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Obras en casa

en Hetero: Infidelidad

Mi nombre es Mari, tengo 37 años de los cuales llevo casada 12. Soy alta, morena y mi cuerpo se recuperó bien de los partos de mis dos hijas, la única "secuela" que tengo es que me quedé con 3 tallas más de sujetador, (mi marido encantado, por cierto). Lo que voy a contaros me sucedió hace sólo unas semanas.

Habíamos decidido arreglar el cuarto de baño y poner una placa de ducha ahora que las niñas eran mayores y no necesitábamos la bañera. Para ello contratamos a Miguel, que vivía en nuestro edificio.

Como vecinos Miguel y yo nos habíamos saludado muchas veces, pero poco más. Me gustaban sus manos, se veían fuertes y parecían suaves a pesar de su trabajo. Y también me había fijado en su culo. Cuando le veía subir las escaleras camino a su piso no podía dejar de imaginar ese culo empujando… Y además me parecía muy agradable.

La obra duró cuatro días. El último día era viernes y yo no trabajaba por la tarde así que cuando las niñas se fueron al colegio y mi marido a la oficina, me quedé a solas con Miguel. Terminó pronto y le pedí que abriera un agujero en la cocina para el tubo de la campana extractora. Él dijo que no había problema y me sonrió. Tenía una sonrisa preciosa.

Cuando acabó estaba cubierto de polvo y le propuse que se duchara y así estrenara la ducha. Me miró sorprendido y me sonrojé al recordar que el pintor aún no había terminado la puerta del baño y no estaba colocada, pero aceptó.

Entro al cuarto de baño y empezó a desnudarse. Se quitó la camisa, no tenía un cuerpo de gimnasio, pero el trabajo le mantenía fuerte. Empecé a ponerme nerviosa. Le dije que le traería una toalla y me fui al dormitorio a buscarla.

Al ir a salir con la toalla y una camiseta de mi marido oí el agua correr y paré en seco. Miguel no había esperado y no sabía muy bien que hacer… tenía que darle la ropa pero la mampara era transparente; le vería desnudo…

En realidad ya lo estaba haciendo… le estaba viendo reflejado en el espejo del pasillo… que culo madre mía… Ver como se frotaba mientras el agua resbalaba por su cuerpo me estaba poniendo muy caliente. Me quedé un buen rato mirándole, apenas me di cuenta que mi mano acariciaba mi pecho y entonces Miguel se dio la vuelta y me miró.

Di un salto hacia atrás y casi pierdo el equilibrio. Oí a Miguel reír y me avergoncé muchísimo, pero por otro lado deseaba seguir mirándole, así que lentamente me adelanté de nuevo hasta mi posición de observación. Miguel cerró la ducha y abrió la mampara, seguía mirándome, pero algo había cambiado. Lucía una espectacular sonrisa y una no menos espectacular erección… Le sonreí tímidamente, estaba roja de vergüenza y de excitación. Mi sonrisa debió parecerle una señal porque empezó a masturbarse. Sentía mi sexo húmedo y sin pensar lo que estaba haciendo dejé la ropa sobre la cama, me quité uno de los zapatos, puse mi pie sobre la cómoda del dormitorio, aparté a un lado mi ropa interior y comencé a acariciarme el clítoris. Miguel no pareció sorprenderse, me miraba a la cara y al coño alternativamente. Ya no sonreía, se mordía los labios y entrecerraba los ojos de vez en cuando.

La situación me excitaba mucho y, entre gemidos, me sacudió un violento orgasmo mientras le seguía mirando fijamente a los ojos. Me limpié con la toalla y entré al baño a ofrecérsela. Miguel me volvió a sonreír mientras aspiraba mi aroma.

Me quité varios botones y liberé mis pechos del sujetador. Ahora él miraba mis tetas, observaba como pellizcaba mis pezones y como los acariciaba con mi lengua. Su mano aumentó el ritmo, y la otra comenzó a masajear los testículos. Jadeaba, gemía, y echaba la cabeza hacia atrás. Estábamos apenas a un metro el uno del otro, casi podía sentir el calor de su piel. En el momento de correrse pegó su verga a su cuerpo y su semen cayó sobre su pecho, el siguiente chorro calló en mi cuello y di un respingo, no lo esperaba. Me volvió a sonreír antes de cerrar la mampara y volver a abrir la ducha.

Me limpié y fui a recoger el desastre de la cocina. Cuando Miguel salió hizo como si no hubiera pasado nada. Me dio las gracias por la camiseta limpia y le pregunté cuanto le debía por lo de la cocina. Me dijo que eso ya estaba pagado y me tendió la toalla con un guiño. Volví a ruborizarme pero logré devolverle la sonrisa. Entonces me besó. Fue apenas un roce de labios, pero se erizaron todos y cada uno de los vellos de mi cuerpo. Le pagué lo acordado por el baño, se despidió y se fue.

Nos hemos cruzado en la escalera alguna que otra vez, y creo que ahora me sonríe diferente… pero yo le miro el culo como siempre