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Las historias de cayetano 2

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LAS HISTORIAS DE CAYETANO 2

 

El atardecer en el corredor de la casa estaba plácido y Cayetano sentado en el sillón de mimbre se sentía muy bien. Algunos pájaros semblanteaban entre ellos y armaban un gran escándalo. Pity el perro enorme del Padrino estaba recostado en todo su largo casi a los pies de Cayetano.

Todo era calma. Los peones andaban dando los últimos retoques a la ardua tarea del día y muchos de ellos estaban queriendo regresar a sus hogares. Otros vivían allí en el caserío que había detrás de la casa grande.

Por el camino bordeado de árboles grandes se asomaba un jinete. De lejos se veía que venía llegando sin apuro. El caballo casi venía deteniéndose desde que atravesó la tranquera.

Cuando estuvo cerca Cayetano se fue poniendo de pie. La sonrisa le gano la cara. Y bajo los escalones que daban a la calle polvorienta y saludo con efusividad

__¡Tío Juan, hola tío!

__Cayetano ¿M´hijo como anda usted?__saludo el hombre de a caballo.

__¡Bájese tío, venga!__ invito el muchacho.

__¡Este lugar cada día está más lindo!__ dicho esto el hombre se apeó del animal blanco que bufaba, se movía y pateaba el suelo suavemente. Los hombres se abrazaron. Caminaron juntos hasta el corredor. Cayetano invito al tío a sentarse.

__¡Tío! ¿Qué lindo verte!

__Lo mesmo digo muchacho, pero ¡Mírate que grande y fuerte que estas!

__Tío ¿Qué quieres tomar?

__Cualquier cosita fuerte que tenga usté vio como es la cosa__ siempre lo divirtió mucho a Cayetano el estilo campechano del hermano de su Padrino. Este era un año más joven que el Padrino, sin embargo, como era hombre de a caballo parecía mas viejo. Piel arrugada, manos huesudas y largas. Los ojos del tío Juan eran de un raro color. Pero al muchacho le gustaba. Se deslizo rápido hasta el interior de la casa grande.

__¿Como anda tío usted?

__Bien, anduve con una caballada por la zona norte, ahora estaba de paso descansando y queriendo saber de mi hermano.

__Todavía esta allá

__Sí lo sé, m´hijo, lo sé, ¿Pero está bien?

__Sí tío, está bien y hacemos lo posible por sacarlo rápido.

__¿Quienes?

__Los abogados tío, ¿Quién mas?

__¿Son de fiar?

__Son abogados__ el hombre se largó una sonora carcajada que saco del ensueño a Pity. Siguieron bebiendo hasta que la oscuridad gano terreno y la noche se asomó cómplice y llena de deseos.

El tío marchó a darse un baño refrescante. Se escuchaban sus melodías. Cantaba como si estuviera contento de estar en casa. Cayetano sabía que no sería por mucho tiempo, porque al tío le gustaba sobretodo andar por los caminos. Cuando el tío salió. Cayetano tenía en la mesa una rica comida que degustaron, además de seguir bebiendo un buen vino. El tío Juan era de buen beber.

__¡Muchacho eres un excelente cocinero!

__Gracias tío

__ ¡Que muchacho mas agradable!¡Eres un excelente anfitrión!

__Tío tu eres muy amable, me da gusto servirte…

__Tomare al pie esas palabras

__¡No lo dudes Tío Juan!__ las miradas se cruzaron y con los vahos del alcohol casi se incendian en el cruce. El tío siguió bebiendo mientras Cayetano levantaba los platos de la mesa.

__Sos una buena ama de casa

__¡Tíooo!__ contestó Cayetano

__No le veo nada de malo

__Yo tampoco__ se rieron ambos cómplices. Como pudo el tío se levantó de la mesa. Ya era tarde.

__¡Estoy un poco cansado!_- dijo tambaleándose

__Espera que te ayudo

__Nooo, faltaba más, ni mi finada mujer me llevo nunca a la cama__ replicó ofendido y se perdió en el pasillo de la casa.

Después de una media hora. Cayetano se asomó a la habitación del tío. Este estaba recostado contra el respaldar ojeando un libro pequeño. Cayetano se paro al borde de la cama.

__¡Oh! Muchacho no te oí entrar__ diciendo esto, trato de esconder el libro.

__¡Tío ¿Que escondes? __ cuestionó Cayetano

__¡Nada, nada!__ Cayetano no quiso insistir para no incomodar a su tío, pero al moverse la sábana notó que el pene del tío estaba erguido. Cayetano se sentó en el borde de la cama y puso una mano en el muslo del tío, este se erizó y lo miró con deseo a su muchacho. El tío toco el rostro del muchacho. Lo acarició demorándose en la barbilla. Lentamente Cayetano fue corriendo la sábana y quedó a la vista la desnudez del tío Juan y su imponente animal erguido. Juan acarició los labios de Cayetano y este acarició los dedos con la lengua. En tanto las manos de Cayetano atraparon el fierro del tío. Lo apretó. El tío dio un suspiro mayúsculo y se convulsionó.

__¡Eres muy bello Cayetano!

__¿Quieres que siga?

__¡Ahhhh! Siiii, claro__ gemía el tío Juan.

La mano de Cayetano apresaba la herramienta del hombre y este se fue acercando a la boca y se besaron acaloradamente. Trenzaron sus lenguas. Se mordieron. Ahora la mano del muchacho se abalanzó a las bolas de Juan. Fue tocando, palpando, sintiendo, se dio tiempo de gozar del tacto. En tanto la boca del tío mordía y chupaba desesperado.

Cayetano se incorporó. Se puso de pie y se quito la bata. El tío Juan solo lo miraba en la misma posición. Hasta allí llegó Cayetano sentándose de forma que pudiera alcanzar con la boca la endurecida verga, que palpitaba, y se llenaba de saliva. La boca del muchacho la saboreó generosamente haciendo al hombre estallar en suspiros, lamentos y gemidos. La verga era tragada apasionadamente. Desaparecía en la garganta de Cayetano y volvía a aparecer, bañada con espuma. La lengua babeaba y secaba el tronco.

Cayetano en tanto realizaba esta maniobra acomodaba su cuerpo de manera que su cola quedara del lado de la cabeza del tío Juan. El hombre miro ese culo y su pija endureció aún más. Apretó las dos medias lunas, las pellizco. Cayetano seguía con la vergota en sus fauces. Así como estaba tomo una de las manos del tío Juan y la guió en medio de las montañas, se detuvo en el anillo untado ya del muchacho, un dedo fue perforando la entrada, Cayetano se movió hincándose un poco más el estilete. El tío suspiro. Estaba muy caliente. Cayetano lo guiaba y el lo dejaba hacer. Las bolas del tío sabían rico y Cayetano jugaba con ellas deglutiendo una y otra, besándolas, pasando la lengua por la entrepierna y volviendo a buscar el erecto palo que lo tentaba.

Ahora Cayetano, parándose delante de la cara del tío ofrecía su entrada en todo su esplendor. El tío Juan no se hizo esperar. Atacó con su lengua. Fue hasta allí y acarició. Cayetano movía su culo de un lado a otro, adelante y hacia atrás. Las manazas del tío abrían las nalgas, las apretaban. La boca se perdía en el infinito abismo. El aro era lamido. Chupado, el tío no dejaba piel sin besar. Sin lamer. Los huevos de Cayetano estaban ahí. Entonces el hombre solo tuvo que besarlos. Lamerlos. Los suspiros de Cayetano rompían en la noche de los amantes.

El muchacho se dio vuelta y la verga de lleno fue a parar en la cavidad del tío. La comió sin remilgos. La tomo con sus manos. La acarició. Apretó los huevos, hundió un dedo en el culo lubricado. En un vaivén enloquecido Cayetano fue largando su leche en la boca del tío Juan que la fue bebiendo sin soltar la verga. Así tomo hasta la última gota. Aún cuando ya nada salía siguió un rato más dejando la herramienta de Cayetano totalmente seca y lustrosa.

Cuando se repuso el muchacho, tomo un poco de aire y así fue sentándose en la vara del tío. Comenzó a cabalgarlo. Sentía las bolas llenas del tío golpear en sus nalgas y lo cabalgaba aún más. Sabía que mucho tiempo más no aguantaría. El tío alcanzó las tetillas de Cayetano y las lamía y las mordía, con sus manos abría las nalgas un poco más. La verga iba y venía dentro de Cayetano. El hombre alcanzando otra vez la boca de Cayetano paso su lengua para chocar y cruzarse con la lengua de este. Sintió a la vez que las hormigas del deseo le corroían la piel y en escupitajos salvajes iban llenando el culo joven y ardiente de Cayetano que sentía el chorro en su interior, y la calentura hacía que su verga comenzará a crecer otra vez. El tío gemía y besaba con más fuerza la boca de Cayetano. Quedaron abrazados. La pija de Juan dentro del cuerpo joven. El líquido caía y los huevos de el se iban bañando despacio. Los besos continuaban suaves, interminables.

Cuando Cayetano después de pasado el tiempo. N o sabe cuanto ya que había perdido la noción del mismo. Solo veía o creía ver un rayito de luz filtrándose por el amplio ventanal. Sentía el abrazo fuerte del tío Juan. Además de la verga clavada en lo mas hondo de su ser.

El tío apretaba las tetillas se ponían duras y el las apretaba dándole a Cayetano un placer mezclado con dolor agudo. El hombre lo cogía despacio, a veces, aceleraba el ritmo. Luego se quedaba quieto. Entonces mordía los hombros del muchacho. Buscaba el cuello y lo besaba con fruición sintiendo como la verga le aumentaba de tamaño dentro de la entrada .

Avanzaba contra la espalda de Cayetano, lo tocaba y le pasaba la lengua centímetro a centímetro. Apenas sacaba la verga del estuche, lo volvía a colocar en la entrada y empujaba y estaba otra vez adentro. Los huevos le golpeaban en las nalgas y el gemido de ambos envolvía todos los rincones de la habitación que poco a poco iba iluminándose cada vez más.

La pija de Cayetano se había puesto firme. Así fue atrapada la tranca del muchacho, los dedos del tío rozaron la cabeza del instrumento, haciendo que Cayetano tirara su culo hacia atrás clavándose la estaca un poco más. Saliendo y volviendo a entrar. El hombre acariciaba el muslo, lo sentía apretando esa masa de músculo. Sintiendo todos los poros de la piel del otro. Se hacían uno. Era todo carne y deseo.

Los huevos de Cayetano fueron ahora estrujados por el hombre. Subía sus manos alternando la vara con las bolas y llevando a Cayetano a gozar, a clamar que lo siguiera cogiendo. El tío aceleraba las embestidas, las respiraciones se agitaban, se volvían cada vez más salvajes. Los gritos ahora de Cayetano presagiaban el final del encuentro. El hombre mordía los hombros dejando una marca tras otra. Aceleraba el tío. Sus embestidas volvían loco al muchacho. Empezó a derramarse en la mano y las sábanas, la leche saltaba por muchos lados. Los alaridos bramaban por los muebles y los animales de la granja prestaban oídos a los humanos.

La acabada del hombre fue conjuntamente con un gruñido de ultratumba. Mordía el cuello. Se sacudieron feroces, apretados sin soltarse sin salirse de sus vainas. Los cuerpos exhaustos se estiraban. Se movían apenas. Agitados aún no podían moverse. El sudor los había ganado. Apenas en sus bocas un rictus pareciéndose a una sonrisa. Agotados.

Los peones afuera iban encaminándose a sus tareas de todos los días.  

Estercita golpeó la puerta a eso del mediodía. Cayetano se incorporó y observó con placer que el tío Juan dormía plácido a su lado. Camino hasta la puerta abriendo apenas

__¡Señor es mediodía! ¿Qué preparo de comer?__ preguntó la mujer

__Hace algo liviano Estercita, ya voy para allá

__Sí señor__ dijo y se fue.

Cayetano paso por el baño. Allí el agua fresca corrió por su cuerpo, refrescándolo. Se emprolijó con una camisa blanca y pañuelo al cuello. Roció todo su cuerpo con la colonia de frutas que usaba hacía mucho tiempo. Fue a la cocina, allí Estercita estaba terminando de preparar la comida. Se sentó en la silla a esperar que la mujer terminara con los preparativos.

__¿Está el señor Juan?__ preguntó la mujer sin girar y sin dejar de hacer las cosas

__Sí vino ayer al atardecer

__¿Y se va a quedar mucho?

__No sé, ya sabes como es el__ contestó Cayetano y la mujer asintió con la cabeza.

A la hora de la siesta el calor apretaba muy fuerte. Cayetano sudaba copiosamente tirado en la hamaca que colgaba en el patio y que había sido traída no sabía de donde, pero que a el le gustaba. En eso apareció el tío Juan

__¡Por fin! ¿Descansaste?__ preguntó el muchacho

__Es que tuve una noche agitada__ dijo risueño

__Espero que la haya pasado bien

__¡Seguro muchacho no te quepa duda!__  dijo pasando por al lado de Cayetano y rozando la entrepierna con la mano.

__¡Vamos al río!__ invito el tío

__¿Te parece?

__¡Vamos!__ dijo otra vez y ya el muchacho estaba poniéndose de pie y yéndose a buscar un caballo.

Tiraron sobre el pasto algunas pocas cosas que habían llevado. El sol caía a pleno a esa hora. De vez en cuando alguna calandria hacía su silbido acostumbrado. No se movía una hoja. Todo era ardor y calma. En un momento Cayetano y el tío estaban en el agua. Ambos desnudos ya que nadie los vería a esa hora.

El tío tomo por la cintura al muchacho, lo ciñó fuertemente y lo atrajo hacia el. Chocaron sus vergas duras, se frotaron mientras las cavidades ya se habían encontrado y se saboreaban salvajemente. Los dedos se perdían en ambos orificios. Tanto el culo de Cayetano como el anillo de Juan eran perforados por los inquietos miembros frágiles y largos de uno, gruesos y gastados del otro.

Jugaron un rato como niños. Tirándose agua. Alejándose y acercándose. Empujándose y hundiéndose en el agua por unos instantes. Succionándose mutuamente sus endurecidas vergas mientras parecían peces a la deriva en ese oasis perdido en medio de la Pampa.

Salieron del agua y se tiraron en una vieja sábana que se encargaron de llevar.

La pija de Juan fue tragada de una vez por el muchacho que se abalanzó sin miramientos sobre la vara. Lo mismo se encargó de hacer el tío. Acomodándose la vara de Cayetano en la boca y salivándola con placer le arrancaba gemidos de niña.

Cayetano alcanzó el aro oscuro de Juan y comenzó a comer de ese platillo que aún no había probado. Lo degustó y el hombre lo dejaba hacer. La lengua hacia pequeños giros en el borde que se iba abriendo suave. Luego hundía el estilete allí. Para luego salir nuevamente al exterior y rozar las bolas y volver al lugar encantado. La saliva iba haciendo que el círculo se fuera dilatando, fuera haciéndose más ancho. La humedad del anillo lo volvía más y más deseable.

Los gritos de Juan despertaban la siesta desierta. Los amantes no podían sujetar sus urgencias. En un momento Cayetano puso a Juan cola para arriba y lo fue hincando de a poco pero sin descanso. La vara fue comiendo centímetro a centímetro de túnel. Juan se convulsionaba atrayendo hacia el la poronga que lo clavaba. Que lo hacia viajar al cielo y al infierno si es que alguno de los dos existió alguna vez.

__Dámelo Cayetano, Dámelo. Ahhh clávame. Asssssssi, ahhh__ los alaridos del tío bramaban al aire. Ya los huevos del muchacho golpeaban una y otra vez el culo del hombre. La pija se hundía y salía a la luz, solo unos instantes, para volver a la caverna, para volver al placer, para iniciar otra vez el embate.

Se fueron incorporando los amantes hasta quedar el tío casi sentado sobre Cayetano. Ahora el muchacho podía tomar las tetillas erectas del hombre. Besarle más cómodo el cuello. Juan era quien manejaba el ritmo. Un momento quieto. Después moverse suave y una breve cabalgata. Detenerse. Cayetano apretando la verga de Juan. Pajeándolo. Rozando los huevos, deteniéndose en ellos. Darles una vuelta. Volviendo al mástil. Pasar un dedo por el ojo de la serpiente que late y que se convulsiona.

La fiebre de los cuerpos enceguece a los amantes. Se pierden en el tiempo. No están en ese lugar, están en cualquier sitio. Se han ido lejos. El hombre cabalga y cabalga desea que su aro palpite y sienta la carne en su interior. Se regocija con la vara que tiene dentro. Suspira, se conmueve. Da unos giros con su cadera. Unos leves movimientos de cintura.  Cayetano muerde los hombros. Da un largo bufido mientras descarga miles de espermas en el tubo cálido. Juan se mueve aún más, quiere que todo le sea inyectado. No quiere perder una sola partícula. Se ablanda. Parece desfallecer, desinflarse. Los líquidos caen y resbalan por las pieles y los órganos. Cayetano sale del lugar, mueve los músculos, casi arrastrándose como un reptil fue atrapando el arma de Juan, la abraza tiernamente con la boca que se convierte en una devoradora, lentamente sube la presión. La vara late, la lengua del muchacho era un látigo castigando la herramienta del hombre. El tío Juan se sacudió, se contorsionó. Se movió como un barrilete sin cola. Dando saltos y giros en el aire. La leche avanzó hacia la boca de Cayetano que la recibió, la bebió toda hasta la última gota que salió de aquel receptáculo vibrante. El muchacho paso la lengua dejando aquella verga limpia totalmente. Brillante.

Aquellos amantes se recostaron desnudos como estaban, a pesar del calor. Los cuerpos hirviendo aún. Sabiendo que la contienda continuaría. Tale vez mas tarde. Tal vez otro día o quizá a la noche.- 

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