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Los amantes de abue

en Grandes Series

El éxito en la televisión Mexicana en 1995 en el horario de las 9 fue “la dueña”, historia de una mujer férrea y dura, todas las amas de casa soñaban con ser ella. Muy pocas mujeres de 35 años tienen la oportunidad de pasar tiempo con su abuela y menos de tener una relación tan estrecha por eso me encanta pasar el rato mirando la tele con Abue, justamente el de las 9 su horario favorito, llevábamos vistos a penas 5 capítulos de la historia que ya mencioné, la trama es sencilla, una chica es plantada en el altar y eso la convierte en una mujer fría y fuerte (en mi opinión frígida)… justamente mirábamos una escena que expresaba su transformación de muchacha ingenua a mujer marimacha y mi abuela riendo me dijo…

_ nooo… ni que dueña, ni qué nada… mujeres mis hermanas y yo se la arrastran por el piso a esa vieja, pura mujer de rancho, esa actriz ni siquiera era sabe montar…

_ Abue, ¿tu si sabes montar?

_ ¿Que si sé montar?... mmmmm…. Yo de joven montaba hasta a los caporales - ¿había escuchado bien?... los caporales son los capataces que cuidan el ganado en las haciendas – después de que tu bisabuelo murió no tuvimos más remedio que ponernos los pantalones bien puestos.

_ ¿en serio?...

Reímos untas y Abue apagó la tele, como a la hora de los cuentos junto a la chimenea, comenzó a relatar su vida en aquella época, y ahora la escribiré para ustedes tal y como ella me lo contó.

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Corría el año de 1927, yo tenía 17 años, y Plutarco Elías Calles era el presidente del país… mi papá llevaba un año de muerto y mis dos hermanas querían llevarle flores, pero pasó una banda de cristeros y mejor nos quedamos en la hacienda, no era que les tuviéramos miedo, a diez años de la revolución todavía no se recuperaba México, nosotras lo sabíamos porque aún sonaban los corridos de Pancho Villa y la Caritina, yo los cantaba en las cantinas, realmente que pasaran los cristeros era una señal para que escondieran a las muchachas en donde fuera, se las llevaban y las violaban, las regresaban después de un tiempo ya embarazadas.

Yo aprendí a usar una pistola porque me enseñó Humberto, el dis’que(*1) caporal que nos cuidaba casi siempre. Nos enseñó a las tres, como si fuera una travesura, ni se imaginó que dos años después de eso las tres íbamos a andar con pantalones en la cantina tomando tequila desde la botella, y que hasta a él le íbamos a disparar a los pies para asustarlo cuando nos hacía enojar, ese pendejo, no más no lo corrimos porque respetábamos a su esposa, no’mbre (2*) ese wey ni huevos tenía… ninguno de los hombres del pueblo tenía pantalones, por eso tuvimos que aprender, María se enseñó a pelear así, a puño pelado y al’ raíz (*3), Josefina podía tomarse dos botellas de tequila y seguir despierta, se le puso la voz ronca de tanto tomar y le gustaban los carros, yo, yo siempre fui más chingona, podía montar hasta el caballo más bronco, y tenía el mejor tino con la pistola, le daba a lo que sea aun que se moviera, por eso me tenían miedo los hombres del pueblo, porque sabían que me gustaba espantarlos sacando la escopeta y diciéndoles que le corrieran, no’más les volaba la greña cuando les rozaban las balas.

Pero no te creas hija, no’más nos tenían miedo los cabrones y cochinos, porque sabían que les conocíamos sus mañas, porque los que eran amigos de mi papá que en paz descanse si nos querían, y yos cuidaban mucho, como si no supiéramos defendernos, nuestra nana, y el pendejo que nos dio una pistola la primera vez no dejaban de decirnos que usáramos vestido, y yo les respondía “¿cómo quieren que use vestido, si me pongo vestido cómo quieren que monte?”…

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Mi abuela murió unos tres meses después, tuve que dar la noticia a toda la familia, después de todo ella estaba a mi cuidado, nunca me quejé, aun que tuve que dejar la universidad para cuidar de ella, al principio fue una obligación que se me impuso por ser la que estudiaba la carrera más “mediocre”, sí, mi familia tiende a pensar eso de las carreras “poco productivas”, ¿una antropóloga social?, eso no es indispensable, la familia es todo un dominio, una red entretejida de abogados, administradores, expertos en finanzas y relaciones internacionales, todo nació de la Hacienda “las rositas”, mi abuela una mujer de fuerte carácter seguía teniendo poder sobre sus hijos para hacerlos terminar una carrera, sin embargo al pasar de los años olvidaron lo importante y se sumergieron en sus trabajos, así fue como la mujer que les dio la vida se deterioró poco a poco al igual que “las rositas”, ese lugar dejó de ser el centro de la atención familiar cuando ella se enfermó, yo sé que aún antes de morir ella deseaba con todo su corazón estar en su Hacienda sumergida entre la sierra de la Huasteca Potosina, pero solo en la capital del país podía ser atendida… No fue sorpresa para mis familiares que yo apareciera en el testamento como heredera universal, había dinero en el banco, cerca de 4 millones de pesos, y la hacienda con todo lo que había en ella y lo que se generara de ganancia, al parecer la producción aunque no muy importante todavía existía gracias a un administrador que mis familiares habían contratado cuando mi abuelita quedó incapacitada para trabajar en la hacienda.

Vendí todo cuanto tenía y me mudé a la Huasteca para mí fue un precioso regalo el que me dejó la abuela, y viéndolo desde el punto de vista práctico era lo mejor, a mis 25, con una carrera trunca y sin expectativas de un empleo o novio… si, mi panorama pintaba mejor en el rumbo de la Huasteca, en realidad no era que no pudiera regresar a terminar mis estudios, simplemente elegí el camino de mi abuela, quizá también influenciada por las historias de su salvaje vida.

La primera impresión que tuvieron mis amigas cuando les dije que me iría al campo fue un montón de hombres guapos, brutos, morenos y sexys que me tendrían abierta de piernas las 24 horas del día. De hecho eso se desmintió las primeras 2 horas que estuve en el pueblo, y lo más gracioso fue que también me enteré que no tendría mucho tiempo para conocer a mis vecinos, los primeros 6 meses estuve trabajando como una burra, no lo mal interpreten, de hecho mi papel era más que cualquier cosa, firmar y hacer muy bien las cuentas, administrar a buen puerto los productos que brindaba la tierra para que se multiplicaran, de hecho con el ayudante que tenía para la administración decidimos que era muy buena idea apoyarnos en la economía si abríamos nuestras puertas como un hotel hacienda para extranjeros, hospedar personas de edad y jubiladas que buscaran tranquilidad y un buen descanso. La casa estaba en muy buen estado, y era muy bonita, tiene ese toque se antigüedad pero no se mira vieja, así que comenzó las reformas cuanto antes, una amiga representante de turismo me apoyó muchísimo en aquellos tiempos para conseguir los permisos y el molesto papeleo, pero una vez terminado y recibiendo nuestros primeros clientes fue fantástico, en poco más de dos años me convertí en “la dueña de las rositas” como me llamaban los lugareños, era de esperarse que se me considerara una mujer asexuada, machorra y además temible aunque solamente fuera pantalla de mis dos perros Baucerones y del hecho de que no pudiera andar en el campo con algo que no fuera un pantalón.

Lo más interesante de mi vida en el campo comenzó una tarde, era el inicio de un conflicto que realmente pondría a prueba mi capacidad para defender mi terreno, estaba comiendo con los inquilinos, una pareja de alemanes bastante amigables y entusiastas que venían para celebrar sus 30 años de matrimonio, era tan tierno, estábamos en lo mejor de la conversación cuando Rosendo el capataz me llamó. Dejé la comida a medias no sin antes disculparme como buena anfitriona, y cogí un caballo para llegar a los límites de las tierras, allí estaban varios de mis trabajadores, y otras personas que no sabía quiénes eran, después pude distinguir una cerca hecha trisas, era extraño porque allí nuca había habido una.

_ ¿Qué pasó Rosendo?

_ Señora… estos imbéciles quieren taparnos el acceso al río… ya les dijimos que este es territorio suyo pero no escuchan…

Señaló a un grupo de hombres… me bajé del caballo, con seriedad sin parecer hostil pregunté para saber un poco más…

_ Ustedes… ¿para qué construyen está cerca?... ¿para quién trabajan?

_ del río para acá es el la hacienda “la corona” – me dijo un hombre, alto moreno, fuerte, estaba metido en unos jeans azules con una camisa blanca no podía verle los ojos a través de los lentes de sol, pero tenía una pinta de ser guapo. Más o menos de mi edad.

_ ¿la corona? – Me reí ignorando su guapura – pues yo le digo que del río para acá es la hacienda “las rositas”, y lo que es más, yo tengo los planos que lo avalan como mi tierra, su cerca no puede estar allí porque rebasa los límites de mi terreno… ¿por qué no la pones allá en medio del tuyo?

_ Así que usted es la famosa dueña – dijo despectivamente mientras se quitaba los lentes - ¿sabe que estas tierras originalmente se las pelearon nuestros abuelos?... mi abuelo ganó la contienda, así que la cerca se queda aquí…

_ Bueno, pues allí déjela, pero no le sorprenda verla tirada mañana…

Me crucé de brazos, le sostuve la mirada para que supiera que no me intimidaba.

_ sabe amenazar la dueña de las rositas.

_ lo digo porque ahora mismo llamaré al ejido, el notario debe saber quién tiene la última palabra… seguramente le tumbarán la cerca, a nosotros nos prohibieron alzar una en ese mismo lugar…

Sin decir una palabra más di la orden de que todos dejáramos el lugar. Marcial, el capataz me preguntó si estaba bien que dejara las cosas así, después de todo no había logrado recuperar mi territorio según su perspectiva.

_ Descuida Marcial, la última palabra la tendrán las escrituras de nuestros abuelos, además, hacer esto por fuera de la ley solo nos traerá más problemas.

Esa misma tarde hablé con el notario del pueblo y el representante del ejido, al parecer mi compañero vecino también lo hiso, ambos llevaríamos las pruebas necesarias para verificar los planos de los terrenos y además algunas pruebas de la disputa anterior, pruebas que ratificaran el resultado de la contienda y que avalaran los límites del terreno.

Para lograr terminar con esto pronto decidí entrar al cuarto de mi abuela, no había estado allí desde que traje sus cosas de la ciudad y las guardé allí, realmente quise dejarlo como estaba porque me daba cierta nostalgia, cuando entré a buscar entre sus cosas encontré objetos interesantes, sus viejas pistolas, la ropa que ella usaba de joven, realmente vestía pantalones, no encontré documentos, el notario cunado tomé posesión de la Hacienda me dijo que todo esos documentos pasaban a mi poder pero en ellos no había algo que indicara lo que había pasado años atrás, si en verdad mi abuela había perdido esos terrenos era mejor haberlo documentado. Busqué en su cuarto durante horas, lo único interesante que miré cuando estaba allí fue un libro muy bien resguardado en un cofre debajo de la cama, cuando lo abrí me di cuenta que era el diario de abue cuando era joven, sin pensarlo comencé a leerlo.

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13 de marzo, 1923

Comienzo este diario justo cuando el notario ha leído el testamento de mi Papá, Renato Rosales y Caña. El testamento me nombra heredera de la hacienda que originalmente mi papá bautizó como “las rositas” cuando le heredó en 1886, le nombró así por nosotras, sus hijas, Rosa María, mi hermana menor, Rosa del Carmen, la de en medio y yo, la mayor, Rosa Magdalena. El notario me dijo que al firmar los papeles de posesión del rancho podíamos cambiarle el nombre, no creo que sea lo mejor, prefiero que se quede con el nombre que puso mi padre.

Martes, 14 de marzo, 1923

Firmamos los papeles que dijo el notario, tardé más de tres horas leyendo cuidadosamente todo, nuestra Nana, doña Carmelita, nos dijo que tuviéramos cuidado porque ahora que estábamos solas podrían tratar de quitarnos el rancho, no acababa de decir esto cuando su esposo, El capataz, llegó todo flameado y lleno de tizne, alguien intentó incendiar las parcelas que colindan con “la corona”. Desde que era yo una niña ese señor tuvo problemas con mi papá, es muy sospechoso todo este asunto, cuando fuimos donde el notario se presentó el dueño de “la corona” a ofrecerme 5,000 pesos por las tierras de “las rositas”, cuando le dije que no intentó amenazarme diciendo “una mujer no va a poder hacerle frente a los problemas de una hacienda, mucho menos hacer que le obedezcan los sirvientes”… tal vez tenga razón, por eso, hoy mismo tiré todos mis vestidos y los quemé… ese viejo imbécil piensa que una mujer no puede hacerle frente a sus patadas, entonces lo voy a tomar por los cuernos, ya veremos quien ríe al último. Seguro que piensa que no me di cuenta que el incendió las parcelas, también siempre hace que sus caporales arríen al ganado por encima de la cerca del río para que la tumben, ese desgraciado va a conocer a una mujer de verdad a partir de mañana.

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Eso solo confirmó que los conflictos entre “las rositas y “la corona” eran desde hace mucho, antes de mi abuela ya había peleas por esa dichosa cerca… me dio un poco de risa… seguí leyendo en los ratos hasta que encontré lo que estaba buscando. El día en que se definió quién se quedaba con el territorio del río, se sorprenderán cuando lo escuchen, pero dejemos que se los diga el Notario del ejido en unos días más, mientras eso se resolvía la vida seguía igual de ocupada en ambas haciendas y la ley nos prohibió hacer cercas y cualquier actividad en esa zona, así que todo estuvo entre el trabajo y las lecturas al Diario de la abuela, lo interesante comenzó cuando comenzó a contar sobre sus amantes, independientemente de la sensación de invadir su intimidad lo que parecía un diario se convirtió en una novela erótica con olor a tequila y polvora.

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20 de junio, 1923

Hoy conocí a un revolucionario, no son tan guapos como dicen, estaba todo mugroso y apestoso afuera de la iglesia, tenía una carabina y sus carrilleras, con un pantalón negro que ya era gris de tanto polvo y unas botas de cuero con espuela, estaba parado debajo de un Pirúl con otro cristiano en calzón de manta y sombrero. Yo iba toda enojada porque el padre me regaño el domingo pasado, nos dijo a mis hermanas y a mí que si no íbamos debidamente vestidas a la misa mejor ni fuéramos, si no fuera porque Doña Carmen también nos puso una rastriza de palabras ya hace dos semana que no estaríamos yendo siquiera al atrio… Lo conocí cuando caminaba hacia las escaleras, sentí su mirada pervertida desde que íbamos de lejos así que mandé a mis hermanas más chicas por delante y al subir las escaleras me levanté el vestido para no pisar el encaje, cuando yo escucho por detrás…

_ Por ver esos chamorros me aguanto dos que tres cachetadas…

Mis hermanas se rieron, eso definitivamente me encabronó, con que esas tenemos, me regresé y en frente de él me levanté la falta hasta arriba de la rodilla, nada más vi como peló los ojos, estaba todo embabucado que ni metió las manos cuando le pegó el puño en el ojo… inmediatamente se levantó y quiso pegarme pero me le impuse y le dije:

_ ¿qué no tiene palabra de hombre?... dijo que se iba a aguantar no más por el gusto de verme…

De pronto soltó una carcajada y se me quedó viendo, no sé por qué pero la piernas se mi hicieron gelatina y la cara se me puso toda roja…

25 de Junio, 1923

Han pasado 5 días desde la última vez que escribí, El mentado revolucionario resultó llamarse Juan Martín, el 21 de Junio cuando todos se habían ido a acostar no sé cómo carajos le hiso para entrar en mi cuarto el desgraciado, no me dejó gritar me agarró por detrás y me dijo que nada más quería hablar… de esa conversación supe que ese día había ido al templo para llevarse al padre para que diera unos sacramentos a su campamento que estaba detrás de nuestro rancho… me sorprendió, ya no andaba mugroso, venía bañado y con ropa limpia, ya daba otro aire, cuando lo vi otra vez las piernas de gelatina, me fijé que tiene los ojos casi negros, lo supe porque se me acercó mucho, cuando me descuidé me tomó de la barbilla y me plantó un beso, en seguida me abrazó y me tumbó en la cama y me desabotonó el camisón, los hombres miran muy distinto cuando miran a una mujer desnuda. No me dio vergüenza, me gustó que me mamara, pero cuando ya no me pareció fue cuando metió su mano debajo de su pantalón y empezó a hacer unos movimientos raros, se quiso lo quitar y le dije que no, pero no me hiso caso, se sacó el cinturón y el muy pendejo me quiso tumbar otra vez a la fuerza, pero le saqué la pistola… le di unos balazos al piso y bailó como trompo el desgraciado no le quedó de otra más que salir corriendo cuando se dio cuenta que yo si sabía dispar…

De todas formas, me quedó curiosidad, aunque Doña Carmen diga que eso está mal, ¿por qué se siente tan rico?... Rosa del Carmen dice que una miga le contó que los hombres por eso van a los prostíbulos, porque las mujeres decentes no pueden hacer esas cosas… quiero ir a un prostíbulo a ver si es cierto lo que dicen.

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Interesante la forma de pensar de antes… esa noche antes de acostarme me quedé pensando en los ojos que describía la abuela, me recordaron a los ojos del actual dueño de “la corona” me pregunto si se parecía a él… mientras tanto leer el diario de Abue me había dejado con tantas ganas de un polvo que no tuve más remedio que escabullir mes dedos entre las piernas esa noche antes de dormir… después de todo al día siguiente nos dictaban el veredicto del territorio, por alguna razón tenía ganas de ver al dueño de "La corona".