Te lo tenía que haber dicho antes, pero creo que no podemos seguir así, sin que sepas la verdad. No es justo. No quiero hacerte daño. Sé que me amas con locura, pero por eso precisamente tienes que saberlo. Por eso ahora te lo digo para que lo sepas. No quiero hacerte daño.
Aunque veo por tu polla que estás excitado, que se te ha puesto dura como nunca antes se te habían puesto. Parece que no sufres tanto como yo creía o que disfrutas con ese sufrimiento. No sé. Pero me alegro de la respuesta de tu polla. Me has pedido que me case contigo y no quiero que entre nosotros haya ningún secreto.
- ¿Quieres seguir con esto, que me case contigo aún sabiendo cómo soy?
- Sí, amor mío. Te quiero.
- Yo también te amo, pero te voy a hacer cornudo. No lo puedo evitar.
- Lo sé, cariño. Lo sé.
- ¿Y no te importa?
- No lo sé, la verdad. Sólo sé que te amo.
- Entonces, ¿quieres casarte conmigo?
- Sí, amor mío.
- Te voy a poner los cuernos en la noche de bodas.
- Lo sé, cariño.
- Vas a ser muy cornudo.
- Lo sé, amor mío.
- Bueno, en realidad ya lo eres.
- No lo sabía.
- Sí, cuando me conociste follaba con mi jefe en su despacho y en un piso que tiene en la capital. No te dije nada porque te vi muy enamorado, pero he seguido follando con él dos veces por semana. Cuando te digo que salgo con mi amiga, en realidad voy a su piso. Y lo hacemos también en su despacho. Es raro que no te hayas enterado porque en la oficina todos lo sabe. Menos tú. Es nuestro jefe, ya sabes. Pero todos tus compañeros saben que follo con él.
- No sospechaba nada.
- Ahora lo sabes. Quizás ahora comprendas porque me he negado a follar contigo a lo largo de nuestro noviazgo. Te decía que tenía la ilusión de llegar virgen a la noche de bodas y tú aceptaste que no follara contigo, mientras sí lo hacía con nuestro jefe. Como ves no voy a llegar virgen al matrimonio, pero tú sí que lo vas a hacer porque nunca has follado conmigo, pues nuestro jefe no quería. Es un capricho de él.
- No lo sabía.
- Ahora lo sabes. Y tampoco quiere que folles conmigo cuando nos casemos. Me lo ha dejado muy claro, pero no sé si podrás soportar que tú no me folles y él lo haga cuando quiera y donde quiera.
- No lo sé, amor mío.
- Pues piensa si quieres que no casemos.
- No es necesario pensarlo.
- Lo sé, me lo dices por tu polla que está a punto de reventar, pero no puedes correrte sin permiso.
- Lo haré. No me correré sin tu permiso.
- No, sin permiso de mi macho. Él lo quiere así. ¿Lo aceptas?
- Te quiero amor mío y acepto todo lo que tú quieras.
- ¿Incluido ser cornudo?
- Si tú lo quieres sí.
- Yo lo deseo con toda mi alma, cornudo mío.
- Entonces yo también lo quiero.
- ¿Quieres ser cornudo?
- Sí, quiero.
- No así no. Dilo con todas las palabras.
- Sí, quiero ser tu cornudo.
- Suplícamelo.
- Te suplico que me hagas cornudo.
- De acuerdo, cornudo. Tú lo has querido.