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Mi madrastra no me ve como su hija IV

en Lésbicos

Daniela Pov

Van varios días que mi madrastra ni me registra no se en que momento perdió el interés por mí, no es que me importe, pero vamos; siempre se siente bien que estén detrás de ti. Su actitud también ha cambiado ya no se pasea por la casa con sus atuendos provocativos, las palabras que cruzamos son muy pocas.

¿Tendrá una amante? ¿Engañara a mi padre?

Como dije eso no importa, yo he seguido teniendo encuentros con la pelirroja, al final no fue despedida, y es una de las mejores en la cama, esa lengua me hace ver estrellas, no obstante, le deje bien en claro que lo nuestro solo se basa en sexo, no quiero relaciones con nadie y menos con una empleada de la empresa.

-          Hija, debo pedirte un favor- papá había entrado a mi oficina.

-          Dime, en que te puedo ayudar- pregunte

-          Hoy tenía un almuerzo con una futura socia, pero se me dificulta ir. ¿Podrías asistir por mí?- pidió

-          No te preocupes, yo lo hare

-          Gracias hija. El asistente de la señora Laura Jiménez, se pondrá en contacto contigo.

-          Bueno, esperare la llamada- respondí, brindándole una sonrisa. Es el mejor hombre.

A los poco minutos recibí la llamada del supuesto asistente, concretamos el lugar y la hora exacta. Conduje hasta aquel restaurante en el centro de la ciudad. Sé que voy aburrirme por completo, debe ser una vieja decrepita que quiere seguir agrandando su fortuna.

El primero en recibirme fue aquel tipo, Sergio, asistente de la decrepita, me llevo hasta la mesa y casi se me salen los ojos. Aquella mujer rubia espectacular, de ojos azules como el cielo, y un cuerpo tallado por los mismos dioses. Había quedado muda al ver su imagen, no era ninguna vieja, a simple vista parece de cuarenta.

-          Mucho gusto, señorita Daniela Villaseñor- estiro su mano. Yo de inmediato la estreche.

-          El gusto es mío, señora- titubee al hablar

-          Por favor, dime Laura, me haces sentir más vieja de lo que soy- respondió entre risas

-          Perdón… Laura y se ve muy joven además de hermosa- no pude evitar halagar su belleza

-          Siéntate por favor. Tu padre te haya puesto al corriente sobre lo que quiero.

Conversamos bastante tiempo, aunque en lo que mayormente me enfocaba era en su boca, sus labios de rojo intenso me estaban provocando, cada palabra que pronunciaba quería atraparla entre mis labios, era muy diferente a lo que me imaginé, me están entrando unas ganas irremediables de llevármela a la cama. Y por la forma que ella me mira, le pasa lo mismo y lo pude comprobar cuando sentí el roce de su pie en mi pierna, me estremeció ese acto, le sonreía coquetamente, no sabía cómo proponerle unas horas de sexo ardiente.

-          Que te parece si vamos a mi hotel, para firmar el contrato- sugirió

No dude en aceptar, prometía mucho mí tarde con esa mujer, encerradas en un hotel. Yo fui por mi parte siguiendo al carro de ella, seguí conduciendo hasta que vi que estacionaron y no podría de ser de otra manera en uno de los hoteles más caros que hay en la ciudad.

Subí junto a ella en el ascensor, el asistente se quedó en recepción, debe estar acostumbrado a estos menesteres, con cuantas mujeres no haya estado esta mujer y hombres de seguro.

Subimos hasta el décimo piso, en una de las suites. Abrió la puerta, entre detrás de ella. Se puso frente a mí y con una sonrisa ladina me pego a la puerta, en unos segundos ya estaba devorando mis labios, su aliento fresco, su lengua en mi cavidad bucal; fue grandioso, que manera de besar, nunca nadie lo había hecho con tantas ganas… tal vez mi madrastra.

-          Desde que te vi entrar por esa puerta del restaurante ya te imagine en mi cama, eres muy hermosa, Daniela- susurro en mi boca. Me apoderé de sus labios, no quería palabras cursis solo quería tenerla en la cama. Me dio la vuelta y sin dejar de besarme me llevo a su habitación.

-          No vamos a firmar el contrato- insinué

-          Después, primero quiero firmar con mi lengua tu cuerpo- ronroneo. Mierda, esta mujer es fogosa.

Me tumbo a la cama, me incline apoyándome con mis codos no quería perderme de ningún detalle. Empezó a desabotonar su blusa blanca, poco a poco su brasier hacia acto de presencia, tenía unos pechos exuberantes, lo corrobore cuando los dejo libres y rebotaron deliciosamente, areolas un poco oscuras y unos pezones que se mostraban muy duritos. Comenzó a bajar su falda de color negro, mostrando sus braguitas del mismo color. Contorneaba sus caderas, en un baile erótico, con mi mirada me la estaba comiendo enterita. Se fue acercando de a poco ubicándose en medio de mis piernas.

-          Eres hermosa- halague sin dejar de ver sus ojos azules, aunque por la excitación se estaban volviendo oscuros.

-          Así dicen- me guiño- Tú tienes mucha ropa. Se arrodillo y empezó a desabotonar mi camisa, mientras caía, mis pechos quedaban al aire no cargaba sujetador. Sonrió ladinamente  y con su mano recorrió por en medio de ellos.

-          Chica mala- susurro. Yo solo sonreí.

Miro mi pantalón de tela y tuvo el mismo destino que mi camisa, solo quede en panty.

Se inclinó y volvió a besarme pero esta vez lentamente, saboreándome, explorando por completo mi boca, era imposible ahogar mis gemidos, sus besos eran muy ardientes, bajo por mi garganta dejando mordidas que me excitaban mas, llego a mis senos para apoderarse de uno de ellos, se lo llevo a la boca, que maravilla, me retorcía de placer su manera de apoderarse de mi seno era exquisito, sus mordidas en mi pezón, como succionaba era una maestra.

-          Algunas vez te han amarrado- pregunto, sin dejar de chupar mis tetas. La vi sorprendida pero una nueva mordida me saco de trance. Negué aunque mentía, le sonreí para mostrarme segura, se levantó y saco del buro unas pequeñas esposas. Al parecer ha visto muchas películas de sadomasoquismo, las vi y recordé cosas del pasado pero no hice nada para detenerla.

-          Agarro mis muñecas y las esposó a cada lado de la cama, lo que no espere fue que lo hiciera también con mis tobillos. Me empecé a preocupar.

-          Tranquila, estarás bien- trato de calmarme. Ahora estaba desnuda, amarrada a la dispersión de una mujer mayor a mí.  Pasaba nuevamente.

Volvió a la posición inicial, se comía mis labios pero la única diferencia esque ahora no podía tocarla, bajó directo a mi sexo, me respingue cuando sentí que soplaba esa parte sensible, dio un lametazo a mi clítoris y trate de cerrar mis pernas pero no pude, con sus manos abrió mis pliegue y empezó a lamer despacio sin prisa, mientras yo me calentaba y no podía hacer ningún movimiento, dio un lengüetazo mayor que llego hasta mi ano, gemía por lo que me estaba haciendo, pero quiera tomarla por la cabellera y enterrarla en mi vagina.

-          Suéltame- clamé

-          Aun no es tiempo, guapa- hablo mientras tomo entre sus dientes a mi sensible botoncito, no pude evitar quejarme, lo hice con fuerza. Hundió su lengua dentro de mí y dirigió una mano a mi pecho, lo apretaba mientras era penetrada por su lengua. Esta mujer es muy dominante y no va conmigo, pero no puedo hacer nada.

Sus pellizcos en mis pezones solo lograban que me excitara mas, ese escozor que sentía era delirante, estaba por explotar, no podía resistirme y así fue, tuve un grandioso orgasmo, que me dejo temblando las piernas.

-          Que delicia de mujer- gruñó, mientras seguía lamiendo mi interior- Eres un exquisito manjar, Daniela.

-          Sí, todo muy bien pero ya suéltame- volví a exigir, no soy una puta sumisa.

-          Por qué el apuro, preciosa aun no término contigo- sonrió maliciosamente. Salió de la cama y se dirigió al baño, con que me saldrá esta mujer. Mis brazos comenzaban a dolerme por mantenerlos en esa posición.

-          Ya estoy lista- seguí su voz y la vi con un arnés entre sus piernas. Mierda, esta mujer me va a matar.

-          Está muy bien, pero sería mejor si tú me…- no pude terminar porque me penetró de una estocada, demonios ese falo era más grueso a lo que estoy acostumbrada, sentí que araño todas mis entrañas, fue inevitable no derramar una lagrima, dolió.

-          No llores, preciosa, te voy a dar la mejor sesión de sexo que hayas tenido en tu vida- volvió a menear las caderas, teniendo un vaivén de arremetidas, lo llevaba hasta el inicio y lo hundía de un golpe hasta adentro, sus bombeos me estaban partiendo, y yo no podía defenderme. Poco a poco iba acostumbrándome a su ritmo, pero el dolor seguía persistente. Se acostó para tomar mis labios, mis gemidos se ahogaban en su boca; poso sus manos en mi cadera y tomo mayor impulso, se escuchaba el sonido  de nuestras pubis chocar con cada estocada, impulsaba mis caderas hacia adelante, estaba por correrme nuevamente, sentía como se agrupaba en mi interior un torrente de sensaciones increíbles hasta que estalle y mis jugos cayeron. Nuestros cuerpos estaban sudados por todo lo que hacíamos o bueno lo que ella hacía.

-          Estar dentro de ti es un placer, querida, eres estrecha y sabes a gloria. Pero aun quiero algo de ti- sugirió. Ahora que se le ocurrirá

-          Firmar el contrato- me burle

-          Que graciosa, pero no. Quiero que te comas mi coño-demando

-          Suéltame y haga todo lo que quieras- pedí. Se rio en mi cara

-          No es necesario, no quiero tus manos, solo tu boca- subió hasta el inicio de la cama y se postro en medio de mi cara, mostrándome su coño de labios rosados y escarchado de los líquidos que había expulsado. Con sus manos los abrió para mí, pase mi lengua y no sabía nada mal, recorrí su sexo de lado a lado, me jodía no poder usar las manos, con ellas ya la hubiera penetrado a mas no poder. Empezó a restregarse en mi boca, con sus manos tomo mi cabellera y se movía mas rápido, mi lengua se hundió dentro de ella, sus quejidos era lo único que se escuchaban en aquella habitación, dio unos gritos más y se corrió en mi boca, me devore toda su esencia, me la bebí por completo.

-          Tu boca es un vicio, futura socia- adulo provocativamente.

-          Gracias- fue lo único que pronuncie. Se bajó de mí, y por fin me libero de las esposas.

Ni bien termino de soltarme me pose encima de ella, nadie me sometía y salía sin su castigo.

-          Puede que arruine el negocio, pero nadie me somete- gruñí en su oído. Para después penetrarla sin contemplación alguna, aruñó mi espalda, esto dejaría marcas fuertes pero no me importaba, seguía hundiéndome dentro de ella con tres dedos, mientras devoraba sus tetas de tamaño considerable.

-          Eres una salvaje- pronuncio con dificultad

-          El que busca, encuentra- braveé. Mi espíritu no me permite dejar que sea sometida, debo ser yo la que tome las riendas y la que se atreva a querer someterme debe asumir las consecuencias. Nunca nadie volvería a someterme, una vez lo permití pero no volverá a pasar.   

Flashback

 

-          Si te mueves otra vez, te dejo con las ganas- advirtió. Martina, mi novia de treinta años, yo apenas había cumplido la mayoría de edad.

-          Es inevitable- masculle

-          Te aguantas- regaño, hundiendo sus dedos con más vigor, siempre era lo mismo, me sometía no me dejaba mover, debía volverme rígida, mientras ella se apoderaba de mi cuerpo sin piedad.

-          Amo tu cuerpo, eres mía, mi gatita, mi puta sumisa; dime que eres mi sumisa- exigió, me mantuve callada hasta que recibí una bofetada.

-          No escuchaste- vocifero

-          Soy tu sumisa- pronuncie entre sollozos. Así pase en ese calvario por más de un año, pensé que era normal que me tratara de esa  manera, que era cosa del amor, hasta que fui entendiendo que estaba mal, alguien que te quiere no te hace lo que ella hacía. Me aleje de Martina y jure que nunca más me dejaría someter por una mujer, seria yo la que llevara la batuta y no pienso ceder jamás, menos enamorarme, eso solo es una mierda.