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Diario del sumiso cornudo yoli (jueves)

en Hetero: Infidelidad

Los jueves

Esta mañana te he despertado a las 6, 30 como todos los días, para lamerte el coño y que tengas el mejor despertar; un despertar entre el placer y los espasmos de tu primer orgasmo de la mañana sobre mi cara. Y cuando te has corrido apretándome la cabeza contra tu coño y restregando mi cara contra él, me lo has agradecido con un beso en los labios, y un "te quiero" . Y un encargo: quieres que te prepare el desayuno, pero como tienes prisa y además no me he aplicado al lamerte el coño y he tardado mucho en conseguir que te corrieras, quieres castigarme por ello, por no estar atento a tu placer. Y me has arrodillado la lado de la cama y me has puesto unas pinzas en los pezones para que las lleve mientras te preparado el desayuno.

- Así tardarás menos, yoli, porque querrás que te las quite y te darás prisa para que te quiete el dolor en tus pezones.

- Sí, Ama. Gracias por castigarme.

- Sí, dame las gracias, yoli, porque nada más ponértelas se te ha puesto la polla dura. Gozas con mi crueldad.

Y era verdad porque tenía la polla dura, aunque me dolían los pezones. Una sensación extraña: el dolor de las punzadas en los pezones y un extraño placer al saber que era por ti, por mi amor por ti. Porque la polla la tenía dura, pues cuando me puse las bragas que siempre llevo, la polla me salía por los lados. Y de esta guisa me fui a la cocina a prepararle a mi Ama el desayuno dándome prisa con el fin de que me quitara pronto las pinzas, pero cuando hube terminado, lo puse en la bandeja y se lo lleve a la cama, me dijo que siguiera con ellas puestas porque había tardado mucho. Y además no le había dicho cuánto la amaba, mientras le aguantaba la bandeja con mis manos para que ella desayunara.

- Deja la bandeja en la cama, yoli.

- Sí, Ama

Y la dejé y recibí cuatro hostias que me voltearon la cara. Cuatro hostias duras, secas, severas y estrictas, como es ella cuando castiga, pero con cariño y ternura. Porque mi Ama no es una vulgar dominante que pega y pega, sino que te castiga con fundamento. Y te da una hostia y deja pasar el tiempo para que le des las gracias, le digas que la quieres y te preparares para recibir la próxima. Porque te deja con la incertidumbre de que viene otra, y de pronto te la da y te voltea la cara. Y tú le dices que la quieres y le das las gracias, preparándote para recibir la siguiente que suele tardar.

Ella tarda entre una hostia y otra para mantenerte en vilo. Y además se baja el comisión para enseñarte sus hermosas tetas, esas tetas que son mi fruto prohibido pues no puedo tocarlas ni besarlas, ni rozarlas. Nunca. Jamás. Tengo prohibido besar y tocar esas hermosas tetas porque son mi fruto prohibido y si lo hago recibo un severo castigo. Aunque su amante puede chuparlas, magrearlas, besarlas, chuparlas y tocarlas cuanto quiera, porque él si tiene ese derecho y además tú lo animas a hacerlo delante de mí para que vea y sufra al no poder disfrutar de lo que otros disfrutan.

Y además tú también me provocas y te paseas a menudo delante de mí con ellas al aire para que las vea, las admire y las desee. Porque siempre estoy excitado por la castidad y deseándote, pero sólo tengo permiso para lamerte el culo o besarte las manos. El culo puedo lamértelo siempre que quiera sin pedir permiso, es una gracia que me has concedido, y siempre y cuando tú lo desees, claro. Pero tus pechos son el fruto prohibido y cuando quiero que me castigues, cuando necesito que me des caña, ya sé lo que tengo que hacer: me acerco a ti, te lo beso, chupo y acaricio y tú me dejas.

- ¿Sabes lo que te espera, yoli? -me preguntas mientras te los chupo y lamo

- Sí, Ama.

- ¿Y te trae cuenta?

- Sí, Ama, besarte y tocarte los pechos merece cualquier castigo.

Y tú me dejas un rato que disfrute mientras maquinas el castigo, lo que me vas a hacer, aunque me barrunto que serán hostias, latigazos en el culo, pinzas de ropa en los pezones o follar con tu amante sin que yo esté presente para disfrutar de mis cuernos, que es el peor castigo que puedes darme.

Pero esa mañana te duché, como todos los días, te preparé la ropa y te ayudé a vestirte y te acompañé luego a la puerta de la calle para despedirte. Estabas preciosa porque siempre vistes muy sexy y elegante y sé que levantas el deseo en los hombres, lo que hace que me sienta orgulloso. Y te despedí y me puse a realizar las labores domésticas, a lavarte de rodillas las bragas en el bidé como hago siempre, hasta que llamaron a la puerta, miré por la mirilla y me llevé una sorpresa porque era un amigo al que no veía desde hacía tiempo.

Y me quedó clavado en la puerta porque no sabía qué hacer, pues tú me tienes prohibido recibir visitas o relacionarme con más gente. No tengo amigos, porque me obligaste a pelearme con todos ellos. Así que no tengo amigos ni amigas, pero éste era un compañero de colegio al que hacía años que no veía y que probablemente visitaba la ciudad y pasó a verme. Y yo no sabía qué hacer: no podía despedirlo y parecer maleducado, pero tampoco podía recibirlo en casa porque me lo tenías prohibido.

Pero como te habías ido hacía poco y tardarías en volver, pensé que podía invitarlo a pasar un rato, porque tú no te enterarías. Y eso hice. Me puse unos pantalones sobre las bragas y una camisa, y le abrí y lo invité a pasar a tomar un café, pero cuando me contaba los motivos de su visita a la ciudad oí que abrían la puerta y que entrabas tú en el salón, porque se te había olvidado el teléfono móvil. Me quedé de piedra. Y tú me miraste muy seria y me hiciste gestos para que te acompañara al dormitorio.

Y allí volviste a darme una lección de firmeza, de inteligencia y de saber estar; de saber ser Ama haciéndome ver mis errores y haciéndome pensar en ellos y razonar para darte la razón. Eres muy inteligente, muy segura de sí misma, sabes lo que quieres, cómo ha de ser tu sumiso y me adiestras y domas cada día más para que llegue a serlo. Es lo que yo deseo con toda mi alma: convertirme en el mejor sumiso bajo tu batuta, bajo tu adiestramiento, bajo tus enseñanzas que a veces me las impones, pero que a veces me las haces razonar para que vea que mi papel de sumiso cornudo, de putita sumisa, está muy justificado y que tus obras también lo están. Eres un Ama muy inteligente. Mucho.

La que más. Nunca he conocido una mujer como tú ni creo que exista. Y por eso te amo. Y por eso te doy las gracias por admitirme como tu sumiso y por seguir adiestrarme y domándome para que sea una buena puta sumisa al servicio de tu placer. Para ser lo que tú quieres que sea que es lo que yo más anhelo: ser tuyo completamente y ser modelado de nuevo por ti, por tu voluntad para tu exclusivo uso, para el uso de tu placer.

Así que cuando me explicaste cuál había sido mi error al invitarlo a pasar, que había desobedecido tus órdenes y que por tanto, me tenías que castigar, lo acepté porque tenías razón en tus argumentos.

- Yoli: ¿comprendes que he de castigarte?

- Sí, Ama, es justo y hasta necesario.

- Me alegro que lo razones y lo comprendas, yoli.

- Lo comprendo mi Ama -te dije arrodillándome-. Gracias por haber nacido, por permitirme ser tu esclavo y por adiestrarme como un buen sumiso cornudo. Gracias por enseñarme a adorarte, a someterme y a ser más sumiso de tu placer. De tu exclusivo placer. Gracias por dejar que te ame.

Y tú sonreíste y me explicaste que esta vez el castigo no sería físico, sino moral: que me humillarías delante de mi amigo para que aprendiera a no desobedecerte jamás. Y me cogiste de la mano y me llevaste a la sala donde estaba mi amigo, te presentaste como mi mujer y le diste dos besos en la mejilla. Y luego te volviste a mí y me miraste a los ojos profundamente:

- Bájate los pantalones, yoli -me ordenaste delante de él.

Y me los bajé todo rojo de vergüenza y aparecí ante mi amigo con las bragas ue siempre llevo tanto por casa como por la calle.

- ¿No sabías que tu amigo gasta bragas porque es una puta sumisa? -le preguntaste a él.

- No, no sabía nada -contestó él asombrado.

- Pues sí, se llama yoli, y además de putita sumisa es algo más, ¿verdad cariño?

- Sí.

- ¿Sí qué?

- Sí, Ama?

- Muy bien. Y ahora dile a tu amigo qué eres aparte de mi marido.

- Tu puta sumisa

- Sí, y algo más.

- Tu marido

- ¿Y qué más?

- Tu marido cornudo.

- ¿Por qué eres mi marido cornudo, yoli?

- Porque me gusta verte follar con otro.

- ¿Y que más te gusta?

- Lamerle la polla.

- ¿Por qué te gusta lamerle la polla?

- Para demostrarle que soy tu marido cornudo y que él es el macho dominante.

- ¿Y si ellos son los machos dominantes, tú qué eres?

- Soy la puta sumisa, yoli, de mi Ama María.

Y entonces me dijiste que me pusiera de rodillas cara a la pared, me ataste las manos a la espalda, te sacaste las bragas y me hiciste que las aguantara contra la pared apretando con mi nariz para que así no pudiera moverme pues si me apartaba un poco se caerían al suelo y tú lo verías. Y tuve que aguantarlas contra la pared, oliendo el sabor de tu coño, mientras tu hablabas con mi amigo de no sé que cosas porque no prestaba atención pues estaba pendiente de apretar mi nariz contra la pared para aguantar las bragas y que no se cayeran al suelo,. Sabía que si se caían no podría volver a colocarlas al tener las manos atadas. Tenía que estar inmóvil y apretando las bragas con la nariz contra la pared, mientras tú seguías hablando con él, contándole cuán sumiso era, lo mucho que me gustaba ser cornudo y lo puta sumisa que era.

- No he conocido una zorra mayor que ella. Es más puta que las gallinas -oí que le decías a él..

- No sabía nada.

- Sí, él quiere que lo infibule, que le ponga un piercing en el glande del capullo para que jamás pueda follar conmigo, ni con otra mujer, para que se muera sin follar con ninguna, pero yo no quiero porque me gusta tenerlo en castidad con el cinturón cb-3000, pero nunca ha follado conmigo y probablemente nunca lo haga.

- No conocía sus gustos.

- ¿No lo sabías?

- No, no lo sabía.

- Pues sí, porque la única mujer que lo hace hacer gozar es noelia, el marido cornudo micropito de mi amiga Laura. ¿Por qué no has follado todavía conmigo, cornudo? -me preguntastes.

- Porque para mi tu coño en el altar mayor, mi Ama -te dije de rodillas desde mi rincón.

- Y qué más, yoli?

- Que no debo profanar el altar de tu coño con mi polla.

- ¿Y por eso quieres que te infibule?

- Sí, mi Ama. Para que me muera sin haber follado jamás con ninguna mujer porque debo ser casta para ti.

- Es que para eso, yo prefiero castrarte.

- ¿Castrarme?

- Sí, pero no te preocupe que no te voy a cortar las pelotas. Sería castración química, como hacen con los violadores, para que sientas deseos de follar, pero no se te ponga dura. Serás también un micropito, un eunuco permanente a base de pastillas. Una puta con un ridículo pito.

- Pero eso lo ha de decidir un juez...

- Sí, pero me ha dicho una amiga que también se puede conseguir con pastillas anticonceptivas, dándole al hombre esas pastillas y se castra químicamente. Y de esas pastillas tengo muchas. Me lo estoy pensando. Serás micropito permanente, mi eunuco y además con deseos de follar, pero sin poder hacerlo lo que te hará más sumiso y más puta todavía.

- Haré lo que tú digas, mi Ama.

Y le enseñaste a mi amigo un papel que habías obtenido de Internet en el que lo explicaba bien clarito:

Anticonceptivos femeninos

La Depo-Provera es el anticonceptivo femenino que se suele emplear para la castración química de los varones. En el hombre, reduce las concentraciones de testosterona, por lo que dificulta la erección y la eyaculación.

Los efectos secundarios en los varones incluyen: impotencia, producción escasa y anormal de esperma.

Y luego me llamaste para que me levantara, despediste a mi amigo y me dijiste que lo estabas pensando y que si me dabas las pastillas me convertirías en tu eunuco. Y te di las gracias por pensarlo, por hacerlo y por educarme en la sumisión a ti, por hacerme cada día más zorra y por hacerme cada día más cornudo sumiso.

Y para celebrarlos te fue a divertirte con tus amigas por los pubes y bares de la ciudad y volviste tarde, muy tarde, mientras yo te esperaba a los pies de tu cama porque tú sueles salir de juerga, pro yo jamás lo hago. Y te ayudé a desvestirte, te lamí el coño para darte las buenas noches y te quedaste dormida a brazada a mí mientras yo te decía que te amo.

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