Siento celos, cariño, cuando él se pone detrás de ti y te mete las manos por detrás para acariciarte, para recorrer esos preciosos pechos que a mi me están prohibidos. Siento celos al ver sus manos acariciarte las tetas, bajarlas a tu sexo que sé que ya está encharcado, ardiente de deseo por su polla porque has sido tú misma la que lo has llamado para follar con él. Siento celos al verte ahí de pie, mientras él te acaricia.
- ¿Tienes celos, cariño? –me has preguntado con una sonrisa.
- Sí, amor mío.
- Entonces, ¿cómo es que tienes la polla dura?
- No lo sé, amor. No lo entiendo.
- Sí lo entiendes. Te lo he explicado muchas veces. Eres un cornudo sumiso masoquista que te gusta y excita sufrir por mí. Lo hemos hablado ya muchas veces y no quiero que vuelvas a insistir en ello.
- No lo hago.
- No me respondas. Ve a por la fusta.
Y he ido por la fusta y te la he dado. Y luego me he puesto con las palmas de las manos apoyadas en la pared, las piernas abiertas y con el culo fuera.
- Sácalo más –me has ordenado.
Y lo he sacado para ofrecerte mi culo al castigo, dándote las gracias por cada azote.
- Eres cornudo, sumiso y apaleado.
- Sí, mi amor.
- Repítelo.
- Soy cornudo, sumiso y apaleado.
- Y además muy feliz porque mientras te azoto delante de mi amante, se te pone el pito aún más duro. Y digo pito porque sabes que ese ridículo pene no es polla, sino pito. Polla es lo que me voy a follar ahora cuando te ponga el cinturón de castidad.
- Si amor mío.
Y he ido a por él, me lo has puesto, le has dado la llave a tu amante y te has puesto a follar con él. El resto ha sido como otras veces. Te lo follas una y otra vez hasta que lo exprimes y ya no puede más. Entonces te levantas, coges los condones que has usado, los cuentas y me dices que me arrodille y ponga las manos en la espalda. Sé lo que viene.
Sé que es lo que vas a hacer. Es el ritual habitual entre nosotros que nos queremos tanto, porque me das 10 bofetadas por cada corrida que tu macho ha tenido. En este caso son 30, pues han sido tres condones. Y cuando has terminado de abofetearme has cogido a tu amante, tu novio, tu macho y lo has vuelto a poner detrás de ti para que te acaricie delante de mí. Y otra vez he visto cómo te acaricia los pechos, baja las manos y comienza de nuevo a excitarte.
- ¿Tienes celos, cariño? –me has preguntado con una sonrisa.