CAPÍTULO 4º
¡CASTIGADO!
Las clases en el Instituto Ramón y Cajal siguen su rumbo normal para los alumnos.
Hoy, a última hora, tienen clase de Literatura y, cuando suena la sirena, toda la clase se dispone a abandonar el aula para marchar a sus casas.
Todos menos un alumno que, cuando se prepara para salir del recinto, es detenido por doña Catalina con esta frase…
-¿Dónde cree que va, señor García?
Martín García, el joven más problemático del último curso de Bachillerato de Ramón y Cajal enarca sus cejas y queda, por un instante, boquiabierto, sin saber qué decir.
Por fin, reacciona, y con aire retador responde a su Profesora de Literatura.
-A mi casa, ¿dónde sino?
-¿De veras cree que después de cómo se ha portado hoy en clase va a salirse con la suya sin recibir un justo castigo? –La exuberante maestra se acerca al muchacho, sus enormes melones bamboleándose por debajo de la amplia blusa que se ha puesto hoy para disimular.
Entonces, ocurre algo que deja perpleja a doña Catalina.
Martín pone carita de niño bueno y baja la mirada con aire avergonzado al tiempo que murmura…
-De acuerdo. Me quedaré un rato más. ¡Pero no se lo diga a mis padres, por favor!
-¿Eh? –Visiblemente extrañada, Catalina da un leve respingo antes de responder mientras se coloca la gruesas gafas de sobre la nariz-. Claro, claro. No se preocupe, señor García. Si usted me promete que durante el rato que estemos aquí solos se portará bien, yo prometo no contarles nada de esto a sus padres.
Poco después, y mientras doña Catalina repasa algunos exámenes pasados que le quedan por revisar, Martín hace algo que, tal y como el joven tiene planeado, llama la atención de la madura y tetona maestra.
-Señor García –picada por la curiosidad, la mujer se alza de su asiento y se acerca al último pupitre, ocupado por el gamberro de la clase-. ¿Se puede saber qué está haciendo?
Lo que ve hace que dé un respingo tan fuerte, que sus gafas están a punto de caerse al suelo.
Sentado en la silla del pupitre, y con el pantalón desabrochado, Martín se pajea con ganas, lanzando de vez en cuando leves gemidos mientras mira un video porno descargado en su I-phone último modelo.
-¡P-por t-todos los Santos! –Balbucea la madura y exuberante maestra, aunque sin dejar de mirar la nada despreciable verga de veintipocos centímetros de su alumno.
Y, finalmente, estalla…
-¿¡QUÉ SE SUPONE QUE ESTÁ HACIENDO, SEÑOR GARCÍAAA!? –Chilla fuera de sí mientras arranca el sofisticado aparato de manos de Martín y lo deja sobre el pupitre de al lado.
-¿No lo ve, doña Catalina? –Responde el jovenzuelo con total descaro-. Me estoy haciendo un pajote –y sonríe.
-E-eso ya l-lo veo –vuelve a tartamudear la tetona Profesora, sin apartar la mirada del pollón del chaval.
-¿Y bien? ¿Qué le parece? –Pregunta entonces Martín mientras se coge la tranca y la sacude levemente ante la mirada atenta de doña Catalina.
-¿Qué me parece el que? –Inquiere la mujer, emitiendo un leve jadeo y llevándose una mano a una de sus inmensas tetas.
-¡Mi nabo! –Replica Martín lanzando una carcajada-. Dicen que el de Mario es más grande, pero yo creo que el mío tampoco está mal.
Entonces, el muchacho hace algo que deja patidifusa a su maestra de Literatura. Se alza de su pupitre y, acercándose a ella, le susurra al oído, al tiempo que le soba las tetazas por encima de la holgada blusa.
-En realidad, cuando me la cascaba, estaba pensando en usted, Profesora…
-¿C-cómo? –Jadea Catalina mientras su mano derecha roza la minga de su alumno, sintiendo su grosor y su palpitar.
-Pensaba en lo que excitante y morboso que sería comerme su coñito y follármela, y correrme luego sobre estos enormes tetones suyos… Mmm… Mire cómo se me pone la verga sólo de pensarlo… -Dicho esto, el gamberro de la clase coge la diestra de la, cada vez más alucinada maestra, y la obliga a cogerle el pollón al tiempo que sigue susurrándole en la oreja-: Seguro que usted también tiene ganas de ser follada por un hombre de verdad, en vez de aguantar los acosos de ese mierda de don Roberto, que sólo lo hace para disimular lo que es en realidad, un puto pederasta de mierda.
-S-si… -Jadea doña Catalina mientras, muy despacio, comienza a masturbar la joven tranca de su alumno…
-Mmm…, muy bien, doña Catalina –jadea también el joven semental mientras desabrocha la blusa de la mujer y deja libres las enormes mamas, blancas como la leche, de enormes y oscuros pezones.
-¡Dios, que polla tan gorda tienes, Martín! –Exclama de repente la voluptuosa hembra mientras se agacha y se mete la tranca de carne en la boca, para deleite del muchacho, que la jala por los canosos cabellos y comienza a follarle la boca moviendo su cintura adelante y atrás.
-¡Siga mamando, doña Catalina! –Gime Martín sin dejar de contonearse levemente, llegando con su verga hasta la garganta de la Profesora de Literatura.
De repente, y tras cerca de diez minutos de felación, doña Catalina se saca la minga de su alumno de la boca y le dedica una lasciva sonrisa al tiempo que se desabrocha la falda y se baja las bragas, dejando ver un coño súper peludo.
-¡Fóllame, cabrón! –Exclama la tetona maestra tomando el cipote del muchacho y acercándolo a su madura y húmeda vagina-. ¡Méteme tu tranca hasta los huevos!
Martín García no se hace repetir la petición y, de un golpe, penetra a su Profesora, produciéndose un sonoro chasquido cuando sus hinchados cojones chocan contra la vulva de doña Catalina.
-¡DIOSSS…! –Exclama la exuberante hembra al notar dentro el enorme pollón de su alumno-. ¡ME VAS A PARTIR EN DOS, CABRÓN!
Mientras, el gamberro de la clase se afana por agarrar las bamboleantes mamellas de su madura maestra entre jadeos, gemidos y resoplidos de puro placer.
Y por fin…
-¡VOY A CORRERMEEE! –Grita de repente Martín sacando su polla, totalmente empapada en los jugos vaginales de su Profesora de Literatura y obligando a la tetona a arrodillarse frente a su enhiesta tranca que, como si de un surtidor se tratase, comienza a escupir lefa caliente sobre los grandiosos melones de doña Catalina.
-¡Joooder! –Exclama la mujer mientras se levanta las tetazas y lame la leche caliente recién eyaculada-. ¡Cuanta leche tenías en los huevos!
-¿Sí, verdad? –Martín le guiña un ojo y le susurra al oído –Pues si me aprueba el curso, será suya siempre que quiera.
-Mmm… -Doña Catalina dedica a su alumno una lujuriosa sonrisa, y le responde-: Puede estar seguro, señor García, que me pensaré su propuesta…