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Cuadrilátero de sangre 2

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2ª PARTE

LA HISTORIA DE PEARL LEWINGTON

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 1º

LA VIDA EN LA GRANJA

         23 de Abril del año 2037. Amanece en la granja de Karen Britton pero tanto ella como los gemelos Paul y David ya hace rato que están levantados.

         -Paul, cariño, encárgate tú de dar de comer a las gallinas mientras tu hermano y yo nos encargamos de poner en marcha la ordeñadora.

         -Sí, mamá –Paul Britton dedica a una cariñosa sonrisa a su madre, y sale corriendo hacia el gallinero.

         Mientras, en una de las habitaciones de la casa, una niña de corta edad, apenas siete años abre los ojos, de un intenso color azul celeste, y se arrebuja de nuevo entre las sábanas de su cama.

         Una hora más tarde, vuelve a abrir los ojos y salta de la cama con una amplia sonrisa en su bonito rostro.

         -¡Pearl, Pearl, despierta! –Ni corta ni perezosa comienza a zarandear a la ocupante del lecho contiguo, una preciosa jovencita de larga cabellera negro azabache, que se revuelve y abre los ojos.

         -¡Por todos los diablos, Blue! ¿Qué hora es? –La joven de más edad se refriega los ojos y se despereza ruidosamente mientras su hermanita ya ha comenzado a vestirse.

         En ese momento, su tía Karen abre la puerta del dormitorio y les anuncia que tienen listo el desayuno en la cocina, en el preciso instante en que la pequeña Blue hace a su hermana mayor la siguiente pregunta…

         -¿Pearl…? ¿Cuando crezca también me saldrán tetitas como a ti?

         Ante tal ocurrencia, Pearl Lewington no puede menos que cruzar una mirada con la hermana de su padre y unirse a ella en un coro de sanas y divertidas carcajadas.

         Cinco minutos más tarde, ambas hermanas dan buena cuenta de su desayuno, consistente en huevos revueltos, tostadas con mantequilla y mermelada y un enorme tazón de leche, todo ello producto de la granja.

         Comen en silencio mientras Karen se mueve a su alrededor fregando y limpiando.

         -¿Necesitas que te ayude en algo, tía Karen? –Pregunta Pearl en tanto recoge los cacharros del desayuno y los deja en el fregadero.

         -Si así lo deseas, puedes ir al huerto a ayudar a los gemelos a recoger algunas hortalizas –le sonríe la atractiva mujer mientras enjuaga las cacerolas del desayuno antes de meterlos en el lavavajillas-. Pero recuerda que no tienes por qué hacerlo si no te apetece.

         Como respuesta, la bonita adolescente se le acerca y le da un sonoro beso en la mejilla al tiempo que le dice.

         -No es nada, tía Karen. De alguna manera debo pagarte lo que tú y los gemelos estáis haciendo por mí y por Blue.

         Mientras, la pequeña Blue, ajena a esta conversación, se ha puesto a ver la tele en el amplio salón comedor de la casa.

         Tan sólo cuando su tía la llama para que la ayude a recoger las sábanas del tendedero la niña acude con una amplia sonrisa, dispuesta a echar una mano a Karen.

         -¿Te gusta la granja, Blue? -Mientras la mujer va recogiendo la ropa, la niña se encarga de ir metiendo las pinzas en una cestita de plástico.

         -Sí –responde la pequeña sin dudar un instante mientras toma las dos pinzas que le tiende su tía y las guarda en el cestito de plástico.

         Karen, sin embargo puede notar cierto deje de tristeza en la voz de su sobrina pequeña y se agacha a su lado para rodearle los delgados hombros con su brazo.

         -Echas de menos a papá y a mamá, ¿verdad, cariño? –Le susurra al oído antes de darle un beso en la mejilla.

         -Sí –con sus preciosos ojos azul cielo anegados en lágrimas, la pequeña Blue Lewington se abraza al cuello de su tía y comienza a llorar con lamentos largos y profundos.

         Luego, se retira lo suficiente para que Karen pueda verle la cara y le dice en voz muy bajita.

         -Sé que mamá está en el Cielo, con los Ángeles. Lo que no sé es por qué papá ya no nos quiere –dicho esto, rompe de nuevo a llorar con más fuerza aún si cabe que la vez anterior.

CAPÍTULO 2º

LOS SECUESTROS

         Esa noche, después de cenar, los cinco ocupantes de la granja Britton ven las noticias en el televisor.

         Los llantos de Blue de la mañana parecen haber quedado olvidados y la niña, también parece seguir con suma atención las palabras del simpático locutor del noticiario.

         En esos momentos está hablando de algo que, poco a poco, ha venido convirtiéndose en un quebradero de cabeza para la Policía de  no sólo de Gran Bretaña, sino de todo el Mundo,.

         -… Con éste ya son siete los casos de desapariciones de chicas jóvenes denunciados en lo que va de mes. Como en los anteriores casos, la Policía no parece tener ninguna pista sobre el paradero de la joven desaparecida –En la pantalla aparece una mujer de unos treinta y pico años, sosteniendo la foto de una bonita adolescente entre sus manos mientras balbucea.

         -E-esta es m-mi hija. S-se llama Dorothy y t-tiene quince a-años. Por f-favor, si la ven, llamen a este teléfono –la mujer da un número de contacto y luego la imagen vuelve al estudio de televisión

         -¿Qué es un secuesto, tita Karen? –Blue gira su rubia cabecita y clava sus enormes y bellos ojos azules en su tía.

         -Es cuando alguien retiene a otra persona sin su consentimiento, enana –le responde su hermana mayor desde uno de los sillones.

         -¿Y por qué lo hacen? –Sigue preguntando la niña dirigiendo su atención hacia Pearl.

         -Porque es gente mala –le responde la adolescente, dedicando a su hermanita una tierna y cariñosa sonrisa.

         -¿Y esa gente mala va a venir y te va a llevar lejos de mí, Pearl? –Viendo que la pequeña está casi al borde de las lágrimas, Pearl se levanta y la abraza con fuerza al tiempo que le susurra al oído…

         -No voy a permitir que nada ni nadie nos separe, enana. Palabra de hermana mayor.        

         Algo más tarde, ese mismo día, Karen Britton habla con su sobrina mayor.

         -Esta mañana he hablado con tu padre. Dice que os echa mucho de menos, pero que de momento es preferible que os quedéis aquí conmigo y con los gemelos.

         -¿Cómo está?

         -Dice que está bastante bien; está en China por un asunto de negocios. Dice que mandará dinero la semana que viene.

         De repente, la joven Pearl comienza a sollozar en voz baja, según su costumbre, haciendo que su tía la mire sorprendida.

         -¡Eh, eh, vamos, cariño! –Con gesto maternal, Karen Britton toma a su sobrina por los hombros, y la acuna contra su hombro derecho-. ¿Me puedes decir por qué lloras?

         -¡Echo de menos a mis padres! –Se lamenta Pearl sin alzar la mirada-. ¿Por qué tuvo que morir mamá? ¿Por qué papá tuvo que dejarnos a Blue y a mí en la granja?

         -Mi amor… -Con una comprensiva sonrisa en su bello rostro, donde ya pueden apreciarse unas pocas arrugas, tía Karen obliga a su sobrina a tomar asiento en el sofá frente al televisor, ahora apagado-. Tu padre os quiere con locura, pero las circunstancias le obligan a estar lejos de vosotras –con gesto tierno, toma la diestra de Pearl y la oprime entre sus manos, logrando arrancar una sonrisa de labios de la guapa adolescente.

         Luego, como por arte de magia, Pearl cambia por completo el tema de conversación.

         -¿Qué crees que estará pasando con esas chicas desaparecidas? ¿Crees que estarán muertas?

         -No lo sé, cariño –su tía le dedica una inquisitiva mirada antes de seguir hablando-. ¿Por qué te interesa saber eso ahora?

         -Esa chica, de la que hablaron en las noticias, era tan sólo un año mayor que yo…

         -Sí, ¿y? –Karen toma a su sobrina por la barbilla y la obliga, suavemente, a mirarla a los ojos-. Tienes miedo de que alguien venga hasta aquí y te lleve a ti también. ¿Es eso, preciosa?

         -S-sí… -Logra balbucear Pearl Lewington volviendo a estallar en amargo llanto, que su tía no logra calmar esta vez, teniendo que conformarse con acunarla contra su hombro mientras le acaricia los largos y negrísimos cabellos.

CAPÍTULO 3º

LA VISITA DE PAPÁ LEWINGTON

         Dos semanas después de la conversación mantenida entre Pearl Lewington y su tía Karen, tiene lugar un hecho que alegra sobremanera a la adolescente y a su hermanita pequeña.

         Este hecho no es otro que la visita de su padre a la granja, que ha aprovechado un viaje de negocios para ir a ver a las dos chicas y a su hermana y sobrinos.

         -¿Te quedarás muchos días, papaíto? –La pequeña Blue se ha colgado de su cuello y no se separa del hombre-. ¡No te vayas, por favor, papaíto!

         -Pues no lo sé, cariño –Responde su padre mientras dedica una divertida mirada a  su hermana pequeña, que no puede evitar una carcajada ante el placentero y tierno espectáculo que ofrecen padre e hija.

         Tan sólo Pearl parece no compartir este familiar momento de felicidad, y permanece un tanto apartada escuchado música en su pequeño reproductor ajena a todo al parecer.

         -Pearl, cariño… -Por fin es su padre quien se acerca a ella y la conmina a alzar la cabeza y a mirarlo con sus preciosos ojos verdes.

         -¿Qué? –Bufa la jovencita desviando la mirada y volviendo a centrar toda su atención en su reproductor de música.

         -Pensé que te alegrarías de verme, sólo eso –su padre se arma de paciencia y se acuclilla frente al sillón.

         Luego y muy suavemente, quita los auriculares de las orejas de su hija mayor y le dice…

         -No te puedes ni imaginar lo que te pareces a tu madre cuando te enfurruñas de esa manera.

         -¡La echo muchísimo de menos, papá! –Solloza de repente Pearl, al tiempo que se lanza sobre los brazos de su padre y comienza a llorar apoyada en el hombro de su progenitor.

         -Lo sé, mi amor, lo sé –susurra el señor Lewington mientras acaricia la larga y negra melena de su hija mayor con infinita ternura-. Yo también la echo de menos.

         Esa noche, durante la cena, la presentadora del noticiario vuelve a hablar de la oleada de secuestros y el padre de las chicas y su hermana cruzan una significativa mirada.

         Cuando terminan de cenar, Karen Britton se acerca a su hermano mayor, aprovechando un momento en que los cuatro niños están viendo una película en la tele.

         -¿Por donde tú estás también…?

         -Sí, también –responde el hombre con expresión sombría mientras mira hacia donde su hija mayor está en estos momentos riendo a mandíbula batiente por alguna escena vista en la película de la televisión-. Lo de los secuestro parece ser algo generalizado en todo el Mundo.

         -Pearl está muy asustada. Me lo dijo el otro día.

         -La comprendo. Las chicas secuestradas son más o menos de su edad. Es lógico que tenga miedo.

         -Sabes que no permitiré que nadie le haga daño, Charles –Karen intenta esbozar una sonrisa tranquilizadora, pero todo lo que consigue es una triste mueca.

         -También podría llevármela conmigo cuando me vaya de aquí. Conmigo estaría a salvo.

         -Sabes que si haces eso, le darás un gran disgusto a tu hija pequeña. Quiere a su hermana mayor con locura.

         -Pues entonces, me las llevaré a las dos.

         -Hola, papaíto –es la pequeña Blue la que se acerca a los dos adultos y dedica al hombre una pícara sonrisa-. ¿Vas a llevarnos contigo? ¿A dónde?

         Como respuesta, Charles Lewington toma a su hija pequeña en brazos y le estampa un sonoro beso en la mejilla mientras deja que la niña le rodee el cuello con sus bracitos y lo abrace con fuerza.

CAPÍTULO 4º

EL SECUESTRO DE PEARL LEWINGTON

         Son las cuatro de la madrugada cuando las tres figuras penetran en la casa de Karen Britton y, haciendo uso de sus armas, acaban con la vida de la dueña de la casa y de su hermano mayor, Charles Lewington que estaba pasando unos días en compañía de su hermana, sus sobrinos y sus hijas.

         Luego, y sin dudarlo un instante comienzan a recorrer el resto de las habitaciones en busca de algo muy concreto y preciso.

         No cuentan, sin embargo con la inteligencia y perspicacia de los tres muchachos mayores.

         -Paul, David, llevaros a Blue y esconderla. Intentaré despistarlos y me reuniré luego con vosotros –Ordena Pearl mientras toma la escopeta de caza de tía Karen y comprueba que está cargada, tal y como viera hacer a su tío Mike tantas veces cuando era más pequeña.

         -¡Pearl, no me dejes, por favor! –Gime su hermanita estirando sus bracitos por encima del hombro derecho del gemelo llamado David.

         Pero Pearl ya no responde.

         Ha salido del despacho del difunto tío Michael dispuesta a enfrentarse con los dos hombres que han matado a su padre y a su tía Karen.

         Por desgracia, no bien ha puesto un pie fuera de la habitación, cuando siente como una mano fuerte la agarra con violencia del cuello y tira de ella hacia la izquierda, obligándola a soltar el arma.

         -¡SOLTADME, HIJOS DE PUTAAA! –Chilla la indefensa chiquilla mientras lucha por liberarse del poderoso abrazo que la mantiene firmemente inmovilizada.

         -¿Qué te parece, Lou? –El que la sujeta parece divertirse con la situación y ríe con ganas-. ¡Esta zorrita es toda una luchadora, ofrecerá un buen espectáculo cuando la adiestremos y entrenemos como se merece!

         El llamado Lou no responde, se limita a empapar un pañuelo en somnífero y a aplicarlo a la nariz de la furiosa adolescente.

         -¿Qué hacemos con los otros críos?

         -Vámonos ya –replica Lou mientras carga con el cuerpo inerte de Pearl al hombro y se dirige a la puerta principal de la casa-. Tenemos lo que vinimos a buscar. Además, tengo por norma no hacer daño a niños pequeños.

         Poco después, una furgoneta negra se aleja de la granja por el camino de tierra que une ésta a la carretera provincial y al pueblo, situado a unos quince kilómetros de distancia.

         Mientras, en el establo…

         -¿V-viene ya Pearl? –La pequeña Blue sigue llorando abrazada a su primo Paul.

         -¡Paul, Blue, creo que ya se han ido! –Anuncia en ese momento Dave, corriendo hacia ellos desde la enorme puerta de madera y metal de la cuadra.

         -¿Y Pearl? –La niña se separa de su primo Paul y corre hacia la puerta con un leve brillo de esperanza en sus ojos azul celeste.

         -S-se la han llevado… -Solloza David hincándose de rodillas en el suelo y agarrando a la pequeña del brazo para atraerla hacia sí y abrazarla.

         Pasarán quince largos años antes de que Blue Lewington vuelva a tener noticias de su hermana mayor…

         A la mañana siguiente en otra granja, a muchos kilómetros de la de la familia Britton-Lewington…

         -Esta última adquisición es todo un hallazgo –un hombre vestido con un carísimo traje de chaqueta y un parche en el ojo derecho contempla a la joven Pearl que, libre ya del influjo de las drogas, comienza a despertarse-. Dará un buen espectáculo en el ring cuando Miss Fong termine de entrenarla –dice esto último mirando a una enorme mujerona de raza asiática, que asiente con la cabeza y sonríe.

         -Voy a hacer de ella una verdadera asesina, señor Finch, le doy mi palabra. Voy a hacer de esa niña una fiera sedienta de sangre –murmura la gigantesca mujer sin dejar de sonreír.

 

CAPÍTULO 5º

MISS FONG

         -¡VAMOS, PUTITA PEREZOSA, ARRIBA!

         -¿Q-qué…? –Pearl Lewington abre los ojos y contempla espantada la enorme mole de Miss Fong mostrándole su amarillenta dentadura en una cruel y lobuna sonrisa-. ¿D-dónde estoy…?

         -Eso, ricura, lo decides tú –replica la enorme mujer oriental sin dejar de sonreír-. En tu mano está que tu estancia así sea placentera o un verdadero infierno.

         Luego, lanza un viejo pantalón y una camiseta raída a la muchacha y le ordena que se vista deprisa.

         -No tenemos todo el día –señala sin borrar la sonrisa de su oronda cara-. Si quieres comer, tendrás que ganártelo trabajando duro, preciosa.

         Entonces, y para horror de la aterrorizada Pearl, saca unas enormes tijeras y las hace chascar mientras agarra la larga trenza de la adolescente.

         -Lo primero. Esto fuera -¡Chas, chas! –Te puedo asegurar que aquí tu bonita melena no te va a hacer ninguna falta.

         -¡M-MI PELOOO! –Chilla la chiquilla desconsolada, callando de golpe al sentir la tremenda bofetada propinada por Miss Fong en su mejilla izquierda, notando por primera vez el sabor de la sangre, su propia sangre ya que el guantazo ha sido tan violento que le ha partido el labio.

         -Primera norma. Nada de lamentos, ya tendrás tiempo de gritar y chillar durante los combates.

         -¿Q-qué combates? –Musita Pearl mientras Miss Fong sigue cortándole el pelo hasta dejarle el cabello tan corto como el de un chico.

         -Todo a su debido tiempo, Princesa. Todo a su debido tiempo.

         Una vez la ha terminado de esquilar, la asiática obliga a la jovencita a levantarse tirando de uno de sus delgados brazos con violencia y luego la empuja fuera de la habitación con toda la brusquedad que es capaz de usar.

         Es ya fuera del recinto cuando Pearl Lewington se gira hacia la mujer y, tras fulminarla con una mirada de sus hermosos ojos verdes, le susurra con los dientes apretados…

         -Algún día te mataré, maldita gorda. ¡Te lo juro!

         -¡Sí, seguro! –Exclama Miss Fong entre sonoras risotadas.

Luego agarra a la muchachita del pescuezo y la lleva hasta lo que parece ser un enorme comedor donde ya esperan otras ocho jovencitas, todas con el pelo rapado y aspecto deplorable.

-Vamos, déjate de tonterías y siéntate a desayunar. Así podrás ir conociendo a tus compañeras. Pero te recomiendo que no trabes amistad con ninguna; todas y cada una de ellas tarde o temprano se convertirá en tu rival en el cuadrilátero.

Con puños y dientes apretados, Pearl Lewington camina hacia una de las sillas desocupadas y toma asiento junto a una muchachita de raza negra, que le muestra su blanca dentadura en una extraña mueca que quizá pretenda ser una sonrisa.

-Hola… -Susurra la negrita con voz tímida-. Me llamo Lorie, ¿y tú?

-Pearl.

-Encantada –Lorie hace una breve pausa para tomar un bocado de pan, y luego pregunta-: ¿Dónde estabas tú cuando fueron a por ti? Yo estaba en un campamento para chicas.

-Yo estaba en la granja de mi tía Karen –Pearl suspira y luego añade dando a su voz un tono de profunda tristeza-: Creo que está muerta… Ella y mi padre. Creo que los hombres que fueron a por mí los mataron a ambos.

-Vaya, lo siento…

-¿Cuánto tiempo llevas aquí?

-No llega a una semana.

-¿Sabes de qué va todo esto? ¿Por qué nos han traído aquí?

-Quieren que peleemos entre nosotras.

-¿Qué peleemos? –Repite Pearl recordando las palabras de la enorme y oronda Miss Fong.

-Sí. Tienen un ring preparado en la parte trasera –responde la negrita, para volver a centrarse en su desayuno al ver que se acerca uno de los vigilantes.

 

CAPÍTULO 6º

¡LUCHAD O…!

         Dos semanas después, y tras la hora de la comida, Miss Fong reúne a las ya diez chicas secuestradas en la granja.

         Las reúne en torno al ya famoso cuadrilátero y hace subir a dos de las diez jovencitas al mismo y les dice con voz entre melosa y cruel.

         -Por fin vais a saber para qué estáis aquí, preciosas –entre las diez muchachas se extiende un murmullo. Cuando acaba, la mujer oriental sigue hablando-. Quiero que peléis, y quiero algo real. Quiero ver sangre. Quiero ver a sufrir a vuestra rival. ¿Ha quedado claro?

         -¿Qué pasará si alguna de nosotras se niega a pelear? –Pregunta una chica de origen hispano clavando una desafiante mirada en Miss Fong-. No nos puede obligar.

         -No, no puedo obligaros –replica la asiática con una desalmada sonrisa en su orondo semblante-. Pero si no peleáis con todas vuestras ganas yo misma me encargaré de que vuestros familiares sufran una muerte horrible.

         Al oír esto, algunas de las chicas comienzan a sollozar mientras un nuevo murmullo, éste de rabia e impotencia, vuelve a extenderse entre el grupito allí reunido.

         Poco después se han formado cinco parejas ante la atenta mirada de la cruel Miss Fong.

         Las dos primeras chicas en ser obligadas a subir al ring son la joven latina y otra jovencita de cabellos rojizos y el rostro cubierto de infinidad de pecas.

         -Muy bien, jovencitas –sonríe la enorme mujer colocándose entre ambas adolescentes-. Ya sabéis lo qué pasará si os negáis a luchar… -Hace una pausa y sonríe mostrando su dentadura en odiosa sonrisa-. ¡PELEAD!

         Durante un instante, ambas muchachitas permanecen en el centro del ring, mirándose fijamente, con los ojos anegados en lágrimas.

         -¿¡A QUÉ COÑO ESTÁIS ESPERANDO, MALDITAS PUTITAS CONSENTIDAS!? –Brama Miss Fong furiosa mientras vuelve a subir al ring y susurra algo al oído de cada una de las niñas-. ¡RECORDADLO, MALDITA SEA! ¡O PELEÁIS O…!

         Es todo lo que las jovencitas necesitan para enzarzarse en una brutal pelea en la que no faltan los mordiscos, arañazos y tirones de los cortos cabellos, todo ello mezclado con profundos sollozos de impotencia y odio hacia la malvada mujer de origen asiático.

         -¡VAMOS, SHIOBAN, ACABA CON ELLA! –Grita la mujer dirigiéndose a la muchachita pelirroja-. ¡DEMUÉSTRALE LO QUE ES CAPAZ DE HACER UNA ESCOCESA DE PURA CEPA!

         Luego hace lo mismo con la chica latina, llamada Guadalupe logrando que, poco a poco, las otras ocho chiquillas se unan a ella en un coro de gritos salvajes pidiendo sangre y que cada una de las dos contendientes haga el mayor daño posible a su rival.

         Y así, una tras otra, las cinco parejas van subiendo al cuadrilátero para luchar, ante el visible gozo de la perversa Miss fong.

         Por fin les toca el turno a Pearl y a su contrincante, que no es otra que la negrita Lorie.

         Ambas chiquillas suben al ring y se miran fijamente a los ojos durante unos instantes que a las dos se les hacen eternos.

         Finalmente es Lorie la primera en atacar, lanzándose contra Pearl con la cabeza por delante, directa al vientre de nuestra protagonista.

         Mientras corre hacia ella, la negrita va gritando…

         -¡LO SIENTO, PEARL, LO SIENTOOO!

         -¡UFFF! –El golpe es doloroso y brutal, y Pearl no puede menos que doblarse sobre sí misma mientras jadea con fuerza en un desesperado intento por recuperar el aliento.        

         Sin embargo, su rival no parece dispuesta  dejar que se recupere, y agarrándola de los cortos y negrísimos cabellos comienza a propinarle rápidos puñetazos sobre el rostro, logrando dañarle el labio inferior y el ojo derecho con sus golpes.

         -¡ASÍ SE HACE, LORIE! –Cosa que, como es lógico, parece contentar sobremanera a Miss Fong, que aplaude entusiasmada ante la fiereza mostrada por la jovencita de raza negra-. ¡ACABA CON ESA ZORRITA BLANCA! ¡DEMUÉSTRALE QUIÉN ES LA QUE MANDA!

         En ese momento, Lorie ha logrado tumbar a Pearl sobre la lona del cuadrilátero y continúa propinándole puñetazos en la cara y en los aún pequeños pechos mientras sigue gritando y sollozando palabras incoherentes.

         Mientras, y tendida sobre la lona, Pearl Lewington aguanta los golpes en silencio, sin que una sola lágrima salga de sus ojos, concentrándose solamente en el sonido de la voz de la odiada Miss Fong. Hasta que…

         -¡BASTAAA! –Furiosa se revuelve y logra quitarse en encima a la sorprendida Lorie, que cae de culo sobre el suelo del ring sin poder hacer nada cuando Pearl se lanza sobre ella y comienza a retorcerle el brazo en una poderosa llave al tiempo que le grita-: ¡RÍNDETE, LORIE! ¡RÍNDETE O TE ROMPO EL BRAZO!

         -¡NO PUEDO! –Chilla a su vez la muchachita de raza negra con los ojos anegados en lágrimas por la rabia y el dolor-. ¡SI LO HAGO, MATARÁ A MI FAMILIAAA!

         -Entonces, lo siento… -Susurra Pearl antes de ejercer más fuerza sobre el brazo hasta hacer que un sonoro chasquido se deje oír para gozo de la malévola Miss Fong, que comienza a aplaudir como si fuera la niña más grande y gorda que hubiera existido jamás.

 

CAPÍTULO 7º

EL DESTINO DE LAS PERDEDORAS

         Ese mismo día, horas más tarde en el barracón habilitado como dormitorio, Pearl y Lorie hablan sobre lo ocurrido en el ring.

         Tanto la una como la otra se muestran apesadumbradas.

         -¿T-te duele mucho? –Pregunta Pearl mirando el brazo enyesado de su compañera.

         -M-me lo rompiste por dos sitios –replica la negrita con una triste sonrisa en su lindo rostro-. ¡Tienes una fuerza tremenda, no tenía ninguna oportunidad contra ti! –Exclama luego casi con reverencia mientras Pearl se sienta a su lado,  la rodea con su brazo izquierdo y la atrae hacia sí con gesto protector.

         Las dos chiquillas permanecen abrazadas durante unos instantes en silencio.

         -¿Qué crees que me pasará ahora? –Inquiere por fin Lorie, apartándose de Pearl y mirándola fijamente a sus enormes y hermosos ojos verdes.

         -¿Qué quieres decir?

         -He oído decir que a las perdedoras se las llevan a otro sitio… -La muchachita de color agacha la cabeza y deja que un par de lágrimas rueden por sus mejillas-. Y-yo no me quiero separar de ti, Pearl…

         -Bueno… -Pearl saca un pedazo de servilleta de papel y enjuga las lágrimas de los ojos de su compañera-. Piensa que quizás te devuelvan a casa. Volverías a estar con los tuyos, con tu gente. ¿No te gustaría eso?

         -¡Claro que me gustaría! –Exclama Lorie un poquito más animada.

         -Además. Te prometo que en cuanto pueda me escaparé de aquí e iré a buscarte –añade Pearl con una amplia sonrisa en su bello rostro-. A pesar del poco tiempo que hace que te conozco, me siento más unida a ti que a cualquier otra chica que haya conocido en mi vida.

         -¿L-lo dices en serio, P-Pearl? –Solloza Lorie, abrazando a la jovencita de ojos verdes con su brazo ileso.

         -¡Claro que sí, tonta! –Exclama Pearl respondiendo al abrazo de su compañera.

         Ninguna de las dos sabe que no volverán a verse en su vida, y que el destino que espera a Lorie es cualquier cosa menos feliz.

         Es ya de noche cuando Miss Fong hace reunir a las cinco perdedoras y con palabras amables las hace subir a una furgoneta negra.

         -Vamos, jovencitas, vamos –les dice con voz una voz melosa, que llama poderosamente la atención de la joven Pearl Lewington.

         Cinco minutos más tarde, el vehículo, llevando en su interior a las cinco jovencitas, desaparece por el camino de arena, dejando en Pearl una extraña sensación de profundo desasosiego.

         Algunos días más tarde, y tras recibir a cinco nuevas chicas, nuestra joven protagonista hace un tétrico y espantoso descubrimiento cuando, sin querer, escucha la siguiente conversación entre Miss Fong y uno de los guardias del lugar…:

         MISS FONG…: -¿Hicisteis lo que se os ordenó?

         GUARDIA…: -Sí, Señora.

         MISS FONG…: -¿Os asegurasteis de enterrar bien los cadáveres de las niñas?

         GUARDIA…: -Sí, Señora. Tal y como se nos ordenó. Tardarán años en encontrarlos.

         MISS FONG…. –Muy bien. Tendréis vuestra justa recompensa cuando llegue el momento.

         Ese mismo día, cuando una de las chicas nuevas se acerca a Pearl para saludarla, la guapa jovencita de ojos verdes la empuja y la insulta cruelmente, haciendo llorar a la muchacha nueva.

         Lo ha decidido.

         Si ha de luchar y convertirse en una bestia sin sentimientos para sobrevivir, luchará. Luchará con todas sus fuerzas para no acabar enterrada donde nadie pueda encontrarla. Jura la infeliz muchachita con lágrimas en los ojos.

         Esa noche hace también otro juramento…

         -Juro que cuando tenga la oportunidad mataré a Miss Fong con mis propias manos.

         Tras esto, se duerme.

O al menos lo intenta…

 

CAPÍTULO 8º

PEARL LEWINGTON, RETRATO DE UNA LUCHADORA

         Han pasado cinco años, y Pearl Lewington se ha convertido en una bellísima joven de hermosas y rotundas formas que sabe como usar si así lo requiere la situación.

         En estos momentos nos la encontramos tendida en la cama, completamente desnuda y junto a uno de los guardias de la Granja, un tipo con cara de niño que estira su mano hacia uno de los suculentos y bien formados senos de la joven, que le sonríe y le dice con voz melosa y sensual…

         -Se acabó el recreo, amiguito. Intenta tocarme y te rompo el brazo.

         El tipo, a pesar de que mide casi dos metros y pesa casi ciento veinte kilos, aparta raudo la mano. Conoce demasiado bien a su joven y bella amante como para saber que habla totalmente en serio.

         Sí... En los cinco años transcurridos, Pearl Lewington no sólo se ha convertido en una bellísima joven, también se ha convertido en una luchadora cruel y sin remordimientos, una luchadora a la que todas y cada una de las chicas y no tan chicas que pasan por la granja temen enfrentarse.

         -Creo que hoy vienen chicas nuevas –el amante de Pearl deja caer este comentario con cierto deje de tristeza, cosa que llama poderosamente la atención de la hermosa joven de ojos verdes.

         -Sí. El negocio tiene que continuar pese a quien pese.

         -¿No te dan pena esas niñas? –Inquiere por fin el joven guardián mientras termina de vestirse y se abrocha los pantalones.

         -Puede que en otro tiempo… -Replica Pearl mientras acaricia las amplias espaldas de su atractivo amante.

         -¿En otro tiempo, qué? –Se interesa el guapo guardián mientras se inclina para intentar robar un beso de los sensuales labios de Pearl, que no parece darse cuenta y se deja besar fugazmente por el joven.

         -No sé… -Replica nuestra protagonista dejándose caer de nuevo sobre el lecho-. Lo cierto es que ahora vivo sólo por y para la lucha. Sé que dentro de poco me sacarán de aquí y me mandarán a luchar por todo el país con otras chicas como yo.

         -¿Y eso no te da miedo?

         -¿Miedo? –Hay cierto deje burlón en la voz de Pearl.

         -Sí. Te vas a enfrentar a grandes luchadoras… Podrías salir muy malparada, incluso muerta –Replica su compañero en tono ciertamente preocupado.

         -Vaya… -Sonríe Pearl mientras acaricia la entrepierna del joven guardián-. Cualquiera diría que estás verdaderamente preocupado por mí, muchachote… Mmm… Eso me parece taaan dulce…

         -¡No te burles, por favor! –Pide el muchacho, apartándose de la joven luchadora-. C-creo que me he enamorado de ti… -Añade luego con voz trémula.

         -Chist… Tranquilo, hombretón –Pearl se levanta de la cama y rodea con sus brazos la cintura de su compañero mientras le susurra lo siguiente al oído-: Aún tengo algunos asuntos pendientes por aquí. No te librarás de mí tan fácilmente.

         -Entonces, es cierto… -Musita el joven guardia-. La odias a muerte, ¿verdad?

         -No lo sabes tú bien –replica Pearl en un tono tan neutro y frío que hace estremecer a su amante.

         Luego, y como si esta breve pero intensa conversación no hubiera tenido lugar, la bella joven se cuelga del cuello de su compañero y lo besa profunda y firmemente en la boca.

         -Tengo que ir a conocer a las chicas nuevas –dice luego mientras sale de la habitación contoneando sus firmes y rotundas caderas de forma casi felina y muy, muy sensual.

         En efecto, han llegado diez chicas nuevas, todas ellas de edades comprendidas entre los doce y los dieciséis años, todas ellas frágiles y asustadas.

         Es entonces cuando Pearl Lewington decide que ha llegado el momento y con paso firme y decidido se acerca a Miss Fong.

         -Tú y yo, en el ring. ¡A muerte!

         -¿¡Q-quééé!? –La oronda oriental aún tarda unos instantes en reaccionar.

         Cuando por fin lo hace, sonríe cargada de prepotencia y malignidad…

 

CAPÍTULO 9º

¡SÓLO UNA SALDRÁ CON VIDA!

         -¿¡Estás segura de que quieres hacer esto!? –Duncan, que así se llama el joven guardián y amante de Pearl Lewington, mira a ésta visible y sinceramente preocupado después de que la joven le haya comunicado su deseo de enfrentarse a Miss Fong en un combate a muerte-. ¿¡Acaso te has vuelto loca de remate!? ¡Esa mala bestia debe pesar lo menos cuarenta kilos más que tú! Eso sin contar con su experiencia como luchadora…

         -No le tengo miedo –replica Pearl mientras sigue golpeando el saco de boxeo.

         -Tengo entendido que mandó a más de una rival gravemente herida al hospital durante sus años en el circuito de lucha mixta.

         -¡Te he dicho que no le tengo miedo! –Exclama Pearl furiosa, lanzando un poderoso directo contra el pesado saco de boxeo.

         -Hey, vamos, vamos, tranquila –Duncan intenta sonreír, logrando tan sólo una extraña y triste mueca-. Es sólo que me preocupo por ti…

         -¡Pues fóllame y déjate de cuentos! –Exclama Pearl mientras se baja los shorts y comienza a acariciar la verga del joven por encima del pantalón-. ¡Necesito que me animes, no que te preocupes por mí! –Dice mientras desabrocha la cremallera y la correa y se mete el erecto miembro de Duncan en la boca.

         Veinte minutos y cinco intensos orgasmos más tarde…

         -Ahora sí que estoy preparada para machacar a esa puta gorda –sonríe la guapa gladiadora mientras vuelve a ponerse los shorts y se encamina hacia la puerta del gimnasio.

         Mientras, en los aledaños del ring…

         -¡ARGGG, VOY A MATAR A ESA PUTAAA! ¡VOY A DESTROZAR SU DULCE CARITA Y LUEGO VOY A ROMPERLE EL CUELLO CON MIS MANOS DESNUDAS! –Una furiosa y frenética Miss Fong se pasea en torno al cuadrilátero en espera de que su contrincante se persone para empezar la pelea.        

         Cuando Pearl aparece por fin, una cruel sonrisa de triunfo se dibuja en los labios de la oriental.

         -La pelea es sin reglas y a muerte –anuncia el tipo que hace las veces de árbitro una vez ambas mujeres han subido al cuadrilátero-. ¿Están preparadas? –Pregunta luego alzando su mano derecha y bajándola seguidamente para dar comienzo el combate.

         -¡PUTAAA, TE VOY A DESTROZAR! –Ruge Miss Fong, abalanzándose sobre Pearl con sus casi cien kilos de peso y logrando alcanzar a su joven rival con un poderoso manotazo al pecho, haciéndola trastabillar hacia atrás y quedar apoyada en las cuerdas del ring.

         Mientras, alrededor del cuadrilátero, las chicas a las que por veteranía se les ha permitido ver el combate corean con fuerza el nombre de Pearl, pues, aunque una luchadora y entrenadora dura y a veces cruel, las respeta, al contrario que Miss Fong, que gusta de vejarlas y humillarlas siempre que puede.

         Pearl casi no tiene tiempo de reaccionar, cuando su contrincante vuelve a lanzarse sobre ella con una serie de rápidos manotazos y puñetazos, uno de los cuales consigue su objetivo, partiendo el labio inferior de la luchadora más joven.

         Aturdida por el repentino dolor, nuestra protagonista es repentinamente agarrada por Miss Fong y, tras ser levantada en vilo como si de una muñeca de trapo se tratase, proyectada contra la lona del ring con gran violencia.

         -Ahora voy a destrozar esa carita tuya tan dulce, putita consentida –ríe la odiosa mujer oriental mientras se ahorcaja sobre Pearl y comienza a golpearla en el rostro con todas sus fuerzas, terminando de destrozarle el labio, hinchándole el ojo derecho y abriéndole el pómulo izquierdo.

         Seguidamente, la agarra de ambos lados de la cabeza, y comienza a golpearle la nuca contra la dura lona, todo ello sin dejar de bufar y maldecir en voz alta.

         Por fin, vuelve a levantarla agarrándola de los ya largos cabellos recogidos en una cola de caballo y a arrastrarla hasta una de las esquinas del ring, donde la estampa con violencia casi animal para, seguidamente, volver a lanzarle una brutal tanda de puñetazos y manotazos sobre los pechos y el vientre desnudo.

         Sin embargo, a pesar de la paliza, Pearl Lewington sigue sonriendo…

         Sonriendo y musitando algo como si fuera un mantra…

         -Te voy a matar –repite una y otra vez mientras deja que su rival siga golpeándola salvajemente sin tregua ni compasión.

         -¿Qué coño estás diciendo, maldita furcia? –Ruge Miss Fong mientras agarra a nuestra protagonista en un poderoso abrazo de oso y comienza a apretar con todas sus fuerzas, en un furioso intento por romperle la columna vertebral y machacarle las costillas.

         Mientras, en torno al cuadrilátero, las niñas y Duncan siguen animando a Pearl a voz en grito.

         Es entonces cuando la guapa gladiadora de la cola de caballo decide actuar.

         Y lo hace con contundencia, propinando un poderoso doble golpe a su rival en las orejas con los puños cerrados, logrando que Miss Fong la suelte y la deje caer al suelo, desde donde realiza un perfecto barrido que derriba a la mujer oriental sobre su orondo trasero.

         Luego, y moviéndose a velocidad casi felina, Pearl cae sobre su contrincante y la sujeta con una poderosa Camel Clutch, retorciendo la espalda de su rival con todas tus fuerzas, sin hacer caso de los gritos de dolor que Miss Fong lanza cuando nota sus vértebras crujir y partirse hasta su angustioso y merecido final.

         Se hace el silencio entre los escasos asistentes al cruento combate entre las dos luchadoras.

         Por fin, es Duncan el primero en subir al ring a abrazar y a sujetar a la desfallecida Pearl, que al verlo, se abraza a él y lo besa manchándole la cara de sangre.

 

CAPÍTULO 10º

ME LLAMO LILITH

         Es el 13 de Marzo del año 2051 y vemos a la joven Pearl Lewington, ahora convertida en una escultural mujer de espectacular belleza hablando con Edgar Finch, el creador y principal promotor del espectáculo de moda en todo el Mundo, el llamado Brutal Catfight.

         -Es hora de que salgas de aquí, Pearl –dice el hombre dedicando a la joven luchadora una sonrisa lobuna-. Es hora de que te des a conocer al gran público, y yo conozco la forma más idónea de que lo hagas.

         Mientras habla, el hombre se va acercando poco a poco a la bella joven, llegando a rozar con sus dedos los desnudos hombros de ella.

         -Piensa en lo mucho que hemos hecho aquí por ti durante casi quince años…

         -¡Maldito cabrón! –Esto es más de lo que Pearl Lewington puede soportar, y con rápido movimiento agarra al tipo por las solapas del carísimo traje y lo estampa contra la pared más cercana-. ¡Mataron a mi padre y a mi tía, me separaron de mi hermana pequeña y me convirtieron en una asesina! ¿Cómo se atreve a decir que hicieron algo por mí? ¿Cómo, maldito hijo de puta?

         Pronto, dos secuaces de Finch acuden en su ayuda, obligando a la joven gladiadora a soltarlo.

         -Precisamente deberías pensar en tu hermanita, y en lo mal que podría pasarlo si tú te niegas a seguir los planes que he ideado para tu futuro más inmediato –Edgar Finch se arregla la ropa y dedica a la chica una mirada cargada de un odio tan intenso, que casi puede palparse.

         -No creo que le diga lo que le sucederá si me entero que a mi hermana le ha pasado algo –sonríe Pearl dispuesta a lanzarse de nuevo sobre el hombre que, hace casi quince años, ordenó su secuestro.

         -Tú cumple con tu deber, y puedes estar segura de que tu querida hermanita no sufrirá ningún daño.

         -¿Y qué espera que haga, exactamente?

         -Un conocido mío es dueño de un club nocturno llamado “Dark Cave”, y ofrece como espectáculo combates entre mujeres. Puedes ganar mucho dinero, siempre y cuando no hagas demasiadas preguntas y ofrezcas un buen show.

         -¿Su amigo no tiene ya una luchadora contratada?

         -Oh, claro que la tiene –Finch vuelve a sonreír mientras se enciende un cigarrillo y exhala una bocanada de humo azulado directamente a la cara de la bella gladiadora-. Una coreana llamada Jun Chan. Pero por lo visto es demasiado…, exigente.

         -Entiendo –Pearl asiente con un leve cabeceo.

         Luego añade con una extraña sonrisa en su bello rostro.

         -Su amigo pretende matar dos pájaros de un tiro. Tener una nueva luchadora y deshacerse de una molestia.

         -¡Por eso me gustas tanto, querida! –Ríe Finch antes de salir del gimnasio con la intención de llamar al dueño del “Dark Cave” para contarle que su chica está lista para la pelea.

         Dos días más tarde…

         -Veo que has aceptado la propuesta del señor Finch –Duncan dedica a su amante una mirada cargada de cariñoso reproche y temor.

         -Creo que ya soy mayorcita para hacer lo que me plazca –responde Pearl devolviendo al ya veterano guardia una feroz mirada.

         Mas luego, y en un tono algo más cariñoso, añade.

         -Sólo si logro salir de aquí podré cuidar de mi hermana pequeña como es debido. ¿Entiendes eso, cariño?

         -S-sí, pero…

         -Eres tan tierno a veces, mi dulce Duncan –murmura la joven al oído del hombre mientras su mano se posa en la entrepierna de éste-. Quiero que me hagas el amor… Mmm… Quiero sentirte dentro una vez más antes de que nos separemos.

         Ésta será la última vez que ambos amantes se vean.

         A la tarde siguiente, en un pequeño piso que hace las veces de oficina al dueño del club “Dark Cave”…

         -¿Así que ésta es tu chica? –El dueño del club nocturno mira con atención a Pearl Lewington, que mantiene la mirada del tipo con aire retador-. ¿Cómo dices que se llama?

         -Lilith, me llamo Lilith –se apresura a responder la bella luchadora antes de que Finch pueda decir nada.

         -Bien, Lilith. Es un bonito nombre para una gladiadora –el dueño del antro nocturno, llamado Shelburn, dedica a nuestra protagonista una media sonrisa de difícil interpretación.

         -¿Qué nos puedes contar acerca de Jun Chan? –Inquiere entonces Finch mientras enciende el puro que le ofrece su amigo.

         -Es buena luchadora, pero demasiado ambiciosa. Le cuesta demasiado aceptar las normas, y ha acabado por convertirse en un lastre para el negocio –dice el gerente del “Dark Cave” mientras se enciende otro puro.

         -Lo que nos interesa es saber cómo lucha –dice Finch exhalando una bocanada de humo azulado-. Sus puntos débiles.

         -Es buena, muy buena –responde Shelburn con cierto deje de orgullo en la voz-. En el tiempo que lleva en el club, ha enviado a veinte chicas al hospital gravemente contusionadas, dos de ellas permanecen todavía ingresadas y en coma, y ha provocado la muerte de, al menos otras tres.

         Hace una pausa antes de añadir, dirigiéndose a la ahora conocida como Lilith.

         -Dentro de media hora tiene programado un combate. Os invito a verlo si os apetece.

         Media hora más tarde, y ya en el “Dark Cave”, Finch y Lilith toman asiento a pocos metros del cuadrilátero, donde un hombre vestido con una elegante pero llamativa chaqueta roja habla micrófono en mano.

         Junto al hombre, una bella mujer de rasgos orientales y rotundas formas de 105-60-90 mira al público con claro aire retador.

         -¡Señoras y señores! –Exclama de repente el hombre del micrófono dirigiéndose a la concurrencia-. ¿Quién se atreverá esta noche a retar a nuestra gladiadora? ¿Hay en la sala alguna mujer lo bastante valiente como para enfrentarse a Jun Chan?

         Un murmullo se extiende entre los asistentes al espectáculo. Un murmullo que va creciendo en intensidad hasta que…

         -¡Yo me atrevo! –Una voz suena al fondo de la sala mientras una figura femenina se va aproximando al cuadrilátero.

         -¡Vaya, tenemos a una valiente! –Sonríe el presentador, ayudando a subir al ring a la retadora-. ¿Su nombre, por favor?

         -Marcela –la recién llegada es una bonita joven de claros rasgos latinos, ataviada con un chándal y una clara mirada retadora en sus bellos ojos castaños.

         -¿Qué edad tienes, Marcela?

         -Veinticuatro. ¡Y voy a acabar contigo, pendeja! –Esto último lo dice en castellano, cosa que, por algún extraño motivo, parece resultarle gracioso a la coreana Jun Chan.

         -Muy bien… -El hombre del micrófono se hace a un lado antes de preguntar a ambas mujeres si están listas.

         Y comienza la pelea…

         Durante unos segundos, ambas luchadoras se limitan a mirarse fijamente, como tanteándose.

         Por fin es Marcela la primera en lanzar su puño derecho sobre el rostro de su rival. Puño que la oriental esquiva con relativa facilidad mientras agarra a la joven latina por el pelo y le propina un brutal rodillazo a la altura de la entrepierna.

         Tras esto, y sin soltarla de los cabellos, la coreana arrastra a su rival hacia una de las esquinas del ring, golpeándole la cabeza contra la misma con tanta violencia que le abre una brecha en la frente.

         Sangrando y malherida, la joven Marcela se tambalea de un lado a otro del cuadrilátero, momento que aprovecha Jun Chan para cebarse con ella mediante una serie de rápidos puñetazos al rostro de la latina que, finalmente, cae al suelo sin sentido, en parte por la paliza, en parte por la pérdida se sangre por la herida de su frente.

         -¡QUÉ VENGA UN MÉDICO, POR FAVOR! –Grita el presentador del espectáculo tras comprobar que, efectivamente, la joven llamada Marcela está inconsciente tendida sobre la lona del ring.

         Un murmullo de admiración se extiende entre el público asistente mientras el hombre del micrófono, una vez los médicos han retirado a la malherida Marcela, se coloca de nuevo en el centro del ring.

         -¿Y bien, señoras y señores? ¿Alguien más se atreve a retar a nuestra imbatible campeona? ¿Alguna de ustedes, bellas damas, tiene el valor de subir al cuadrilátero y enfrentarse a Jun Chan?

         -¡Yo me atrevo! –Es la voz de Lilith la que suena entre los asistentes, para gozo del presentador que queda gratamente impresionado ante la salvaje belleza de nuestra guapa y poderosa protagonista.

         -Perfecto, perfecto –musita el hombre sin poder apartar la mirada de las bellas formas de Lilith-. ¿Cuál es su nombre, hermosa dama?

         -Lilith.

         -Muy bien, Lilith –el presentador no puede evitar notar una erección mientras habla-. Como ya sabrá el combate es sin reglas.

         Lilith asiente con la cabeza y luego se coloca en posición de combate, cosa que parece resultar graciosa a la oriental.

         -¿Pretendes intimidarme con esa posa, guapa? –Inquiere Jun aunque sin apartar la mirada de su rival.

         -¡VAMOS, PELEA! –Brama nuestra protagonista mientras lanza un primer ataque sobre su adversaria, logrando alcanzarla con un poderoso gancho de izquierda que lanza a la coreana contra las cuerdas con un buen moretón en la barbilla.

         -¡ARGGG, PUTAAA, TE VOY A MATAAAR! –La reacción de la luchadora oriental es salvaje y brutal, lanzándose sobre Lilith y derribándola sobre la lona para ahorcajarse sobre ella y comenzar a golpearla en el rostro y en los pechos con potentes y certeros puñetazos.

         También la agarra de ambos lados de la cabeza y comienza a golpearle la nuca contra la lona en un bestial intento por abrirle la cabeza.

         Pero Lilith, a pesar de los golpes recibidos, sigue sonriendo.

         A pesar del labio partido y el dolor en los pechos y en la cabeza sigue sonriendo.

         -¿De qué coño te ríes, maldita zorra? –Furiosa, Jun Chan sigue golpeando a nuestra protagonista con saña.

         -Me río de ti –es la sorprendente respuesta de Lilith-. Me río de ti y de cómo voy a acabar contigo.

         -¡PUTAAA! –Grita la coreana alzando ambos puños sobre su cabeza, dispuesta a descargarlos sobre el rostro de su rival.

         Pero algo ocurre.

         La sonrisa y las palabras de Lilith han logrado causar su efecto y la oriental falla el golpe cuando la inglesa mueve levemente la cabeza hacia un lado.

         Luego, quitarse a Jun Chan de encima le resulta bastante fácil y aprovechando que la coreana aún está de rodillas le propina un potentísimo rodillazo en el rostro que le destroza la nariz y le salta varios dientes.

         Tras esto, la oriental es presa fácil para la rabia casi homicida de Lilith quien, tras una serie de patadas y puñetazos, decide acabar con su rival con una potente quebradora de cintura que destroza la columna vertebral de la coreana.

         Un silencio casi sepulcral se adueña de la abarrotada sala cuando termina la brutal pelea entra las dos gladiadoras.

         -¡TENEMOS NUEVA CAMPEONA EN EL “DARK CAVE”, SEÑORAS Y SEÑORES! –Exclama entonces el hombre del micrófono volviendo a subir al ring y alzando la diestra de Lilith en señal de victoria.

         Mientras, en la mesa, Finch y Shelburn firman el contrato y estrechan sus manos con sendas sonrisas en los rostros.

FIN 2ª PARTE

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