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Deseos

en Lésbicos

Tengo 23 años en los cuales me la he pasado siendo la chica recta, la culta; el modelo de hija que todos quisieran tener. Respetando todo lo que me han dicho mis padres.

Debes ser virgen hasta el matrimonio, no debes tomar (eso es de hombres), no insultar, no usar ropa provocativa (después porque las violan) y yo, como buena hija he seguido sus normas estúpidas.

Pero todo cambio cuando conocí a Julia, aquella mujer de treinta años que vi por primera vez en la universidad, con su faldita tan corta que mostraba aquellas piernas espectaculares, y una blusa que dejaba al descubierto sus grandes senos. Dios, en ese momento descubrí que me iban las mujeres, me había mojado solo viéndola.

Más cuando se estiraba en la pizarra para escribir y sin querer su falda se subía, que bello momento. Si, era mi profesora, de contabilidad. Amo los números.

A veces siento que me mira, pero creo que son ideas mías, esa mujer debe estar casada y si no, debe tener mil de pretendientes. Jamás podría estar sola, esos ojos verdes esmeralda cautivan al que los mira, esos labios carmesís provocan besarlos hasta la saciedad.

-          Señorita Abigail, ¿ya termino de copiar lo del pizarrón?- joder, me había descubierto escribiendo en mi libreta.

-          En eso estoy- dije, evitando verla a la cara

-          Para el final de clases quiero que se quede unos minutos

Yo, solo asentí. Tenía vergüenza de ella

Esperaba que nunca terminara la hora de clase, me aterraba quedarme a solas con esa mujer, todo este tiempo que he tenido clases con ella, soy la primera en salir, trato de pasar desapercibida.

Le confesé a mis padres que me gustaban las mujeres y me mandaron con un psicólogo para tratar de “curar” mi mente. Cómo si las ganas de coger con una mujer se quitaran con sesiones. Que absurdo.

Desde ahí me he rebelado un poco, soy adulta, bueno, aun no trabajo, no tengo dinero y vivo en casa de ellos, pero igual, soy adulta, con necesidades y deseos.

Sonreí por recordar, la vez que me puse a ver pornografía lésbica, no salía de mi asombro. ¿Todo eso se puede hacer con los dedos? ¿Con la lengua? Yo giraba mi cabeza a los lados cuando en  la escena cambiaban de postura.

Sin embargo, toda mi sonrisa se borró cuando termino la clase, y todos comenzaron a salir del aula, menos yo, que me mantenía sentada, golpeando mi lápiz contra la mesa.

-Abigail- dijo. Con temor alce mi mirada. La vi sentada en su sillón con sus piernas cruzadas, y por instantes se podía observar su tanguita, rojo pasión. Que delicia.- ¿Escuchas lo que te estoy diciendo?

Por estar viendo su tanga no la había escuchado. Me pare de golpe y me acerque  a ella. Así no me distraería más.

-Lo siento. Qué necesitaba

-Que me muestres tu cuaderno- abrí mis ojos por la sorpresa. No podía mostrarle, ahí escribo mis perversas y morbosas intensiones que tengo con ella

-No puedo hacerlo- me atreví a decir. Me miró fijamente, y se levantó.

Me hice para atrás no sabía que pretendía, mientras yo iba para tras ella se acercaba. ¿Qué quiere de mí? Pero todo termino cuando tope mi pupitre con mi trasero. Se inclinó hacia mí, ¿me va a besar? Instintivamente cerré mis ojos para esperar aquel delicioso beso, pero nunca paso, abrí mis ojos y vi que ya hacía en su poder mi cuaderno. Corrí para arrebatarle, pero fue imposible

-          No lo lea por favor, no tiene derecho es mi intimidad.

-          No, cuando por causa de esto no prestas atención a la clase

Vi como lo abrió y comenzó leer en voz alta.

Julia Becker cada vez que te veo se me mojan mis braguitas, eres tan exquisita. Cómo quisiera tenerte entre mis piernas, he visto tanta porno y me he corrido pensando en ti. Sueño con el momento de que sean tus dedos los que me corren, que tu lengua juegue con mi pequeño botón hasta hacerme gritar de placer. Que me pongas en cuatro y me empalmes con un dildo de veinte centímetros. ¡Diablos, me corro con solo pensarlo!

Ayer que te vi sentada con esa faldita cortita, me imaginaba estar de rodillas, lamiéndote el coño hasta que me suplicaras que parara, tuve que ir al baño para quitarme esas ganas que tenía de ti. Me estoy volviendo loca por ti, sé que jamás te fijarías en mí, soy tan poca cosa pero no puedo evitar fantasear con tu figura.

No continúo leyendo, mejor, porque lo demás era más pervertido.

Se sentó en la mesa, cruzando su pierna. Me miraba fijamente, yo agachaba la cabeza como si de un perrito regañado se tratara.

-          Cierra la puerta

Alce mi cabeza, no entendía que quería

-          Te dije que cerraras la puerta- hablo más fuerte. Me asuste y cori a cerrarla, en el camino me dijo que le pusiera aseguro. No entendía nada.

Regrese y esperaba a lo que me pidiera

Descruzó sus piernas y subió su falda. Casi se me cae la mandíbula, me estaba dando las mejores vistas, era más sexy de lo que pensé.

-Acércate- me pidió. Lo hice un poco temerosa.- Arrodíllate- no sabía que estaba pasando. Pero hice caso.

Me arrodillé, frente a ella

-Con que te mueres por comer mi coñito- Hablo. Seguro debo estar más roja que la nariz de Rodolfo

No podía pronunciar palabra alguna. Me tomo del cabello y me acerco a su sexo. Lo olí y dios que bien huele

-          Te daré una última oportunidad. ¿Lo quieres?

Alce la mirada y solo asentí. Sonrió lascivamente y se corrió la tanguita para un lado. Y volvió hablar.

-Es todo tuyo, querida.

Me sorprendí, pero como perro sediento me abalance a su sexo, tenía un pequeño triangulo de vellos que le quedaba exquisito.

Abrí sus labios con mis dedos mientras pasaba mi lengua por toda su hendidura. Escuche como suspiro y seguí lamiendo. Vi su botoncito y lo estire entre mis labios sin lastimarla. No había sido en vano ver tantos videos.  Me atreví a meter dos dedos dentó de ella, sin dejar de chupar su botoncito.

Se removía en la mesa mientras yo llevaba un vaivén de arremetidas dentro de su coñito, sentía como se humedecía por dentro, en cualquier momento se correría. Cada vez estrechaba más mis dedos. Me tomo de mi cabellera y me restregó contra su sexo.

-          Me voy a correr, quiero que te bebas todo mi manjar- hablo entre jadeos

Comencé a ser más brusca con mis movimientos, mientas lamia su botón para apresurar la venida, dio un gran grito y sentí como se mojaba mi mandíbula, lamí hasta dejar lo más limpio que se podía.

Había cumplido mi sueño, no podía creerlo.

Me aparto y se levantó como si no hubiera pasado nada. No comprendía que pasaba. Tomo sus cosas, se dirigió a la puerta, y antes de abrir, volteo a verme.

-          Aún nos quedan muchas cosas que hacer, según tu cuaderno- me dio un guiño y se fue moviendo sus caderas sensualmente.