miprimita.com

Noche de boda (III)

en Hetero: Infidelidad

Estoy en una cama extraña, a través de mis párpados percibo algo de luz pero no quiero separarlos, me siento muy relajada y quiero dormir más... Intento sumergirme de nuevo en mis sueños y te oigo roncar suavemente a mi lado, entonces sí abro los ojos. Te observo mientras regresa a mi mente todo lo vivido durante la tarde y la noche anterior. He cumplido mi deseo de dormir contigo, algo que hasta ayer me parecía totalmente imposible.

Recuerdo que no soportaba seguir en la boda, que no podía ni bailar ni divertirme después de estar contigo. No me sentía saciada de ti, al contrario, te necesitaba más y más. Casi una hora pendiente de ti, buscándote, cruzando miradas...  Casi una hora perdida por no estar entre tus brazos. Mi jaqueca repitió como excusa y anuncié que me volvía a mi habitación. Tú, siempre cerca, te ofreciste a acompañarme al hotel y ya no me importó lo que pudieran pensar los demás, sólo me importaba escapar de allí junto a ti.

Ahora estás aquí conmigo, en una cama extraña y la realidad me golpea; el sueño va a terminar, tengo que volver a casa. Me gustaría tenerte una vez más, colarme debajo de las sábanas y chuparte la polla, notar como crece dentro de mi boca, liberar el glande con mis labios y comértela hasta hacerte aullar de placer, hasta volver a llenarme de tu semen. Pero en lugar de eso decido huir, no soportaría despedirme otra vez de ti. ¿Cómo podría decirte adiós? ¿Cómo podría darte un último beso?

Me visto rapidamente, recojo todas mis cosas y las meto en la maleta a puñados antes de perder mi determinación. No quiero ni mirarte, creo que si lo hago no podré salir jamás por esa puerta.

Creo que ya lo tengo todo y salgo sin hacer ruído, me estoy rompiendo por dentro pero lo hago en silencio.

Espero unos segundos y, mientras ensayo una sonrisa por si me cruzo con alguien, deseo que te hayas dado cuenta de mi ausencia, que envuelvas tu cuerpo desnudo con una sábana y que salgas a buscarme. No sucede eso. No más deseos cumplidos por hoy. No miro atrás y me voy.

Deshago el camino que anoche, casi a la carrera, nos llevó a esa habitación, de la mano, besándonos. Pensar en ello me sirve para ahuyentar las lágrimas... quiero quedarme con lo bueno, con el maravilloso regalo que ha sido reencontrarte.

Anoche... Antes de que cerraras la puerta ya te estaba desnudando. Por un instante fuimos una maraña de brazos con ropa que caía alrededor, luego fuimos solo manos y labios que recorrían toda la piel, ávida del contacto del otro. Quedamos sin aliento porque de tanto besar se nos olvidó respirar. Me llevaste hacia la cama, me dejé llevar.

Me transporto a ese momento y  puedo sentir otra vez la delicia que es tener tu cuerpo encima  del mío... estás sobre mi y sujetas mis muñecas a ambos lados de mi cabeza, estoy a tu merced, puedes hacer conmigo lo que quieras.

Muerdes mis labios entre beso y beso, muerdes mi lengua y la frotas con la tuya... Pequeños besos en mi nariz, en mis mejillas, en mi barbilla, en mi cuello, entre mis pechos. Sueltas mis muñecas para juguetear con mis pezones, pellizcando suavemente, rozándolos apenas con la palma de tus manos, poniéndolos tan duros que duelen un poco y consiguiendo que un cosquilleo ardiente me inunde el pecho. No lo soporto, es una sensación demasiado intensa.

Nos sentamos uno frente a otro,abrazados, mis piernas muy abiertas sobre tus piernas abiertas, mi sexo inflamado acariciado por tu sexo palpitante. Me agarras las nalgas y me ayudas a alzarme un poco para penetrarme suave y profundamente. Apenas nos movemos, subo y bajo pocos centímetros, tenso y contraigo mis músculos, el abrazo de los brazos se estrecha, el de mi coño también. Me elevas un poco más y empujas con más ímpetu dentro de mí.

— Me encanta follarte— susurras en mi oído.

Deshacemos los abrazos y me transformo en amazona. Te monto pausadamente, con movimientos amplios, hago salir tu polla casi por completo para volver a clavármela entera y en ese momento elevas las caderas debajo de mí. Penetrada así, profundamente, al fin me siento colmada. Tras años de búsqueda infructuosa, me detengo para deleitarme con esta sensación de plenitud que sólo tú me das. Echo los brazos hacia atrás y alcanzo tus testículos con mis manos, los masajeo y comienzo a cabalgarte de nuevo. Empiezo a sentir el preámbulo del orgasmo y me contengo, sé que cuando llegue será más intenso si paro ahora. Tu polla sale de mí totalmente y se aloja entre mis labios mayores, el glande acaricia mi clítoris y lo siento como si fuera una lengua, suave, mojado y caliente como está. Me inclino hacia adelante y se estrecha el contacto. Te acerco uno de mis pechos a la boca, atrapas mi pezon entre los labios y lo succionas como si te quisieras alimentar de mí. Vuelve ese cosquilleo por mi pecho y mi cuello, ese que anhelo pero no puedo resistir por mucho tiempo. No es la mejor manera de evitar un orgasmo...

Tú también necesitas una pausa y me tumbas boca abajo. Cojes uno de mis pies y lo acaricias, me haces cosquillas en la planta, acaricias mi tobillo y lames mis dedos. Sentir tu lengua entre mis dedos me encanta, me excita aún más. Abres mis piernas y las acaricias de abajo arriba, de los talones a las corvas y, por la cara interna de los muslos, hasta las ingles mojadas.

­— Ponte a cuatro patitas, anda... — me dices, con tal deseo en tu voz que me estremeces.

Inspeccionas con tus dedos toda mi vulva, separas y unes mis labios, pasas un dedo entre ellos, metes dos en mi vagina y los mueves dentro... los sacas empapados.

— Mira como estás de mojada, estás chorreando.

Te miro y, tras enseñármelos, te los chupas. El gesto me resulta tremendamente erótico, el placer con el que me saboreas, como si de un manjar exquisito se tratara, me enciende de una forma que me hace suplicarte:

— Fóllame, por favor, fóllame ahora.

Me das una palmada en el culo y se me escapa un grito. Siento la piel ardiendo y me pica, me acaricias y el alivio es inmediato. Dura poco porque empiezas a darme un azote en cada nalga a cada pregunta que me formulas.

— ¿Quieres que te folle? ¿Por dónde quieres que te folle? Dime. ¿Quieres que me folle esa boquita viciosa que tienes? ¿Quieres que te folle otra vez ese coño tan mojadito? ¿O prefieres que te rompa el culo?

Doy un respingo y te miro. Me asusta un poco el sexo anal contigo, nunca llegamos a hacerlo, sería la primera vez... Me muerdo el labio inferior y lo interpretas como un asentimiento. Empiezas a acariciar y a penetrar y a dilatar con los dedos, me relajo, me abro para ti.

Agarras tu polla por la base y la paseas por mi sexo, me penetras, sales de mí con más lubricación de la necesaria, la apoyas en mi culo y empujas hasta introducir el glande, suspiro y me echo hacia atrás lentamente para que entre entera. Me agarras las caderas y empiezas a follarme suave, cuidando de no hacerme daño, pero yo quiero que lo hagas fuerte, que me des duro y te lo indico con mis movimientos. Sentirte tan profundamente en mis entrañas es tan excitante que pronto me encuentro de nuevo a las puertas del orgasmo. No me reprimo esta vez, al contrario, me ayudo acariciando mi clítoris y me corro con un ímpetu que rebasa ampliamente mis expectativas. En medio de mis contracciones, mientras el placer se apodera de todo mi cuerpo a base de oleadas que parten desde mi vientre, siento que te corres tú, que me acompañas en los gemidos, en los jadeos, en los suspiros y que te relajas conmigo y caes junto a mí en la cama, ambos temblorosos y sin aliento. Así nos quedamos.

En mitad de la noche despierto, te arropo y te beso en los labios. No te inmutas, estás profundamente dormido. Ese será el último beso y ni siquiera lo sabrás.