miprimita.com

Todo empezó como un juego 24

en Grandes Series

Todo empezó como un juego

 

 

Capítulo 24

 

Me costaba hasta respirar. Después de lo que había visto, lo que había oído, mi alma se resquebrajaba ante cada descubrimiento. Me levanté y fui a la cocina a remojarme la cara. Sabía que aún quedaba lo peor por venir, el maldito disco número tres, donde seguramente se consumaría la infidelidad si es que lo que ya había visto no se podía considerar como tal.

Sabía que Sara estaba cabreada pero no hasta ese punto. Lo de Roberto hasta lo podía entender, a ella le atraía y sabía que yo le odiaba. Tenía su venganza perfecta después de mi falsa infidelidad con Daniela. Pero lo de las drogas… eso me había descolocado por absoluto. Ella, que siempre había denostado de ellas, había dado el paso de probarlas ante mi estupor.

Y luego, claro está, estaba lo de la confesión que casi me fue infiel en aquel pub de Sevilla con el chico aquel que le había metido mano y del que ni me acordaba del nombre. Allí, en nuestras vacaciones, ya intuí que Sara perdía el control pero nunca me imaginé que hasta ese punto.

Pero claro, yo entonces desconocía que Daniela a través de Judith nos iba dirigiendo a su gusto y antojo y yo, cegado por mi amor y los placeres futuros, la alenté y animé a experimentar, a probar cosas nuevas, incitándola a descubrir a su nuevo yo. Esa nueva Sara, que había tomado las riendas de su vida cada vez más, que en Sevilla gracias a su odio hacia mí y las drogas había tomado el control absoluto de ella, desterrando a mi Sara a un oscuro lugar de su interior.

Volví al salón dispuesto a continuar con mi particular vía crucis, a ver lo que quedaba y que ya intuía, más como un castigo a pagar por mi parte de culpa en todo aquello que por el saber qué había hecho o con quién o cómo.

Saqué el segundo disco y metí el tercero con mi mano temblando, consiguiéndolo al fin y empezando la reproducción de lo que había sucedido la noche anterior, de cómo Sara destruía nuestro matrimonio y nuestra relación.

De nuevo, aquella maldita habitación de hotel que empezaba a odiar con todas mis fuerzas. Voces que escuchaba pero que no distinguía bien ya que debían estar en la entrada de la habitación, fuera del campo visual de la cámara del portátil. Lo único seguro era que eran más de dos.

Enseguida apareció en la pantalla la figura de Roberto, que miró de reojo a la pantalla como cerciorándose que todo funcionaba como debía y sonriendo ladinamente, una sonrisa dirigida a mí, de eso estaba seguro.

Se apartó un poco para mover la cámara hacia la puerta, enfocando hacia ella, mostrándome la figura de Sara besándose con un hombre que no sabía quién era. Se devoraban mutuamente la boca, las manos de él recorriendo cada centímetro del culo de mi mujer y las de ella, supuse que haciendo lo mismo, ya que desde esa perspectiva no se podía apreciar.

El hombre volteó a Sara con suma facilidad y la colocó contra la puerta de la habitación, dejando sus labios para besar su oreja, su cuello, siempre bajando, con lentitud, sabiéndola entregada y que disponía de tiempo para hacerla disfrutar. Y lo estaba haciendo. Por primera vez pude ver su cara, una cara donde solo tenía cabida el placer. Nada de remordimientos ni de estar haciendo algo que no quería. No, Sara quería aquello y estaba entregada por completo a complacer y dejarse complacer.

Él llegó al inicio de su escote, besando el surco de su canalillo, a la vez que una de sus manos hacía deslizar uno de los tirantes, dejando al descubierto el pecho correspondiente que él metió en su boca con avidez, arrancándole un largo gemido que oí con nitidez.

-Sí… sigue así, Borja… -salió de la boca de una entregada Sara.

Borja… sí, ahora lo recordaba. Aquel era el nombre del chico del pub de Sevilla, el que le había metido mano a su antojo y con el que, según acababa de enterarme, se había metido en el baño y tocado su polla, quedándose peligrosamente cerca de culminar su infidelidad. Cosa que, por lo visto, pensaba solucionar esa noche.

El otro tirante también fue retirado y el vestido cayó a sus tobillos, dejando a la vista sus dos pechos que un Borja dedicado lamía alternando el uno con el otro. Y al lado de la cámara, observándolo todo y sin dar muestras de querer participar, estaba Roberto cuya actitud me desconcertaba. Primero por no participar y segundo por compartir a mi esposa.

La cámara volvió a moverse, perdiendo de vista momentáneamente a la pareja y volviendo a ver la cama, aunque de fondo seguía escuchando los gemidos de los dos amantes. En la mesa, junto al portátil y dentro de mi campo de visión, Roberto volvió a sacar la dichosa bolsa preparando de nuevo otra ronda de cocaína.

Roberto esnifó una de las rayas preparadas y se movió en dirección a aquellos dos cuyos gemidos golpeaban mis oídos. Estos cesaron y no tardaron en aparecer los tres en la visual de la cámara. Borja, sin su camisa y el pantalón ya desabrochado, se acercó a la mesa donde también aspiró la droga preparada y Sara, cubierta únicamente con el escueto tanga que cubría su sexo, se sentaba en el filo de la cama.

-¿No quieres un poquito? –La alentó Roberto- la noche va a ser larga…

-Creo que no –dijo ella resistiéndose a su petición- ya he tomado antes y no quiero pasarme…

-¿Crees que te vas a volver una adicta por un par de rayas? –Le dijo divertido Roberto- anda, no seas mojigata y déjate llevar, disfruta de la noche…

-Y lo voy a hacer, pero a mí manera –dijo Sara- y ahora, si no te importa, creo que Borja y yo tenemos algo pendiente…

Borja sonrió satisfecho ante lo que venía y, antes de acercarse a donde le esperaba mi mujer, se quitó el pantalón, manteniendo el bóxer que apenas ocultaba su erección. Se acercó a Sara que, golosa, lamió el bulto que marcaba su ropa interior mientras sus manos acariciaban por encima de la prenda sus nalgas.

Tras unos breves instantes donde Sara lamió su verga por encima de la tela, pude ver cómo sus manos se colaban dentro del bóxer por la parte de atrás, acariciando su culo ahora sin ropa de por medio a la vez que la bajaba dejando al descubierto su trasero.

Sara, excitada por la situación, se apartó levemente de aquel manjar dándole un azote en el culo de él, para seguidamente seguir bajando la prenda, ahora de forma definitiva, liberando la polla de Borja que saltó como un resorte. Estaba claro que al chico le estaba gustando el trato que le daba mi mujer.

-De nuevo nos volvemos a ver –dijo Sara cogiendo su miembro y recordando la vez que lo hizo en el baño de aquel pub- aunque ahora no te voy a dejar escapar…

La rodeó con su mano y empezó a masturbarlo, gimiendo él de gusto ante las sensaciones que aquella paja le estaba provocando. En frente de ellos Roberto, mientras observaba la escena, empezó a quitarse la ropa manteniendo solo la ropa interior, donde se marcaba el bulto que delataba la empalmada que sufría.

-La chupa bien eh Borja… -dijo jocoso Roberto- seguro que ha valido la pena la espera… ojalá el cornudo de su marido estuviera aquí para verlo…

-No hables así de Carlos… -protestó levemente Sara.

-¿Por qué? ¿Acaso no es un cornudo? –Replicó él- se la estás chupando a un tío que no es tu marido, antes me lo has hecho a mí y, cuando acabes con la mamada, vamos a follarte los dos… es un cornudo en toda regla… como tú, Sarita… ¿Qué crees que estará haciendo ahora mismo Carlos en tu cama? Tendrá bien abierta de piernas a Daniela, follándosela como si le fuera la vida, chupando esos tetones que se gasta y riéndose los dos de ti…

Menudo hijo puta estaba hecho. Pero sus palabras dieron en el clavo, sus ojos brillaron de furia y arreció la mamada que le estaba dando a un afortunado Borja que no daba crédito a su suerte de poder gozar de aquella hembra que pensaba no iba a volver a ver.

-Eso es, Sarita –le animó Roberto- chupa como la zorra que eres, demuéstrale lo buena que eres chupando pollas, ponle unos buenos cuernos a Carlitos…

El ritmo de la mamada era brutal, la cabeza de Sara se movía con brío metiendo y sacando aquella polla de buen tamaño de su boca, con sus manos ocupadas jugando con su culo y sus huevos, haciendo enloquecer a un Borja que por su rostro estaba a punto de explotar.

-Joder… me voy a correr… -exclamó el sevillano.

-Córrete dentro –le ordenó Roberto- las buenas putas se beben la leche de sus machos y ésta es de las mejores…

Sara lo miró brevemente pero no parecía enfadada por sus palabras, más bien parecía excitada por la forma que la trataba su jefe, como si fuera algo de su propiedad y ella estuviera obligada a satisfacer sus deseos. El vaivén de su cabeza no cesó en ningún momento y no tardé en sentir un gemido agónico de Borja, mientras su culo se contraía adentrando aún más su polla dentro de la boca de mi mujer, que no dudé debía estar recibiendo la corrida de su amante en su garganta, tragándola sin descanso para complacer los deseos de Roberto.

Paré la reproducción incapaz de seguir mirando aquello. Sabía que iba a ser duro ver aquel DVD pero no me imaginaba que tanto y eso que lo que quedaba por venir iba a ser infinitamente peor. Necesita una copa… o dos. Fui al mueble bar y saqué la primera botella que encontré, vodka al parecer, echando un trago directamente de la botella. El ardor del alcohol me quemó por dentro pero alivió de alguna manera el dolor por lo visto.

Activé la reproducción, viendo como Sara seguía chupando aquella polla que había conseguido vaciar y que pretendía ahora reavivar. Borja, supuse que sabiendo que necesitaba algo de tiempo para recuperarse, se apartó de ella que lo vio alejarse hacia el baño.

-¿Y tú qué? –Preguntó mi mujer a Roberto- ¿te vas a quedar toda la noche mirando y hablando o vas a follarme de una puta vez?

Roberto sonrió contento con la actitud de mi esposa y se bajó el bóxer mostrando aquella polla que veía por segunda vez esa noche, una polla gruesa y enhiesta, lista para la batalla. Sara se relamió golosa y vi cómo se desprendía del tanga que aún llevaba puesto, quedando completamente desnuda.

Pero Roberto seguía queriendo más, hundir más a Sara, emputecerla más y, antes de ir a follarla como ella le había pedido, se acercó a la mesa, cogió parte de la droga que tenía preparada y la dispuso encima de su verga que mantuvo recta con la ayuda de su mano. Se acercó a una sorprendida Sara que no esperaba aquello y volvió a ordenarle como llevaba haciendo toda la noche.

-Chúpamela  –le dijo- cuando lo hagas, te follaré como  me has pedido…

No lo hagas, no lo hagas… susurré mientras veía aquella escena, rogando para que Sara no se rebajara más, para que no cayera en aquello que siempre había denostado…

Pero claro, aquella no era la Sara con la que me había casado, la Sara de unos meses atrás. Era la Sara de la última semana, la que no necesitaba mucho para excitarse, la ansiosa de sexo, la que siempre iba buscando sus límites y saber hasta donde era capaz de llegar. Y lo hizo, vaya si lo hizo. Su boca se abrió y la verga de Roberto entró en su boca, hasta donde fue capaz, llevándose consigo la droga allí dispuesta. Y lo que quedó sobre su polla que no pudo meter en su boca, lo lamió con su lengua hasta no dejar ni rastro del polvo blanco.

-Así me gusta, puta… -dijo divertido Roberto- ya sabía yo que eras una zorra de cuidado… anda, date la vuelta que te voy a follar como la perra que eres…

Sara, para nada molesta, se giró y gateó hasta colocarse a cuatro patas sobre la cama, ofreciendo su retaguardia a su jefe que meneaba su miembro esperando su momento. Yo, viendo todo aquello, solo pude dar otro trago a aquella botella intentando mitigar el dolor que todo aquello me estaba provocando.

Roberto se subió a la cama, detrás de una Sara que miraba hacia atrás esperando que su jefe la penetrara, viendo como él acercaba su miembro a su raja y la repasaba con él, arrancándole el primer gemido de su garganta.

-¿Quieres que te folle, Sarita? –Le dijo Roberto sabiéndola a su merced y queriendo humillarla, humillarme- Ruégame que te folle, pídeme que le ponga unos buenos cuernos a tu marido…

-Fóllame, Roberto… -le pidió- quiero que me folles…

-No es eso lo que te he pedido, Sarita –dijo haciendo amago de apartar su polla de su coñito ansioso.

-Nooo –imploró ella- fóllame como la puta que soy, soy una zorra infiel y quiero ponerle los cuernos a Carlos, ese cabrón que me ha traicionado… conviértelo en cornudo, Roberto…

-Eso ya está mejor, zorra –dijo acercando su polla hasta rozar la entrada de su gruta.

Su coñito brillaba fruto de lo húmeda que estaba, deseosa de recibir aquel trozo de carne en su interior. Enseguida lo hizo. Roberto no se demoró más y empujó hasta clavar su gruesa polla, sin protección alguna, en el coño de mi esposa.

-¡Joder, sí!… -gritó Sara al sentirse llena por su jefe- fóllame, por dios… no dejes de follarme…

Roberto asió sus caderas y empezó a follar a Sara, primero de forma lenta pero subiendo su ritmo de forma inexorable para, a los pocos minutos, follársela de forma ruda y salvaje. Me dejé caer en el sofá completamente derrotado, viendo cómo se culminaba su infidelidad y triunfaba el engaño de él que, sabedor que lo estaba grabando todo, había colocado a Sara de tal manera que no perdiera detalle de lo que sucedía en la cama.

Me mataba ver sus ojos entrecerrados disfrutando de la follada que le estaban dando, el gesto victorioso de él que lanzaba continuas miradas a la cámara mientras no dejaba de penetrar a Sara, azotar su culo y estrujar sus pechos bamboleantes. Moría al sentir las palabras que salían de su boca, buscando humillarme y no encontrar respuesta por parte de Sara.

-Ojalá estuviera aquí el cornudo de tu marido, viendo cómo te follo –decía mientras seguía arremetiendo contra ella- ¿te gustaría que te viera así? ¿Entregada a mí? ¿Disfrutando como una perra? Seguro que el muy cornudo hasta se la pelaría viendo a un hombre de verdad follándote cómo te mereces…

Ella no respondía, solo gemía con cada acometida suya que perforaba su coño anhelante de polla, dándole alas a seguir con su retahíla.

-Ahora eres mía, puta… mi puta… te voy a follar cuando y como quiera… -decía él- te voy a llenar tu coñito de leche siempre que me plazca y luego harás que el cornudo de Carlos se beba mi leche, que pruebe el sabor del hombre que complace a su esposa…

Sara se corrió con sus palabras, notando como se arqueaba su cuerpo y gemía desaforadamente pero ninguno de los dos hizo amago de parar, continuando con aquel polvo que se me estaba haciendo interminable. Y para acabar de empeorarlo, volvió a aparecer en pantalla el tercero en discordia, un Borja que debía hacer rato que estaba observando lo que sucedía en la cama y ya lucía una erección de campeonato.

Se acercó a la pareja de amantes, subiéndose a la cama cerca de la cara de Sara que ni se había percatado de su presencia, hasta que Roberto la alertó de ello.

-Abre la boca, puta –le ordenó- que hay más carne para comer…

Sara abrió los ojos, encontrándose con la polla de Borja al lado de su cara y, sumisa, abrió sus labios haciendo contacto con el miembro duro del sevillano. Éste se movió hasta encontrar la posición idónea para follar la boca de mi mujer mientras Roberto seguía penetrándola por detrás.

Cogí de nuevo la botella con mi mano temblorosa viendo la dantesca imagen que proyectaba la pantalla. Sara, a lo perrito, con Roberto taladrando su coñito desde atrás mientras Borja, agarrando su cabeza, la follaba la boca con avidez. Y Sara disfrutaba de cada minuto de aquel polvo que le estaban  dando, una nueva experiencia a sumar, una nueva fantasía cumplida ya que recordé que me había confesado su deseo de sentir dos pollas dentro de ella.

Sin parar la grabación, fui al baño a mear y refrescarme la cara. Aquello estaba siendo duro, muy duro. No sabía porque seguía martirizándome así pero sabía que iba a continuar haciéndolo, que tenía que ver hasta donde había llegado el nivel de depravación de mi mujer.

Cuando regresé al salón, nada había cambiado. Borja seguía follando la boca de Sara y un descompuesto Roberto arremetía con furia contra mi esposa a punto de alcanzar su clímax.

-Toma leche, puta… -dijo descargando en su interior para mi estupor y la nula oposición de Sara.

Roberto sacó su miembro de su interior y pude ver la mezcla de sus fluidos resbalar del interior de su coño, resbalando por sus muslos y empapando las sábanas de la cama. También la entrada de su coñito bien abierto por la gruesa polla de Roberto y como el cuerpo de Sara aún se agitaba fruto del último orgasmo alcanzado.

-Es tu turno –le dijo Roberto a Borja, que apartó rápidamente su miembro de la boca de Sara para tomar el relevo de Roberto.

No tardó el sevillano en estar colocado entre las piernas de mi mujer, que seguía como inerte aunque era plenamente consciente de lo que sucedía ya que, fue notar a Borja cerca de ella, y rodear sus brazos su cuello esperando la estocada de su miembro.

Lo hizo de golpe y sin miramientos, empezando a bombear con ganas a mi mujer que no protestó ante su rudeza. Supuse que con lo lubricada que estaba y abierta como la había dejado Roberto no sintió ningún dolor ante su ferocidad.

De nuevo gemidos, bufidos, el traqueteo de la cama, el chocar de sus cuerpos… al  menos esta vez no había palabras soeces, burlas hacía mí ni vejaciones hacia ella… solo sexo. Aunque no por eso era menos doloroso verlo…

Roberto lo miraba desde la distancia, tocándose su polla que se recobraba por momentos, previo paso por el escritorio a esnifar una nueva raya de polvo blanco. Pocos minutos después estaba listo de nuevo y se acercó a la pareja que no había dejado en ningún momento de follar en la cama.

-Túmbate en la cama con ella encima –le dijo a Borja- que me la voy a follar por el culo.

Borja abrazó a una Sara sorprendida y se volteó, quedando él debajo y ella encima ensartada en su polla, moviéndose nerviosa ante aquello que no se esperaba.

-No, por el culo no… -protestó Sara.

-¿Por qué no? ¿Acaso eres virgen? –Preguntó mientras metía un dedo en su ano- no, no es eso… esta puerta ya ha sido abierto… ah ya entiendo, este orificio estaba reservado para Carlos eh…

-Sí, es solo suyo… -protestó Sara removiéndose ante la intromisión en su culo.

-Era Sarita, era… -dijo Roberto mientras metía un segundo dedo- recuerda que el cornudo de Carlos te la ha pegado con Daniela y muchas veces, por cierto. Además, antes creo recordar que has roto con él así que ya no tienes ningún vínculo con él…y este agujero necesita un nuevo dueño –dijo a la vez que metía un tercer dedo haciendo que Sara se removiera y no precisamente de dolor.

-Mira, para que veas que no soy tan cabrón vamos a hacer un trato tú y yo –dijo dejando de penetrar el culo de Sara con sus dedos y ante la atenta mirada de Borja, que estaba esperando que aquello acabara para seguir follándose a mi mujer y de Sara, curiosa por saber qué le iba a proponer su jefe.

-Si me pides como dios manda que te rompa el culo el ascenso es tuyo –le dijo con toda la desfachatez del mundo- creo que es un trato justo donde ganamos los dos…

No daba crédito ni a lo que veía ni a lo que escuchaba. Porque lo peor era que Sara parecía estar pensándose seriamente su propuesta, claudicar ante los deseos de su jefe para conseguir el objetivo que había iniciado todo aquello. Su indecisión duró poco, noté en su mirada cuando tomó la decisión final, la decisión que iba a fulminar nuestro matrimonio si es que lo que había visto no lo había hecho ya.

-¿Quieres mi culo, Roberto? –Dijo de forma lasciva mirando a su jefe a los ojos- Pues es tuyo… rómpele el culito a esta puta, ábremelo con ese pollón que gastas, parte en dos a esta zorra…

Cada palabra suya era como un puñal en mi corazón, volviendo a caer en el sofá de donde ya no me iba a levantar hasta muchas horas después, volviendo a apoderarme de la botella que ya no iba a soltar hasta finiquitarla.

Roberto sonrió satisfecho ante su respuesta y encaró su polla a la entrada del culo de mi mujer, empujando levemente hasta traspasar su entrada, empujando su cuerpo hasta pegarlo por completo al de un Borja ansioso que no daba crédito a lo que le estaba pasando. Centímetro a centímetro, su grueso miembro fue profanando el culo de Sara hasta que sus testículos chocaron contra sus labios vaginales y rozaron el otro miembro que la penetraba.

-Joder, sí… qué gusto… -exclamó una desatada Sara que, por fin, sabía lo que era verse ensartada por dos pollas a la vez- folladme, por dios… folladme de una puta vez…

Un largo trago de alcohol recorrió mi gaznate, notando los primeros síntomas de embriaguez pero insuficientes para no ver aquellas dos pollas entrando y saliendo del cuerpo de mi mujer, de escuchar sus gritos de puro éxtasis ante lo que estaba sintiendo, de los bufidos de placer de los dos hombres que penetraban a mi esposa.

Quise apartar los ojos de la pantalla, no ver cómo Sara se corría por primera vez al poco de empezar,  no escuchar cómo seguía pidiendo más y que no pararan de follarla, de suplicar que la partieran en dos.

Hubiera dado lo que fuera por no ver a Borja soltando un gemido agónico y correrse dentro de mi mujer, la segunda polla que se corría dentro de ella esa noche, no ver el rictus de placer que la recorría de nuevo al sentir la corrida dentro de ella, síntoma de un nuevo orgasmo.

Rogué a mi celebro que ordenara a mis ojos cerrarse para no ver como Roberto seguía horadando el culo de Sara sin piedad mientras Borja devoraba sus tetas, con su polla aun clavada en su coño, aunque supuse que en clara decadencia después de correrse.

Pero nada funcionó y tuve que ver todo eso y más. Ver como Roberto, gruñendo como un toro, clavaba su polla hasta el fondo y rellenaba las entrañas de Sara con su semen. Como ella gritaba de puro goce al sentir la corrida de su jefe en su interior, de las sensaciones de otra polla distinta en aquel orificio por donde solo había entrado yo. Y para más dolor, ver como ella, completamente satisfecha, se giraba y buscaba su boca, enzarzándose los dos en un intenso morreo mientras Borja era espectador de lujo de todo ello.

Y ahí acababa la grabación. Estaba roto, hundido, totalmente destrozado. Cerré el portátil de un golpe y la pantalla del televisor se quedó en negro, como mi alma que lloraba por lo visto. Mi mano, en un gesto ya mecánico, alzó la botella bebiendo de nuevo tratando de borrar lo visto y sentido a base de alcohol.

Poco a poco, mientras las lágrimas caían sin control por mis mejillas, la botella se fue vaciando, mi celebro embotándose, mis ojos enturbiándose hasta, por fin, perder completamente el sentido. Creo que fue el momento más feliz de ese día.