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Mi madrastra no me ve como su hija

en Lésbicos

Después de cuatros años en el extranjero regresaba a mi ciudad natal, con un título en mi mano de ingeniera comercial. Y con el objetivo de convertirme en la sucesora de mi padre. Soy hija única y es lo que me corresponde por derecho.

Al aterrizar, esperé ver a mi padre, pero no, estaba Juan, el chofer de toda la vida, a un costado del auto que me llevaría a casa. Debo justificarlo, tal vez tuvo una reunión importante por la cual se le hizo imposible venir a verme, debía creer que fue eso.

Cuando llegamos, baje y entré. Se me hacía raro, tanto tiempo sin estar aquí, sentía que todo era distinto, pero lo que más llamó mi atención fue la presencia de una mujer, sirvienta no podría ser, su porte, elegancia lo hacían imposible. Comencé a caminar hasta donde se encontraba, se veía tan concentrada en el periódico que no prestó atención de mi llegada.

—Hola— atiné a decir. La mujer se sobresaltó dejando caer lo que leía.

Me miro y yo me perdí en sus ojos. Azules con pequeños destellos verdosos que resaltaban su mirada y aquellas cejas pobladas que su curvatura la hacían ver como un ser malvado.

—¿Tú quién eres?— volví a hablar

—Alejandra de Villaseñor— ¿Villaseñor? Esa mujer tenía mi apellido, ella era... Es

—Tú debes ser Daniela, tu padre me habló mucho de ti. Encantada de conocerte— volvió a hablar, estirando su mano.

Yo miré su mano. ¿Esa mujer era mi madrastra? Nunca supe de ella, no entendía lo que pasaba, pero por respeto estreché su mano.

—Entiendo tu reacción, tu padre no te dijo nada de mí, yo le pedí que lo hiciera, pero él insistió en mantenerlo oculto hasta que regresaras — sonrió. Mierda, es muy joven, por mucho debe tener unos cinco años más que yo.

—No esperaba esta sorpresa— mencioné en un tono frío. Lo que odio más en esta vida es que me oculten las cosas. Se había casado y no tuvo la decencia de contarme. ¿Qué demonios hace una mujer tan bella con un hombre que le duplica la edad?

—Te debe sorprender mi juventud. Y en tu mente debes tener muchas interrogantes, pero te las responderé.

Tengo treinta y tres años, sí, soy menor que tu padre. No estoy por interés, tengo mucho dinero, es lo que menos me hace falta. Estoy enamorada de Carlos. Esa es toda mi verdad— contó. Me creí todas sus palabras, fue convincente, su edad me llamó la atención pensé que tenía menos. Se conserva muy bien. Piel blanca como de seda, su rostro no muestra signos de vejez, y su cuerpo... Dios mío, da ganas de perderse en el, tiene las medidas perfectas, debe cuidarse mucho.

—Está bien. Gusto en conocerte— Sonreí, y volví a estirar mi mano, la tomó pero me sorprendió que esta vez no la soltó, me sonreía con picardía, mientras su pulgar jugaba con el dorso de mi mano. ¿Está coqueteando conmigo?

No puede averiguarlo, porque escuche la voz de mi padre.

Solté su mano y me abalance al hombre que acababa de llegar, bastante tiempo había pasado desde la última vez que lo vi.

—Hijita, que gusto tenerte en casa nuevamente. Estás hermosa — adulaba mi padre sin perder su bonita sonrisa. Era un hombre con unas cuantas canas que lo hacían ver maduro, ojos grises como los míos, y arrugas que adornaban su rostro, como signo de experiencia y bastante trabajo.

—Cuanto te eché de menos viejo. Pero ahora sí, ya no me iré de tu lado— confesé emocionada. Estaba decidida a quedarme

—Me da gusto oírlo. Por lo que veo, ya conociste a Alejandra, mi mujer—  habló, acercándose a la susodicha. Me forcé para sonreír

—Sí. No entiendo porque no me contaste antes— repliqué

—Quería decírtelo en persona, llevamos ocho meses de casados— abrí mi boca. Era increíble

—Entonces, si no regreso, nunca me enteraba— Estaba perdiendo la calma

—Tranquila hija, fue un error, perdón. Cambia esa carita, eres muy linda para que estés enojada. ¿No te parece amor?— preguntó a su esposa

—Exacto. Es hermosa— comentó mientras sonreía de lado.

—Lo ves. Sube a tu cuarto e instálate — asentí. Y me retiré, dejándolos solos. Regrese mi mirada y pude observar como no quitaba la vista de mi cuerpo. ¿Qué le pasa a esa mujer?

Deje de ver y subí a mi habitación. Esa mujer es muy extraña.

Alejandra POV

Hoy conocería en persona a la mujer de mis desvelos, por la cual cometí una de las locuras más grandes de mi vida. Me casé con un hombre que no amo, todo por estar cerca de aquella muchacha que en fotos comprobaba lo hermosa que se ponía a través del tiempo.

Fue hace cinco años que la vi, aún estaba en preparatoria. Conducía mi auto cuando me percaté de su presencia, aquella falda cortita llamó mi atención, sus piernas largas me cautivaron. Su cabello negro azabache que se movía con el viento me deslumbro. Me puse como objetivo averiguar quién era aquella joven.

Cuando tuve toda la información sonreí, con dinero todo se puede conseguir. Hija única de un empresario viudo, diecisiete años, y una de las mejores alumnas de su institución.

Ideé muchas maneras de acercarme pero ninguna me parecía acertada, es menor de edad, iría a la cárcel si intentaba pervertirla.

Me acosté con varias jovencitas mayores de edad, por supuesto. Todo con tal de imaginar que era el cuerpo de Daniela Villaseñor.

—Sí, así. Cómeme el coño Daniela, no pares— todas las prostitutas que contrataba, debían ser pelinegras y jóvenes.

Sentí su lengua hundiéndose en mi centro y un dedo metido en mi ano; me removía del placer, cerraba mis ojos y veía la cara de esa niñita que se ha robado mis sentidos.

Llevé mi mano a su cabellera, y comencé a mover mis caderas sobre su boca

—Quiero correrme en tu boca, vamos méteme los dedos— exigí. Sentí dos dedos entrar de una estocada, robándome el aire que tenía, y otro jugar en mi trasero. Volví a cerrar mis ojos y grité fuerte el nombre de Daniela mientras me corría. Jadee deliciosamente, sin duda esta chica era de mis mejores amantes.

Subió por mi cuerpo hasta mi boca, devorándome con pasión

—Por qué siempre me llamas Daniela— preguntó mientras besada mi cuello

—Te pago por follarme, no por preguntar estupideces — gruñí. Le di la vuelta, para posarme encima de ella. Le iba a enseñar a mantener la boca cerrada, tienen prohibido preguntar.

Hundí tres dedos y los moví con ferocidad, sentí como rasguñaba mi espalda. Es una salvaje, mordí su pezón mientras seguía penetrándola.

—Me duele, así no—lloriqueo

—Esto te enseñará a mantener tu boquita cerrada. Tu boca solo me sirve para que me folles— espete

No tuve compasión, se corrió y seguí penetrándola hasta que tuvo un segundo orgasmo.

—¿Te quedó claro?— hablé, cuando recogía su ropa para cambiarse.

Con sus ojos llorosos, solo asintió.

Así me pasé los tres primeros años, follando con toda aquella que fuera joven y hermosa. Para el siguiente opte por acercarme a su padre, lo que no imagine fue que terminaría enamorándose de mí. Mierda, y yo que quiero follarme a su hija.

Lo vi por el lado bueno, cerca del viejo significaba acercarme a Daniela. Saber que le quedaba un año para que regresara, me entusiasmo, pude haber ido hasta donde estaba ella, pero preferí esperarla, que viva todo lo que tenga que vivir en el extranjero; cuando volviera le mostraría lo que es bueno.

La unión de las empresas, fue el punto clave para que me casara con Carlos, su empresa estaba en problemas y la inyección de capital no le vendría mal. Me daba poder en su empresa pero lo que yo quería era apoderarme del cuerpo de su hija. Apresure el matrimonio, debía instalarme en su casa antes de que llegara Daniela.

 ...

Estaba asomada en la ventana, esperando el momento que viera el carro llegar, no pasó mucho tiempo cuando me percaté de que llegaban. Corrí y me senté en la sala, con un periódico que ni sé de qué día será. Abrió la puerta, seguí viendo el papel que tenía en mis manos. No sabía que me pasaba pero mi corazón estaba acelerado, era como una locomotora a toda marcha.

Al escuchar su saludo y ver sus ojos, quede maravillada, eran iguales a los de su padre, grises como un cielo en tempestad y así era como se sentía mi cuerpo; torbellinos, huracanes que se formaban al ver a Daniela, su cabello seguía siendo oscuro, labios gruesos que ya me los imaginaba devorando mi coño. De solo pensarlo siento como palpita mi centro.

Me puse a sus órdenes y deje en claro un par de cosas, lo que menos quería era que pensara que soy una interesada, el dinero no me falta, lo único que me falta es ella en mi cama. Sentir su mano por segunda vez me nublo las ideas que no pude soltarle, en cambio, acaricie su dorso, estaba a punto de perder el control, gracias a Dios llego Carlos y paro todo.

Qué no daría para que me abrazara de esa manera, que me sonriera como lo hace con su padre. Decir que es hermosa se quedaba corto para lo que pensaba de ella, se me hacía imposible quitar mis ojos de su cuerpo y no me importaba que me viera hacerlo. No sé cuánto más aguante sin lanzármele encima. 

Me aventuro a un nuevo relato. 

Espero sea de su agrado. Saludos