CAPÍTULO 5º
LA MODOSITA Y EL DEPORTISTA
Está a punto de terminar el segundo trimestre del curso, es Jueves y la clase de gimnasia de última hora acaba de terminar y en el gimnasio tan sólo quedan dos alumnos, Mario, el deportista de la clase, y Maribel, la más modosa del último curso de Bachillerato del Ramón y Cajal.
Muy tímidamente, Maribel se acerca a su compañero y le habla en un leve susurro…
-Hola, Mario –saluda la muchachita desviando su vista para no mirar lo que tantas otras chicas.
-Hola, Maribel –Mario le sonríe y no se corta un pelo en fijar su atención en la delantera de su compañera, dueña de una tetas no demasiado grandes, pero sí muy bien formadas-. ¿Querías algo? Me he dado cuenta de que en clase has intentado acercarte a mí en un par de ocasiones.
-Sí, es que…, quería proponerte algo –responde la recatada muchachita sin atreverse a alzar la mirada hacia su compañero de curso.
-Habla. Si está en mi mano…
-Yo quiero aprobar gimnasia, pero se me da fatal, y tú necesitas que alguien te eche una mano en algunas asignaturas en las que yo soy bastante buena… Y había pensado que tal vez…
-¿Te podría echar yo una mano en lo tuyo a cambio de que tú me ayudes con lo mío? –Mario sonríe, mostrando unos dientes blancos y perfectos, acordes con el resto de su cultivada fisonomía.
-¡Eso es! –También Maribel sonríe, mirando a su guapo compañero, sin darse cuenta de que sus ojos se han posado un instante sobre la abultada entrepierna del muchacho.
-¿Cuándo te gustaría empezar? –Inquiere Mario sin dejar de sonreír.
-Pues…, no sé… -Replica tímida Maribel antes de encogerse de hombros y responder-: Ya mismo, si te parece. Tenemos todo el gimnasio para nosotros solos.
-Ok. Empecemos pues con un ligero calentamiento –dispuesto a ayudar a su guapa compañera de clase, Mario se quita la chaqueta del chándal y deja en el suelo su bolsa de deporte.
Aunque apocada y un tanto timorata según sus compañeros, Maribel no puede evitar un leve suspiro al ver los marcados pectorales y abdominales de su atlético compañero.
-Bueno. Vamos a empezar estirando los brazos todo lo que podamos hacia arriba –Mario, galante, se acerca por detrás a su compañera de clase y, tomándola con suavidad de los brazos, le hace levantarlos lo más que puede.
Maribel sonríe tímidamente al notar tan cerca de su cuerpo virginal el legendario miembro del joven deportista.
-¿Ocurre algo, Maribel? –Pregunta el muchacho visiblemente intrigado por la reacción de la chica.
-¡No! –Se apresura a responder la modosita desviando la mirada que, de nuevo estaba fija en la abultada entrepierna del chaval.
Pero éste, que a pesar de lo que dicen por ahí, no es tan simple como aparenta, se da cuenta, y comienza a reírse ante el estupor de la chavala.
-¡Tú lo que quieres es verme la polla! –Exclama de repente Mario, sin poder dejar de carcajearse.
-¿¡QUÉÉÉ!? –Grita Maribel, abriendo unos ojos como platos.
-Eh, vamos –Por fin, Mario deja de reírse y se acerca a su colega de estudios-. No es tan malo –Mario agacha la cabeza y añade en tono apesadumbrado-. Sé que los demás piensan que sólo soy un musculitos sin nada en la cabeza, y tal vez tengan razón, pero lo que no soy es un bruto sin sentimientos. Si a ti no te apetece hacer nada…
-Mario –entonces, Maribel hace algo que deja atónito al chaval.
Con gesto tímido y apocado, pero decidido a un tiempo, la chavalita se acerca a su compañero y comienza a sobarle la tranca por encima de los pantalones del chándal, hasta lograr una erección fabulosa, al tiempo que le dice con un guiño cómplice.
-Yo tampoco soy tan timorata como aparento. Es cierto que soy virgen, pero eso no quita que no haya visto y tenido en mis manos alguna que otra polla.
Seguidamente, y de un tirón, baja los pantalones de su amigo, dejando libre una verga enorme, de casi treinta centímetros, que le hace soltar…
-¡La Madre de Dios! ¡Qué pedazo nabo!
-¡Es grande! ¿Verdad? –Inquiere Mario, visiblemente orgulloso del tamaño de su miembro viril.
-¿C-cuánto te mide? –Pregunta Maribel mientras acerca su mano al bestial falo y lo toca con escrupulosamente.
-No lo sé –Mario se encoge de hombros-. Veintisiete o veintiocho centímetros, más o menos.
-Virgen Santa –musita la muchacha, mientras agarra la tranca de carne y comienza a masajearla con ambas manos, comprobando que aún así le sobra casi diez centímetros de polla para coger-. ¡Es grandiosa! –Dicho esto, lanza una divertida y lasciva carcajada, y se lleva el enorme capullo a los labios.
-¡Dios, qué boquita! –Exclama Mario mientras jala los cortos cabellos de la muchacha para hacer fuerza en su boca, donde no cabe su enorme pollón.
-¿Te gusta? –Sonríe Maribel mirando hacia arriba y dedicando al semental una sonrisa mezcla de lascivia e inocencia.
-¡Me encanta! –Replica el muchacho dejando que su compañera de curso vuelva a meterse su enorme cipote en la boca y continúe con la fabulosa mamada.
Mientras, Maribel ha metido su mano derecha por debajo de su chándal y ha comenzado a masturbarse, uniendo sus gemidos a los de su compañero.
Por fin, se levanta de un salto, y dedicando un guiño al joven deportista le dice.
-¡Fóllame, Mario! ¡Si tiene que desvirgarme alguien, que sea un verdadero semental! –Dicho esto, se baja los pantalones y las braguitas y, apoyándose en un plinto cercano, ofrece su coñito al joven para que la penetre al estilo perro.
Mario, por su parte, no se hace repetir tan suculenta petición, y se acerca a la chavalita sobándose la tranca con ambas manos.
-Te advierto que te va a doler –le dice mientras comienza a pasar su glande por la húmeda rajita de Maribel.
-¡Calla y clávamela, de una puta vez cacho cabrón!
-Como quieras –Y, dicho y hecho, Mario empuja su pollón en la estrecha y virginal vagina de su compañera…
-¡JOOODEEER! –Grita Maribel al sentirse ensartada por la inmensa tranca de carne y notar la sangre corriendo por sus muslos.
-¿Te gusta, putita? –Le susurra Mario al oído mientras estruja sus tetitas, de pezones enhiestos y duros como piedras.
-¡NO PARES, CABRÓN, NO PARES! –Pide Maribel contoneándose para sentir mejor la polla del joven semental dentro de su coñito recién estrenado-. ¡QUÉ GUSTAZO, CABRÓN, QUÉ GUSTAZO!
-Veo que no eres tan modosita como aparentas –susurra Mario mientras hace más fuerza en el chochito de su compañera, como si quisiera taladrarla con su enorme miembro.
-¡No! –Susurra Maribel mordiéndose el labio para evitar más gritos-. ¡Soy una puta! ¡Tu puta!
-¡SÍÍÍ! –Grita entonces el muchacho sacando su verga del coño de su compañera y comenzando un bestial pajote con el fin de eyacular sobre la chavala que, al darse cuenta, sonríe y abre la boca con gesto goloso.
-¡Dámela toda, mi semental! –Pide Maribel llevándose el pollón de nuevo a los labios-. Dame toda tu leche caliente en mi boca de puta viciosa.
Y Mario se corre, y la corrida es tan abundante que su lasciva compañera tiene que cambiarse de camiseta y guardarla totalmente empapada en lefa caliente.