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Caballo loco (13)

en Grandes Relatos

CABALLO LOCO XIII

En esa semana habían llegado a la estancia para la yerra cinco gauchos para ayudar en la tarea a los campesinos habitantes de la misma. Como no había suficiente lugar para toda la peonada ubicaron al más joven de ellos, Jerónimo, en la casita de Caballo Loco.

Jerónimo no alcanzaba los veinte años y entre los peones estaba también su padre. Las jornadas comenzarían recién en la mañana siguiente. Así es que una vez que cenaron temprano todos se habían retirado a descansar.

Era aún temprano porque como era verano recién se había hecho de noche y no tenían mucho sueño. Caballo Loco estaba recostado en su catrera y Jerónimo también, mientras pitaba un chala despreocupadamente.

__ ¿Hace mucho que estas aquí?__ pregunto Jerónimo.

__ Sí, ya hace un tiempo.

__ ¿Y te tratan bien?

__ De maravillas, nunca la pase tan bien

__ ¿Acá es divertido?

__ Sí, hay que encontrarle la vuelta

__ ¿Hay mujeres?

__ Claro, y hay hombres también…

__ Nosotros que andamos de aquí para allá siempre algo encontramos para hacer…

__ Seguro, aquí la vas a pasar bien, no te preocupes

__ ¿Has tenido muchas mujeres?

__ Y sí ¿Vos?

__ La verdad… No tengo mucha experiencia…

__ Todo a su tiempo, lo importante es que nada te parezca malo…

__ ¿Cómo es eso?

__ Digo que no te encierres , tenes que disfrutar de lo que se presente.

El muchacho se llamó a silencio, quedándose con cierta intriga. Siguió fumando tranquilamente, sintiendo un leve cosquilleo en su sexo, que lo incomodaba siempre a la misma hora, por las noches. En ese momento Caballo Loco se ponía de pie y se quitaba la ropa, como lo hacía siempre para dormir. Jerónimo lo observó, y pudo ver la cosa que le colgaba entre las piernas al indio y sintió una pequeña admiración.

Golpearon a la puerta y el indio desnudo como estaba se dirigió a la puerta y abrió.

__ Veo que estabas por dormir…__ comentó Tobías.

__ No es nada, pasa…

__ No podía dormir y traje una botellita de ginebra para compartir.

__ Ahí están los vasos dale nomás

Tobías alcanzó unos vasos y los llenó, luego se sentó al borde de la cama de Caballo Loco y empezaron a beber. El calor de la noche los fue abrazando en oleadas de calentura y perdición.

__ Estoy sintiendo un poco de calor__ comentó con toda intención Tobías.

__ Por mi sácate la ropa, no tengo problemas ¿Y vos Jerónimo?__ preguntó el indio para seguir el juego.

__ No, para nada, la verdad es que también siento un poco de calor__ respondió el muchacho.

__ ¡Y dale vos también! ¡Total estamos entre hombres!

Así es que los tres se fueron despojando de las ropas y quedaron como el indio.

__ Así está mejor__ comentó el capataz.

__ Ya lo creo __ dijo Jerónimo.

__ ¿Cuántos años tenes? __ preguntó Tobías

__ Diecinueve__ contestó el muchacho.

__ ¿Y alguna vez viste algo como esto?__ señalando la poronga del indio.

__ La verdad que no señor__ dijo el muchachito avergonzado

__ Y no sabes lo que es cuando se alza. ¿Te gustaría verla?

__ No, no sé señor, no me parece…__ dijo rojo de temor Jerónimo

__¡Anímate che, vas a ver como te gustará!

Diciendo esto Tobías comenzó a acariciar la vara dormida del indio, que sintió los primeros escalofríos cuando iba a excitarse. Lentamente el capataz sabía hacer este trabajo y la poronga de Caballo Loco se fue poniendo dura y estirándose en su longitud y creciendo a lo ancho.

__ ¿Ves? ¿Décime que no te gusta está pija?

Tobías se acercó a la herramienta creciente del indio y tomándola con las dos manos se la llevó a la boca y empezó a darle besitos en la cabeza ardiente y a pasarle suavemente la lengua, hizo estos movimientos despacio, sin apuro, el muchachito observaba la escena con cierta turbación, pero a la vez se daba cuenta que su pija se iba calentando y su calentura subía la temperatura del lugar.

El Capataz había metido la verga en su boca y la saliva de este bañaba por completo la vergota del indio que suspiraba de placer. La mamada que le estaba dando Tobías lo enloquecía y apretaba la cabeza de este contra su humanidad para que tragara todo lo que pudiera de su víbora enhiesta y caliente.

__ ¡Vení, probala, no tengas miedo!__ le dijo a Jerónimo que sin titubear se acercó a la verga del indio. __ ¡Tómala!__ instó el capataz.

Allá fue Jerónimo despojado de toda vergüenza y tragó la verga de Caballo Loco que se sacudió de pronto recibiendo una fuerte descarga eléctrica desde el cerebro hasta su ano. Tobías aprovechó la ocasión para acariciar los huevos de Caballo Loco y luego masajearlos un poco, apretarlos otro poco, y volver a masajearlos, para al fin rozarlos con la lengua, darle pequeños besos, lamerlos y engullirlos, en tanto el muchachito tragaba la cabeza brillante de la pija del indio que estallaba en gritos de locura.

Los dos le daban una chupada extraordinaria a Caballo Loco y entre tanto cruce de lenguas Tobías encontró la boca del muchacho y la coronó con un tremendo y salvaje beso, del cual el chico no pudo dejar de sucumbir y las lenguas se encontraron en un duelo del mismísimo infierno. Tobías mientras comía la boca del muchacho había apresado la verga de este y la acariciaba con una mano en tanto con la otra seguía prendido a los huevos del indio. El chico tomó confianza y también fue acariciando la pija engarrotada del capataz que lanzaba suspiros y gemidos de loca.

Ahora los dos volvían a la poronga encerrada entre dos bocas del indio que no aguantaba tanta calentura y tantas caricias que le prodigaban estos dos hombres en celo.

Tobías, entonces, atacó la retaguardia del chico,. Primeramente acarició las nalgas del muchacho que estaban duras y regordetas. Las acarició y apretó con sus fuertes manos de campesino, mientras los besos se repartían y se hacían sentir en toda la habitación. Jerónimo continuaba prendido a la verga del capataz con la mano y lo masturbaba furiosamente en tanto con la boca alternaba los besos con él y las mamadas a Caballo Loco.

El capataz alcanzó por fin la entrada cerrada del chico y fue masajeando el culito apretado del chico. Con un dedo trataba de abrir el camino prohibido, notó que el muchacho se abría lentamente, que le gustaba lo que le hacían, en realidad lo que estaba necesitando allí era una lengua. Tobías insistía con los dedos y Jerónimo sacaba la cola para atrás para que el hombre pudiese penetrarlo un poco cada vez. Así es que al cabo de un rato, los dedos de Tobías habían penetrado un tanto el anillo virgen del muchachito.

Caballo Loco se incorporó atrayendo al muchacho que cedió enseguida los labios y el indio los recorrió colmándolos de besos, caricias con la lengua y mordidas, el chico estaba a punto de sucumbir, porque jamás lo habían acariciado de esa forma tan sensual y salvaje, sentía que iba a morirse allí mismo. Tobías atrapó la pija del chico y la mamada que le prodigaba hacía que el chico se pegara con más fuerza a la boca de Caballo Loco que casi no lo dejaba respirar.

El Capataz se tragaba la herramienta del chico, casi devorándola y a su vez caía con lenguetazos mortales sobre los testículos de este que ardía de pasión, en tanto el indio le mordía y le chupaba el cuello, las tetillas, el pecho, las orejas y con sus dedos, mucho más gruesos que los de el Capataz también masajeaba y abría el ano apretado aún del chico que gemía y abrazaba al indio como queriéndose meter dentro de su cuerpo. Llegó a susurrar casi a implorar __ ¡Méteme tu pija, hazme tu perra Caballo Loco, por favor cójeme! __

El indio se colocó detrás de el que ya se había acomodado en cuatro patas y sacaba su culo durito y virgen. La lengua de Caballo Loco lo penetró y lo llenó de saliva, esas caricias hicieron que el chico se vaciara en la boca de Tobías que se tragó la bebida que Jerónimo le sirvió caliente, fresca y en abundancia.

La lengua de Caballo loco iba y venía dentro del anillo, lo rodeaba y arrancaba gemidos implorantes del muchacho que ya quería que el indio lo montara de una vez. La saliva abundante y espesa del indio había lubricado el culito deseoso, por eso lentamente Caballo Loco acercó su vara a la entrada cerrada y comenzó a intentar abrir aquella puerta hasta el día de hoy inmaculada. El chico retrocedía con su cola y facilitó la enculada que le proporcionaba el indio, que en dos o tres empujones estuvo dentro del chico que exclamo de dolor y unas lágrimas rodaron por sus mejillas jóvenes.

Pasado el primer momento empezó a gozar del garrote enorme y el llevaba el ritmo de la cogida, se detenía, avanzaba, aceleraba, lo hacía más lento. El indio sacaba y volvía a meter la verga a punto de estallar del ano del muchacho y este pedía más verga. Tobías se había acercado a Jerónimo y le ofreció su herramienta y el muchacho se la tragó febrilmente caliente y con una sed de sexo que hasta a él lo sorprendía, pero había descubierto un nuevo placer: la verga.

El indio no soportó más y le derramo su líquido al chico que gozo plenamente de aquel virtuoso fierro de Caballo Loco. La leche le resbalaba por todo el culo desbordado por los ríos de semen que le había regalado el indio. Tobías aprovechó esto y se metió de un empellón dentro del canal abierto del chico que seguía gimiendo totalmente enloquecido de placer, el capataz empezó a coger al chico en un ritmo salvaje y feroz, en tanto masajeaba los huevos y el instrumento de este que empezaba a levantarse otra vez , la ventaja de la juventud, pensó el Capataz. Así lo enculó de forma bruta y enloquecida unos minutos y le llenó el canal fogoso y sediento de más leche que el chico agradeció limpiando ambas vergas.

Tobías y Caballo Loco atacaron con sus bocas la verga dura del chico, lo chuparon unos momentos que a Jerónimo le saltaban las lágrimas de la emoción y la calentura. Luego los hombres se colocaron en cuatro patas ofreciéndole al chico sus ojetes enardecidos y necesitados de poronga. Primero se hicieron lamer y chupar gozando y gimiendo de las bondades de aquella boca virgen en esos menesteres que ellos conocían a la perfección. Jerónimo con su vara como piedra los satisfacía alternándose de uno en uno. Una vez que los culos se habían abierto al solo contacto de la lengua, le ordenaron que los cogiera sin miramientos, mientras ellos se intercambiaban besos y caricias.

El chico atacó los culos sin piedad y los cabalgó duramente tratando de aguantar el mayor tiempo posible para hacerlos gozar como ellos lo habían hecho gozar a él. Cuando iba a descargar se paró en medio de las dos bocas y los regó con una abundante cantidad de semen que tanto Caballo Loco como Tobías lamieron hasta la última gota sin dejar absolutamente nada.

La salida del sol los encontró amándose de todas las maneras y formas posibles, había sido una noche que Jerónimo no olvidaría por el resto de sus días.

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