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P.V.e.I: Pianos Lustrosos (9): Nuevas Amistades 3

en Hetero: Infidelidad

P.V.e.I: Pianos Lustrosos (9): Nuevas Amistades 3.

Un hombre exitoso y enamorado de su hermosa y sensual esposa descubre un día que ella tiene una doble vida, no sólo le es infiel con más de un amante sino que es adicta a la vida desenfrenada.

En medio de la confusión, decide vigilar a su esposa. En un principio, lo que parece una estrategia del esposo para enfrentar a su voluptuosa mujer con las pruebas irrefutables de su traición, se transforma en un viaje oscuro en que se enfrenta a sus propios demonios, travesía que logran llevarlo a la frontera que jamás pensó cruzar.

Los relatos anteriores se encuentran en esta misma web:

http://www.todorelatos.com/relato/47141/

http://www.todorelatos.com/relato/47468/

http://www.todorelatos.com/relato/67409/

http://www.todorelatos.com/relato/74463/

http://www.todorelatos.com/relato/74484/

http://www.todorelatos.com/relato/74499/

PVeI: Nuevas Amistades. Parte 3.

La habitación se encontraba vacía y silenciosa, salvo un extraño sonido acompañado de los silentes suspiros y la tenue respiración de alguien. La cama estaba deshecha, con las sabanas, almohada y cabecera dispersas a lo largo del piso. Una maleta preparada con una chaqueta de tela gris sobre ella descansaba cerca de la puerta, indiferente a lo sucedía junto a ella.

"Que delicioso estás, cariño – Escuchó decir a Samantha (en su inglés natal) arrodillada frente a él. Su cabeza se adentraba y retiraba presurosa de su entrepierna-. Estoy empezando a obsesionarme contigo, Matías"

Matías de pie estaba apoyado en la pared vestido de camisa y corbata, sus pantalones estaban abajo con una sensual y curvilínea morena arrodillada frente a él haciéndole una intensa mamada. Su enorme y gruesa verga nunca se había adentrado tanto en la boca e la mujer y Matías estaba seguro de que había alcanzado su garganta. Debía admitir que a pesar que estaba agotado por la intensa noche de lujuria, aquella mujer le había regalado el más inolvidable y placentero sexo oral.

La mujer se apresuró, dejándole una sensación cada vez más intensa. Matías sabía que estaba por correrse y, a diferencia de lo que hacía con su mujer, donde se retiraba para no eyacular dentro de ella, esta vez se dejó estar y "estalló" en la boca de Samantha.

La mujer, que no había esperado la corrida en su boca, se sorprendió, pero sólo un instante, antes de retirar un poco la verga de la profundidad de su boca y dejarla en la entrada, donde su lengua recibió cada chorro de semen. Aquello a Matías le pareció de algún modo bizarro y a la vez morboso, Samantha seguramente tenía gran experiencia en el sexo, mucho más que cualquier mujer que había conocido a pesar de ser en apariencia unos años menor que él. Pero sólo en apariencia, pues, Samantha tenía la personalidad y la inteligencia de una mujer que ha vivido muchas cosas en la vida.

La mujer se levantó mientras sacaba un pañuelo de papel de su pequeña cartera negra y limpiaba con delicadeza sus labios. Samantha miró los ojos de Matías con una sonrisa cómplice en su rostro.

"Esta es mi despedida, cariño –dijo ella mientras acariciaba el cuello del varón con ambas manos y recostaba su cuerpo sobre Matías, que podía sentir las curvas de la mujer deslizarse contra su piel-. Pero espero verte pronto… llámame, por favor"

La mujer le besó intensamente, estirando su cuerpo apoyándose en el cuello y los hombros atléticos del varón, pues Matías era alto, media poco menos de 1,90. Samantha se retiró y de su cartera sacó una tarjeta que guardó en la camisa del varón que se abrochaba con prisa el pantalón.

"No me olvides" – dijo ella, mientras Matías abría la puerta.

"No te olvidaré" –le respondió el hombre sin pensar mientras tomaba su maleta, antes de que ambos abandonaran la habitación.

Caminaron uno al lado del otro, pero separados menos de un metro. Era ciertamente extraño para él estar con otra mujer que no fuera su mujer y la morena parecía entender que había confusión en el hombre una vez que la excitación había pasado.

Llegaron al ascensor y se miraron un momento. Matías sin saber que decir sentía un vacío en ese momento, una sensación que no sabía definir. Mientras esperaba que llegara a su piso quería decirle algo a la mujer, pero no sabía qué era lo que deseaba decirle.

Cuando finalmente llegó el ascensor, Matías se decidió a hablar y Samantha le observó expectante. Sin embargo, el ascensor no estaba vacío, Diana se encontraba plantaba solitaria en el interior.

"Por fin te encuentro, Matías – dijo la rubia secretaria, pero de inmediato se detuvo al darse cuenta de la mujer al lado de Matías. La observó con una mezcla de sorpresa y extrañeza, antes de decidir ignorarla-. Te llevo esperando casi media hora en recepción. Debemos irnos, el avión nos espera"

Samantha entró al ascensor, mientras Matías continuó inmóvil en el pasillo.

"¿Matías?" – le habló la secretaría, que vestía uno de sus trajes de ejecutiva de sastrería hechos a la medida. Su falta, su blusa y su chaqueta combinaban perfectamente con cada accesorio sobre su bonito cuerpo. Realmente tenía un estilo retro que a Matías le recordaba mucho a las películas de décadas pasadas que miraba junto a sus fallecidos abuelos.

"Hola, Diana – finalmente le salió el habla a Matías, ya caminando hacia el ascensor-. Disculpa, pero tuve una dura noche"

A la morena se le escapó una risita mientras la rubia la observó inquisitiva. Matías subió al ascensor y apretó el botón del primer piso, quedando después justo en medio de las dos mujeres.

El ascensor se detuvo en varios pisos de camino al hall del hotel. Diana le mostraba una carpeta con información del siguiente cliente y le hablaba detalles de la siguiente reunión en Nueva York. Matías pensó que si la secretaria no tendría suficiente tiempo en el vuelo de Atlanta-Nueva York para plantear sus inquietudes y expectativas para la siguiente reunión, y se preguntó si la rubia iba a exhalar durante todo el camino trabajo y más trabajo.

El roce de la mano de Samantha en su mano le distrajo, miró hacia el lado y ella le miraba risueña. Matías con sigilo acarició la mano y la piel del esbelto brazo de la morena mientras fingía seguir pendiente de Diana y su discurso, otros huéspedes del hotel se encontraban aparentemente enfrascados en sus propios asuntos, aunque seguramente más de uno estaría atento a la sensual morena junto a él.

Samantha y el continuaron con el juego hasta que el ascensor se detuvo en el primer piso, Matías quedó paralizado mientras la mano de la morena se separaba y ella comenzó a alejarse, sin mirar atrás.

"¿Matías?" – le despertó Diana, ya fuera del ascensor.

"Vamos" – se apresuró a decir Matías, mientras avanzaba junto a la secretaria en dirección a la limosina que los esperaba. Samantha no se veía por ninguna parte.

El viaje a Nueva York y el siguiente día fueron estresante, lleno de problemas que el mismo John Milton había armado al no adelantar cierto papeleo y redactar mal un par de contratos. Al parecer Diana parecía tratar en la medida de lo posible de cubrir las ineficiencias de su jefe, pero por muy buena secretaria que fuera la rubia "Marilyn" no era abogada y había cosas que sólo un profesional con experiencia podía hacer.

Tuvieron que quedarse un día más de lo esperado y Matías congenió muy bien con la dueña y el directorio de la empresa. Los gringos quedaron muy satisfechos de lo logrado en aquellos dos días y de los nuevos contratos redactados. Tanto era lo impresionada que había quedado la dueña y la hija abogada de ésta con el trabajo de Matías, que la dueña había llamado al Milton & Lomax y hablado directamente con el señor Lomax, el otro dueña de su firma y jefe de Matías, para solicitar que el joven abogado participara activamente en las negociaciones de su empresa.

Aquello le sentó muy bien a Matías, porque escuchó claramente decir a la Señora Davies que antes no estaba muy satisfecha del trabajo hecho por John Milton y que la incorporación de Matías le había devuelto la confianza.

La visita estaba terminando y Matías había disfrutado de la visita a pesar del estrés, por lo que había aceptado ir a una cena de camaradería. Tener tanto que hacer era bueno para no pensar en su propia vida.

Diana había estado un poco parca en sus comentarios y aportes el último día, parecía silenciosa y algo incomoda, tal vez molesta. Ambos bajaron en silencio a la cena y participaron de la cena en que se brindó repetidamente por el buen trabajo y por el héroe del momento, Matías Moro.

Diana y Matías se retiraron juntos al hotel, ambos habían bebido algo más de la cuenta, pero mantenían muy bien la compostura. La rubia continuaba silenciosa e indiferente, cosa que le extrañaba al abogado.

"¿Qué pasa, Diana? – Matías preguntó en la limosina, camino al hotel- ¿Pasa algo?"

"Nada" – contestó secamente la rubia, mientras se servía una copa de whisky del minibar del vehículo.

"¿Segura?" – Intentó conseguir Matías una respuesta, más por quedar tranquilo que por la necesidad de una respuesta.

Ella permaneció en silencio, parecía morderse la lengua, pero era obvio que tenía algo que decir. Al final llegaron al hotel y en silencio subieron por el ascensor.

Llegaron al piso en que ambos tenían habitaciones contiguas y Matías se dirigió a la suya.

"Buenas Noches" – se despidió Matías mientras buscaba la tarjeta para abrir su habitación.

Hubo silencio un momento, no hubo respuesta de la rubia. Matías abrió la puerta, mientras observaba de reojo a la rubia parada observándolo junto a la de su habitación.

"Estás satisfecho" – Finalmente soltó Diana.

"¿Disculpa?" – dijo Matías, que no había entendido del todo el sentido de lo dicho por la secretaria"

"Si, estás contento de haber dejado a John como un mediocre" – dijo la blonda visiblemente molesta.

A Matías le extrañó la actitud irracional en Diana, parecía fuera de lugar en aquella mujer.

"Sólo he hecho mi trabajo en la forma en que sé hacerlo" – dijo Matías algo cortante en su respuesta.

"Pero tenías que hacerlo destacando "tan claramente" los errores cometidos en las anteriores negociaciones y reuniones"– Diana hizo hincapié en aquello, su voz subía poco a poco su tono mientras se acercaba a Matías que seguía junto a la puerta abierta de su habitación.

"Necesitaba explicar cuáles eran los problemas existentes y los errores cometidos – explicaba Matías tratando de mantenerse calmado ante la exaltación de la rubia-. Además el cliente se mostró de acuerdo conmigo, incluso habían llegado a un diagnóstico similar al que yo expuse. No veo cuál es el problema"

"El problema es que eres un hombre arrogante y egoísta – vociferó la rubia frente a Matías, que notó en aquel instante que la mujer estaba no sólo muy irritada, sino algo borracha-. Pero John se encargará de dejarte en tu lugar antes de lo que piensas"

La amenaza de la secretaria hizo que Matías perdiera un poco la compostura, pero trató de calmarse.

"No entiendo, Diana – reclamó el abogado, mientras soldaba un poco el nudo de la corbata-. Hoy hicimos un gran trabajo. Tan bueno que nuestros clientes organizaron una cena para nosotros y en donde recibimos muchos elogios. La empresa ganó y esto significa que John como uno de los dos dueños de nuestra firma también ganó. Realmente estás siendo irracional en tu análisis, mujer"

La bofetada que recibió Matías en aquel instante no la esperaba y nubló la vista un segundo. El dolor recorrió su mejilla y humedeció sus ojos porque el impacto había alcanzado parte de su nariz.

"A mi nadie me trata como una ignorante y me llama "mujer" tan despectivamente – vociferó furiosa la mujer- y menos un don nadie egoísta y adicto a los aplausos como tú. Ya verás las consecuencias de haber menospreciado y rebajado a John"

Matías que en ese momento ya no pensaba racionalmente y tomó a la mujer del brazo, arrastrándola hacia a la habitación. Soltándola en la amplia sala de estar.

"Mira Diana – dijo, parado frente a la secretaria, interponiéndose entre ella y la salida-. No sé porque estás así de cabreada. Para que sepas he sido muy generoso, más bien he sido extremadamente magnánimo con John últimamente. Ese hombre no se merece una palabra amable de mi"

"Así que ahora muestras las garras – respondió la rubia rabiosa, con un dedo apuntándole a la cara-. Pareces una oveja blanca, pero pretendes difamar a John durante el viaje. Ahora estoy segura de ello y lo llamaré para decirle"

"Anda – respondió Matías enervado, molesto del asunto y de la actitud violenta de la mujer-. Pero quizás no te responda. Te apuesto a que últimamente no has podido hablar mucho con él… ¿Sabes por qué? ¡¿Por qué nuestro jefe no responde tus e-mails o llamadas? – Exclamó Matías en voz alta, mientras Diana le observaba con odio-. Porque John en este momento se está tirando a mi esposa en casa o algún otro lugar, como lo hace desde que salimos de viaje"

Aquello no se lo esperaba la secretaria, cuyo rostro mostró perplejidad en medio de su enojo.

"¡¡Mentiroso!! – estalló la secretaria, mientras trataba de golpear a Matías en el rostro y el pecho- ¡¡Maldito mentiroso!!"

Matías que trataba de evitar los golpes de la mujer e inmovilizarla de alguna forma, no podía hablar y con sorpresa la situación se había descontrolado totalmente. Pero había practicado rugby desde sus 13 años y sabía cómo controlar a oponentes mucho más fuertes que él.

Diana se sorprendió al ser alzada en el aire e inmovilizada, se debatió con todas sus fuerzas, pero Matías era muy fuerte.

"¡Suéltame! Déjame ir, imbécil" – vociferada la rubia, mientras era llevada al dormitorio contra su voluntad y era depositada bruscamente ahí.

Diana miró desafiante a Matías, quería huir de ahí, pero sabía que un hombre muy fuerte se interpondría en su paso.

"Voy a gritar si no me dejas ir" – Amenazó ahora Diana, con cierto temblor en la voz. Ella estaba en una situación que se había salido de sus manos.

"Sé que eres amante de John – la sorprendió Matías, su voz sonaba sombría, pero sus ojos claros estaban muy brillantes sobre ella-. Sé todo acerca de tu relación con él y más"

"¡¡Déjame ir o llamo a la policía!!" – pidió violentamente la rubia, aún muy tensa.

"Tu amante, nuestro jefe – continuó Matías sin dar importancia a la amenaza de la rubia-, se está tirando a Ana, mi mujer. Tengo pruebas de esto… en este preciso instante puede que estén juntos" – Diana lo escuchaba… parecía que el forcejeo la había cansado y conseguido que se calmara.

"Al parecer en verdad lo amas y comprendo que trates de defenderlo – intentó calmarse Matías mientras hablaba-. Sentiste que yo lo boicoteaba laboralmente y tal vez tienes razón, pero antes de hacer cualquier cosa, por favor, escúchame – la rubia continuaba tensa en la cama, indecisa al parecer-. Tengo pruebas de lo que te dije. Tengo un video de ellos juntos… - dijo finalmente Matías-. Creo que necesitas verlo"

Matías fue por su laptop y Diana permaneció en la cama. El ordenador encendió y la tensión se esparció por la habitación durante los minutos en que esperaban para cargar el video.

Finalmente la pantalla mostró las imágenes de los amantes. Su complicidad y el sexo que arrancaron las primeras lágrimas en Diana y luego las confesiones que extrajeron todo el dolor de una mujer enamorada. La secretaria lloraba la traición de John, su amante durante más de diez años. Un amante que la había engañado de la forma más cruel y que la había obligado a abortar en las sombras al hijo de ambos, que había crecido en secreto en su vientre.

Diana lloraba desconsolada en la cama, Matías sentía el mismo desconsuelo y tristeza, pero hacer enfrentar a la mujer a tan dura verdad le hacían sentir culpable, por más que ella le hubiera llevado a esa situación.

Matías buscó un pañuelo y se lo ofreció a la rubia, pero esta lo rechazó con un manotazo violento. El hombre sorprendido se vio con la mujer intentando golpearlo con los puños en el pecho.

"¡Maldito…! -gritaba en medio del llanto y la angustia la mujer- ¡Todo es tu culpa! ¡tu culpa!"

Forcejearon un momento en la cama, Matías la mantenía junto a él, tratando de no hacerle daño y dejando que ella descargara su ira y frustración en él. Finalmente ella cayó abatida en la cama, arrastrando a Matías sobre ella. Sus rostros quedaron uno frente al otro, ambos respirando agitadamente.

Las lágrimas resbalaban por la cara de la rubia, Matías con lentitud y delicadeza acercó su mano y limpió los rastros del llanto, en una caricia precavida. No quería continuar con el forcejeo.

Diana se mantuvo sumisa e inmóvil, parecía tragarse la pena por unos segundos y volvía a llorar luego. Matías acariciaba su rostro y cabello, limpiando sus lágrimas con solemnidad y delicadeza. Ella le miraba con intensidad y Matías acarició sus labios entreabiertos haciendo que la rubia cerrara los ojos, entregándose a las caricias del hombre.

Matías, que no sabía que es lo que hacía hasta ese instante, decidió que era el instante para consumar una idea que había rondado hacía minutos en su mente. Se acercó a los labios de Diana y la besó brevemente.

La rubia entreabrió los ojos, sorprendida, y se quedó ahí, sin hacer nada. Matías se acercó con cuidado y la volvió a besar sin que ella mostrara rechazo, luego le dio un beso más largo e intenso, obligando a la mujer a participar o retirarse.

Diana, que hasta ese instante estaba confundida y angustiada, cerró los ojos y se entregó a Matías, besándolo con intensidad. Los labios se unían desesperadamente, mientras el varón desabrochaba la blusa negra de la rubia desde abajo, dejando al aire un abdomen blanco y plano, con un ombligo pequeño y alargado.

Matías acarició el vientre mientras los besos continuaban en medio de jadeos. El hombre retiró su camisa dejando a la vista un cuerpo musculoso y masculino de piel dorada por el bronceado. Diana acarició el pecho y el abdomen de su amante, pero su actitud era más bien sumisa.

Con movimientos precisos Matías terminó de desabrochar la blusa de la secretaria, dejando a la vista un sujetador purpura de encaje, donde asomaban unos senos blancos y carnosos. Diana se dejaba hacer, excitada como estaba sólo observaba a Matías, dejándole hacer lo que quería con ella.

El hombre llevó un par de dedos a la boca de la rubia para que ella los besara y chupara con frenesí. Los dedos bajaron por el rostro y el cuello hasta los senos, que fueron acariciados con firmeza.

"Fóllame" – se le escapó de la boca a Diana.

"¿Qué?" – torturó Matías a Diana, mientras acariciaba ambos senos con sus manos.

"Fóllame, Matías – pidió la rubia, mientras encogía sus piernas y subía su falda para sacar ella misma un calzón de encaje purpura, dejando a la vista sus muslos blancos y un coño con el bello recortado a la vista-. Hazme el amor… lo necesito, por favor"

Matías observó a la mujer con las piernas abiertas y con una mano acarició su coño, haciendo suspirar a Diana. Sus labios vaginales eran gruesos y muy definidos, estaban mojados y a medido que la caricia se repetía en aquel lugar parecía sumar más y más secreción.

"Fóllame – suplicó nuevamente Diana-. Métemela y haré cualquier cosa que quieras… quiero tu verga, por favor"

El hombre empezó a desabrochar su pantalón con lentitud, pero Diana, demasiada excitada al parecer, se arrimó a Matías y con desesperación le bajó el pantalón y el bóxer, dejando a la vista un erecto y poderoso pene.

Diana observó asombrada un instante y luego con ansia y rudeza tomó el pene de Matías, con prisa lo masturbó media docena de veces, besándolo el tronco y el glande repetidamente, poniéndolo aún más duro. Luego lo lamió varias veces, pasando la lengua por debajo y por arriba, dejándolo cubierto de saliva. Entonces la rubia seguramente pensó que estaría lo suficientemente lubricado y se estiró sobre la cama boca arriba con las piernas abiertas.

"Ven… méteme ese hermoso pene" – invitó la rubia, irreconocible, mientras desabrochaba su sostén y lo lanzaba a un lado, dejando sus globosos senos de pezones grandes y oscuros a la vista.

Matías se situó sobre Diana y la besó con pasión mientras su pene empezaba a rozar el coño húmedo, pero la rubia tenía prisa y con una mano apresuró la penetración. El pene lentamente entró en el interior de la hermosa hembra.

"Mmmmmmmmhhhhhh" – gimió Diana con una buena parte de la larga y gruesa verga dentro de ella.

Matías empezó a moverse sobre la blonda, lentamente, sintiendo como el coño de Diana le apretaba su verga y la llenaba de secreción a medida que penetraba una y otra vez, hundiendo el largo pene más y más.

"Aggg ahhh ahhh ah ah ah ah aha ah aaah" – empezaba a vocalizar Diana con las manos bien agarradas del musculoso trasero de Matías, atrayéndolo hacia ella.

El varón continuó sobre la mujer, sus movimientos continuaron por largos minutos, cada vez más rápido y con mayor intensidad, había momentos en que se detenían mientras se besaban o él lamía y chupaba los senos de la rubia, pero pronto volvían a follar con intensidad.

"Ahhhh ahhhhh – balbuceaba Diana-. Que grande se siente… ahhh… ah ah ah ah… que mojada me tienes…"

"Me encanta tu coño, Diana… - dijo Matías, mientras apresuraba el ritmo- está cada vez más cálido y mojado"

"A mi también me encanta esto… ahhhhhhhh ah ah ¡ay! – la rubia tiraba del trasero a Matías para que la penetrara más y más profundo-. Diooooooss… nunca habían entrado tan profundo en mi cuerpo… ay… ah… me duele… ¡aaahh!... pero me encanta… te deseo tanto, Matías… te necesito tanto… ah ah ¡ay!"

Matías trataba de adentrarse más y más en la rubia que parecía gozar como nunca en su vida.

"Me corro, oh!… -gritó Diana- ME… CORRRRROOOO…Aaaarrgggggg Aaaaahhh aaajjjjjhhh mmmmmnnnnnnn"

Matías continuó un poco más y luego obligó a Diana a ponerse en cuatro, pero con las manos apoyadas en la pared. Sus caderas eran anchas y su trasero era amplio y carnoso. La verga de Matías recorrió los labios de la rubia un minuto antes de penetrarla nuevamente por el coño y empezar a entrar y salir a ritmo salvaje, haciendo que la rubia rápidamente volviera a estar excitada y moviera su cuerpo hacia atrás, en busca de su amante.

Llevaban un buen rato follando y Diana se había corrido otra vez, cuando con un dedo Matías había empezado a acariciar su clítoris, y ahora el hombre jugueteaba con los pezones de Diana.

"Dime, preciosa ¿lo has hecho por detrás?" – preguntó Matías.

"Siii… he tenido sexo anal con John- respondió Diana con la voz entrecortada, pero algo triste por el recuerdo… luego su actitud cambió-. Al hijo de puta de John le gusta mucho, pero nunca me lo ha hecho un hombre con una verga tan grande como la tuya"

"No te preocupes…hoy sólo lo intentaremos… - aseguró el ahora infiel abogado, mientras continuaba hostigando el coño con su verga-. Sin presiones o compromisos… será nuestro periodo de marcha blanca"

Continuaron follando en esa posición, Diana nunca había experimentado tantos orgasmos en su vida y aquello la volvía sumamente dócil frente a Matías, que empezó a sentir su orgasmo muy cerca. Disminuyó la intensidad un momento para reunir secreción en un par de dedos y comenzar a penetrar el ano de Diana, que empezó a quejarse.

"Hazlo con cuidado…" -pidió la rubia y sumisa secretaria, mientras el hombre con paciencia introducía uno, dos y hasta tres dedos en el recto de Diana.

Cuando Matías pensó que estaba bien lubricado su pene y el ano de la hembra, salió del coño de Diana y colocó el glande en la entrada del blanco culo. Poco a poco y con extremo control empezó a penetrarla. Ella empezó a quejarse por el dolor de alojar tan grueso pene, pero jamás se atrevió a pedir a Matías que parara o lo sacara.

"!Aaaarrrggggghhhh! ¡aaayyyyyyy! ¡Mmmmmmmnnnnn! –continuaba quejándose la rubia, ahora con la cabeza en la cabecera, el culo levantado y las dos manos separando sus glúteos.- ¡¡¡diiioooooss!!! Aarrrggggghhh"

"Este culo es lo mejor" - dijo Matías e inesperadamente se corrió. Los chorros de semen golpearon el interior del recto de Diana antes que el pene se retirara, rociando buena parte de la blanca secreción en el culo y los muslos de la hembra.

Matías quedó sentado en la cama mientras Diana se dejaba caer en la cama, con el cuerpo completamente adolorido.

El hombre se acercó al rostro de la mujer y buscó su boca. Ella le regaló un beso largo e vehemente, sus lenguas se adentraron en las bocas hasta que gradualmente la calma retornó a sus cuerpos.

"Discúlpame" –dijo Diana de improviso, rompiendo el silencio de esos momentos.

"No hay nada porque disculparse –respondió el abogado mientras acariciaba el femenino brazo- estabas en tu derecho de sentirte así en ese momento"

"No hablo de eso – se corrigió la secretaria-. Es por la mujer de la otra noche. La morena"

"¿De qué hablas?" – preguntó confundido Matías.

"Yo… - dijo insegura la rubia- Yo le pagué para que te hiciera compañía un par de horas… hablé con John esa noche y le conté de que estabas deprimido. El me sugirió que te contratara una prostituta de lujo"

"¡¿Qué?!" – respondió choqueado el abogado.

La secretaria se confesó esa noche. La morena había sido contratada no sólo para tener sexo con el sino para grabarlo "en el acto". Su jefe al parecer quería tener esos videos para usarlos con Ana. Sin embargo, las cosas habían cambiado y Diana había "cambiado de bando" por así decirlo y le entregó los videos a Matías. Esa noche hablaron mucho con la verdad y luego, sintiéndose cómplices, hicieron el amor nuevamente.

Acostados y abrazados bajo las sábanas finalmente cayeron dormidos. Hombre y mujer traicionados aprendieron a traicionar y a obtener placer a cambio de aquel despecho.

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