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Caballo loco (18)

en Grandes Relatos

CABALLO LOCO XVIII

Caballo Loco ha tenido que llevar un carruaje con provisiones frescas hasta el convento de Santa Lucia, muy cercano a la estancia donde trabaja. Llega por la mañana, cerca del mediodía caliente del verano en la Pampa.

Las puertas del convento se abren y aparecen los hábitos de una joven monja que lo hace pasar. El carruaje se detiene en medio de un patio enorme y se amontonan varias mujeres vestidas de negro y entre sonrisas y bromas comienzan a descargar el carro.

Caballo Loco pide un poco de agua y alguien el acerca un jarro con agua fresca que el se bebe de un trago. En el pasillo oscuro lo ha estado observando la madre superiora, una mujer de unos cuarenta y tantos años, a su lado una novicia de no mas de veinte la custodia como perro guardián. La superiora le hace una seña al indio que se acerca.

__¡Buen día señor! __ saluda la monja.

__ ¡Buen día madre!

__ ¿Ha tenido buen viaje?

__ Si un poco de calor, pero bien

__ Si quiere puede refrescarse bien antes de emprender el regreso.

__ podría ser

__ Sígame

Caballo Loco va detrás de la madre superiora y la novicia bajan a una especie de sótano que está iluminado apenas por los rayos de sol que penetran desde un ventanal. Hay un enorme silencio y solo se escuchan los pasos a través de las escaleras que descienden.

Hay una enorme puerta que la monja mayor abre con cierto esfuerzo. Allí entran y aparece ante la vista del indio una tina enorme rebosante de agua, al lado unas sillas donde se esparcen esponjas y toallas. Sobre unos de los frentes de la tina unos jabones aromáticos que el indio ha visto pocas v3eces.

__ Bueno, es aquí… Espero que se sienta cómodo.

__ Está bien gracias señora

__ En un momento vendrá Luz, a esponjarle bien las espaldas así queda usted limpio por completo

__ Está bien.

Las monjas han desaparecido a través de la puerta y Caballo Loco se ha desvestido sin prisa, observando cada rincón de la enorme habitación donde ha sido llevado. Ha observado las botellas de vino rojo que se asoman tras de una cortina liviana que se mueve empujada por una suave brisa que ha comenzado a levantarse y él no sabe de donde proviene.

Se ha sumergido en el agua fresca y deliciosa, se siente renacer, se siente contento. Se hunde una y otra vez en la tina como jugando, en ese momento entra la novicia que estaba con la monja superiora y se acerca a la tina.

__ ¿Está listo para la espalda? __ pregunta y se inclina tomando una esponja.

Sin esperar respuesta comienza a restregar suavemente la espalda del indio que se deja hacer despreocupado. Ninguno dice nada, ella hace su trabajo y el se deja hacer. En un momento la esponja cae dentro de la tina. La novicia no espera a que Caballo Loco la busqué, ella misma mete las manos en el agua fresca, buscándola, en las oleadas que provoca se encuentra con el animal del indio y lo roza, para después volver a rozarlo y deteniéndose en el lugar, ahora lo ha atrapado y el indio se ha dejado hacer.

__ ¡Habrá que limpiar esto también__ dice impúdicamente la novicia sonriendo.

En un momento se ha quitado sus ropas y ha entrado en la tina con el indio que ya está con su verga totalmente endurecida. La novicia lo agarra con ambas manos y lo sacude hacia abajo y hacia arriba, observando la cara de placer del indio. Palpa los testículos y con la esponja refriega la víbora caliente, mientras con sus dedos finos acaricia los huevos del indio que comienza a sentir que su sangre empieza a bullir en estado febril. La novicia sabe bien lo que hace, no es la primera vez que lo hace. Las caricias se suceden interminables, ahora también acaricia el pecho del hombre y aprieta con morbo sus tetillas. El indio lanza un gemido corto, ella tomo las manos de Caballo Loco y las llevo a sus pechos redondos, duros, jóvenes, hermosos. El los masajeo y apretó con delicia y ella suspiró deseosa y caliente.

Caballo Loco se acercó a la monja y con su boca chupó los hermosos pezones erguidos, los lamió y mordió con cierta ternura que hicieron enloquecer a la joven, que emitía gemidos entrecortados, satisfecha y feliz. El indio se incorporó y la verga quedó a la altura de la boca de la chica que se lanzó con sus labios y la tragó sin miramientos, atrapando la enorme cabeza que largaba un líquido blanquecino y espeso. Llegó a sus huevos y también los acarició y engulló con su boca maestra, mientras con sus dedos acariciaba el ano del indio que estaba caliente y abierto para que ella entrara con sus dedos una y otra vez, penetrándolo hasta la locura.

En esos momentos la hermana superiora observaba la escena escondida tras unos enormes cortinados bordados en oro y de color borra vino. Su calentura iba en aumento y se acariciaba las tetas por sobre sus ropas.

La novicia seguía tragando la verga del indio que entraba y salía de allí con enorme placer. La astuta novicia hizo que Caballo loco se sentara en la tina nuevamente y a horcajadas del mismo se sentó sobre la vara caliente. La boca de la novicia buscaba la del indio y ambas lenguas se cruzaban y se unían en danzas de calentura loca.

La madre superiora estallaba de sudor y sintió que unas manos se pegaban a sus enormes tetas y eran precisamente las del padre Pablo el cura párroco que daba las misas en el convento de las religiosas. Él también observaba con interés la cogida que se estaban prodigando la novicia y el indio.

La madre superiora buscó la boca del padre y se fundieron en un enorme beso llenó de placer y éxtasis. Las manos del cura recorrieron las carnes firmes de la madre superiora que chupaba la lengua del hombre y también con sus manos acariciaba la vara dentro del pantalón del padre.

Este por fin salió a la luz y la carne brillosa terminó de cobrar vida en las manos de la religiosa que recorrieron el palo con ardor y enorme frenesí. Se colocó de rodillas y se tragó la verga dura del cura que resoplaba y manoteaba las cortinas para no caer al suelo. La superiora apretaba las nalgas el sacerdote y entre masajeo y masajeo hundió un dedo en el culo del sacerdote y este dio un salto y excitado dio susurros de placer.

La novicia y el indio pararon la oreja y sigilosamente salieron de la tina. Se acercaron risueños hasta los enormes cortinados y los entreabrieron. Allí observaron a la madre superiora mamando la pija del cura. Aguardaron unos instantes y descorrieron el cortinado, dejando a la vista a la pareja caliente. Estos no se inmutaron demasiado y siguieron en fu faena.

Entonces la novicia se acercó a la madre y comenzó a desvestirla y está seguía chupando al cura sin parar. El indio se arrimó al sacerdote y también terminó de sacar su ropa y los cuatro quedaron desnudos. El indio arrimó su vergota alas nalgas del cura que no tardó en sentir esa enorme masa acariciando su culo y más se apretó contra el garrote firme de Caballo Loco, que acarició las tetillas del hombre y este se sacudió al ser poseído por una enorme corriente de lujuria. La novicia en tanto masajeaba las enormes tetas de la superiora y se intercambiaban besos de lengua.

El cura no soportó y con sus manos se agarró fuertemente al mástil que se le ofrecía y comenzó a acariciarlo de todas las formas posibles. También alcanzó los huevos del indio y los tocaba y franeleaba con los dedos totalmente fuera de sí. Unos momentos después salió de la boca de la superiora y quedó de frente a Caballo Loco y tomándolo del rostro buscó la boca de este y se cruzaron besos de una enorme calentura, mientras sus vergas se rozaban tirantes y a punto de estallar. El cura se arrodilló lamiendo el trayecto que lo separa de la barra deseada hasta que alcanzó la tranca del indio y se la engulló con infinito placer. La superiora viendo esto se acercó a la verga del indio y la compartieron, chupándola, mordisqueando, babeando, presos del infierno de la tentación. La novicia regaló su lengua salvaje a la madre superiora primero, lamiendo y penetrando su anillo, haciendo que la monja delirara de placer y luego le dio el mismo masaje al cura que levantaba su culo sin vellos tan o más apetecible que el de la mujer.

Caballo Loco les propuso que se colocaran delante de le en cuatro patas y con suma delicadeza fue la chupando los culos de unos y otro y los penetró por el anillo oscuro y los dos gozaron de esa enorme vara, mientras el cura lanzaba semen en la boca de la novicia dejándola rociada en cabellos, boca, dientes, tetas de la leche que le habían sacado la gran cogida que le estaban dando. Los gritos y exclamaciones de placer eran interminables.

La joven novicia reclamó su pedazo en el culo y mientras Caballo Loco satisfacía su deseo, la madre superiora y el cura lamían el orto del indio y metían sus dedos ayudando a que el indo sintiera que era tiempo de terminar con su tarea y sacando la pija de el culito de la novicia los reunió a los tres debajo de maravillosa vergota y los roció con una lluvia de leche que todos tragaron sin protestar. Después estuvieron un rato limpiando la tranca del indio que no guardaba reposo, sino después de haberse cogido esa tarde a medio convento.

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