miprimita.com

Un francés en Francia

en Sexo Oral

Cuando volvimos al hotel él estaba en la recepción. Me llamó la atención porque llevaba ropa de motorista y daba calor sólo mirarle y porque tras unos días en París me daba una especial alegría oír hablar en castellano.

Buenas noches. – dijimos, casi al unísono, mi amiga Blanca y yo.

Buenas noches. – contestó él volviéndose hacia nosotras con una preciosa sonrisa y un brillo especial en sus ojos verdes.

Me olvidé de él nada más cerrarse las puertas del ascensor, tenía los pies destrozados y sólo pensaba en darme una ducha. Blanca, en similares condiciones, tampoco comentó nada sobre el chico.

Media hora más tarde, más relajada pero sin sueño, salí de la habitación con mi portátil. En la misma planta había una biblioteca muy agradable en la que escribía un ratito todas las noches sin molestar a mi compañera de viaje. Había un hombre allí, sentado en una butaca junto a una de las lámparas de lectura, hojeando lo que parecía una revista de música.

Buenas noches. – dije olvidando por enésima vez que no estaba en España.

Buenas noches de nuevo. – me sorprendió él. Era el motorista, no le había reconocido sin el mono de cuero y peinado.

Ah, hola, no me había dado cuenta de que eras tú.– me permití tutearle porque se notaba que era más joven que yo.

Su sonrisa era realmente bonita y le añadía un extra al atractivo que ya poseía.

Me llamo Marcos. – me dijo mientras se levantaba, me estrechaba la mano y me daba dos sonoros besos.

Yo me llamo Mila, encantada. – encantada y un poco aturdida por su inesperada calidez.

¿Qué haces en París, Mila?

Turismo. Mañana vamos a ver la colección egipcia de el Louvre. A Blanca, mi amiga, y a mí nos fascina el Antiguo Egipto. – omití que mi amiga había insistido en hacer este viaje conmigo para animarme un poco tras mi reciente divorcio.- ¿Y tú?

Tengo una entrevista de trabajo mañana temprano y luego me vuelvo a casa. De tener tiempo me hubiera gustado ir con vosotras.

Otra vez será, espero que tengas suerte con esa entrevista.

Muchas gracias y que disfrutéis mucho.

Y como parecía que la conversación había terminado me dispuse a continuar con lo que tenía planeado. Me sentí un poco desilusionada porque Marcos me resultaba muy agradable y deseaba seguir charlando.

Me senté prácticamente enfrente de él, casi en la esquina de una gran mesa de madera maciza, y me quedé mirándole mientras el portátil se iniciaba. Le observé mientras tomaba notas en un trozo irregular de papel con la muñeca en un ángulo extraño, en la postura forzada típica que los zurdos adoptamos al escribir. Me gustaba, tenía un aire de niño travieso que me ponía mucho. Me hipnotizaba verle escribir con esa letra pequeña y apretada, con esa concentración. Cuando levantó la vista y me pilló espiándole me puse toda roja y él contestó con una sonrisa.

¿Qué haces? – pregunté algo incómoda al ver que no apartaba su mirada de mí.

Nada importante, apuntando algunos nombres de instrumentos árabes que vienen en esta revista.

¿Sabes francés?

Algo, pero no lo suficiente, por eso apunto los nombres, para buscarlos luego en internet.

Si quieres te dejo el portátil un rato.- dije antes de abrir el archivo del último relato que tenía entre manos.

Te lo agradecería mucho.- dijo levantándose y viniendo hacia mí.– Odio buscar en el móvil. Pero tampoco quiero interferir en lo que estés haciendo tú.

No te preocupes, sólo iba a escribir un rato.

Acercó una silla y se sentó muy próximo a mí.

¿Y qué escribes?

Un cuento.- Podría haberle dicho que eran cosas aburridas del trabajo o que pretendía contestar el correo pero no me salió la mentira, estaba nerviosa al tenerle tan cerca.

¿Eres escritora? ¿Cuentos infantiles?

Jajaja... No, no me considero escritora, sólo escribo cosas. Son cuentos más bien para adultos.- no debería haber dicho eso, no quería sacar el tema de los relatos eróticos. ¿O sí...?

Suena interesante, me gustaría leer algo tuyo.

Sí, luego te paso el enlace a la página dónde los publico.

¿Tienes un Blog?

No, aún no. Tal vez cuando disponga de más material. Es una página dedicada a publicar ese tipo de cuentos.

Busco un par de cosas y luego me lees uno de tus cuentos antes de ir a dormir, ¿vale?- estaba claro que ya intuía de qué iba el tema, me parecía que su mirada se había vuelto picarona y que su voz era más grave.

Me removí en mi silla, inquieta, y nuestras rodillas se rozaron. Aparté la pierna pero él, abriendo un poco las suyas, hizo que nos volviéramos a tocar. Me gustaba sentir su calor de esta manera. ¿Debería volver a apartarme? ¿Estaba Marcos tonteando? No sabía qué hacer, llevaba tanto “fuera del mercado”... Me había casado muy joven y con mi primer novio, este viaje era la primera salida estando “libre” desde hacía muchos años y no estaba puesta en las técnicas de ligoteo.

Pues ya está – dijo Marcos cerrando varias pestañas a la vez y levantándose de la silla – ¿te apetece una cerveza?

No, gracias, no me gusta la cerveza.

¿Un refresco?

Sí, eso sí.

Salió de la pequeña biblioteca dándome la oportunidad de fijarme en su culo, un buen culo, por cierto. Sí, me gustaba. ¿Cómo sería pasar la noche con él? ¿Como sería sentirle dentro?... Reapareció en menos de un minuto, su habitación debía estar en la misma planta que la mía. Me gustaba hasta la forma en la que se movía, tan seguro, con agilidad, incluso con gracia. Me fijo en esas cosas porque soy tan torpe que puedo caerme incluso estando quieta en la cola del supermercado.

Me ofreció el refresco con ademán de mayordomo y sonrisa ancha y deseé besarle... Tantísimo tiempo sin sexo estaba haciendo mella en mí. Cómo podía ponerme así de caliente este chico, sólo habíamos cruzado unas pocas frases... pero así era, me ponía, me parecía tremendamente atractivo. Él se dio la vuelta y se sentó en la butaca que ocupaba cuando yo llegué y continuó mirando la revista de música.

Sí, también me gustaba la forma en que bebía cerveza. En mi cabeza empezaba a dar forma a un nuevo relato en el que Marcos sería el protagonista y pensar en que algún día el podría leerlo y reconocerse en mis fantasías me excitaba, pero no lo escribiría hoy, tenía que acabar el que tenía empezado. Abrí el relato y releí por encima para situarme y me dispuse a escribir. No podía. Él estaba allí, enfrascado en su lectura, dando un largo trago a su cerveza... ¡mierda! Me volvió a pillar mirándole... me volvió a sonreír...

Decidí apagar el portátil e irme a dormir, era ridículo pensar que aquel chico pudiera estar interesado en mí. No, de ninguna manera.

¿Te vas ya?

Sí, no consigo concentrarme. Estoy cansada.

Pero no te vayas sin darme la dirección de esa página.

Claro, ya no me acordaba. – la apunté rápidamente y también mi seudónimo de autora.

Malkia... suena misteriosa. ¿Tendré pesadillas después de leer tus cuentos?

Pareces un chico valiente, no creo que te den miedo.

¿Estaba flirteando otra vez? Daba igual, me rendía, definitivamente no sabía jugar a ese juego.

Buenas noches Mila, que descanses . – mientras se levantaba para darme dos besos, un poco menos sonoros, un poco más suaves.

Igualmente Marcos, encantada de conocerte. Mucha suerte mañana.

Me acosté con un tremendo calentón, me asustaba despertar a mi amiga y que me descubriera, me hubiera gustado tener más intimidad... pero cuando hay hambre...

Sentía toda mi piel extremadamente sensible a las caricias. Hasta el roce de las sábanas me resultaba sensual. Flexioné mis piernas para acariciarlas con los dedos, cuando llegué a mis muslos ya lo hacía con las uñas. Bajé el pantaloncito del pijama y las bragas hasta dejarlos a la altura de las rodillas. Paseé la palma de mi mano sobre mi sexo y noté mi humedad. Tiré un poco del vello mojado y seguí acariciándome por fuera, casi sin darme cuenta uno de mis dedos ya se había colado entre mis labios y resbalaba hasta mi entrada. Me coloqué un poco de lado en la cama . Acaricié mis pechos y pellizqué suavemente mis pezones por encima de la camiseta, no me costó mucho ponerlos durísimos. Llevé una de mis manos a mis nalgas y la colé entre ellas buscando penetrarme de nuevo. Introduje dos dedos de golpe y mordí fuerte mi labio inferior para acallar el gemido que había nacido en mi garganta. Jugué moviéndolos dentro de mí y acaricié el clítoris con la otra mano, apretando y soltando, frotando y haciendo círculos. Lo notaba todo hinchado y muy, muy caliente. Blanca se removió en la cama y paré un momento temerosa de que, aún así, ella pudiera oír los latidos de mi corazón. Cuando me aseguré de que su respiración era la de una persona profundamente dormida volví a mover mis dedos, que no había sacado de mí. En mi mente era Marcos el que me tocaba mientras yo se la comía. Le imaginaba tumbado en la cama, me imaginaba arrodillada a su lado con mi culo al alcance de su mano, con sus dedos clavados en lo más profundo, agarrándome la cabeza para dirigir mis movimientos. Trataba de reprimir mis suspiros, mis jadeos... no tenía demasiado éxito con eso, pero oírme me excitaba más. También me excitaba la manera en que me balanceaba, mi cuerpo ya no me pertenecía a mí, pertenecía al placer que empezaba a crecer y crecer sin control. Imaginé a Marcos penetrándome fuerte, salvajemente y me abandoné a mi orgasmo... todo mi cuerpo vibró, se alzó, explotó y cayó agotado, palpitando aún... Apenas recoloqué mi ropa caí en un profundo sueño.

El día siguiente lo dedicamos a visitar museos y a destrozarnos más aún los pies. Agotadas pero felices llegamos algo tarde al hotel. Al saludar a la recepcionista, ésta salió de detrás del mostrador con un sobre en la mano.

Han dejado una nota para la señorita Mila.

Soy yo. – dije muy sorprendida. Era de Marcos.

No es que no me hubiera acordado de él en todo el día pero no me esperaba que él se hubiera acordado de mí.

Querida Malkia,

Gracias por permitirme leer tus cuentos. Mas que pasar miedo lo he pasado de miedo. ¿Te veré esta noche en la biblioteca?

Un abrazo.

M.”

No entendía nada, pero si él ya debería estar en España... Me duché rápidamente, Blanca me cedió su turno ilusionada con lo que podía pasar.

A ese tal Marcos le has impresionado. – me dijo realmente convencida.

Ya será menos... – no quería crearme expectativas poco realistas. La charla de la noche anterior había sido agradable pero no me había sentido nada impresionante, al contrario.

Bueno, ponte guapa por si acaso.

No pienso arreglarme para ir a verle a la biblioteca, me niego.

Sólo un poco de rimmel y un toquecito de pintalabios, mujer...

Que no, olvídalo.

Y salí al encuentro con Marcos con la misma ropa de la noche anterior, la que usaba como pijama en los hoteles; un pantalón corto muy ancho y una camiseta viejísima de Queen, sin sujetador, eso sí. El tiempo y la gravedad han sido benevolentes con mis tetas y para mí, no existe el “sujetador cómodo” ni como concepto.

Cuando entré, él estaba sentado a la mesa mirando su móvil, en el sitio que yo ocupé la noche anterior.

Hola Marcos, te hacía en tu casa ya, ¿qué tal la entrevista? – le dije mientras me acercaba y le daba dos besos poniendo una mano en su hombro para que no se levantara.

Hola Mila. La entrevista ha ido bastante bien, he pasado la primera selección y mañana tengo que hacer unas pruebas para la segunda.

Me alegro un montón, creía que sólo era una entrevista.

Yo también lo creí pero no ha resultado así. Ven, siéntate. – golpeando suavemente el asiento de la silla a su lado.

En cambio me senté frente a él, para conversar es más cómodo así y, además, evitaba estar demasiado cerca, me ponía nerviosa.

Marcos sonrió, se levantó y tomó asiento junto a mí, incluso acercó más su silla a la mía.

¿Sabes? He leído alguno de tus cuentos. Los que tenían más puntuación. No he podido evitar excitarme, me la pusiste muy dura.

Ya me habían dicho cosas parecidas en algunos correos pero así, casi en susurros y al oído, era la primera vez... Creía que se me iba a derretir la cara de lo colorada que la sentía.

Me alegro de que te hayan gustado.

No he podido dejar de pensar en cómo sería que me los leyeras tú. ¿Lo harías por mí?

No sé... no me parece...

No tiene que pasar nada que no quieras que pase, sólo déjame oír tu voz, me conformo con eso.

Alargué la mano para que me pasara su móvil y se levantó escondiéndolo tras su cuerpo.

No mujer, aquí no. Ven a mi habitación, te invito a una cerveza.

Intuía lo que pasaría si iba, vi cómo le brillaban los ojos y no pude evitar mirar el bulto en sus pantalones cuando se puso de pie... Pero creo que deseaba que pasase, me apetecía descubrir el sabor de ese hombre, me preguntaba cómo sería en la cama. Por un segundo temí parecerle demasiado fácil pero no tenía pinta de que se le resistiesen mucho muchas mujeres... y, además, ¿qué más daba? Me vendría bien un poco de sexo sin consecuencias, sin sentimientos. Puro desahogo.

Vale, pero leo muy mal en voz alta.

Pues hazlo en voz baja...

Recordé entonces que no llevaba precisamente mis braguitas más seductoras... vale, no había llevado ninguna de ese tipo al viaje... Decidí ir a mi habitación primero y quitármelas, además me excitaba la idea de ir sin nada debajo.

Tengo que ir un momento a mi habitación, ¿cuál es la tuya?

La 307.

Voy en unos minutos.

Nada más entrar percibí que algo no iba bien. La puerta del baño estaba entornada y oí arcadas y jadeos.

¿Qué te pasa Blanca?

Nada, me pondré bi... aarrgg... bien ensegui... aarrgg...

¿Por qué no me has avisado?

Vete con el tío bueno, se me pasará... aaarrgg...

No podía dejarla sola. Una parte de mí suspiró aliviada al descolgar el teléfono de la habitación y marcar el 307, el resto (la mayor parte), se sintió decepcionada.

¿Sí?

Marcos, soy Mila, mi amiga no se encuentra nada bien. Voy a quedarme con ella. Siento darte plantón.

No te preocupes, espero que se recupere.

Supuse que él pensaba que me estaba escaqueando y eso hizo que me sintiera mal... los ruidos en el baño hicieron que lo olvidara pronto. Blanca era la prioridad en ese momento.

Veinte minutos después Blanca dormía plácidamente. Había pasado todo.

Paseé por la habitación, nerviosa. No sabía qué hacer. Si seguía allí no podría dormir y acabaría fastidiando el sueño a mi amiga. Si iba a la habitación de Marcos acabaría en su cama. Sí, parecía una decisión muy fácil de tomar pero no lo era. Además puede que él estuviera dormido ya. Mientras sopesaba las opciones, casi sin pensar lo que hacía, me quité las bragas y me volví a colocar el pantalón... así me di cuenta de que ya había elegido.

Llamé suavemente a su puerta y una parte de mí (la parte más pequeña e idiota) suplicaba que no se abriera. Se abrió.

¿Está peor tu amiga? ¿Quieres que busque ayuda?

No, ella está bien, se ha quedado frita...

¡Ah! – exclamó y esbozó una amplia sonrisa.

No sé si es muy tarde ya, ¿madrugas mañana?

No, está bien, la entrevista será a mediodía.

Abrió completamente la puerta y se hizo a un lado para dejarme entrar. Tomé todo el aire que me cabía en los pulmones y avancé conteniendo la respiración.

Estaba atacada, casi arrepentida de no haberlo dejado estar. Por un segundo tuve la tentación de salir corriendo. ¿Cómo había llegado hasta aquí? En ese momento no tenía ni idea...

Pasa, siéntate. – Me pidió Marcos mientras despejaba de ropa la única silla.

Me senté y me crucé de piernas. Las costuras del pantalón rozaron levemente mi sexo y me puse roja como si él pudiera adivinar que iba en “plan comando”. Noté como mis pezones se endurecían y me puse más roja aún, esto sí que podría percibirlo Marcos.

¿Quieres tomar algo?

Agua estaría bien, gracias.

Tenía la botellita entre las manos y en lugar de beber me dediqué a arrancar la etiqueta trocito a trocito. Él dio un sorbo largo a su cerveza y me miro yo diría que casi divertido. No decíamos nada, empezaba a sentir que estaba haciendo algo malo. A pesar de que llevaba años siendo la compañera de piso de mi exmarido más que otra cosa, que hacía bastante que nos separamos y casi tres meses que nos divorciamos, sentía que estaba a punto de traicionarle, a punto de serle infiel.

Noté la humedad entre mis piernas, noté mojado el fino algodón de mis pantaloncitos.

¿Estás nerviosa?

Un poco.

No hace falta que me leas nada si no te apetece.

Me apetece. – Y de mi garganta salió un gemido.

¿En serio? Me sorprendía lo que ese hombre, o la situación, o los dos, provocaban en mí.

Toma, me gustaría que me leyeras este, si te parece bien. – y me pasó el móvil.

Para ti”, ese era el relato que quería oír de mis labios.

¿Por qué ese en concreto?

Porque realmente me da la sensación de que lo escribiste para mí, aunque no me conocieras aún.

Asentí con la cabeza, no sabía qué más decir y comencé a leer.

Leí en voz baja y me temblaba la voz, los nervios y la excitación no me dejaban otra opción. Marcos se sentó en la cama y arrastró mi silla hasta acercarme más a él. Seguí leyendo y le echaba vistazos entre párrafo y párrafo. Me sonrió. Se inclinó hacia delante y apoyó el codo en su rodilla y la cabeza en su mano. Notaba su mirada clavada en mí mientras acariciaba su labio inferior con el pulgar.

Le oí resoplar levemente y le miré mientras abría un poco más las piernas y acomodaba su erección. Se me escapó otro gemido. Me volvieron los colores si es que alguna vez se me fueron. Sentía mi cara ardiendo y no es lo único que me ardía.

Estaba harta de sentirme querida pero no deseada y me encantaba volver a provocar excitación en un hombre.

Marcos metió su mano bajo la camiseta y se acarició el pecho, los pezones. Miré cómo lo hacía. Hipnotizada. Imaginé sus manos sobre mí. Alcé la vista hasta sus ojos y me sonrío. No dejó de sonreír mientras se quitaba la camiseta.

Intenté volver a leer pero no sabía por dónde iba, me había perdido. Al fin recuperé el hilo y continué con el relato. Paré de nuevo para beber un sorbito de agua. Marcos, aprovechando que volvía a contemplarle, dejó de tocarse el torso y se deshizo de sus zapatos. Reteniendo mi mirada se levantó y se quitó el pantalón... Ya no me apetecía nada leer. Apagué el móvil y lo dejé a un lado.

¿No me vas a leer más?– y señalando entre sus piernas–¿Me vas a dejar así?

No... y no...

Me puse de pie y le tendí la mano, invitándole a que se levantara él también. No lo hizo, tiró de mí, me tumbó en la cama y se tendió junto a mí.

Marcos acarició mi mejilla y me miró muy serio. Estaba tan cerca que casi no le podía enfocar y me dio un poco de risa tonta mientras me apartaba un poco. Él apenas sonrió dos segundos y volvió a ponerse serio. Me miró a los ojos y a la boca y a los ojos de nuevo.

Hola– su voz se había convertido en un susurro grave.

Hola– la mía era casi un suspiro.

¿Qué tal?

Bien...

¿Estás segura?– Creí que se refería a que si estaba segura de que quería continuar y, aunque no lo estaba del todo, asentí con la cabeza.

Se volvió a acercar pero ya no necesitaba enfocar su cara, cerré los ojos mientras ponía sus manos en mis mejillas y me besaba. Sus labios eran suaves, tiernos y sabían a cerveza. No me gusta la cerveza pero me gustaba cómo sabía en su boca. Quería más y busqué su lengua con la mía, tocarla me produjo un cosquilleo en el vientre y me sentí aún más húmeda. Cogí una de sus manos, le besé la palma y volví a su boca al tiempo que la coloqué sobre mi pecho indicándole que lo amasase, que lo apretase. Cuando comenzó a pellizcar suavemente el pezón por encima de la ropa me entraron unas ganas enormes de que se lo comiera. Me arrodillé en la cama y me saqué la camiseta sin más ceremonia, deseaba que me mordisqueara y le ayudé a tumbarse boca arriba para sentarme sobre su erección. Mientras lamía mis tetas me movía suavemente intentando que nuestros sexos se sintieran. Estaba demasiado dura y casi me hacía daño por la posición que tenía dentro de su slip. Intenté quitárselos pero no podía estando encima. Me eché a un lado y él aprovechó para colocarse sobre mí impidiendo que le desnudara por completo.

Espera, espera... ¿Tienes prisa?

No, perdona...

En realidad sí que sentía la urgencia de tenerle dentro pero me gustó que él quisiera llevar un ritmo más pausado.

Me siguió besando lentamente y frotando su cuerpo contra el mío, incluso metió una mano bajo mi culo para estar más apretados mientras no dejaba de acariciar mi cara con la otra. Con su palma en mi mejilla, rozaba mis labios con el pulgar, saqué la lengua para lamerlo e intenté atraparlo. Él lo introdujo en mi boca y lo mordí y lo chupé mientras le miraba con toda la intención. Se tumbó a mi lado. La mano que tenía apretando mi culo estaba ahora acariciando mi muslo, subiendo por él, metiéndose por dentro del pernil de mis pantaloncitos. Cuando llegó al vello gimió complacido y creo que sorprendido de no encontrar ropa interior. No profundizó, para mi desesperación comenzó a acariciar todos los alrededores de mi sexo. Volvimos a besarnos más intensamente y me hubiera gustado quitarle lo que le queda de ropa pero no quería otra negativa. Opté por acabar de desnudarme yo con la esperanza de que me imitara. Pero no pilló la indirecta y empezó a colocarse entre mis piernas.

¿Adónde vas?

Un momento, voy a ver una cosa.

Me sentí tan expuesta mientras observaba mi coño tan de cerca que se me subieron los colores.

Es bonito. Me gusta.

Abrió mis labios y lo acarició todo. Mi excitación se convirtió casi en una punzada.

Qué mojadita...– Me dijo mirándome a los ojos mientras me penetraba con un dedo.– Y qué caliente estás por dentro... Me encanta.

Sin quitarme ojo acercó la cara y rozó con sus labios los míos, sacó la lengua y pulsó mi clítoris. Sí, lo pulsó como si fuera un interruptor y me encendió aún más. Metió otro dedo dentro de mí y lamió desde mi entrada al clítoris varias veces, como si recogiera todo mi deseo y lo concentrara allí. Cuando creía que no podía más apretó la lengua allí donde había estado acumulando mi placer y la hizo vibrar. Presionó de una manera que liberó mi orgasmo sin que pudiera hacer absolutamente nada más que liberarme yo también. Me abandoné, sentí que me elevaba y que estallaba en mil pedacitos brillantes... Volví en mí y él aún no había separado su boca de mi sexo, empezó a lamerme de nuevo y me maravillé de cómo este hombre, sin conocerme de nada, había intuido que el segundo orgasmo es mi favorito, el más intenso. Dejé este mundo por un instante, el aire se se escapó de mis pulmones, el corazón se paró un segundo antes de galopar desbocado inundándome del calor más dulce... Cuando Marcos sacó sus dedos de mi interior abrí los ojos, me sentí un poco mareada y por unos segundos no sabía dónde estaba ni quién era.

Dame medio minuto para que me recupere, enseguida estoy contigo.– y al ver que hacía ademán de tumbarse en la cama le pedí que no se moviera.– No te muevas, quédate así.

Me levanté y me coloqué a su lado. Me había obedecido y estaba de rodillas en el borde de la cama. Acaricié su culo por encima del slip. Me moría por quitárselo y ver su polla, pero iría despacio, como él parecía querer. Le besé y le indiqué que se apoyara en las manos y que abriera más las piernas. Me calentó mucho verle así, a cuatro patas. Colé mis manos bajo su ropa interior y amasé sus nalgas.

Me encanta tu culo.

Es todo tuyo. Haz lo que quieras con él.

¿Todo lo que yo quiera?

Todo.

No te haré daño.

Puedes hacérmelo si te apetece...

Eso era toda una invitación a jugar de la forma que yo quisiera y me excitó muchísimo. Y muchísimo más cuando le oí gemir tras darle un azote.

Colé los dedos bajo la cinturilla y, entre los dos, nos deshicimos de la prenda.

Ahí estaba... totalmente pegada a su abdomen, vibrante... no pude evitar acariciarla. Sólo paraba la suave masturbación para pellizcarle el trasero o darle algún otro azote y tras cada “castigo” se ponía más y más dura. Aunque no le di con fuerza su piel estaba caliente al tacto y un poco enrojecida y decidí cambiar de juego. Mojé mi dedo índice y rocé su culo apenas. El suave suspiro y el leve arqueo de su espalda no me aclaró del todo si le agradaba mi pequeña intromisión en su intimidad. Decidí internarme un poco más y él respondió con un claro gemido y un movimiento que me invitaba a avanzar. Siempre había deseado penetrar de esta forma a un hombre y noté cómo palpitaba mi clítoris y la humedad llegaba a la cara interna de mis muslos. Necesitaba tocarme y le propuse cambiar de posición. Se tumbó sobre su espalda, me arrodillé a su lado y volví a introducirle el dedo. Ahora podía mirarle a los ojos mientras le follaba el culo y me masturbaba. Al ver cómo me acariciaba alargó una mano y me introdujo dos dedos. Mi cuerpo entero estaba a punto de fundirse en torno a ellos y me entraron unas ganas tremendas de chupar. Me lancé a devorársela sin más ceremonia, sé que debería haber empezado a lamerla por fuera, a darle pequeños mordisquitos con los labios en el glande... pero no. Fui a por ella y me la tragué entera. Cuando estaba a punto de correrme en su mano paré de comérsela, no controlo nada en medio de un orgasmo y no quería que se viniera aún.

Ahora no me toques, relájate. Voy a chupártela hasta que te aburras.

Dicho y hecho.

Apretaba el glande cada vez que me parecía que se aproximaba el punto de no retorno y variaba el ritmo y la presión para alargar más su placer. Cuando su respiración se normalizaba un poco volvía a empezar de cero. Primero suaves besos en la punta y largas lamidas por todo el tronco. Seguía frotando la lengua en el punto donde se alisaban los bordes de su capullo y en el agujerito. A continuación soplaba un poco para enfriar la zona y que notara más el contraste cuando me la metía hasta la garganta. Luego le animaba a follarme la boca como le apeteciera y apretaba mis labios un poco más cada vez hasta que sus gemidos y la presión que notaba en el dedo que seguía penetrándole me indicaban que había que frenar. Cada vez tenía que parar más frecuentemente.

Quiero correrme ya, me estás matando.

Me encantó oírle decir eso...

Introduje un poco más mi dedo dentro de él y dejé de moverlo para concentrarme en la mamada. Agarré su polla por la base para que no se me escapara en el momento más inoportuno y chupé, lamí y succioné como si me fuera la vida en ello. Marcos elevó las caderas como si una corriente eléctrica le atravesara el cuerpo y sentí su semen tibio en mi boca caliente. Nuestras miradas se encontraron cuando el segundo chorro chocaba en mi garganta. Usé mi mano y saqué su polla justo a tiempo para que el viera como los siguientes se depositaban en mi lengua y volví a chupar hasta no dejar ni una gota, ni siquiera se salvó la que había resbalado por mi barbilla.

Muy intenso, ha sido muy... he sentido un hormigueo en el cielo de la boca y... no sé, todo...

Shhh... ya pasó.

Cuando volví del baño Marcos dormía y su cuerpo, tan cercano hacía unos minutos, se me antojó demasiado desconocido como para abrazarme a él en el sueño. Me puse el pijama y me marché a mi habitación.

Al día siguiente, al volver al hotel con Blanca, después de disfrutar nuestro último día en París, me esperaba otra nota de Marcos.

En el sobre estaba su tarjeta y por detrás había escrito: “Lo de anoche merece un cuento de los tuyos. Un abrazo”.

Aquí lo tienes Marcos, que sepas que perdí tu tarjeta y que me gustaría que me escribieras para saber que no fue un sueño.