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Me hizo cornudo ya de novios

en Hetero: Infidelidad

Los  tres amigos veíamos  el partido de fútbol en casa de Carlos, entusiasmados, cuando vi   que él salía de casa con mucho sigilo. Lo había visto por el rabillo del ojo mientras los demás amigos gritaban y se enardecían con el fútbol. No dije nada. Supuse que bajaba al supermercado a por más cervezas. Eso me dije, mientras me asomaba a la ventana para verlo. Pero no lo veía. No estaba en la acera de enfrente, donde el supermercado. Quizás hubiera salido a comprar tabaco, pero tampoco lo vi cruzar la calle.

Fue entonces cuando levante la mirada y lo vi follando en una habitación del piso de enfrente. Se estaba follando a la chica con un frenesí que no conocía. Y me alegré por él, pero no por mí porque ella era mi novia,  pues nosotros vivíamos enfrente. En ese piso. Y esa era mi cama, nuestra cama. No dije nada. Calle y me oculté para que no me vieran ellos y para que no me miraran mis amigos pues la verdad es que estaba asustado porque se me había puesto la polla dura.

No sabía lo que me pasaba, pero no podía dejar de mirarlos, de ver como me hacían cornudo, ya de novios. Tenía  la polla dura, muy dura y unas extrañas mariposas en el estómago. La veía a ella dejarse follar, morrearse con él y gozar como una perra. La conocía y sabía muy bien cuando gozaba.

No dije nada, pero me acaricié la polla dura y me corrí allí mismo, debajo de los pantalones. Fue un orgasmo bestial que apenas pude disimular a mis amigos. Carlos regresó poco después y yo seguí mirando el partido, no le dije nada. Y cuando volví a casa tampoco le dije nada a mi novia. Sólo me arrodillé ante ella y le lamí el coño. Sabía a macho y a la excitación de perra que Carlos le había provocado. Ella estaba colorada y confirmé que había gozado mucho porque siempre se pone así cuando se corre varias veces.

Pasaron los días, como siempre, aunque ahora espiaba mi chica. Quería saber si era un polvo casual o eran amantes fijos. Y lo eran. Vaya si lo eran, porque siempre que Carlos salía del despacho yo lo seguía por la calle y lo veía entrar en nuestra casa para follarse a mi novia. Alquilé un piso en el edificio de enfrente y me metía en él para espiarlos. Me ponía a mil verlos follar y me hacía unas pajas enormes.

Y pasaron los días y los meses, hasta que un día mi novia me propuso que nos casáramos. Yo no sabía que decirle, pero le dije que sí sin dudar. Se me había escapado el sí, pero no me arrepentí. Esa misma tarde decidí apostarme de nuevo en el piso para ver si  el hecho de que nos fuéramos a casar le hacía variar sus costumbres, su compostura y dejaba de hacerme cornudo.

Pero no. Al rato de esperar aparecieron y se pusieron a follar, más apasionados aún si cabe. Estaba claro que iba a ser un marido cornudo, pero no tuve fuerzas para recriminarle a ella nada. Ni a Carlos. La amaba con toda mi alma y me excitaba sobremanera verla follar con otro.

La despedida de soltera de ella fue colosal, eso me dijeron sus amigas, pues se habían divertido mucho. "Aunque tu novia no ha participado mucho -me aclararon-,  y ha tenido que salir un buen rato por no sé que cosa". Lo sabía. Se lo había pasado estupendamente, con otro. Porque maliciándome lo peor (o lo mejor), me había apostado en el piso de enfrente por ver si acudían allí a follar en la despedida de soltera de mi novia. Y lo hicieron. Durante un buen rato. Me había hecho cornudo de novios y, en la despedida de soltera.

El día de la boda fue un día típico de estos eventos con una salvedad,  pues ella me pidió, casi me obligó,  a que la vistiera de novia. A que la ayudara a vestirse. No es normal, le dije, pero ella insistió. Y cuando estuvo vestida me dijo que saliera que tenía que terminar de arreglarse.

Me fui al edificio de enfrente y me asomé a la ventana. Efectivamente: Carlos entró en el edificio y ella se arrodilló y le chupó la polla para ponérsela bien dura y que la follara vestida de novia. Y se la folló varias veces.   con el traje de novia puesto. Carlos se fue, pero me di cuenta de que ella no se lavaba, que se apañaba el traje con las manos, pero que dejaba el coño lleno de la leche de Carlos. Iba a ir al altar llena de leche de otro macho y sólo con pensarlo, se me puso dura y tuve que masturbarme. El orgasmo que tuve fue tremendo.

En la Iglesia, antes de decirle el "sí quiero",  tuve que meterme la mano en un bolsillo pues sabía que me iba a casar con una mujer que llevaba el coño lleno de leche de otro macho. Y después, el convite, claro, aunque me di cuenta de que ella salía varias veces del comedor del hotel y subía en el ascensor. Pregunté en recepción por Carlos y me dijeron que se alojaba en una habitación de la primera planta. Lo habían hecho adrede. Él había cogido una habitación al lado de la nuestra, de tal forma que cuando subimos para pasar la noche de bodas, su amante estaba en la habitación de al lado. Yo lo sabía, pero callé.

Esa noche no lo hice con mi flamante esposa, porque me decía que estaba borracha y que le dolía la cabeza, pero cuando le propuse ir a por un café y una aspirina, me dijo que no, que descansara porque al día siguiente nos íbamos de viaje de novios. Y salió de la habitación. Sabía que iba ala habitación de al lado para hacerme cornudo con Carlos, su amante, también en la noche de bodas. Pero no dije nada. Me masturbé varias veces mientras por los finos tabiques la oía a ella gemir y suspirar de placer.

Y lo hizo varias veces esa misma noche de bodas, mientras yo fingía que dormía. Porque estuvieron follando casi hasta el amanecer.  En el viaje de novios noté que ella estaba algo triste, como si echara de menos a Carlos y fue entonces cuando le confesé que lo sabía todo.

- ¿Y por qué te has casado conmigo, aún sabiéndolo? -me espetó ella cogiéndome de mi polla dura.

- No lo sé.

- Yo sí lo sé. Eres un cornudo sumiso. Me lo dijo Carlos, pero yo no me lo creí hasta que te vi mirando por la ventana de enfrente como se follaban a tu novia. Entonces lo comprendí todo y me alegré por mí, pero también por ti porque te iba a hacer muy feliz  ya que soy muy zorra, muy puta y muy perra. Me encanta follar y ponerte los cuernos. Sobre todo con Carlos, porque es tu jefe. Y tu mejor amigo.

- Lo sé, cariño.

- Pues ahora quiero que sepas que él no quiere que folles conmigo. Qué me dices.

- Lo que tú quieras, amor mío.

- ¿Aceptas que folles con todos menos contigo?

- Sí, cariño. Lo que tú digas. Yo sólo quiero lo que tú quieras.

Y así hemos seguido. Yo no he vuelto a follar jamás con ella y Carlos se la folla varias veces a la semana. Ella me ha puesto un cinturón de castidad y se ha colgado la llave de una cadenita del cuello. Y me ha obligado a llevar bragas todo el día porque quiere dejarme claro que yo ya no soy el hombre de la casa, el macho, pues hay otro hombre que ha ocupado mi lugar y a mi me corresponde el de putita sumisa.

Cuando sale de casa para follar con Carlos en un hotel, en su piso o en su despacho, he de esperar a que me llame para saber que vuelve y esperarla de rodillas para besarle los pies cuando entre. Entonces ella, si está de humor y ha gozado, me echa sobre el suelo, planta su coño sobre mi cara y lo restriega bien por mi nariz y boca para que huela y saboree la leche de un verdadero macho. Eso me dices mientras se frota contra mi cara y se corre de nuevo.

Y cuando él viene a casa, a nuestra cama y varias veces a la semana, he se sugetarla a ella en brazos para que él se la pueda follar más cómodo y no tenga que agachar sus riñones. Muy de vez en cuando hace que me corra delante de él, sobre el suelo,  masturbándome con sus botas, mientras me dice que soy un cornudo y que cada día voy a serlo más. Y es cierto. Porque también ha conseguido que le chupe la polla a Carlos antes de follar con ella para suplicarle que me haga cornudo y después para darle las gracias por habérmelo hecho.

Y mi esposa es muy  feliz, sobre todo desde que el otro día supo que estaba embarazada.

- Vamos a ser padres, cariño -me dijo haciendo el símbolo cornudo con la mano.

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