miprimita.com

Obras en casa (2)

en Hetero: Infidelidad

Al poco tiempo me había cogido una semana de "vacaciones forzosas" por reformas en mi lugar de trabajo y aproveché para ir a la playa. Al volver pasé por el supermercado para comprar un par de cosas que me hacían falta… pero al final acabé con el carro lleno… Cuando estaba descargando el maletero del coche una naranja se salió de una de las bolsas y rodó hasta el fondo. Llevaba el bikini debajo del vestido playero, pero aún así miré por si había alguien en el garaje. No ví a nadie, me agaché e intenté coger la fruta. El vestido se me subía mucho pero no lograba alcanzar la dichosa naranja. Me puse de rodillas en el maletero y así la pude recuperar, cuando estaba por bajar noté unas manos en mis nalgas, di un respingo y me golpeé en la cabeza. Era Miguel. Estuve a punto de decirle de todo pero no me dio tiempo, me estaba besando suavemente en los labios.

Perdona, te vi así y no me he podido resistir.

No sabía que decir, me había quedado sin palabras…

Te ayudo a subir todo esto.

Gracias – balbucee

Al entrar en el ascensor pensé que me iba a besar otra vez y cerré los ojos, pero sólo se había inclinado para pulsar el botón de mi piso… ¡que vergüenza!... Miguel me sonrío de esa forma que me volvía loca y le besé yo, ¿por qué no?... él me había tocado el culo y me había besado antes. Fue un beso demasiado corto, ya habíamos llegado, lamenté no vivir en el 8º piso…

Miguel estaba guapísimo, le deseba pero no sabía que hacer, mientras abría la puerta de casa apenas podía controlar los nervios. Entramos y pusimos las bolsas en la cocina.

¿Estás contenta con el baño?

Sí, mucho

¿Piensas en mí cuando te duchas?

Sí… - me ruboricé.

¿Qué haces cuando piensas en mí?

Me acaricio… - no podía ni mirarle a la cara.

¿Cómo te acaricias? – empezó a acercarse lentamente a mí.

¿Te apetece una cerveza? – le pregunté intentando evitarle.

Sí, gracias

Saque las cervezas del frigorífico y las abrí. Las copas estaban en el estante de arriba y muy al fondo, así que me estiré lo que pude pero no llegaba. Pensé en pedirle a él que las cogiera, pero antes de volverme Miguel cogió un par de ellas mientras pegaba su cuerpo al mío. Sentí su erección entre mis piernas y su aliento en mi oído cuando me dijo.

Ya las tengo.

Gracias – dije en un gemido.

No contestaste a mi pregunta…

Colocó las copas sobre la encimera sin apartarse de mí. Con manos temblorosas las llené. Miguel me besaba el cuello y sus manos lo acariciaban todo; mis muslos, mis caderas, mi cintura, mis brazos, mis pechos…

¿Te acaricias así?

Sí…

Me di la vuelta, y nos volvimos a besar, nuestras lenguas se encontraron por primera vez y una corriente eléctrica me recorrió el cuerpo. No podía pensar, no quería pensar.

Miguel quitó los botones de mi vestido lentamente mientras yo le miraba sin acertar a pararle, deseando que no parara. Me quitó el vestido, tomó mi cara con sus manos y siguió besándome. Deshice los nudos de la parte de arriba del bikini y le ofrecí mis pechos que quedaron vestidos por sus mimos; deliciosos roces con las palmas de sus fuertes manos, dulces pellizcos con sus labios, fantásticas y húmedas caricias con su lengua…

Él me terminó de desnudar con lentitud, rozó y besó lo que quedaba al descubierto; mis nalgas, el vello de mi pubis... Yo me estremecía con cada contacto de su boca y de sus manos.

Le empujé a levantarse. Quité los botones de su camisa despacio y le despojé de ella. Sin dejar de mirarle a los ojos quité su cinturón y bajé sus pantalones junto con su slip. Le besé al tiempo que mis manos acariciaban sus testículos y su pene. Miguel se derretía en mis manos, se le notaba muy excitado. Su respiración era agitada y movía las caderas al ritmo que quería que le masturbara. Esto hizo que me excitara mucho, y me dieron muchas ganas de hacérselo con la boca. Me arrodillé, lamiendo mientras lo hacía su cuello, su pecho, su vientre… sin dejar de acariciarle saque mi lengua y lamí la cabeza de su verga, la besé y la mordí con mis labios, era tan suave, estaba tan caliente… retiré mis manos y dejé que en una de sus embestidas me llegara hasta la garganta. Él seguía acariciando mis pechos, pellizcando mis pezones en el límite del dolor. Sus gemidos eran casi gritos, apenas le entendía cuando me hablaba.

Así… sigue así…, que bien lo haces…

Alternaba dulces lamidas con enérgicas succiones hasta que noté que su polla estaba aún más dura y me preparé para recibir su semen… pero no me esperaba aquello… no me daba tiempo a tragar todo y parte se me escapaba… cuando cesó su eyaculación no cesé de lamer…

Me encanta que te lo hayas tragado todo

A mi también…

Sus manos exploraban ahora entre mis piernas descubriendo la humedad acumulada allí. Sus dedos se abrieron paso y me llenaron. Al moverlos dentro de mí, su palma describía maravillosos círculos sobre mi clítoris. No cesábamos de besarnos. Nuestras lenguas se frotaban y se enlazaban, nuestros labios se mordían con pasión. Empujé su cabeza indicándole lo que quería que besara a continuación y me sonrió… me colocó sobre la mesa de la cocina y levantó mis piernas hasta que mis rodillas casi tocaban mis hombros. Y empezó a lamer… ¡¡¡¡¡Dios!!!!! Sus labios atrapaban mi clítoris y lo soltaban despacio, sacaba su lengua y recorría mis labios hasta la entrada de mi vagina y se introducía hasta que no entraba más… y luego un largo lametón de regreso al principio… Empecé a acariciarme y mis dedos tocaban su lengua y mi clítoris, tomé conciencia de lo que Miguel me estaba haciendo y me dejé llevar por un orgasmo largo e intenso que agitaba mis caderas y hacía que él perdiera el contacto conmigo por lo que me sujetó con fuerza y chupó con más ímpetu… creí que me iba a morir de placer…

No había terminado de temblar cuando Miguel me colocó al borde de la mesa con un tirón y me penetró. Me quedé sin respiración y a continuación comencé casi a gritar porque un nuevo orgasmo me estaba sacudiendo el cuerpo entero. La fuerza de mi placer me hizo arquear la espalda y me incorporé abrazándole con mis piernas para atraerle más a mí. Miguel se movía en círculos y me estaba matando. Volví a tumbarme y puse mis piernas en sus hombros, el aumentó la violencia de sus embestidas y me agarraba por las caderas para contrarrestar su empuje, al que me volví a abandonar con otro orgasmo. Salió de mí y me indicó que uniera mis pechos, vertió cerveza en mi canalillo… aún estaba helada, un escalofrío erizó el vello de todo mi cuerpo. Miguel bebió de mi improvisada copa y cuando se acabó el líquido siguió lamiendo mis pezones con su fría lengua. Doblé y cerré mis piernas y derramé el resto de la cerveza entre ellas con la más golfa de mis miradas. Cuando quedaba poca abrí las piernas y Miguel lamió todos mis rincones hasta no dejar ni rastro mientras sus dedos acariciaban mi ano, dándome pistas sobre lo que vendría a continuación. Bajé de la mesa y me incliné sobre ella. Miguel empezó a penetrarme despacio y con mucho cuidado pero aún así me dolía. En poco tiempo el dolor cedió ante el placer y me encantó que fuera acelerando y empujando más. Sentirme llena de Miguel era suficiente para acabar, pero el desencadenante de mi orgasmo fueron sus gemidos al comienzo del suyo.

Le ayudé a vestirse, le besaba mientras le abrochaba la camisa y no paré de acariciarle mientras se ajustaba el pantalón.

Me sentía extraña, nunca había sido infiel a mi marido. No me sentía mal, era como si adivinara en mí a otra Mila, más sexy, más mujer