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Caballo loco (19)

en Grandes Relatos

CABALLO LOCO IXX

El Coronel y los diez soldados han entrado a la estancia al atardecer. Han reducido a toda la familia incluyendo a Tobías y a su hija en el cuarto del matrimonio.

El Coronel con dos soldados se ha instalado en el despacho del patrón esperando por Caballo Loco quien aún no ha llegado del convento.

Los dos soldados están apostados en la puerta del despacho. Algunos otros esparcidos en la maleza y otros están dentro de la habitación, custodiando a los integrantes de la familia.

Cuando llega el indio a la estancia se extraña de que haya tanto silencio, de que todo esté tan callado y sombrío. Una vez que deja el carro apostado en el lugar de siempre, se dirige hacia la casa y como ya es costumbre entra sin llamar. Apenas asoma su cabeza dentro de la cocina es reducido por dos soldados que entre risotadas y bromas lo conducen a la puerta del despacho donde lo reciben los soldados que custodiaban la puerta. Golpean y luego de la orden, pasan dentro del despacho.

Sentado en un cómodo sillón está el Coronel completamente desnudo.

__¡Al fin, ya no soportaba más la espera! __ exclama excitado el hombre __ ¡Es un gusto verte otra vez, Caballo Loco! ¡Hace un año que te busco por toda la pampa!

__ No esperaba está sorpresa señor

__ ¡Ya ves que todo llega!__ dirigiéndose a los soldados __ ¡A ver que esperan! ¡Sáquenle la ropa que no aguanto ver a ese macho desnudo de una vez y ustedes también quítense la ropa!

Los soldados obedecen, mientras el Coronel acaricia su verga con lascivia infinita, mientras no se pierde detalle de cómo sus hombres despojan de sus vestimentas al indio, que no se resiste, porque sabe que al fin y al cabo va a gozar, con lo que se avecina.

Una vez que ha quedado desnudo, el Coronel sigue acariciando su pija que va endureciéndose rápidamente y se pone roja y se va poniendo ,morada y cada vez más dura y eso lo hace gozar sobremanera.

El Coronel ordena en un instante __ ¡Arrodíllate y ustedes chupenle bien el culo!__ los soldados no se hacen rogar y una vez que el indio se ha colocado en cuatro patas ofreciéndoles su agujero, los dos atacan a lenguetazos feroces el culito de Caballo Loco, que comienza a transfigurar su cara y se le escapan los primeros gemidos de placer.

El Coronel también goza mirando la escena __¿Te gusta? ¡Sigan, miren como goza, sigan…__ la verga del Coronel se levanta hasta lo máximo y brilla de un modo particular, los soldados comen el culo del indio y este se retuerce para ambos lados, abriendo con sus manos el canal para que lleguen lo más profundo que puedan. Los ojos de Caballo Blanco se ponen blanco y ya lanza gritos de placer insospechados por los hombres que están llevando a la gloria al indio.

El Coronel acaricia sus tetillas y se masturba suavemente sin dejar de arengar a sus muchachos que ya tenían sus pijas al máximo. La saliva va dejando el camino predispuesto para entrar profundamente en el anillo de Caballo Loco, pero el Coronel hace que el indio se acerque y le da en la boca su verga para que este la mame.

__ ¡Así, salvaje divino! ¡Cómela, muérdela, es tuya! ¡Ahhh, así, así!.

Caballo Loco zigzaguea con su lengua por todo el tronco, se detiene en la cabeza y la saborea, luego mete toda la vara en la boca y vuelve a soltarla y baja hasta los huevos y los roza con la lengua, juega con ellos, y los succiona suave y luego más fuerte y el Coronel da gritos desgarradores, y se retuerce y empuja su verga contra el indio que lo recibe goloso.

__ Ahora cojanlo, métanle sus vergas!__ ordena a sus hombres el Coronel y allá van hurgando el anillo del Indio que se abre ante la pujante verga que lo penetra y la cara de Caballo Loco ahora es toda lascivia y deseo, mientras el primer soldado que lo ha enculado se mueve a un ritmo frenético totalmente fuera de si y guturando palabras sin sentido y casi inentendibles, goza sin remedio ese culo del indio, en tanto que el Coronel se relame teniendo la boca del indio clavada profundamente en su verga ya morada de tanto placer y sus huevos se endurecen a cada instante a punto de reventar. El primer soldado estalla dentro del indio y le llena el culo, así como está chorreante de líquido caliente el segundo soldado entra en el culo dilatado de Caballo Loco, mientras con una mano termina de desagitar la verga de su compañero mientras se besan profundamente. Este también mete uno de sus dedos en el ojete caliente de su compañero y lo saca y lo vuelve a meter, mientras el segundo soldado se corre sin parar en el anillo de Caballo Loco que no ,para de agradecer por las cogidas tremendas a que ha sido sometido.

__¡Ahora déjenme solo, retírense!__ ordena a sus hombres que desnudos como están abandonan el despacho, para seguir sus juegos en otro lado.

El Coronel mira a Caballo Loco que no ha dejado de chupar su pija ni un momento.

__¡Siéntate en mi pija indio, siéntate, ahora es mi turno de gozarte, he esperado mucho por este momento! __ el indio se incorpora y se acerca al Coronel mostrando su hermoso cuerpo musculoso, antes de sentarse sobre la pija el Coronel toma al indio por la barbilla y le busca la boca en un beso caliente y donde ambos se saborean las lenguas. Recién después el indio se coloca en la estaca del Coronel que se sacude espasmódicamente, junto al indio que sube y baja de la vara, el Coronel mientras tanto acaricia la vergota del indio y la aprieta, la amasa, busca sus huevos y los acaricia, los roza con los dedos, mientras el otro no deja de bajar y subir, arrancando gemidos e insultos al aire por demás.

Han estado así varios minutos y ahora el Coronel saca al indio de su enclavamiento y se coloca sobre el sillón en cuatro pastas, Caballo Loco busca el anillo del Coronel y mete su lengua allí, suavemente primero y luego tratando de meter toda la boca. Acaricia, muerde, besa, además clava un dedo y luego dos, el Coronel se mueve como un desenfrenado y pide que el indio lo someta y Caballo Loco mete su vara ardiente en el ofrecido agujero del Coronel que suspira profundamente, caliente, excitado, envuelto en una locura de sexo total. El indio mete y saca su vara cayendo sobre la espalda del Coronel que rasguña el sillón como una gata embravecida y feliz. Caballo Loco besa el cuello del Coronel, pasa su legua por la oreja, mientras con sus manos acaricia el vergón del Coronel y aprieta sus testículos sin darle respiro al gozo propio y del otro. En un momento sublime cree que va a desmayarse de placer y comienza a soltar sus gotas pesadas y pegajosas en el orto inflamado del Coronel y descarga su pasión y su calentura, mientras masturba al Coronel que ante tanta calentura suelta su leche en las manos del indio. Luego los dos quedan tendidos uno sobre el otro, el Coronel con la verga del otro completamente dura en su culo y el indio con la pija de acero del Coronel que no ha bajado un ápice de su tamaño y de su dureza.

En eso se abre la puerta y aparecen los dos soldados aún desnudos con el patrón tomado de un brazo por cada uno.

__Andaba por los pasillos de la casa, se ve que escapo de la habitación ¿Qué hacemos con él, Coronel?__ dice uno de los soldados.

__¡Déjenlo aquí!__ Los otros se retiran.

__ ¡Acérquese, patrón!__ dice el Coronel

El patrón se acerca relamiéndose al ver esa escena.

__ ¿Le gusta lo que ve?__ pregunta el Coronel, sintiendo la verga del indio en su culo que aún sigue dura.

__¡Sí, claro!__ contesta el patrón.

__ ¡Entonces aquí tiene, sírvase!__ dice pícaro el Coronel y señala su endurecida arma.

El patrón cae rendido de rodillas y se adueña con sus manos y su boca del garrote febril del Coronel, que observa como es mamado por el dueño de casa. Caballo Loco acaricia las tetillas del Coronel y besa suave el cuello de este, que se ha sentado sobre el indio sin salirse del sillón. El patrón chupa deseoso llegando hasta los huevos del Coronel y pasando al pedazo de tronco del indio, para luego llegar a los huevos de este y volver a subir. Los dos hombres gozan de la mamada del patrón y se prodigan frases y caricias calientes.

Lo hacen desvestir y así desnudo como está el Coronel lo clava sin miramientos al patrón que se sacude caliente y deseoso de pija, por delante el indio mete su verga en la boca del patrón que chupa y gime sin descanso, la verga del Coronel entra y sale del agujero ardiente del dueño de casa, el Coronel juega con el, lo hace desear y rogar para que vuelva a meterla y el Coronel accede y empieza el juego otra vez. La brega del patrón es una masa dura de hierro que apenas se mueve rígida y con los huevos hinchados a punto de estallar. Caballo loco saca la pija de la boca del patrón y colocándose tras el Coronel vuelve a cogerlo sin miramientos en ese instante el Coronel estalla en el culo del patrón que grita enloquecido como una gata en celo.

Unos instantes después el indio explota en el culo adorado por él y queda ensartado sin moverse de allí y sosteniendo al Coronel en cuatro patas, este pide al patrón que se acerque y le prodiga una mamada sencilla y rápida que provoca que el patrón descargue su leche en la boca del Coronel que besando al indio intercambia saliva y semen y luego los tres hombres se unen en besos y caricias mientras se van relajando.

En la habitación mientras tanto, Ana y su madre Beatriz tenían entre sus manos la dura verga de un soldado que gemía y se movía al compás de las manos y las bocas que lo acariciaban y chupaban vorazmente.

Tobías enculaba a otro de los soldados y la vez era cogido por otro, mientras succionaba la pija de un moreno fortachón y con una vara grande y venosa. Lili y la hija del capataz se chupaban las conchas en un excitante sesenta y nueve, a la vez que un soldado penetraba el culito de Lili. Se escuchaban en la habitación gemidos, suspiros, gritos de placer y todos estaban enmarañados en una orgía demoníaca, ubicada en el mismo infierno.

Pasaron quince días y los soldados seguían estando allí. Por la casa andaban todo el día desnudos. Nadie se preocupaba de nada. Era ver una erección y allí hombres y mujeres acudían prestos a tener sexo sin control.

Las noches y los días eran iguales. Comían lo necesario y bebían hasta quedar desparramados en el piso, en sillones en camas, en distintas habitaciones. Había cuerpos desnudos desperdigados en cualquier sitio.

Hasta que no falto una noche en que uno de los soldados perdido en su borrachera dejó caer un cigarro sin apagar sobre una alfombra, para que las llamas aparecieran y nadie se enterara de ello.

El fuego fue creciendo sin control. El humo lo rodeó todo y nadie se percató de lo que sucedía.

En la noche azul las lenguas de fuego se vieron a muchas leguas a la redonda. Sin embargo nadie supo nada hasta el día siguiente.

La gran casa de antaño quedó sumida en cenizas. Así también los cuerpos de todos los que se encontraban dentro de la misma.

Nadie sobrevivió al desastre. Todos murieron sin saber como. Todos se llevaron sus secretos sexuales al más allá.

Lo que no se podrá negar, es que esos seres que pasaron por ese lugar, habían gozado de la vida como nadie.-

FIN

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