era temprano.

-Creo que nos vamos a quedar un rato más… -dije yo.

-Perfecto –dijo con alegría Raquel- ya veréis como os lo pasáis bien. Ahora la cosa está tranquila porque es pronto pero dentro una hora…la cosa se pondrá que arde…

Ella rio y nosotros nos unimos a su risa, siguiéndola de vuelta a recepción para pagar la entrada. Cuando regresamos, la pareja había desaparecido y solo quedaba el mismo chico que habíamos visto la primera vez que habíamos pasado.

-Una pregunta –le dije a Raquel- ¿se puede venir aquí solo, sin pareja? Es que como he visto un chico solo…

-Nosotros fomentamos el acudir en pareja pero también pueden acudir gente soltera –nos explicó ella- solo que ellos tienen limitado el acceso a la zona del bar. Para entrar dentro, tiene que ser acompañado por una pareja que quiera hacer un trío o lo que sea que les apetezca… ¿aclara eso tu duda? ¿Alguna otra pregunta?

-Yo sí tengo una pregunta –dijo Sara ruborizada- el personal también participa en… bueno… ya sabes…

Miré a mi mujer asombrado por su pregunta. ¿Le acababa de preguntar si ella estaba disponible?

-Jajaja –rió complacida Raquel- me alegro que te haya gustado, cielo pero mientras trabajo no puedo confraternizar con los clientes… otra cosa es fuera del horario laboral… mañana, por ejemplo, libro… si os pasáis estoy segura que podemos pasar un buen rato los tres –dijo mirándonos de forma pícara.

-Lástima que mañana no estemos –le replicó de forma coqueta Sara- aunque estoy segura que ya encontraremos un día que nos vaya bien a los tres…

-Eso espero guapa –dijo Raquel a ella para luego guiñarme el ojo sensualmente- que lo paséis bien…

Nos despedimos de ella y fuimos a sentarnos en uno de los reservados del bar, previo paso por la barra para pedir nuestras consumiciones.

-Joder Sara ¿de qué va todo esto? –le pregunté asombrado- primero lo de Judith y ahora te pones a coquetear con la recepcionista… ¿no dijiste que solo era a tomar una copa?

-Y eso es lo que estamos haciendo, tomar una copa –dijo tranquilamente- no sé, me ha parecido guapa y he creído que te había gustado… y como ayer te quedaste con las ganas de verme en acción con Judith… pues había pensado en cumplir tu deseo…

-¿Y lo de Judith? ¿No decías que habías encontrado el sitio por internet? –le pregunté de nuevo algo molesto por su engaño.

-Lo siento, Carlos –se excusó mi mujer- cuando le dije a Judith que no pensaba repetir el intercambio con ellos por lo de Daniela, ella me preguntó que si nos había gustado la experiencia. Le dije que sí, claro y entonces ella me dijo que, si no quería con ellos, podía probar en un sitio que era donde había empezado ella en este mundo. Por lo visto fue aquí donde conoció a Daniela y Rubén…

-No me jodas, Sara –le dije enfadado- ¿y no se te ha ocurrido que puede ser una encerrona de ellos para encontrarnos aquí?

-Ya lo había pensado pero está descartado, por eso he decidido venir hoy –me digo con calma- al suspender nuestra quedada, ellos han ido a una de sus fiestas, orgías o lo que sean que, por lo visto, se celebra este fin de semana en Valencia… así que…

-Vale –dije algo aliviado al pensar que ninguno de ellos iban a aparecer por allí- pero debías haberme dicho desde el principio que todo esto era cosa de Judith…

-Hola chicos ¿os puedo invitar a una copa? –sentí una voz masculina que preguntaba.

Me giré y contemplé al chico que estaba sentado en la barra que se había acercado a nosotros con la intención de invitarnos y a saber qué más por las miradas lujuriosas al cuerpo de mi mujer. Miré a Sara y me pareció molesta por la presencia de aquel chico, incomoda ante el escrutinio nada sutil de aquel chico.

-Lo siento pero ya estamos servidos –dije alzando mi copa- de momento no buscamos nada…

-De acuerdo -dijo él algo decepcionado- si cambiáis de opinión, estaré por aquí…

Se retiró tan rápido como había aparecido y Sara suspiró de alivio.

-Gracias cielo –me dijo cogiéndome la mano- me ha dado grima como me miraba…

-Ya me lo ha parecido –dije acariciando su mano- aunque hay que reconocer que ojalá fuera tan fácil apartar a los moscones indeseables en otros lugares ¿no?

-En eso tienes razón. Ha sido decirle que no e irse sin rechistar –aseveró ella- en cualquier pub a estas horas ya habría perdido la cuenta de las veces que me habrían tocado el culo…

Los dos reímos recordando nuestro paso por Sevilla donde manosearon a su antojo a Sara. Parecía todo tan lejano…

Seguimos un buen rato hablando y comentando cómo iba llegando gente al local que, poco a poco, se iba llenando. Varios hombres solos se acercaron a nosotros que los rechazamos educadamente, por lo visto Sara no estaba por la labor y todo parecía que iba a quedar en lo que habíamos hablado, una copa y ver de primera mano el ambiente de un local de ese tipo.

-Hola chicos –dijo Raquel alertándonos de su presencia- os quiero presentar a unos amigos: Adrián y Paula.

Nos levantamos para saludar a los recién llegados escrutándonos mutuamente. Adrián era un tipo alto, debía rondar el 1,80. Su rostro, de rasgos severos y varoniles no se podía considerar atractivo pero tenía algo que llamaba la atención. Su cuerpo, esbelto y bien cuidado pero sin excesos, no delataba sus cuarenta y largos años que tenía. Un buen corte de pelo, una barba cuidada y un traje que dejaba entrever el buen nivel económico que disfrutaba hacían que Adrián, sin ser un hombre que llamara la atención, sí hacía que el conjunto fuera agradable a la vista.

Paula era todo lo contrario. Menuda, apenas 1,65 de altura, rubia, ojos azules, tez blanquecina, un cuerpo delgado donde resaltaban sus dos prominentes pechos, una retaguardia de ensueño y, sobretodo, aquel rostro angelical que parecía no haber roto un plato en su vida. Aunque claro, su sola presencia allí, demostraba todo lo contrario. Su vestido, también de marca, resaltaba todas y cada una de sus generosas curvas y el escaso maquillaje que usaba la hacían aparentar menos de los 27 años que tenía.

Nos dimos los besos de rigor y los invitamos a sentarse con nosotros, cada pareja a un lado de la mesa.

-Carlos, Sara… os dejo en buenas manos. Nos conocemos de hace tiempo y son gente de fiar y estoy segura que pasareis un buen rato juntos –nos dijo Raquel antes de despedirse de nosotros.

Raquel se fue y Sara y yo nos quedamos observando a la otra pareja que también nos observaba con curiosidad.

-Creo que es la primera vez que venís por aquí –rompió el hielo Paula- ¿Ya habíais hecho antes esto alguna vez? Lo digo porque Raquel nos ha dicho que veníais de parte de Judith…

-Bueno, sí… una vez –contestó Sara- hace unos días nos estrenamos con ella y Rubén…

-Pues menudo estreno… -dijo divertida Paula- aún me acuerdo de la primera vez que me folló Rubén… estoy segura que lo pasaste bien eh… aunque tú tampoco te podrás quejar, que Judith es una mujer de bandera…

-No, la verdad es que no –le contesté yo- aunque no sé si estuve muy a la altura…

-No le hagas caso –me defendió Sara- ella mismo me dijo que fue maravilloso y está deseando repetir la experiencia. Lo que pasa es que, al ser la primera vez, estuvo más pendiente de mí que de ella pero eso no quita que le echaras un buen polvo…

Yo la miré asombrado por el descaro de Sara, hablando de esa manera delante de aquella pareja a la que habíamos acabado de conocer.

-Vaya, pues lo tendré en cuenta por si decidís seguir probando nuevas experiencias –dijo con coquetería Paula haciendo que me ruborizara- por cierto ¿cómo le va a Judith? ¿Ya ha empezado en su nuevo trabajo?

Sara y yo nos miramos sin saber de qué nos hablaba  Paula y así lo entendió ella por nuestro gesto.

-Es que la última vez que coincidimos me dijo que estaba haciendo unas entrevistas para un nuevo trabajo y que, si todo salía bien, tendría que mudarse a Barcelona –nos explicó- pensaba que lo sabíais…

-Pues no, no sabía nada –dijo Sara algo sorprendida por aquella noticia- no me ha dicho nada…

-Bueno, yo no la conozco demasiado y tampoco a ti, no sé qué grado de amistad tenéis–dijo interviniendo por primera vez Adrián con su voz grave- pero quizás no te ha dicho nada hasta saber seguro si le daban ese trabajo, para no preocuparte…

-Sí, debe ser eso –dijo Sara animándose con sus palabras- ¿y vosotros qué? ¿Lleváis mucho tiempo con esto?

-Una eternidad –contestó él- yo empecé en esto bien jovencito, acompañando a mi prima que necesitaba una pareja para poder disfrutar de la experiencia y ya no pude dejar este mundo. Y Paula, pues desde que empezamos a salir… aun estabas en la universidad ¿no?

-Sí, así es –confirmó Paula- Adrián es dueño de varias revistas de moda y yo trabajaba de becaria en una de ellas, como ayudante de fotógrafa… fue así como nos conocimos…

-Pues nunca lo hubiera dicho –le dije sinceramente- no te lo tomes a mal pero tienes más pinta de modelo que de fotógrafa…

-Vaya, pues gracias por el cumplido aunque tampoco vas muy desencaminado que también he hecho mis pinitos al otro lado de la cámara… -dijo Paula.

-¿Tú nunca has probado a hacer de modelo? –le preguntó Adrián a Sara.

-¿Yo? –dijo sorprendida y ruborizándose- qué va… me moriría de vergüenza…

-Pues estoy segura que lo harías bien –le aseguró Paula- y sí, puede que la primera vez pases algo de nervios pero siempre puedes hacerlo con alguien de confianza…

-Claro, te las podría hacer Paula –continuó Adrián- seguro que saldrías perfecta, es muy buena en lo suyo…

-No sé, no me veo capaz de hacer algo así… -siguió dudando Sara.

-Pues es una lástima –dijo Adrián- porque realmente eres una mujer muy hermosa y las fotos iban a quedar muy bien, estoy seguro de ello…

Sara lo miró sonrojada, fijando sus ojos en aquel rostro varonil que acaba de piropearla.

-Bueno, chicos –dijo rompiendo el momento Paula- ¿Y qué os parece esto? ¿Ya le habéis echado un ojo a las instalaciones?

-Sí –contesté yo- tiene todo muy buena pinta aunque cuando lo hemos visto estaba todo vacío…

-Ah pues eso no puede ser –dijo levantándose Paula de su asiento- para que os hagáis una idea de cómo es todo esto hay que hacerlo en condiciones, así que vamos a dar una vuelta y disfrutáis de la experiencia como dios manda.

Adrián se levantó también y nosotros lo hicimos después, no pudiéndonos negar a su ofrecimiento. Paula se cogió de mi brazo para mi sorpresa y Sara no tuvo más remedio que hacerlo del brazo de Adrián que lideró el camino.

Nuestra primera parada fue la sala de los reservados, bastante más animada que en nuestra primera visita, y donde ya pudimos ver a varias parejas besándose en los reservados y alguna mujer viendo devorado sus pechos por su amante de turno.

-¿Te gusta lo que ves? –Me susurró Paula- pues esto no es nada… espera y verás…

Claro que me gustaba lo que veía. Notaba crecer mi polla bajo el pantalón viendo aquellas escenas  y más, por el morbo de no saber si aquellas personas eran pareja o no, que pudieran  estar besándose con otra persona que no fuera su marido o mujer.

Delante de mí, a escasa distancia, Adrián también susurraba algo en los oídos de mi esposa, que asentía a las palabras del hombre y reía divertida de algo que él acababa de decirle.

Proseguimos nuestro camino y llegamos a la piscina donde, aunque estaba prohibido tener sexo, eso no impedía que cuerpos de hombres y mujeres se besaran, se acariciaran y se tocaran… y desnudos. Si lo de antes me había excitado, aquello ya me la puso dura del todo y eso no pasó desapercibido para Paula.

-Veo que esto sí que te gusta, eh bribón… -dijo divertida- menuda empalmada llevas, Carlos… y parece que a Sara también le está gustando lo que ve…

Adrián y Sara, varios pasos por delante, parecían más juntos que antes. Él seguía diciéndole vete a saber qué en su oído, no haciendo ella nada para separarse de él hasta que, no viendo rechazo alguno, él la agarró por la cintura de donde ya no apartó la mano.

-A mí tampoco me importaría que me cogieras por la cintura…  -sugirió Paula y yo, de forma casi inconsciente, alargué mi mano hasta posarla en su cintura. Y de esa guisa, las dos parejas unidas de aquella manera, nos adentramos en la siguiente sala, la sala común donde estaban las camas redondas.

Lo que vi en aquella sala solo lo había visto en películas porno. Todas las camas estaban ocupadas. En una, el chico que nos había abordado nada más entrar, se follaba a una mujer madura mientras el marido se masturbaba viéndolos. En otra, dos parejas follaban juntas aunque algo me decía que no precisamente con sus respectivas parejas.

En otra, dos mujeres se comían mutuamente sus coños mientras sus parejas, ambos varones, mientras uno observaba la escena lésbica el otro le comía la polla con ganas. Y en la que estaba más cerca de nosotros, aquello era una orgía en toda regla.

Debía haber cómo cinco parejas, todos desnudos y copulando unos con otros sin hacer distinción alguna ni por sexo ni por edad. Desde un hombre de unos 60 años follando a lo perrito a una chica que no llegaría a los 30, dos hombres haciendo una doble penetración a otra mujer algo más madura y, de nuevo, otra relación homosexual. Esta vez eran dos hombres de unos 40 años que, mientras uno devoraba el coño de la que supuse pareja del hombre mayor, el otro le clavaba su polla por detrás.

Toda aquella concentración de sexo saturó mis sentidos, incapaz de asimilar lo que estaba viendo. Evidentemente, me excitaba lo que estaba viendo pero, por otro lado, todo aquello me asustaba. ¿Realmente era aquello lo que queríamos Sara y yo? Yo prefería algo más íntimo, saber con quién me acostaba y no lo que estaba viendo, un todo vale donde, sobre todo las mujeres, eran penetradas sin ton ni son sin saber muy bien quien lo estaba haciendo.

De nuevo me fijé en Sara que miraba absorta lo mismo que yo pero, al estar de espaldas, no podía ver la expresión de su cara, si le gustaba lo que estaba viendo o pensaba lo mismo que yo. Lo que sí vi fue a Adrián volcado sobre ella comentando lo que veían y la mano de su cintura bajando sutilmente hasta alcanzar su nalga donde la dejó.

Ella, al notar el contacto, pareció despertar de su letargo, mirando primero a Adrián y luego girándose buscando mi mirada. Sus ojos brillaban fruto de la excitación y parecían que, más que buscar si me molestaba que le hubiera metido mano Adrián, buscaba mi permiso para ir más allá. Fue en ese instante cuando supe que esa noche no iba a acabar allí, que no iba a ser solo una copa como me había prometido mi mujer.

-Parece que Sara quiere algo más… -me susurró por detrás Paula, abrazándome por la cintura y bajando su mano hasta casi alcanzar mi erección- creo que está deseando follar con Adrián…

Adrián, viendo la nula resistencia de mi mujer, no se conformó con dejar su mano allí sino que empezó a recorrer su culo con ambas manos, atrayendo a Sara hacía él y pegándola a su cuerpo. Ella me seguía mirando, como si aún esperara mi respuesta mientras recibía el acoso de las manos de Adrián. ¿Qué podía decir si ella estaba deseando acostarse con él y yo con Paula? Moví mi cabeza afirmativamente y ella sonrió, girándose y concentrándose en el ahora su amante.

Sara, imitando sus gestos, acarició por primera vez el culo de Adrián y ese fue el momento en que él se inclinó y buscó la boca de mi mujer que correspondió con ansia su beso. Delante de mí, viendo como mi mujer se besaba con aquel hombre al que acabábamos de conocer, mientras de fondo veía y escuchaba la orgía que tenía lugar a escasos metros, supe que no quería estar allí, no en aquella sala. Necesitaba algo más íntimo, algo más personal, por nada del mundo quería verme involucrado en algo como lo que discurría en aquella sala.

Sara debía pensar lo mismo porque, antes que pudiera abrir mi boca, vi cómo le decía algo al oído a Adrián y éste la cogía de la mano emprendiendo el camino a los reservados buscando algo más de intimidad para sus propósitos. Quise seguirla pero la boca de Paula cubrió la mía con el primer beso que me daba, mientras sentía aquel cuerpo angelical pero hecho para pecar pegarse al mío, incitándome con sus generosas curvas.

-Vamos –me dijo Paula cogiéndome de la mano y guiándome hacía el reservado por donde habían desaparecido Adrián y Sara.

Cuando entramos, vi a Adrián besando a Sara cuello abajo mientras sus manos hacían deslizar sus tirantes, dejando al descubierto sus pechos que no tardó en alcanzar con su boca, metiendo en su hambrienta boca sus pezones que se endurecieron con el contacto de su lengua y labios.

Sara, con los ojos cerrados disfrutando de sus caricias, ni se percató de nuestra presencia, dedicada como estaba en acariciar la cabeza de su amante y buscar con premura su miembro, palpar su dureza.

De nuevo sentí el cuerpo de Paula abrazarme por detrás, observando también a los dos amantes pero sin quedarse ociosa, todo lo contrario. Buscó el cierre de mi cinturón, luego el del pantalón y, antes de darme cuenta, mis ropas caían al suelo haciendo que mi erección saltara como un resorte, cogiéndola ella al instante y empezando a masturbarme.

El vestido de Sara cayó al suelo, quedando vestida únicamente con el tanga que se había puesto esa noche, y Adrián contempló el escultural cuerpo de la mujer que sabía se iba a follar esa noche. Mi mujer, satisfecha con el escrutinio positivo de Adrián, se arrodilló y empezó a desnudar al hombre que tenía delante, buscando averiguar si lo que ocultaba bajo el pantalón correspondía a lo que ya había palpado.

Enseguida su polla salió a relucir, una polla de similar tamaño al mío y nada que ver con el pollón de Rubén, pero a ella le dio igual y no tardó en introducirlo en su boca, iniciando una felación que hizo enloquecer a Adrián que gemía complacido con las artes orales de mi esposa.

-Parece que Adrián está disfrutando con tu esposa… -dijo con lascivia Paula abandonando mi masturbación- ahora te toca a ti hacerlo con la suya…

Se arrodilló como había hecho antes mi mujer y sujetó con su pequeña mano mi polla completamente erecta, sacando su lengua para lamer mi glande y ensalivar el duro tronco de mi miembro. Miré a Paula, a aquella rubia de generosas formas, cuya mirada penetrante de ojos azules relucía fruto de la intensa excitación que la recorría y supe que aquella iba a ser una noche que no iba a olvidar en mucho tiempo.

Paula metió mi verga en su boca y empezó a moverse, tragándose casi por completo todo mi miembro mientras observaba a mi mujer haciendo lo mismo con Adrián. Mi excitación era máxima, estaba disfrutando de la excelente mamada que me estaba haciendo Paula y no había ni rastro de los nervios y las dudas de la primera vez, no sabía si por el hecho de ser unos desconocidos o por haber roto el tabú inicial de ver a mi mujer con otro hombre.

Y cuando Sara me miró, conectamos nuestras miradas sabiendo que estábamos juntos en aquello, que ella estaba bien viéndome con Paula como yo viéndola con Adrián y que ya no íbamos a parar aquello, que los dos queríamos más.

Adrián, no queriendo correrse todavía, apartó de su polla a Sara para alzarla y besarla, arrastrarla hasta la cama donde se deshizo de la escueta tela que aún ocultaba su sexo, para inmediatamente volcarse en él y devorar sus labios, succionar su clítoris y penetrarla con sus dedos buscando proporcionarle el mismo placer que ella le había dado.

-Necesito que me folles –me dijo Paula, levantándose y yendo hacia el armario de dónde sacó un par de preservativos, dándole uno a su pareja para luego venir a colocarme el otro a mí.

Mientras lo hacía, después de haberme empujado sobre el sofá que había en aquella estancia, vi a Adrián haciendo lo propio con su polla preparándose para penetrar a mi mujer. En ese momento, en ese breve parón, Sara volvió a buscarme con la mirada y vi a aquella Sara que tantas veces tomaba las riendas últimamente, la Sara viciosa y desinhibida, la mujer que no iba a parar hasta quedar completamente saciada y satisfecha.

Adrián se colocó entre las piernas abiertas de mi mujer que lo esperaba ansiosa, como delató el intenso gemido que escapó de su garganta cuando su polla empezó a horadar su coño, penetrándola sin compasión, con premura, delatando también la intensa excitación de Adrián, sus ganas de follarse a mi mujer.

Paula, totalmente desnuda, se colocó sobre mí dejándose caer sobre mi polla, empalándose en ella, gimiendo también como Sara al sentirse penetrada de aquella manera. Yo, viendo la imagen de mi mujer siendo follada en la cama por Adrián y gozando de las sensaciones que me transmitía mi polla horadando aquel estrecho coñito, me entregué por completo enterrando mi cabeza en las soberbias tetas de Paula

-Joder sí… cómemelas, Carlos… -me animaba Paula viendo que, por fin, me entregaba a ella, correspondiendo a sus gestos, participando en aquel polvo donde, hasta ese momento, solo me había dejado hacer.

Chupé sus tetas, lamí sus pezones, recorrí con mis manos su espalda desnuda hasta posarlas en sus nalgas, que amasé casi con violencia, marcando mis dedos en su pálida piel. Aquello le gustaba a una desatada Paula que incrementó su cabalgada, botando sin descanso sobre mi polla que taladraba el coño más bien estrecho de la excelsa rubia.

De fondo, los gemidos de Sara me llegaban aunque nada que ver con los que le había provocado Rubén pero era evidente que lo estaba disfrutando. El traqueteo de la cama y los bufidos de Adrián acompañaban a los sonidos que se escapaban de la garganta de mi esposa pero nada que ver con los gritos de Paula, totalmente fuera de sí.

Llevé mi mano a su cara, dándole a chupar mi dedo que lamió con lascivia como si fuera una polla, bajando luego el dedo lubricado que metí en su culo, penetrándola al ritmo de su cabalgada.

-Me matas, Carlos… no pares, por dios, no pares… -suplicó que continuara perforando su culo con mi dedo.

En la cama, un largo gemido de Sara me delató que acababa de correrse pero aun así, seguí escuchando el sonido de la cama y el chocar de sus cuerpos, haciéndome ver que Adrián aún estaba lejos de hacerlo.

-Me corro… me corro… -anunció Paula intensificando aún más su cabalgada y corriéndose casi al instante, dando un largo grito y dejándose caer sobre mi cuerpo, inerte pero completamente saciada.

Con una Paula inerte sobre mí, pude contemplar con tranquilidad lo que sucedía en la cama donde un desatado Adrián arremetía con intensidad entre las piernas de Sara, una Sara que se abrazaba a él buscando el máximo contacto entre los dos, intensificando el roce de sus cuerpos y acercándolos inexorablemente al éxtasis.

Abrazado a Paula, lleve a ésta a la cama y la coloqué junto a la otra pareja, empezando a penetrarla de nuevo, de forma dura y sin darle tregua, arrancándole de nuevo aquellos gritos con que ella expresaba el placer que sentía.

Mientras la follaba de forma salvaje, podía observar el rostro de Sara que, al notar nuestra llegada a la cama, había abierto los ojos y no dejaba de observar mi rostro congestionado por el esfuerzo que realizaba mientras me follaba a Paula y el rictus de placer de la rubia, aumentando aún más su excitación.

Un largo gemido y su cuerpo agitándose me indicaron que Sara acababa de alcanzar un nuevo orgasmo, un orgasmo intenso y satisfactorio, dejándose llevar por el placer y cerrando de nuevo sus ojos. Adrián, bufando como un toro, dio un último empellón y empezó a correrse, apoyándose levemente sobre el cuerpo de mi mujer que lo recibió con un cálido abrazo. Enseguida se levantó, se deshizo del condón cargado y se tumbó junto a Sara, acariciando sus pechos y besando su cuello, su hombro, nunca su rostro que estaba girado hacia nosotros de nuevo.

-Dame más… más fuerte, Carlos… rómpeme entera… -me rogaba Paula.

Sus manos recorrían desde lo alto de mi espalda hasta mi culo donde me clavaba las uñas, sus piernas estaban cerradas impidiéndome escapar y alentándome a seguir empujando, su rostro demudado por el placer era la viva imagen de la lujuria y por su garganta se alternaban los gemidos con las peticiones exigiendo más, más duro, más fuerte.

Y yo se lo daba. Por ver a aquel ángel convertido en diablo y por ver el rostro de Sara demudado por la lujuria y la excitación, porque sí, mi mujer se estaba excitando sobremanera viendo como hacía gozar a aquella mujer a la que apenas hacía unas horas que conocíamos.

-Me corro… otra vez… dios, me estás matando… -aulló Paula a la vez que alcanzaba otra orgasmo, aún más intenso que el anterior y se dejaba caer sobre la cama, totalmente rendida por el placer recibido.

Yo estaba a punto y, como colofón, saqué mi polla de su interior, quitándome el preservativo y empezando a masturbarme ante el rostro expectante de Paula y de vicio de Sara. Por fin me corrí, lanzando mi miembro los trallazos de esperma sobre los pechos generosos de Paula, su vientre plano y, en menor medida, sobre el vello rubio de su pubis.

Y Paula, no queriendo desperdiciar aquel regalo, se restregaba mi esencia por la pálida piel de su cuerpo desnudo, empapándose aún más con mis fluidos. Sara, no aguantando más y cachonda perdida, se levantó de la cama cogiendo de la mano a Adrián.

-Vamos, quiero que me folles en el jacuzzi –le dijo para su alegría.

Los dos se internaron en el baño y yo me tumbé en la cama junto a Paula que no tardó en abrazarse a mí, acariciando mi pecho y bajando juguetona hasta rozar mi entrepierna que perdía fuelle después de la descarga.

-Hacía tiempo que no me corría así –me confesó ella- ¿Tú qué tal? ¿Te ha gustado?

-¿Tú qué crees? –Le dije satisfecho- me acabo de follar a una preciosidad como tú, te he proporcionado varios orgasmos y me he podido correr encima de tu cuerpo… ¿acaso se puede pedir más?

-Tú dame unos minutos y ya verás como sí… -dijo divertida- sabes, me gustaría que esto no fuera cosa de una sola vez… ¿tú crees que Sara estará de acuerdo con ello?

-¿Responde eso a tu pregunta? –le contesté mientras ambos escuchábamos los gemidos de los dos dando rienda suelta a su pasión en el baño, cumpliendo así su palabra mi mujer de follarse a Adrián en el jacuzzi.

Ambos reímos y, mientras Paula permanecía en la cama recuperándose del reciente orgasmo, yo me levanté y me asomé al baño. Estaban los dos dentro del jacuzzi, Adrián sentado y Sara encima de él cabalgándole, sus brazos alrededor de su cuello para afianzar su postura y las manos de él perdidas bajo el agua, supuse que en sus nalgas, mientras su boca buscaba con hambre aquello pechos que no dejaban de subir y bajar.

En cuanto me vio, sus gemidos subieron de intensidad al igual que sus movimientos. Estaba claro que le gustaba que la mirara así, de esa manera, entregada a otro hombre que la estaba haciendo disfrutar.

-Oh sí, Adrián… qué bien me follas… -gritó mientras me miraba y entregada por completo a aquella morbosa situación.

-Me alegro que estés disfrutando con mi novio –dijo Paula apareciendo por detrás- ahora le toca a él ¿no crees?

Y sin más dilación, volvió a arrodillarse para tragarse mi polla que colgaba inerte después del reciente polvo. Pero la boca de aquella rubia obraba milagros y pocos minutos después mi miembro ya se alzaba orgulloso y listo para otra ronda.

Y mientras en el jacuzzi una Sara desatada veía como Adrián la llevaba a un nuevo orgasmo y se quedaba quieta sobre él, tuvo que observar como yo alzaba a Paula del suelo, la empujaba contra la pared del baño donde ella apoyó sus manos, para seguidamente clavarle mi verga sin más dilación.

El alarido de puro goce que exhaló la rubia fue el detonante para que Sara se saliera de encima de Adrián, apoyara sus manos en el borde del jacuzzi dándole la espalda a Adrián que no necesitó muchas indicaciones  para saber qué esperaba mi mujer de él. Adrián la penetró con vehemencia  provocando otro gemido de goce de mi esposa, disfrutando tanto de la follada como de ver como yo me follaba a Paula.

-Fóllame… no pares de follarme–me suplicó una Paula anhelante con mi verga encajada en su coñito al haberme parado para contemplar lo que hacía mi mujer.

Y eso hice durante los siguientes diez minutos. Follarla con todas mis fuerzas, con mis manos a veces sujetando sus portentosas tetas y a veces aferradas a su cintura, dándole nalgadas cada poco que la encendían aún más, arrancándole toda clase de gemidos, gritos y súplicas de su garganta que estaba seguro que Sara debía estar disfrutando desde el jacuzzi mientras recibía lo suyo por parte de Adrián.

Sara fue la primera en correrse, gritando su orgasmo y buscando competir en esa faceta con Paula a la que le gustaba exteriorizar el placer que sentía de forma desaforada. Adrián lo hizo a continuación, sacando su polla del interior de Sara y empezando a escupir su semen sobre la espalda arqueada de mi esposa y sus nalgas.

Paula, de nuevo con un largo alarido, anunció su orgasmo provocando que Sara saliera del agua y viniera a nuestro encuentro, mirándome con unos ojos que eran puro fuego. Y yo, apunto de alcanzar el mío, saqué mi polla de su interior mientras empezaba a masturbarme, contemplando como Paula se arrodillaba buscando que descargara de nuevo sobre su cuerpo desnudo.

-Ven aquí conmigo –le dijo Paula cuando vio la cara de Sara que, sumisa, obedeció arrodillándose a su lado.

Aquello ya fue demasiado para mí y con un estertor que salió del fondo de mi cuerpo, empecé a soltar mi leche sobre el cuerpo de aquellas dos bellas mujeres, salpicando sus pechos y sus caras con mi simiente. Que yo recordara, era la primera vez que mi mujer me dejaba correrme sobre su cara y vaya si lo disfruté.

Nos acabamos por meter en el jacuzzi los cuatro, para limpiarnos un poco y descansar algo después del esfuerzo realizado, esta vez cada uno al lado de su pareja y comentando lo ocurrido, la experiencia disfrutada. Pero no pudimos estar mucho rato, era tarde, más tarde de lo que teníamos previsto quedarnos allí y debíamos volver a casa, intentar dormir algo ante lo que nos esperaba al día siguiente.

-¿Ya te vas? –me preguntó Paula cuando me vio salir del agua dispuesto a ir a buscar mi ropa para vestirme.

-Sí, Sara mañana tiene que salir de viaje a primera hora y yo empiezo a trabajar a las seis de la mañana –le expliqué- no pensábamos quedarnos hasta tan tarde…

-Es una lástima –me dijo ella atrayéndome hacia ella y dándome un beso intensísimo que por un instante me hizo dudar de todo, olvidarme de todo y volver a la cama con aquella preciosidad- espero que volvamos a vernos…

Y yo también lo esperaba. A pesar de mis reticencias iniciales, que solo había ido a ese local con la intención de tomar una copa y saciar la curiosidad de Sara, aquel encuentro había sido toda una sorpresa, una muy agradable, diría que incluso mejor que el de Judith donde me vi atenazado por los nervios de la primera vez.

-Y yo también –le dije volviendo a besarla.

Cuando salí al dormitorio, allí estaba Sara repitiendo la escena pero con Adrián, besándose con intensidad como despedida de la noche vivida y, al contrario de lo que me sucedió con Rubén, no sentí absolutamente nada al verla besándose así con Adrián. No sabía si porque empezaba a acostumbrarme a ver a mi mujer en esas actitudes o por ser con alguien ajeno a nosotros, sin ningún vínculo afectivo que pudiera derivar en algo más.

Sara me vio y fue a separarse de él pero yo solo sonreí, empezando a vestirme mientras ella acababa de despedirse de él. Cuando acabamos de vestirnos, salimos de allí acompañados por nuestros nuevos amigos que nos acompañaron hasta la puerta, donde nos despedimos de una sonriente Raquel.

-Veo que al final os habéis animado –dijo alegre- ¿lo habéis disfrutado?

-Mucho –dijo Sara- aunque la próxima vez espero que tú también te animes…

-Yo de tú no me lo pensaría mucho –contribuyó Paula- Carlos me ha hecho correrme tres veces…

-Vaya… primero Judith y ahora Paula… son demasiadas referencias buenas como para desoírlas… -dijo mirándome con curiosidad renovada Raquel- no veo el momento de estar con los dos para mí sola…

-Cuando quieras… -le dijo juguetona Sara y, ante mi sorpresa, se acercó y le dio un pico a la recepcionista que solo sonrió ante su atrevimiento.

Nos despedimos, fuimos a buscar el coche y salimos de allí camino a casa.

-Solo una copa eh… -dije yo al cabo de un rato.

-Esa era la idea –dijo ella- ¿te arrepientes?

-Para nada –dije yo- ha sido incluso mejor que con Rubén y Judith… menos nervios, menos tensión…

-Ya lo he notado jajaja –rio divertida- menudo polvo le has pegado a la tía… le has causado impresión…

-Ya te digo –dije mirándola y buscando en mi bolsillo de donde saqué una tarjeta que había encontrado al vestirme – Paula me ha dado una tarjeta con su número para que la llame…

Sara cogió la tarjeta y se la miró y yo a ella escudriñando su gesto por si había celos, enfado o algo pero no encontré nada, solo una sonrisa que empezó a dibujarse en su rostro.

-¿No te molesta? –le pregunté con curiosidad.

-Para nada –dijo y buscó en su bolso, sacando a su vez otra tarjeta- me la dado Adrián, por si queremos volver a quedar y por si me animo a lo de la sesión de fotos…

Los dos reímos divertidos por la situación.

-Espero que con lo de esta noche te queden pocas ganas de tirarte mañana a Roberto –le dije bromeando.

-Ya te digo que ninguna y espero que tú tampoco a Daniela… -continuó ella con la broma- a saber de lo que es capaz esa sabiendo que estas a solas y yo lejos de ti…

-Sabes que nunca te haría algo así ¿no? –le dije poniéndome serio.

-Eso espero –me dijo también seria- no podría perdonarte jamás semejante traición…

-Lo sé –dije buscando tranquilizarla- por si acaso me asaltan las dudas, ahora ya tengo a quien recurrir para aliviar mis calenturas… -dije señalando la tarjeta que me había dado Paula.

Y los dos volvimos a reír, pasando aquel breve momento de tensión y volviendo a disfrutar de la intensa compenetración que habíamos alcanzado esa noche. No tardamos en llegar a casa, desnudarnos y meternos en la cama para descansar algo ante el intenso fin de semana que nos esperaba por delante. Nos dormimos al instante, abrazados como siempre y más enamorados que nunca el uno del otro.