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Sexo para acompañar II

en Grandes Series

Cap. 2

Estaba en el auto, llorando a mares, apretando los dientes y gruñendo como una fierecilla, me dolía el pecho y no podía controlar mi respiración, no sé cómo pasó por mi mente acelerar el máximo al carro por un segundo, afortunadamente no lo hice, cuando llegué Diana ya estada marcándome a la casa… no hace falta decir que le conté todo haciendo pucheros y sollozando como cuando tus papás te pegan a los 11… me consoló por teléfono pero  el día formal de abrazos fue a la mañana siguiente, que no eran ni las 11 del día cuando ya estaba tocando el timbre…

Apena abrí la puerta y ni siquiera prestó atención a las lágrimas con flujo nasal que escurrían en mi cara, me abrazó fuerte, y me entregó una caja de pañuelos desechables junto con una bolsa de comida china y algún que otro dulcecillo… de verdad siempre pensaba en esos detalles, y encima de todo ella fue la que el resto de la semana estuvo marcando a los invitados cancelando la boda, a penas colgamos a los primeros 10 cancelados y se presentó Víctor en mi casa trajeado y con un ramo de flores y con su ojo hinchado, con la típica frase “por favor, tenemos que hablar”

_ ¿y ese ramo?... no es como si hubieras hecho un mal comentario o te hayas peleado con mi madre… ¿a qué vienes?...

_… perdón…

_ no creo que eso sea bueno para ti y para mí… no después de lo que hiciste…

_ ¿ya lo sabe tu familia?...

_ yo no pienso decir un palabra… tú lo harás…

_ ¿tienes idea de lo que eso significa para ti?_ me invadía la ira de nuevo al escucharlo decir eso… como si me hubiera estado haciendo un favor todos estos años…

_ no me interesa lo que quiera hacer ahora… ni de por qué chingados hiciste esa porquería… pero el que la mancha la limpia…

_ no… espera podemos arreglarlo aún…

_ tal vez podamos… pero, ¿y si quiero dejar las cosas como están?...

_ ¿por qué mejor no te casas con mi hermana?, ella si te da lo que quieres…

Fue lo último que dije antes de centrar toda mi fuerza en cerrar la puerta, tanto que dañó el pié de Víctor al intentar detenerla, de cualquier forma cerró y no supe que hiso después, no volví a salir hasta que se fue. Cuando me tranquilicé Diana me hiso ver que todavía no me había quitado el anillo, entre tanto bullicio no recordaba siquiera que lo traía puesto, me lo quité con coraje y al día siguiente lo vendí en la casa de empeño, con lo que me dieron, compré unas 7 botellas de charanda (el licor más barato de Michoacán) y nos embriagamos con Diana, esa noche no la pasamos gritando “¡tú pinche anillo vale charanda cabrón!”…

Las siguientes semanas me la pasé en casa de Diana, con el fin de evitar verle la cara a Víctor, me desconecté por completo del mundo, olvidé que día hora y segundo de la historia era, me tomé unas vacaciones con el dinero que tenía ahorrado, con eso conseguí que una compañera de trabajo de mi amiga nos prestara una casa en la playa, para ser exactos Cancún, ella solo puso como condición tolerar a un compañero más que se encontraría allí también por esas fechas, al parecer coincidiríamos solamente la última semana, después de eso él se marcharía, Diana i lo conocía pero yo no sabía especificaciones, solo que era hermano de la chica y estaba en la ciudad por motivos de trabajo.

Como al tercer día de nuestra estancia, Diana me preguntó si quería ir a un antro la noche del miércoles de la siguiente semana, cuando me negué me miró con un poco de desconcierto y se retiró diciendo “creo que yo prepararé algo”, por mi parte no entendí de lo que hablaba y seguí en mis asuntos, que eran caminar por la playa dibujar nuevas muñecas y ver películas en la noche para levantarme tarde y almorzar con Diana en el centro de la ciudad… realmente nada de loco se me ocurrió en ese viaje, estaba cansada de la bebida, del cigarro, de los desvelos en lugares ruidosos, por eso elegí eso.

Realmente lo interesante comenzó el día de la llegada del tercer inquilino, Diana y yo regresábamos del supermercado, eran casi las 6 de la tarde cuando sonó el timbre mientras acomodábamos la despensa en los anaqueles.

_ ¿¿ya llegó tan pronto??...- dijo Diana un poco molesta, no era que le desagradara la persona pero no le gustaba la idea de que dejáramos de lado la comodidad de estar solas.

_ yo abro…- dije sin el mayor entusiasmo y caminé a la puerta, tras la luz (porque al atardecer el sol pegaba de frente en la casa, lo cual hacía muy caluroso el ambiente) entró un joven alto tez blanca y cabello negro, no muy atlético ni muy delgado, dejémoslo en término medio llevaba vestido un pantalón de mezclilla y una camiseta de algodón blanca, se veía sofisticado a pesar de usar sandalias, y llevar la maleta algo apretada más una mochila transparente con contenedores de lo que parecían ser artículos de belleza, los cuales miré con inquietud, por un momento pensé que venía con un chica y saqué un poco mi cara para ver si no venía alguien más…

_ ammm… ¿¿puedo pasar??...- dijo el tipo con un gesto que parecía salir de una revista o de algún actor de Hollywood… los cuales debo decir, me causan mucha risa…

_disculpa… yo…

_ haaa era tu imbécil…. ¿Qué horas crees que son?... nos perdimos la entradas gratis al antro por tu culpa- interrumpió diana hablándole con familiaridad- ¡vaya!... sigues usando más cremas que mi anciana madre…

_ ¡hajajajajaja!- se rió naturalmente el tipo-  tu, tan franca como siempre, están radiantes señoritas.

Yo me aparté para que pasara y el caminó directamente hasta su habitación, solo dejó sus maletas y bajó enseguida… dijo:

_ ¿ya cenaron señoritas?

_ recién trajimos la despensa… haz lo tuyo ¿quieres?...- dijo mi amiga con voz despreocupada mientras me tomaba de la mano y salíamos a la terraza…

_ ¿qué haces… no me digas que?…

_ Si, el hará la cena, tu relájate…- dijo cruzando las piernas en una camilla que estaba bien acomodada en la sombra, yo por mi parte me quedé pensativa ¿estaría bien dejarle todo a él?

Cuando menos acordé ya estaba entrando a la cocina como sirvienta de telenovela, con el típico ¿no gusta que le ayude?... si, tenía aspecto de mi profe de inglés cuando tenía 16 solo que más joven, me sentía a su lado como una muchachilla enamorada y estúpidamente me portaba como una damita en su presencia, congeniábamos de maravilla o yo procuraba detener mis defectos en frente de él, Diana se había quedado dormida en la terraza, y él le llevó una frazada “para que no se resfriara”,  después de notar toda las atenciones que tenía con las personas y sobre todo su ademán algo afeminado (debo confesar) decidí que debía dejar de preocuparme, estaba completamente segura de que era gay. Lo integré a mi círculo de amistades con facilidad y congeniamos como ya dije de maravilla, le mostré fotografías de mis muñecas y quedó encantado me preguntó el precio de alguna, y por consiguiente vino una buena noticia, un encargo… me portaba como una niña otra vez, como la primera muñeca que vendí, solo por una razón, encontraba de nuevo el gusto por mi trabajo y me sentía de nuevo autosuficiente.

Para mejorar las cosas al checar mi correo esa noche había un mail de un comprador en mercado libre, la muñeca de mamá se había vendido… se aceleró mi corazón y mis manos temblaban como un vibrador, respondí lo más coherente que pude para explicarle que no podríamos efectuar el intercambio hasta la siguiente semana, el comprador con gusto aceptó, y me pude tranquilizar.

Eduardo, mi nuevo amigo gay y nuevo inquilino de la casa, salía todas las mañanas temprano a correr, yo lo llegué a acompañar una que otro vez, pero era incapaz de seguirle el paso, así que mejor lo esperaba con el desayuno, después de comer excesivamente poco salía a trabajar, no sabía de qué… y volvía a las 7, esa tarde cuando regresó le conté lo ocurrido, y festejamos  en la alegría no me di cuenta que estaba volando en sus brazos… y Diana se burlaba de nosotros…

_ ¡parecen tortolitos!- dijo con mirada pícara y perspicaz, al punto que nos hiso apartar el uno del otro sonrojados y con las manos sudorosas…

_ No digas cosas incómodas Diana- dije mientras salía de la habitación, después me di cuenta que inmediatamente de la escenita que montamos Eduardo se arregló esa noche tenía una cena de negocios… mientras que diana me dijo con tono normal, sin la mayor preocupación…

_ ¿ya pensaste que vas a hacer mañana?....

_ ¿mañana?...

_ ¡tonta!.... ¿no recuerdas que día es mañana?...

_ No

_ ¡¡¡es tu cumpleaños!!!... no me vayas a decir que estabas guardándole luto a ese cabrón de Víctor…

Con todo lo ocurrido era natural que se me olvidara, solo que nunca había olvidado algo por tanto tiempo, y me sentí invadida por una inmensa ironía que me hiso carcajear como loca…

_ ¡¡¡ haajajajajajaja!!!.... no estoy guardando nada… discúlpame pero no sirvió de nada que me lo dijeras no pienso hacer otra cosa que no sea pasármela a gusto en casa… no es por nada, pero estoy cansada del alcohol y las desveladas…

_ Bueno, ¿pero no te molestará un pequeño regalo o sí?

_ supongo que no, ni un buen biscocho para un polvo, la verdad es que me hace falta, desde el día que rompimos me quedé con las ganas…

_ mmm… bueno, entonces no está mal lo que vengo preparando…

_ ¿qué?

_ no te preocupes… mañana será un buen día… estrás a gusto en casa, yo saldré todo el día...

_ ¿te vas?... ¿A dónde?...

_ encontré un pretendiente en la piscina pública el otro día, y me invitó a una cita mañana, pero no te preocupes, Ed (Eduardo) estará contigo….

Así quedó toda nuestra conversación, a la mañana siguiente me desperté con el dulce sonido de música clásica, mi favorita, sonata de claro de luna, Eduardo estaba mirándome desde la puerta, me parecía distinto de otras veces, sin embargo, tenía la misma expresión despreocupada de siempre, después de caminar unos  pasos hacia mí, dijo con voz sensual y muy varonil:

_ Diana me dijo que cuidara bien de ti hoy, está bien esa melodía o prefieres algo más popular…

Me quedé tan sorprendida que mi cara se puso caliente, y comencé a sentirme atraída por él aunque eso no borrara de mi mente que él era gay, después de esto el salió de la habitación unos minutos para regresar con el desayuno… no sorprenderá a Diana que le platique que nos la pasamos bien en el desayuno, reímos y compartimos platos, luego sin darme cuenta los jugueteos de nuestros platillos se hiso más sospechoso, lo que por naturaleza evadí, así que fui al baño como si estuviera huyendo de nuevo como la noche en que empezó el fin con Víctor, me duché y me lavé los dientes para salir envuelta en mi bata de baño, Eduardo ya estaba en la sala con una relajante selección de música, no puedo describir el género, era instrumental o chill out, tal vez new age, recuerdo que el sonido era erótico pero apacible y las notas penetraban mi oído hasta llegar a mis sentidos relajando instantáneamente mis músculos… Eduardo me tomó de la mano, y se sentó en la mesa de centro frente a mí, dijo:

_ aquí viene la mejor parte de tu regalo de cumpleaños, cortesía de Diana y mi Hermana…-dijo mientras acariciaba con paciencia y ternura mi cuello.

Luego acercó su nariz del otro lado del mi cuello como un vampiro, sentía su aire en cada poro de mi piel, me hacía cunas cosquillas agradables como las mariposas de cuando uno se enamora en la preparatoria, comenzaron a sudarme las manos de lo nerviosa que estaba, pero él me tranquilizó, diciendo, “relájate, este es tu momento”

No solo fue su voz lo que me sacó de carril, en ese mismo instante recordé lo que había pensado sobre él todo este tiempo, lo empujé bruscamente con cara sonrojada, y tartamudeando como si buscara un pretexto:

_ e,e,e… espera, ¿ no eres gay?

_ no…- soy un acompañante profesional… creí que lo sabías…