miprimita.com

Mi hermanastra Débora, la monja III

en Lésbicos

Regresábamos en absoluto silencio; si no hubiera sido por la estúpida de Clara, ese coñito sería mío, pero no quitare el dedo del renglón. La miraba de costado y se notaba muy seria, no obstante, esto no impedía ver lo hermosa que es. Tengo unas ganas enormes de comérmela a  besos, morder esos labios hinchaditos, dejar marcas en su cuello, poseerla totalmente.

En un arranque de valentía o de locura puse mi mano en su rodilla, miro mi mano, pero no dijo nada. Comencé a masajear con leves toques, subí por su musculo. Respiro profundo, pero siguió sin emitir palabra. Me dirigí a la parte interna de su muslo, masajeando, no podía quitar mi mirada de sus labios, los estaba mordiendo.

Mierda, muero de ganas por mi hermanastra.

Quite mi mano, me miro sorprendida, pero lo hice para poder meterla por dentro de su falda. Rayos, su piel es tersa, delicada; que daría por pasar mi lengua en ellas. Su vello estaba totalmente erizado al contacto con mis dedos.

-          ¿Te gusta que te toque?- hable dócilmente.

Cerró por un momento sus ojos y solo asintió.

Sonreí. Bien Regina, lo vamos logrando.

Subí hasta su braguita, tocaba su rajita por encima de la tela, se está humedeciendo; rozaba de arriba hacia abajo quedamente, no quería que vuelva asustarse.

-          R-re.gina para ya, por favor-  me rogo

-          ¿No te gusta lo que te hago?- ronronee. Acercándome a su oído, se inclinó hacia un costado por la sensación que le provoque.

-          No puedo manejar bien, si sigues.

-          Entonces cuando lleguemos a casa, ¿puedo seguir?- Pregunte.

Esperaba su respuesta, pero se mantenía callada. Apreté su sexo para que hablara

Abrió la boca, por la sorpresa

-          Dime- volví a hablar. Seguía muda, apreté con más fuerza, mientras masajeaba su clítoris.

-          Ah-h s-sí, lo que quieras- Soy una puta genia.

Hoy me comeré ese sabroso coño virginal.

Estaciono y me ayudo a bajar. No podía esperar tanto para hacerla mía

Entramos, Débora se giró a cerrar la puerta y la arrincone.

Bese su cuello lujuriosamente, me apretaba más a su cuerpo metiendo mi pierna en su entrepierna. Soltó un quejido.

-          Dijiste que podía seguir cuando llegara- gruñí

-          Aja

-          Vamos al baño primero, que debemos arreglar un asuntito- hable a su oído nuevamente

La lleve de la mano, no permitiría que se me escapara.

Ya dentro del baño, tome la rasuradora

-          Sácate la falda- pedí

-          NO

-          Que te la saques de una puta vez- hable fuerte. Al ver que seguía sin hacerlo, me acerque y se la saque a la fuerza.

-          Te gusta el maltrato hermanita- dije mordiendo su oreja. Lo que provoco que pegara un gritito.

La pegue a la pared, me arrodille para tomar su calzoncito de abuela y retirarlo. Dejándome una gran vista de su selva, la cual duraría hasta hoy.

Frote un poco de jabón en su pubis hasta hacer espuma, tome la rasuradora y comencé a afeitar lentamente, teniendo mucho cuidado de no cortarla, abrí sus pliegues para pasar por ese lugar, estaba quedando más que apetitoso; deje una línea de vello en la mitad de su pubis, me fascinaba ver como quedo mi obra de arte. Estaba listo para que me lo deleitara.

Limpie su zona con un poco de agua, se respingo por la sensación. Subí y la mire sonriente.

-          Estas muy limpia ahora.

-          Se siente extraño y me arde- que linda es

-          No te preocupes, te daré unas lamidas y te sentirás mejor

-          ¿Eso funciona?- pregunto

-          Mucho, vamos al cuarto y te lo demuestro

Consintió y fuimos.

-          Recuéstate en la cama, hermanita.

-          Sería mejor que no me dijeras de esa manera, se siente extraño- menciono

-          ¿Por qué? ¿No seremos hermanitas?

-          Genéticamente no. Y siento como si fuera incesto- hablo quedamente

-          No te excita pensar que es incesto, que tu hermanita pequeña te hace cunnilingus.- ronronee

-          Es pecado- mierda, olvidaba que estaba con una monja.

-          Olvídalo y relájate mejor, te hare cariñitos para que te pase el ardor.

Me arrodille y me puse a la altura de su pubis. Hundí mi nariz en su hendirá, olía a limpio.

-          No sabes cómo moría por tenerte así, poder sentirte, tocarte- hablaba mientras delineaba la línea de vellos que deje, se me hacía agua la boca que no espere más, y pase mi lengua por su botoncito.

Mierda, me iba correr con tan solo ese movimiento, baje mi lengua a su rajita y saboree la humedad que se formaba, que bien sabe. Agua bendita para mi sed. Quiso cubrir con sus manos mi fuente, pero las tome y las coloque a cada lado de la cama, ya no había vuelta atrás.

Gruñí cuando hundí mi lengua en todo su centro, sentí como tenso sus paredes, pero no me detuve, continúe dándole lamidas he intentado penetrarla con mi habilidosa lengua.

-          Regina, que me haces, el cuerpo me está ardiendo. El diablo se apodera de mi

-          Yo, me estoy apoderando de ti, relájate que va ser la mejor experiencia de tu vida- subí poco a poco dejando un reguero de besos por su cuerpo mientras ella se estremecía por mi tacto.

La bese con demasía para que probara su propio sabor, la escuchaba quejarse más cuando rozaba mi muslo en su coñito, pose mis manos a los lados de su blusa para poder retirarla me ayudo inclinándose y así dejarla solo en brasier, que no le duro mucho porque también cayó en algún lugar de mi cuarto.

Volví a ver ese par de grandes tetas, me hundí en medio de ellas y con mis manos hice que me apretaran, que rico olor tiene; tome uno con mi boca y lo succione hasta dejarlo rojito y húmedo. Use mi lengua para jugar con su pezón mientras con mi mano intentaba rodear su otro seno, abrió sus piernas y baje mi otra mano a su centro.

-          Quieres que te meta unos deditos en tu coño, hermanita.

-            ¿Me va a doler?- gimió

-          Estás muy mojada, no dolerá tanto- mentí. Ataque su cuello, pobre tendrá marcas como si la hubiera atacado un vampiro.

 Empecé jugando con su centro, hundí un poco y volví a sacarlo, no quería ser brusca era su primera vez; repetí pero hundiéndolo más, alzo sus caderas y sin pensarlo tanto, introduje mi dedo completamente, sintiendo como desgarrada algo por dentro. Dio un grito que resonó por toda la habitación.

-          YA NO QUIERO, YA NO

-          Shh, ya paso todo- susurre, mientras le daba besitos para calmarla, borre sus lágrimas con mi dedo índice- No llores, hermanita, disfruta.

Bese delicadamente sus parpados. Mierda se sentía raro hacerlo, no era una persona romántica pero con ella me salía ese instinto. Volví a hundir mi dedo, dando vueltas en su cavidad. Gimió.

-          Eso, déjate llevar, vas bien.

Doble mi dedo rozando sus paredes, que rico. Joder. Me atreví a meter uno más, llevando un vaivén lento, teniendo cuidado en no lastimarla. Sus caderas comenzaron a moverse solas de adelante para atrás.

-          ¿Te está gustando?

-          Hmm- gimoteó

-          Quieres más rápido, te doy duro, solo pídelo- ofrecí

-          Hmm… s-sí sí. Diooossss

La embestí frenéticamente, sentía como cada vez apretaba más mis dedos dentro de ella

-          Madre santaaa, apiádate de miii, me quemoo. Reginaaa voy a explotar

-          Córrete, córrete, vamos, dame tu agua.

Baje rápidamente sin dejar de penetrarla, me prepararía para recibir todos esos juguitos, mi lengua jugó con su botoncito hasta que mis dedos se llenaron de su humedad, con mi lengua junte todo ese manjar que me ofrecía. Su cuerpo se mantenía temblando, le deje bien limpio el coñito y volví a subir.

-          ¿Qué tal estuvo?- pregunte con una sonrisita ladina

-          Pensé que moriría, ¿Qué fue todo eso?

-          Tuviste un maravilloso orgasmo, gracias a mis dedos y lengua- bese la comisura de sus labios. Me ofreció una sonrisa amable.

-          No tengo palabras para expresarme

-          No fueron necesarios, tu cuerpo hablo por ti. Estas son las maravillas que te pierdes por estar encerrada- agacho la cabeza

-          Es el rumbo que tome, y no me arrepiento

-          Olvida que eres monja mientras estés en casa, se mi putita, mi sumisa. Déjame enseñarte que el sexo es lo mejor que hay- No sé qué me pasaba, pero mi corazón latía vigorosamente, como si, como si… No, esto no me podría pasar, yo no puedo tener sentimientos por mi hermanastra, que es una monja. Joder.