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Ángel es mi demonio

en Dominación

Ángel es mi demonio

Todo sucedió una noche de verano, mi marido estaba de viaje; yo dormía sola. Oí pasar una moto a toda velocidad y me revolví en la cama, entorné los ojos y vi que eran casi las 4 de la mañana, en ese momento me di cuenta de algo extraño, olía a perfume de hombre, intenté incorporarme pero unas manos fuertes me lo impidieron, una empujando mi hombro y la otra tapando mi boca. Estaba muy asustada, pero él con voz muy calmada me dijo:

No grites, no pasa nada, soy yo, Ángel.

¿Ángel? Al momento recordé; Ángel era un amigo que conocí primero por Internet, y frente a unas cervezas el día anterior, junto con otros amigos y mi marido. Me relajé un poco y me soltó. Mientras tiraba de mi camisón para cubrirme todo lo posible, susurré:

¿Qué haces aquí?

Extrañaba la cama del hotel y salí a dar un paseo,-dijo sentándose junto a mí - llegue hasta aquí y vi la cancela de afuera entornada, recordé que estabas sola y temí que alguien la hubiera forzado, entré y di la vuelta a la casa, la puerta de atrás no estaba cerrada con llave, deberías tener más cuidado…

Esto último lo dijo poniendo una mano en mi brazo al tiempo que yo me sentaba en la cama. Su contacto me estremeció.

Tras comprobar que dormías placidamente estaba a punto de irme y entonces te has despertado.

Sólo acerté a darle las gracias y a mirar su mano que aun seguía en mi brazo, lejos de apartarla comenzó a acariciarme con ella del brazo al hombro muy suavemente…

Pero si no quieres no me voy…

Su mano seguía subiendo, sus dedos pasearon por mi cuello y luego por mi mejilla hasta llegar a mis labios, los besé…

No sabía lo que estaba haciendo, la situación me excitaba. Ángel y yo habíamos hablado de sexo alguna que otra vez por Internet y habíamos leído relatos eróticos, pero nunca había soñado con llegar a nada más. Ahora él estaba en mi habitación, su boca a pocos centímetros de la mía y acercándose… esto era una locura, pero me sentía muy bien…

Recibí su beso tierno con un gemido, el siguió besando mientras me volvía a recostar y se echaba sobre mí, le abrí mis labios y exploramos con nuestra lengua la dulzura del otro. Se movía despacio, frotando su cuerpo contra el mío, aun con la ropa puesta yo notaba su erección, mi sexo se inundaba con mi deseo creciente de tenerle dentro.

Se apartó un poco y lleno su mano con uno de mis pechos, lo masajeaba cuidadosamente y luego con sus dedos se concentraba en mi pezón, que se endureció de inmediato, mientras yo me afanaba en soltar los botones de su camisa sin mucho éxito. Se aparto un poco más y me ayudo a quitarle la camisa y a despojarme del camisón, nos abrazamos sintiendo el calor de nuestra piel y seguimos besándonos y acariciándonos. El se levanto de la cama y la rodeo, comenzó a acariciar mis tobillos y a subir poco a poco, instintivamente separé las piernas, el recorría la parte interior de mis muslos y llegó a mis braguitas. Antes de quitármelas metió un dedo de cada mano por debajo del elástico desde el centro a las costuras, alcé las caderas para ayudarle. Se quedó unos segundos contemplando mi sexo, sin hablar, sin tocarme. Fui hacia él, le desabroché el pantalón y le acabé de desnudar. Su pene salió disparado de su ropa interior y me lanzaba su mirada ciclópea y desafiante. Lo besé, lo besé por todas partes, lo acaricié, lo lamí, y mientras mi mano amasaba sus testículos, lo engullí. Su primer gemido fue casi un grito, su sexo desaparecía casi por completo dentro de mi boca para volver a aparecer aun más grande, sólo deje el juego cuando sentí que le faltaba muy poco para estallar.

Volvió a recorrer mi sexo con su mirada primero, con sus manos luego y con su lengua por fin, hasta hacerme llegar a la cima de mi placer. Sin dejar que me recuperara alzó mis piernas hasta colocarlas en sus hombros y se dispuso a penetrarme muy lentamente mientras me miraba a los ojos. Tras unos minutos bajó mis piernas y volví a sentir su peso, y como tapaba mis gemidos con su boca. El ritmo pausado se fue convirtiendo en salvaje, los besos dulces en mordiscos casi, y me corrí al tiempo que él eyaculaba dentro de mí.

Agotados y sudorosos no dejamos de acariciarnos en silencio, besándonos… Ángel apenas había perdido su erección, mis caricias ayudaban a que su verga siguiera casi tan dura como al principio. Entonces todo cambió.

- Túmbate boca abajo, cierra los ojos y no te muevas sin mi permiso.- me dijo esto muy serio, parecía enfadado.

Me asustó un poco, pero me excitó mucho más, así que obedecí en silencio. Separó mis piernas todo lo que pudo. Durante un buen rato no sucedió nada, no le oía, no sabía si seguía en la habitación. Me revolví un poco para acomodar mis pechos y sentí un fuerte cachete en las nalgas.

He dicho que no te muevas.

Empecé a preocuparme, en realidad no sabía nada de él, me sentía indefensa y a su merced. Sentí unas lágrimas desbordarse de mis ojos y deslizarse por mis mejillas.

El culo me ardía pero no podía evitar seguir excitada, todo aquello me estaba gustando y me sorprendía.

Ángel comenzó a acariciarme la zona azotada y sentí un extraño placer.

Si me obedeces disfrutarás, si no… atente a las consecuencias…

No me atrevía a contestarle.

Él seguía con sus manos en mi culo, lo masajeaba, abría mis nalgas. Sus dedos empezaron a recorrer mis piernas hasta mis tobillos y volvían a subir hasta casi tocar mi rajita.

Ponte a cuatro patas zorrita.

Me alcé sobre mis brazos y me sentí más expuesta y excitada que nunca. Ángel empezó a pellizcarme los labios vaginales suavemente. A cada pellizco introducía un poco más sus dedos. Sin esperármelo dio un palmetazo en mi coño, me encantó y no pude evitar un gemido.

Te dije que disfrutarías…

Sí… - mi voz estaba ronca por la excitación.

¿Me deseas?

Desesperadamente…

Dejó de tocarme, me ponía muy nerviosa no saber donde estaba, pero sabía que me estaba observando. Volví a sentir sus manos en mis tobillos, me acariciaba suavemente las piernas, los muslos. Recogía su semen de mi coño y lo utilizaba para lubricar mi ano. Sentí que subía a la cama, me empujó a tumbarme de nuevo, sentí su verga entre mis nalgas cuando se dejó caer sobre mí, me mordió el hombro al tiempo que me penetraba lentamente. El dolor y el placer se mezclaban en mi cabeza y me mareaban. Mi piel se erizó toda. Le sentí entrar centímetro a centímetro.

Ya la tienes toda adentro, ¿te gusta?

Sí…

Se empezó a mover lentamente, ya no me dolía, ya todo era puro placer. Enlazó sus manos a las mías.

Eres mía, toda mía, tu cuerpo y tu mente, y lo sabes.- me susurró al oído.

Sí, lo sé.

Sentí su cuerpo tensarse, sentí su respiración en mi cuello y no sé si su orgasmo desencadenó el mío o fueron mis contracciones las que hicieron que él se corriera.

Te has portado muy bien. Eres una perrita viciosa y eso me encanta.

Me parecía increíble que sus insultos me sonaran como las palabras más tiernas que me habían dicho jamás. Me sentía feliz y agradecida.

Ángel se tumbó junto a mí y me atrajo hacia él, me quedé dormida en sus brazos mientras acariciaba mi pelo.

Cuando desperté por la mañana ya no estaba, pero me había dejado una nota sobre la almohada.

Te espero a las 9 en el restaurante del hotel. Ponte sólo la ropa que te he elegido y recógete el pelo. Se puntual. Un beso.

Ángel

Sobre la silla de mi dormitorio había un vestido negro, ajustado y escotado, y unos pendientes largos y bajo ella mis tacones más altos. No me había dejado ropa interior y me excitó mucho la idea de ir desnuda bajo aquel vestido. Estaba deseando que llegara la noche.