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Mi hermanastra Debora la monja I

en Lésbicos

Débora Pov

Esa niña es un demonio disfrazado, casi caigo en sus llamas. Gracias, Dios mío por entrar en mí e iluminarme.

Me vi los dedos y recordé lo que Regina había hecho con ellos, se sintió raro, su cavidad estaba húmeda, por ratos sentía que palpitaba, ¿habrá un corazón ahí? Me castigue nuevamente por pensar en esa obscenidad. Me lave las manos para dejar atrás los rastros de fluidos.   

Solo espero que pase muy rápido el tiempo, para regresar al lugar que pertenezco.

Baje a la cocina para preparar la cena, en el convento había aprendido muchas recetas. Este año por fin consagrare mis votos perpetuos. Me entregare al señor completamente, estaba en mi ensoñamiento, cuando sentí una mordida en mi oreja. Di un brinco separándome, viendo a Regina muy sonriente.

-          ¿Te asuste?- pregunto sin borrar su sonrisa

-          Claro, me mordiste- recrimine

-          Solo fue un cariñito de hermana- respondió

-          Está bien, pero no lo vuelvas a hacer.

-          Como quieras. ¿Qué estas cocinando?- pregunto

-          Ensalada de camarones

-          Hmm que rico, aunque yo hubiera preferido comer concha- hablo acercándose a mí- ¿te gusta la concha?

-          La verdad no, su sabor no me agrada

-          Que lastima a mí me encanta la concha, succionarla hasta dejarla seca

-          Que bien por ti- no entendía que trataba de insinuar, ni su cercanía

-          Me gusta tu inocencia hermanita. Veré televisión, me llamas cuando esté listo

-          Claro- sonreí y seguí en mis labores.

Estaba por terminar de cocinar, cuando escuchaba ruidos en la sala. Se oía como alaridos. Salí de la cocina y fui a ver que sucedía.

Vi la pantalla del televisor y había dos mujeres desnudas teniendo relaciones, rápidamente tape mis ojos.

-          Regina, baja el volumen de esa cosa, por favor- pedí

-          Por qué hermanita, si estoy recibiendo clases.

-          Yo no veo nada didáctico ahí.

-          Claro que lo hay.

-          Ven y te indico- un poco insegura, camine hasta ponerme hasta su altura

-          Deja de cubrirte los ojos- dude pero termine por retirarme mis manos

-          Mira, esas mujeres están enseñando como tener relaciones sexuales entre mujeres- la mire dubitativa- es en serio

-          Es pecado, fornicar antes del matrimonio y más si es entre el mismo sexo- respondí

-          Pecado también es robar y lo hacen; criticar, matar y se hace. El sexo no es nada malo, ¿acaso morirás por aquello?- lo pensé.- Creo que no

-          Ves, si quisieras yo te pudiera enseñar. No tengo problema alguno

-          No. Yo soy del señor, me entregue a él- respondí segura

-          Según la biblia debes ayudar al que lo necesita- razono. Yo asentí

-          Exacto, eso es lo que debemos hacer

-          Bueno, yo necesito tener sexo. Así que tú debes ayudarme- alce mis cejas

-          No puedo hacerlo

-          Entonces solo predican, ¿lo que les conviene?

-          Estas equivoca…- no me dejo terminar

-          Vamos, chúpame el coño- hablo abriéndose de piernas

-          Estas mal de la cabeza niña- hable exasperada por su descaro

-          No eres una fiel sirviente del señor, no sigues los designios. Me siento decepcionada de ti hermanita- bajo su mirada. Suspire y hable

-          Lo hare- sus ojos se iluminaron

-          Ayúdame a bajar mi braguita- mire al cielo. Solo lo hago por cumplir tus mandamientos mi señor.

La tomé por los costados, ella levantó su derrier y retire su prenda interior. Vi un líquido brilloso entre sus piernas.

-          Fíjate lo que hace esa chica en la tv- mire a donde indicaba y veía como una señorita tenia las piernas por encima de sus hombros y lameteaba a la otra muchacha.

Me tumbe entre sus piernas y di mi primera lamida. Mi lengua saboreo aquel líquido, tenía un sabor algo salado, Regina se respingo por mi acto.

-          Continúa, devórame la conchita- ¿conchita? Entonces se refería a esto en la cocina

Volví a ver aquel aparato e imite lo que hacía. Abrí sus pliegues dando una lamida por toma su hendidura, vi su clítoris lo tome entre mis labios para succionarlo. Comenzaba a moverse erráticamente

-          Si, si, vamos cómemela toda- gemía

-          Creo que es suficiente- trate de levantarme. Pero me tomo de mi cabellera, volviéndome al mismo lugar

-          O no, se buena samaritana y sigue chupándomela, vamos hermanita se bueno conmigo- me miraba haciendo puchero, y no pude negarme

Vi todo lo que hacían en el tv y lo replique

Pasaba mi lengua, por sus labios húmedos, metí mi lengua en su orificio, llevando un vaivén;  sentía en mi lengua como se llenaba de flujos, no son desagradables, su sabor comienza a agradarme.  Sus manos me refregaban más en su centro, mi nariz se había empapado de su líquido.

Con mis dedos abrí sus labios para tener mejor panorama y lamerlo. Introduje mi dedo daba vueltas  dentro de ella, yo solo seguía lo que la muchacha hacía en la tv. Hundí un dedo mas

-          Dame más, con fuerza- suplicaba

Hice caso a su pedido, entraba con más ahínco, mi boca la lleve a su clítoris que estaba hinchado, no entendía porque sucedía. Comencé a succionarlo, como si de un chupete se tratara

Regina puso sus manos a los costados para elevarse y moverse rápidamente. Mis dedos salían y entraban a causa de su manera de moverse. Creo que iba a volverse loca.

Volví a lamer su centro, hasta que mis dedos fueron atrapados por su interior, me asuste, quise sacarlos pero su mano me lo impidió, movió mis dedos lentamente

-          Chupa lo que salga de mi coñito- su cara estaba muy roja. Lamí lo que salía de ella, su liquido viscosa tenía un sabor atrayente, cuando pude sacar mis dedos se los llevo a su boca y comenzó a lamerlos- me sorprendí por su reacción, veía su lengua succionarlos, como si de un biberón se tratara

-          ¿Estas satisfecha?- pregunte, mientras me retiraba restos de líquido de mi mentón

-          El señor te  lo agradecerá, hermanita. Estuviste muy bien. ¿No estas mojada?- no entendí su pregunta

-          Aun no me baño, no estoy mojada- respondí. Soltó una carcajada. No entendía nada

-          Me refiero a tu centro divino, tu vagina, Débora- seguía sin entender- Ay dios mío, si no la tienes húmeda- grite cuando metió su mano debajo de mi falda.

-          ¡¿Regina pero que haces?!- grite, por atreverse a tocarme

-          ¡Estas mojada!  No sabía que las mojas si se excitan- sentí mis mejillas quemar- te puedo ayudar si lo quieres.

-          Estoy bien, no es necesario- Sonrió, no sabía que estará pensando

-          No insistiré. Mejor cuéntame de tu vida, porque decidiste entrar al convento- me alegre que no siguiera insistiendo

-          Escuche el llamado del señor. Nunca había encajado con nada y nadie. No salía a fiestas, y amaba ir a la iglesia. Fui catequista, mi mundo giraba alrededor de Dios, hasta que tome la decisión de entrar al convento.- me escuchaba atenta, me gusto que no me interrumpía.

-          O sea que nunca has besado, no has tomado, no has tenido sexo, no has hecho nada interesante- pregunto incrédula

-          Ya te dije que eso es pecado

-          ¿Besar es pecado?- volvió a preguntar

-          Ahm, bueno, no creo, pero lo demás si

-          ¿Nunca has besado a nadie?

-          No.- respondí rotundamente      

-          ¿No te gustaría probar?

-          Claro que no, Dios me libre

-          Pero si no es pecado, que malo tendría un besito inocente entre hermanas, ¿no crees?- esta niña me hacía dudar de mis creencias

-          No sé qué decirte- con su incapacidad logro ponerse cerca mío

-          Te enseñare, quiero ganarme el reino del señor.

-          No, yo…- no pude terminar

Sus labios se posaron en los míos, los sentía muy suaves, tomo mi labio superior llevárselo entre sus labios, me arranco un suspiro, volvió a cubrir mi boca; su lengua la pasaba por mi labio inferior, abrí un poco mi boca y hundió su lengua, abrí mis ojos por la sorpresa, quise retirarme pero me lo impidió, mi cavidad bucal era invadida por su lengua juguetona que me exploraba, un calor comenzó a recorrer mi cuerpo, decidí entrar con mi lengua dentro de su boca. Termino por recostarme en el sofá, su beso se volvió más agresivo ya no podía llevarle el ritmo, puse mis manos en su pecho para poder separarla, me estaba quedando sin aire.

-          Para, para, no puedo respirar.

-          Tienes una boquita sabrosa hermanita, quiero más- hablaba como niñita.

-          No podía respirar- se acercó y volvió a besarme pero esta vez lentamente. Cerré mis ojos y me deje llevar nuevamente, sus labios se dirigieron a mi cuello, mi calor aumentaba, sus lamidas me estaban, me estaban… no sé cómo definirlo.

-          Hueles muy rico Débora- susurro, yo mantenía mis ojos cerrados. Perdóname Dios mío, se que está mal, pero no puedo detenerme. Di un gritito cuando mordió mi cuello

-          Ten cuidado- hable

-          Perdón, tu olor me comienza a volver loca- tomo mi lóbulo derecho y empezó a morderlo suavemente, en mi entrepierna se deslizaba un líquido podía sentirlo

Sus manos llegaron a mis senos, los apretaba, y yo no podía hacer nada

-          Tienes unas tetas grandes hermanita, déjame chuparlas, te juro que vas a gritar los mandamientos.- hablaba a mi oído- Morderé tus pezones duros, me los meteré a la boca y los hare botar lechita.

Ya no me molestaban tanto sus palabras soeces. Apretujaba más fuerte mis senos, bajo un poco mordiendo cada centímetro de mi piel. Nunca había sentido tanta satisfacción, ni cuanto ayudaba a personas desfavorecidas, ni cuando cantaba en el coro de la iglesia, esto era muy diferente.

-          Déjame ver esa ricas bubis, Débora, te juro que te va encantar- dijo mientras comenzaba a levantar mi camisón- sus dedos rozaban suavemente mi vientre- sus pupilas se encontraban dilatadas parecía un demonio, pero eso no le quitaba lo bella que era. Su cabello rubio, sus labios carmesí, es una niña linda definitivamente.

Cuando llego al inicio de mis pechos, reaccione, esto no podía ser estaba rompiendo los mandamientos, yo no estaba que para esto. Me levante velozmente y salí huyendo a mi habitación.

Estaba pecando, sentía deseo por una muer eso es uno de los más grandes pecados, había sido sucumbida por el demonio, tratando de llevarme por el mal camino.

Desde ahora debo tener pies de plomo, no puede volver a suceder nunca más.