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P.V.e.I: Pianos Lustrosos (5 y 6)

en Hetero: Infidelidad

P.V.e.I: Pianos Lustrosos (5): Intermedio.

Un hombre exitoso y enamorado de su hermosa y sensual esposa descubre un día que ella tiene una doble vida, no sólo le es infiel con más de un amante sino que es adicta a la vida desenfrenada.

En medio de la confusión, decide vigilar a su esposa. En un principio, lo que parece una estrategia del esposo para enfrentar a su voluptuosa mujer con las pruebas irrefutables de su traición, se transforma en un viaje oscuro en que se enfrenta a sus propios demonios, travesía que logran llevarlo a la frontera que jamás pensó cruzar.

Los relatos anteriores se encuentran en esta misma web:

http://www.todorelatos.com/relato/47141/

http://www.todorelatos.com/relato/47468/

http://www.todorelatos.com/relato/67409/

Prologo: Mañana, Mediodía y Tarde.

Desperté desorientado. Me encontraba sentado sobre un sillón y cubierto a penas por una manta y con el computador encendido con la imagen de la cocina vacía y desordenada. Se agolparon los recuerdos de la noche anterior: mi esposa Ana y sus amigas teniendo sexo con distintos hombres en distintas habitaciones de la casa de playa, que yo había comprado con mucho esfuerzo cuando era aún un ilusionado y confiado novio.

Vino a mi mente la botella de vodka que bebí luego de mi momento de furia y desconsuelo. Mi vida se había transformado en un infierno por culpa de Ana, mi infiel esposa.

Pensé si no sería mejor haber seguido en la ignorancia y olvidar la locura de poner cámaras en mi hogar y en la casa de playa. Simple y directamente debía enfrentar de una buena vez a Ana, decirle que sabía de sus infidelidades, su aparente adicción al alcohol y las drogas, de su doble vida.

Pero mi mente era un lío y no pude tomar una decisión en aquel momento. Temía que todo terminara con el alejamiento de mi amada, pero traidora esposa.

Miré a través de la pantalla las cámaras escondidas en la casa de playa. Ana dormía desnuda junto a Carolina y el viejo que al menos cubrían parte de su cuerpo con una sábana. En las otras habitaciones Álvaro había vuelto con Pilar a dormir después de su encuentro con mi mujer en la cocina, en tanto Euge con JC habían despertado hace poco y ya follaban como animales.

Me sentí mal y me alejé del lugar. Me preparé desayuno con tristeza y con la imperiosa necesidad de volver al ordenador y observar que pasaba en la casa de la playa a través de las cámaras escondidas que había instalado. Sin embargo, decidí no hacerlo… quería darle un descanso a mi mente confundida.

Poco después llegaron los técnicos de la empresa de seguridad y continuaron con el trabajo de instalación de cámaras y micrófonos en casa. Estuve tentado a cancelar la operación, pero algo en mi deseaba controlar que hacía mi mujer tanto fuera (con los detectives privados que había contratado) como dentro de casa.

Así llegó la tarde, los técnicos agregaron el nuevo sistema a mi cuenta personal de mi laptop y mi teléfono portátil antes de marcharse, firmé los papeles, pagué sin reparos a pesar de la alta suma… ya todo estaba listo.

Mi ánimo no era el mejor, pero me obligué a trabajar y terminar los asuntos pendientes de la oficina. De todas maneras había dejado grabando lo que ocurría en la casa de playa y preocupándome de respaldar lo "indispensable" en los discos duros: las pruebas de las fechorías de Ana.

Ya era bastante avanzada la tarde cuando regresé al "cuarto de monitoreo de fidelidad". El nombre me parecía una triste broma a mi mismo, en mi situación aquello no sabía si era bueno o malo.

Encendí el monitor y revisé uno a uno los cuartos. La casa se veía bastante más ordenada y las "visitas" se habían marchado, las 4 mujeres estaban tomando sol en bikini junto a la piscina. Algunas dormitaban o leían una que otra revista. Pero nadie hablaba más de lo necesario.

Llamé a mi mujer y ella me contestó con naturalidad. Parecía que no había quebrado un huevo, simplemente habían pasado un tranquilo fin de semana en la playa tomando sol y comiendo productos del mar.

Las otras mujeres se agolpaban alrededor de Ana a escuchar mientras se reían de sus mentiras y aparente santidad.

Traté de mantener la calma, ya me las pagarías de una u otra forma, tanto Ana como sus amigas.

Luego de hablar con mi mujer revisé rápidamente las horas anteriores grabadas en los discos de almacenamiento.

No puedo comentar todo, pero el resumen es el siguiente. La mañana había sido un caos, Eugenia y Pilar estaban follando nuevamente con sus jovenzuelos mientras Ana, Carolina y el viejo tomaban desayuno como si nada hubiera pasado, conversaban trivialidades y escuchaban algo de música. Parecía que el tal Manfred estaba apurado y que debía reunirse con su familia, pues, supuestamente estaba en un viaje de negocios (anoté su nombre, apellido y algunos datos que me ayudarían a encontrarlo en caso que fuera necesario), sin embargo, antes de irse dejó su tarjeta a ambas mujeres y las dejó invitada a una fiesta de un amigo a realizarse en un mes y medio aproximadamente <Si desean ir y pasarlo mejor que ayer –les dijo mientras besaba el dorso de las manos de ambas mujeres con caballerosidad- simplemente llámenme>

Al rato los muchachos bajaron, había dejado la vigilancia del condominio durante más de una noche y seguramente su tío les daría una bronca, sin embargo, ellos sabían que bien había valido la pena, incluso si eran regañados. Se despidieron rápidamente, pero Álvaro antes de correr en pos de JC le susurro algo a Ana al oído que hizo sonreír a mi mujer y mostrar una mirada asombrada y picara a la vez.

"¿Qué te dijo el niñato?" – Pregunto Caro.

"El dijo: Follarte fue mi sueño desde que era un crío. Por favor, repitámoslo pronto" – respondió mi infiel mujer mientras risueña se acomodaba su bata.

"¿Y cuándo pasó eso, mi amor? – preguntó confundida la rubia, antes de beber su café bien cargado.

"Anoche bajé a la cocina por algo para animarme y bueno… simplemente pasó" –se encogió de hombros Ana.

"Eres una muchacha sinvergüenza – dijo Carolina risueña, luego continuó- ¿Y qué tal el muchacho?"

"Creo que bien… tengo una sensación de fuerza y placer – dijo mi mujer-. Sabes que mi memoria no es buena a veces"

"Vaya. Creo que vas a tener que dejar de beber tanto o tu cabecita te jugará una mala pasada algún día – observó preocupada caro-. No siempre nos tendrás a nosotros para cubrirte la espalda"

"Se cuidarme sola. No te preocupes. Tendré más cuidado" – terminó la conversación mi mujer.

Las otras dos muchachas bajaron poco después y junto con recuperarse con algo de zumos de fruta y café, empezaron a comentar los detalles más "sabrosos" de la noche pasaba. Así continuaron por largo rato, pues durante el almuerzo hubo mucha conversación, bastante comprometedora, ya que las cuatro mujeres se tenían más confianza que la noche pasada.

Tomé nota, sin embargo me di cuenta que mi mujer no hablaba demasiado. De alguna manera se las arreglaba para que las otras mujeres revelaran sus infidencias y su vida sensual mientras ella apenas revelaba que había sido algo promiscua cuando era una muchacha y en su primer año en la universidad, todo según ella, antes de conocerme. Luego contó mucho acerca de nuestra intimidad como matrimonio y de cómo, aunque ella tuviera algún desliz de vez en cuando, estaba enamoradísima de mí y que sin duda era el hombre que la ponía más cachonda (<mentiras pensé>).

Cogí el teléfono y la llamé, solamente porque sería raro no llamarla seguido, como hacía casi siempre. No quería levantar sospechas de que sabía que Ana me era infiel. Hablamos un rato, muy cariñosamente al principio, pero algo más tirantes al final porque no soportaba ya las continuas mentiras de mi mujer. Las muchachas escuchaban nuestra conversación atentas, mientras salían de la casa y todas se dirigían a la piscina.

Corté el teléfono mientras observaba a mi mujer reír junto a sus amigas, Carolina simplemente daba el visto bueno a la manera como Ana no daba paso a discusiones, mientras Eugenia y Pilar compadecían al "pobre marido de Ana", es decir, claramente el gran cornudo e idiota era yo.

La rabia de aquel momento me trajo muy negros pensamientos, sin embargo, me enfoqué en transformar aquellos malos pensamientos en algo productivo. Debía vengarme de mi mujer, pero cómo, cuándo y dónde. Eso era lo que debía planificar.

Seguí escuchando a Ana y las muchachas que hablaba bastante de moda, hombres y sexo. Ahora Ana y Carolina estaban más reveladoras y por lo que contaban eran las más experimentadas en relaciones con varios hombres e incluso algunas mujeres, o ambos a la vez. Carolina bromeaba que a pesar que ella y Ana eran heterosexuales, ambas tenían una especie de lesbo o bisexual interior, pero era necesario para entrar en esos "estados" colocar algo de gasolina en el cuerpo (supongo refiriéndose al alcohol u otra cosa).

"Yo diría que tienen –dijo bromeando Euge- un estado Puta Interior"

Las mujeres rieron ante la ocurrencia. Pero Ana se puso seria al final.

"Puta Interior, no sé – dijo con una sonrisa lasciva- pero diablesa interior tal vez. O acaso al hombre promiscuo le dirías que tiene un Puto Interior. No, a los hombres los llaman sementales y a nosotras putas… ¿es eso justo?"

"No creo que sea justo. Pero tú eres casada, Ana – dijo Pilar- y Caro también. Y ayer muy bien que se lo traían montado entre ustedes y Manfred. Eso no las convierte en modelos a seguir ¿o si?. No es que yo lo sea tampoco, no soy ningún modelo de conducta. Ayer la pasé bien, pero fui una guarra poniéndole los cuernos a mi novio. Pero yo aún no estoy casada y eso me da cierta flexibilidad"

Aquello era hipocresía pensé. Para mí un compromiso sea como se le llamara a la relación era un compromiso y era lo que nos diferencia de los animales.

"Mira, Pili –dijo Ana, bastante seria- trabajamos todo el día, llegamos a casa a seguir trabajando muchas veces. Tenemos el derecho a disfrutar de la vida. Además, yo amo a mi esposo y no lo cambiaría por nada, pero necesito cambiar mi rutina de vez en cuando, además soy discreta en mis vicios y en darme esos gustillos de vez en cuando. Mi esposo me tendrá siempre y yo a él, pero a veces quiero algo más. Quiero progresar en mi carrera y hacer algo que aunque parezca algo loco me haga sentir libre y viva en este estresante mundo. Hacer alguna locura por ahí y tener a mi marido a mi lado cuando llego a casa me hace soportar todas las penurias y decepciones de la vida"

Las mujeres permanecieron un segundo en silencio, mientras Ana se levantó y se sentó al lado de Pilar.

"Ahora, dame un beso –dijo mi mujer, con su rostro muy cerca de Pilar-. No quiero que haya malos sentimientos entre amigas"

Pilar se acercó lentamente y le besó la mejilla de manera fugaz.

"Ahora dame un beso al otro lado" – pidió Ana, indicándole la otra mejilla.

Pilar lo hizo, pero con mayor dulzura y prolongando un segundo aquel beso.

"Ahora dame un beso de verdad, querida amiga" – requirió mi hermosa y sensual esposa.

Pilar besó de manera tierna los carnosos labios de Ana, para luego repetir el beso esta vez de manera más prolongada, pero sin exagerar. Las mujeres se miraron a escasos centímetros un segundo y Pilar besó dos veces más, de manera fugaz, pero con cierta lujuria antes de retirarse.

"Ese fue un buen beso, amiga" – dijo mi mujer, mientras acariciaba la mejilla y el cabello de Pilar con delicadeza. Mientras Caro y Euge se mantenían distantes, pero muy atentas a lo que había pasado.

Mi mujer se separó, tomó un diario y lo continuó leyendo, como si nada anormal hubiera ocurrido. Las otras mujeres decidieron seguir su ejemplo y pronto estaban cada una en lo suyo.

Sin duda, mi mujer había cambiado. Pues, nunca la imaginé actuando de esa forma. Nunca había visto a Ana actuar tanta seguridad.

Seguí escuchando sus conversaciones un poco más, luego grabé todo lo que valía la pena, dos copias de "Ana la infiel y sus amigas", luego las revisé con cuidado antes de eliminar lo que no era relevante de los discos duros.

Aproveché un momento en que dormitaban y tomaban sol para asearme y comer, además de adelantar un poco de trabajo. Observé a ratos lo que pasaba, pero durante la tarde nada anormal sucedió, sólo un tranquilo día en la casa de playa.

Dejé aquella habitación y me fui a mi estudio personal. Debía pensar en las cosas que estaban pasando en mi vida.

P.V.e.I: Pianos Lustrosos (6): Noche de Sorpresas.

Ana había regresado de su fin de semana en la playa muy relajada y repuesta de fuerzas según ella, yo le había recibido con cierta frialdad y sumergido en mis asuntos. Le di la excusa de tener mucho trabajo, así que evité su presencia las primeras horas. Era la única forma de mantenerme cuerdo, pues, aunque sabía que debería sentirme enojado y odiar a mi mujer, la verdad es que amaba a Ana y la deseaba más que nunca. Aquel sentimiento de deseo era lo peor, aquella estúpida lujuria que me dominaba cada vez que recordaba a mi mujer besándose con Caro.

Al final, salí de mi estudio, sentía que mi excitación me dominaba mientras las imágenes de una infiel Ana se repetían en m mente. Tomé los condones de mi velador (fue lo único razonable que hice) y luego busqué a mi esposa.

Ana estaba en el sótano, donde tenemos un cuarto para el lavado de la ropa. Se veía que estaba recién duchada y vestía sólo con un calzón cuadrado verde, una camiseta ajustada roja y unas zapatillas de casa livianitas. Se sorprendió al verme aparecer y ocultó una prenda a su lado, yo no le di tiempo de hablar y la besé con pasión.

Ana trató de hablar, pero yo no la dejé. Le llevé su mano a mi verga erecta, lo que causó una sonrisa lujuriosa y una mirada de complicidad en su rostro. Le bajé el calzón y baje presuroso besando sus senos y su vientre, sin esperar mucho empecé a besar y chupar sus labios vaginales. En aquella ocasión me costó más que en otras oportunidades hacer que se humedeciera su delicioso coñito, pero al final logré que mi mujer estuviera lo suficientemente caliente para ser penetrada, siempre esperaba que Ana estuviera mojada para no hacerle daño con mi pene, que es bastante grueso y largo.

Ana se mostraba muy excitada y yo le di vuelta para cogerla desde atrás, pude ver que en una mano aún sujetaba el vestido de transparencias negro que había usado la noche anterior, aquel que había utilizado para follarse al viejo y luego al niñato. Aquello causó una mezcla de rabia y lujuria, tomé a Ana de las caderas y taladré con fuerza y violencia su coño, que parecía muy mojado. Mi mujer empezó a gemir cada vez más fuerte.

En medio de gemidos y gritos le hablé con lujuria insana a mi mujer.

"Ana, te gusta ser follada ¿no?"

"Si, me encanta, amor –dijo mi mujer con voz aguda-. Que rica es tu vergota"

Yo la tomé de los hombros, mientras Ana arqueaba la espalda de forma sensual y seguía gimiendo, apresuré un poco el ritmo.

"Estos pezones y estas ricas tetas son mías ¿no?" – dije mientras con ambas manos acariciaba sus dos bien proporcionadas mamas, con sus pezones muy paraditos.

"mmmmm… si… siiiiii… -dijo Ana con voz entrecortada, acariciando ella misma su voluminosa anatomía pectoral-. Estos senos carnosos son de mi esposo y su vergota… ah! Ay!"

"Y este culito – Proclamé con voz ronca mientras acariciaba sus perfectos glúteos, para luego con un dedo empezar a penetrar el ano de mi hermosa y sensual esposa, cosa que no solía hacer nunca- ¿De quién es este rico trasero?"

"Ahh… ¿qué haces, amor?.. por ahí no" – Expresó mi esposa, haciéndose la santurrona, pero sus caderas y sus gemidos delataban que no le molestaba tanto como expresaba.

"¿De quién es este culo, puta" – salió la pregunta con insulto incluido desde el fondo de mi ser.

"¿Cómo es eso de puta…?" – Comenzó a reclamar mi esposa, pero yo la callé con una palmada fuerte en uno de sus perfectos glúteos.

"Calla y responde… -la interrumpí- ¿De quién es este culito de putita?"

Mi mujer estuvo un momento gimiendo antes de responder, acosada por mi verga en su coño, un dedo en su ano y una mano acariciando uno de sus magníficos senos.

"Mi culito es tuyo… mi ano es tuyo… toda esta putita es toda tuya" – sentenció mi mujer y empezó a correrse y a gritar como pocas veces.

Yo continué follando fuerte y con un dedo en su ano unos minutos, luego disminuí el ritmo y la fuerza en que la cogía. Le saqué la verga y la giré lentamente, Ana me veía con rostro congestionado por la excitación. La observé con detenimiento, algo me dijo que no tomaría la decisión por su cuenta.

"Chúpamela, puta" – ordené invadido por una sensación de dominio y Ana se lanzó contra mi verga como un animal hambriento sobre su presa.

Aquello me gustó, el descontrol de mi mujer podía aparecer en mi presencia y aparentemente sin alcohol o cocaína. Fue un pensamiento breve, pues, la razón volvió a ser nublada por la lujuria.

Vi el vestido negro de transparencia a su lado mientras mi mujer se esmeraba más y más en la mamada, como nunca antes en nuestra vida. Me retiré un poco y ella reclamó con un largo gemido, era obvio que quería más verga.

"Ponte ese vestido negro y un calzado de tu gusto –ordené mientras señalaba el mismo atuendo usado en su infiel noche anterior- y luego sube a nuestra habitación. Quiero follarte ahí, Ana"

Subí hasta nuestra habitación y me desnudé. Instalé mi pequeña cámara portátil y puse a grabar. Mi mujer llegó medio minuto después, lucía el vestido y las sandalias de la noche anterior. Se subió a la cama y buscó mi boca, ese fue el primer beso de muchos otros y el comienzo de una noche diferente.

Esa noche la follé salvajemente por primera vez y por primera vez ella se comportó como una verdadera puta en nuestra cama.

Más tarde mientras hablábamos le pregunté.

"Ana… tu no me engañarías con otro hombre ¿cierto?" – la pregunta era tonta, no sé porque buscaba que me mintiera en mi cara.

La respuesta de mi mujer me sorprendió más que mi propia pregunta estúpida.

"A ti… ¿te gustaría que te pusiera los cuernos?" – dijo Ana mientras una de sus manos bajaba por mi vientre, su caricia llegó a mi pelvis y se detuvo ahí unos segundos.

Me demoré un segundo en responder.

"Creo que no… digo, claro que no" – respondí aturdido por la sorpresiva contra-pregunta.

Mi mujer me observó unos segundos y luego su mano llegó hasta mi pene, lo acariciaba muy suavemente con sus uñas, era algo muy placentero en aquel minuto y mi verga empezó a ponerse dura rápidamente.

"¿Quieres o no quieres ser un cornudo? Deberías estar seguro de si quieres que tu mujer sea fiel – Expresó con voz calmada y sensual, la mano de Ana se apoderó de la verga de su macho-. Especialmente si la empiezas a llamar puta de un día para otro" –mencionó con cierto tono acusador.

Aquello me descolocó y una mezcla de rabia y deseo me mezclaban en mi cabeza, era una mezcla de ganas de abofetearla y de follarla. Ana empezó a masturbarme lentamente y en ese minuto sólo podía pensar que mi mujer era la hembra más hermosa y sensual en esta vida. Pero también que comenzaba a ser una mujer muy manipuladora.

"No quiero… quiero que seas mía, sólo mía"- Dije en un intento de recuperar mi dominio

"Entonces… porque quieres que me comporte como una puta – contraatacó mi mujer, parecía que estaba excitándose al igual que yo-. ¿Se te pone dura al saber que tu putita es una guarra fuera de casa? ¿Es por eso que está tan dura y grande tu verga? Porque te gustaría ver a otro hombre montándose a tu mujer"

"No… no… tu me calientas, amor… sólo tú… – me defendí como gato acorralado-. Quiero que seas sólo mía"

Mi mujer se montó encima de mi cuerpo e introdujo mi verga en su intimidad, haciéndola gemir de una manera ronca y extensa. Empezó a moverse con mi verga en su interior, decidida a sacarme las palabras de la boca mientras aplicaba este particular método de tortura.

"¿Siente lo mojada que estoy, amor?" – preguntó excitadísima Ana, que se pellizcaba los pezones y acariciaba sus senos.

"Si" –respondí, mientras mis manos trataban de acariciar su cuerpo, cosa que ella no permitía.

¿Sabes por qué estoy tan mojada, amor? – exclamó jadeante. El cuerpo femenino se movía sensualmente en círculos alrededor de la verga larga y gruesa de su esposo -. ¿Sabes por qué estoy tan caliente?

"¿No sé, amor? Dime… - pregunté inocente y excitado-. Dime ¿por qué estás mojada?"

"Estoy tan mojada y caliente… ah! porque mientras te follo…mmnnn –dijo cada vez más excitada. Su voz se mezclaba con gemidos cada vez más fuertes, pequeños gritos- Recuerdo… ay! Mmmnnnn… como me han follado otros hombres… aahh… me pone cachonda recordar cómo te puse los cuernos…"

Yo estaba en el limbo. Era una mezcla de excitación, confusión y sorpresa. Mi mujer continuaba moviéndose sin descanso sobre mí, gritando cosas que no alcanzaba a entender en mi estado.

Lo único que sé es que me corrí y mi mujer sorprendida, pues, generalmente me corro después de ella, estalló en unas extrañísimas carcajadas mientras continuaba cabalgándome hasta correrse poco después.

Ana cayó a mi lado, tan agitada como yo. Su mano acariciaba mi musculoso torso y sus uñas se deslizaban de vez en cuando por mi piel, como conteniéndose de rasguñarme.

"Nunca pensé en que te podía dar tanto placer – fue lo que respondió Ana después-. Siempre eres tan controlado cuando hacemos el amor y casi siempre soy incapaz de sacarme aquella sensación de que no sientes tanto placer cuando lo hacemos –mi mujer me besó de manera breve, pero apasionada antes de continuar- Me alegra de que esta vez no hallas sido capaz de controlarte y disfrutar. De cierta forma me siento realizada"

Aquello me produjo sentimientos encontrados. Era verdad, me costaba llegar a altas cotas de excitación mientras hacía el amor. Simplemente, era una maldición y una bendición tener tanto aguante, pues, significaba que me era más difícil llegar a eyacular. Usualmente cuando hacía el amor con Ana no lograba correrme.

"Es mentira ¿no? –pregunté, sabía que trataba de que me mintiera. Tal vez lograr que yo mismo me engañara-. ¿No es verdad lo que dijiste?"

Ana me miró, era la cara de la mujer más hermosa que había conocido y mostraba ciertamente amor, pero también un dejo de lujuria. Ella seguía enamorada de mi, en ese instante lo supe. Pero entonces por qué ella hacia cosas que me hacían tanto daño me pregunté. Por qué nuestras vidas y ella habían cambiado tanto.

"¿Qué cosa no es verdad?" – preguntó ahora Ana.

"Lo que me dijiste – dije con algo de vergüenza, no sé la razón. Quizás el orgullo o alguna estupidez parecida-. Eso de que te follaste a otros hombres. Es mentira ¿no?"

"¿Qué crees tú, cariño? – respondió con otra pregunta mi mujer, mientras sensualmente comenzaba a estirarse sobre la cama. Luego me miró misteriosamente. Realmente me sorprendía esa sensual frialdad que mostraba Ana. Era algo que desconocía en ella - ¿Te gustaría que fuera verdad o mentira que tu mujer es una puta y te pone los cuernos con otros fuera de casa, amor?"

La quedé mirando perplejo, mientras decidía que responder.

"Creo que es mentira. Tú serías incapaz de ser infiel – dije, mintiéndome y mintiéndole-. No es gracioso, pero por alguna tonta razón me excité"

Ana me miró un momento y luego sonrió.

"Eres un ángel, amor –dijo ella, mientras se acercaba a mi lado gateando sobre la cama-. Me encanta que confíes en mi"

Aquello me produjo malestar, pero aquel no era el momento para sacar a la luz las cosas que no habían sido dichas entre ambos.

Me acerqué a ella y la besé, los besos dieron paso a las caricias y las caricias despertaron la lujuria nuevamente. Ana me hizo una mamada sensacional (cosa inusual hasta esos días debo admitirlo) y luego yo hice lo propio con su sexo. Follamos hasta las tres de la madrugada, en silencio, pero también en medio de gemidos.

Lo que no hicimos fue hablar. Fue el mejor sexo en mi vida. Esa noche, la sorpresa me la lleve Yo.

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