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P.V.e.I: Pianos Lustrosos (1 y 2)

en Hetero: Infidelidad

Proyecto Vicios e Infidelidad I: Pianos lustrosos.

Primera parte: La noche en que descubrí su mundo.

Ana entró a nuestra habitación matrimonial tratando de pasar inadvertida, creyendo que yo estaba dormido. Sin embargo, su estado no se lo permitía. Zigzagueaba cada dos o tres pasos, la borrachera era evidente, especialmente con aquellas sandalias de tacón alto. Su impermeable de color azul marino estaba abierto y dejaba vislumbrar en la penumbra una corta falda negra a medio muslo y una blusa blanca ajustada, ambas prendas se adherían a sus increíbles curvas.

Se dirigió al baño, hablando en susurros consigo misma, diciendo:

"Eshhtoy muy borracha… silensscio Ana o Tomás se desspertará…"

Sin embargo, no estaba siendo de ningún modo silenciosa. Entró al baño con dificultad, dejando la puerta medio cerrada. Sus tacos resonaban en las baldosas de aquella habitación y su caminar inseguro resonaba en mis oídos.

Me levanté dirigiéndome al baño y pude oír como seguía murmurando ella sola mientras orinaba. Me pegué a la puerta mientras ella continuaba con su soliloquio en su borrachera:

""Hijo de puta! hijo de puta! Julio me lass paga todass por obligarme a finiquitar deesste modo el contrrato…"

"Mierda! Mierda! Que me ha transformado en ssu puta"

Me asomé a mirar cuidadosamente por la puerta y observé que estaba con la falda y unas tanguitas de encaje pequeñas abajo. Se tapaba la cara con sus dos manos mientras murmuraba algo que no le entendía en su balbuceo. De pronto acercó su cartera y sacó un pequeñísimo frasquito, luego sacó de él un poco de polvo blanco en un dedo –seguramente cocaína- y lo aspiró.

Yo estaba sorprendido. Nunca hubiera imaginado todos estos años que mi dulce y hermosa esposa era una consumidora de drogas. Sin embargo, estaba ahí paralizado viendo como ella lo hacía. En segundos me pregunté cuanto tiempo me escondía aquellos hábitos y como no me había dado cuenta hasta ahora del cambio que había ocurrido en mi mujer.

Ana dejó de lloriquear y parecía aliviada por el efecto de la droga. Esbozó una sonrisa estúpida que jamás le había visto mientras fijaba la vista en el techo de la habitación y su mano izquierda comenzaba a acariciar su pecho mientras su mano derecha bajaba hasta su vagina y empezaba a tocarse, dejando escapar muy tenues gemidos y palabras:

"Que caliente me pongo con essta cosa…"

Seguía, masturbándose cada vez más decididamente y apretando sus fantásticos pechos con algo de violencia. Sus gemidos fueron perdiendo todo signo del sigilo inicial, olvidándose por completo que su marido supuestamente dormía en la habitación contigua. Incluso empezó a decir cosas que me dejaban aún más impactado:

"Que puta soy… que ganas de follarme a William… quiero su verga en mi boca y en mi culo… Dios mío! Que caliente estoy! Aahhhhh!!! AAhh! Aauuu!!! Que rica verga!!!... Que macho!!!"

Ana estaba completamente descontrolada. Se paró algo torpe y se apoyó en lavamanos mientras seguía masturbándose enérgicamente frente el espejo, observándose ella misma o tal vez contemplando su fantasía y al hombre que la penetraba, pues, empezó a alternar sus dedos entre su vagina y su ano.

Yo estaba empalmado. Mi pene estaba duro y más largo que nunca por la excitación, especialmente porque no había visto a mi esposa actuar así y pedir que le dieran por el culo, cosa que lo intentamos un par de veces, pero que nunca llegó a un buen fin. Estaba a punto de entrar y follarme a Ana como una puta cuando ella empezó a hablar nuevamente mientras contemplaba el espejo:

"Dame duro Bill!! Mi adonis!!! Mi semental!!! Eso!! Que rico te mueves!! Que rico se siente!! Por mi culo!!! Dale! Dale Dale! Como un macho!!! Más adentro!!! Más!! Más!! Que soy una puta!!! Tu puta!!! Aahhhhaaaaaaa"

Entré ya demasiado poseído por el deseo. Ella se incorporó algo sorprendida y mientras la cogía de los hombros y luego de la cintura ella me miró sin saber que hacer por unos segundos, hasta que yo baje mi pantalón y pudo ver mi largo pene. Nos morreamos juntando lascivamente nuestras lenguas mientras nuestra respiración era agitada y yo empezaba a acariciar burdamente las tetas, el culo y finalmente su entrepierna en unos segundos cada vez más excitantes.

Le di vuelta y la apoyé en el lavamanos, dejando caer varios frascos y otros recipientes que ahí se encontraban. Podía ver como me miraba en el espejo y yo la miraba mientras con una mano acariciaba una teta y con los dedos de la otra penetraba y jugaba con su vagina. La miré sobrexcitada y le dije:

"Te gusta esto ahora Ana… te gusta que te toque así!! Sentirte como una puta!!"

"Si… me gusta mucho… aaahhh…" –dijo ella poseída por su deseo nuevamente.

Le acerqué mi pene y se lo empecé a pasar por sus labios vaginales. Ella se empezó a volver loca y a pedirme que la follara:

"Démelo… méteme esa verga por favor!!!! Dame tu verga amor!!!"

Yo dirigí un dedo hasta su ano y la penetré lentamente con éste mientras seguía mi caricia con mi pene en su coñito. Ella me suplicaba que la penetrara:

"Vamos amor… hazme el amor!!!... fóllame como una puta! Dame esa hermosa verga!!! Que sabes que te amo!!!

"Date vuelta y chúpamela un rato!!! Bésame mi verga!!! – le dije esto sin muchas esperanzas, porque rara vez me la chupaba. Pero esta vez se dio vuelta y sin preámbulos se la metió a su boca.

Podía ver como esos hermosos labios carnosos y rojos por el lápiz labial carmesí me besaban y se deslizaban por el tronco de mi verga, dejando las manchas del lápiz labial en mi verga. Me sentía en la gloria, mientras Ana arrodillada seguía entre mis piernas.

La mamada era cada vez más intensa. Primero me pasaba la lengua por todo lo largo de mi pene y luego se la volvía a meter a la boca, masturbándome como nunca lo había vivido en mi vida. Se detenía sólo unos segundos para respirar, masturbándome con una de sus manos en el intertanto.

"Dios! Que bien lo haces Ana!!! Lo has aprendido con ese Bill o con otro?!!!" – le dije sin pensar. La respuesta no la esperaba.

"Con otro… alguien que ni te imaginas" – dijo con voz sensual y caliente mi desinhibida esposa antes de volverse a pegar a mis testículos.

"Eres toda una puta… dime… quien?!"

Ella seguía chupando, y me acercaba a mi orgasmo. Pero me controlé, empecé a respirar pausadamente y aunque perdí un poco mi erección esto siempre me servía para durar mucho más de lo habitual en la cama.

"Vamos Ana… ¿dime quien te enseño a mamar así?¿con quién has follado a mi espalda?" – le repetí mientras le metía un dedo en su ano y la punta de mi verga en su coño.

"Eso… penétrame y sabrás todo acerca de mi… dame duro… se mi hombre" – me dijo mientras empezaba a gemir y yo empezaba a penetrarla con el pene bien duro nuevamente.

"Dime puta… ¿quién? – le repetí otra vez la pregunta mientras empezaba a entrar y salir lentamente en ella.

"Julio mi jefe!!!… y también Marcos y don Esteban el guardia… aahhhaa, dame más… perdóname mi amor, pero estaba drogada o ebria en aquellas ocasiones… y muy caliente… muy caliente" – me dijo apenada, pero aún muy excitada.

"Cabrona, hija de puta… puta de mierda" – le dije lleno de rabia.

Empecé a penetrarla sin descanso, mientras con los dedos de mi mano penetraba sin cuidado su ano. Ana parecía sufrir con aquella intrusión, pero estaba demasiado excitada y pedía más, y yo no podía ni quería detenerme.

"Me corro hijo de puta, que me voy a correr" – me dijo fuera de si.

"Espera un poco… que ahora te doy por el culo" – le avisé.

Saqué mi verga y empecé a hacer las maniobras ayudado por un poco de saliva de metérsela en su agujero posterior. No costó tanto como había pensado y al parecer ella tenía algo de experiencia porque movía su culo ayudando bastante en la maniobra. Empecé a follarla por el culo:

"Te gusta esto golfilla… te gusta que te den como un a puta"

"Si… que rico es al fin sentir tu verga ahí… lo deseaba hace tanto" – me dijo, pero yo no le creí.

"Mentirosa!… ¡¿por qué no me dejaste hacerte esto antes?! Por qué no me lo pediste?!!! Puta mentirosa!!!"

"Perdóname… es que antes no me gustaba…aahhaa… y después tenía miedo que pensaras que era una cualquiera" – me dijo entre gemidos.

"Es que acaso no ves que si eres una puta… una cualquiera" – le dije mientras le daba unas palmadas en ese hermoso trasero.

Le seguí dando, ella gozaba como nunca corriéndose una o dos veces. Yo le cogía sus tetas que bailaban al son de mis embestidas o le masturbaba su coñito mientras taladraba su culo cada vez más duro como ella me pedía, sentía que me iba a correr y apresuré aún más las embestidas. Al final me corrí llenándole su culo de mi leche mientras ella se corría al sentir mi semen caliente en su interior.

"Que rico me has culiado mi amor… Te amo tanto…" – me decía mientras caía agotada al piso.

Yo respiraba agitado y recién empezaba a ser consiente de todo lo que me había dicho mi mujer. Sus infidelidades y del hecho que al parecer consumía al menos cocaína hace un tiempo. Me separé de ella y la observé tirada en el suelo. Sonreía con los ojos cerrados mientras se calmaba. Luego de eso, cuando ambos estuvimos un poco más recuperados, le ayude a levantarse e ir a la cama. Sorpresivamente sacó de su bolso una pequeña botella de licor y se la bebió de unos cuantos tragos.

Yo la miré como se movía en la cama sensual, aunque algo torpe todavía, mientras me preguntaba donde había quedado esa mujer recatada con la que me había casado y que ahora desordenaba las sabanas de lo borracha y drogada que estaba.

Ana y yo nos habíamos casado hacía dos años. Nuestro noviazgo fue fugaz e intenso, es decir, nos conocimos en una fiesta entre amigos y empezamos a salir sin saber mucho de uno del otro.

La verdad es ella estaba como un avión en nuestra relación desde el principio. No paraba de llamarme y de quedar para salir a algún lado. Claro, yo me sentí afortunado, pues, Ana es hermosa, con una cara bonita de facciones marcadas, de cabellera castaña y bien cuidada, unos bonitos ojos verde azulados y unos labios carnosos que son lo que más me gustaba de ella. Sin embargo, el cuerpo de Ana le hace perfecta compañía a su hermoso rostro.

Con un 1, 78 de estatura y unas curvas de miedo que comienzan con buen par de pechos de talla 95 aproximadamente –tal vez algo más… no soy un experto-, una cintura que sin ser de avispa está bien trabajada gracias a la dieta y al pequeño gimnasio de nuestro hogar, y unas caderas exquisitas que deben estar entre 90 y 95 creo, Ana es de esas mujeres que no pasa desapercibida cuando va por la calle.

Verán, toda una belleza es mi Ana y estoy feliz de tenerla a mi lado. En tanto yo tampoco estoy mal y creo que es uno de los motivos porque mi mujer me eligió. Seleccionado de rugby por 3 años consecutivo en mi universidad, donde jugaba de número 8. De altura mido 1,85, ojos verdes y tengo buena contextura física… guapo según mi mujer.

Éramos una pareja feliz y normal, que gozábamos del uno al otro mientras planificábamos nuestra vida. Habíamos decidido esperar un tiempo para tener hijos y afianzar nuestra situación económica.

¿Qué había salido mal?

La verdad es nuestra pasar económico no partió nada de mal, Ana de 25 es abogado y empezó a trabajar en una oficina de abogados que asesoraban a varias empresas, algunas del estado y otras privadas. Bastante trabajo, pero bien remunerado para empezar. Yo por mi parte, también abogado, pero trabajando exclusivamente para la filial de una transnacional en nuestro país. Había salido hace poco más de 2 años y me gradué en primer lugar de mi promoción, lo que me facilitó la vida, ya que me contactaron de la empresa ofreciéndome mi actual trabajo. Un trabajo de asesoría y trabajo en tribunales defendiendo alguna causa de la empresa, muy bien remunerado, aunque de cuando en cuando bastante estresante debido a los imponderables que ocurren en una empresa en expansión en un país. Lo más difícil son a veces aquellos "azares" que ocurren por "pequeñas vulneraciones a la ley o la propiedad particular" de la empresa en que uno trabaja. En un principio te sientes mal, porque sabes que defiendes causas poco honestas, pero el dinero que te ofrecen es una apetecible tajada, no tanto como la que saca la empresa claro, pero es algo que compra tu silencio.

¿Qué había salido mal?

Me acerque a mi esposa y ella ya dormitaba, la cubrí con las sábanas y la observé pensando en como iba a enfrentar lo que venía.

Segunda Parte: Descubriendo sus verdades.

Desperté a las pocas horas. Creo que no hubiera podido dormir mucho más la noche anterior. Ana todavía dormía profundamente y aproveché para revisar su bolso y sus cosas en la habitación.

Le quedaba poca droga en una especie de pequeño frasco cilíndrico y unas pastillas que guardé, también tenía una pequeña agenda de números de teléfonos donde aparecían los nombres de un tal William Herschbach, un abogado de una compañía extranjera, de Julio su jefe y de don Esteban incluso, el guardia de la nuestra urbanización.

De todos, el que me sonaba más extraño era el del guardia, ya que era un tipo de unos 50 años, bastante común y panzón. Algunos vecinos decían que estaba metido en cosas raras como en los robos a algunas casas en la urbanización, pero nada probado… rumores digamos.

Rápidamente busqué el número de don Esteban y retirándome al baño le envié un mensaje de texto diciéndole simplemente "HOLA" y firmando como Ana. Esperé y como a los 10 minutos me llegó un mensaje de vuelta diciendo:

"Anita gatita exquisita, le tengo su encargo. Un gramo de lo que le gusta. Venga bien sexy que le espero. Don.".

Sentí algo extraño en mi estomago y mi corazón se aceleró por los celos y todo lo que sentía en ese segundo. Me dio rabia por todo lo que me estaba ocultando mi mujer y me di cuanta que deseaba descubrir y tener todas las pruebas para enfrentarla.

Así que fríamente empecé a planear mi venganza o la forma de hacer que Ana fuera sólo mía. Pero primero debía saberlo todo. Pensé en preguntarle, pero si me negaba todo como lo hacían mujeres y hombres al ser descubiertos no sabría como enfrentarla. Así que decidí espiarla.

Preparé el almuerzo ya que el fin de semana no venía nuestra asesora del hogar y que Ana parecía que dormiría mucho más. Borré el mensaje que había enviado y dejé su teléfono celular en su cartera con el mensaje abiertoen pantalla. Con suerte pensaría que lo abrió estando dormida y aún algo borracha.

Unas dos horas después Ana bajó como nueva con su celular en su mano. Vestía una bata de seda roja atada a la cintura que le llegaba hasta la mitad del muslo. Se dirigió a donde me encontraba mirando algo de televisión y me dijo:

"¿Te desperté anoche amor? Disculpa que no te hablara, pero venía muy cansada"

Le miré por un segundo un poco confundido, pero reaccioné de inmediato.

"No te sentí, estaba muy dormido".

Esperé que me dijera algo, pues, al parecer no recordaba lo que habíamos hecho anoche, pero no estaba seguro. Sin embargo, parecía no recordar ni lo que había dicho.

Me dio un beso luego de preguntarme un par de cosas de mi mañana y fue a servirse un plato de pasta que había cocinado.

Le pregunté que como había estado la cena de anoche y si había logrado cerrar el contrato y ella me respondía que había sido una cena como cualquier otra, me nombró algunos platos y lo bueno que estaba esto o esto otro. Y que el abogado de la otra compañía era un gringo bastante pesado, pero que el contrato estaba casi listo. Y le faltaba un pequeño toque, un pequeño empujoncito.

Me dijo esto con una sonrisa que no supe descifrar normal, pícara o que daba a sus palabras un doble sentido creyendo que yo no sabía de lo que sentía por el tal Bill.

Contuve la furia a duras penas, tratando de aparentar normalidad. Así estuvimos hablando un buen rato, incluso nos sentamos en el sillón a tomar un café y Ana me dio un masaje mientras veíamos televisión.

Luego de un rato me preguntó si me quería dar una siesta ya que tenía cara de cansancio. A lo que ella se ducharía y vestiría para salir a buscar unos informes a la oficina y volver. Yo le seguí el juego y me tiré en la cama mientras ella se duchaba. Luego de un buen rato escuché que salía, así que me hice el dormido y observé como entraba la habitación y preguntaba con voz muy baja si estaba dormido.

Obviamente no le respondí, tratando de respirar pausadamente como si realmente estuviera muy cansado y en un profundo sueño. Cuando Ana se aseguró que yo estaba dormido, se sacó la toalla y empezó a buscar ropa en su closet, pero mirando hacia mi posición de tanto en tanto, como asegurándose que estuviera bien dormido. Yo le observaba con los ojos entreabiertos, guardando las apariencias cuado ella daba un vistazo.

Ana eligió una pequeña braguita blanca que nunca le había visto, por atrás la prenda se perdía por el precioso culo y que estaba escrita con una leyenda en letras negras en el triangulito de que le cubría su pubis y que decía: DAME!

Luego se puso una camisa que le quedaba bien entallada –especialmente metida dentro de la falda o un pantalón-, dejando un par de botones desabrochados haciendo que se vislumbraran parte de sus grandes y duros pechos, acompañó esta con medias con liguero color carne y una falda marrón que le marcaba el culo y que le llegaba un poco más arriba de las rodillas y con unos zapatos negros de tacones altos. Luego retocó un poco su maquillaje, dándole una pasada de lápiz labial carmesí a sus labios carnosos y alineando sus ojos un poco hacia el lado y dando un color más oscuro a sus pestañas. Luego se recogió el pelo y se colocó unos lentes de lectura y que raramente usaba.

Se vio al espejo, luego de comprobar nuevamente que estaba durmiendo, sonrió. Debo admitir que me hubiera gustado que se vistiera así para mi. Parecía una de agresiva y sexy ejecutiva dispuesta a todo.

Se puso un abrigo encima que cubría su rebuscado atuendo y tomó una cartera pequeña de color gris entre una de sus tantas y metió sus cosas. Incluso me pareció observar sacar una buena cantidad de billetes y también unos cuantos condones que saco de una especie de cajita en uno de sus cajones cerrados con llave.

Salí tras ella apuradísimo apenas sentí cerrarse la puerta de nuestra casa. Miré por la ventana y Ana estaba llamando por su teléfono. Habló sólo un instante y cambió de dirección, avanzando por el vecindario donde muchos niños jugaban a esa hora. Vi que saludaba a uno u a otro crío, incluso a un par de muchachos ya mayores que se acercaron a darle la mano y a intercambiar algún saludo.

Siguió caminando con un aire ciertamente provocador, yo en ese momento no sabía como salir tras ella. Así que tomé rápidamente un pantalón deportivo, una remera y calzado deportivo para dar la vuelta y alcanzarla en las siguientes calles, dando la imagen que había salido a trotar un poco. Pero antes tomé mi pequeña y costosa cámara de video, pero terriblemente útil en esos momentos.

Salí por otras calles, esperando alcanzarla al dar la vuelta a la cuadra. Corrí más que rápido y cuando llegué a la calle donde debía de haber pasado me encontré con que Ana conversaba con el tesorero de la urbanización que iba con su pequeña hija de unos 5 años, un tal Gabriel.

Los observé detrás de unos arbustos, fingiendo que ataba mis deportivos. El tipo parecía hablar algo serio con mi esposa, pero se le notaba que se le iba la mirada a su busto. Ella le respondía coqueta y con una sonrisa insinuante haciendo que él también le coqueteara olvidándose de su hija que le llamaba desde la esquina de la calle ya casi.

Ambos se marcharon en diferentes direcciones, pero tuve que esperar ya que el tesorero no dejaba de observar el menear del culo de mi mujer al caminar. Ana parecía haber echo eso a propósito para que el tipo no le quitara el ojo de encima.

Salí corriendo nuevamente y logré divisar a mi mujer que seguía caminado por la urbanización con mucha seguridad. Al final llegó a la casa de unos amigos que supuestamente estaban en Brasil por un par de semanas y tocó la puerta. Yo en tanto, me acerqué decidido y aprovechando los arbustos ornamentales de los vecinos y uno que otro árbol. De pronto se abrió la puerta y era don Esteban, que sonrió a mi mujer y le hizo pasar rápidamente, cerrando la puerta tras de si.

Yo no dudé un segundo y me dirigí a la puerta del patio trasero, miré hacia todos los lados y salté el cerco desesperado por saber que hacía mi mujer ahí. Caí al otro lado y busqué una puerta abierta, al final encontré sólo una ventana entreabierta a la habitación matrimonial y me escabullí dentro de la casa, procurando encontrar donde estaban el guardia y Ana.

Escuché voces provenientes del salón principal, avanzando sigilosamente, pues, ahí estaba Ana. Me escondí rápidamente recordando que había un ventanal hacia el salón por el patio y por la luz que entraba debían estar abiertas las cortinas. Así que salí por la cocina y me encontré que ahora el ventanal estaba abierto de par en par y se escuchaba la voz del guardia. Había unos grandes helechos ornamentales y unos tulipanes en unos cestos que me podían esconder bien supuse, así que me arriesgué y me acerqué a ver, mientras activaba mi cámara de video.

La habitación básicamente consistía en un sofá negro bastante amplio y cómodo, un par de sillones del mismo estilo, una mesa familiar de bella manufactura y un piano de cola un poco más retirado. Ana estaba parada al lado de un sillón y el guardia se acercaba desde otro sector de la habitación que no alcanzaba a ver.

"Aquí tienes preciosa, un vodka bien fuerte como te gusta a ti" – le dijo don Esteban mientras le ofrecía un vaso bastante rebosante del licor.

"Gracias" – le dijo mi mujer que bebió un sorbo para que no se le cayera líquido del vaso y luego se sentaba en el sillón y cruzaba sus piernas mientras don Esteban la miraba lujuriosamente.

El guardia vestía un pantalón negro, una camisa azul y una chaqueta café claro muy corrientes que se sacó casi de inmediato. Sobresalía ahora su barriga la cual se acariciaba con una mano mientras bebía de su propio baso.

"Bueno Esteban, tienes la Droga" -preguntó mi esposa luego de dar un buen sorbo a su vaso.

"Eso depende de ti gatita" –le dijo el guardia mientras pasaba a acariciándose desde su panza a su entrepierna de manera lasciva y esbozando una sonrisa.

"Tengo dinero y no quiero…" – no alcanzó a terminar mi mujer cuando don esteban la interrumpió.

"Entonces no hay no hay nada de saque que te puedas llevar minina" – dijo el guardia mientras se retiraba a la mesa a la par que sacaba un pequeño sobre del cual espolvoreó una pequeña cantidad sobre la mesa formando dos líneas. Luego sacó un pequeño tubo mediante el cual aspiró una línea. Se retiró al sofá mientras dejaba una línea y el tubo en la mesa.

Mi mujer observó al guardia que le sonreía divertido y a la mesa donde estaba la coca. Bebió su trago quizás tratando de resistir la tentación, sin embargo, al final vació la copa y se levantó avanzando hacia la mesa. El guardia la detuvo con voz ronca y firme:

"Primero deja tu abrigo en aquella silla y luego pon algo de música"

Ana lo miró y tras pensarlo brevemente se desabrochó lentamente el abrigo, dejándolo caer sobre el suelo de maderas rojas del salón y quedó con aquella vestimenta que se le pegaba a su cuerpo, a sus curvas. Le dio la espalda y caminó sensualmente, haciendo marcar su culo mientras avanzaba e inclinándose insinuantemente al final mientras elegía algo de música en una repisa llena de discos. Tomó uno y lo puso en el reproductor, luego de unos segundos empezó a sonar la versión unplugged de La ciudad de la furia de Soda Estéreo.

El guardia sonrió ante la elección de mi mujer, observando como esta caminaba hasta la mesa sin miramientos, dejando a un lado aquellos lentes que le hacía lucir más como una mujer dura y aspirando toda la línea de coca que quedaba sobre la superficie mientras inclinaba su trasero en un ángulo "peligroso" . Ana se apoyó y llevó la mano a la nariz como si le picara. Acercándome con el zoom de la cámara pude ver sus ojos vidriosos, brillosos.

"Vamos gatita, baila un poco… quiero que bailes para mi" – le escuché decir al hombre aquel antes de encender un cigarrillo mientras Ana lo miraba inexpresivamente.

Mi esposa se adelantó un poco insegura, y luego empezó a mover lentamente sus caderas con los ojos cerrados. La música llenaba toda la habitación dándole un aspecto sensual a todo el ambiente. Ana se seguía moviendo, estirando los brazos o pasando sus manos por sus contornos, dándole la espalda para que notara su culo o pasando en un par de ocasiones una mano por el canal entre sus pechos.

"Vamos, desabróchate un par de esos botones de tu camisa gatita ejecutiva… hace mucho calor aquí ¿no?" – don Esteban se acariciaba un abultamiento en su entrepierna y mi mujer se detuvo unos segundos observando el movimiento de la mano sobre el pantalón. Luego dio unos pasos para quedar justo enfrente de él y se desabrochó sin prisa un botón y luego otro. Dejando a la vista sus senos siendo apretados contra el pecho por la camisa que se metía bajo la falda. Luego se quitó el prendedor que mantenía recogido su cabello.

Sin embargo, el corrupto y pervertidor guardia no estaba satisfecho.

"Un botón más mi gatita linda…. Dejemos esa pancita y ese ombliguito al aire mientras bailas" – le sugirió a ana don Esteban, acomodándose en el sofá.

Mi mujer así lo hizo y luego siguió bailando. Seguramente sólo un botón le faltaba por desabrochar, pero parecía no importarle nada en aquel momento. Seguía moviéndose mientras el guardia se masturbaba por sobre el pantalón, Ana se acariciaba sus pechos ahora más seguido, se agachaba y luego subía placenteramente a la vista.

"Ven aquí Ana" – el velador apagó su cigarrillo en un cenicero y le indicó a Ana que se acercara al cincuentón y que se ganara a su lado.

Mi hermosa esposa se acercó caminando lentamente los pocos pasos que les separaban. Le miraba inexpresivamente, sin mostrar emoción alguna. El parecía disfrutar de aquel espectáculo, de aquella actitud. Ana y del aparente dominio que tenía sobre ella. Mi mujer se sentó a su lado y el se abalanzó sobre sus pechos, lamiendo y chupando de manera desesperada. Ana echaba su cabeza un poco para atrás, pero seguía con esa actitud fría e inflexible a pesar de que las manos del sereno no paraban de moverse y acariciar sin delicadeza el cuerpo de mi mujer.

Don Esteban empezó a subir con su lengua, lamiendo el ombligo, los pechos y luego el cuello de Ana que besó durante un momento haciendo que ella empezara a respirar profundamente. El guardia le lamió la cara y llegó a la boca, donde la lengua de mi esposa le esperaba impaciente, pues, le empezó a dar un morreo al viejo que los estuvo en eso unos cuantos minutos.

Ana aprovechaba, ya sin inhibiciones, de manosear la verga de su amante por sobre el pantalón y apretar el enorme culo de aquel viejo. Mi mujer tomó el control y dejó de besar al viejo, le dio a probar un instante de sus senos y luego volvió a besarlo, para luego pasarle la lengua por una de sus orejas y empezar besar y chupar sensualmente el cuello del viejo vigilante urbano.

Le desabrochó por completo la camisa mientras le miraba directamente a los ojos y pasaba la lengua por sus pulposos labios cuyo lápiz labial estaba ligeramente esparcido sobre su cara. Luego empezó a besar y a pasar su lengua por el cuello, el pecho y la panza. La lengua recorría la enorme barriga hacia abajo y volvía, don Esteban le acercaba uno de sus dedos y Ana se los metía a su boca simulando por varios segundos una felación.

En uno de esos momentos, Ana se decidió y le empezó a desabrochar su pantalón, liberando una verga gruesa y erecta ligeramente superior a lo normal. Se detuvo a acariciar la rugosa piel de aquel pene con una de sus manos mientras con otra acariciaba la barriga mientras hablaba con su interlocutor:

"Me darás mi premio ¿no es cierto? Mi burrito – le dijo ella con su trompita estirada en actitud de niña mimada.

"Si, pero eso depende de ti gatita" – le respondió algo divertido don Esteban.

Ella sin pensarlo se hundió en la entrepierna del viejo, besando y saboreando el pene de aquel desgraciado que le acariciaba su cabeza o agarraba sus tetas peñiscando sus pezones. Ana ocupaba una mano afirmando y masturbando a su amante y con la otra se masturbaba ella al acariciar su clítoris y su anito.

El viejo estaba a penas resistiendo se le notaba en la cara, pues, Ana ya se había metido el pene en la boca, subiendo y bajando lentamente sobre el tronco del viejo. Era increíble, pero ya parecía todo una conocedora en el arte de hacer mamadas, ya que empezó a acelerar su movimiento cuando el viejo respiraba más agitadamente.

"Me voy a correr gatita… más rápido… aaahhhhaa… si, así putita" – gritaba casi el viejo y Ana no se despegaba un segundo de aquella verga.

Ana seguía concentradísima cuando por su expresión cambió y recibió la corrida del viejo en la boca, dejando caer algo de semen fuera de su boca a la vez que soltaba un quejido al lograr correrse ella también. Ana se le acercó agotada, respirando descontroladamente y con su mirada perturbada, el guardia le esperaba para darse un breve e intenso morreo en que ella le convidó parte de sus fluidos, para luego dejarse caer sobre su hombro.

Así estuvieron unos minutos mientras yo no sabía que pensar de mi esposa. El le acariciaba sus senos y su culo y ella le lisonjeaba el pecho y la barriga. Finalmente el le ofreció otro trago, a lo que ella aceptó.

Don Esteban se sacó lo que le faltaba de ropa, quedando completamente desnudo y con la verga semi erecta, sirvió un trago para ambos y se lo dio a Ana.

"Sácate la camisa y la falda… quiero verte con más piel al aire gatita" – le dijo y ella empezó sacándose sin prisa la camisa.

"¿Qué le dirás a los Rámirez cuando lleguen a su casa y no encuentren parte de sus licores?" – le preguntó algo divertida Ana dando sorbos a su vaso mientras desabrochaba el cierre de su falda.

"Le diré la verdad: que una pareja en busca de un lugar donde tener sexo entró a su casa forzando una puerta y que se bebieron parte del trago. Claro que yo llegué a tiempo para evitar que robaran alguna otra cosa" – le dijo con total descaro don Esteban observando lascivamente a Ana y bebiendo de su copa.

Ana, con sus turgentes senos al aire, dejó caer su falda quedando sólo con su tanguita, sus medias con liguero y sus zapatos de tacón. El le miró su pubis y sonrió ante lo que se leía en la tela (DAME!).

"Eres un hijo de puta" – le dijo mi mujer mientras terminaba hasta la última gota de alcohol y dejaba caer el vaso sobre el sofá.

Don Esteban se acercó y le agarró un glúteo haciéndola empinarse en las puntas de sus pies, para luego darle de beber lo que quedaba de su copa a Ana.

"Y tu una puta" – le dijo mientras volvía a meter la lengua en la boca y manosear descaradamente el culito de mi sumisa esposa.

"Quiero mi premio burrito" – dijo ella mientras comenzaba a masturbarlo y lo miraba nuevamente con cara de niña consentida.

"¿Que me das gatita? ¿Qué me ofreces putita? – Don Esteban le acariciaba con sus dedos su coñito por sobre el calzoncito y ella le buscaba la boca para morrearlo. Finalmente ella habló decidida:

"Lo que quieras, pero dame mis polvos mi rey" – le dijo ella fuera de si y evidentemente excitada por la caricia de el viejo.

Yo comprendí que Ana era adicta y que no podía resistir a probar algo de droga. Pero aún no sabía si era una infiel por necesidad o por gusto.

El se separó de ella y se dirigió al piano. De ahí sacó una especie de morral del que saco una bolsita llena de coca, la cual abrió sacando un poco que desparramó sobre la superficie del piano de color ébano y le indicó a Ana que trajera el pequeño cilindro sobre la mesa que ocupaban para aspirar la droga.

Ella se apresuró y llegó hasta el piano con aquel pequeño tubo metálico mirando inquisitiva al sereno, a lo que don Esteban le indicó que era toda para ella y Ana se inclinó para esnifarse la droga, dejando su culito a penas cubierto por su tanga expuesto a don Esteban que le empezó a acariciar sin rodeos la vulva expuesta a través de la tela.

"Quédate así gatita" – le dijo a mi mujer que estaba todavía demasiado preocupada en aspirar hasta el último gramo de de coca.

El guardia le bajo la braguita y empezó a darle besos en su entrepierna, llenándole de saliva sus labios vaginales y penetrándole con su lengua su coñito. Ana empezó a gemir y a decir cosas sin sentido:

"Dame Burrito que me estoy cayendo… me hundo… sigue, dale… aahahahha… más, que me hundo… si! Aahhaaaaiii dios…" - decía Ana mientras parecía medio adormilada sobre el piano de cola.

El viejo le empezó a meter su verga lentamente y los ruidos de mi mujer fueron más sonoros, ahora le hablaba como si estuviera rendida a su amante:

"Eso mi vida… que rico macho!! Como me follas… que gusto siento en mi coño!! Como me gusta esta verga!!" – decía ella, a lo que el respondía:

"Te gusta gata... te gusta mi pene…dime gatita en celo… ¿quién te folla mejor?… ¿esta verga? ¿o la del imbécil y cornudo de tu marido?... vamos puta…dime" – don Esteban aceleró la follada, estaba que se corría.

Ella se empezó a mover siguiendo el ir y venir de las embestidas, acoplándose con el ritmo con que él la penetraba. Seguía diciendo algunas cosas y quejándose, pero aún no respondía a la pregunta del viejo.

"No me has contestado Ana… parece que no quieres tu premio" – le amenazó el viejo. A lo que ella con los ojos muy abiertos y brillantes respondió:

"Te amo a ti mi burrito… aaaahhhh… amo tu pene y como me penetras… aahhaii… amo como me das duro por el coño… soy tuya! Tu puta! Tu gatita en celo… aaaiiihh" – se abandonó al placer y a su adicción mi mujer.

El sereno le empezó a hacer el mete y saca más rápido, gritándole que era una puta que se vendía por polvo, que iba a ser suya… hasta que de repente le dijo:

"Prométeme que te entregarás a mi y a un amigo y yo te juro que tendrás tu droga cuando quieras… dilo puta gata!!!… prométeme que te dejarás follar por mi amigo y por mi… Vamos!! dilo gatita!!" – le exigió don Esteban a punto de correrse.

"Ssiiiiiiiii!!!!!!! Quiero más vergas en mi coño!! Aaahhhaa… más… Ssiiii… lo que quieras… aaahhiii… AAAAaaaaaaaaaaahhhhhh!!!! – se corrió Ana mientras se convulsionaba por las ondas de placer producidas por su orgasmo y su amante se corría en su coño al mismo tiempo.

Recordé en ese instante que Ana había llevado condones y no los había ocupado. Mi mundo se rompía a pedazos y no sabía como reaccionar, ya que estaba sumamente excitado a pesar de todos mis sentimientos de rabio y odio.

Luego de un rato, el guardia se salió de mi esposa con su verga flácida y agotado, Ana comenzó a incorporarse y a buscar sus ropas. Luego de vestirse fue al baño, al parecer a limpiarse y maquillarse, el viejo en tanto se vistió y sirvió otro trago para él y Ana.

Bebieron el trago rápidamente y el la besó sin que Ana se opusiera, debías estar borracha nuevamente a esa altura… sin contar de que estaba drogada. Mi esposa se tuvo que retocar nuevamente el maquillaje antes de salir a la calle, llevándose su premio en la cartera mientras don Esteban observaba como mi mujer echaba sus hombros hacia atrás, levantaba su mentón y se alejaba meneando sus caderas y su culito.

Y aún quedaba mucho que descubrir de Ana.

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