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Universitaria joven cumple tu fantasía de ser cor

en Hetero: Infidelidad

Luego supe que sus padres tenían problemas económicos y ella se pagaba los estudios, los gastos de su familia y algún capricho,  ejerciendo la prostitución cuatro o cinco veces por semana.

Era una morenaza de escándalo pues era alta, con unas buenas tetas, un buen culo y unos muslazos imponente. Una “jaca”, que se dice. Se anunciaba por los barrios bien de la ciudad porque así, y según me dijo luego, follaba con empresarios, con dinero, que la trataban con educación y respeto. Cobraba 200 euros la hora y se sacaba unos 3.000 euros al mes.  

“He trabajado por 5 euros la hora y no es cuestión", me dijo. "He follado gratis con compañeros de la Universidad y ahora lo hago con otros, algo más mayores, pero también guapos que además están casados y quieren discreción por lo que no te crean problemas. Pasaba apuros económicos y un día en una discoteca un empresario me ofreció 800 euros por follar conmigo. Acepté. Y ahí empezó todo". 

La verdad es que ella era muy joven y yo le llevaba casi 20 años, pero me recibió con una sonrisa y me llevó a la sala de estar del piso que ocupaba. ¿Qué quieres hacer?, me preguntó cogiéndome las manos. Y le conté mi fantasía. Quería que ella se hiciera pasar por mi mujer, que me abrazara, me diera besos en la frente y me dijera que me había vuelto a hacer cornudo. Que me contara qué había hecho con el otro, como había follado con él, como se había corrido y que me dijera que de nuevo me había hecho cornudo.

Pero todo con cariño y dulzura, le aclaré. Yo le diría que la amaba y ella me tenía que decir que también me amaba. Y que luego, al final, me dijera que como su amante se había corrido tres veces, me había traído tres condones, por lo que debería darme 30 azotes en el culo, a razón de 10 azotes por cada vez que su amante, su macho, había tenido placer y se había corrido. Se trataba de que su amante gozara con su coño y yo, por el contrario, sufriera el dolor de los azotes. 

Y lo hizo. Y lo hizo también que volví a verla en varias ocasiones más y al final nos hicimos muy amigos. Me cogió cariño y cada día se esmeraba más en hacerme gozar con mi fantasía de cornudo sumiso. Me contaba siempre que había vuelto a follar  (y era verdad pues era puta), con un chico muy guapo y muy bueno que la había puesto muy cachonda. La verdad es que no tenía que fantasear mucho pues solía follar con tíos así y ella sólo tenía que contarme lo que en realidad había hecho.

Volví a verla muchas veces, le decía que la quería y ella me respondía que también me quería, pero que me había vuelto a hacer cornudo. No follé nunca con ella. Mientras me contaba mis cuernos me acariciaba la polla muy dura y al final, tras las azotes, me permitía que me masturbara con la cara pegada a su coño. Incluso me compré un cinturón de castidad, el CB-6000 que ella me ponía mientras me contaba mis cuernos. Ella decía que era su mejor cliente porque no tenía que follar conmigo. 

A veces, antes de contarme mis cuernos, ejercía de Ama y me ponía a cuatro patas para poner sus pies sobre mi y leer, mientras se tomaba una copa de vino. Era su forma de meterme en el tema, de llevarme a la fantasía. Y así estuvimos varios meses hasta que un día me sorprendió al preguntarme algo que yo no sabía.

-  Cuando dices que me quieres, lo dices de verdad. Lo sé.

-   No lo sé.

-   Al principio fingíamos, tú me decías que me querías dentro de la fantasía, pero al final has terminado enamorándote de mi.

-   Creo que sí.

-   Lo sabía

-   ¿Y ahora qué hacemos?

Ella calló y no dijo nada. Al día siguiente me llamó y me citó para hablar con ella en una cafetería. Me volvía a preguntar si la quería y yo le dije que sí, pero que no le iba a causar ningún problema, que no pretendía nada de ella, excepto esa hora que pasábamos juntos y que seguiría pagándole. Ella me dijo que me tenía cariño, que no pensaba seguir con la prostitución toda la viada, sólo hasta terminar la carrera y conseguir trabajo, pero que le gustaba follar pues era una mujer ardiente y apasionada. Y que se aburría con los novios formales pues le iba más lo de variar de tío.

-  Para mi serías el hombre perfecto, porque si te casaras conmigo podría justificar ante mi familia mis constantes salidas, mis amigos no dirían nada y yo podría seguir llevando mi vida como ahora.

-  Soy muy mayor para ti.

-  Eso me da igual. Estoy harta de los tíos infantiles y me van más los hombres maduros.

-  Me lo imaginaba.

-  Y ten en cuenta que estaríamos juntos viviríamos juntos y no tendría que cobrarte –añadió con una sonrisa. 

Y nos casamos. Ella ha dejado ya la prostitución, trabaja como asesora legal en una empresa (es abogado) y sale algunas noches con sus amigas a buscar un rollo. Me suele poner los cuernos habitualmente una o dos veces  a la semana, siempre con un chico distinto, aunque todos ellos son casados, guapos y tíos buenos. Los elige casados porque así son discretos y no dan problemas. Yo la veo follar   a través de un espejo traslúcido por el que veo sin que me vean. 

Incluso le dice a ellos que está casada y que su marido lo sabe, que su marido es cornudo consentido y que cuando viene a casa se lo cuenta todo e incluso me azota.  Y a la mayoría de ellos les excita tanto la situación que quieren verlo, quieren ver como ella me humilla. Entonces Ana se dirige al cuarto con espejo en el que estoy mirando, me saca y me obliga a besarle la mano o los pies mientras folla  para que se exciten más y la follen mejor. Algunos de ellos le piden repetir, pagando, y ella me lo consulta, les dice que si y se queda el dinero, claro.

Es feliz, eso me dice, pues tiene en casa un marido cariñoso que la ama y la mima con ternura, y fuera las pollas más duras de unos buenos machos que la follan como una mujer se merece; como una hembra hambrienta de sexo y sudor de macho. Yo todavía no he follado con ella. Ni pienso hacerlo. La amo demasiado para eso.

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